Estúpido (Poseidón x Anfítrite)
Este pedido ha sido realizado por @KunaiUchihaBookman18
Espero que te guste!
Anfítrite, esposa de Poseidón
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Anfítrite estaba sentada sobre su cama, con forma de una enorme ostra decorada y llena de pequeños cojines y adornos marinos, y con las piernas y brazos cruzados en una posición totalmente defensiva, movía su pie elevado nerviosa, haciendo golpear su adorno de almeja contra su tobillo.
La deidad no renunciaba a vestir su falda y cinturón tan característico, hecho de telas rasgadas y de la red de un pescador, pues era su símbolo de Patrona de los Marineros y Pescadores del Mar, título que no perdió al contraer matrimonio con el dios Poseidón, aunque fueran unas ropas poco elegantes y digas de alguien de su posición.
En su cuarto, la deidad se encontraba realmente molesta, teniendo a su marido a escasos de pie, mirándola en la puerta. Anfítrite sabía de la aparición del Ragnarok inminente, pero le había sentado realmente mal que su marido aceptase por su cuenta participar.
- No sé que te molesta tanto - habló él con seriedad - Es un asunto que me implica sólo a mí.
- Ahí te equivocas - ella le desafió con la mirada, y señalándolo con un dedo - Siempre dices eso, pero es mentira. Desde el momento en que nos casamos, "tus asuntos" y "mis asuntos" se convirtieron en "nuestros asuntos". Pero tú sigues ignorándome y haciendo las cosas por libre.
- Voy a participar en el Ragnarok - anunció - Ya te lo he dicho, ¿estás contenta?
- ¿Habiéndome enterado antes por cuchicheos que de tu propia boca? - ella la miró enfadada, sin cambiar su postura y su movimiento nervioso con su adorno del pie - ¿Crees que estoy contenta?
- En realidad, no me importa - él se separó del muro donde estaba apoyado - Voy a participar yo, no tú. Así que no tienes que estar así, no te he metido en ningún lío.
- Ah, no te importa - ella frunció el ceño - ¿Ves como no aceptas que tus asuntos sean los míos también?
- ¿Quieres parar de mover el pie? - regañó él frunciendo su ceño - ¡Me estás poniendo nervioso con el sonido de tu maldita pulsera tobillera!
- ¡Poseidón, tengo miedo! - ella le miró, descruzándose sus brazos para abrazar la piel de su propia cintura, adornada de branquias a los lados - ¡Tengo miedo porque tengo un mal presentimiento sobre esto! ¡Y si hicieras un poquito de memoria recordarías que siempre que te he dicho que tenía un mal presentimiento se hacía realidad! ¡No quiero que vayas!
- ¡Pues no tengas malos presentimientos! - gritó él acercándose unos pasos - ¡Soy Poseidón, Rey de todos los mares! ¡¿Acaso no asocias ese nombre con poder?! Si sigues teniendo malos presentimientos... ¡ignóralos! ¡Olvídalos! ¡Y deja de pasarlo mal gratuitamente!
- ¿Crees que me gusta pasarlo mal? - ella le miró, con los ojos a punto de llorar - Claro... como siempre que me miras estoy en estas condiciones mentales tan deplorables ya piensas que es normal en mí... no me sale rentable preocuparme tanto por ti...
- No lo hagas - advirtió él - Mira las mujeres de mi hermano Zeus. Ya ni siquiera Hera se preocupa por él.
- ¡Porque Hera está harta, y las demás son amantes! - gritó ella - ¡Y yo soy tu esposa, no me compares con una vulgar amante! - ella se levantó con los puños apretados - ¡No aceptas que me preocupe por ti! ¡No aceptas que te acompañe cuando sales a pasear por el mar! ¡No aceptas que me divierta cuando no estás, pero tampoco cuando estás! ¡Todo te enfada y te molesta! ¡No quieres divertirte ni dejar que nadie lo haga cerca de ti! Y tú, Poseidón, rey de todos los mares... - dijo volviéndolo a señalar con el dedo - No quieres a tu esposa ni un ápice... - dijo juntando su dedo con su pulgar, indicando una cantidad minúscula.
Ella se frotó los ojos con su antebrazo, evitando llorar, teniendo cuidado con las pequeñas aletas que decoraban sus antebrazos, y le dio la espalda a su marido volviendo hacia su enorme cama, donde rara vez dormían juntos.
