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King Ivar



Era reina. Eira la curandera es La Reina de Mercia, Ken y Anglia Oriental y Estaba con Ubbe, mi esposo, el padre de mi hijo y el amor de mi vida. Tenía al obispo Heahmund enamorado de mi, pero aun así me sentía vacía. Había logrado el objetivo que Odin me designó, con el apoyo de todos los Vikingos y especialmente de los Ragnarsson.

¿Qué piensas? - La voz de Ivar me sacó de mi ensoñación. Enfoqué mi mirada en sus bellos ojos azules y me percate de que su cabello estaba perfectamente trenzado. Sonreí ante esa imagen, se veía atractivo. Luego enfoque mi mirada alrededor del comedor principal que estaba rodeada de los hombres que estimaba. Desde Ragnar hasta Heahmund. Era la única mujer, la que encabezaba el liderazgo por decisión de Odin.

He sido humillada, violada, torturada y despreciada por durante años. - Empecé a buscar a Ubbe con mi mirada, el cual estaba en la esquina de la habitación observando atentamente. - Pero también he sido amada, respetada y admirada... ¿Pero para qué?.

Para liderar. - Respondió Ivar con su ceño fruncido. No entendía mis cavilaciones.

Pero me siento extranjera en mi propia tierra. - Suspire sin poder contenerlo.

Porque esta no es tu tierra dulce Eira. Eres vikinga. - La voz de Floki interrumpió para hablarme severamente sin despegar los ojos en mi. - No tendrás nuestra sangre, pero tienes el favor de nuestros dioses. Y el de nosotros. - Pero no podía evitar preguntarme qué hubiera pasado si los dioses no me hubieran dado su favor. Quizás hubiera muerto prontamente en Inglaterra, o quizás hubiera sido una hija amada por su padre y una princesa sin ambiciones y deseos propios.

Te hubiera seguido igualmente sin el favor de los dioses. - Comentó Ivar dándome una pequeña sonrisa para tranquilizarme. - No solo eres la fiel servidora de los dioses. Eres madre, esposa, amiga, reina y hermana... - Terminó de relatar Ivar bajando el todo de su voz, al parecer la última palabra le otorgó vergüenza. Ivar Ragnarsson me consideraba hermana.

¿Y ahora qué hago? - Le pregunté deseando que mi pequeño hermano tuviera la respuesta.

Gobernar. - Respondió Ragnar con tranquilidad. - Gobernar como ningún Rey sajón y vikingo lo ha hecho.

Uniste dos culturas, dos idiomas y dos religiones. - La voz del obispo Hehamund me sorprendió. El se sentía seguro a mi lado, como si aquellos vikingos no fueran capaz de realizarle algún daño por el amor que sentía hacia él. - Has hecho lo que ningún rey se ha atrevido. Esa es tu ventaja.

Las dos religiones se matarán entre ellos. - Puntualice frunciendo mi ceño por la ilusa realidad que los hombres me presentaban. - Han sido enemigos por años, ¿Por qué en mi llegada y en mi gobierno cambiará tal acción? - Y el silencio reinó en la habitación luego de mi pregunta. Al parecer había llegado al punto que intentaba demostrar.

Por el amor. - Ubbe salió de la oscuridad de la esquina para acercarse a mi lado. Fruncí mi ceño ante su intromisión. ¿Cómo el amor podría cambiar todo? - Me cambiaste a mi, a Ivar. Y cada nórdico que ha llegado a tu vida. - Ubbe se agacho para quedar a mi altura delante de mi asiento. - Cambiaste al obispo.

Ubbe...- El que revelara nuestro trío me incomodaba, pero nadie se sorprendió al escuchar la palabra obispo. - ¿Todos saben? - Pregunte a los hombres que me miraban. Todos asintieron con su cabeza. Al parecer mi rostro era un libro abierto para ciertas personas.

Heahmund cambió por ti. Te ha seguido y luchado por mantenerse con vida. - Los ojos de Ubbe eran aún más claros que lo normal. - Porque eres buena. A pesar de la religión que los separa a ambos, aun así se enamoro de ti...

Ubbe por favor... - Quise detener las palabras de mi esposo. Me incomodaba que hablara del amor que sentía el obispo hacia mí con tal libertad.

Eira, entiendeme. Has cambiado al hombre cristiano por todo lo que entregas, independiente que la persona sea Vikinga o cristiana. - Mi esposo agarro mi mano fuertemente. - Si le muestras a Mercia como eres, pedirán a gritos ser gobernados por ti.

