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Libido

*Esta historia tiene un alto contenido de violencia, lemon, lenguaje explícito.

*Lo escenarios que se usan son basados en cosas imaginativas, así como reales.

*Los personajes no son de mi propiedad son de Rumiko Takashi, solo son usados para crear ideas locas y bizarras.

*Historia Gore, se recomienda mucha discreción.

*Si no eres fan de este género, favor de abstenerte a seguir leyendo, y retírate de forma cortes, sin dejar comentarios ofensivos ni atacar a nadie, recuerda que es solo lectura y todos somos libres de imaginar lo que nosotros queramos.



Libido

Ángeles disfrazados de demonios, comenzamos una nueva vida desde la oscuridad, hasta que la luz revele el final, el miedo, el odio, el dolor, la desesperación, incluso tal vez miseria, muchos lo contemplan desde arriba, rostros siniestros, maldiciones crecientes, esta es la última guerra.

Noveno círculo del infierno (traición)

Las llanuras se extienden ante la vista, sus estructuras son tan simples como peligrosas, no hay nada en aquella zona que pueda llamarse refugio, las personas y condenados no llegan a pisar esta última brecha del infierno.

Este escalafón tiene como característica principal el ser habitado por gigantes clásicos y bíblicos, quienes quizás simbolizan el orgullo y otros defectos espirituales que se esconden detrás de los actos de la traición.

Este lugar está cubierto por nieve, lagos congelados, ventiscas extremas y un sinfín de demonios que son capaces de soportar estas bajas y extremas temperaturas, recordando por toda la eternidad lo que un día en el mundo terrenal vivieron, pereciendo por todo lo que guardan en su corazón, o lo que queda de él.

Si es que algo de humanidad queda en sus miserables existencias.

Las tierras más alejadas de la salvación divina, donde unos cuantos demonios de alta estirpe son capaces de dominar, mas no de habitar, la sola idea es altamente peligrosa, pero aquellos que lo hacen son llamados los guardianes de lucifer, ya que en aquella última morada se encuentra algo más que solo devastación, frio y penumbras, también los campos elíseos.

Pov de Sesshomaru

[.]

Los seres más despiadados y sanguinarios viven en este recinto, cada día es una lucha constante por la supervivencia del territorio, por tener más poder en estas heladas tierras de olvido, desesperación y caos.

La nieve que cae constantemente no es como solía recordarla, esta quema como si te carcomiera la piel, el frio quema hasta los huesos, y libera tu desesperación. Conforme pasan los siglos te vas dando cuenta que no hay más que soledad, esta se convierte en desesperación y agonía constante.

No hay nada.

Poco a poco los grandes titanes se han ido extinguiendo, dejando solo cadáveres bien conservados como decoración y advertencia de este sitio de inframundo, adornos y trofeos que conservo de aquellos momentos que me sentí con vida, de no cargar con la culpa y la añoranza de algo que me haga sentir algo más.

Sigo caminando en círculos, con aquella soledad que me abruma, donde mi alma se corrompe, mi lucidez se va desmoronando.

Cada caminata por estos vastos y fríos parajes nevados solo me dictan mi sentencia eterna de maldición absoluta.

Eternidad, conflicto, caos.

Nunca me ha interesado tener compañía, una parte de mi lo encentra como algo innecesario, ahora ruego porque un enemigo aparezca, sacar mi espada y destruirlo.

El humano se vuelve demonio.

Después de tanto caminar, llego al lugar que he construido como mi hogar, una pequeña cueva alejada de aquel frio torrencial, enciendo aquella fogata proporcionando un poco de calor a mi cuerpo, no siento frio, no siento hambre, no hay nada en mí que el descenso a la locura y a la tortura eterna.

Observo fijamente aquel fuego que se expande poco a poco, los troncos quemándose, haciéndose carbón, y nuevamente ese dolor en mi pecho ataca, llevo mi mano hasta donde radica el malestar, sintiendo todo con desesperación, con ira, con todos los sentimientos que un humano puede experimentar, aunque ya no sea uno.