- Venga, rápido, vete al Ragnarok - le dijo ella - Date prisa, que conociéndote seguro que querrás combatir de los primeros. Y no, no voy a ir a verte, vaya a ser que me preocupe gratuitamente por ti y lo siga pasando mal.
Ella se sentó en la cama, dándole la espalda.
- Me quedaré aquí, sola, en el palacio, aunque lo odio... algo que seguramente no sabes de mí.
La mirada fría de Poseidón frente a las venas marcadas de sus puños de apretarlos tanto indicaba un enorme enfado contenido, claramente. Últimamente sólo sabía pelear con su esposa, o como él entendía, sus berrinches inútiles por tonterías. Luego dio un golpe contra la pared frustrado, para darse la vuelta y salir de la habitación dando grandes pasos ligeros.
Anfítrite miró hacia atrás cuando se sintió sola, y luego dio un pequeño sollozo de impotencia, dejándose caer de lado en la cama y encogiendo las piernas.
- Si yo sabía que esto acabaría pasando... - murmuró cubriendo la boca con su mano para no hacer ruido.
De su cabello rosado comenzó a ebullir algo, apareciendo de entre las hebras un pequeño cangrejo rojizo, que sacó sus largos ojos negros mirando alrededor, y se quitó con cuidado los cabellos de las patas para poder salir de ahí sin darle ningún tirón. Mientras el cangrejo dormía y descansaba en la nuca de la deidad, usaba sus pinzas a modo de adorno sobre su cabeza, pero a diferencia del resto de adornos de Anfítrite, el cangrejo era el único vivo, pues lo demás eran conchas vacías.
El cangrejo caminó de lado haciéndole cosquillas por el brazo a la deidad marina hasta acabar delante de su cara, mientras ella le miraba con los ojos vidriosos.
- Perdona si te he despertado... - se disculpó ella en voz baja - Pero siento que voy a explotar...
El cangrejo estiró más sus ojos negros hacia ella con curiosidad, e hizo pequeños sonidos abriendo y cerrando sus pinzas.
- Sí, lo sé... sé que nunca estaré sola y que tú me apoyarás... - ella rascó con un dedo despacio el caparazón del animal - Pero noto mucho la ausencia de mi marido en todos los sentidos.
Ella se incorporó, abrazando un cojín contra su pecho y apoyando sus pies desnudos sobre el borde de la cama, con la mirada perdida en el suelo.
- Después de querer secuestrarme mientras bailaba y festejaba con mis hermanas... - comentó - Después de perseguirme y buscarme por todos los rincones del mar y haciéndome huir a las montañas... ese estúpido estaba enamorado de mí y no sabía como hacérmelo saber a no ser que fuera a la fuerza - ella dio una triste sonrisa - O eso parecía... hasta que conseguí aceptar casarme con él... por la seguridad y tranquilidad del mar.
Ella dio un largo suspiro meciéndose, bajo la atenta mirada de su pequeño amigo, adorno y psicólogo a tiempo parcial.
- Mi padre estaba muy enfadado con él. Pero muy enfadado - ella volvió a sonreír - No quería que la mayor de sus 50 hijas dejara de ser una virgen del mar por estar casada con Poseidón... y al final, así están las cosas...
Ella se levantó de la cama dejando el cojín y al pequeño cangrejo sobre la cama, y dio unos pequeños pasos de baile sobre el suelo sin hacer el menor ruido.
- "Hija, si te casas con Poseidón, que no se te ocurra renunciar a tu título de Patrona de los Marineros y Pescadores" - habló ella con voz grave, intentando imitar las palabras de su padre - "Ser esposa del dios Poseidón siempre te dejará a un segundo nivel, por eso no renuncies a tu título porque algún día los humanos te olvidarán si no dejas huella" - ella dio un giro haciendo volar su falda - Cuánta razón tenías, papá... ahora ser esposa suya no me sirve de nada que conlleve un título, y los humanos me siguen conociendo más por quién soy que por quien me casé. Estoy feliz.
