Bjorn
Bjorn Ragnarsson Rey de Kattegat. La noticia del reinado del hijo mayor de Ragnar recorre tan rápido fuera del país como el vuelo de un cuervo. Y los regalos para caer en gracia al Rey de Kattegat llegan en cantidades.
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Espasmos recorrían mi cuerpo después de que un líquido espeso amarillento saliera de mi boca sin esperar algún permiso de mi parte. Mi cuerpo sudado, y el calor de la cocina provoca que mi cabello se pegara a mi rostro dificultando mi visión. Mi cabeza giraba sin descanso, el mareo no le entregaba tregua a mi cuerpo, desde que di un pie al drakkar de Jarl Halstein Erikson.
El viaje de Birka a Kattegat estaba resultando más largo de lo que esperaba. No recordaba con exactitud cuántos días habían transcurrido desde que salimos de mi ciudad, pero aun lograba sentir el leve roce del beso que mi madre depositó en mi mejilla. Jamás nos habíamos despedido. Era la primera en salir de nuestro pueblo. Era la primera en salir de Suecia y la primera en pisar tierras noruegas.
—¿El Hidromiel? —Las pocas palabras que utilizaba Dag en sus preguntas, se habían transformado en una costumbre. El fiel guerrero de Jarl Halstein me pedía a diario un Hidromiel recién preparado. Y mis manos preparaban la bebida a la salida del sol, sin ni siquiera esperar alguna orden. — ¿Aún vomitas? —Observe cómo sus ojos se posaban en el recipiente que utilizaba para botar el liquido amarillo que salía de mi boca.
—Prepararé más. —Son las mismas palabras que utilizaba a diario con Dag. Las órdenes de mi madre rondaban a diario, de quien o quien debía hablar. Sus enseñanzas se limitaban en la historias de los dioses, de como preparar la carne de jabalí, y de mantener mi boca cerrada. Aunque lo último no lo había aprendido con exactitud a los deseos de mi madre.
El tiempo en la cocina transcurría de forma distinta. Los pensamientos, los recuerdos dolorosos, y la maldición de ser esclava desaparecen al momento que mis manos empezaban a trabajar con las verduras y las carnes. Aquello era el legado de mi familia. Mi abuela, mi madre y mi media hermana somos conocidas en Birka por nuestras aptitudes en la cocina.
La cocina ha sido nuestra salvación, y una perdición.
—!Eira! — El grito del pequeño hijo de Dag sobresaltó mi cuerpo. Pero al ver su sonrisa por su rostro, mi cuerpo se relajo. — Tierra a la vista. —Y su sonrisa, me contagió.
El viento frío golpea mi cara, recordándome que no había salido a proa por días, refugiándome en la cocina para aislarme de los problemas. Las pequeñas manos del hijo de Dag sujetan mi vestido con intensidad. Estaba emocionado por ver a Bjorn Ragnarsson, el hijo mayor de Ragnar Lodbrok. Rey de Kattegat, la ciudad más grande de Noruega. Y quizás las más grandes que gobernaban los vikingos.
Mi conocimiento de la grandeza de un pueblo se limitaba al mercado de Birka, pero nada de lo que había presenciado se semejaba a la gran civilización que veían mis ojos . Al ver la inmensidad de la ciudad de Kattegat, lograba entender el deseo de Jarl Halstein de lograr una alianza con Noruega. Sin haber dado un pie en la ciudad, estaba segura que la riqueza resaltaba en aquel mercado. Y sin querer mi estómago se revolvió nuevamente, aunque esta vez el vómito se presentaba por la ansiedad de conocer al vikingo más importante de nuestra historia.
Al momento que la embarcación se acercaba al muelle, la gente de Kattegat se reúnen alrededor del puerto para la llegada del Jarl de Birka. Mientras más se acercaba nuestra embarcación, mi corazón empezaba a latir con rapidez. Estaba ansiosa de conocer al Rey. La leyenda del hijo mayor de Ragnar, era conocida por todo Suecia. No había otro vikingo con una historia más poderosa que Bjorn brazo de hierro.
Esperé que los hombres, mujer y niños libres bajaran de la embarcación, para poner un pie afuera del barco. De lejos pude observar como la altura del Rey de Kattegat resaltaba de los demás. Me coloque de puntillas para mirar con detalle a una leyenda viva. Pero la multitud no me dejaba observar con detalle la figura del Rey. Solo llegó a mi visión su espalda ancha, la cual se adornaba por su cabellera rubia perfectamente trenzada hasta la cintura.
