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¡Valkirias, os necesito de niñeras! 1ª Parte

Caminando por un amplio pasillo basto y sin ninguna decoración, los tacones de cuatro valkirias resonaban casi a la vez. Las cuatro damas, cada una más hermosa que la anterior, comentaban su opinión sobre el Ragnarok que se celebraría ese mismo día.

 - Realmente me emociona que tengamos una oportunidad de enfrentar a los dioses - comentó Hrist con una bonita sonrisa - Brunhilde habló muy bien delante de Zeus y le causó mucha curiosidad celebrar este encuentro.

 - No te emocionaría tanto si pensaras que nosotras podremos morir también si nuestros humanos no dan todo lo que tienen - Hlökk caminaba mirándose en un pequeño espejo de mano, colocándose bien las pestañas con un dedo.

 - Hlökk tiene razón - comentó Reginleif con algo de seriedad - Pero no podemos tener esa mentalidad. Somos semidiosas, y lucharemos por la supervivencia de una parte de nosotras: nuestro lado humano. Todas hemos aceptado estas condiciones, nos guste más o menos.

 - Yo me incluyo en las que menos... - Hlökk murmuró en voz baja mientras sacaba un labial de un color claro para darse brillo.

Una mano delicada se puso en su hombro, y ella la miró antes de aplicarse el labial. Randgriz le sonreía con ternura. 

 - No te preocupes, hermana menor - dijo con su cálida sonrisa - Todo saldrá bien, ya lo verás. Para eso Brunhilde confió en todas nosotras.

La hizo un gesto con algo de orgullo con una pequeña sonrisa, y volvió a concentrarse en su maquillaje.

 - Sí, nuestra hermana mayor ha sido muy valiente ofreciéndose a organizar todo esto... - Reginleif se detuvo mirando al suelo - ¡Y por eso vamos a hacer lo que sea para ganarle a los dioses!

 - ¡¡Esos malditos bastardos no eliminarán a los humanos!! - Hrist cambió su personalidad de golpe, dando un fuerte grito que asustó a sus hermanas.

 - Pero no grites... - Hlökk la miró con una raya de pintalabios sobre su mejilla, pues se le había movido por el susto que le dio.

Después de eso, llegaron al gran salón donde su hermana mayor estaba al frente de varios paneles y mandos táctiles, concentrada y algo preocupada. Geir miró a sus hermanas mayores.

 - Oh, gracias por venir... - agradeció con preocupación - Veréis... ¡ha ocurrido una cosa terrible!

 - Tranquila, Geir, estamos aquí para lo que necesitéis - Randgriz sonrió con una mano en su pecho - Ahora respira y cuéntanos para qué nos necesitáis.

Unos segundos después, cuando Geir iba a abrir la boca para hablar, Brunhilde dio un bufido y se apartó de los paneles.

 - Ha ocurrido un problema con el sistema - habló la mayor - Hasta que no consiga solucionarlo, no podré traer a los guerreros humanos aquí en condiciones óptimas para el Ragnarok.

 - ¡Eso es grave! - comentó más calmada Hrist - ¡El Ragnarok comienza en unas escasas horas y no tenemos participantes!

 - Participantes tenemos - Brunhilde mantenía la calma - Todos han sido elegidos y seleccionados, es sólo que debo aprender a manejar este estúpido panel para que me deje traerlos en su mejor momento, aunque antes debe analizarlos y averiguar cuál es.

 - ¿Y en qué podemos ayudar? - preguntó Reginleif.

Brunhilde dio una sonrisa extraña, esa que solía poner cuando iba a obligar a alguien a hacer algo que no les gustaría.

 - Vais a cuidar de los "fallos del programa" mientras yo arreglo esto - sentenció.

 - ¿Qué significan los "fallos del programa"? - preguntó Reginleif entrecerrando los ojos.

 - No, no - Hlökk miró a su hermana - ¿Qué significa "cuidar de los fallos del programa"?

Brunhilde dio una pequeña risa por la situación en la que estaba metiendo a sus hermanaas.

 - He conseguido traer a cinco humanos, pero como el programa no está bien, no han venido como lo esperaba. Así que ahora tenéis que cuidar de cinco niños pequeños - dijo con una sonrisa.

