🔞 Feliz CUMpleaños, Horacio 🔞
~Continuación al cumpleaños de Horacio~
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— Vamos a casa, corazón — le dijo Horacio, una vez terminaron el beso, pero sin romper la cercanía que había entre ambos.
— Antes debemos pasar a recoger la cena — agregó, colocando ambas manos alrededor de la cintura de este.
— ¿Qué cenaremos? — quiso saber, mientras le mostraba una sonrisa.
— Había realizado una reserva, pero creo que lo mejor será que lo recojamos y vayamos a casa — le explicó, volviendo a tomar el paraguas, para cubrirlos a ambos.
— Me he comprado un coche nuevo — lo interrumpió al recordar esto, lo tomó de la mano para guiarlo deprisa y sin preocuparse mucho por la lluvia.
A pesar de que el ruso ya lo había visto cuando éste llegó, lo siguió con una sonrisa, hasta estar frente a la nueva adquisición del moreno. Escuchó atentamente como el cumpleañero le relataba cómo estuvo indeciso al momento de comprarlo y como no quería comprarse el mismo que él tenía, aunque no recordaba bien el modelo. Por lo que decidió irse a la segura con ese y ya luego se dirigió hacia allí, donde le había indicado.
— Si quieres mañana podemos pasar por el mecánico y lo ponemos a tope — propuso, haciéndolo sonreír — anda, ve a casa que luego te resfrías y pasamos toda la semana en el hospital.
— Vale, vale — dijo al tiempo que abría el coche, para ingresar en él — no demores tanto, eh.
— No lo haré — aseguró el ruso al cerrar la puerta — ve con cuidado, por favor — se agachó para acercarse a este.
— Igual tú — le respondió el moreno, asomando la cabeza para darle un beso y luego partir rumbo a su hogar.
El moreno condujo con cuidado hacia su hogar, sin dejar de pensar en todo lo que había sucedido ese día. En como Volkov lo había sorprendido y aun sin poder creer como este podía llegar a ser tan perfecto y romántico ante sus ojos. Nunca tuvo una relación verdadera, ahora lo sabía. Porque jamás se había sentido de la forma en que lo hacía, cuando tenía a ese hombre a su lado. Con todo esto en mente, no se percató que ya había llegado a la mansión, suspiró tranquilo al llegar a su hogar, las cuatro paredes que gracias a la llegada del ruso aquel 17 de julio, comenzó a sentir como un verdadero hogar.
— Hola pequeños — saludó a Mika y Tamalito, al ingresar a su hogar.
Nunca pensó que tendría otra mascota luego de perder a Perla y a Nauta, y si bien al inicio no estuvo muy convencido cuando Volkov llevó a Mika a la casa hace ya varios años; no pudo evitar cogerle cariño. Claro, con Tamalito fue más fácil, ya que Mika era parecida a V, tal y como dice aquel dicho, de que las mascotas se parecen a sus dueños. Mismo motivo por el cual con el pasar de las semanas, Mika y Tamalito comenzaron a llevarse tan bien.
— Ustedes esperen aquí a su padre, yo iré a darme una ducha — les habló, luego de finalizar con las caricias que estos les habían pedido.
Dejó de lado sus llaves y demás pertenencias sobre la isla de la cocina, para luego comenzar a subir las escaleras e ingresar en su habitación. Se retiró toda la ropa húmeda, tomando su toalla e ingresando en el cuarto de baño. Conectó su móvil a la pequeña radio que tenían allí y dejó correr su lista de música en aleatorio, para luego abrir el grifo, ingresar y dejar que las gotas de agua cayesen por su cuerpo, brindándole una sensación de relajación, luego de un día tan movido y con tantas emociones.
No sabía cuanto tiempo había estado allí, estaba claro que había perdido la noción del tiempo, pues no escucho cuando el ruso ingresó con su vehículo; tampoco cuando entró a la casa, mucho menos cuando ingresó al baño y se desvistió. Por lo que se llevó una pequeña sorpresa cuando sintió el tacto unos labios besando su cuello, haciéndolo salir del mundo de recuerdos y pensamientos en el que se encontraba, para ingresar en el que jamás se cansaría de compartir con el hombre que tanto amaba.
— No me esperaste — le habló por lo bajo, mientras continuaba repartiendo besos por el cuello del menor.
— Creí que no iba a demorar tanto — fue sincero, para luego voltearse a verlo y quedar ambos frente a frente — ni siquiera te he escuchado llegar.
— ¿Qué te distrajo? — quiso saber, a la vez acariciaba la espalda de este y se apartaba un poco, para poder mirarlo a los ojos. Al mismo tiempo, el moreno colocaba sus manos en las mejillas del ruso.
— En lo feliz que me haces — respondió con simpleza, para luego acercar el rostro de este con sus manos y unir sus labios en un beso.