Aprieto la mandíbula el dolor es tan persistente, ocasiona que me encorve hacia el frente, trato de respirar, ¿Qué me está pasando?

La soledad.

Es algo que no puedo aceptar, no quiero.

No.

Mi cuerpo comienza a temblar no puedo evitar sentir un calor que emana por cada centímetro de piel, sin importarme me desahogo de todas las prendas de ropa, quedo desnudo, siento como algo se remueve dentro de mí, agitando mis entrañas, no puedo evitar gritar, mis ojos rápidamente observan lo que me está pasando, mis manos se separan, un pequeño cuerpo se asoma por debajo de mi dermis, desgarrándome la piel en el proceso, es un dolor real, uno que ningún mortal toleraría.

Sigo presenciando, sintiendo, soportando todo, las piernas de aquella creatura se asoman por entre mi pecho, después sus brazos y por ultimo aquel torso desuno, mostrando unos pechos perfectos, una melena tan negra que podría confundirse con la misma oscuridad.

La pequeña mujer cae al suelo inconsciente, y yo, trato de recobrar la compostura, de mirar como mis órganos están expuestos, ¿acaso nació de mí? y lentamente con el mismo dolor con que empezó el proceso se comienzan a regenerar las heridas.

Esta vez hago el mayor esfuerzo por mantener el control, mirando nuevamente que ahora mi piel está intacta.

Una exhalación sale de mi boca visualizando ahora como aquel ser que surgió de mi cuerpo yace aun dormida, analizo lo que ha sucedió hace apenas uno segundos atrás, es irreal, pero al saber el lugar en el que me encuentro, sé que todo es posible, ahí estaba, aquella chica de cabellos negros, respirando y durmiendo.

Levante un poco mi mano, tratando de alcanzar su hombro, observo cómo abre los ojos, algo que no puedo pasar desapercibido, el color de aquellos orbes es tan irreales como hermosos, un azul tan profundo como el mar, pero tan puro como el cielo, ahora estaba enfrente mío, observándome fijamente.

— ¿Quién eres? — me dijo entre aquella voz tenue.

— incline un poco el rostro — un pecador.

— Su boca se curva en una sonrisa ante lo que digo, sin dejar de mirarme — entonces también lo soy yo ¿verdad?

— Tal vez.

— Lentamente se sienta, acercándose a mí, coloca su mano en mi pecho desnudo — siento que este lugar me llama.

— Mis ojos se fijan en los contrarios — somos uno, si eso quieres saber.

— Me gusta esa idea — sonríe una vez más, se acerca poco a poco a mí — ¿tienes un nombre?

— Sesshomaru.

— Yo, ¿tengo un nombre cierto?

— Kagome — digo sin siquiera pensarlo, acerco mi mano a su rostro, sutilmente acaricio su mejilla, es tan cálida, contrasta a la perfección con el frio del lugar — ese es tu nombre. — una rosa nacida en medio del invierno.

— Me gusta — cierra por un momento aquellos enigmáticos ojos azules, coloca después su mano sobre la mía. — yo soy Kagome.

Nuestras miradas nuevamente se vuelven a encontrar, esa extraña sensación de anhelo es lo que puedo percibir en estos momentos, lentamente nuestros cuerpos se unen en un abrazo, una cercanía, una necesidad para ambos, percibiendo ese calor corporal.

Una luz en medio de toda esta oscuridad eterna, el ultimo nivel del infierno, no hay nadie más que solo nosotros dos.

Los únicos en este lugar de perdición.

Con el transcurso del tiempo nos damos cuenta que no podemos alejarnos el uno del otro, permanecimos en aquel recinto, solo cubiertos por algunas pieles, abrazados, mirando los terrores del abismo pasar ante nuestros ojos, solo con la compañía del otro, sosteniendo nuestras manos, mirando como aquella nieve seguía cayendo.

— ¿Nunca dejara de nevar? — Kagome me miraba con aquellos ojos cargados de esperanza.

— Nunca — besando sutilmente un mechón de su cabello.

— ¿No es una agonía constante el estar en este lugar?

