𝓒𝓱𝓲𝓼𝓱𝓲𝔂𝓪
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One Shot de Chishiya
Advertencia: Violencia.
Título: Daños colaterales.
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En la habitación 398 del edificio 3, Azami estaba llorando desconsoladamente con un objeto en la mano. Millones de pensamientos atravesaban su mente en ese momento, pero la primera de todo era, ¿qué voy a hacer ahora?
Si le hubieran preguntado unas 6 semanas atrás, quizá correría a los brazos del estudiante de medicina para contarle, para que le dijera que todo estaba bien, le hiciera mimos en la cabeza y tratara de calmar su llanto. Hoy no podía hacer eso. Cuatro semanas sin que él le dirigiera la palabra, que cuando cruzaban miradas en el lobby o en los juegos, él girara la cabeza con molestia. Cuatro semanas de que ella lo buscara para pedir una explicación a su actitud y solo escuchar un "déjame en paz Azami", para después alejarse con Kuina a algún lugar contrario.
Desesperada era la palabra que la describiría. Se vio al espejo, estaba deshecha. Las lágrimas gruesas surcaban sus ojos, tenía escurrimiento nasal y la cara rojísima, además de hinchazón por todo el rostro. Quizá si la veía así, vulnerable, se apiadaría de ella. Le recordaría cómo era todo antes de que su nueva amiga llegara, le pediría perdón por estar ausente. Era el único plan que tenía, la última carta por jugar.
Tomó la prueba de embarazo positiva entre sus dedos, cuando fue a buscar suministros para el botiquín de Ann en una farmacia, la encontró sin que estuviera caducada. Sospechaba ya del embarazo, pero pensó que quizá la carencia del sangrado menstrual devenía del estrés que los juegos provocaban en sus cuerpos, así que se encerró en el baño de su habitación y esperó los 5 minutos más largos de su vida hasta que finalmente el mundo se le vino encima.
La guardó en el bolsillo de la chaqueta y se lavó la cara, aunque seguía muy hinchada sabía ahora por lo menos lo que tenía que hacer. Le diría, después de todo era el padre de su hijo. Por lo menos tenía derecho de saberlo. Sus pies se movieron a la misma velocidad que sus pensamientos hasta llegar al lobby. No estaba ahí, usualmente no le gustaba estar rodeado de grupos abundantes de personas, así que bajó a las cocinas. Last Boss estaba haciéndose un sándwich y solamente levantó la mirada en un corto saludo, pero nadie más estaba ahí. Llegó hasta la piscina, el ruido la desconcentró, y le fue aún peor cuando un montón de chicos drogados intentaron unirla a su juego con la botella. Salió de ahí como pudo y se dirigió hacia la habitación del chico.
Esa habitación donde habían pasado tantas cosas, jamás pensó que las piernas le temblarían tanto por solo imaginarse cruzar esa puerta nuevamente. Tocó 3 veces, nadie respondió. Tocó otra vez, posiblemente no se encontraba ahí tampoco. Se iba a girar cuando la puerta finalmente se abrió.
—Oh...Azami—la mirada incómoda de Kuina se trastabilló con sus palabras. —Chishiya no está, le diré que viniste.
Intentó cerrar la puerta pero Azami metió el pie evitando que lo hiciera.
—Dime dónde está. —exigió, con un nudo en la garganta. —Te lo pido por favor, debo decirle algo.
—Él no quiere hablar contigo Azami. —soltó un largo suspiro, nuevamente intentando cerrar la puerta.
—¡Kuina , te lo estoy pidiendo por favor! — casi gritó, nuevamente había lágrimas surcando sus mejillas. La cara de Kuina mostraba vergüenza hacia el resto del pasillo, pues dos jugadores pasaron y se admiraron ante el drama en la puerta de esa habitación. Azami tomó aire con todas sus fuerzas, solamente para sacar de dentro de la chaqueta la prueba de embarazo y después guardarla con violencia nuevamente.
—Mierda, no me jodas. — Kuina se agarró la cabeza.
—Yo no quiero ni planeo destruir lo que sea que ustedes tengan. — dijo Azami con toda la pena del mundo. —Solamente quiero decirle, es suyo Kuina, yo te juro por mis padres que no he estado con nadie más y...
—Te creo. — le tomó ambas manos con las suyas, para después cerrar los ojos con todas sus fuerzas. —Está en la azotea, me dijo que estaría ahí hasta la tarde. Solo no le digas que yo te dije.
—Gracias. — fue el agradecimiento más sincero que Kuina escuchó, después dejó de sentir las manos de la chica y escuchó los pasos apresurados por el pasillo.
