Ámame como te lo pido...
Inspirado en el capítulo 3 de The Last of Us
Cuando el mundo era normal, Viktor Volkov era considerado como el típico "loco y paranoico" que esperaba una catástrofe y estaba preparado con su propio bunker, planes de emergencia con mapas y diferentes alternativas para poder sobrevivir el dia que el mundo se fuera a la mierda. Todos lo juzgaban y hablaban a sus espaldas sin saber el verdadero motivo por el cual hacía esto y sus desgracias familiares que siempre había preferido reservarse.
Por lo que cuando la apocalipsis inició y el Cordycep comenzó a infectar a la población de Los Santos, este fue el único en su área que pudo sobrevivir. Todos a sus alrededores sucumbieron ante el pánico y en medio de la desesperación habían perdido la vida. Otros por su parte optaron por salir de la ciudad, pero entre tanto caos y destrucción fueron pocos los que lo lograron. Así que Viktor por su parte, puso en marcha el primero de los múltiples planes que tenía de antelación para llevarlos a cabo.
Primero se adueñó de las casas y tiendas de su cuadra, los protegió con verjas eléctricas encerrando la zona en un círculo para luego comenzar a rodear la misma con algunas trampas en el exterior, para asegurarse de que ningún chasqueador o humano no deseado lo sorprendiese e interrumpiera su paz. Permitiéndole así vivir en tranquilidad los primeros tres años desde que los chasqueadores se apoderaron de la población, hasta que un día, sus alarmas sonaron indicándole que algo (o alguien) había caído en una de sus trampas. Viéndose obligado a salir para acabar con el chasqueador que suponía había caído en esta, se llevó una sorpresa cuando a escasos segundos después de cargar su arma, una voz del interior del hoyo en el suelo lo confundió.
— No estoy infectado — se escuchó desde el interior.
— ¿Estás armado? — preguntó al mismo tiempo que se ponía alerta y comenzaba a inspeccionar sus alrededores.
— No — contestó luego de unos segundos, que para Viktor fueron demasiados.
— ¿Por qué tardaste en contestar? — cuestionó mientras continuaba observando a todos lados.
— No lo sé... pensé en mentir por algún motivo — fue honesto el desconocido aun cuando sabía que esto podría costarle — pero no se me ocurrió ninguno — sólo estoy intentando salir de Los Santos.
— ¿Solo? — continuó con sus preguntas mientras que ahora se terminaba de acercar con lentitud y visualizaba a la persona con la que hablaba.
En el interior se encontraba un hombre moreno, con una apariencia bastante descuidada y con sus manos en alto, lo que le permitió examinar por encima al individuo.
— Éramos más... — dijo entre nervioso y triste, pues a pesar de tener a un desconocido apuntándole con un arma, no podía evitar sentirse triste por el recuerdo de cuyas personas habían perdido su vida en el camino — casi diez pero... pero ahora soy sólo yo.
— ¿De dónde partieron? — preguntó curioso.
— Salimos de la zona segura del sur — respondió sin dudar — pero ya no existe...
— ¿Estás herido? — inquirió ahora luego de unos segundos en los cuales analizó la respuesta anterior.
— Es sólo un golpe... — dijo por lo bajo para luego ver como quien lo amenazaba con un arma se alejaba — mierda... — maldijo para si mismo pensando si hubiese sido mejor opción el decir que no lo estaba. Sin embargo, se sorprendió cuando este regreso con una escalera para que pudiese salir.
— Detente — le ordenó Viktor una vez el moreno estuvo en la parte superior de las escaleras, a la vez que le apuntaba con otra arma y se le acercaba.
— ¿De dónde lo sacaste? — quiso saber curioso al ver como el hombre, que ahora podía apreciar era mucho más alto que él, se le acercaba con el dispositivo que los de FEDRA utilizaban para identificar a infectados.
Sin embargo el mayor no le contestó y procedió a cerciorarse de que este no lo estuviese, obteniendo casi al instante el color verde del dispositivo que indicaba que este no estaba infectado. Por lo que le permitió salir por completo del hoyo, para luego aun apuntándole y sin responder su pregunta, le señaló en otra dirección.
— Para salir de Los Santos debes ir por allá — dijo con su tono serio al mismo tiempo que lo miraba detenidamente y continuaba sin bajar su arma — quizás llegues al anochecer.
— Oye... yo tengo mucha hambre — comenzó a hablarle de nuevo sin bajar sus manos — no como hace dos días... — fue honesto pero sólo obtuvo silencio por parte del contrario — aunque ahora que lo pienso... no parece tanto — dijo soltando una leve risa sarcástica — pero lo es...
— Te estoy permitiendo marcharte — lo interrumpió con un tono frio — así que largo de aquí.
— Está bien, escucha... — siguió intentándolo — me llamo Horacio...
— No me importa cómo te llamas — lo interrumpió de nuevo — no puedo darte comida, si lo hago se lo dirás a otra persona con la que te encuentres y me pedirá también... y esto no es el Gabrielas...
— En el Gabrielas tampoco regalaban comida, era un lugar para comprar comida — dijo casi en automático y fue cuando se percató de la manera en la que el contrario lo observaba — no voy a... decírselo a nadie... — expresó luego de soltar un suspiro — mucho menos a un vagabundo... te lo prometo.
Finalizó para luego sentirse rendido al ver que este continuaba firme con su arma apuntándole. Por lo que soltó un suspiro irónico y bajó sus manos, pues si quisiera matarlo ya lo habría hecho desde un inicio sin la necesidad de hacerle tantas preguntas.
— No sé mentir... creo que ya te habrás dado cuenta así que... — añadió para luego permanecer cayado y esperar una respuesta.
Volkov lo pensó y analizó la situación, si bien no le hacía gracia llevar a un completo desconocido a su casa, por un instante la voz de su madre vino a su cabeza para recordarle esas palabras que había escuchado en reiteradas ocasiones por parte de esta cuando era un niño.
"Siempre debemos ayudar a los demás, Viktor. No importa si no recibimos algo a cambio en ese momento, el ser amable con una persona y ayudarle puede significar mucho más para esta de lo que nosotros pensamos..."
Por lo que con esto en mente, terminó aceptando, viendo el rostro de este y sin decir nada más, se dio la vuelta indicándole al contrario que lo siguiese hasta su casa donde le permitiría darse un baño.
