Kuina I.II
Continuación del primer One Shot del libro.
Día 34 después de la desaparición de Kuina.
Querido diario, las cosas han sido difíciles. He intentado contactar con sus familiares pero la respuesta siempre es la misma; no me interesa. Parece que la Tierra se la tragó, y no la culpo. Quizá yo pedía demasiado, más de lo que ella podía darme. Quizá yo no valgo la pena.
Día 56 después de la desaparición de Kuina.
No he rendido bien en mis clases y asesorías, me siento muy agotada y enojada, ¿qué me está pasando? Solo quiero desaparecer.
Día 71 después de la desaparición de Kuina.
Creo que he encontrado una pista, una última carta por jugar sobre su paradero o lo que ocurrió ese día. Hay un departamento a nuestro nombre que ella misma pagó. Hoy iré a ver qué sucede, quizá la confronte. Quiero vomitar solo de imaginármelo.
[.......]
Los destellos en el cielo no eran parte del plan de Alex, lo que aconteció después tampoco. No había gente en ese Tokio, gritó todo lo que pudo y nadie apareció. Se sintió pequeña y sola. Por la noche un gran cartel de juego apuntaba a la entrada de una feria, quizá ahí encontraría respuestas a las dudas que tenía en la mente.
Unos chicos llegaron con armas y petardos en unos coches, ¡no estaba sola! ¿Entonces por qué no se sentía segura con ellos ahí? Entró en conjunto con las otras personas y los imitó al pie de la letra, tomó el teléfono celular sin chistar y este le examinó el rostro. Miró a los otros hombres que estaban junto a ella, algunos la miraron de pies a cabeza y rieron.
—Bu— dijo uno con un montón de tatuajes a lo que Alex rápidamente reaccionó de forma nerviosa, soltando el teléfono de las manos. Lo buscó en el suelo y lo levantó nuevamente a la par que ese grupo se acababa en carcajadas.
Las instrucciones del juego fueron dadas, cacería. Acabar con las bestias en el tiempo dado. Los chicos corrieron a subirse a los juegos mecánicos mientras Alex caminaba por los alrededores, visualizando todo lo que tenía frente a ella.
Un conejo fue lo primero que se le puso en frente, antes de que pudiera hacer algo, una katana lo atravesó.
—¡Esa no era una bestia! —gritó, pero al alzar la mirada se cohibió por ver al gran chico frente a ella.
Unos patos surcaron los cielos y cayeron casi inmediatamente, pues las balas los atravesaron ferozmente. Luego soltaron los felinos. Un cheeta fue el primero en llegar frente a Alex, que aprendiendo todo lo de la escuela veterinaria, lo tranquilizó lo más que pudo hasta que este dejó de comportarse agresivo con ella. En el marcador gigante una bestia menos contó el marcador. Esa era la clave.
El cheeta comenzó a seguirla por el costado, los otros jugadores comenzaron a prestar atención a lo que pasaba.
—Jodida Cheetara loca — susurró Niragi, con la mira del arma en el animal.
—La Blancanieves de Tokio los transforma—le respondió Samura bajándole el arma con el dedo y señalándole el marcador, donde ahora un tigre tenía su deheso a manos de Alex —Nos puede servir.
El juego acabó, como si de un chip se tratara los animales comenzaron a correr a esconderse nuevamente mientras los parlantes daban las felicitaciones al grupo. Alex iba a salir a tomar la carta cuando sintió un golpe en el cabeza, semi abrió los ojos tiempo después, arriba de un auto en movimiento pero el dolor en la cabeza la hizo volver a desvanecerse.
La Playa, se lo explicó un tipo loquísimo acompañado de sus compañeras aún más locas a su parecer. No le generaban confianza, pero quizá encontraría respuestas en ese lugar y, ¿qué más le quedaba? Así que se instaló en una habitación con un traje de baño modesto que no dejaba muchas cosas a la imaginación. Decidió explorar un poco, así que tomó una toalla y se dirigió a la piscina.
Kuina caminaba con Chishiya, observando levemente a todos. Necesitaban charlar con Ann y ella era la encargada de supervisar el área de la piscina el día de hoy. Entonces creyó que sus ojos la engañaban, se los talló dos veces, le pidió a Chishiya que la pellizcara —y lo hizo—, pero seguía viendo a la chica más hermosa que sus ojos jamás observaron, en la piscina, en Borderland.
—No puede ser —susurró, intentando hacer contacto visual con la chica, pero al no conseguirlo, correr hacia donde ella estaba.
—Siento que me he perdido de muchos capítulos en esta historia — dijo incómodo el japonés mientras observaba como Kuina besaba a la nueva para después escuchar un grito ahogado general en el momento en que ella le soltó una bofetada.
—¡Soy yo, Alex, soy yo! — gritó Kuina mientras la pequeña Alex forcejeaba al ser sacada de la piscina.
—¿Kuina? —se detuvo el movimiento, todos los ojos estaban puestos en ambas.
Un aplauso sarcástico se escuchó, un grupo de militares rodeo la zona.
—Encantador —susurró Samura—. No lamentamos interrumpir, nos llevamos a la novata.
Alex comenzó a forcejear contra los militares que la tomaron por ambos brazos, pero era casi inútil.
—Está con los ejecutivos — salió en su defensa Chishiya—. No pueden llevársela simplemente.
—Tengo más rango que tú, que no se te olvide—le escupió Niragi en la cara. Hubo un silencio sepulcral, Chishiya se limpió la cara asqueado y después le soltó un golpe justo en la nariz.
El caos se desató, las personas corrieron por todos lados y comenzaron a lanzar incluso las sillas de la playa unos contra otros, en medio del alboroto se escucharon disparos y después más militares arribaron, conteniendo a aquellos que desobedecían. La sangre caliente de Kuina jaló protectoramente a Alex y Chishiya les hizo una señal para que huyeran de esa lugar por otro lado mientras él se escabullía; había logrado confundir a Niragi quien ahora golpeaba a otro militar.
La risa de Kuina fue contagiosa mientras se escurrían por entre los camastros. Alex la miró en ese momento.
Lo había logrado, la encontró.
O Kuina la había encontrado a ella, no importaba de cualquier forma. Estaban juntas nuevamente.
Borderland parecía una bendición para sus ojos.
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