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39. Gabriel

Gabriel, aka the trickster

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―¿Quién eres, Gabriel?

Gabriel frunció el ceño. 

―¿Qué?

―¿Quién eres?―Repetiste, mirándolo a los ojos.―Nos encontramos una vez, en un accidente, y desde entonces no pude olvidarte. ¡Me protegiste, me confortaste, y apareces al azar cuando te necesito o te extraño! ¡Como ahora!

―[T/N]...― dijo, con un brillo triste y casi asustado en sus ojos.

―No, no quiero una excusa―dijiste, mirando tu vaso.―He tenido suficiente esta semana y solo quiero una respuesta directa.

―¿Por qué ahora?―Gabriel preguntó, haciéndote mirar hacia atrás. ―¿Por qué estás preguntando ahora?

―Porque no quiero tratar de volver a esto más tarde―dijiste, volteando todo tu cuerpo hacia él. ―Porque debería haber estado preguntando esto antes. Porque necesito... algo que no me deje más confusa de lo que ya estoy.

Suspiró y se levantó del taburete, tendiéndote su mano. 

―¿Confías en mí?

Miraste entre su mano y sus ojos. 

―Sí―dijiste en voz baja. ―Y no sé por qué.

Él, asintiendo lentamente, dijo: 

―Si realmente quieres saber, te lo diré.

No respondiste, sino que deslizaste tu mano sobre la suya, parándote lentamente.

Él sonrió, sosteniendo tu mano mientras lideraba el camino de salida del bar hacia la fría noche.

Cuando los dos se pararon en el estacionamiento, él quitó su mano de la tuya, y casi al instante deseó no haberlo hecho.

―¿Crees en Dios?―Preguntó, mirando las estrellas.

―Yo... supongo― respondiste. ―No soy religiosa, pero... siempre pensé que había un Dios.

―Entonces, ¿crees en los ángeles?―Preguntó a continuación, sin mover su mirada.

―Sí.―respondiste.―¿Por qué?

―¿Crees en los milagros?―Preguntó después.

―Sí ―respondiste en un abrir y cerrar de ojos. ―Aunque a veces... creemos que los milagros son actos de Dios cuando... no.

Gabriel asintió, antes de mirar sus pies. 

―Entonces... ¿crees en las almas gemelas?

―¿Por qué me haces todas estas preguntas?―Preguntaste.

Levantó la mirada, mirándote a los ojos. Se quedó sin aliento al ver el brillo suplicante en tus ojos, tu voz suave mientras rogabas.

―Por favor, solo responde.

―Yo ... me gustaría― le dijiste.―¿Por qué?

Gabriel dejó escapar un suspiro, la niebla flotando en el aire. 

―¿Qué pasa si... te dijera que somos almas gemelas?

―Yo... ―tragaste el nudo en tu garganta, tratando de ignorar los nervios que crecían en ti.―Preguntaría como es que sabes eso.

Él asintió lentamente, antes de mirarte a los ojos. 

―Porque solo los ángeles saben cuando conocen a su alma gemela―afirmó.―Y yo soy un arcángel.

Miraste hacia abajo, sintiendo que tus piernas temblaban y tu respiración se entrecortaba. 

―¿Ángeles?

―Sé que es una locura― comentó.―Pero si hay demonios, los ángeles no pueden estar lejos, ¿verdad?

―Somos... tú eres... yo soy...

―[T/N], solo respira― dijo Gabriel con calma, dando un paso tentativo hacia adelante.

―¿Es esa la única razón por la que me seguiste?―Gritabas, sintiéndote herida, traicionada. Si él era realmente tu alma gemela, ¿qué parte de ti dudaba? ¿Aún así, por qué no te lo dijo? ¿La única razón por la que estaba cerca de ti era porque eras almas gemelas? ¿Eras solo su bola y cadena? ―Porque, porque un alma gemela es una responsabilidad ¿que no puedes negar?

Sollozaste, cubriste tus ojos mientras sentías las lágrimas en tus ojos. 

―Dios, eso es todo lo que he sido. Una carga. Un... un problema para todos.―No podías evitar colapsar en la acera, las lágrimas fluían. ―Dios, debería haberlo visto antes.

―[T/N], no, no.

Levantaste la vista, tu visión se volvió borrosa cuando Gabriel estaba de rodillas frente a ti, sus manos extendidas hacia ti, pero se detuvo. 

―Nunca, nunca pensaría en ti como una carga―dijo, su voz fuerte, pero suave.―Eres tan fuerte y la cosa más hermosa que... he visto en todos mis siglos.

―¿Qué?― ​​Susurraste.

―[T/N], te sigo, te ayudo, porque... porque me siento vacío cuando estoy lejos de ti.―susurró. Te quedaste quieta mientras su mano se extendía, y acariciaba lentamente tu mejilla. Tomaste una respiración temblorosa mientras limpiaba las lágrimas de tu rostro.―Quiero estar contigo y ayudarte de cualquier manera que pueda, siempre.

Lo miraste a los ojos, sintiendo tu corazón hincharse al ver la honestidad brillando en sus ojos. Sonriendo, avanzaste, envolviendo tus brazos alrededor de Gabriel. Lentamente envolvió sus brazos alrededor de ti, abrazándote fuertemente mientras sus manos acariciaban tu cabello. Cerraste los ojos, cayendo en la comodidad que irradiaba de él, tratando de alejar todos los recuerdos de la semana pasada. 

―¿Podemos salir de aquí?― Susurraste.

―¿A dónde quieres ir?―Preguntó.

―A cualquier sitio.

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Miraste tu camisa, jugando con los bordes de la misma. No pudiste evitar sonreír un poco. 

―¿Y qué tiene de interesante la camisa?―Preguntó.

―Nada― respondiste, encogiéndote de hombros, mirándolo a los ojos.

Él sonrió, antes de apoyar su frente con la tuya. 

―[T/N], ¿qué pasó?― Susurró.

Tu sonrisa cayó instantáneamente, y volteaste a mirar su camisa, tus manos la apretaban. 

―¿No lo sabes?―Murmuraste.

―Sé que Dean vendió su alma para que Sam pudiera vivir ―explicó. ―Y sé... sé que estás molesta. Yo solo...―Suspiró, haciéndote mirar hacia sus ojos color ámbar. ―Mi familia... viendo a Lucifer ser arrojado al pozo por Michael... fue difícil. Ver la lucha familiar siempre es difícil.

―Lo siento― susurraste.

Gabriel sonrió, negando con la cabeza. 

―He tenido siglos para lidiar con mi dolor. Yo solo... quiero que sepas que puedes decirme cualquier cosa.

Te pasaste las manos por la cara, sonriendo mientras tus ojos se cerraban. 

―Yo... crecer fue difícil. Como es normal en la vida de la cacería, pero... ser una chica solo empeoraba las cosas―comenzaste, volviendo a mirar su camisa.―La primera cacería de Sam fue cuando tenía nueve años...la mía fue cuando tenía quince.

Inhalaste profundamente, agradecida de que Gabriel no hablara. Esto iba a ser lo suficientemente difícil como para pasar, pero saber que tenías toda su atención lo hacía más fácil. 

―Papá no confió plenamente en mi caza hasta que Sam se fue a la universidad. Y luego, incluso antes de que Sam se fuera, siempre eran los chicos. Los tres mosqueteros, dejando atrás a la damisela en apuros.

―De ninguna manera eres una damisela en apuros―respondió Gabriel, poniendo los ojos en blanco. ―Eres la mujer más dura que he conocido.

Te sonrojaste, susurrando un gracias antes de continuar con la historia. 

―Supongo... que Dean se fue a vender su alma por Sam... en lugar de quedarse y... quedarse conmigo.

Trataste de parpadear para alejar las lágrimas, pero Gabriel se acercó y te acarició la mejilla suavemente, encontrándose con tus ojos. 

―Es un idiota―dijo, mirándote a los ojos.―Ambos lo son, y se están perdiendo de la mejor hermana que cualquier hombre podría tener.

Tu sonreiste, ruborizándote levemente. 

―Gracias por todo.

―Haría cualquier cosa por ti, [T/N]―dijo, sonriendo.

Tu sonrisa creció, y cerraste los ojos, acercándote a su abrazo. 

―Duerme, muñeca― susurró, besando tu frente mientras te dormías lentamente. Sin embargo, de alguna manera sabías que todo estaría bien, porque no tenías dudas de que Gabriel estaría allí cuando te despertaras.

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pERO QUE CUTE.

siempre quise escribir un de Gabriel así, y bueno, aquí está :)

Ahora así, en la parte siguiente se viene la sorpresa que les tengo. No es la gran cosa, pero espero les guste.

Y eso girls, see you later!

bai bai.

―Danna

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