Por nosotros. - Sentencie colocando mi mano encima de su mano y uniendo nuestros rostros. Quizás no me sentía en casa, porque Inglaterra no lo era. Mi hogar era el lugar de mis dioses.

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Dos meses han pasado desde mi coronación en el gobierno de Mercia, pero cada vez se sentía más pesada al tiempo que transcurría. Extrañaba mi libertad, mi poca libertad que me entregaba Odín.

Mi reina. - Un guerrero Sajón realizó una reverencia al verme caminar por el pasillo del castillo principal. Respondí la reverencia con una bella sonrisa, y me gane un leve sonrojo por parte del guerrero. El hombre siguió caminando con tranquilidad por el pasillo, como si aquel lugar no hubiera sido gobernado por mi padre. Pero debía agradecer la influencia que ejercía Alessio en los guerreros y habitantes de la fortaleza, pero Mercia era grande y aún más Anglia Oriental.

Mi reina. - Otro guerrero apareció por el pasillo dando una reverencia, aunque este hombre no esperó mi respuesta.

Qué extraña era la palabra reina en la boca de los demás. Mi reina había sido Aslaug, la bella madre de Ubbe. La que había sido asesinada por el error de entrometerse en un matrimonio. Mis pensamientos divagaron hasta que mi cuerpo sin percatarse había llegado al dormitorio de Ivar. Toqué la puerta sin meditar si estaba interrumpiendo alguna situación, pero la voz de Ivar se alzó.

Váyanse. - Escuche la voz furiosa de Ivar y el sonido de un vaso rompiéndose en el suelo o pared de la habitación. Sin miedo por el tono de voz de Ivar entre observar la salud de sus piernas. - Eira... Pensé que eran mis hermanos. - Se excuso el menor de los Ragnarsson sentándose en su cama. Observe las piernas de Ivar y me acerque para tocarlas. - Estoy bien.

¿Estás seguro? - Le pregunté para sentarme en el suelo mirando hacia arriba. Aquel gesto le gustaba a Ivar. El siempre miro hacia arriba.

Observe que su cabello estaba suelto, caía alrededor de sus hombros, dándole una imagen dulce, pero contradecía con los tatuajes que brillaban en su piel desnuda. Había visto a Ivar desnudo un montón de veces, pero verlo con su cabello suelto le daba otra imagen. - ¿Dónde está Astrid?

Con Torvi quizás. - Ivar se encogió de hombros quitándole importancia a la ausencia de su esposa.

Me gustaría regresar contigo a Kattegat. - Confesé entregando una media sonrisa. Ivar viajaria mañana junto a Ragnar, Lagertha y Bjorn. Ivar gobernaria Kattegat y Bjorn Saqueria nuevas tierras. El único Ragnarsson que se quedaría aparte de Ubbe, sería Hvitserk como Rey de Northumbria. Rezaba cada día por ese matrimonio, pero ante que otro pensamiento surgiera en mi cabeza Ivar se acercó con rapidez para besarme. El movimiento fue tan rápido que no pude retroceder para rechazarlo, pero abrí mi boca para sentir la calidez de su aliento. Había besado a Ivar dos veces, pero eran besos amistosos, sin perversión en ellos. Pero ahora su beso era distinto, era deseo puro. - ¿Ivar qué sucede? - Me aleje de los carnosos labios de Ivar para preguntar su repentino movimiento. Sabía que amaba a Astrid y que no tenía sentimientos amorosos hacia mi.

Astrid desea luchar. No quiere gobernar. - Confesó Ivar dejándose caer al frío suelo de la habitación. - Y tu llegas diciendo que quisieras venir conmigo. Al parecer me casé con la mujer incorrecta.

Astrid nació como la hija de un pescador. - Indique con tranquilidad. - Jamás pensó en ser Reina, deberías entenderla.

¿Como? ¿Dejando que se aliste al ejército de Bjorn? - preguntó Ivar con su ceño fruncido.

Quizás si. - Admiti tratando de suavizar su situación. - Si la obligas, no serás feliz. Y al final, lejos de ti cambiara de decisión. - Puntualice tomando de su mano para tranquilizarlo.

¿Estás segura? - Pregunto inocentemente. Su bello rostro demostró la incapacidad que tenía de entender a Astrid.

Si. - En realidad no estaba segura, pero quise entregarle un destino diferente. Si Astrid partía con su esposo, se marcharía de Kattegat o lo mataría durmiendo.