En la terraza del edificio no había muchas cosas interesantes, no había una piscina, no había camastros para sentarse ni nada parecido, pero desde arriba podías apreciar toda la decadencia que había debajo tuyo. Se veían todos los otros dormitorios, podías mirar a la piscina o al patio, incluso podías ver la entrada. La vista desde la terraza también era la estrategia de Chishiya en los juegos, siempre buscar ese punto donde nada se te escapara, pero tal parece que no le había funcionado del todo esa tarde, porque lo siguiente que tuvo fue a Azami frente a frente.
—No tengo tiempo para esto. — se limitó a decir, intentando alejarse de la chica, quien en un momento de desespero lo había tomado con tanta fuerza que le clavó las uñas en el brazo. —¿Qué es lo que...?
Se quedó perplejo, la prueba de embarazo positiva frente a él. La tomó con una mano y la miro.
—Andando. — comenzó a jalarla del brazo, Azami confundida y débil aunque intentó poner resistencia no fue de mucha ayuda.
—¿A dónde vamos?
—Necesito cosas de la morgue, te sacaré esa cosa del vientre ya mismo. — con las fuerzas que le restaban, Azami plantó los pies en el suelo haciendo que Chishiya se detuviera. —¿Qué?
—Ni siquiera te has detenido a preguntar lo que quiero hacer yo.
—Porque no creo que seas tan estúpida como para querer tenerlo. — la chica bajó la cabeza y tragó saliva de manera nerviosa. — No me lo creo. ¿Qué mierda te sucede? ¿De verdad quieres tener a ese parásito?
—Es tu hijo.
—¡Es un bastardo! — gritó. —¿Qué crees que pasará en unos meses, cuando aumentes 10 kilos? Los juegos de resistencia te van a asesinar, cuando los ejecutivos se enteren te echarán de aquí. No les servirás en ese estado, no ganas cartas embarazada.
—Por favor...
—¿Por favor qué carajos? — susurró, muy cerca de su rostro. — A menos que quieras que te saque ese problema de encima, no veo por qué me has buscado.
—Yo pensé que tú, que quizá tú...
—Formula tus palabras, me haces perder el tiempo. ¡Pero es que eres tan aburrida! — soltó con veneno. — Mira, voy a ser honesto contigo porque nadie más lo será. Cualquier hombre que diga que está interesado en ti, es solamente porque quiere acostarse contigo. Para eso es lo que te buscan, para eso te busqué yo.
Azami quería golpearlo justo en el rostro, pero la manera tan abrupta que dijo todo lo que pensaba la tomó por sorpresa. Corrió hasta encerrarse en la habitación, maldiciendo al universo el haberlo conocido, el haber caído en sus brazos y las mentiras que le había dicho. Vomitó por las emociones que estaba sintiendo, y pensó en que lo que le había dicho Chishiya era real. Cuando se llegara la hora en la que su vientre fuera mayor y afectara su capacidad física, ¿qué era lo que le quedaría?
Lloró toda esa noche y la siguiente, y cuando hubieran transcurrido dos noches Azami tomó una decisión. No volvería a buscarlo, pero había otra persona en la playa que podría ayudarla, así que se dirigió hasta el subsuelo, donde Ann tenía su laboratorio. La encontró justamente quitándose los guantes y mirándola con un sonrisa hasta que la miró dos veces.
—¿Qué te pasó?
La deshidratación hacía que ya no hubiera lágrimas por derramar, los labios resecos y los ojos sin brillo alertaron a la forense que se acercó hasta envolverla en un abrazo.
—Ayúdame. —susurró con la voz gruesa y rasposa.
—¿Qué te hicieron? — intentó reconfortarla. Azami se separó un poco de ella y le contó todo. No le dijo quién era el padre, de cualquier forma, las personas dentro de la Playa no habían tenido conocimiento de la corta relación que ellos tuvieron. — Yo trabajo con muertos, no con vivos Zami. Hacer un aborto no es algo que te enseñen en la escuela. ¡Ya sé! ¿Por qué no le pedimos ayuda a Chishiya?
La japonesa se removió incómoda, un leve quejido salió de su boca y le dolió el pecho.
—Él es estudiante de medicina, estoy segura de que sabrá más que yo cómo hacer esto. — la cara de preocupación y dolor de Azami, alertó a la forense hasta que algo hizo click en su cabeza. — No...
La tomó del rostro uniendo las piezas del rompecabezas que faltaban, y volvió a abrazarla.
