Chishiya
[Pedido de: SoyFelix_ ]
Una gota de sudor frío recorrió su espalda. Estaba en problemas, y verdaderos problemas. Cuando aquella noche, después del discurso del Sombrerero tomó el papel que le asignaron con el juego en aquel centro comercial, lo desechó rápidamente. Era un ejecutivo, así que no tendría represalias al respecto, o podría anticiparlas lo suficiente.
Caminó por las frías calles del Tokio abandonado, deteniendo en los carteles de juego antes de analizarlos completamente y dejarse escapar de los mismos. No quería jugar picas definitivamente, en realidad, deseaba con todo su corazón que fueran diamantes lo que se le asignara.
Fue una joyería la que llamó su atención.
Estaba casi desértica, y definitivamente estaba fuera de los límites que se les habían indicado en La Playa. El cartel de arena de juego estaba tan bien escondido al lado del cartel de la propia joyería, que incluso se podría confundir como decoración. Por la pequeñez de su tamaño, supo que no habría picas, y creyó incluso que se trataría de un estúpido juego de diamantes sobre atinarle al precio de las costosas joyas.
Él era bueno con los diamantes de todo tipo, entonces decidió entrar.
«Un jugador registrado. Cinco minutos para que comience el juego.»
La voz robótica salió a través de los parlantes. Chishiya observó que solo había otros dos teléfonos, así que mientras otros jugadores llegaban a la área se desidió por observar a sus alrededores, esperando que aquel análisis le sirviera en un futuro.
El contador de la pared había llegado ya al minuto y nadie más parecía dispuesto a entrar a aquella joyería. Eso lo preocupó momentáneamente, pero no del todo. Se sentía seguro no teniendo que competir contra nadie más. Nunca había asistido a un juego solo, así que incluso la loca idea de que ganara por default le llegó a la mente.
«Inscripciones cerradas. Un jugador registrado.»
El corazón se le aceleró completamente cuando las únicas luces de la joyería se dirigieron a la vitrina en donde descansaba un hermosísimo collar de rubí en forma de corazón. Aquel collar le arrancaría el aliento a cualquiera, Chishiya caminó hasta él, a paso prudente, esperando que la voz siguiera hablando.
«Dificultad: 09 de corazones.»
Mierda, mierda y más mierda. Ahora le dolía la cabeza y sentía que iba a vomitar. Se había metido en la boca del lobo precisamente por aquello. Las cartas de corazones eran las más difíciles de conseguir, y más aún porque estas parecían escasear. Por cada 12 juegos de tréboles podías encontrar uno de corazones. Estaban mapeados, todos los días enviaba a jugadores a estructuras donde pensaban que corazones sería la carta. Incluso los enviaban con sus parejas por la tendenciosa idea de que, si alguien controlaba los juegos, entonces uno de traición sería lo más apropiado para una pareja.
Pero él estaba solo, así que no se podía explicar aquella carta.
«El juego será: corazón roto. Las reglas del juego se reducen a una sola. Asesinar a la persona que más te ame. Aquellas personas con pareja, tendrán que sacrificarle. Para los demás, resulta primordial que marquen a la persona con el collar en el exhibidor.»
Chishiya transpiró violentamente. Jamás en su vida había tenido una pareja, en realidad, nunca había sentido la necesidad de coquear con alguien, no tenía ni idea de cómo hacerlo, y ahora eso podía costarle la vida.
«¡Escojan bien y diviértanse! Todas las formas son aprobadas aquí.»
Se sintió muy estúpido por haber tirado el papel en La Playa. Se había condenado solo.
«El tiempo otorgado para el cumplimiento del mismo es de 30 días. Los jugadores no podrán contarle a nadie sobre las reglas del juego, y mientras tanto, obtendrán inmunidad en los juegos a donde entren. La arena del juego se extiende por todo Tokio y sus colindancias.»
Estaban completamente enfermos, a Chishiya le dieron nauseas.
«Pueden marcharse una vez que tomen el collar del aparador. Mucha suerte.»
Chishiya tomó el collar y una cajita que estaba al lado, lo metió dentro de este. Antes de salir de la tienda miró a un reloj de caballero que se encontraba en un aparador también. Era diferente;
Tenía una cuenta regresiva de 30 días.
[...]
¿Cómo diablos iba a enamorar a alguien en 30 días? No lo había hecho en 24 años, aquello le estaba carcomiendo la conciencia. Kuina hablaba, parloteaba a su lado mejor dicho, sobre lo horrible que había sido su anterior juego. Decía que solo seguía viva de milagro, sin embargo, desde la azotea Chishiya analizaba a todos allá abajo intentando encontrar algo,
O a alguien.