El mercado principal de Kattegat era bullicioso. Los gritos de los vendedores resonaban por el lugar, logrando sentir por unos momentos que estaba en casa, caminando en mi mercado al lado de mi madre y hermana. A ambas les fascinará este lugar.
Una extraña fruta aparece en mi campo de visión deteniendo mis divagaciones. Me acerqué cuidadosamente al local del vendedor, evitando que mi cuerpo tocara a una persona libre. Estaba a pequeños pasos para llegar a ver aquella fruta desconocida, hasta que el cuerpo de un hombre detiene mi camino.
—Afuera, Thrall —se apresuró el vendedor en dictar su orden —. No hay lugar para ti aquí. —Toqué el collar que colgaba de mi cuello para topar la runa que nos marcaba de por vida. Pero saque la mirada de aquella fruta verde para posarla en los ojos del vendedor. El hombre era alto, tan alto como el Rey de esta ciudad.
—Sé lo que soy —conteste—. No debes recordármelo.
—Insolente —bramo —. ¿Quién es tu dueño?
—Solo quiero comprar aquella fruta. —Levanté mi dedo para apuntar la fruta verde que reposaba en la mesa del vendedor. —Tengo el dinero.
—No volveré a repetir nuevamente, ¿quién es tu dueño? —Pregunto nuevamente.
—No es de su incumbencia. —Resalte al momento que daba un paso hacia adelante para agarrar la fruta entre mis manos, pero el vendedor empujó mi cuerpo con fuerza, tirándome al suelo de un golpe. Mi rostro cayó directo al lodo.
—Tienes dinero...— murmuró sorprendido el vendedor cuando vio mis monedas caer al suelo de mis bolsillos.
—Imbécil — masculló en voz baja, pero el vendedor escuchó la palabra.
—¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma, maldita esclava? —escupió— .¿Quién es tu amo? —Sentí el peso de su pie en mis piernas, ejerciendo fuerza en el tacto.
"Quédate quieta" "No te muevas" La voz de mi madre taladro mi cabeza ordenando mi actuar, pero la fuerza de su pisada silencia aquella voz. Pero antes de que realice algún movimiento la voz de un conocido se presentó.
—¡Sueltala! —grito Dag —le pertenece al conde Halstein—. Y el peso en mi pierna desapareció, para presentarse otra fuerza en mi brazo. El lugarteniente de Helstein me levanto bruscamente—. Vamos, el conde te necesita. —Dag no espero una respuesta de mi parte, con fuerza sostuvo mi brazo para sacarme del mercado.
—¿Qué sucede?—pregunté.
—Cállate y límpiate el rostro. —Levanté mis manos molesta para sacar el barro que está en mi mejilla—. Trata de controlar tu temperamento en esta ciudad.
No quise responder. No es porque no tuviera las respuesta correcta a su comentario, pero con Dag era prefería callar. A veces su agresividad era peor que la furia de los dioses.
—¿Tratas de ofenderme? —La voz del Rey Bjorn es lo primero que escucho al momento que las puertas se abren de la casa comunal. El calor del lugar era inmenso, y contradecía totalmente el frío de la ciudad. Quise dar los siguientes pasos hacia adelante para observar la casa comunal con más detalle, pero la mano de Dag me detuvo.
—Su nombre es Eira. —Dag me empujo hacia la izquierda al momento que el conde se levanta de su asiento —ven, dulce Eira. —Observó como Halstein extiende su mano a mi dirección. No dude ni por un segundo de aceptar su mano. Estaba delante del Rey Bjorn. Mi corazón empezó a latir con rapidez cuando quise conectar mis ojos con los de él. — Eira, él es Rey Bjorn Ragnarsson, hijo del gran Ragnar Lodbrok. —Bjorn evita mi mirada.
—Es un hon...—
—¿Me entregas una cocinera a cambio de mi lealtad? —La mirada del Rey es de repulsión hacia mi conde. Fruncí el ceño al instante al escuchar esas palabras. "Entregar una cocinera" ¿hablaba de mi?
—No es cualquier cocinera, su familia proviene del Dios Andhrímnir. —Negué con mi cabeza rápido ante esa horrible idea que se ha creado en torno a mi familia. —Creeme una vez que pruebes su comida, no podrás dejarla ir. —Halstein soltó mi mano para empujarme hacia adelante para acercarme al cuerpo del rey. —Es bellísima, puedes hacer con ella lo que quieras. —Los ojos del Rey viajaban por mi cuerpo atento a cada detalle. Desvié mi mirada incómoda por la intensidad de sus ojos azules, todo su cuerpo intimidaba al mío.