— Te he dejado ropa limpia — le indicó una vez ingresó en la habitación y se percató que este seguía en la ducha.
—¿Qué? — le gritó desde el interior pues no lo había escuchado bien.
— Ropa — dijo simple mientras se acercaba un poco más a la puerta cerrada para que ahora sí pudiese escucharle.
— Ah gracias — agradeció al comprender lo que le había dicho — salgo ahora... bueno... ¿puedo quedarme cinco minutos más? — preguntó esperando una buena respuesta, sin saber que el contrario había intentado salir de la habitación por segunda vez.
— Claro — dijo pero se percató que lo había dicho demasiado bajo como para que le contrario lo escuchase desde el interior del cuarto de baño — ¡claro! — repitió mirando la puerta de donde este se encontraba.
— Gracias — dijo con una sonrisa en su rostro que Viktor claramente no era capaz de apreciar — esto es increíble — exclamó riendo pues no recordaba la ultima vez que había podido ducharse así.
Horacio se tomó un poco más de cinco minutos pero esto no representó ningún problema para Volkov. Por lo que una vez salió de ducharse, el más alto le pidió que esperase en el comedor mientras que él terminaba de preparar la cena. Quedando expectante a que el hombre del cual aún desconocía su nombre ingresara a la habitación. Incapaz de permanecer por más tiempo sentado sin hacer nada, se puso de pie y comenzó a observar el interior de la casa. Apenas llevaba pocos segundos cuando de un golpe ingresó el dueño de la casa con dos platos de comida y una botella de vino. Horacio no pudo evitar sonreír entusiasmado luego de volver a tomar asiento y ver como este colocaba un plato de comida frente suyo; mientras tanto Viktor comenzó a abrir dicha botella. El moreno sin poder contenerse dio el primer bocado al plato de comida, degustándose al instante con el sabor de este.
— Joder... — la voz del moreno se hizo presente captando la atención del más alto y haciendo que notase que este estaba satisfecho con lo que había probado.
— Todo sabe bien cuando tienes hambre — le restó importancia.
— Sí, pero no así — dijo para luego soltar una risa alegre y proponerse a continuar pero escuchó como aquella botella de vino era destapada — Dios... — se apresuró a acercar su copa, al ver como el contrario se le aproximaba con la intención de servirle.
Volkov procedió a tomar asiento, chocando con su arma y retirándola de su estuche, colocándola a su lado en el otro extremo de la mesa mientras que continuaba observando al contrario. Por su parte Horacio prosiguió a seguir degustando del vino, sintiendo que estaba probando el mismísimo cielo con todas esas delicias que había saboreado, cosa que Volkov no pasó por alto pero que sin embargo prefirió permanecer callado y continuar con la cena en silencio. Y así fue hasta que finalizaron.
— Hay más si quieres — le indicó al moreno luego de ver como este había terminado todo en su plato.
— No, no — expresa levantando sus manos y con una sonrisa — quiero seguir comiendo pero no puedo, creme — se acaricia la barriga indicándole que ya no podía comer nada más o reventaría — gracias... — le dice en dos ocasiones mirándolo ahora para que comprendiese que lo decía en serio.
— De nada — responde sin darle importancia, a la vez que asiente mientras veía como el moreno le daba el último sorbo a su copa de vino.
— Creo que... es hora de que me vaya... — dice luego de limpiar su rostro con la servilleta y se deja caer un poco en la silla.
— Sí — asiente — sí...
— Pero antes — añade y se pone de pie para acercarse a la sala de estar donde había un piano — lo estuve mirando todo este tiempo, ¿es antiguo?
— Es del 48 — le responde siguiéndolo de prisa pero conservando unos metros de distancia mientras lo observaba cauteloso.
— ¿Sabes cuanto valen estos? — le preguntó conociendo la respuesta mientras se acercaba emocionado.
— Hoy en día nada — le respondió manteniendo su posición, mientras que este miraba las partituras que había en el interior y mencionaba algunas — esto no es tuyo — dijo riendo al leer que estas no le encajaban con la personalidad que este le había estado demostrando.
— Eran de mi hermana... — dijo recordando a Aleksandra la cual había fallecido unos años antes de que el mundo se fuese a la mierda y siendo el motivo por el cual este comenzó a prepararse y se volviese paranoico.
— Este es tuyo — lo interrumpió con una sonrisa mientras le mostraba el que había sacado y sin esperar por una respuesta, tomaba asiento y comenzaba a hojear las canciones — mi favorita... — dijo para si mismo cuando se encontró con aquella canción que tanto había repetido en su cabeza durante su vida.
Horacio comenzó a tocar el piano de manera horrible haciendo que Volkov al escuchar esto, comenzase a entrar en crisis. Por lo que aun tras de este lo miró perturbado, lo cual empeoró en el momento en que el moreno comenzó a cantar igual o de peor forma que lo que tocaba.
— No, no, gracias — dijo acercándosele de pronto para retirarle esta y sacarlo de su lugar — lo siento, no, esa canción no.
— Yo — dijo riendo — no soy un profesional pero...
— Yo tampoco — expresó haciendo que este lo mirase con una ceja arqueada para luego cederle el lugar y permanecer expectante a que este tomase asiento — y luego me voy...
Volkov no supo el motivo por el cual lo hizo, pero terminó accediendo y tomando asiento algo nervioso por lo que esa canción significaba para él. Con esto en mente comenzó a tocar, seguido casi de inmediato con su voz la cual era mucho mejor y de forma más tranquila a como lo había estado haciendo el moreno, bajo la atenta mirada de este. Horacio en ese momento sintió como si estuviese escuchando un ángel, sintió su corazón estremecerse al percibir y observar el sentimiento con el que este estaba tocando y cantando dicha canción. Por lo que se permitió permanecer en silencio, aún asombrado mientras que este finalizaba la canción.
— Y... ¿Quién es ella? — se aventura a preguntar el invitado luego de unos segundos — la chica para la que cantas...
— No hay ninguna chica... — le respondió sincero y sin levantar su mirada del piano.
— Ya lo sé... — le dice Horacio mientras le coloca una mano en su hombro, para luego acercarse dejándose guiar por sus impulsos para besarlo.
El más bajo sabía el verdadero significado tras esta, y el sentimiento que este había puesto y entregado hace unos segundos sólo podían ser por un motivo. Reconocía que el haberse aventurado a besarlo había sido algo atrevido y arriesgado, pero por primera vez desde que el mundo se fue a la mierda, este se dejó llevar por sus impulsos.
