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II - El Ancla

Cada vez que Andy jugaba contra Novak, se preguntaba cómo había sido alguna vez capaz de ganarle. Se volvía loco con cada toque, con cada revés y cada desplazamiento, dejaría de jugar solo para admirar el juego del serbio, para verle volar sobre la pista.

Andy salió de sus pensamientos cuando tuvo que correr para devolver un revés que le pilló a contrapie. Con los músculos chillándole y la cabeza en la profunda admiración que sentía por Djokovic, la bola acabó estrellándose contra la red. Un juego se sumó al recuento del serbio, y ya eran cinco los que acumulaba en aquel set, en el que Murray todavía no había conseguido estrenar el marcador, pese a que en los dos anteriores sí había ofrecido resistencia.

Un juego más, y Novak habría ganado el partido y clasificado a la siguiente fase, era así de simple.

O así de difícil.

Puede que en una pista cercana, estuvieran probando algún tipo de megafonía, tal vez el sonido provenía de algún lugar de carga y descarga, o del montaje de algún escenario, o stand publicitario. Fuese lo que fuese, fueron tres los impactos que resonaron, de la más estruendosa de las maneras, en la pista central.

El público miró alrededor con curiosidad, sobresaltado, mientras el juez de línea pedía calma tras asegurarse de que no existía ningún tipo de riesgo. Andy había aprovechado el momento de pausa para beber agua y tratar de recuperar fuerzas para afrontar el final que veía cerca.

Así, con todo el mundo distraído, nadie fue capaz de fijarse en la tensión que acababa de aparecer en los músculos de Novak, que completamente rígido, había convertido respirar en su mayor esfuerzo. Con la mandíbula apretada, tuvo que concentrarse en agarrar con fuerza el grip de su raqueta, que había empezado a escurrírsele entre los dedos. Trató de concentrarse en su pulso, en ralentizarlo, pero solo conseguía que martilleara tan fuerte que le retumbaba en los oídos. Apenas reaccionó cuando el juez de línea reanudó el partido, y el marcador de puntos de Andy fue subiendo, hasta que estos se convirtieron en juegos, y acabaran firmando un set, el primero del británico en el partido, y el que hacía desvanecerse la victoria inmediata del serbio.

Los comentaristas hablaban en televisión de la desconexión de Novak, el público murmuraba, señalaba, incluso el juez de línea tenía el ceño fruncido en un gesto confuso. Andy se acercó a la silla y pidió el descanso largo que le correspondía, lanzó todas sus cosas al banco para deshacerse de ellas y cruzó la red hasta llegar a Djokovic, que seguía pasmado en mitad de la pista, con la raqueta apenas sujeta y la vista clavada en el suelo.

-Novak- llamó -¿qué te pasa? ¿estás bien?-.

El serbio ni se inmutó, y eso puso a Andy todavía más nervioso.

-Oye... Nole- lo sujetó por los hombros con cuidado, y esta vez, Novak sí reaccionó; levantó la cabeza hasta que su mirada se encontró con la del escocés, que tragó saliva al no verse capaz de encontrar algo más que terror en los ojos de Djokovic.

Andy miró alrededor sin saber bien qué hacer para no comprometer más el partido; no quería ganar si su rival no estaba al cien por cien (y aunque no fuera a decirlo a nadie, realmente él tampoco podía dar lo mejor si Novak estaba mal).

Cogió la muñeca de Novak y tiró de él -va, vamos- dijo no muy alto -no tenemos mucho tiempo, dentro estarás más tranquilo-.

El serbio lo miró, y casi automáticamente empezó a caminar, todavía con la mirada llena de miedo de un niño aterrorizado. Dejaba que Murray tirara de él, no era capaz de pensar en las imágenes que más tarde llenarían las portadas, y de las que Andy se ocuparía con cualquiera de sus ocurrencias.

Cuando llegaron al vestuario, el escocés tuvo que ayudarle a sentarse.

-¿Qué ha pasado?- preguntó bajito sentándose a su lado -¿qué pasa, Novak?-.

Djokovic no encontró las fuerzas para contestar, y dejó que su cuerpo cayera hacia el lado de Andy, sobre sus brazos y su pecho. Murray esbozó una sonrisa triste y lo abrazó con cuidado.

-Está bien- murmuró -estoy contigo-.

Lo que no esperaba era que sus palabras provocaran que las lágrimas se abrieran paso entre los ojos de Novak, que empezaran a rodar por sus mejillas, silenciosas, con el serbio tratando de contener el temblor de su cuerpo.

A Andy se le apretó el nudo del estómago; odiaba ver a Novak así, así de derruido, de vulnerable. Odiaba no saber qué hacer para ayudarle, odiaba no saber cómo hacer que se sintiera mejor. Miró el cronómetro, apenas llevaban tiempo del descanso, pero sabía, sentía dentro, que esa situación no iba a mejorar si no hacía algo.

Cogió el móvil de su taquilla y llamó a la única persona que se le ocurrió que podría ayudar mientras Novak seguía temblando contra su cuerpo. Andy colgó, con una promesa de ayuda, y apretó los brazos alrededor del serbio con más fuerza.

-Vas a estar bien, Nole, te lo prometo...- murmuró y le dio un beso en la cabeza antes de apoyar la frente en su hombro y, sin otro remedio, esperar.

La puerta de vestuario no tardó en abrirse, cosa que Andy agradeció porque el tiempo seguía contando para el juez de línea.

-¿Andy?- una voz siempre tranquila llenó toda la estancia.

-Estamos aquí.

Roger caminó rápido hacia ellos, preocupado por lo empapada en desesperación que sonaba la siempre alegre voz de Murray. Cuando los vio, tragó saliva.