— Lo era, antes de que tu llegaras.

— Me mira con añoranza — ¿Jamás saldremos de este lugar?

— No lo creo, ¿tienes miedo? — la observo.

— No — sus ojos son prueba de que no miente — estoy contigo, pero percibo en tu interior que quieres algo más que estar encerrado en este lugar.

— ¿puedes sentir eso? — pregunto sin inmutarme.

— Si.

— También puedes sentir el deseo que siento ante tu persona — mi mano sujeta firmemente su cintura, subiendo de manera calmada por el contorno hasta sostener con firmeza uno de sus pechos.

— Lo has sentido desde el día que me creaste — lentamente se giró, colocándose a horcajadas en mi regazo — lo único que percibo en estos momentos es la lujuria, quiero que me hagas tuya una y otra vez. — susurro cera de mis labios.

— ¿lujuria he? — hace mucho tiempo que no había escuchado esa palabra y menos representado aquel significado — sabes que si caemos en aquello el castigo será más grande.

— ¿Qué podemos perder?

Sonrió solo un poco, acercando mi rostro hasta tocar los labios de Kagome, nuestras bocas hacen contacto, aquella reacción hace estremecer nuestros cuerpos, mis labios besan los contrarios de manera desesperada, sintiendo aquel calor que era tan adictivo como embriagante.

No pudimos parar, nuestras lenguas ahora eran las encargadas de llevarnos a la degradación, sintiendo peligrosamente el aumento de la tentación que es capaz de soportar un ser humano, mis manos viajaron desde sus hombros hasta su espalda baja, enterrando las garras que no había usado en mucho tiempo, haciéndole daño en un instante.

Un gemido ahogado salió de aquella dulce boca, acompañado de unas cuantas lagrimas que surcaban sus ojos, como acto reflejo mordía mi boca, provocando que mi labio se abriera y comenzara a sangrar.

Ambos nos separamos, respirando agitadamente por aquella lucha bestial que sosteníamos, nuevamente nos miramos fijamente, observando como nuestras pieles estaban como si nada hubiera pasado después de unos segundos.

El dolor es placer, la agonía una prueba de amor.

Nuevamente nuestras bocas se unieron, esta vez con más salvajismo que la primera vez, habíamos encontrado el punto de supervivencia en este nivel de muerte.

Sexo.

Kagome se recostaba, mirándome con aquellos ojos tan azules, tan llenos de deseo y lujuria mezclada con la súplica de querer ser poseída de tantas formas posibles.

Eternamente.

Acerque mi cuerpo, deleitándome con aquellas cuervas que poseía su anatomía, tocando cada parte como si de una fruta prohibida se tratase, su boca se abría lentamente emitiendo aquellos sonidos de necesidad y deleite, mezclados con la desesperación y la necesidad que imploraba su cuerpo.

Estaba al límite de lo posible, mis manos viajaron lentamente hasta aquella intimidad ya húmeda, introduje mis dedos lentamente, abriendo solo un poco, causando espasmos en aquel cuerpo que estaba debajo mío.

Todo su interior estaba tan apretado, la temperatura incluso era más alta que la de su cuerpo, era la gloria misma, comencé a mover mis dedos en su interior, acercando mi rostro a uno de sus senos, aquella forma redonda, esa suavidad, era una más de las tentaciones a las que me volvería un adicto, saque la punta de mi lengua pasando por aquel botón rosado, una y otra vez, hasta ponerlo rígido, devorando de manera insaciable.

— ¡ahmm!... No... ¡es demasiado! — emitió aquellos sonidos eróticos cubriendo su boca con la mano.

— ¡No aquellos tu voz!, gime para mi Kagome. — hable con mi gruesa voz, dejando un hematoma tatuado en su pecho.

Mordí su cuello, dejando aquella marca impregnada en su piel, lentamente sacaba mis dedos de su interior, observando aquel liquido cristalino emanar, llevándome lo a la boca, comencé a lamerlo de manera lenta, solo con la punta de la lengua, degustando aquel elixir que era lo más exquisito que había probado, con la mano que tenía libre, separé las piernas de mi acompañante, mi miembro estaba en ristre.