Volkov sonrió en medio del beso, haciendo más fuerte el agarre que le estaba haciendo al moreno por la cintura, intensificando un poco más la unión de sus labios. Esto hizo que el moreno soltase un leve suspiro por la sorpresa, pues no esperaba esta reacción del contrario. Lo que le provocó una sorpresa mayor, cuando sintió como las manos de este descendían hasta llegar a su trasero, donde no pasaron muchos segundos hasta que pudo percibir como este era agarrado con fuerza y deseo por parte del ruso. Provocando que soltase una risa traviesa.
— Estuviste todo el día esperando para hacer eso, ¿no es así? — preguntó divertido, mientras que el mayor simplemente reía.
— ¿Algún problema? — contraatacó con otra pregunta, pero usando el mismo tono de diversión en su voz.
— Para nada — respondió, para luego volver a unir sus labios y retomar aquello que ya habían iniciado.
Volkov no perdió su oportunidad y sin separarse de este, lo volteó dejándolo contra la pared, mientras que su espalda era ahora recorrida por las gotas de agua que la ducha seguía dejando caer. Comenzaron a explorar el cuerpo del otro, en primera instancia sus verdaderas intenciones no eran ir tan deprisa, querían apreciar como siempre hacían, cada detalle que el cuerpo del otro les brindaba. Sin embargo, la creciente necesidad que se había perpetrado en ellos, les hacía olvidarse por completo de aquello y hacer lo posible por saciarse el uno con el otro.
Los besos que Volkov repartía por el cuello de este, comenzaron a descender por su pecho, pezones, su vientre, y cintura hasta llegar a su entrepierna. Una vez en esa zona, se arrodilló frente a este y sin darle oportunidad a pronunciar palabra, comenzó a repartir algunos besos, acompañados de leves mordidas en los muslos de este. Acción que el ruso sabía todo lo que provocaba en su pareja, así que al sentir cómo las manos de este se posaban, una en su hombro y la otra en su cabello, supo que ninguno iba a ser capaz de reprimir lo que estaba por suceder por más tiempo.
— Vik... — pronunció en un gemido, que solo logró hacer que el mencionado se estremeciera.
— Dime, querido mío... — le respondió, mientras continuaba con lo que hacía, pero ahora más cerca del miembro de este.
— Por favor... — le suplicó, sacandole una pequeña sonrisa al mayor.
Por lo que sin querer postergar más lo que llevaba queriendo hacer desde que ingresó a la ducha con el moreno, volvió a colocar sus manos en los glúteos de este, para luego introducir su miembro en la boca; iniciando la felación y robándole cada suspiro que salía por los labios del moreno. Marcaba un ritmo que exasperaba a Horacio, haciendo que pese a estar contra la pared, sus caderas se levantasen, al mismo tiempo que las manos del ruso lo acercaban a este; consiguiendo que Volkov pudiese introducir la mayor parte del miembro en su boca.
— Dios mío... — soltó en medio de gemidos el ruso, mientras que se detenía para observar el rostro del hombre que amaba desde su posición — ¿todo en orden? — le preguntó divertido, al mismo tiempo que lo veía removerse, luego de haber colocado su mano derecha sobre el miembro de este para continuar masturbandolo — ¿Querido?
— Vik... por Dios — sonrió, mientras reía sonrojado por la forma en la que lo miraba.
— ¿Por qué pareces un tomate?
— Calla y sigue con lo que hacías — le ordenó, volviendo a entrelazar su mano derecha alrededor del cabello de este, para volver a posicionar su boca frente a su miembro.
Por lo que Volkov no perdió el tiempo para retomar lo que hacía, pero ahora con un ritmo más acelerado. Saboreaba gustoso el miembro de su amado, mientras que al mismo tiempo, comenzaba a abrirse paso en el trasero de este, en busca de su entrada. Lo cual si bien tomó un poco desprevenido al moreno, este simplemente se dejó hacer; disfrutando del placer mientras, que continuaba marcando el ritmo de la felación.
No pasó mucho tiempo, cuando ya había comenzado a gemir por lo alto, una vez el ruso ingresó uno de sus dedos en el orificio de este y haciendo que por consiguiente, incrementase la fuerza con la que sostenía el cabello del mayor.
— Si sigues haciendo eso... — comenzó a intentar pronunciar el moreno — j-joder... — maldijo por lo bajo, al sentir como un segundo dedo ingresaba en su interior — Vik...
— Lo sé... — le dijo, sin retirar el miembro de este por completo de su boca — lo sé... — repitió, pues sabía lo que este estaba tratando de decirle, sin embargo, eso no iba a impedir que cumpliera su objetivo.
