Ragnar
¿Cómo es posible, que sigas durmiendo Athelstan? – Levante al padre de mi hijo que dormía en la orilla de la playa. – Vamos esta lista la comida
Solo un poco mas Sansa. – Athelstan se dio vuelta para seguir durmiendo. Nuestro hijo Halstein de cinco años, se acerco para tirarse encima de su padre. – está bien, entendí. –Agarro Halstein de los brazos, mientras le daba unos besos en la cabeza. Entramos a comer a nuestra pequeña granja, que estaba en la orilla del mar. Después de comer, Athelstan me esperaba nuestra cama.
Creo que es tiempo de que diga una verdad. – Menciono Athelstan mientras me recostaba a su lado.
Si tu deseas decírmelo, estoy aquí para escucharte. – Le susurre mientras apoyaba mi cabeza en su pecho.
Mi nombre no es Athelstan... me llamo Ragnar- Hizo una pausa larga, pero aun así no lo interrumpí. - Ragnar Lothbrok. – Al escucharlo, levante mi cabeza inmediatamente. El me miraba intensamente, se notaba en su rostro que no mentía. Pero no quería creer en sus palabras.
¿Eres el Rey de Kattegat? – Asintió lentamente con su cabeza. – Estas bromeando. – Golpee su pecho con diversión. El negó con su cabeza.
¿Y como puedo creer que eres el Rey de Kattegat? – Me levante de la cama, al considerar esa posibilidad.
Porque te estoy diciendo la verdad, es una mentira que me ha costado ocultarte. – Se levanto de la cama para acercarse a mí, pero lo detuve. – Cuando llegue aquí pidiendo comida, tu con toda tu bondad me ofreciste un lugar en tu casa, y eso me enamoro del primer momento. Si te decía quien era, me ibas a tratar de una manera distinta. – Ahora se acerco a mí, tomando mis hombros. – No quería ser Ragnar, y ahora contigo quiero ser un simple granjero con una hermosa y buena esposa. Y un hijo maravilloso que crece cada día.
Es difícil de creer. Ragnar es un héroe y tu...- El sonrió al escucharme. – Tu eres un simple hombre, mi pareja y el padre de mi hijo.
Se que es un poco decepcionante. – Tomo mi rostro con sus manos. – Me has ayudado tanto Sansa, no se que hubiera pasado si no te hubiera conocido. – Me beso tiernamente en mis labios. – Lo siento por la mentira.
No es la mentira la que me molesta- Y era verdad, no me molesta que me haya ocultado su verdadero nombre. – Se quien eres. – Me senté en la cama para procesar la noticia. –¿no deberías estar en Kattegat? - Y ahí me conto toda su historia, una larga y densa historia. Donde el dolor estaba presente en todo momento. Me conto de su amigo Athelstan, el monje ingles al que considero como su mejor amigo. Me conto de sus esposas, de sus hijos y de su hija fallecida. Y por último me conto como intentaron saquear Frankia, y como su hermano lo traiciono. El dolor que termino
por quebrarlo espiritualmente.
Lo siento lo que te sucedió. – Estábamos sentados en nuestra cama, mientras nuestro hijo dormía plácidamente. – Lamento mucho la muerte de tu hija. – De tan solo imaginarme la muerte de mi hijo, mi corazón sentía una leve punzada – No te juzgare. Eres libre para quedarte todo el tiempo que desees o si prefieres volver a Kattegat... Esta es tu casa. – Y el sonrió, con esa sonrisa que me conquisto en el primer momento que lo vi. Me beso dulcemente en los labios, con en el tiempo fue aumentando su intensidad. Me recostó en la cama, mientras me desnudaba, beso cada parte de mi cuerpo. Empezó por mi cuello, bajando por mis pechos a los cual los succiono. Mientras seguía bajando, me acorde de su amigo Athelstan. El que fuera un monje, contradecía en la personalidad del hombre que estaba lamiendo mi intimidad. Él era siempre posesivo en todas las noches de placer que teníamos.
Estas pensando. – Me hablo, mientras introducía su virilidad en mi intimidad. – ¿En que pensabas? -Me pregunto, mientras me embestía lentamente.
Creo... después te lo... puedo decir. – Hable entrecortado, por sus embestidas.
Dime en que pensabas Sansa. – Me empezó a embestir con más agresividad. Casi al punto de sentir dolor.
En tu amigo, el monje inglés. – Me embistió tan fuerte, que tuve que gritar por el placer y el dolor. El coloco su mano en mi boca para callar mis gritos y no despertar nuestro hijo. Saque su mano de mi boca. – Y en lo posesivo que eres para tener el nombre de un monje. – Me dio una media sonrisa, para seguir embistiendo con rapidez. Cuando iba sentir que iba a llegar el clímax, Ragnar me callo con un beso. Gimiendo en la boca del otro. Al terminar, nos acomodamos en nuestra cama en nuestra posición regular, de todas las noches.
Creo que tienes razón, debí ponerme otro nombre. – Rio cuando me abrazaba por mi espalda. Apoyando su mentón en mi hombro. – No le hago honor a mi amigo, aunque se alegría de verme enamorado de nuevo. – Me dio un tierno beso en el hombro y se durmió rápidamente. En esa noche concebimos a nuestra hija. Fuimos felices por diez años, hasta que Ragnar tomo la decisión de volver a su ciudad, de volver a terminar su destino. Debía volver a Inglaterra, y ni siquiera nuestro amor y el de nuestros hijos, pudo detenerlo.
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