-¿Qué ha pasado?- preguntó preocupado.

-No... no lo sé- la voz de Andy temblaba -está teniendo un ataque de pánico, y yo... yo... no sé cómo ayudarle-.

Roger se agachó frente a ellos -Novak- llamó bajito y puso las manos en sus piernas, firmes sobre sus muslos, anclando al serbio al presente, al aquí y ahora -sé que todo parece muy complicado, pero vas a estar bien- hablaba con la voz segura, con calma -¿notas la respiración de Andy? ¿notas cómo se mueve su pecho?-.

Andy, que no sabía cómo ayudar, intentó exagerar su respiración, para que su pecho se llenara y vaciara más profundamente.

Roger afianzó más las manos en sus piernas -¿notas la respiración de Andy?- volvió a preguntar con paciencia, y esta vez, Novak asintió levemente -bien- le felicitó Federer -tienes que concentrarte en ella, en cómo sube y baja el pecho de Andy- explicó -respira con él-.

Murray se sintió mejor viendo cómo podía ayudar a Djokovic.

Roger se aseguró de que la respiración de Novak se hubiera acoplado a la de Andy antes de cogerle la cara con cuidado y limpiarle las lágrimas -te has agobiado mucho- explicó Federer con cuidado -y has tenido un ataque de pánico- retiró la última lágrima con el pulgar -pero eso es todo, vas a ponerte bien enseguida-.

Andy miró el cronómetro y rezó lo que sabía para que llevara razón, y realmente fuera enseguida si no querían meterse en problemas.

Novak buscó la mirada de Roger, que lo atrapó enseguida, y respiró hondo sumergiéndose en los ojos marrones del suizo, en la calma y la paz que transmitían, en cómo ya no le preocupaba perder el control porque sabía que Roger y Andy estaban para él. De pronto sintió cómo la tensión se liberaba de sus piernas, el nudo de su estómago se deshacía y su garganta le permitía tragar. Apretó los puños y estiró las manos varias veces, como si tuviera que adaptarse a su propio cuerpo.

-Gracias- murmuró.

Roger sonrió y le acarició la cara por última vez -es un placer ayudar- dijo, tan cordial como siempre -y apuesto a que ha sido el mejor día de la vida de Andy si has dejado que te abrazara tanto rato- dijo con una risita.

Andy se puso rojo hasta las orejas y bajó la mirada rápido, mientras Novak se incorporaba, apartándose de él. El serbio lo miró y esbozó una sonrisa cansada, se inclinó hacia él y besó su mejilla despacio.

-¿Cuánto queda?- preguntó Novak poniéndose de pie y asegurándose de que sus piernas tenían la fuerza suficiente para sostenerle.

-Un par de minutos- consiguió decir Andy.

-Bien- Roger asintió -sal primero- le dijo al serbio -ya van a hablar demasiado de que hayáis entrado juntos como para que también salgáis así-.

Djokovic asintió, volvió a dar las gracias con la mirada y salió a la pista de nuevo.

En ese momento, Roger miró a Andy -¿qué ha pasado?-.

-No lo sé- dijo -de repente como que... estaba jugando y se ha desconectado-.

-Ha tenido que pasar algo, Andy, es la persona con la mentalidad más fuerte que conozco.

Murray se mordía los labios nervioso, pensando.

-Ha pasado algo- dijo -pero no sé si tiene importancia- comentó rápido -ha habido... como unas explosiones-.

-¿Explosiones?

-Sí, no sé, ruidos fuertes, mientras jugábamos.

-En el pabellón no se ha oído nada.

-No sé, Roger, estarían montando algún escenario, arreglando algo, no tengo ni idea- se encogió de hombros -pero han sonado tres veces seguidas, el juez de línea ha tenido que parar el partido porque la gente se ha asustado-.

Federer tragó saliva y torció el gesto.

-¿Qué?- lo miró Andy -¿sabes lo que le ha pasado?-.

Roger suspiró -no sé si es lo que le ha pasado, a lo mejor ni siquiera tiene que ver, pero...- dudó -una vez, Novak me contó que de pequeño, vivió... vivió la guerra en Serbia-.

-¿Qué?

-Ya, a mí tampoco se me había ocurrido relacionar esos dos hechos.

Andy lo miró levantando una ceja.

-Me contó que... sus padres no vivían en la ciudad, que él y sus hermanos vivían en Belgrado, con su abuelo, y que... cuando... cuando había bombardeos, su abuelo abría el sótano para que bajaran los vecinos, y todos se resguardaban allí, hasta... hasta que todo pasara-.

-¿Sin saber cómo estaban sus padres? ¿Sin saber cómo estaba todo?

-Supongo que tú y yo crecimos en un lugar muy diferente al que creció Novak, Andy- dijo con cuidado.

-Y... ¿te lo contó él?

Roger tragó saliva, sabía que estaba entrando en terreno complicado -sí- dijo simplemente esperando la reacción del escocés.

-Ah...

-Andy- llamó, y el chico levantó la vista hacia él -fue... en un momento sin importancia- comentó, ahorrándose hablar de una lejana mañana de domingo en la que amanecieron bajo las mismas sábanas.

Andy asintió -yo... no he sabido reaccionar- cambió de tema -tú siempre sabes qué hacer y... por eso te he llamado-.

-Es tu mejor amigo, Andy, es normal que te hayas bloqueado al verle pasándolo tan mal.

Murray asintió.

-Venga- le animó Roger -o llegarás tarde-.

Andy se levantó, respiró hondo y salió de allí. Cuando volvió a la pista y vio a Novak preparado, girando la raqueta entre las manos y con su sonrisa socarrona de siempre, por fin respiró tranquilo.

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