Así que retomando el mismo, continuó masturbando y penetrandolo con mayor velocidad, rozando aquel punto que hacía a Horacio ver las estrellas. Lo que lo hizo removerse deseoso, indicandole a Volkov que ya no le quedaba mucho tiempo más antes de correrse. Por lo que este queriendo complacerlo, tocó finalmente su punto G, obteniendo como respuesta un ronco gemido por parte del contrario. Lo que finalizó con este corriendose en su boca, y permitiéndole disfrutar de aquel saber que tanto le gustaba.
— Joder, ruso... — exclamó Horacio, una vez este se puso de pie y quedaron nuevamente frente a frente, chocando la mirada bicolor con aquellos ojos grises que jamás se cansaría de apreciar.
— ¿Satisfecho? — quiso saber, mientras que lo tomaba en brazos y este rodeaba sus piernas alrededor de su cintura. Quedando ahora el moreno más cerca del agua.
— Por ahora — respondió, al mismo tiempo que bajaba un poco su cabeza para volver a unir sus labios, mientras que ambos sonreían.
Optaron por darse por fin una ducha y entre besos, caricias y alguna que otra broma que involucraba el agua; finalizaron, para luego ayudar al contrario a secar sus respectivos cuerpos. Se colocaron ropa cómoda y procedieron a bajar las escaleras para volver al piso inferior, donde se encontraban sus pequeños y la cena sobre la isla de la cocina.
— Ya parece haber dejado de llover — le informó el ruso al moreno, mientras observaba por la ventana — ¿te gustaría cenar afuera bajo las estrellas?
— Me encantaría — aceptó, acercándose a este con una sonrisa y abrazándolo — iré a acomodar la mesa y tú trae la comida, que seguro ya está fría — le contagió su risa, para luego darle un tierno beso en los labios y salir de la casa, siendo seguido por Tamalito y Mika; quienes no dudaron en seguir a este hacia el exterior.
Volkov sonrió ante aquello y observó por la ventana como el moreno pasaba hablándole a estos, al percatarse que lo habían seguido. Esta era una escena que nunca se cansaría de apreciar, lo mucho que estaba disfrutando de esta etapa de su vida, era incapaz de poder describirla. Dejó sus pensamientos de lado, para ir hacia la cocina y recalentar un poco la comida que afortunadamente, no estaba tan fría como había pensado. Por lo que unos cinco minutos más tarde, se encontraba llegando al área de la piscina, donde el moreno lo estaba esperando en su asiento, mientras observaba a sus pequeños recostados en el sillón.
— Veo que se pusieron cómodos — pronunció, captando la atención de este y siendo recibido con una sonrisa.
— Sólo faltas tú — le respondió, al tiempo que el ruso comenzaba a colocar la cena sobre la mesa — ¿eso es?
— Tu vino favorito — informó orgulloso, mientras le mostraba la botella.
— ¿Dónde lo ocultaste? — inquirió curioso — no lo vi antes y tampoco recuerdo haberlo visto por la casa.
— Tengo mis métodos — contestó con simpleza, para luego tomar asiento y servir en las copas aquel líquido, tomando ambos asiento frente a frente y con sus respectivos platos.
— Por que sean muchos años más — levantó el ruso su copa, para chocarla con la del moreno.
— Y si son juntos, mejor — finalizó el contrario, para luego ambos tomar a la par y dedicarse unas sonrisas.
Comenzaron a cenar entre risas y conversaciones tranquilas, que seguían transmitiendo entre ellos ese sentimiento de hogar y amor que siempre surgía entre ellos. Degustaron con calma sus diferentes platos y acordaron que en cuanto el clima fuese más estable, irían al restaurante, para cenar allí como el mayor había ideado originalmente. Minutos más tarde, habían finalizado de comer y se encontraban riendo, recordando viejas anécdotas.
— Ven — llamó Volkov al moreno, dejándolo confundido, mientras se ponía de pie.
— ¿Cómo? — le cuestionó dudoso, tomándole de la mano que este le ofrecía — ¿a dónde vamos?
— Tú confía — respondió con simpleza, para luego guiar a este hasta la pista de tenis, la que tanto usaron en su momento para seguir picandose.
— ¿Viktor? — lo llamó confundido, pero sin que su sonrisa desapareciera de su rostro.
— Quiero que veas tu estrella — le dijo emocionado, mientras se acercaba al mirador que tenían allí; para alejarse unos centímetros de este y comenzar a buscar en el cielo, recordando las coordenadas y guiándose por la localización que recordaba.
Mientras tanto, Horacio lo miraba con sus ojos brillantes, entretanto le daba un sorbo a la copa que se había llevado consigo. Aún le parecía una ilusión todo lo que había vivido ese día, junto a la persona que más amaba. Siempre supo que Volkov era un hombre maravilloso, pero nunca pensó que como pareja fuese tan detallista, atento y romántico como lo era. Si su yo de antaño se topase con esta escena, seguramente se caería de espaldas, al no poder dar crédito de lo que sus ojos veían.