—Te ayudaré, si lo quieres es tenerlo haré de matrona, y si lo que de verdad deseas es no tenerlo haré todo en mis manos para que salga bien. — acarició su cabello, con la mirada perdida. —No estás sola en esto. Yo, necesito conseguir algunas cosas, dame el día para traer lo necesario y ven mañana temprano.
Esa noche fue larga para muchas personas en La Playa, desde aquellos que llegaban heridos de los juegos y lloraban a sus caídos, Azami que pensaba en lo que perdería al día siguiente, llorando mientras inconscientemente tocaba su vientre. Para Ann tampoco fue una noche fácil, recordó al pie de la letra todo lo que podría necesitar y también todo lo que podría salir mal; una infección, una hemorragia, todo terminaría con la vida de la chica.
No durmieron, pero había alguien más que no durmió aquella noche. El causante, el detonador de todo. Kuina le reclamaba eufórica y él no respondía, a su alrededor solamente veía en cámara lenta cómo arrojaba objetos en su dirección y él no hacía nada para evitarlo.
—¡Es tu hijo, y es como si hablaras de un jodido tumor! — gritó una vez más.
—¡La matarán! — finalmente estalló. — ¡La matarán en los juegos, la matarán cuando sepan que está embarazada! Ni siquiera sabemos qué es toda esta mierda, ¿después entrará a los juegos con el bebé?, ¿el jodido bebé tendrá que jugar para ganar las visas? ¡No me jodas!
— ¡No te estoy pidiendo que la impulses a tenerlo, pero no la dejes sola! — soltó antes de azotar la puerta de la habitación con violencia.
A las 10 de la mañana del día siguiente, Ann desayunó un vaso de agua que le supo a podrido. Mientras acomodaba las cosas necesarias, una gota de sudor le recorrió la espina dorsal al tiempo que escuchó la puerta abrirse. Era Azami, ambas se miraron en silencio.
— ¿Estás segura de lo que quieres hacer? —la joven asintió. —Bien, recuéstate en la mesa. No tengo anestesia, por lo que necesito que muerdas la toalla lo más fuerte posible.
La plancha fría por debajo de Azami solo aumentaron los nervios. Ann se puso el cubrebocas, hizo una oración a Dios para pedir que los nervios no la traicionaran y se dispuso a trabajar.
En la azotea, al igual que todos los días desde que llegó a la Playa estaba Chishiya mirando hacia las lejanías, Mira se acercó y le colocó una mano en el hombro.
—Te noto tenso.
—Tú notas tenso a todo el mundo. —le respondió a la defensiva.
—Ya veo, las cosas por aquí están por ponerse feas. — susurró con malicia.
—¿A qué te refieres?
—Daños colaterales. — con la mirada señaló la salida. — Las niñas que juegan a la doctorcita y a la familia no salen bien libradas jamás.
—Azami...
—La vi salir de su habitación apresuradamente en la mañana, rumbo al laboratorio de Ann. —confesó, sin dejar su toque ácido soltó una risita. — ¿Es que ha subido de peso? Quizá sean gases.
Chishiya tuvo un pésimo presentimiento que se agravó más mientras corría escaleras abajo. Casi se caía por loe escalones y empujó a varios jugadores que lo miraban como si se hubiera vuelto loco. Llegó a la puerta del laboratorio y sus ojos apreciaron el horror, los gritos, a Ann encima de Azami intentando con sus manos hacer un RCP. La sangre en el piso, la hemorragia vaginal y la evidente perforación del útero.
Le tiró de la plancha y jaló el cuerpo de Azami hacia el piso, tomando ahora el lugar del RCP. Los manuales mencionaban no hacer la respiración boca a boca, y lo hizo, los manuales decían que si te cansabas no siguieras, y lo hizo. Hizo todo lo que estuvo en sus manos en ese último momento pero nada dio resultados. Ann lo jaló y lo quitó de encima.
—¡Se ha ido!, ¡Se ha ido y es tu culpa! —las palabras le taladraron el oído. Quería decirle eso a ella, que la había matado, pero hasta él mismo sentía que era verdad. Él y nadie más le había quitado la esperanza, la vida de los ojos de aquella chica. Se lamentó, se sintió miserable, más aún cuando con el mismo bisturí que aún estaba manchado de sangre, la japonesa lo amenazó.
—No tienes derecho a llorarle a su cuerpo. —escupió Ann con odio. —¡Lárgate!
Y lo hizo, se fue, con el cargo de consciencia terrible. Pensaba que todas las personas lo miraban a su alrededor, la paranoia lo estaba volviendo loco. Vio a Mira a lo lejos, la chica le guiñó el ojo y supo lo que había pasado.
Daños colaterales.
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