— Y... — tomó la palabra Horacio luego de romper el beso y mirando al contrario — ¿cuál es tu nombre? — preguntó por lo bajo.
— Volkov... — respondió de igual forma de manera tímida — Viktor Volkov... — añadió, dando inicio a lo que sería el inicio de su relación.
3 años más Tarde
— ¡Que te jodan! — le gritó enojado Horacio mientras salía de la casa dando un portazo.
— ¡Cálmate! — le pidió Viktor mientras que lo seguía — ¿puedes parar? — le preguntó manteniéndose tranquilo.
— Dime un cosa — se volteó para confrontarlo — ¿alguna vez de he pedido algo? Sabes... no sé ni porque te digo esto... — continúo alterado para luego continuar su camino — esto no se trata de mí, es por nosotros!
— ¡Nadie se fija en las casas, Horacio! — le respondió queriendo dejar en claro su punto.
— ¿Entonces yo soy nadie? — le cuestionó viéndolo directamente — porque yo sí me fijo en ellas, nuestro hogar no es solamente esta casa Viktor, es todo lo que nos rodea — finalizó su punto mientras que señalaba a sus alrededores, para luego volver a darle la espalda y continuar su camino.
— No digas esas mierdas — dijo deteniéndose en su lugar de manera firme, al mismo tiempo que el contrario volvía a mirarlo.
— No, no, claro, es que lo olvidé — se le acercó un poco, pero aun manteniendo una considerable distancia — yo vivo en este mundo y tú vives en otro en el que el mundo siempre ha sido inseguro y no se puede vivir más allá de estos muros!
— ¡Porque el mundo no es un lugar seguro! — reafirmó su postura utilizando un tono de voz un poco más alto.
— ¡Antes lo era! — expresó el menor — o por lo menos mucho más que ahora... — le respondió con simpleza para luego bajar su tono de voz y soltar un suspiro — sólo te pido.... unas pocas cosas... algo de pintura y gasolina para yo poder hacer todo lo demás por mi cuenta...
— No es que no quiera — le intentó aclarar nuevamente — es sólo que...
— Si vuelves a decirme que es por administrar recursos, Viktor — lo interrumpió firme, pues sabía lo que este le diría — te juro que me voy corriendo directo a una de tus trampas...
Viktor Volkov cerró sus ojos y suspiró en repetidas ocasiones, intentando aclarar su mente y organizar sus ideas, para elegir con cuidado sus siguientes palabras. Realmente no entendía del todo el motivo por el cual este quería hacer tanto esas reparaciones y arreglos en la zona; pero desde el primer momento en el que conoció a este, Horacio le había dejado en claro que era una persona única... y eso le encantaba de él. Por lo que si bien tenían que ser cuidadosos y administrar cuidadosamente sus recursos, por este podría terminar cediendo. Aun así, le seguía intrigando el verdadero motivo detrás de la consistente insistencia del más bajo.
— Está bien — volvió a tomar la palabra Viktor — ¿solo dime porqué?
— Te lo he repetido mil veces desde el último mes... — comenzó algo cansado pero sin alterarse ni elevar su tono de voz — prestarle atención a las cosas — señaló nuevamente a sus alrededores — también es una forma de demostrar amor... esta también es mi calle así que... sólo déjame amarla a mi manera — dijo viendo como el mayor parecía haber aceptado, por lo que no perdió la oportunidad — también voy a arreglar unas tiendas — dijo dándole la espalda algo nervioso y divertido por la reacción que ya se esperaba por parte de este.
— ¿Cómo? — le preguntó confundido viendo como este volvía a voltease para responderle.
— No las que son aburridas, solo la vinería y la mueblería... — dijo para luego mirar al suelo esperando que este le respondiese, pero al no hacerlo continuó — y también la boutique de ropa.
— ¿La boutique para qué, Horacio? — le cuestionó — ¿acaso ahora vamos a hacer fiestas entre nosotros en el jardín o cómo va la cosa?
— No — le respondió — ... pero quiero tener amigos... — finalizó para luego caminar hacia el interior de la casa bajo la atenta y confundida mirade de Volkov.
— ¿Cómo que amigos? — cuestionó confundido — nosotros no tenemos amigos...
— Vamos a tener amigos — se detuvo el moreno frente a este — y vamos a tenerlos de visita.
— Ya no hay amigos, Horacio — continuó con su postura — no los tendremos porque ya no hay amigos posibles que tener.
— Pues fíjate que sí los hay — lo interrumpió volviendo a enojarse, para luego darle la espalda con la intención de ahora sí poder ingresar a la casa — ¡he estado hablando con una mujer por la radio!
— ¡¿Tú qué Horacio?! — le gritó esperando una respuesta que no obtendría, pues este ya se había adentrado en la casa — madre del amor hermoso... — dijo para si mismo en un tono bajo, mientras que se acariciaba con sus dedos el puente entre su nariz.
Horacio nunca dejaría de sorprenderlo, él lo único que quería hacer era cuidarlo y protegerlo del mundo exterior y todo lo malo que había allá afuera. Sabía que el moreno lo comprendía pero aun así continuaba viendo la vida de una forma muy diferente a la suya. Le parecía increíble como aun luego de tres años siendo sólo ellos dos, todavía no terminaban de conocerse y saber cómo reaccionar ante situaciones como estas.
Un Mes Más Tarde
Como Horacio había decidido por ambos hace un mes atrás, el día de conocer a esa mujer con la que había estado hablando por radio durante varios meses había llegado. Volkov a petición del moreno había preparado una cena espléndida, como era normal mientras que él se había encargado de preparar una mesa en el exterior de su casa para poder comer allí al aire libre. Por lo que cuando esta llegó junto con su hermana, el moreno se entusiasmó por la llegada de ambas, mientras que el más alto sólo permaneció serio durante la mayor parte del tiempo.
—¿Entonces llevan viviendo aquí desde que todo inició? — continuó la conversación Athenea, mientras que le daba un bocado a su carne.
— Pues no exactamente — exclamó alegre el de cresta — fue un tiempo después, pero no nos ha ido mal — volteó a ver a su pareja — excepto cuando se pone en modo hombre de hielo paranoico.
— No digas esas cosas Horacio por Dios — le interrumpió un poco indignado por lo mencionado.