— Ahí está — escuchó a este, sacándolo de sus pensamientos — ven... — le pidió, extendiendole una vez más su mano, para acercarlo y cederle el espacio para que mirase — como dije antes... — le continuó hablando, mientras le acariciaba la espalda — quizás no brille tanto como tú, pero me aseguré de que fuese la más cercana posible.
Horacio observó y mientras escuchaba las palabras de su pareja, no pudo evitar sentir cómo las emociones de antes, comenzaban a sobrepasarlo una vez más, haciendo que una lágrima de felicidad se escapase y cayese por su rostro. Detalle que no pasó desapercibido por el mayor.
— ¿Horacio? — lo llamó preocupado y observándolo, una vez este se dio la vuelta — ¿todo está bien? — continuó demostrando su preocupación, mientras que colocaba ambas manos en el rostro de este y con delicadeza le secaba las lágrimas.
— Sí, sí... — se apresuró a responder, volviendo a mostrarle una sonrisa — es sólo que... joder — soltó una risa para si mismo — es sólo que me siento el hombre más afortunado del mundo — finalizó, para luego ser abrazado por el ruso.
— Entonces comprenderás cómo me siento yo — dijo, para luego darle un beso en la frente — ¿quieres entrar? podemos ver una película de las que te gustan o hacer lo que quieras.
— Me parece perfecto — respondió y ambos caminaron nuevamente hacia el área de la piscina, donde habían estado cenando.
Recogieron todo y les indicaron a Mika y Tamalito que ya era hora de ir adentro, cosa que ambos obedecieron, pues solían ser obedientes gracias a la forma en la que los entrenaron. Aunque, Horacio tenía otros planes, los cuales no pudo evitar llevar a cabo cuando vio al ruso inclinarse al borde de la piscina, para recoger unas servilletas que habían volado con el viento.
— ¡Viktor! — lo llamó en un grito con toda la intención de asustarlo, haciéndolo perder el equilibrio, para luego empujarlo hacia el interior de la piscina.
Sin embargo, este no contaba con que el ruso aprovechase la cercanía, para tomarlo del brazo y arrastrarlo consigo hasta el interior de la piscina. Cosa que lo tomó igual por sorpresa, lo que le hizo querer subir a la superficie de inmediato, escuchando la risa del ruso tras de él.
— ¿Acaso intentaste matarme en mi cumpleaños? — le preguntó ofendido, mientras que se acercaba al borde de la piscina.
— Pero si fuiste tú quien me arrojó en primer lugar — respondió el ruso, fingiendo indignación, al tiempo que se le acercaba — tampoco fue para tanto.
— Eso dices porque no estuviste a punto de morir — siguió dramatizando, mientras que intentaba peinar su cresta hacia atrás, para poder ver mejor.
— Exagerado — le dijo riendo, para luego comenzar a acorralar al moreno; sin embargo, este supo leer sus intenciones y sin problema alguno (y gracias al poco peso que tenían ambos estando dentro del agua) tomó al ruso entre sus brazos, de la misma forma que este había hecho con él, en la ducha hace un rato atrás.
— ¿Qué se supone que estás haciendo? — preguntó curioso, pero sin molestarse en soltarse de su agarre, sino todo lo contrario.
— Bueno... — comenzó a decir mientras que se volteaba, haciendo que ahora fuese el ruso quien quedase con la espalda rozando el borde de la piscina — por si no lo recuerdas... hoy es mi cumpleaños...
— Ajá... — le instó a continuar, utilizando un tono bajo, sin romper el contacto visual que compartían.
— Y bueno... me apetece comerme mi postre especial de cumpleaños... — confesó, siendo comprendido de inmediato por el contrario.
— En ese caso... — comenzó a acariciar los cabellos de este, mientras que se aseguraba de estar bien sujeto con sus piernas a la cintura del moreno — el placer de complacerle, será todo mío.
— Creo que nunca pudiste decirlo mejor — estuvo de acuerdo el de cresta, para luego besarlo.
Iniciando con la misma suavidad de siempre, pero en segundos cambiándola por una más lujuriosa. Horacio disfrutaba gustoso cada vez que su pareja se mostraba deseoso por él, como había ocurrido en la ducha; pero disfrutaba de igual forma el ser él quien provocase en el ruso esos suspiros pesados, palabras roncas e intensos gemidos que salían de él cada vez que se encargaba de placerlo. Por lo que queriendo obtener esto, decidió que durante ese momento de la noche, sería él quien tuviese el control de los actos.
Así, comenzó a besar el cuello de su ruso, mientras que este continuaba rodeándolo con sus brazos, haciendo que por acto reflejo, echase su cabeza hacia atrás, permitiéndole acceder con mayor facilidad a este. Horacio con ayuda de que la pared de la piscina estaba a su favor, terminó de apegar a Volkov, para poder sujetarlo con sólo una mano y utilizar su diestra para buscar el miembro del mayor entre su ropa inferior. Haciendo que este de inmediato jadease, al sentir la mano morena sobre la cabeza de su miembro.
