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Chishiya

El sonido de gotas tocando el suelo se escuchó en aquella habitación.

—Necesito cinco minutos para procesarlo—Last Boss se levantó limpiándose la gota de sudor que resbaló su frente tan pronto como se dio cuenta lo que Caroline le extendía para que observara—. De verdad necesito tomar aire.

Ella ahogó un chillido y él la miró con pena. A pesar de que lo intentaba, su mente no podía con todos los escenarios posibles en donde ella terminara muerta.

—¿No debería ser yo quien estuviera tan asustada? —mencionó con la voz cortada soltando finalmente la prueba de embarazo que se le escapó entre los dedos y rebotó en el suelo.

—No sueltas una bomba así y esperas que reaccione de la mejor manera, lo siento.

A Caroline se le aguadaron los ojos de pronto, Samura soltó un suspiro y se puso en cuclillas para rodear a la joven con sus brazos. No quería ser cruel, pero a veces en verdad no sabía cómo expresarse.

—Ya...ya—no era muy bueno consolando, pero hacía lo mejor que podía—. Encontraremos qué hacer.

—Yo no sé si pueda—mencionó ella limpiando levemente sus lágrimas, tallando sus ojos volviéndolos más rojos aún.

—Todos los problemas tienen soluciones—Samura le dio una palmadita en la espalda que resultó un tanto incómoda para ambos—, incluso los mayores como el que tienes creciendo en el vientre.

—No tengo idea por qué vine a decírtelo, sabía cómo te pondrías—pero cuando ella intentó marcharse, él se colocó en frente de la puerta impidiéndole el paso—. Quítate.

Samura negó con la cabeza y la sujetó de los hombros.

—Lo siento—mencionó antes de continuar—. Me tomó por sorpresa, estoy pensando qué hacer. Antes de todo, ¿ya se lo dijiste?

—No lo he visto desde hace dos días—se lamentó Caroline—. Creo que me está ignorando.

—Sabes mejor que yo que en realidad es el único en todo este puto edificio que podría hacer algo al respecto—dijo con sinceridad—. A menos que quieras que Niragi y yo te arrojemos por las escaleras con la esperanza de que se te salga el feto.

Fue una broma de muy mal gusto, pero Samura tuvo que girar su cabeza para poder aguantar esa risa muy fuera de lugar antes de volver a poner su cara seria.

—No quiero enfrentarlo.

—Es que no sé cómo ayudarte—el radio de Samura comenzó a sonar, de pronto su mirada se ensombreció—. Lo siento Caroline, sea cual sea la decisión te apoyaré, pero no puedo hacer más que eso. Si supiera cómo hacerlo yo mismo créeme que lo haría.

—Lo sé—afirmó la joven con pesar—. Tienes razón, no puedo huirle. Lo buscaré y le diré.

—Puedo ayudarte a obligarlo a hacerse cargo, ya sea cual sea la decisión que tomes—dijo tomando el pomo de la puerta—. Lamento que sea lo único que pueda hacer por ti.

Y de verdad lo hacía.

—Es bastante—la joven pasó por debajo de su brazo y salió de aquella habitación—. Muchas gracias por escucharme.

—Cuando quieras, lo sabes—murmuró cerrando la puerta tras de sí—. Tu visa vence mañana, hoy iré a jugar por si quieres acompañarme.

—Iré a los juegos diurnos.

—Como prefieras.

[...]

—Es por esto que estabas evitándome, ¿no es así?

Caroline no se atrevió a sacar la prueba de embarazo de su bolsillo cuando la mujer en la cama de Chishiya se levantó cubriéndose los pechos con su top y salió por la puerta chocando el hombro con ella. Él apenas tuvo que subirse el short de playa antes de mirarla sin expresión alguna.

—No hagas como que te debo explicaciones—le dijo cortante —. No es como si tuviésemos alguna exclusividad o algo parecido.

Caroline rio, aquella risa comenzó a escalar hasta el punto en que lloró por lo ridícula que debía verse.

Y él la miró con asco.

—¿Es que acaso no tienes corazón? —preguntó en forma retórica. No esperaba que él respondiera, pero aún así no se alejaba de aquella habitación.

—Tengo más cerebro, esa es la diferencia entre tú y yo—afirmó—. Creí que eras diferente y que por lo menos me servirías con información de todos tus amigos los militares, pero me equivoqué y creo que es hora de dejar de fingir. No me sirves, ni como informante ni como amante, eso es todo.

Ella sentía que su corazón se hacía cada vez más pequeño, como si lo estuviesen cortando con cuchillas manejadas por sus palabras hirientes.

—Me hiciste perder un buen polvo—susurró frustrado girando los ojos—. ¿Te vas a marchar finalmente o esperas que siga mencionando la realidad de las cosas?

—Espero que mueras en el próximo juego que entres—le murmuró antes de darse la vuelta.

—Se quedarían sin muchas cartas buenas, pero si lo hicieras tú, la playa no notaría diferencia alguna, ¿no te parece?

Chishiya no entendería qué significado tendrían aquellas palabras para ella sino hasta el día siguiente, cuando Samura llegó a su habitación a golpearlo fuertemente y después fue detenido de su cometido por otro de los militares llevándoselo a rastras mientras le maldecía de mil y un formas.

Esa misma mañana Samura había tomado una siesta después de los juegos, bajó a las cocinas y tomó un paquete de galletas que estaba prontas a caducarse y la metió en el bolsillo de su short antes de subir las escaleras que daban a la habitación de Caroline.

Había sido un tanto grosero cuando ella le pidió hablar el día anterior por la tarde, justo antes de que él se marchara a los juegos. Tenía un montón de cosas en la cabeza y el rumor de un supuesto motín acechándole, así que simplemente explotó cuando le dijo que no podía cargar con más problemas y que desapareciera.

Deseó haberse tragado sus palabras cuando abrió la puerta después de tocar tres veces y no recibir respuesta.

Su primer instinto fue elevar el cuerpo de Caroline, lo cual no era muy difícil, con la esperanza de que aún pudiese respirar. Luego, con su katana, rompió la soga que sujetaba su cuello y tomó su cuerpo aún en shock para colocarlo en el suelo.

Ella estaba muy fría y tenía los ojos abiertos, pero él no era racional para darse cuenta de que el cuerpo rígido significaba que llevaba horas muerta. Intentó desesperadamente hacer un RCP muy mal ejecutado, emulando las películas que veía antes de caer en Borderland, y cuando finalmente la adrenalina bajó de su cuerpo, y supo que su amiga estaba muerta, Samura comenzó a llorar.

Era su única amiga, y estaba muerta, y podría no haberlo estado si él se hubiese quedado con ella durante esa noche.

Aquello lo hizo sentir culpable, el sentimiento se ahogó en su garganta y más pronto que tarde se permitió llorar.

Lloró, y lloró hasta cansarse, lloró tan fuerte que se le rasgó la garganta y pequeñas pequitas aparecieron alrededor de sus ojos, unas que nadie pudo ver debido a sus múltiples tatuajes.

Entonces, cuando levantó la cabeza nuevamente para disculparse con el cuerpo de su amiga, miró la hoja que estaba sobrepuesta en su cama. Aquella que usaba la prueba de embarazo como pisapapeles.

Y la leyó, y aquel sentimiento de tristeza se convirtió en rabia. Arrugó la hoja y la colocó torpemente en su bolsillo, y con el pensamiento nublado corrió a través de los desérticos pasillos de la playa sin detenerse a conversar con los confundidos militares que le cuestionaban a dónde se dirigía.

Nuevamente esa descarga de adrenalina lo golpeó duramente cuando se ovlidó por completo de sus katanas para lanzarse a puño limpio contra Chishiya. El joven médico era un debilucho, así que por más que intentaba defenderse no podía hacer mucho. Lo mataría a golpes, porque era lo que se merecía.

Y podría haber sido por ese pensamiento nublado y torpeza con la que los militares lo sacaron de ahí, que no notó cuando la nota cayó de su bolsillo.

Chishiya tomó bastantes minutos para ponerse en pie y comenzar a curarse él mismo. Se acercó al lavabo y una arcada le llegó, y después otra más al ver el cúmulo de sangre que le salía por la boca.

Kuina llegó al poco tiempo, el rumor se había extendido como pólvora y ajena en un principio al problema, ayudó a Chishiya a colocarse en su cama y sentarse mientras ella sacaba el botiquín que él tenía en su armario.

Fue cuando giró que notó la carta.

—¿Qué es esto? —preguntó, pero no obtuvo respuesta, así que decidió leerla mientras sacaba las vendas y el alcohol—. Oh...

—¿Qué? —preguntó con debilidad y dolor Chishiya.

—Creo que lo entiendo ahora—respondió abriendo la botella y virtiendo un poco en una gasa—. Creo que te lo mereces.

Él quitó la gasa de su rostro y la miró con confusión. Kuina hizo una mueca, él empezaba a hincharse.

—Lee esto antes de que tus ojos negros no te lo permitan por la inflamación—le sugirió levantándose para darle espacio.

Y lo hizo. El corazón se le fue achicando a medida que lo leía. No sabía si sentir culpa, el realidad el día anterior no estuvo mintiendo. Se repitió a sí mismo que aquello no era un compromiso serio, que no fue su culpa. Necesitaba salir de Borderland y ella solo fue un escalón para lograrlo.

Un escalón donde se tropezó y cayó fuertemente cuando terminó de leer.

—Estaba embarazada—dijo sin mirar a nadie en específico—. Eso estaba por decirme ayer.

—¿Cuándo la mandaste a la mierda? —preguntó de forma retórica Kuina—. Sí, creo que me quedó claro. Aún así, fuiste cruel pero no podría saberlo.

—No me estaba culpando.

—Como digas.

—No, lo digo de verdad—dijo alzando la voz—. Yo no tuve la culpa de que esa loca haya decidido colgarse, y no necesito tu sarcasmo en este momento.

—Entonces mi sarcasmo y yo podemos marcharnos—dijo Kuina levantándose del suelo—. Después no te sorprendas cuando te quedes solo.

Él estaba enojado y no sabía muy bien por qué, intentó estudiarlo aún cuando en días posteriores fue enviado a los juegos, pero por más que buscaba respuestas no las encontraba.

Chishiya no la quería, aquello estaba claro, sin embargo se planteó que quizá en algún momento llegó a tenerle un poco de aprecio que él creyó confundir con lástima.

Y quizá esa fue la razón por la cual comenzaba a verla en todos lados, como un fantasma que lo perseguía y no lo dejaba en paz. Parecía que a cualquier lugar que él llegaba, ella encontraba la manera de atormentarlo. Como en el desayuno, cuando comía las galletas que le gustaban, o cuando despertaba solo en su cuarto con la sensación de que ella le había acariciado el cabello.

O cuando escuchaba la risa de Caroline cuando intentaba cerrar los ojos por la noche.

Y todo culminó cuando observó nuevamente los fuegos artificiales y las imágenes de aquellos meses que pasaron juntos lo tomó como un balde de agua fría.

Sus ojos tan característicos se asomaron en su memoria. Chishiya recordó cuando le mencionaba lo extraordinarios que eran, y lo mucho que deseaba que si en algún momento tuviesen un hijo, heredara los ojos de diferente tonalidad marrón de su madre.

Irónico, claro que eso fue cuando él necesitaba algo de ella.

Entonces Chishiya suspiró y cerró los ojos, deseando que cuando los abriera por fin pudiese liberarse de su fantasma.

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