— No se preocupe Volkov — le dijo Alanna riendo — todos tenemos diferentes facetas, a mi me cuesta seguir aguantando a mi hermana, pero lo importante es que a pesar de todo lo que ha pasado los últimos años... estoy agradecida porque mi hermana y yo seguimos juntas.
Estas palabras dejaron reflexionando al mayor, definitivamente agradecía mucho el hecho de que a pesar de todo lo que había sucedido en el mundo; había podido encontrarse con Horacio. Y si bien el par de hermanas que tenían de visita no les parecían de su mayor agrado para absolutamente nada, estas le estaban mostrando una imagen diferente de la humanidad restante. Por lo que permaneció callado mientras que el moreno disfrutaba de la charla con ambas mujeres, disfrutando de ver a su pareja en esta etapa que la realidad actual les había robado. Estuvieron hablando sobre diferentes temas, entre ellos el de hacer una alianza para poder intercambiar recursos, esto al moreno le entusiasmó pero el mayor negó la oferta justificando con que estos eran más que autosuficientes. Cosa de la que se arrepentiría unos años después.
— Pueden volver cuando gusten — le decía animado Horacio a Athenea — y sobre la radio, estaba pensando en usar unos códigos para pasar desapercibidos.
— Me parece magnifica idea — le respondió esta mientras que se agachaba para guardar unas mudas de ropa que este le había ofrecido para ella y su hermana.
— ¿Sabes que no podrán vivir aquí toda su vida verdad? — le cuestionó Alanna a Volkov, mientras que captaba la atención de este — o por lo menos no por el tiempo que esperan. No sé mucho de estas cosas, pero esas rejas no durarán más de otro año...
— Sí que lo harán — le respondió molesto.
— No te lo digo por mal... — lo interrumpió — pero a Athenea y a mi ya nos pasó hace unos años con un grupo en el que estamos — comenzó a explicar — teníamos una zona segura, no como esta pero cumplía su función. Sin embargo una noche, aparecieron saqueadores, en silencio y organizados para atacarnos durante la noche mientras dormíamos...
— Eso no nos pasará a nosotros — le dijo entendiendo lo que quería decir — estas rejas aguantarán y nos protegerán de todo tipo de infectado y persona.
— Espero que sí... — expresó con sinceridad volviendo a observar a su melliza y al moreno — pero si algún día lo necesitan... pueden contar con nosotras...
Cuatro años Después
El tiempo seguía transcurriendo y con él muchas cosas, como por ejemplo la efectividad de las rejas que tanto Viktor había arreglado en incontables ocasiones, hasta que una parte de estas se volvió inservible. Por lo que junto con Horacio se encargaron de asegurar esa área amontonando vehículos, trozos de madera y metal para que estos cumpliesen con la misma función. Horacio se había cansado de insistirle al mayor de que la mejor opción que tenían era pedirles a Athenea y Alanna que los ayudasen, e hicieran un intercambio para poder tener los materiales necesarios y poder volver a asegurar su hogar. Por lo que sólo se resignó y ayudó a Volkov en todo, ya que sabía este lo haría con o sin su ayuda. Lamentablemente... otros factores habían cambiado con el paso de los últimos tres años, además de la calidad de las cosas.
— ¡Vamos Vik, date prisa! — lo animó Horacio alegre, mientras que corría frente a este como parte de sus ejercicios matutinos.
— Creo que no puedo — le respondió desde atrás algo apenado por lo cansado que se encontraba, cuando esto era algo habían hecho una costumbre.
— Es sólo una vuelta más y ya — le dijo riendo mientras volteaba a verlo sin parar de reír —¡estás oxidadisímo eh! — se burló — tengo algo que mostrarte, andando...
Continuaron corriendo hasta que llegaron al lugar donde Horacio había preparado una pequeña sorpresa para el mayor. Lo guió hasta el lugar preciso, mientras le cubría los ojos y una enorme sonrisa lo acompañaba emocionado por ver la reacción de este. Por lo que una vez allí por fin pudo destapar los ojos del peligris, obteniendo una reacción mejor de la que imaginó durante todo el tiempo previo.
— Horacio esto es... — dijo asombrado y con una evidente sonrisa en su rostro — esto es... Woow.
— Lo sé, lo sé... — le respondió de igual forma, observándolo con una sonrisa más grande que este le había contagiado — Nea y Lana me intercambiaron un par de semillas por unas de tus armas.
— ¿Cómo? — dijo ahora mirándolo fijamente — ¿qué armas Horacio?
— Eran unas pequeñas, no tienes que preocuparte — le restó importancia sin dejar de sonreír, para luego ver como este volvía a mirar al frente.
Horacio había intercambiado hace unos meses con las mellizas un par de semillas para ellos cultivar sus propias fresas, ya que desde hace muchísimo tiempo no había podido degustar alguna. Sin embargo, se aventuró a preguntarle si tenían forma de conseguir algunas semillas de unas flores en concreto, Athenea no le prometió nada pero hizo todo lo posible por conseguirlas y una vez las obtuvo, se las entregó junto con las otras. La verdad es que Horacio no sabía mucho de jardinería pero junto con Viktor tenían un precioso jardín que este le había enseñado a cuidar y se veía capaz con el poder cuidar dichas flores hasta que su pareja pudiese verlas. Y así fue hasta el día de hoy.
— Son lirios azules — le dijo orgulloso el de cresta — todavía no sé cómo lo hice pero logré hacerlos crecer y mantenerlos vivos para que pudieses verlos... — finalizó sin dejar de sonreír, mientras que tomaba a este de la mano para guiarlo hacia abajo quedando entre medio de las fresas y los lirios.
Volkov debía confesar que estaba asombrado, Horacio siempre lograba este efecto en él, pero ahora se había sobrepasado a si mismo. Aún recordaba aquella conversación que tuvieron hace unos años en la que le decía que cuando era un niño, solía ayudar a su madre junto con su hermana a cuidar el jardín que poseían en su casa. Los favoritos de este eran los lirios azules que tenía su madre en un lugar especial; y el dia que le preguntó el significado de estos le contó que significaban amor y fidelidad entre una pareja y que esta los había plantado como su primera adquisición en la casa, antes de que su padre fuese como lo era en ese entonces. Le pareció un bonito gesto por parte de este el que hubiese recordado todo eso, y a pesar de que había hecho un intercambio sin consultarlo, estaba feliz por los resultados.
— Por nosotros — le dijo animado Horacio, luego de cortar dos fresas para entregarle una a este y darles una mordida al mismo tiempo.