— ¿Seguro que... quieres... hacer esto aquí? — le preguntó Volkov con dificultad y la voz más ronca de lo usual, como producto del nivel de excitación que había comenzado a sobrepasarlo.
— Tú sólo disfruta, Viktor — se detuvo el moreno para contestarle — dejate llevar y disfruta... — finalizó, mientras retiraba las prendas inferiores a este y volvía a asegurarse que quedara sujeto a su cintura — te deseo tanto ahora mismo...
Confesó lo obvio, para luego volver a besarlo, esta vez en los labios y siendo correspondido al instante por el contrario. Volkov simplemente se dejó hacer, como siempre hacía cada vez que se trataba del hombre que amaba y como este decía; se permitió disfrutar lo que el contrario le provocaba. Horacio aceleró un poco el ritmo con el que lo masturbaba, haciendo que a este se le complicase más el hecho de suprimir sus gemidos. Acción que el moreno se percató y no dudól en comentar al respecto.
— Lo estás haciendo de nuevo — le informó, mientras que continuaba besándolo y sin dejar detener el movimiento de su mano.
— Yo... l-lo siento... — logró decir con dificultad — no... n-no me percato — trató de explicarse, haciendo sonreír al contrario.
— Dilo, te tengo loco — habló divertido, deteniendo los besos, más no el segundo acto.
— S-siempre, Horacio — pronunció su nombre en medio de un gemido, lo que hizo al moreno estremecer.
Por lo que queriendo escuchar nuevamente su nombre de esa forma, bajó a Volkov de su cintura, dejándolo con los pies sobre el suelo. Prosiguió a voltearlo, a pesar de que este protestó al dejar de sentirlo, para de esta forma colocar ambas manos sobre los glúteos de este y aproximarse a rozarlo con su miembro, una vez se retiró de igual forma sus prendas inferiores. Obteniendo como respuesta un suspiro del ruso, que lo hizo sonreír entre toda la lujuria del momento. Así que, no queriendo demorarse más, se aproximó a la entrada de este pero con uno de sus dedos, el cual introdujo con cuidado para comenzar a ejercer movimientos suaves pero certeros. Ante esto, Volkov dejó de contenerse involuntariamente y comenzó a dejar salir sus gemidos, jadeos y suspiros en un tono más elevados que antes. Justamente lo que Horacio buscaba conseguir.
— Ahora sí te percatas, ¿no? — se burló, haciendo uso de las mismas palabras que este había utilizado anteriormente, mientras que introducía un segundo dedo en su interior.
— H-Horac-io — intentó hablarle, pero el roce que este había comenzado a ejercer sobre su punto G, se lo impidió.
— ¿Si? — continuó introduciendo un tercer dedo, al mismo tiempo que se acercaba al oído de este — vamos, tú puedes Viktor — lo animó a suplicárselo, sin detenerse.
— Por... f-favor — consiguió decir, luego de unos segundos.
— ¿Por favor qué, corazón? — continuó inquiriendo, pero ahora aumentando un poco la velocidad y por consiguiente, el nivel de profundidad.
— Joder — gimió, mientras que sentía como Horacio los guiaba hacia la parte contraria a donde se encontraban, dejando a este sobre el muro de menor altura, que separaba el camino al otro extremo, dándole la espalda nuevamente.
— ¿Estás listo? — le preguntó, una vez retiró sus dedos, para posicionar su miembro erecto y duro en la entrada del ruso.
— Hazlo — le pidió en un tono que si no lo conociera suficiente, pensaría que habría sido autoritario, pero era todo lo contrario — por favor... — añadió suplicante.
Haciendo a Horacio sonreír y dándole de cierta forma el permiso que siempre buscaban el uno en el otro, antes de penetrarse, aún luego de haberlo hecho tantas veces. Así que sin dudar ni contenerse por un segundo más, introdujo la punta de su miembro en el interior de Volkov, haciéndolo suspirar jadeante, mientras que se dejaba hacer por él. Comenzó unas lentas embestidas, que poco a poco le sirvieron para ingresar todo su miembro en su interior; dejando al mayor sin poder pronunciar palabra alguna, más allá de los gemidos que soltaba por lo alto.
— Dios, Viktor... — le habló extasiado, mientras que ejercía mayor firmeza en el agarre que le estaba realizando con ambas manos alrededor de la cintura, para poder mantener el ritmo constante que los estaba enloqueciendo a ambos — estás... joder...
— No pares... — le pidió, a la vez que se sostenía de aquel muro, para poder mantenerse firme, pues sus piernas no habían demorado mucho en comenzar a tambalearse.
— No pensaba hacerlo — respondió entre jadeos, para luego incrementar el ritmo, robándole cada suspiro y palabra que Viktor intentaba pronunciar.