Las cuatro valkirias guardaron silencio, analizando en su mente rápidamente el caos que eso podría suponer para ellas. Cada segundo de silencio hacía que la carga mental que llevaba Brunhilde por la presión y el estrés aumentara al ver que sus hermanas dudaban en colaborar. Finalmente, Randgriz dio una palmada y puso sus manos en sus mejillas con una sonrisa.

 - Me apunto - confirmó - Seguro que es divertido.

 - No puedes estar hablando en serio - Hlökk la miró - ¡Ni siquiera tenemos experiencia cuidando niños!

 - Pero estos niños serán especiales para nosotros - la pelirroja se inclinó un poco hacia ella - Compartiremos nuestra vida y nuestra fuerza con ellos haciéndonos uno, así que no creo que sea malo que desde que son niños tratemos un poco con ellos para familiarizarnos. Así, el proceso será más fácil cuando nuestra hermana mayor arregle el panel.

Brunhilde se emocionó internamente, y miró al resto de sus hermanas, que tras un suspiro, asintieron pesadamente.

 - Gracias hermanas. Ahora Geir os dará un pequeño informe de vuestros humanos y pondrá en qué habitación se encuentran.

La hermana menor llegó corriendo con unos folios en sus manos, dando un ligero tropezón sin llegar a caerse, y repartió entre las valkirias los datos de sus humanos correspondientes.

 - ¿¡Cómo?! - gritó Hlökk abriendo los ojos - ¿Jack el Destripador? ¿En serio? ¡Yo no quiero ser la Volund de un asesino, y mucho menos tener que cuidar de él! - le replicó a su hermana mayor.

 - Hlökk, está decidido. Eres la indicada para formar equipo con él - Brunhilde la miró con seriedad.

 - ¡Las personas así son dementes desde niños! No estoy nada tranquila con esto - dijo arrugando el papel entre sus manos.

 - Te sorprenderás, mi querida hermana pequeña - Brunhilde sonrió despeinando su cabello, haciéndola enojar un poco más.

 - Esto, hermana mayor... - Reginleif se ajustó las gafas - Creo que hay un error en mi humano...

Ella le enseñó el folio, donde aparecían una foto de la persona adulta más todos sus datos. Brunhilde se acercó a mirar.

 - Aquí dice que me corresponde cuidar de Adán, el primer humano en el mundo. Adán es una creación de los dioses, él nació siendo adulto, literalmente. ¿Cómo puede ser que hayas traído a esta persona en su edad infantil?

Brunhilde giró los ojos de izquierda a derecha con una sonrisa incómoda, sin saber cómo explicar eso tan irracional ante la mirada de sus hermanas. Finalmente se encogió de hombros.

 - Misterios del programa. Ahora venga, a por vuestros humanos. Venga, venga - mandó empujándolas un poco.

La puerta del gran salón se cerró quedando las cuatro valkirias fuera, que tras un último vistazo con rostro de resignación y circunstancia, se separaron para ir a los cuartos que les eran indicados en los informes.

Dentro, Brunhilde suspiró sentándose, y se sirvió un poco de agua para concentrarse y calmar sus nervios. Geir se acercó a ella.

 - Hermana... Thrūd no ha podido venir aún... ¿qué hacemos con su niño?

 - Ah, ese mocoso enorme...

Brunhilde miró en una esquina del cuarto, donde habían colocado un futón y un niño dormía sin hacer ruido, como si fuera un bebé gigantesco. Luego, miró con una sonrisa de lado a la mejor de todas sus hermanas.

 - Creo que te va a tocar cuidarlo a ti - comentó.

 - ¿¡Qué?! ¿Yo? - se señaló la menor sobresaltada.

 - Oh, vamos, se la pasa tumbado y durmiendo - Brunhilde volvió al panel - Si apenas puede moverse, no será complicado cuidar de él.

Geir se acercó al niño, que dormía profundamente, sin estar muy segura. Luego suspiró, y se sentó en el suelo al lado de él. Puede que no fuese complicado, como decía su hermana.

*

Mientras tanto, las valkirias llegaban a sus respectivos cuartos. Randgriz llamó a la puerta, y después la abrió despacio entrando.

 - Hola... ¿hay alguien aquí? - preguntó mirando.