Lleve mi largo cabello hacia atrás, colocando solo la punta de aquel miembro en aquella pequeña entrada, empujando solo un poco, la punta había entrado, con brusquedad tomo la cadera de la contraria, entrando de una única y potente estocada, sin poder evitarlo y pese a que estaba soportando, su espalda se curva.

Experimento lentamente las consecuencias de haber penetrado así a mi mujer, esa palabra suena tan bien, el delirio es tal que aprieta mi hombría, subiendo como punzadas por mi bajo vientre, hasta la altura del pecho y de ahí pasar por toda mi espina dorsal, no conforme con eso, la sensación de calor y ardor que experimentan mis antebrazos al percatarme de que Kagome me había enterrado las uñas en el proceso.

Esta vez era algo más intenso, la libido poco a poco se iba en aumento y con ello la tentación, y la necesidad de alcanzar el placer se hacía cada vez más presente, tomándola de ambas piernas, colocaba estas a cada costado de su rostro, un gemido ahogado se comenzó a escuchar, pero fue ignorado por la indiferencia que en estos momentos siento, así como el deseo de romper ese frágil cuerpo.

Comienzo a moverme de manera tan salvaje que dejo caer todo mi peso en aquella enrojecida intimidad que cada vez se vuelve más estrecha.

Al percibir como la fricción de aquellas paredes me empujan hacia afuera, entro nuevamente aún más brusco que la primera vez, ocasionando un grito de desesperación por parte de mi mujer.

— ¡ahhh!... ¡NO ...PARA ... PARA! — me suplica, pero no puedo detenerme, la sensación de profanar y hacer mío el cuerpo que está debajo, me provoca ser cruel.

— Aun no es momento — besos sus labios, sacando lentamente la lengua — abre la boca — ordeno, la obligo a obedecer, lentamente mi saliva cae dentro de su boca — tómalo — lo pasa de manera lenta.

— Sesshomaru — susurra mi nombre con aquel sonrojo en sus mejillas y aquellas lágrimas en sus ojos.

— Córrete — percibo como sus paredes vaginales me aprietan con tanta fuerza, su interior se vuelve cada vez más suave, y caliente.

— Mi cuerpo .... — le doy la vuelta antes de que termine de hablar.

— ¡Aun no terminamos! — hablo de manera determinada, apenas sacando mi pene, para volverlo a introducir de manera fuerte y precisa, haciéndolo mas de un par de veces.

Su cuerpo se contrae ante la sensación que le provoco a su amancillado ser, delimito el contorno de su espalda, regresando por aquella línea tan perfecta, solo un poco de esfuerzo me causa al enterrarle las garras justo en medio de la espalda, estiro la piel en el proceso con ambas manos, para desgarrarla, observado a la perfección como cada hueso de la espina dorsal se ve.

Nuevamente me inclino ante ella, ignorando aquel grito de dolor mezclado con excitación absoluta, pasando la punta de mi lengua por cada una de las dorsales hasta llegar a las cervicales, las penetraciones no paraban en ningún momento, aquellas sensaciones eran tan enfermas como placenteras.

Kagome pronunciaba mi nombre entre gemidos embriagantes y llanto desesperado, ambos compartíamos no solo la misma necesidad carnal, también el sentimiento de placer, de conectarnos tanto como pudiéramos, de estar, aunque fuera unos instantes, en el paraíso, aunque sabemos que solo es un imperceptible momento.

Mi boca llegaba su cuello, besándola nuevamente con hambre, necesidad, agresividad. Me sentaba lentamente atrayéndola conmigo, penetrándola una vez más, hasta lo más profundo de su ser, nuestros cuerpos estaban acompasados a los sonidos que hacían nuestra piel al chocar, sus nalgas contra mi hombría, combinado con aquellos fluidos corporales.

No podía más, entregándonos al final a los instintos primitivos de todo aquello, llenaba con mi esperma a la contraria. Lentamente mi mano se posaba en su bajo vientre, una rigidez se podía percibir, así como el movimiento de mi miembro aun en su interior.