Estocadas profundas y certeras eran repartidas sin miedo a contenerse por parte del moreno, el cual entre el placer que esto le provocaba, más los exquisitos sonidos que el hombre que amaba hacía, comenzó a sentir que estaba a punto de correrse. Por lo que queriendo hacerlo a la par que su pareja, con una de sus manos tomó el miembro de este, para comenzar a masturbarlo, continuando con las embestidas.
— ¡Horacio! — lo llamó por lo alto jadeante, cuando sintió que estaba a escasos segundos de poder correrse.
— Hazlo, hazlo junto a mi — le pidió el moreno, acercándose nuevamente al oído de este e incrementando ambos movimientos, para obtener aquello que ambos deseaban.
Logrando así que ambos se corrieran a la par, en el interior y la mano del contrario. Horacio salió de este con cuidado, para de esta forma, permitirle a Volkov voltearse y quedar ambos uno frente al otro, con sus respiraciones aún algo alteradas. El ruso tiró de la mano de este para acercarlo a su pecho y así poder abrazarlo luego de dejar un beso sobre la cabeza de este.
— Eso fue... — intentó pronunciar Volkov, sin poder encontrar las palabras para expresar todo lo que este siempre lograba hacerle sentir.
— Lo sé... de puta madre, ¿no? — preguntó, haciéndole reír y levantando su mirada para verlo.
— Sí — afirmó peinando la cresta de este hacia atrás — de puta madre.
Horacio volvió a descansar sobre el pecho de este por unos segundos, permitiéndole a Volkov disfrutar de la sensación de tranquilidad que siempre le brindaba estar con su amado. Permanecieron así por unos minutos, hasta que el moreno sintió como el ruso lo removía, para luego alejarse y salir de la piscina.
— Ven — le pidió, extendiendo su mano para ayudarle a salir.
— ¿Qué estás tramando? — le preguntó curioso, pues conocía ya muy bien la mirada que este tenía en su rostro — te conozco — reafirmó una vez la aceptó y quedaron ambos fuera.
Sin embargo, Volkov no le respondió y se limitó a tomar nuevamente a este entre sus brazos para caminar hacia el interior de su hogar. Cerrando la puerta de la mansión con seguro y sin detener su rumbo, pese a la risa y preguntas divertidas que el moreno le hacía. Llegando en pocos segundos más a la habitación que compartían, y dejando sobre esta al moreno, sin importarle haber mojado todo en su paso ni dañar las sábanas que recién el día anterior habían cambiado.
— ¿A qué se debe todo esto? — quiso saber, mientras reía una vez que el ruso se posicionó sobre este.
— A que es mi turno — respondió con simpleza, para seguido a esto, comenzar a besarlo con desespero, mientras que este posaba sus manos sobre su espalda.
Comenzó a besarlo de la misma forma que había hecho hace un rato atrás en la ducha, sin embargo, ahora ambos se encontraban más deseosos luego de los encuentros previos que habían tenido. Horacio se dejó hacer por el ruso, le entregó todo de él, desde su cuerpo, hasta su alma, tal y como siempre hacía cuando tenían intimidad. El moreno no podía negar que todo lo que Volkov hacía, lo realizaba con la intención de provocar todas esas sensaciones que muy bien sabía cómo despertar. Así mismo, como hacía en ese instante, descendiendo su rostro para comenzar a repartir besos por todo el cuerpo de este. Bajó por su cuello hasta llegar a los pezones, donde sin dudarlo comenzó a prestarle un poco de atención, siendo consciente de lo sensible que era esta zona para el moreno.
Sin embargo, sólo permaneció allí por unos segundos, pues su propio deseo le estaba suplicando ir más allá. Por lo que levantó su rostro para observar al contrario y de esta forma saber si por su mente pasaba lo mismo. Cosa que como era de esperarse, era de ese modo, por lo que con cuidado y sin salirse de encima de este, Volkov se extendió hacía la mesilla de noche que se encontraba al costado de la cama. La abrió encontrando de inmediato lo que buscaba.
— Viktor... — el llamado de su pareja lo distrajo de su labor, por unos segundos.
— Horacio — le respondió, invitándole a continuar.
— Siento que si no me lo metes ahora mismo, voy a enloquecer — confesó sin pena alguna.
— En ese caso — tomó la palabra, mientras que volvía a dejar de lado, pero esta vez sobre la cama, tanto el lubricante como el preservativo — enloquecerás porque todavía no pienso hacerlo.
Finalizó, para luego antes de que el contrario pudiese reprocharse, echarse hacia atrás, tomando ambas piernas y llevarlo más cerca de él. Las abrió lo más que pudo, para luego descender hasta allí y comenzar a pasar su lengua por el orificio de este. Acción que si bien tomó por sorpresa al cumpleañero, no presentó queja alguna. Mucho menos cuando la respuesta a esto, había comenzado a provocarle que las piernas le temblaran.