— No me lo puedo creer — expresó riendo mientras que sus ojos se llenaban de lágrimas.
— ¿Quién lo diría no? — le dijo el menor luego de que ambos se terminaban su respectiva fruta para agarrar la mano de este nuevamente y con más fuerza.
— Perdóname... — le dijo el ruso por lo bajo, captando de inmediato la atención de este.
—¿Por qué? — le preguntó confundido viéndolo nuevamente.
— Por envejecer más rápido que tú... — exclamó de manera honesta, para luego recibir un medio abrazo por parte de este.
— Nah... me gusta que sea así — le respondio restándole importancia — me gusta que sea así, significa que aún estamos aquí... juntos — finalizó para luego volver a mirar los lirios, pero el mayor parecía no haber terminado — ¿qué?
— No le temía a nada antes de que llegaras... — confesó mientras que con su otra mano lo sujetaba del brazo, causando que Horacio se conmoviera pues sabía lo que esto significaba.
Por lo que viendo el semblante de este, se reacomodó quedando frente a frente, para luego poder otorgarle un beso en sus labios mientras que colocaba ambas manos en el rostro de este haciéndolo más profundo. Viktor no dudó en corresponderle, pues los besos de Horacio se habían convertido en una obsesión para este. Por lo que buscando más comodidad para poder seguir disfrutando de el amor que su persona favorita en el mundo le entregaba, quiso recostarlo pero fue detenido al instante por este.
— Vik, los lirios... — le dijo riendo, para luego ambos compartir unas risas.
Ambos no paraban de estar agradecidos por el hecho de tenerse el uno al otro y poder compartir momentos como ese cada vez que querían. Horacio sabía que Viktor tenía razón en que el mundo era un lugar peligroso, pues desafortunadamente este había visto lo que los chasqueadores eran capaz de hacerle a los demás y como el Cordycep se apoderaba de todo ser vivo cada día con mayor facilidad y rapidez. Pero lo que Volkov no sabía era que desde el momento en el que se conocieron... se había convertido en su mundo entero.
Unas Noches Más Tarde
Horacio se despertó de un salto, asustándose de inmediato pues el ruido de una explosión lo había sacado de su cama. Alertado comenzó a buscar a Volkov, pero se percató de inmediato que este no se encontraba a su lado, ni en la habitación que ambos compartían.
— ¡Vik! — comenzó a llamarle mientras que observaba por la ventana y los sonidos de varios disparos se hacían más presentes — joder... — dijo para luego comenzar a bajar deprisa las escaleras — ¡Vik, ¿dónde estás?! — continuó llamado asustándose cuando otra explosión lo hizo retumbarse —¡Viktor! — lo llamó para luego tomar un arma corta que sabía siempre estaba oculta en el escritorio de la sala de estar.
Sin dudarlo y con cuidado, se dirigió a la entrada de la casa, donde al asomarse se percató de que Volkov se encontraba afuera en medio de la calle disparándole a los saqueadores que los atacaban con una de sus armas largas.
— ¡Viktor entra en la casa! — le pidió acercándose un poco, para que este fuese capaz de escucharlo.
— ¿Horacio? — lo llamó confundido al verlo ahí afuera — ¿qué haces aquí? — le preguntó para luego continuar disparando — ¡ve a la casa ya!
— ¿Y dejarte aquí solo? Ni lo pienses — le respondió mientras que ahora eran ambos los que protegían su hogar.
— Puedes salir herido — le dijo tratando de hacerlo entrar en razón.
— Igual que tú — lo interrumpió determinado a no irse a su casa a menos que fuese con él — siempre juntos Viktor... — dijo para luego acercarse un poco más a donde los atacantes se encontraban para poder abatirlos, ya que con su arma, no podía asegurar un tiro certero a la distancia.
Viktor Volkov por su parte lo miró asombrado, pues si bien Horacio le había comentado que tenía experiencia utilizando armas, no había sido capaz de apreciarlo en vivo hasta ese momento. Cosa que en parte agradecía, pues no era de su agrado para nada ver como el menor arriesgaba de esa forma su vida; una cosa era verlo defenderse de los infectados y otra era verlo dispararle a otros humanos que les estaban disparando a matar.
Cualquiera que se detuviese a observarlos pensaría que estos había pasado toda su vida juntos y que incluso tenían experiencia de sobra por la forma en la que se desenvolvían, mientras disparaban para abatir a los contrarios, luchando hombro con hombro siempre cubriéndole la espalda al otro. Sin embargo, su suerte no duraría mucho, pues uno de los sujetos logró desde el exterior dispararle a Volkov, alertando de inmediato a Horacio.
— ¡Viktor! — le dijo para socorrer a su lado y ayudarlo — joder, joder, joder... vamos a dentro...
— No — le dijo mientras que se ejercía presión en el área en la que había sido impactado — tenemos que defender nuestro hogar.
— Las rejas y las trampas no les permitirán ingresar — le dijo mientras lo ayudaba a poyarse sobre él — apóyate en mí, vamos a dentro.
— Joder... — se quejó el mayor — Horacio... tienes, tienes que llamar a Athenea y Alanna... — le pidió comenzando a desesperarse, mientras que este lo guiaba al interior — tienes que llamarlas Horacio.
— Primero tengo que asegurarme que te pondrás bien — le dijo ingresando por fin a la casa y dejando atrás el ruido de los disparos y explosiones que seguían, ya que las trampas complicaban su función.
— Las trampas no dejaran pasar a los pocos que quedan — siguió diciendo mientras que el menor lo dejaba sobre la mesa del comedor acostado — en el bunker hay copias de todos los planes de emergencia... la lista de suministros y todos los recursos que tenemos.
— Estarás bien — le intentaba tranquilizar el menor, luego de volver de la cocina con el botiquín en manos y una botella de alcohol para desinfectarle la herida — no hay orificio de salida... voy a tener que extraerte la bala... — lo miró pero este seguía repitiéndole que llamase al par de hermanas y lo que debía hacer — tú sigue contándome más, ¿vale? — le dijo tratando de mantener la calma para que este no se alterase más.
— Ellas te mantendrán a salvo... Horacio... — dijo más por lo bajo mientras que poco a poco iba quedando inconsciente por la pérdida de sangre – no puedes quedarte solo...
— No estay solo... — le respondió levantando su mirada para verlo rápidamente — te tengo a ti...