El cuarto estaba vacío, pero se notaba que había habido alguien, pues algunos cajones estaban abiertos y algunos libros tirados por el suelo, como si hubiesen estado buscando algo. Randgriz miró alrededor, y cerró la puerta caminando hacia el interior, pensando que si el niño tenía miedo, tal vez se hubiese escondido debajo de la cama. Tras un par de pasos, sintió algo punzante clavarse en su espalda baja, a lo que respondió dando un pequeño sobresalto y girándose sorprendida.

Detrás de ella había un niño, de unos seis años de edad que portaba una pequeña lanza con la que le apuntaba. Tenía el rostro serio e incluso algo amenazante, con el cabello negro peinado hacia atrás muy largo, y parecía muy poco hablador.

Ella, en vez de asustarse, sonrió con cariño, girándose despacio hacia él y arrodillándose en el suelo lentamente, a la vez que el niño le apuntaba con la lanza al rostro mientras se movía. Luego se sentó sobre sus talones, colocando bien su vestido, y le enseñó las manos al niño.

 - No tengo nada, ¿ves? - dijo con su dulce voz - No tengo nada con la que pueda hacerte daño, no soy una amenaza para ti. Vengo a hacerte compañía hasta que puedas volver a casa con tus padres.

El niño alzó una ceja, sin dejar de mirarla ni apuntarla con la lanza. Randgriz volvió a mirar su folio despacio, leyendo la información que no le había dado tiempo.

 - Oh... abandonaste tu hogar... entiendo... - dijo guardándolo - Entonces no quieres volver con tus padres.

El niño hizo un gesto de desprecio con la boca.

 - No importa. No te asustes, en un rato volverás a donde estabas antes de llegar aquí. Pobre niño... seguro que te dio miedo todo lo que pasó...

EL niño dio un rápido paso al frente, llevando la punta de su lanza justo entre los ojos de la pelirroja, mientras que sus ojos se habían fruncido enfadados. Ella, lejos de enfadarse o asustarse, sonrió.

 - Ah, entiendo. Eres un niño muy valiente entonces. Nada te da miedo.

El niño hizo una mueca más relajada, y retiró el arma para apontocarla en el suelo, con un gesto más relajado. Randgriz comenzaba a entender que a este niño... no le gustaba ser tratado como un niño. 

*

Mientras, Reginleif llamó y entró a su correspondiente cuarto.

 - Hola, buenos días - saludó entrando.

Al abrir los ojos, vio el cuarto vacío, sin rastro alguno de que hubiese alguien ahí. Ella volvió a mirar su folio y el número del cuarto, viendo que coincidían. Adán debía estar ahí.

Una leve risa hizo que levantara la cabeza y mirase por el cuarto. Parecía que el pequeño niño estaba escondido, y quería jugar. Ella cerró la puerta y guardó su folio en su ropa.

 - ¿Estás escondido? - preguntó - ¿Quieres jugar al escondite?

Otra pequeña risa se escuchó, pero ella no supo decir de dónde venía. Suspiró y se golpeó las mejillas para darse ánimos.

 - Bien, entonces, ¡voy a buscarte!

Ella se movió despacio por el cuarto, acercándose a la cama y mirando debajo, sin encontrar nada. Luego se movió hacia las cortinas, mirando por detrás de ellas. La risa se volvió a escuchar y ella se giró.

 - No estás ni debajo de la cama ni detrás de las cortinas... - dijo caminando.

Tras mirar debajo del escritorio y entre los rincones de los muebles, Reginleif se quedó mirando fijamente al armario.

 - Tampoco estás en los rincones ni debajo de la mesa... - dijo avanzando.

La risa volvió a sonar, viniendo del interior del armario.

 - Estás... - dijo agarrando los pomos del mueble lentamente - ¡Aquí!

Y tras eso abrió el armario de golpe, para luego dar un gran grito de sorpresa. Un niño rio saltando del interior del armario hasta caer delante de ella mientras hacía el sonido de darle un susto. Reginleif se quedó sentada en el suelo, mientras el niño se incorporó sonriendo.

 - ¡Te has asustado! - dijo señalándola.

Ella parpadeó mirándole y suspiró. No se había asustado por que se abalanzase sobre ella, pues lo esperaba, sino porque... el niño iba completamente desnudo. Ni siquiera llevaba la hoja de parra para tapar sus partes íntimas.

 - Bien, esto... te llamas Adán, ¿cierto? - preguntó la valkiria.

El niño dio un pequeño bostezo mientras asentía.

 - Bien, Adán... lo primero que tenemos que hacer es ponerte tu ropa. ¿Dónde la has dejado?

 - ¿Qué es ropa? - preguntó el niño.

 - ¿Ropa? Pues... - Reginleif se miró a sí misma, mostrando sus prendas.

 - Yo no tengo de eso. No me gusta - el chico se puso las manos en sus caderas, como si nada le hiciese cambiar de opinión.

Reginleif suspiró. No parecía un chico problemático, pero no estaba bien que no quisiera ponerse ropa.

*

Hrist iba con su natural sonrisa, acariciando su cabello hasta la puerta del cuarto donde esperaba su niño. Tras llamar y pasar, vio que la puerta del balcón estaba abierta.

 - ¿Se puede? - preguntó asomándose.

Allí fuera, apoyado en la barandilla mirando las nubes, había un lindo niño con el pelo negro y largo sujeto en una cola que se giró a mirarla. En su espalda llevaba una espada de madera que usaban los niños para entrenar como si fuera una de verdad.

 - Oh, ¡que señorita tan bonita! - se sorprendió el niño.

Ella dio una pequeña risa encantadora.

 - Gracias. Así que tú eres... Sasaki Kojiro.

 - Ese mismo - él sonrió enseñando sus dientes, que le faltaban dos de leche que se le habían caído - ¡El mejor espadachín del mundo!

 - No me cabe duda de que lo serás - ella se puso a su lado - Yo me llamo Hrist, y he venido a hacerte compañía hasta que puedas regresar a casa.

Él sonrió, estando atento al cielo. Hrist miró en su dirección y comprobar que estaba viendo a dos golondrinas volar y bailar en el aire.

 - Son bonitas, ¿verdad? - preguntó ella.

 - Si, puede ser - dijo él sacando su espada de madera.

Tras ir a la mitad del balcón con la espada en su mano, mirando de reojo el movimiento de esas aves, el pequeño Sasaki se dispuso a imitar el movimiento de baile que veía en el aire, a la vez que daba golpes con su espalda. Hrist le observó tranquilamente hasta hablar luego.

 - ¿Aprendes a combatir de los animales? - preguntó.

 - La naturaleza lleva muuuucho tiempo peleando antes que las personas - le dijo entusiasmado -¡Ellos saben mucho más que nosotros, pero no pueden hablar! Así que, tengo que imitarlos.

 - Sabias palabras para un niño de tu edad... - se impresionó la valkiria - Aunque no lo creas... yo tengo muchos, muchos años también... - ella se cambió su pelo de posición, a la vez que su rostro - Si quieres aprender algo... ¡pelea contra mí!

El chico se asustó mirándola, pues todo su rostro e incluso su voz habían cambiado mientras hablaba. Su aura ahora era poderosa y agresiva, y eso le hizo dar un paso atrás.

 - ¡No, no quiero! ¡Me rindo, me rindo! - gritó corriendo al interior del cuarto.

 - ¡Ven aquí! - gritó ella acercándose - ¡Tienes que ser más fuerte si quieres ganar tu combate del Ragnarok en el futuro!

 - ¡No se lo que dices! ¡No quiero morir!

Mientras el chico corría asustado por el cuarto, Hrist le perseguía. Aunque Sasaki no lo supiese, la doble personalidad de su cuidadora le ayudaría mucho en el futuro.

*

Hlökk miraba la puerta del cuarto en el que le tocaba entrar con el ceño fruncido, no muy convencida. En serio, ¿por qué un asesino de mujeres? ¿Por qué a ella? Apretó la mandíbula, dudando por un momento si irse dejando al niño ahí como si no pasara nada, o de verdad cumplir con su palabra y entrar.

Bueno, si ella se notaba incómoda o que algo iba mal, se iría tan rápido como pudiese. Así tendría excusa si alguna de sus hermanas le decía algo. Abrió la puerta sin hacer ruido, y asomó despacio la cabeza, con algo de miedo con lo que podría encontrarse.

Sentado en la cama, dejado caer sobre un almohadón, el niño al que le tocaba cuidar parecía dormido. Hlökk aprovechó para entrar con cuidado, aunque por dentro quería aprovechar e irse, dejándolo dormido. Tras cerrar la puerta y notar por su respiración que el niño dormía, ella suspiró. Era lo mejor que le podía pasar, que estuviese cansado y durmiese.

Al echar atrás la silla del tocador para sentarse y peinarse, hizo ruido al arrastrarla, y el niño dio un pequeño resalto despertándose. Se incorporó despacio, frotándose un ojo, a la vez que miraba a la valkiria con el otro.

 - Oh... me quedé dormido... - dijo en voz baja - La cama es tan cómoda que no lo pude evitar...

Hlökk lo miraba sin moverse ni un milímetro. Cuando el niño la miró y sonrió, no pudo evitar pensar que era... muy lindo. ¿Este niño sería un asesino serial de mayor?

 - Siento haberme dormido - se disculpó él - ¿Es este tu cuarto? Me mandaron aquí hace un rato...

 - N-No... no... - tartamudeó ella - No es mi cuarto, pero puedes seguir durmiendo - dijo sentándose en la silla - Luego vendrán a buscarte para irte, no molestes ni hagas ruido.

 - Está bien, señorita...

El niño sonrió bajándose de la cama. Llevaba la ropa vieja y algo rota, y miraba todo con curiosidad. Hlökk, por su parte, había abierto su pequeño espejo de mano y con él, además de retocarse, vigilaba al niño a su espalda. De verdad era un chico lindo e inocente, a la vez que educado.

 - Esto... - habló el niño en voz baja - ¿Mi mamá está bien?

 - No lo sé - contestó ella sin mirarle - Mira, escucha - ella se volteó hacia él - Pronto podrás volver a casa, no has sido secuestrado ni nada así y todo estará como te lo dejaste. Ahora pórtate bien, no molestes. Este será tu cuarto por el momento.

 - Entonces... - él lo miró todo - Es... ¿mi cuarto?

 - Sí, sí... haz lo que quieras, pero no me molestes - ella tomó una esponja para empolvarse la nariz.

 - Gracias... - el chico dio una amplia sonrisa - Por cierto, me llamo Jack.

 - Hlökk - contestó ella sin mirarle ni dejar de hacer lo que estaba haciendo.

El niño se paseó por el cuarto, sorprendido de que ahora todo eso pudiese ser suyo. Lo inspeccionaba y observaba todo como si fuera la primera vez que estaba en un cuarto, y se detuvo delante de un gran armario. Al abrirlo despacio, vio que estaba lleno de sábanas y mantas de recambio para la cama, pero en la repisa superior había algo. Al retroceder y poder ver mejor, vio un cojín a juego con las mantas y un oso de peluche. El niño se quedó embobado mirando al peluche, pues nunca había tenido uno tan cerca, mucho menos tan bonito, con una pajarita alrededor de su cuello... y que pudiese ser... suyo.

Miró a la valkiria, que parecía concentrada en el tocador, y fue a por la silla del escritorio para moverla sin hacer ruido hasta delante del armario y subirse encima. Se agarró a la puerta y se puso de puntillas, sin poder llegar al peluche. Mientras, Hlökk giró al espejo hacia él a ver que hacía, y abrió los ojos más cuando vio al niño saltar sobre la silla manteniendo el equilibrio y ver que la silla se movía.

Jack dio un pequeño grito cuando notó bajo sus pies la silla moverse, y antes de caerse, una mano le agarró el brazo sosteniéndolo.

 - ¿Se puede saber qué estás haciendo? - Hlökk le miró enfadada.

Luego le soltó empujándole, haciéndole caer sentado en la cama. Jack la miraba impresionado, pues... ella estaba flotando en el aire. Tenía los brazos cruzados y un gesto molesto, pero eso no quitaba su interés en ver cómo ella estaba a esa altura.

 - Yo... quería tomar el peluche... - contestó él.

 - ¿Es que no ves que está muy alto y es peligroso? - ella seguía con el mismo gesto - Podrías haberte caído al suelo, antes dímelo si no llegas.

 - Me dijiste que no te molestara... - se excusó Jack.

Hlökk hinchó un poco las mejillas, reconociendo que el niño tenía razón y sólo hacía lo que se le dijo. Flotó un poco más para agarrar al oso de peluche y lanzarlo hacia él, que atrapó al vuelo. Luego cerró el armario y quitó la silla de ahí.

 - Ahora si, quieto, callado y sin molestar con el peluche - dijo ella volviendo a su tocador.

Jack asintió sonriendo, admirando el peluche que ahora tenía en sus manos.

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1ª Parte publicada!

Pronto saldrá la segunda :3

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