— Vik... — gimió, mientras que se aferraba a las sábanas y cerraba sus ojos, pues no encontraba las fuerzas para mantenerlos abiertos.
Lo que hizo sonreír al ruso de manera interna, llevándolo a continuar el juego que realizaba con su lengua, a la vez que con sus manos, amasaba los glúteos de este sin medir sus fuerzas. Horacio por su parte sentía que estaba en una nube, la forma en la que Volkov siempre realizaba estas acciones con él, era una que superaba la anterior. Por lo que nunca podría describir tan siquiera lo que sentía, más allá de utilizar las palabras amor, satisfacción y deseo, justo en ese orden. Así que, queriendo captar su atención y obteniendo toda la fuerza de voluntad que había sido capaz de recolectar en escasos segundos, colocó sus manos en la cabeza de este para intentar guiarla hacia donde sí. Fracasando en el intento, pero deteniendo al ruso por unos segundos.
— Creí haberte dicho que era mi turno — repitió, mientras que paseaba sus manos ahora por la parte interior de los muslos de este, notando como había dejado algunas marcas por las acciones previamente realizadas en la ducha.
— Vik... por favor... — volvió a pedirle, pero este sólo rió.
— Aún no Horacio — respondió, moviendo ahora sus manos hasta las muñecas de este — además, no parece molestarte lo que hago.
Argumentó, para luego volver a introducir su lengua en el orificio de este, aprisionando ahora con sus manos y restringiendole un poco el movimiento. Haciendo que el moreno se removiese más y sus gemidos comenzaran a hacer eco en la habitación. Este no sabía por cuánto tiempo iba a poder seguir de esa forma, por lo que comenzó a suplicarle una vez más a este.
— Dios, Viktor... — elevó un poco su cadera — por favor... — suspiró — no quiero venirme aún...
— Lo harás cuando yo te lo diga — le ordenó, haciéndolo estremecerse en su lugar, para luego retomar su labor.
Continuó en ello por unos segundos, hasta que decidió que ya era hora de pasar a más. Liberó al moreno de su agarre, para luego volver a besarlo sin contenerse.Y es que a ambos les preocupaba muy poco que al día siguiente, cualquiera pudiese ver la evidencia de lo que estaba sucediendo en ese momento. Volkov entrelazó su mano derecha en la cresta de esta, para tirarla hacia atrás y abrirse mayor paso por la zona del cuello que tanto disfrutaba saborear. Prosiguió con su mano libre a descender por el cuerpo de este hasta llegar nuevamente a su orificio. Una vez allí, aprovechando que la zona seguía húmeda, introdujo dos dedos de golpe, haciendo que los gemidos de este, hicieran eco por toda la habitación.
— Mírame, Horacio — le pidió, al percatarse de que este luchaba para mantener sus ojos abiertos — si no lo haces... tendré que detenerme.
— No... — suplicó, soltando un jadeo, que hizo a Volkov estremecerse deseoso.
— Entonces hazlo — presionó más en su interior, alcanzando a tocar su punto sensible y logrando que éste abriese sus ojos — Dios, eres hermoso... — le dijo una vez su mirada gris encontró a la bicolor.
Sin darle oportunidad a responder, removió sus dedos del interior de este para, sin esperar, colocar su miembro en sustitución de estos e ingresar de golpe. Haciendo que ambos gimiesen de placer a la par y el moreno buscase la mano de este, la cual al encontrarle apretó con fuerza. Volkov sonrió ante esto y luego de colocar su mano libre en la morena cintura, comenzó a impartir estocadas profundas y certeras que sólo lograban dejarlos a ambos sin aliento. Horacio por su parte dudaba de cuánto tiempo más iba a poder seguir conteniendose, y es que conforme más placer recibía, menos comprendía como había sido capaz de seguir haciéndolo.
— Por favor... — le suplicó, casi en un hilo de voz con su voz ronca — Vik...
Sin embargo, el ruso pasó de él y retirando su mano de la de este, procedió a colocarla en su miembro, dejándolo sin aliento una vez más en el momento en que el ritmo de las penetraciones y su mano se sincronizaron. El también estaba a punto de correrse, pero no quería detenerse, no en ese momento en que tanto placer estaban obteniendo ambos. Horacio por otro lado, sabía que no podría seguir, que iba a dejar de contenerse y que eso probablemente haría que el contrarío lo reprendiera, pero el nivel placentero al que lo había hecho llegar era surrealista, incluso para él.
— Ni lo pienses — escuchó al ruso interrumpir sus pensamientos, para luego sentir como retiraba su mano de su miembro — sé lo que piensas... lo veo en tu rostro.