— Ellas cuidaran de ti... — expresó antes de quedarse inconsciente.
10 Años Más Tarde
Horacio se encontraba pintando en la habitación de la casa que conectaba con el jardín, mientras que Viktor regaba algunas flores. El paso de los años los había atacado de golpe, y si bien sobrevivieron a aquella noche en la que los saqueadores los atacaron (por primera vez), había algo que ni el apocalipsis había sido capaz de detener. Y es que al igual que no podían detener el tiempo para dejar de envejecer... no podían contralar la forma en que las enfermedades los afectaran. Si bien Viktor había comenzado a envejecer antes por la diferencia de edad que se llevaba con el moreno, la salud de Horacio fue atacada de golpe. Dejándolo en una silla de ruedas, pues era incapaz de mantenerse en pie por cuenta propia durante mucho tiempo. De la misma forma en sus ojos heterocromáticos se notaba el dolor que dia a dia soportaba y como poco a poco era menos capaz de pintar de mejor forma, como antes solía hacerlo. Lo cual lo deprimía aun más, pues luego de haber utilizado el arte para distraerse de sus problemas de salud como recordaba a su madre haberlo hecho hace ya más de 30 años, ahora era él quien lo pagaba y hacía sufrir al amor de su vida con su deterioro.
— Eso se ve muy bien, cariño mío — escuchó como la voz de Viktor lo sacaba de sus pensamientos.
— No puedo sujetar muy bien el pincel Vik... — dijo trise mientras que el mayor dejaba de lado la regadera para acercarse a este, arrodillándose con dificultad frente a él para verlo a los ojos.
— Debes descansar, estoy seguro de que es todo lo que necesitas, ¿de acuerdo? — le dijo en un intento por animarlo, para luego ponerse de pie, no sin antes darle un beso en la frente — ven, es hora de cenar — dijo para luego pararse tras de este y guiarlo con en su silla de ruedas hasta el comedor, para que este esperase mientras él hacia la comida.
Este tiempo le permitió reflexionar un poco sobre su vida, si bien había enfermado y su salud se había deteriorado mucho antes de lo que este supuso, era algo que sabía tarde o temprano iba a pasar. Las enfermedades hereditarias no se pueden evitar, y si bien sabía que su madre había enfermado y fallecido, más los problemas que él mismo adquirió durante su vida con el corazón... sabía de antemano que lo más probable era que él iba a partir del mundo antes que Viktor. Por eso durante todos los años que han estado juntos, siempre fue fiel a su filosofía de vida, la cual consistía en divertirse, crear hermosos recuerdos... y amar. Con Viktor había conseguido todo eso y más, no creía necesitar nada más.
— Aquí está la cena — se pronunció el mayor, ingresando a la habitación con los primeros platos de comida para comenzar a colocarlos sobre la mesa.
Otra cosa que se le dificultaba al menor era el hecho de ingerir alimentos sólidos, por lo que el 85% de sus comidas los últimos años había sido sopas, pures, y cosas livianas que no le lastimasen el estomago y le permitiera vivir con un poco más de tranquilidad.
— Recuerda tomarte tus pastillas — le recordó Viktor luego de poner todo sobre la mesa y tenderle su vaso con jugo, para posteriormente tomar asiento junto a él.
— Si, si... — dijo igual por lo bajo para sacar de su bolsillo una bolsita con varias pastillas, pero en el momento en el que intentó abrir esta para sacarlas se percató de que esta simple tarea se había convertido en una complicada.
— Tranquilo solntse... — trató de calmarlo Viktor al verlo desesperarse — yo te ayudo... — dicho esto, tomó el sobrecito y sacó de esta las pastillas que el menor debía tomarse — una naranja... una blanca... y una redonda... — enumeró mientras se las iba entregando, mientras que Horacio pensaba en como una tarea tan sencilla como esa ya no era capaz de hacer.
Más tarde en la noche, luego de a pesar de él también tener sus propios problemas de salud (que evidentemente eran mucho más leves que los del menor) ayudar a bañar a este ya se había convertido en otra costumbre. Lo acomodó en su lado respectivo de la cama, para luego de un día extenso, poder descansar tranquilos el uno con el otro.
— Buenas noches solntse — le dijo una vez se acostó junto a este para otorgarle un leve beso en sus labios — te amo...
— Te amo... — respondió por lo bajo, para luego ver como este se acomodaba mejor y cerraba sus ojos proponiéndose a quedar dormido.
Horacio por otro lado, se quedó mirando un punto fijo en el techo. Llevaba muchos días, quizás meses, dándole vueltas en su cabeza a lo mismo... sabía que esto no era vivir, era sólo continuar existiendo un día más. Le dolía que él y Viktor no pudiesen haber tenido un vejez "normal" en la que ambos salían al parque a ver a los pájaros, caminar tomados de la mano uno junto al otro y disfrutar de los recuerdos que habían creado... y todo por su culpa y su maldita enfermedad. No le gustaba ver a Viktor de esa forma, sabía lo mucho que él había sufrido en su infancia en Rusia cuando su madre y hermano enfermaron y murieron, mientras que él no había podido hacer nada. Y le parecía muy injusto de su parte el haberse enfermado y que el ruso se viese prácticamente obligado a cuidarlo y hacer por el tareas básicas que había dejado de ser capaz de hacer hace mucho tiempo ya, incluso más del que le gustaría.
Por lo que aun con todo esto en mente y mucho más, se aseguró de que su pareja estuviese plenamente dormido para poder comenzar su lucha por intentar ponerse en pie. Había estado guardado sus energías durante todo el día para poder en la noche pasarse de la cama a su silla de ruedas. Le costó muchísimo más de lo que había pensado en términos de tiempo y esfuerzo pero luego de varias horas fue capaz de lograrlo. Quedando en esta para poder disfrutar de la imagen del amor de su vida descansando plenamente en la cama. Sumido en un sueño pesado, que con la edad se había convertido en uno que por más ruido o movimiento que hubiese a su alrededor, este no sería capaz de percatarse. Así que se permitió quedarse las horas restantes a que este se despertarse, observándolo con una sonrisa. Viéndolo y recordando todos esos momentos que habían pasado juntos, reafirmando los planes que tenía para el día siguiente. Sin duda alguna Viktor Volkov había sido su ángel...
