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Ivar Part I





La primera vez de Ivar, fue exactamente todo lo contrario que se imaginó. Desde que intento acostarse con Margarethe, sus intentos por tener sexo se habían esfumado. Se lamentaba todos los días, por no sentir aquellas emociones que experimentaban todos los demás, desde el más inútil hasta el más inteligente. Pero el lamentablemente, no era ni inútil, ni inteligente, era un lisiado. Algo que la gente de Kattegat se los recordaba todos los días.

El día que todo cambio, Ivar lo recordaba a la perfección. Quedaba un día para el matrimonio entre Eira y Ubbe. Y recordaba el sentimiento que tenía, odiaba la suerte de su hermano.  Se había conseguido una mujer fuerte, inteligente y además sirvienta de los dioses. Una mujer que cualquier vikingo desearía. Pero lo que más deseaba Ivar de Eira, era su manera de curar. Ella le había quitado los constantes dolores que sentía por sus piernas, le había entregado noches, en el que era capaz de dormir. Además del sentimiento de enojo constante, desaparecía la gran parte del día. La quería si, de un modo que jamás había experimentado.

Dulce Ivar, llegue. – Escucho la voz de Eira, entrando a su habitación. Amaba como le decía, porque el, no tenía nada de dulce. Pero escucharlo en la voz de Eira, en cierto modo lo creía. – Traje las hiervas. – Eira, le tendió una botella. Ivar se acercó para sentir el olor de la botella, era una variedad de hiervas, que no supo identificar. – Traje una pomada, quisiera hacerte un masaje. – Su amiga se sentó en su cama. Y la miro con sorpresa. El rara vez les mostraba sus piernas a alguien. – Venga vamos, estoy nerviosa. Ayúdame a distraerme. – Y ella realizo una cara de pena, que lo convenció. Eira cuando conoció a Ubbe, lo primero que le vio fue su pene, así que sus piernas no podrían ser peor.

¿Tan nerviosas estas? – Le pregunto Ivar, para cambiar el foco de atención de sus piernas. Sintió que Eira le quitaba el pantalón. Evito la mirada de ella, y Ivar miro hacia arriba. – Es solo Ubbe.

Es la primera vez que me caso. Quizás a la tercera vez, este más tranquila. – Le comento su amiga con voz de diversión. El no pudo evitar sonreír, adoraba el humor de ella. Y era de las pocas personas que entendía el humor de él o lo soportaba. Ivar decidió disfrutar el masaje, Eira movió sus manos con suavidad, que le provoco placer. Era una sensación extraña para él, porque nunca había estado en esta situación.

Ivar, si tu erección, es tu manera de decirme que te gusta mis masajes. – Se despertó al escuchar la voz de su amiga. – Pues muchas gracias. – Y miro su pene, el cual se había levantado. Ivar lo admiro por varios segundos, estaba duro y levantado. No sabía que la virilidad del hombre se colocaba de esa forma.

Pensé que no podía. Lo intente con Margerethe. – Se sincero con Eira.

Margerethe es una niña. Necesitas una mujer Ivar. Alguien que desees. – Y Ivar miro coquetamente a Eira, quizás ella le haría el favor. Era demasiado buena para negarse.

Lo haría encantada, pero Ubbe no le gustaría. – Le respondió Eira con una sonrisa. Y él respondió la sonrisa. Sabía muy bien a quien deseaba.


Astrid la hija del pescadero, era una mujer rubia, alta, delgada, pero de una mirada penetrante. No se intimidaba por nadie, y por nada. Deseaba ser Escudera, era buena luchando, sabia manejar las armas, pero carecía de práctica. Ivar, la había estado vigilando desde que la conoció.  Desde el momento que la vio, sacrificando el animal para Frey y vaya que le había encantado ver esa imagen.

Era la quinta vez que seguía a Astrid. Sabía que se levantaba en la mañana, para trabajar con su padre. Estaba la mayor parte del día en la tienda, donde vendía pescados. Él había pasado unas veces por ese lugar, mirándola atentamente sin decir ninguna palabra. Luego ella, los viernes por Freya, se realizaba un baño. En una poza que estaba cercana a Kattegat, así que ese día la espero en ese lugar. No sabía que movimiento iba realizar, era seguro en todo lo que hacía o decía, pero dudaba en todo lo que era el ambiente sexual.

Se sentó en un lugar escondido para esperar a Astrid, hasta que la vio llegar. No lucia muy hermosa, estaba desordenada y muy seguro desprendía el olor del pescado. Ivar espero que Astrid se desnudara, ella lo hizo rápidamente para entrar el pequeño pozo que estaba esperándola.  Para Ivar, la joven y delgada Astrid se veía hermosa. Si pudiera la obligaría que siempre estuviera desnuda. Su cuerpo delgado, hacia relucir un abultado trasero y unas piernas tonificadas. Ivar se concentro en el cuerpo de la mujer, veía como el agua acariciaba las partes de ellas, específicamente las partes íntimas. Ivar divago en cómo se sentiría entrar dentro de ella, y al momento de imaginar su virilidad se levantó. El con rapidez, se lo saco de su pantalón con ansiedad para masturbarse. Empezó a frotar su pene con movimientos rápidos y frenéticos. Era tanta la ansiedad que, en menos de cinco segundos, Ivar había terminado. Derramando su leche entre sus manos. Al sentir el éxtasis recorrer su cuerpo, el joven lisiado cerro sus ojos disfrutando el momento, hasta que una voz interrumpió su placer.

¿Tan rápido fue? – Astrid la hija del pescadero, estaba al frente de él, completamente desnuda. La joven miraba con su ceja levantada el pene del príncipe de Kattegat. Ivar quiso decir algo, pero no se atrevió. En cierto modo el sabia que estaba en desventaja. Totalmente expuesto. Pero lo que le sorprendió es que aquella mujer, se arrodillo delante y lamio toda su leche que tenia en su mano. Ella sonrió malvadamente al verlo sorprendido, con su boca ligeramente abierta. Astrid se acercó para besarlo, y así lo hizo. El joven príncipe no hizo ningún movimiento, se dejo besar por aquella mujer, y sintió el sabor de su semen. – Te espero en la noche en mi casa, estoy segura de que sabes donde queda, ya que me haz estado siguiendo desde hace días.

Dos semanas. – Le Comento Ivar con sinceridad. La mujer lo incitaba decir la verdad, ya que ella era aun más sincera que él. -  Prometo que no será tan rápido. – Le prometió Ivar. Pero el no estaba tan seguro de aquella promesa, ni siquiera sabia si era capaz de durar tanto tiempo.

Eso espero Príncipe de Kattegat. – Astrid paso su lengua en los labios de él, para luego separarse con su vestido en la mano. Ivar no quito la mirada del trasero de ella, hasta que se perdió en el bosque. Esperaba con ansias que llegara la noche para encontrarse con aquel trasero.

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