Antes de poder darle un respiro, nuevamente comenzaba a sentir aquella exasperación en mi interior, esa idea de poseerla todo el tiempo era la única idea en mi cabeza. ¿acaso la lujuria había dominado mi ser y parte de mi carcomida alma?

No me importaba en ese momento, y parecía que a Kagome tampoco, que nuevamente me acogía con sus brazos y su cuerpo, dispuesta a ser embestido por mí, tantas veces como fueran necesarias.

No sabía por qué había llegado, pero una cosa era clara, yo la había creado, era parte de mi ser, ambos permaneceríamos en este lugar de desesperación por siempre.

El vivir es un don que muchos tiene el privilegio de gozar, pero cuando este termina solo hay dos opciones; luz y oscuridad.

No hay más.

Con este deseo y esta necesidad, habíamos tocado el cielo, solo por un instante, la soldad se volvía compañía, la devastación una manera de vivir y la locura felicidad.

Mi cuerpo permanece boca arriba, mi mujer acurrucada en mi pecho, conectándonos en todos los sentidos, manteniéndonos en aquella paz que sabíamos no duraría mucho.

— ¡Tu cabello es realmente hermoso! — pronuncia tocando uno de mis mechones — es un plateado realmente hermoso.

— ¿te parece?

— Si, así como tus ojos, siento que cada ve que me observan, por una extraña razón...puedo sentir tranquilidad.

— ¡Así que tranquilidad! — pienso en esa palabra ahora más que nunca.

— ¿Cuánto tiempo llevas en este lugar?

— Los suficientes como para olvidar mi vida pasada, pero no tanto como para volverme loco. — respondo.

— ¿Cómo sabes que no estás loco? — me voltea a ver, acercándose para recostarse en mi hombro.

— Los grandes titanes que eran traídos a este lugar se autodestruían al no saber cómo salir. Yo nunca traté de hacer eso, solo seguí mi andar.

— Sus enormes ojos azules me observan — no estás solo — hablo en un susurro — yo estoy contigo.

— Mis ojos se dirigen al sonrosado rostro, tomo un mechón de aquel negro cabello. — lo sé.

— ¿crees que esto es un castigo para ti?

— No solo para mí, para todo aquel que va en contra de las cosas que sabemos no debemos de hacer.

— Tal vez... no hiciste del todo las cosas mal.

— Eso jamás lo sabré, pero una cosa es segura, tu estarás conmigo sin importar que pase.

— ¡Si! — se mordió el labio — tenemos todo el tiempo del mundo.

Sonrió solo un poco, besando nuevamente aquel rostro, aquella calidez que me brinda Kagome no es solo una coincidencia, es algo más, una trampa, una prueba, no hay forma de saberlo ni de ponerse a pensar mucho en ello.

Mi mano sigue lentamente su recorrido por aquella tersa y cálida piel, aquel cuerpo se hace cada vez más delicioso. Nuevamente aquel dulce veneno consuma nuestro razonamiento, entregándonos al pecado de la lujuria, hace mucho que perdimos la cuenta del tiempo que llevamos entregándonos el uno al otro en aquel lugar, no importa nada más, ni pasado ni futuro.

Solo nosotros.

Aunque la nieve siga cayendo, el calor de nuestra libido derretirá esta.

Por toda la eternidad.

Fin

*+*

Yo aquí con un one shot para la actividad de cuentos del oeste y pues aparte abra muchísimas más historias que iré publicando aquí, cortitas, espero poder traer historias secundarias ya que había tenido otra sección para ello y pues nunca tuve la oportunidad de abrirla decentemente, pero espero que les guste espero sus comentarios, sus reacciones y que me digan que les parece, recuerde que ahorita me abstengo a realizar Lemos porque estoy en una etapa de varios fics donde tengo que plasmar el desarrollo, pero, esta pequeña historia que tenía que ser un tema esencial pues fue potencializado por mi subconsciente Alexa que dijo, ¿Por qué no? Y he aquí el resultado. 

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