Pero deberíamos seguir besándonos. - Sugirió Ivar con tono de diversión en su voz. Y su sonrisa traviesa.

No podrías conmigo dulce Ivar. - Le comente mientras me acercaba a él para sentarme en sus piernas, su sonrisa desapareció al verme en esa posición. Y escuche como tragaba saliva. - Quizás si nuestros destinos hubieran sido distintos habríamos terminado juntos. - Exprese al momento que acariciaba sus labios.

Quizás sea en este destino. - Me reí por sus palabras sin evitarlo, pero Ivar no rio. No había matices de diversión en su rostro.

En unos años más seré muy vieja para ti. - Le expliqué juntando nuestros rostros con una sonrisa, tratando de contagiar mi diversión hacia él.

Jamás me intereso tu juventud o tu cuerpo. - A Veces los ojos de Ivar eran más hermosos que los de su hermano mayor. - Siempre me gustó tu inteligencia.

Dulce Ivar... - Mis labios se movieron por voluntad propia para llegar a la boca del menor de los Ragnarsson. Nos besamos lentamente disfrutando aquel beso. No era pasional, ni rencoroso. Fue un beso dulce, tan dulce que quedará grabado en mi mente. Los labios de Ivar eran suaves y esponjosos, quizás como los besos de Heahmund, pero con un sabor diferente. Un sabor dulce y amargo a su vez. - Te extrañaré.

Y yo a ti. - Exclamó Ivar suspirando cerca de mis labios. Cerré los ojos disfrutando el tacto del cuerpo de Ivar. - Te estaré esperando en Kattegat cuando sea el momento de que abandones Inglaterra.

Ojalá sea pronto. - Le comente mientras abría los ojos. La belleza de Ivar resplandecía con la luz del fuego de la chimenea. - Serás un gran Rey.

De lisiado a Rey. - Ivar se burló de su nuevo estatus.

De esclava a reina. - Comente de la misma forma burlesca de Ivar.

Que pareja inusual seríamos. - Musito Ivar acariciándome el cabello con suavidad, sonreí ante esas palabras. - Siempre me pregunte, porque te enamoraste de Ubbe. - Y de un momento a otro Ivar cambio su actitud.

¿Por qué esa pregunta? - fruncí mi ceño ante esa duda.

¿Por qué no te enamoraste de mí? - La pregunta de Ivar me descoloco. Con incomodidad me levanté de sus piernas.

No tiene sentido esa pregunta. - La incomodidad empezaba aumentar al percatarme de la seriedad de Ivar. - Ambos estamos casados.

¿Es por mis piernas? - Siguió hablando Ivar sin importarle mis palabras. - ¿Es por ellas? - Palmeo fuertemente sus piernas.

¡No! - Grite ofuscada por la situación que estaba creando Ivar. - Jamás me interesó tus piernas.

¿Entonces que? - Ivar respondió simulando mi grito. - Te has enamorado de hombres sin mentes ni ambición. Ubbe, Heahmund y Aleesio...

Basta Ivar. No tiene sentido esta conversación. - Interrumpí sus palabras. Me estaba causando daño.

Necesito entender. Desee tanto tenerte. - La voz quebrada de Ivar disminuyó mi enojo. - Quise acercarme a ti. Disminuí mi enojo y la rabia constante que se apoderaba de mi mente. Trate de ser mejor para ti...

Ivar. - Me arrodille a su lado para quedar a su altura. - ¿Por qué no lo mencionaste antes?

Te veías feliz con Ubbe. - El suspiró de Ivar rompió mi corazón. - Y luego conocí a Astrid. Ella me comprendió...

Creo que me enamoré de Ubbe desde el primer momento que lo vi. - Una sonrisa salió de mi boca al recordar la primera vez que vi a Ubbe. - Él no está lastimado. No tiene trauma, dolores o penas que atormentan su vida.

No te entiendo. -Replicó Ivar frunciendo su ceño.

Estamos rotos Ivar. Ambos tenemos dolores que nos atormentan. - Le confesé con tranquilidad mirando sus bellos ojos. - Ubbe me contuvo y Heahmund es un bálsamo para mis heridas.

Si me lo hubieras pedido, habría cambiado. - La media sonrisa que me entregó Ivar me enterneció.

Jamás te hubiera pedido tal cosa. - Le confesé agarrando su mano. - Has encontrado la mujer ideal para ti. No hubiéramos durado.