—Si su comida es tan deliciosa, ¿por qué la dejas ir? —Mi boca se movió, pero de ella nada salió. Sabía la respuesta, pero no era la indicada para hablar. Debía callar. Halstein conocía mi temperamento, e incluso le era divertido mi comportamiento. Pero Bjorn, el rey no me conocía.
—Dahlia, su madre parió otra niña. Ambas sacaron el don de la cocina. - Puntualizó el Jarl de la ciudad que había crecido. —Es un regalo para ti. Su comida es digna de los dioses.
—Prepárame algo. Decidiré si provienes de Andhrímnir. —Mi cuerpo se encogió al escuchar que el Rey se dirigía a mi. Baje mi mirada con rapidez, ante su magnificencia —Llévenla a la cocina. —Y otras manos me agarraron del brazo para sacarme de aquel lugar.
La cocina era grande, incluso más grande que la de mi pueblo. Bjorn Ironside recalca en cada habitación la riqueza que poseía. Al momento que levantaba mi mirada para observar la cocina, mis ojos se posaban en la persona que había dirigido mi camino. Una mujer delgada, de cabello rojo y unos verdes me miraban esperando una reacción de mi parte. La esclava debería tener la edad de mi madre.
—Eira —musitó mi nombre esperando que fuera lo suficiente para presentarme.
—Kaysa. Te ayudaré en lo que necesites. —Sus palabras, o la seguridad en su voz me transmitió la firmeza que necesitaba mis manos para preparar el mejor banquete. Aunque ello significaba que me alejaría de mi dulce madre y de todo lo que conocía de mi pequeña e inexperta mente.
La cocina va a ser la forma en la que hablaras. Los ingredientes, serán tus palabras. La cocción será la seguridad que la transmites. Y la respuesta de los demás, será la aprobación.
El único recuerdo que tenía de mi abuela materna, eran esas palabras que se habían convertido en el compromiso que daba cada día antes de preparar un banquete. En mis manos estaba el linaje de mi abuela.
El jabalí, la mejor carne que podría tener en mis manos. La carne que el Dios Andhrímnir preparaba cada día para los Aeseir. Los grandes señores de Asgard se deleitaron con los sabores del banquete. Y aquel deleite era lo que debía conseguir en cada preparación.
Necesitaba que cada persona probará mi cocina, sintiera placer al dar un mordisco en la comida. Si ellos aprobaban mi preparación, mi cuerpo y mi mente lo designaba como una batalla ganada.
—¿Necesitas ayuda? —La voz de Kaysa me sacó de mis cavilaciones.
—Haré un guiso de pollo. —Y aquello fue lo único que necesito Kaysa para salir de la cocina en busca de una gallina.
Ingredientes; pollo, zanahorias, cebolla y un nabo y el toque secreto un poco de hidromiel recién preparado. La receta favorita de la abuela Lena. Mientras la esclava del Rey Bjorn buscaba lo principal, me dediqué a preparar Flatbrød. La cocina de la casa comunal estaba equipada con todo los ingredientes que necesitaba.
—¿Necesitas algo más? —preguntó Kaysa cuando llegó con la gallina sin cabeza y sin plumas.
—Ve donde el conde Halstein, e indica que necesito mi hidromiel —me apresure en responder mientras agarraba el pollo de sus manos para colocarlo en el caldero.
—Tenemos hidromiel —contestó.
—Necesito mi hidromiel —indique nuevamente —por favor... —gire mi rostro en busca de su mirada. Kaysa fruncía su ceño mostrando su molestia—. Lo preparo diferente.
La esclava salió de la cocina sin discutir mis palabras. Necesitaba todo lo que había preparado mis manos, ese era realmente el secreto. Mis manos eran las que tenía la magia de mi abuela.
Pasaron las horas desde que lleve el primer plato al Rey de Kattegat. Y nada salía de su boca. Su mirada estaba fija, mientras se llevaba los bocados a su boca. Pero escuchaba los gemidos de los presentes.
Me escondí en la esquina del salón principal esperando alguna respuesta, pero nada salía de las bocas de los presentes. Por Odín, no permitas que sea humillada. Mi esclavitud era suficiente.
—Bien. Acepto. —Y fue lo único que salió de la boca del Rey para volver a colocar otro bocado en su boca. Esperaba que una sonrisa se posara en mi rostro al escuchar la aprobación del hijo de Ragnar. Pero la única respuesta de mi cuerpo fue soltar una solitaria lágrima por el significado de su aceptación.
Ya no le pertenecía al conde, con tan solo esas cortas palabras, mi cuerpo y mi alma se someterán a las órdenes del Rey Bjorn Ragnarsson.
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Este One shot tiene su propia historia !
Está en mi biblioteca con el nombre Thrall: La esclava del rey vikingo.
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