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LAST BOSS X NIRAGI

Hay un tipo de tristeza que no te hace llorar, es algo que sientes tan dentro y te deja pensando en todo y en nada a la vez, como si te hubieran robado una parte del alma.

Tristeza vacía le llamaban.

Samura sentía ese tipo de tristeza cada que Niragi le contaba sobre su pasado y él no podía hacer nada sino pasar su brazo por sus hombros, tratando de reconfortarlo aunque muchas veces sin ningún éxito. Se sentía miserable al imaginarse lo que tuvo que pasar, aunque muchas veces ese sentimiento venía acompañado con odio.

Pensó que estaba siendo empático, su madre se lo decía mucho, luego descubrió que eso era más que solo empatía.

A Niragi se le daban los juegos de diamante, a Samura los juegos de picas;

Los tréboles los complementaban, y si mirabas bien en el cuello de ambos podrías encontrar unos dijes de tréboles en una cadena de plata que ganaron en un juego y que jamás se quitaban. Eran unos de sus tesoros más preciados.

Casi era una rutina despertarse religiosamente y cambiar el collar por la mañana. Era tener un pedazo del otro mientras giraban en los pasillos, mientras daban los rondines sin su par de siempre. A veces, cuando Niragi entraba a las juntas, a Last Boss le gustaba dormir en la cama de él, escuchaba muy bien sus pasos aproximarse a la habitación y después cambiaba de lugar.

Niragi se había imaginado que su olor estaba impregnado en la cama debido a su propia imaginación.

Samura nunca se había plateado la idea de que quizá podía enamorarse; aún peor, jamás había pensado que podría gustarle precisamente un chico.

No dimensionaba en qué momento su corazón comenzó a latir por él, y solo por él.

Para Samura era un tarea casi imposible de concretar el soportar la sonrisa que amenazaba con asomarse en su rostro cuando sentía la mano de Niragi tocarlo mientras fingía dormir; temía que se alejara en cuanto él despertara.

Ya lo había hecho, no quería volver a pasar por lo mismo.

No se lo diría, por lo menos no ahora. Llegaría el día, y hasta entonces, podría disfrutar las cosas como estaban. Las camas separadas, los juegos, las guardias nocturnas, todo y absolutamente todo para poder estar juntos como él tanto deseaba.

Esperaba que se diese cuenta, pero no era algo que lo mantenía sin dormir.

Estaba conforme, y aquello estaba bien.

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