— Yo... — intentó responderle, pero una estocada lo hizo detenerse y en su lugar soltar un gemido, para luego no poder pronunciar palabra, al sentir como dos dedos del ruso pedían permiso para ingresar en su boca.
— No hables — le solicitó con autoridad, cosa que hizo a su piel erizarse.
Volkov detuvo por un segundo las estocadas, más no salió de su interior. En su lugar, aprovechó lo que estaba por hacer, para que su miembro fuese más profundo en este. Acercó su rostro hacia la comisura de los labios del moreno y una vez allí, dejó un casto beso, para luego introducir sus dedos entre estos. Volvió hasta su posición previa, para comenzar a retomar el ritmo que antes llevaba, pero ahora de una forma más salvaje, que hacía a Horacio jurar que podría morir de placer. La forma en la que Volkov había clavado sus dedos en la cadera de este, más la fuerza con la que ejercía las estocadas y el no poder gemir libremente al tener dos de los dedos de este su boca, fue la gota que derramó el vaso. Buscó la mirada del ruso para intentar advertirle, pero obtuvo una respuesta inmediata, en el momento en que su boca quedó libre y ahora ambas manos se adherían a su cintura.
— Hazlo — escuchó al ruso decir en medio de un gemido, para luego sentir como este se corría en su interior, haciendo que por consiguiente este dejase de contenerse e imitar a su pareja.
La cama era un desorden, al igual que ambos cuerpos: pues entre el sudor, el agua y ahora el semen, dejaban a la vista de cualquiera, un buen panorama. Sin embargo, esto era lo que menos les importaba en esos momentos. Volkov salió de su interior, para con cuidado, acomodarse junto al menor; invitándolo a acercarse, cosa que el moreno no desaprovechó y se levantó un poco, para permitirle a su cuerpo relajarse sobre el pecho del ruso.
Ambos permanecieron acostados, mientras que sus respiraciones se tranquilizaban. Horacio había comenzado a acariciar con delicadeza el brazo del ruso, a la vez que este hacía lo propio con la espalda morena. Unos minutos posteriores, Horacio comenzó a reír por lo bajo, haciendo que el ruso le prestase nuevamente su total atención.
— ¿Qué ocurre? — le preguntó en un tono calmado, sin dejar de repartir caricias por el cuerpo de este.
— Nada, nada... — respondió con una sonrisa, mientras que se acomodaba mejor para poder observarlo.
— ¿Seguro? — insistió, pues sabía que para que el moreno le dijese las cosas, algunas veces requería de más de un intento.
— Sí, sí... es sólo que — soltó un suspiro, sin dejar de jugar con los dedos de este, pues sus caricias habían ido a parar en su diestra — durante toda la semana, estuve preocupado por el día de hoy... incluso en la mañana cuando desperté y no te encontré, dudé aún más de que las cosas fuesen a salir medianamente bien, pero...
— ¿A qué te refieres? — lo interrumpió, ahora en un tono confundido.
— Es que... — se detuvo, para soltar un suspiro antes de continuar — estuviste toda la semana diciendo que no recordabas mi cumpleaños... y luego hoy en la sede dijiste que era día laboral, y sé que luego en el observatorio me dijiste que no podrías haberlo olvidado nunca... pero sigo sintiendo un poco feo por dentro, ¿entiendes?
— Creo que sí — respondió, al tiempo que posaba su mano izquierda sobre la mejilla de este.
— No quiero que pienses que la he pasado mal, ni que no me has hecho feliz, porque — se detuvo para reír — todo desde el observatorio, la estrella, la cena y bueno, todo esto... ha sido perfecto — se propuso aclarar, antes de que este pudiese malinterpretar sus palabras — es sólo que me dio un poco de risa, cómo puedes provocarme tantas emociones y sensaciones en un mismo día.
— Prometo entonces tener más cuidado y ser menos pesado con mis bromas — le dijo, mientras que ahora le acariciaba el brazo, sin retirar su otra mano de la mejilla de este — sólo quiero causar sensaciones y emociones positivas hacia ti, nunca lo opuesto.
— Gracias — exclamó el moreno, para luego acercarse a su rostro y robarle un rápido beso.
Acto seguido, se alejó un poco hasta llegar a la mesilla de su lado de la cama. La cual en su interior, tenía aquel obsequio que este le había hecho hace unas horas atrás. Removió la cinta azul, para luego abrir la cajita y tomar la pulsera en sus manos.
— ¿Me la pones? — le pidió — me hace ilusión que me la coloques tú...
— Será un placer — respondió, para luego acomodarse mejor y poder colocarle la pulsera en su mano derecha.
Horacio la observó con una sonrisa, se sentía la persona más afortunada del mundo. Agradecería eternamente por tener a Volkov en su vida, como de la misma forma, el ruso agradecía tener la dicha de ser él el único que pudiese apreciar al moreno en todas y cada una de sus facetas. Sin duda alguna, estaban hechos para estar juntos.
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