A la Mañana Siguiente
Volkov se despertó confundido al no sentir el calor de su pareja a su lado, por lo que cuando volteo buscándolo se percató de que este se encontraba a un costado de la cama observándolo con una tierna y un poco triste sonrisa. Por lo que de inmediato se puso en pie para acercarse a este.
— Cariño, ¿qué haces en la silla? — le dijo una vez frente a él — no puedes pasar la noche ahí...
— Amor, de verdad que estoy bien — restó importancia manteniendo su sonrisa — sólo disfrutaba de las vistas.
— Ven, te ayudaré a volver a la cama — le dijo mientras que intentaba levantarlo, pero este no se lo permitía — si te quedas ahí dormido se te pondrán las piernas azules...
— Te prometo que no me voy a dormir — le dijo apartándolo con tranquilidad.
— Siempre dices eso, ¿cuál es la diferencia de antes y ahora? — le preguntó curioso, pues no era la primera vez que tenían esa conversación.
— Porque este es mi último día... — le dijo sin mirarlo directamente.
— No, no, no, no — comenzó a decir en negación el ruso — no voy a permitir que digas eso, ven nos vamos a cambiar y vamos a desayunar como de costumbre — dijo mientras que lo guiaba en su silla hasta el armario —¿quieres darte un baño ahora o más tarde?
— Más tarde...— respondió manteniendo la calma — luego de que hablemos abajo, ¿te parece?
Volkov no hizo comentario sobre esto y sólo procedió a sacar la ropa de ambos para cambiarse y luego ayudar al menor con esta tarea. Ignorando por completo lo antes mencionado por este, haciendo como si de su boca no hubiese salido palabra alguna. Sin embargo, una vez vestido con ropa que no fuesen sus pijamas, fueron a la sala de estar donde el moreno le pidió nuevamente hablar. Volkov no pudo hacer nada más que acceder y permaneció sentado en el sofá con la mirada perdida, mientras que escuchaba lo que este le decía sin poder comprenderlo del todo.
— ¿Escuchaste lo que te dije... Viktor? — la pregunta del de cresta lo sacó de sus pensamientos.
— ¿Qué ocurre si encontramos un doctor? — propuso de inmediato —¿o una medicina más efectiva?
— Ambos sabemos que eso no va a pasar... — le dijo siendo realista — no había cura para este tipo de enfermedades antes... no lo habrá ahora... — se detuvo para tomar aire y soltar un suspiro — además... mi decisión ya está tomada — finalizó para ver como Volkov apartaba más su mirada en un intento por tratar de ocultar aquellas lagrimas que habían comenzado a caer por su rostro — Vik... — comenzó a llamar — Vik... Viktor, por favor... — pidió y vio como este por fin le dirigió la mirada.
Definitivamente a Horacio le partía el alma y el corazón ver a la persona que amaba sufriendo por una decisión que él mismo había tomado. Sin embargo, seguía considerando que esto era lo mejor, y quería intentar explicárselo una vez más. Así que le indicó a este que se le acercara y una vez lo hizo, le tomó fuertemente de la mano para comenzar a hablar otra vez.
— No voy a decir que cada dia fue una maravilla porque tuve muchos días malos — pronunció nuevamente mientras que los ojos rojos y cristalinos de Volkov lo miraban atentamente sin soltar su mano — hasta tuve dia malos contigo... pero tuve más días buenos contigo que con cualquier otra persona... — le dijo desde lo más profundo del corazón, haciendo que este riese aún triste por todo lo que le decía el moreno — dame por favor un último día de esos — pidió viéndole a los ojos, sin embargo este parecía seguir estático en el sofá — pero desde ahora, ve a hacerme unas de esas increíbles tortitas que haces — le dijo haciéndolo reír un poco más animado — luego vamos a mi boutique, escogeré algo para los dos, te pondrás lo que yo diga sin pelear rusito — fue él quien rio ahora — y luego nos vamos a casar... — se detuvo para ver como este lo miraba nuevamente asombrado — y luego, me prepararás una de tus esplendidas cenas — se detuvo para sacar la bolsita con los medicamentos de su bolsillo — pondrás todo esto en mi copa de vino, lo beberé y... me tomarás de la mano para llegar a la cama... donde me dormiré en paz entre tus brazos — terminó de decir con su mejor sonrisa en el rostro.
— No puedo hacer eso Horacio... — le dijo comenzando a llorar de nuevo mientras negaba con su cabeza — no puedo... de verdad que no puedo...
—¿Tú me amas? — lo interrumpió con simpleza para formular esa pregunta de la cual ya era conocedor de su respuesta.
— Muchísimo... — le respondió soltando más lágrimas y mirándolo a los ojos.
— Ámame a mi manera entonces... — finalizó para luego observar cómo Viktor intentaba calmarse y asentía.
Unos minutos más tarde, Horacio era guiado por el mayor en su silla de ruedas por las calles de su hogar. Mientras iban camino a la boutique de Horacio, aquella misma que hace unos años atrás se obsesionó con arreglar y remodelar... iban observando el trabajo que habían hecho durante los últimos años en ese lugar. El moreno ocasionalmente le platicaba las anécdotas que recordaba conforme pasaban por un lugar y otro en un tono animado y nostálgico. Viktor por su parte, disfrutaba de la melodiosa voz de la persona que amaba disfrutando lo que serían sus últimos momentos en esa vida juntos.
Tal y como Horacio le solicitó, una vez estuvieron en la boutique este escogió la ropa para ambos y sin protestar se colocó lo que este le había seleccionado. Recibiendo una sonrisa amorosa al instante en el que salió del probador con el traje puesto y mejor peinado que antes. Luego fue el turno de Horacio y una vez ambos estuvieron listos, volvieron a su casa no sin antes detenerse a tomar varias de las flores que estos habían plantado durante todo ese tiempo, para hacer varios arreglos y decorar el lugar de manera sencilla a petición del menor. Así que cuando volvieron a su casa, el de cresta le pidió de favor a Viktor que buscase una pequeña caja que este tenía guardada en el final de su mesita de noche. Cajita que contenía unos preciosos anillos dorados que Horacio había estado guardando desde poco antes de enfermar. Viktor regresó con estos en mano para tomar asiento en el piano frente a Horacio el cual quería que intercambiasen sus votos en ese lugar, quería que lo hicieran en el mismo lugar donde compartieron su primer beso y su aventura comenzó.