No lo sabes. - Puntualizó severamente. No sonrío ni siquiera me observo, su mirada se enfocó en la unión de nuestras manos.

¿Qué puedo hacer para que estés mejor? - Le pregunté dulcemente, con el objetivo de levantar el ánimo de Ivar. La mirada que me entregó el menor de los Ragnarsson fue suficiente para entender su intenciones.

Nadie lo sabrá. - Comentó Ivar con voz baja. - Será un secreto.

Nuestra relación cambiaria. - Le confesé sintiendo mi nerviosismo tomar el control de mi cuerpo. El que me pidiera que me acostara con él, de una manera dulce sin enojo ni descontrol en sus palabras había provocado la aceleración de mi corazón.

Nuestra relación mejoraría. - Una pequeña risa salió de mi boca al escuchar sus palabras.

Nunca pierdes Ivar el Deshuesado. - La sonrisa amplia que me entregó era porque sabía que había ganado. Me levanté para caminar hacia la puerta y cerrarla con llave. Estaba segura que me iba a arrepentir de mi siguiente movimiento, pero un deseo había crecido dentro de mi al momento de escuchar las palabras de Ivar. - No soy Astrid. - Le indiqué al momento que me acercaba para ayudarlo levantar del suelo. - No grito, no muerdo, ni hago sacrificio. - Ivar aceptó mi ayuda. Se levantó con la ayuda de sus muletas y los fierros de sus piernas.

Sé quien eres. - Añadió Ivar. - Te he observado desde que llegaste a salvar la vida de mi madre.

Es bastante tiempo. - Le indiqué con mi voz baja al momento que veía como los labios de Ivar se acercaban a los míos.

No tienes idea. - Los labios de Ivar eran dulces, demasiado dulces para su personalidad explosiva. Abrí mi boca permitiendo el paso de su lengua. Nuestros labios realizaron una danza perfecta, y nuestros cuerpos se sentían en confianza, como si aquel gesto lo hubiéramos realizado miles de veces.

No recuerdo quien llevó el ritmo de nuestra unión, ni Quien fue el primero en desnudarse y entregarse al placer. No recuerdo quejarme, ni sentirme culpable al momento que sentí la virilidad de Ivar entrando en mi cavidad. Pero lo que recuerdo es que gemí su nombre, y que nadie había sido tan dulce con mi cuerpo herido y torturado.

Déjame besarlas. - Desnudos en el colchón que dormía junto a Astrid, me di vuelta para mostrarle mi espalda. Aquella parte que había sido azotada por sajones. Ivar beso lentamente la longitud de mis cicatrices, pasando su lengua que lograban estremecer por completo.

Ivar...- Gemí el nombre del hermano de mi esposo sin vergüenza. Los besos de Ivar eran caliente, más caliente que el mismo fuego. Me di vuelta rápidamente al sentir como mi entrepierna se calentaba. - Ivar... - Gemí nuevamente su nombre en su boca. Lo bese desenfrenada, sintiendo como mi vagina se humedecía cada vez más. Ivar se acostó boca arriba al momento que nos separamos, sabía que era el momento de sentirlo dentro de mi, pero su orden fue distinta.

No. - Ivar detuvo mi movimiento para agarrarme de la cintura fuertemente obligándome a subir por su cuerpo.

¿Qué quieres hacer? - Le pregunté sin comprenderlo.

Saborearte. - Me confesó Ivar sin dejar de guiar mi cintura hasta que llegó a su cabeza. Y en ese momento comprendí su actuar. Dude en bajar mi cintura hasta su cara, pero él no dudo. Al ver mi vacilación, Ivar levantó su rostro para besar mi vagina y un gemido de sorpresa salió por mi boca al sentir su lengua dentro de mi. Lo hizo lentamente para disfrutar cada parte de mi vagina.

Estaba enloqueciendo de placer y Ivar lo sabía. Aumentó la rapidez de su lengua moviéndola alrededor de mi clítoris hasta que mis gemidos eran cada vez más fuertes.

Ven. - Me dificulto obedecer a Ivar. Mis piernas flaquearon al querer moverme. Sabía lo que Ivar quería, debía ponerme encima de él para unir nuestras intimidades, pero no pude. El menor de los Ragnarsson me agarró fuertemente de mi cintura para llevarme encima de su pene. Me penetró con lentitud, sin rapidez ni ansiedad por su parte.