Sus ojos recorrían a la mayoría de las mujeres, intentando descrifrar sus pensamientos y analizar quién caería más fácil. Su mirada se alejaba de aquellas que bailaban, o quienes se mostraban seguras. Necesitaba alguien fácil emocionalmente. Entonces le cayó del cielo. Miró a un chica sentada alejada del resto. Tenía un lápiz en la mano y parecía que estaba dibujando.
Lucía patética ante sus ojos, tampoco era muy bonita. Recordaba su cara también porque las cartas que llevaba siempre eran números menores al cuatro. Chishiya pensó que el mundo no perdería nada si la hacía desaparecer.
—¿A quién miras? —preguntó Kuina mientras sus ojos se dirigían a esa dirección.
—¿Sabes quién es ella? —preguntó el de cabello teñido señalando a la distancia.
—Yera Swink—murmuró Kuina—, no habla casi con nadie. Le gusta leer, he visto que saca muchos libros de la única biblioteca que tenía este viejo hotel. También escribe, ¿por qué?
—Me gusta—dijo Chishiya con todo el afán de no levantar sospechas.
Kuina estalló en unas carcajadas tan estridentes que incluso pudieron ser contagiosas para cualquier persona que los mirara, menos para él.
—Oh cielos, casi me lo trago—se burló palmeando la espalda del más bajo—. Vamos Chishiya, ni siquiera gustas de ti mismo. Puedes contarme, ¿por qué te interesa?
—¿Para que vuelvas a burlarte? —en un arrebato falso, Chishiya la dejó con la palabra en la boca y se apresuró a caminar escaleras abajo.
Tenía su objetivo en la mira y un día menos en su tiempo.
[...]
—Se te cayó esto.
En el pasillo que daba al sótano, Chishiya había esperado quizá más del tiempo que le gustaría admitir para que Yera pasara a su lado. En su mano colgaba aquel collar de rubí. Yera lo miró con confusión, jamás antes le había hablado. Chishiya la miró sonrojarse por eso.
Lo tendría demasiado fácil.
—No es mío, aunque muchas gracias por detenerte a preguntar. El dueño debe estar por aquí—le sonrió, luego se inclinó para despedirse y siguió su camino.
Chishiya avanzó rápidamente antes de cerrarle el paso nuevamente. El cabello de la chica cayó en su cara, y Chishiya quiso arrancarse la mano después de que él pasara su cabello por detrás de la oreja, para después mostrarle una sonrisa.
—Estoy viendo a su dueña—recalcó.
—No, de verdad, no es mío—aún con amabilidad en la voz, Yuna giró a ambos lados del pasillo—. Su dueño debe estar buscándolo, quizá si regamos la voz...
—Su dueño soy yo, y lo está transfiriendo a una nueva dueña—murmuró Chishiya después de colocar su mano en el hombro de la chica—. Aunque jamás me habían rechazado de esa manera.
Aquello no era del todo mentira, jamás lo habían rechazado antes, pero porque jamás lo había intentado.
—Oh.. —Yera se sonrojó mientras agachaba la cabeza—. Lo siento, soy un poco lenta para captar eso.
—¿Puedo? —preguntó Chishiya señalando el collar.
Yera asintió más por compromiso que por otra cosa. Chishiya tomó delicadamente el collar, haciendo a un lado el cabello de Yera, tomándose su tiempo para que las yemas de sus dedos acariciaran el cuello de la joven, logrando que se estremeciera levemente hacia su toque.
—Perfecto—sonrió con autosuficiencia una vez que miró el collar puesto. Quizá era idea suya, pero pensó que ahora brillaba más—. Tan perfecto como su dueña.
Yera no cabía más de alegría, confusión y extrañeza. Jamás habían coqueteado antes con ella, así que no sabía muy bien qué hacer.
—¿Puedo saber hacia dónde te dirigías?
—Son las cinco, a esta hora llegan los heridos de los juegos diurnos.
Chishiya la miró sin comprender.
—Hago voluntariado, o algo así. Ayudo a los heridos siempre que puedo—con una leve sonrisa, Chishiya pensó que su plan no había caído en mejores manos.
—Quizá pueda ayudar con eso.
—¿También eres enfermero?
—Médico en realidad—dijo, y la mirada de Yera se iluminó aún más. Ahora quizá todos tendrían una mejor esperanza de vida, agradeció infinitamente el gesto y la ayuda también.
Aquella tarde en conjunto ayudaron a todos los heridos y enfermos que llegaron a la reducida enfermería de La Playa. Chishiya odiaba estar ahí, odiaba tener que ayudarlos y odiaba tener que sacar tema de conversación con la chica, quien al contrario, se sentía muy feliz de que por primera vez tuviera compañía y ayuda de alguien.