— Yo, Horacio Pérez... — comenzó a decir con una sonrisa de oreja a oreja — prometo seguir amándote, respetándote y valorándote... en la salud y en la enfermedad... — dijo esto último mientras que la primera de muchas lágrimas caían por su rostro a diferencia que del contrario, el cual seguía más rojo que antes — porque estoy eternamente agradecido por haber caído en tu trampa, literalmente — dijo riendo y contagiando a Volkov — hace 20 años que el mundo se fue a la mierda, pero fueron hace hoy exactamente 17 años... que conocí a la persona que me ha demostrado el amor más puro y verdadero en mucho tiempo — se detuvo justo cuando el ruso acercó su mano al rostro de este para secar su lágrimas — tú eres el hombre que más he amado y el responsable de que siguiese luchando dia a dia... hasta hoy — finalizó con una sonrisa para colocarle a este el anillo.
— Yo, Viktor Volkov... — tomó ahora el ruso la palabra — prometo seguir amándote, respetándote y valorándote, en la salud y... sobre todo en la enfermedad — se detuvo mientras sostenía ambas manos de este con la misma sonrisa que había estado manteniendo desde que este había comenzado a hablar antes — no conocía lo que era el amar alguien de la forma en la que lo hago, hasta que llegaste tú... estuve solo durante mucho tiempo hasta que como bien dijiste, caíste en mi trampa y me cambiaste el mundo — le acarició la mejilla, permitiéndole a este recostar su rostro sobre esta — gracias por todo lo que me has cambiado, amado y enseñado durante los últimos 17 años... prometo que en la siguiente vida, te voy a encontrar yo a ti primero y... compartiremos el doble y más de los años que hemos pasado en esta — finalizó para luego colocarle el anillo y compartir un dulce beso, justo como el primero.
Se separaron e intercambiaron algunas otras palabras y entre más risas y sutiles demostraciones de afecto, Horacio pasó al comedor donde esperaría a que su ahora esposo, preparase la cena. Se quedó observando el hogar que junto con el ruso habían construido y remodelando por el pasado de los años. Su rostro volvió a iluminarse con una sonrisa y sus ojos se volvieron cristalinos, mientras que rememoraba todo lo vivido. Sin duda alguna, a pesar de todo... sí que había tenido una buena vida.
Pocos minutos después, Volkov ingresó a la sala con los dos platos y una botella de vino, de la misma forma en la que lo hizo la primera vez. Les parecía curioso e irónico como a pesar de que hubiese pasado mucho tiempo, ahora parecían estar danzando, por llamarlo de alguna forma, con los Viktor y Horacio de hace 17 años atrás.
— Salud — brindó Horacio luego de que el mayor le terminase de servir en su copa una buena cantidad de vino.
— Salud, querido mío — le respondió con una sonrisa, para luego ambos dar un sorbo y proceder a comer.
Platicaron mucho más durante la cena, y es que esto se había convertido en el pasatiempo favorito de ambos y dadas las circunstancias, estaban disfrutando aun mas estos momentos que en tiempos pasados. Sin embargo, el tiempo de cenar terminó y Viktor se puso de pie para ir a la cocina por otra botella junto con otro par de copas. Tomó asiento junto a Horacio y bajo la atenta mirada de este, vertió el contenido de esta en ambas para luego sacar de su bolsillo el bolsito con las pastillas ya hechas polvo y colocarlo en la copa de este, para que viese que cumplía con lo que le había pedido.
— ¿Estás seguro de que con esto será suficiente? — le preguntó algo nervioso mientras que tomaba la copa entre sus manos.
— Sí... será suficiente — afirmó observándolo con seguridad en sus palabras.
Horacio asintió para luego mirar la copa, su contenido y al ruso. Ya lo había decidido, esto era lo que quería y estaba agradecido porque su esposo aceptase cumplir con todas y cada una de sus peticiones para ese dia. Por lo que tomó un aire de valentía y se tomó todo el contenido. Para luego observar como Viktor hacía lo mismo con el suyo y quedar ambos mirándose fijamente, momento en el que Horacio se percató de lo que estaba ocurriendo.
—¿Pusiste más pastillas en la botella? — preguntó sin poder creerlo.
— Como para matar a un oso — respondió mientras asentía — no es el suicidio trágico al final de una obra Horacio... yo... estoy viejo, y muy satisfecho. Tú fuiste mi propósito en este mundo, todo lo que viví y para lo que vine aquí... ya lo he cumplido gracias y junto a ti.
— Viktor esto es... — comenzó a decir aun sorprendido — no estoy de acuerdo con esto para nada... sin embargo, debería estar enojado contigo — volteó a mirarlo mientas que le tendió una mano — pero viéndolo objetivamente... esto es muy romántico — terminó de decir para luego reír contagiando al mayor. Compartiendo ahora una risa cómplice mientras que se acariciaban sus manos y observaban al contrario — venga va, vamos a la cama.
Viktor se puso de pie y abrazó a el menor por unos segundos, para luego emprender camino hacia su habitación. Una vez allí, cerró la misma con el seguro y acomodó a su esposo en su respectivo lado de la cama, se cambiaron de ropa y antes de recostarse junto a este, recordó abrir la ventana que estos tenían junto a la cama, para prevenir un mal olor en el futuro. Seguía siendo su casa después de todo y el día que Athenea y Alanna fuesen extrañadas a buscarlos, no querían que los encontrasen en esa situación.
— Gracias por todo Viktor... — le dijo Horacio mientras que se acomodaba con cuidado y lentitud sobre el pecho de este y le otorgaba un corto beso — te amo mucho y siempre serás lo mejor que haya podido tener en mi vida...
— Lo mismo podría decir yo, Horacio... — le respondió luego de otorgarle ahora él un beso en la frente — te amo mucho más y... no te preocupes, que me aseguraré de que ser lo mejor que puedas tener en nuestra siguiente vida — lo abrazó con un poco de más fuerza — siempre juntos Horacio...
— Siempre juntos, Viktor... — respondió para luego cerrar sus ojos.
Pocos minutos más tarde, tanto Viktor como Horacio, habían dejado este mundo. Entre los brazos, el amor y el cariño del otro. Con la promesa inquebrantable de encontrarse una vez más en la siguiente vida... y en todas las que tuviesen. Porque de eso se trataba el amor verdadero, y ambos estaban más que seguros con que esa era la definición perfecta para lo que ellos habían tenido y se encargarían de tener en las demás. La mejor historia de amor de todas...
~•~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro