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¡Valkirias, os necesito de niñeras! 2ª Parte

Tras una hora, Brunhilde se quitó el sudor de la frente y se sentó por fin mirando su panel. 

 - Maldición... creo que hay algo que no he hecho bien... ¿por qué siguen llegando tan pequeños? - maldijo en voz baja.

Ella miró a otro participante que salía en el panel. Era un niño, no tan pequeño como los demás, pero muy joven.

 - Okita Souji... - leyó moviendo una pierna nerviosa - ¿Por qué tan pequeño?

Ella le dio a un botón y cambió el participante. Ahora se mostraba a un hombre cubierto de pies a cabeza con una abrigo blanco, capucha y demás ropa invernal.

 - Sin embargo, Simo Hayha parece... un adulto... aunque sea bajito... ¿Y si ya lo estoy haciendo bien?

Un poco más animada, volvió delante del panel para seguir programándolo. Luego miró a Geir, que se había quedado dormida sentada al lado del niño que le tocaba cuidar en ausencia de su hermana.

*

Mientras tanto, Randgriz se había sentado en el balcón en una butaca de mimbre con un cojín leyendo un libro de mitología nórdica que recogía algunas historias en verso y algunos poemas, además de algunas hazañas importantes de los dioses más notables. En la otra esquina, el joven Lu Bu practicaba con su lanza contra un enemigo invisible, haciendo sonar su arma contra el viento en pequeños silbidos. La valkiria le miraba de vez en cuando. Al principio pensó que podría hacerse daño, pero... era obvio que se preocupaba demasiado. 

Ella continuó leyendo y pasó la página. El pequeño Lu Bu también la vigilaba de vez en cuando, y también pensaba que se preocupaba demasiado. Era joven, pero ya la vida le había enseñado que no había que fiarse de las apariencias ni bajar la guardia. 

Randgriz dejó el libro abierto en su regazo para estirarse con delicadeza, y Lu Bu lo miró. En una página, había un dibujo que ocupaba toda una carilla, representando un árbol ardiendo. El chino se acercó unos pasos y giró la cabeza todo lo que pudo para ver bien el dibujo en la distancia. Randgriz se dio cuenta, y tomó el libro para girarlo y mostrarlo.

 - ¿Querías ver el dibujo? - preguntó - Es un árbol ardiendo. Le cayó un rayo del cielo.

El niño se acercó un poco más mirándolo con curiosidad.

 - Y ese rayo... lo lanzó él.

Randgriz pasó la página y le mostró un dibujo de un dios que portaba un inmenso martillo. Era fuerte, temible, con una mirada penetrante. El niño abrió más los ojos a la par que la boca con una sonrisa, enseñando los dientes puntiagudos que tenía. ¡Quién le iba a decir a él que en ese libro había un hombre tan fuerte!

Él se acercó a leer lo que ponía al lado, pero frunció el ceño al ver que esa lectura no la conocía. Estaba escrito en unos extraños símbolos que un niño chino no podía leer. Agarró su lanza acercándola y apuntó con ella al libro.

 - Lee - pidió con una voz bastante rota para su edad, demostrando lo poco que hablaba.

 - ¿Quieres que te lea esto? - Randgriz volvió el libro hacia ella, mirando la lectura - No creo que sea apropiado...

 - ¡Lee! - volvió a repetir él, golpeando con la punta de la lanza la portada.

 - Está bien, está bien... te leeré este capítulo, pero deja la lanza - pidió ella.

El niño se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, delante de ella, dejando la lanza a su lado y mirándola atentamente. Randgriz le miró antes de empezar a leer. El libro contaba una de las historias de Thor, el Berserker del Trueno, en su lucha contra los gigantes. Cada frase que la valkiria leía hacía que los ojos del pequeño niño se abrieran más y más, llegando a brillar al asombrarse de la fuerza descomunal de ese dios, y lo mucho que le gustaría enfrentarse a él cuando fuera mayor.

*

En el cuarto de Adán, la valkiria Reginleif estaba sentada en la cama  mirando dentro de una bolsa de papel. Había conseguido ropa de su tamaño, ancha y suave, para que no le molestase ni le picase el cuerpo, que era de lo que el niño se solía quejar. 

Sentado en el escritorio con las piernas colgando, Adán devoraba como un lobo famélico la cesta de fruta que tenía en su regazo a dos manos. Había fruta que le gustaba y ya había probado, como eran las uvas y las fresas, y otras que aún no había descubierto, como las ciruelas o las cerezas. Sobre el escritorio estaban las dos manzanas que venían en la cesta, una roja y otra verde, apartándolas del resto, pues no se iba a comer la fruta prohibida.

 - Oh, de verdad tenías hambre... - le miró la valkiria.

 - Siempre tengo hambre de dulce - contestó el niño agarrando una fruta de color marrón, áspera al tacto.

 - Oye... ¿no quieres intentar probarte esto? - le indicó enseñándole una camisa blanca - No pica nada, ni notarás que lo llevas.

Pero el niño contestó con un gemido de asco y un gimoteo, lanzando la fruta marrón al suelo. Luego se golpeaba la lengua para quitarse lo que tenía en ella con un gesto de irritación.

 - ¡Tiene pelos! - se quejó - ¡Puaj!

 - Normal, esto no se come así... - la valkiria recogió la fruta del suelo, siendo un wiki - Hay que pelarlo.

 - No me gusta, está algo ácido... - el niño dejó la lengua fuera con un gesto muy inmaduro.

Ella suspiró pacientemente, tirando el kiwi a la basura, y se acercó a limpiarle la boca al niño con una servilleta. Luego miró lo que le quedaba en la cesta. Naranjas, plátanos, una piña, un mango... lo que quedaba no podía comérselo con las manos.

 - Espera un momento...

La valkiria hizo aparecer en su mano una pequeña navaja con el filo algo curvado, y se volvió a la cama con la cesta de frutas, poniendo la papelera bajo sus pies. Adán la observó. Ella estaba pelando la naranja concentrada, quitándole la piel y los pellejos. Se levantó de la silla y se acercó, hasta volver a sentarse a su lado.

 - ¿Eso no se come? - preguntó señalando la cáscara que caía en la papelera.

 - No, eso no - ella sonrió - Esto protege a la fruta de que no se la coman.

Adán miraba impresionado cómo ella limpiaba los gajos, y se los tendía. Él los tomaba y se los metía enteros en la boca, disfrutando de esa explosión de sabor y dulzura. La valkiria sonrió, subiéndose las gafas con cuidado, y continuó dándole gajos sin mirarle mientras los limpiaba de hebras, hasta que notó que Adán dejó de tomarlos. Al mirarle, él estaba esperando mirando el gajo con la boca abierta, a que se lo diese directamente. Reginleif sonrió, poniéndolo directamente dentro de ella.

 - Come mucha fruta, Adán - le pidió - Crece y vuélvete muy fuerte... te necesitamos...

*

Mientras tanto, Adán no era el único que tenía hambre. Sasaki, paciente y sereno, estaba en su balcón, muy quieto y mirando fijamente a la tórtola que cantaba a un metro escaso de él sobre la barandilla. Se movía muy muy despacio, sin hacer ruido, pendiente de ella y del alrededor, y justo cuando el suelo crujió un poco bajo su sandalia y la tórtola tomó impulso para huir, Sasaki fue más rápido y la agarró la vuelo.

 - ¡Te atrapé! - dijo satisfecho mirándola en su mano - Hubiese sido más sencillo con trampas, pero no podía fabricar ninguna...

Cuando el niño llevó su otra mano al cuello del pájaro para matarlo sin dolor alguno, Hrist corrió a por él.

 - ¡No, no lo hagas!

Ella puso sus manos alrededor del ave rápidamente, impidiendo que le tocase.

 - Dame la tórtola, Sasaki...

Ella se la arrebató de las manos antes de que él pudiese rechistar. Ella revisaba preocupada que el animal estuviese bien, mientras que el niño la miraba con una mueca.

 - Pero Hrist... la he atrapado yo...

 - La ibas a matar - le dijo con mirada dura.

 - ¡Claro, para comérmela! ¡Tengo hambre! - se quejó poniendo una mano en su barriga.

 - Escucha una cosa, Sasaki... - dijo ella poniéndose a su altura con el animal en sus manos - Cuando matas a una tórtola... mueren dos.

 - ¿Cómo dos? - preguntó el niño.

 - Estos animales tienen sólo una pareja de por vida, y son fieles - dijo acariciando el lomo del animal con una sonrisa - Si uno de los dos muere, el otro morirá de pena al cabo de unos días porque dejará de comer y moverse.

El niño alzó las cejas, extrañado, pero interesado. Hrist miró al cielo, buscando a su pareja.

 - Su pareja debe andar cerca... sería un acto muy cruel lo que quieres hacer...

 - Entonces... si la capturo también... ¿me puedo comer a los dos? - preguntó con una sonrisa, rota por la falta de dos de sus dientes.

Ella cambió el gesto, volviendo su alter ego con carácter a apoderarse de ella, y una mirada fue suficiente para ponerle los pelos de punta al niño.

 - ¿¡No has entendido lo que te he querido decir?! - amenazó ella, con las palabras y la mirada.

Sasaki retrocedió un poco hasta chocarse contra la barandilla.

 - Eh, ¡si! ¡Claro que lo he entendido! Esto... - él pensó rápido una excusa - ¿Que me coma sólo a los animales solteros? - preguntó con una sonrisa nerviosa.

Hrist no se movió, sólo endureció su mirada mientras abría la mano para liberar a la tórtola, que se fue volando rápidamente con su pareja en el cielo, lejos de esos locos. Sasaki dio otra risa nerviosa mientras se sentaba en el suelo muy lentamente, con miedo a la paliza que la valkiria podía propinarle cuando se ponía en ese estado.

*

Hlökk había terminado de retocarse todo lo que quiso, tanto la cara como el pelo y cerró su espejo de mano satisfecha, guardando todos sus enseres en un pequeño estuche. Se giró hacia la cama a ver al niño, que, cansado de jugar con el oso de peluche, se había quedado dormido de nuevo abrazado a él, con la fuerza justa de entre temer que se lo quitaran y temer romperlo.

 - Al final ha sido más fácil de lo que pensaba... - admitió la chica en voz baja.

Cuando se bajó de la silla y dio dos pasos, un enorme grito sacudió todo el cuarto, todo el pasillo y seguramente todo el edificio. Hlökk dio un grito y se elevó en el suelo como acto reflejo para protegerse. Jack también dio un salto de la cama sobresaltado por ese mal despertar, abrazando al peluche.

Era un grito desgarrador, y ni siquiera se sabía si era de un humano o un animal. Sólo que era tan grave y potente que debía ser de algo o alguien enorme. Hlökk fue hacia la puerta y la abrió, a ver si era capaz de saber de dónde provenían esos gritos.

Al abrirla, se sorprendió ver pasar delante de ella a un niño pelinegro corriendo velozmente, llevando una lanza en su mano, sin mirar a nadie y dispuesto a atacar, con un gesto muy agresivo para ser tan pequeño. Detrás de él, su hermana Randgriz corría también subiéndose el vestido para no tropezar.

 - ¡Lu Bu! - le gritó - ¡Detente, por favor! ¡No pasa nada malo!

Detrás de ellos, otro niño pelinegro con una katana de madera corría velozmente con una sonrisa.

 - ¡Es un oso, estoy seguro! - gritó - ¡Voy a ver si el oso está soltero y lo podré cazar para comer! - declaró levantando su arma al aire corriendo.

Girando el pasillo, Hrist, con su forma malvada, corría realmente rápido detrás, con un gesto de enfado y mosqueo.

 - ¡Te he dicho que los osos no son así! ¡Vuelve aquí, no quiero que vayas solo, que es peligroso!

 - ¡Wow! - gritó Sasaki desde delante - ¡La señorita Hrist cuando se pone así también parece una osa soltera!

 - ¡Ven aquí, pequeño salvaje!

Su hermana pasó corriendo delante de una aturdida Hlökk, que los miraba pensando que el mundo estaba loco. Seguramente, nada podría sorprenderla más... hasta que vio como un niño rubio de ojos azules corría desnudo por el pasillo, más lento que los demás, en su misma dirección.

 - ¡No le hagáis daño al oso! - pidió el niño - ¡Todos los animales son buenos!

Y detrás de él, su hermana mayor Reginleif con la ropa del niño en brazos.

 - ¡Adán, ponte la ropa al menos cuando salgas del cuarto, por favor! - pedía con un pequeño sonrojo de vergüenza ante la situación.

Hlökk no se creía lo que había pasado delante de ella en cuestión de segundos. Simplemente, parpadeó sin creerlo. Notó un pequeño tirón de su vestido y se giró, encontrando a Jack detrás de ella, que era levemente más bajo que ella.

 - ¿Ocurre algo malo? - preguntó con un rostro preocupado - Alguien tiene que sufrir mucho para gritar así...

Hlökk lo miró detenidamente unos segundos. Luego, puso su mano en la cabeza del niño y acaricio despacio.

 - Debo admitir que he tenido suerte contigo. No eres problemático como ellos. Ahora quédate aquí, iré a ver que pasa.

Cuando ella quiso salir, él volvió a agarrar su vestido.

 - No... - pidió él - Por favor, no me dejes aquí solo...

Ella giró los ojos, y le hizo un gesto con la cabeza para que fuera con ella.

Siguiendo los gritos, tanto esos inhumanos como los que daban sus hermanas, todos llegaron a la sala principal donde estuvieron reunidas la primera vez, y al entrar se quedaban heladas mirando el panorama.

Geir gritaba llorando llena de terror mientras se abrazaba a la pierna de su hermana Brunhilde, que tampoco se creía lo que estaba pasando delante de ella, mirando con miedo y pánico. El niño que dormía plácidamente hacía unos minutos, ahora gritaba víctima del dolor mientras su musculatura se desarrollaba velozmente, haciendo que sus huesos quebraran bajo la presión, provocándole aún más dolor que reflejaba en sus gritos.

 - ¡Hermana, yo no he hecho nada! - lloraba la menor con desesperación - ¡Este niño acaba de ponerse así, está poseído!

 - ¡No, no está poseído! - Brunhilde intentaba mantener la calma - Pero tenemos que hacer algo, ¡y ahora!

Todos observaban al niño sufrir, paralizados sin saber qué hacer exactamente. Randgriz había agarrado al pequeño Lu Bu, rodeando los brazos por su espalda y juntando las manos en su pecho, para que se olvidase de sus deseos de matar a la aberración que tenía delante. Sasaki perdió el interés un poco al ver que no era un oso, pero quería observar lleno de curiosidad. Hrist, sin embargo, le tapaba los ojos para ahorrarle un pequeño trauma.

Adán realmente había perdido el interés al ver que no era un animal sufriendo, y Jack se escondía un poco detrás de Hlökk, que a su vez se escondía detrás de Brunhilde. Tras tragar saliva, el niño heterocromo dio un paso al frente, saliendo de las espaldas de su valkiria niñera, haciendo que todos lo miraran. Acercándose despacio al niño que se retorcía en el sueño, Jack se arrodilló delante, a una distancia prudencial, y dejó su oso de peluche a su lado, esperando que eso pudiera consolarlo un poco.

El pequeño Jack pensaba, lejos de la realidad, que era la pataleta de un niño pequeño... ajeno al dolor que sentía por sus huesos quebrados y sus músculos apretándole la piel y los órganos.

De repente, una potente voz se alfó por encima de los llantos del niño, haciendo que todos se sobresaltaran.

 - ¿Qué ocurre aquí? ¿Qué son esos llantos y esa agonía de dolor?

El suelo temblaba cuando la inmensa valkiria, fuerte como una montaña y valiente como el que más, bajaba las escaleras para entrar en el gran salón, teniendo que bajar la cabeza para no romper la puerta y entrar bien. Acercándose hacia donde estaba el niño, ella sonreía mirando a los niños con sus respectivas valkirias.

 - Oh, pero qué niños tan guapos tenemos por aquí... - dijo mirándolos.

El niño que estaba acostado apretaba los dientes mirándola, a la vez que sus puños. Se tragaba los llantos mientras la miraba, como queriendo aguantar al ver a esa mujer tan hermosa y fuerte.

El pequeño Jack, al borde de las lágrimas, sintió la enorme mano de la valkiria en su cabeza, que le miraba con aprobación.

 - Ha sido un detalle por tu parte intentar consolarlo, pero no es lo más efectivo. Recoge tu peluche, niño. Déjale esto a mamá Thrud.

La valkiria se crujió los brazos estirándolos y se acuclilló delante del niño, mientras todas le hacían espacio.

 - Hermana, ten cuidado... - pidió Brunhilde - Sus huesos...

 - Lo sé, lo sé...

Ella metió sus grandes manos con cuidado por debajo del niño, mientras él aguantaba sus lágrimas sin dejar de mirar a la mujer, hasta que pudo alzarlo en sus brazos lentamente y tenerlo en su pecho como si fuera un pequeño bebé.

 - Sin duda eres el niño más guapo de aquí. ¿Cómo se llama esta preciosidad? - preguntó.

 - Eh... Seki Tarōkichi - contestó Brundhilde - El futuro Raiden Tameemon.

 - Bien, bien... - ella le volvió a mirar - Oh, ¿ya no lloras? ¿Te estás haciendo el fuerte para quedar bien delante de mí? Que valiente...

Ella lo colocó despacio contra su pecho mientras le mecía despacio. El niño dejó caer las lágrimas que retenía mientras dejaba reposar su cabeza sobre el pecho de la valkiria, con una sonrisa de satisfacción.

La autora imaginándose a Raiden ahora.

 - Yo le relajo - indicó mirando a sus hermanas la más alta - Id a por alguien que pueda curar a este niño.

Brunhilde asintió, y al dar un paso por pocas se cae al suelo por Geir, que seguía abrazada a su pie en posición fetal mientras soltaba las últimas lágrimas.

*

Un rato después, cuando el niño fue sanado y el panel arreglado, aún sobraban unas pocas horas para el inicio del Ragnarok, saliendo todo mejor de lo esperado. Ahora, esas valkirias debían decirle adiós a sus pequeños niños, aunque volverían a verlos hechos adultos muy pronto.

Brundhilde preparaba el panel a la vez que miraba un brillo mágico aparecer sobre la sala, abriendo el portal que conectaría con el período y lugar de cada chico.

 - Bien - indicó - Año 167 d.C, distrito de Jiuyuam, en el Imperio Chino de los Tres Reinos.

 - Vamos primeros, pequeño - Randgriz sonrió, mirando la niño.

Él se giró hacia ella, mirándola impasible, pensando en cómo sería una despedida tan extraña como esa, acostumbrado a no darlas. Sin embargo, la valkiria lo rodeó dulcemente con los brazos acercándolo, y dejó un pequeño beso en su frente.

 - Esperaré tu regreso - dijo ella con una sonrisa tras separarse.

El niño asintió con seriedad y el ceño un poco fruncido, mientras se frotaba la zona de la frente donde le besó. Luego le dio la espalda, y sin mirar atrás, se marchó en ese luminoso portal. Brunhilde lo cerró, y empezó a programar el siguiente.

 - Bien, este es complicado... - dijo - Pero este lleva directamente al Edén.

 - Bien Adán, es tu turno de irte - indicó Reginleif.

 - ¿Cuando vuelva me pelarás más fruta de piel dura? - preguntó caminando y mirando hacia atrás.

 - Que no te quepa duda... - ella dio una tierna sonrisa, ante la ternura del niño, que al igual que Lu Bu, acabó por marcharse.

Brundhilde tecleaba rápidamente, abriendo y cerrando portales, con cuidado de las interferencias.

 - Japón, año 1590, prefectura de Fukui.

 - ¡Mi hogar! - exclamó el espadachín, antes de girarse hacia Hrist y realizar una reverencia muy pronunciada - Muchas gracias por todo, señorita Hrist, y lamento las riñas que he tenido con usted.

La valkiria sólo pudo suspirar con ternura al ver al niño marcharse, y no pudo evitar decirle adiós con la mano.

 - Y ahora - Brunhilde sonrió al darle a una tecla que abría un portal - Inglaterra, año 1870, ciudad de Londres. 

 - ¡Sí, es el mío! - Jack dio unos pasos al frente, con su peluche en sus brazos, y luego se giró hacia Hlökk - ¡Muchas gracias por todo, señorita Hlökk! ¡Me encantará volver a verla en un futuro!

La pequeña valkiria se cruzó de brazos, haciendo un gesto con la mano para que se marchase ya.

 - Venga, vete ya. Tu madre estará preocupada.

El niño asintió felizmente, corriendo hacia el portal. Cuando le dio la espalda, Hlökk volvió a mirarle, esta vez con una pequeña sonrisa compasiva.

 - Y finalmente... Japón, año 1767, prefectura de Nagano.

 - Tu turno, campeón - Thrud se acercó con el niño en brazos.

A unos pasos del portal, el niño quiso bajarse de sus brazos con una risa. La valkiria se agachó para dejarlo despacio en el suelo, apoyando sus pies, y al soltarlo, vio que el niño apenas mantenía el equilibrio, que abría mucho las piernas y movía los brazos. Sin embargo, hacía un gran esfuerzo por avanzar hacia el portal sin caerse.

 - Oh, ¿lo estás haciendo por mí? - la gran valkiria sonrió poniendo sus manos en sus mejillas, emocionada - Eres muy fuerte, pequeño.

El niño sonreía complacido, pues ni siquiera sabía gesticular palabra aún, concentrado en avanzar. A un paso del portal, miró hacia atrás con un tambaleo y una sonrisa, poniendo su mano sobre su boca haciendo el gesto de lanzar un beso de una forma muy infantil.

 - ¡Muac! - sonó de su boca antes de reírse.

La valkiria, aún arrodillada en el suelo, se llevó la mano al corazón con una sonrisa, haciendo que lo recibía. Con un último tambaleo, el niño también consiguió llegar al portal.

 - Le voy a echar de menos... - admitió la gran valkiria.

 - Lo vas a ver en unos minutos hecho un hombre, no te preocupes - Brunhilde se puso manos a la obra - Muchas gracias por esto, hermanas. Ahora, concentrémonos en el Ragnarok que se avecina.

Ellas asintieron, empezando a caminar y alejarse. Randgriz se quedó sentada con Hrist en una pequeña mesa en esa misma sala, mientras que Reginleif y Hlökk volvían a sus cuartos. Thrud se quedó con Geir, intentando que dejara de llorar, algo bastante difícil.

*

Al cabo de unos minutos, cuando Randgriz se levantó de la mesa para marcharse, sintió una pequeña punzada en su espalda baja, lo que la hizo sobresaltar y girar, apoyando la cadera sobre la mesa. Detrás de ella había un hombre, grande, fuerte, con tatuajes en sus brazos, el cabello peinado hacia atrás, que le miraba con una sarcástica sonrisa de lado. Ella se llevó la mano al pecho con un pequeño suspiro, recordando que la primera vez que le vio de niño, hace un par de horas para ella, 30 años para Lu Bu, también fue de esa manera.

 - Me alegra volver a verte... y que tus pequeñas costumbres no hayan cambiado... - ella sonrió.

El chino separó sus labios revelando sus grandes dientes punzantes, y dejó caer a su lado una gran caja rectangular que traía en el brazo, haciendo gran ruido al chocar contra el suelo de lo que pesaba.

La caja estaba a rebosar de seda china perfectamente decorada y de la más alta calidad, de todos los colores exóticos incluido el púrpura, el más difícil de conseguir y sacar de la naturaleza, demostrando el lujo de esas prendas.

 - Seda china... - admiró Randgriz - Oh, ¿es un regalo para mí? - preguntó.

Lu Bu giró la cabeza a un lado sin dejar de mirarla. No contestó, pues su gesto ya decía que la respuesta era obvia. Él no podía volver a ver a una mujer tan bonita y tan buena sin llevarle un presente digno de ella, con lo que podría confeccionarse todos los vestidos y adornos que quisiera.

 - Muchas gracias... es todo un detalle - ella sonrió más cerrando los ojos - Prometo que cuando termine el Ragnarok, confeccionaré un vestido con estas telas para la celebración de nuestra victoria.

Lu Bu asintió complacido ante ello. No era para menos, ninguna otra podría lucir su regalo mejor que ella.

*

A la vez que ellos hablaban, Hrist se levantaba del otro lado de la mesa, viendo al hombre que se acercaba a ella. Un hombre algo mayor caminaba a paso lento pero seguro, con su katana, ahora auténtica al hombro, y algo extraño enganchado a ella. Al ver a la valkiria que cuidó de él, hizo una reverencia al más puro estilo estilo japonés.

 - Oh, señorita Hrist... - dijo con una sonrisa humilde, como era él - Sigue usted tan bonita como recuerdo... y tan soltera.

 - Y tú no has cambiado con el tiempo en absoluto... - contestó ella con timidez, reconociendo que eso le causó algo de gracia - Sigues diciendo lo que piensas, con toda sinceridad.

 - No sirve de nada mentir, mucho menos a una mujer - él sonrió, apartando su arma del hombro.

Al dejarla en el suelo, Hrist vio que colgada de ella llevaba una pequeña jaula con un paño encima.

 - Si no es descortés de mi parte, le traje un pequeño regalo... - dijo retirando el paño.

Dentro de la jaula, había dos ruiseñores japoneses, apegados el uno al otro como pareja, mirando a todas partes apuntando con su fino pico y sin pronunciar un leve sonido. Hrist parpadeó mirando la jaula, y tras un instante, su parte agresiva volvió a aparecer en ella.

 - ¿Qué es esto, Sasaki Kojiro? - preguntó con voz amenazante - ¿No me dirás que has traído dos pájaros que son pareja para poder comértelos, no?

El hombre dio una carcajada con una sonrisa humilde, como si esperase que le dijera eso.

 - Créame que no, señorita Hrist... - dijo mientras levantaba la jaula del suelo - Le traigo una pareja de ruiseñores japoneses. Estas aves sólo cantan cuando se sienten libres, y me arriesgo a decir que tienen el canto más bello de toda la naturaleza.

 - ¿¡Entonces por qué me regalas una pareja de aves enjauladas?! - ella estaba rodeada en furia y malas vibraciones, haciendo flotar su trenza.

Pero Sasaki no se amedrentaba. Seguía con su sonrisa tranquila viendo a los pájaros, que se apegaban todo lo posible contra la jaula asustados de la ira de la valkiria.

 - Para que los libere usted, aquí en este lugar - contestó - Y al liberarlos, pueda disfrutar de la armonía y felicidad que traerá su canto cuando estos animales se sientan libres.

Lentamente, la ira de la valkiria empezó a disminuir, hasta pasados unos segundos, volvió su forma de ser plácida y sensible.

 - ¿En... serio? - preguntó con las manos temblorosas - Oh, es... es algo cruel pero también un bonito detalle... supongo que tú eres de los que piensan... que no se puede obtener nada gratis en esta vida sin un poco de sufrimiento.

 - Me alegra que lo comprendas - el hombre sonrió aún más, tendiéndole la jaula a la valkiria.

Ella la tomó despacio, viendo a los pájaros mirarla, perdiendo el miedo poco a poco. Cuando saliesen, realmente cantarían algo que Hrist nunca había escuchado.

*

Mientras, en la habitación de Reginleif, ella había terminado de colocar el último mango partido por la mitad en un bol, habiéndole quitado el hueso, donde estaban el resto de frutas que había tenido que pelear y que Adán no se había comido. Ella suspiró levantándose , y cuando agarró la basura para apartarla, un sonido le llamó la atención. Al girar la cabeza, el bol de la fruta pelada temblaba lentamente, como si le hubiesen dado un golpe, y estaba vacío.

Ella abrió los ojos y se acercó a mirar, encontrándolo vacío. Un sonido típico de masticar algo jugoso le hicieron mover la cabeza lentamente hacia la cama, donde había un hombre con las mejillas realmente infladas de comida hasta los topes que masticaba despacio para que no se le saliese el jugo entre los labios. Esa mirada despreocupada, el pelo alborotado, la gula por lo dulce y sobre todo, su característica desnudez le delataban. Ella sonrió un poco al verle de vuelta.

 - Bienvenido de nuevo, Adán - le nombró - Me alegra ver que apenas has cambiado.

El chico tragó, finalmente, dándose unos golpes en el pecho para que no se le atascase.

 - ¿Por qué iba a cambiar? - preguntó - Bueno, un poco sí... ahora uso "ropa".

Tras eso, él señaló la hoja de parra que llevaba tapando sus partes nobles. Reginleif dio una sonrisa de circunstancia y se puso en jarras.

 - Bien, nuestro combate será de los primeros, así que deberías...

Adán le cortó la frase colocando delante de ella una cesta llena de manzanas del más puro color rojo, que ella tomó sin decir nada.

 - Deberías pelarme las manzanas - dijo él, acomodando su frase a su favor.

 - Oye, ya eres mayorcito... - ella frunció el ceño - Además, antes no te las comías.

 - Antes las tenía prohibidas - dijo llevando sus manos tras la cabeza con despreocupación - Ahora las como todos los días. Menos las verdes, esas no. Son demasiado ácidas - dijo sacando la lengua como si recordara su sabor.

 - Y yo que creía que me habías traído un regalo... - murmuró la valkiria dejando las manzanas en la mesa.

 - Bueno, podemos comerlas juntos - comentó el primer humano - Eso sí, las pelas tú.

 - Con una condición - ella se giró hacia él, de forma exigente - Tienes que dar todo lo que tienes en nuestro combate. Tienes que ser alguien honorable, todos deben amarte. Si te aman, siempre ganarás, por lo menos el corazón de los humanos. Así de sencillos son tus descendientes.

Adán asintió con esa sonrisa misteriosa. Aunque no lo mostraba por su forma de ser despreocupada y llena de desidia, estaba dispuesto a revelar a un Adán que nadie conocía.

*

Mientras, Hlökk había llegado a su verdadera habitación, una sala llena de juguetes y gran cantidad de lindos peluches. Todo lleno de diversas cosas que le gustarían a una niña pequeña, y que ella seguía admirando como si en su interior lo fuese.

Se sentó en su tocador, mirándose al espejo. No necesitaba retocarse nada, ni hacerse nada, así que simplemente, sacó su espejo para empezar a admirarse, hasta que vio por una esquina del cristal algo moverse, y a continuación una presencia.

Sus pupilas se dilataron y se giró algo asustada, encontrando detrás de ella a un hombre alto de elegante traje, con bigote y gesto sereno, que tomó su sombrero para hacer una fina reverencia delante de ella.

 - Al final nos volvemos a encontrar como pedí a dios... pequeña dama - comentó.

Hlökk le seguía mirando. Sabía que era ese pequeño Jack de hacía un par de horas, pero le impresionó el cambio de ese niño pobre de mejillas hundidas y ojeras al de un auténtico caballero inglés. Cuando Jack levantó la cabeza y sonrió, alzando las puntas de su bigote, ella dio un ligero sonrojo... pero no podía ser visto. Debía mantener la compostura... y recordar que ahora era un asesino serial.

 - Has llegado pronto, no me has dejado descansar... - indicó intentando mostrar molestia.

 - Oh, cuánto lo lamento... espero que esto pueda compensarlo un poco.

Hlökk volvió a mirarle cuando Jack sacó de su espalda un gigantesco oso de peluche, casi tan alto como el propio hombre, con una pajarita rodeándole el cuello y una suavidad innata. Hlökk abrió los ojos enormemente, impresionada. Era más grande que cualquier de todos los peluches que ella tenía, y comprendió al momento que era el regalo de vuelta relleno de agradecimiento de una chica que vivía llena de peluches a un chico que no tenía nada. 

Hlökk le miró a él, pensando en el simple oso de peluche que dejó que se quedara. Jack seguía sonriendo tranquilamente, tendiéndole el regalo.

 - Acéptelo, por favor. Créeme si te digo que es el oso de peluche más grande de todo Londres.

Ella giró la cabeza, manteniendo su carácter tsundere, pero agarró al peluche de debajo de los brazos para acercarlo a ella. Era suave, esponjoso y mullido, tanto lo era, que se le pasó por la cabeza poder dormir encima de él.

 - Pss... no está mal, lo acepto - dijo intentando parecer dura, pero no lo conseguía.

Jack sonrió, volviendo a colocarse su sombrero. Hlökk podría intentar aparentar muchos sentimientos, pero sus colores seguían siendo sinceros.

*

Finalmente, Geir recuperó un poco de dignidad perdida levantándose y comportándose de forma normal, algo que aplaudió Thrud. La gran valkiria, con los brazos cruzados, la escuchó marchar, hasta que unas potentes pisadas contra el suelo le hicieron darse la vuelta. Recién llegado del nuevo portal, un joven y fuerte Raiden Tameemon se encontraba en posición de combate de sumo, con los pies y los puños en el suelo y una gran sonrisa.

 - ¡Se presenta el gran Raiden Tameemon! - dijo incorporándose y flexionando los brazos para marcar sus músculos mirándola, y luego la señaló - ¡Tú, hermosa mujer! ¡Llevo toda mi vida entrenando mi cuerpo para este momento y encontrarme a tu altura.

La valkiria le miró alzando las cejas, algo interesada por sus palabras.

 - ¿Cómo podría olvidar a la mujer que me recogió entre sus brazos y me acunó contra su pecho cuando sólo era un niño débil? - preguntó acercándose con su sonrisa confiada - Ahora he labrado este cuerpo para el día en que te volviera a encontrar, ¡porque debes ser mía! ¡Me gustas!

La valkiria no se había movido nada, y simplemente miraba y atendía a las palabras del japonés. Tras unos segundos, la punta de su cabello se erizó hasta formar un corazón y sus mejillas se sonrojaron.

 - Oh, cuánta labia tienes... - murmuró algo insegura.

 - ¡Pues estoy siendo muy directo! - Raiden rio satisfecho de lo que había conseguido.

*

Mientras todos se encontraban con su pareja de combate, había alguien que los había estado espiando casi todo el rato, víctima del aburrimiento, quería ver qué tenían las valkirias guardada. Aunque Hermes chivó algo por el lado de los dioses, el dios Loki quería comprobarlo por si mismo. 

Flotando cabeza abajo, con las manos atrás de la cabeza en una sala continua y escondido, el dios de las bromas pensaba.

 - Así que estos humanos dependen de las valkirias para poder ganar, ¿eh? - se preguntó en voz baja, mientras daba una sonrisa ladina - El incidente del programa los ha alterado, pero... sin valkirias, perderán irremediablemente.

Luego dio una pequeña risa que contuvo para no hacer ruido.

 - Veremos cómo salen adelante con una de mis bromas...

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Y hasta aquí esta parte!

Loki hace su aparición al final del capítulo, esto es un... ¿continuará?

Por cierto, ¿Qué opináis? ¿Os ha gustado como he hecho esto? :3

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