Se despidieron y prometieron seguir en comunicación, pero aquello se cumplió al pie de la letra.
Chishiya estaba desesperado, pero Yera no lo sabía, por lo que fue una sorpresa para su corazón que a la mañana siguiente, a las 7 am, apareciera para ayudar ahora a los jugadores que participaron en los juegos nocturnos.
Sus conversaciones transcurrieron ahora de una manera más fluida. Intercambiaban anécdotas de sus respectivos hospitales, de procedimientos e ideas. Todos los días, Chishiya atravesaba aquellas puertas y le llevaba un presente, la acompañaba a los juegos y la ayudaba con sus cosas y problemas.
Yera transmitía paz, era muy buena en su trabajo. Chishiya comenzó a lamentarse transcurridas las dos semanas; Yera en realidad era una buena persona, era una buena amiga. Sufriría un poco cuando llegara el momento, quizá le lloraría dos noches. Tendría 10 días para descansar después de todo.
La chica esperaba todas las mañanas a la puerta, recibiéndolo con alegría mientras dejaba lo que estuviera haciendo para prestarle atención. En las últimas ocasiones, le contaba de los sueños que transcurrían por la noche, y Chishiya los escuchaba con atención contándole también los suyos.
—¿Qué es esto? —preguntó Yera una vez que el último herido salió por la puerta.
—Un walkman—explicó Chishiya tendiéndoselo—. Lo encontré y pensé en ti, me dijiste que la música quizá te ayudaría a dormir mejor, así que fui a buscar una selecta cantidad de cintas que te pueden servir.
Yera tomó los audífonos y su dedo se deslizó por el botón de reproducción. Una suave melodía comenzó a sonar, su sonrisa fue grande. Después, su sorpresa fue mayor cuando Chishiya tomó su cintura y se colocó el otro audífono, incitándola a mover su cuerpo al ritmo de la música.
Y la besó porque tenía que hacerlo, y ella le siguió el beso porque él le gustaba.
Lo había logrado, por lo menos por ahora. Tendría que mantener esa química por otros doce días.
Los siguientes doce días fueron aún más intensos. Chishiya besaba a Yera cada que podía, como un adolescente hormonal. Le llevaba flores que recogía de los jardines del hotel, le escribía cartas que colaba por debajo de su puerta y le llevaba el desayuno cada que podía.
Kuina se lo dijo; aquella chica se había enamorado de él. Chishiya agradecía a Dios que aquello fuera verdad, porque su vida literalmente dependía de eso.
Aquella mañana del 30 día, el reloj comenzó a marcar las 24 horas borrando cada minuto que pasaba. Chishiya lo había planeado meticulosamente. La noche cayó, y con ello, la idea de la cita perfecta que tenía reservada.
Yera llegó a las 8 de la noche en punto a la azotea. Chishiya ya se encontraba ahí con la canasta con la cena que él mismo solicitó de las cocinas y una manta de picnic bien distribuida.
—Pensé que iríamos a jugar—le cuestionó sentándose. Chishiya le dio un beso nuevamente, y sonrió para sí mismo.
Por lo menos él sí estaba jugando.
—Jugaremos en la mañana, hoy solo quiero ver las estrellas.
Y así lo hicieron, cenaron hablando de todos los recuerdos de aquel maravilloso mes, bailaron con el walkman siendo su guía, admiraron la luna y las estrellas, y entonces, se dispusieron a dormir abrazados.
— Te amo—le confesó Yera. Chishiya sonrió mientras la miraba también y después dejaba un leve beso en sus labios.
—También te amo—le mintió, pero ella no podía verlo.
Yera cerró los ojos y Chishiya dejó el cloroformo del pañuelo en su nariz. No peleó más de lo necesario. Un solo corte, uno bien trabajado, la hizo desangrarse cuando aún le restaban unos minutos para la media noche.
Comprobó sus signos vitales, Yera había muerto. Tomó el collar entre sus dedos, el cual ahora era de un negro opaco. La brisa de la noche lo tomó por sorpresa, esperando que esta trajera una carta que nunca llegó.
Un rayo láser le disparó en la cabeza acabando con su vida,
No había cumplido el juego, no había acatado las reglas al pie de la letra.
La realidad era que nadie amaba más a Chishiya que él mismo.
[....]
Una disculpa a la chica que lo pidió, este pedido está desde agosto pero había estado saturada. No se desesperen si sus pedidos aún no salen, específicamente con los de Chishiya me estoy tardando un poco más porque son más largos y muchísimos. Los de otros personajes usualmente salen antes.
Un abrazo a todos y gracias por hacer sus pedidos:)
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