Luego de su reencuentro, ambos hombres habían vuelto a reflexionar sobre sus vidas. Si bien había pasado poco más de un año desde la última vez que se vieron, sus corazones aún reaccionaban de manera acelerada ante la presencia del otro.

Horacio aún seguía sin comprender cómo era posible que todo en su vida fuese tan inestable. Desde sus emociones tan puras que muchas veces eran traicionadas por los pensamientos en su cabeza. Hasta las personas a su alrededor que rara vez permanecían en su vida.

Mientras tanto, Volkov pensaba en cómo era posible que una persona hubiese sido capaz de romper todas sus barreras y hacerlo sentir algo tan fuerte que aún no lograba describirlo. Por lo que su mente constantemente se esforzaba por hacerlo dudar de las señales que su corazón le enviaba.

Ninguno de los dos podía comprender cómo siendo tan diferentes en muchos aspectos, eran capaces de llegar a las mismas conclusiones.

Ninguno de los dos quería que al contrario le sucediera nada malo, ambos lo tenían claro y lo habían demostrado a sus maneras tan diferentes pero únicas como siempre.

Desde evitar hablar con él desde que "escapó" de la isla para asegurarse de que no pudiesen dar con el otro, como había hecho Horacio.

O el reservarse los detalles de su infiltración con los rusos para que el otro no se preocupara cómo había hecho Volkov.

Si bien ambos hombres sabían que aún tenían mucho que hablar y muchas cosas que aclarar entre ellos. No podían arriesgarse a que al contrario le sucediera algo y esto quedase en sus consciencias.

No se iban a engañar, sentían un alivio inmenso desde que se reencontraron y vieron que el otro está bien a pesar de las circunstancias. Pero aún así ambos tenían muchas personas apuntándoles con un arma en sus cabezas y con el mínimo movimiento en falso... dispararían.

Por lo que estaban felices de poder estar en la vida de otro así fuesen los minutos contados algunas veces en la semana. Ya que de esta forma podrían asegurarse de que estaban bien y podrían brindarse ayuda si fuese necesario.

Y es que ambos estaban dispuestos a dar su vida por ayudar y proteger al contrario. Eso es algo que no había cambiado y estaban seguros de que no iba a cambiar jamás.

Pero la realidad es que con todo lo sucedido, cada vez se sentían más lejos del otro.

Trataban de convencerse a sí mismos de que todo pronto mejoraría y por fin podrían retomar lo que sea que haya sido lo que tenían antes. Pero una parte de ellos sabía que era muy probable que eso no sucediera.

Cada día se distanciaban más, cada día sentían más presión y el peso en sus espaldas incrementaba sin parar.

Sabían lo que estaba sucediendo, pero ninguno se atrevía a externalizarlo porque de esa forma sería más real. Y ninguno estaba preparado para afrontarlo, por lo que intentaban en momentos fugaces, olvidarse de todo a su alrededor y centrarse en ellos dos.

Como ocurrió aquella vez que Horacio imitó la forma de hablar del ruso, logrando sólo provocar un sentimiento que ambos hace mucho no habían sentido... se sintieron en su hogar.

Y es que solo ellos podían brindarle al otro ese sentimiento y esa seguridad de que nada podría acabar con ellos mientras estuviesen juntos.

Sin embargo, su realidad actual era otra. No podían darse el lujo de pasar todos sus días juntos, tampoco de enviarse mensajes y mucho menos realizar llamadas.

Tristemente tras este reencuentro, habían comenzado a sentirse tan cerca, pero lejos a la vez... ese estupido refrán que ambos habían escuchado ya en otras ocasiones, ahora era el perfecto para describirlos.

Aún así, había una chispa en el interior de cada uno que les decía lo mismo...

"Tal vez deba pasar un poco más de tiempo para poder ser felices... juntos"

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