Mi querido y dulce Ivar. - Suspire con una sonrisa al sentir como el orgasmo empezaba a llegar a mi cuerpo. La dureza de Ivar abría mi cavidad sin compasión. El momento en que llegó el orgasmo a mi cuerpo fue como si miles estrellas estallaban a mi alrededor. Ivar siguió moviéndose por un largo tiempo, mientras mi cuerpo volvía del nirvana. Hasta que su cuerpo llegó al orgasmo con un ronquido tan fuerte que mi mente se alarmó por el peligro de ser escuchados.

¿Qué haces? - Me preguntó Ivar al percatarse de mi intención de vestirme.

Puede llegar Astrid. - Le indiqué observándolo con mi vestido en mis manos.

No llegará. - Me aseguro Ivar con tranquilidad sin dejar de observarnos. - Quédate. - Me suplico con su mirada. Quise quedarme y refugiarme a su lado, pero la culpa empezaba a llegar a mi mente.

No puedo Ivar. Esto no debió ocurrir. - Murmure conteniendo las lágrimas que querían salir. - No puedo lastimar mas a Ubbe. Perdóname. - Le musité al momento que me vestía sin mirarlo.

No me arrepiento. - Confesó Ivar antes de que saliera de su habitación.

Ni yo. -

El día de la despedida de Ivar estaba frío, algunos copos de nieve caían por nuestra tierra, dándole un aspecto a los labios de Ivar aún más deseables, pero aun así con la belleza del paisaje la despedida de Ivar fue extraña. No tengo otra palabra para describirla. La mirada de Ivar era fría, como si aquel encuentro en el día anterior no hubiera pasado jamás. Me acerqué con lentitud al lado de Ivar quien observaba sus embarcaciones preparándose. Con miedo me acerqué esperando su negativa, pero su mirada se suavizó al verme cerca de él.

¿Astrid? - Pregunte con voz baja rezando de mi pregunta no lo ofuscara.

Viajará con Bjorn y Haldfan. - Musito Ivar. Me había olvidado por completo de los hermanos, aquellos dos hombres que aceptaban viajar con los Ragnarsson sin pedir nada a cambio.

¿Y Harald? - Pregunte tratando de buscarlo con mi mirada.

Viajará a Noruega conmigo. - Expreso Ivar con tranquilidad sin mirarme.

No confío en él. - Le confesé sin quitar mi mirada de su perfil.

Ni yo. - Musitó Ivar sin mirarme Aún . - Solo confío en ti.

Astrid volverá. No te preocupes. - Exprese cambiando el ritmo de la conversación. Ivar miraba sus embarcaciones preparándose. - Aún tiene sed de sangre.

Se que volverá, pero no dudo que la acepte. - Observe como Ivar tensaba su mandíbula. - Cuidate Eira. Si no nos volvemos a ver en esta vida, será en el Valhalla.

Ivar. - Agarre su brazo al momento que me percate de su despedida. - No te vayas. - Escuche los gritos de los guerreros esperando la llegada de su líder para zarpar.

Gracias por todo. Me has enseñado el valor de la vida. - Declaro Ivar sin mirarme. - Debo irme.

Escúchame. - Le supliqué, aunque no sabía qué decirle, pero quería detener su partida por unos segundos más.

Si me quedo un segundo más no seré capaz de zarpar. - Admitió Ivar mirando sus pies. - Adiós dulce Eira. - Susurro en voz baja mirándome por primera y última vez de ese día.

Lo vi partir con ojos tristes y semblantes de angustia. Vi como su esposa se quedaba al lado de Bjorn y de una embarazada Torvi. Observe como Ragnar abrazaba a Lagertha en su embarcación, esta vez partieron al lugar que nunca debieron salir. Su granja.

Me despedí con mi mano por última vez de mi familia. Y mire por última vez los ojos azules de Ivar Ragnarsson y enfocarme en los bellos Ojos de Ubbe, quien me esperaba con una bella sonrisa.

Tenemos unas tierras que gobernar. - Añadió al momento que entrelazamos nuestras manos.

Y unos hijos que criar. - Ubbe apretó mi mano con dulzura para empezar a caminar a la fortaleza de Mercia.

Volví a ver a Ivar unos años después, en una guerra distinta, pero con el mismo amor que me había profesado. Quedó como un secreto aquel encuentro, un secreto que nos llevaríamos al Valhalla.



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! Hola! Para entender mejor este one shot pueden pasar leer mi historia Eir's Amulet y los que ya leyeron pueden imaginarse un final alternativo ente Ivar y Eira.
Besos a todos ❤️❤️

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