Mientras tanto, Poseidón se dirigía a la salida de su palacio en las profundidades con el mismo gesto de enfado con el que salió de su habitación. Poco a poco, sus pasos largos y convencidos se iban haciendo más lentos y cortos, y su rudeza iba perdiendo peso. Acabó de pie, parado delante de la entrada con la mirada perdida en el horizonte, mientras las palabras de su esposa resonaban en su mente como un disco rayado. Luego puso una mueca de descontento con sus ojos fríos entrecerrados.
- Maldita sea - murmuró.
Y conforme maldecía, se dio la vuelta sobre sí para regresar a su habitación, recuperando su paso ligero y largo. Allí dentro, Anfítrite seguía con su danza improvisada y simple, con sus ojos cerrados y disfrutando de un pequeño instante de placer. El cangrejo volvió a hacer ruido con sus pinzas, levantándolas por encima de su cuerpo.
- ¿Que si me arrepiento de haberme casado con él, preguntas? - ella le miró deteniendo su baile - ¡En absoluto! - contestó con una pequeña risa.
Poseidón iba a entrar al cuarto, cuya puerta era una cortina de algas, por lo que la apartaba sin hacer ruido, pero se detuvo al oír a su mujer hablar con alguien. Antes de entrar en cólera, echó un vistazo adentro en silencio, viendo ese pequeño cangrejo en la cama y a su bonita mujer continuar su danza, ajena de los ojos que la miraban.
- ¡En absoluto! - dijo ella - Poseidón es un estúpido, no me cabe duda. Pero no se por qué sardinas amo con toda mi alma a ese estúpido dios. Y por eso, al amarlo tanto, me duele que no quiera que me preocupe por él. Ya está claro que sus deseos y necesidades bélicas están por encima de mí en su escala de prioridades. Pero aún así... daría mi vida por ese estúpido.
El cangrejito la miró, frotando sus pinzas suavemente. Anfítrite sonrió y siguió bailando tranquilamente, esa danza que hacía tanto que no practicaba con sus hermanas... pero ahora sola. Poseidón la observaba con seriedad, y aunque tenía muchas ganas de decirle un par de cosas a su mujer, se lo pensó un momento al evaluar la danza de su mujer. Ese baile... lo conocía muy bien.
Cuando ella terminó un paso quedando delante de él y abrió los ojos, su cuerpo dio un sobresalto al verle, asustándose, pues no le esperaba de vuelta. Ella retrocedió dos pasos, colocando un mechón hacia atrás.
- Poseidón... - le llamó - ¿Cuánto llevas ahí?
- El tiempo suficiente - contestó él sin cambiar la expresión de su rostro.
Ella volvió a ponerse seria, con unos ojos desconfiados, dejando de bailar.
- Así que piensas que soy un estúpido, ¿verdad? - preguntó con la voz grave.
- Lo pienso porque me lo demuestras - ella no tuvo miedo de responder.
Le dio la espalda a Poseidón caminando hacia su tocador, sentándose y mirándose delante de su espejo, echando su cabello hacia atrás. Si fuera otra persona, Poseidón no toleraría tal insulto hacia él, sólo a su esposa, y aún así se enfadaba. El llamarle "estúpido" de vez en cuando y que ella fuera la única persona a quien le miraba a los ojos eran los simples privilegios que Anfítrite tenía por encima de los demás.
Poseidón caminó por la habitación hacia ella, haciendo que el cangrejo que estaba en la cama se escondiese todo lo que pudiese dentro de su carcasa, temblando levemente, pero él no le prestó atención. Se colocó detrás de su esposa, viéndose también en el reflejo del espejo del tocador mientras ella se colocaba su cabello sobre su hombro, apartando sus pequeños adornos de moluscos y dejándolos sobre la mesita, para luego peinarse mejor.
- ¿Por qué has vuelto? - preguntó ella sin mirarle - Ah, ya. El tridente está en el armario de siempre.
Ella habló seria y secamente, sacando las caracolas de su cabello, mirando una que se había enredado un poco.
Poseidón la miró en silencio, dando un paso más para estar más cerca de ella. Fue entonces cuando levantó las manos llevándolas al cabello de su mujer. Anfítrite se detuvo cuando rozó las manos de su marido, y su rostro no pudo ocultar la sorpresa a través del espejo. Poseidón, seriamente, le estaba ayudando a quitarse su adorno enganchado del cabello sin darle tirones, y luego de ese los dos últimos, dejándolos en el tocador. Luego recogió todo su cabello, peinándolo un poco con los dedos para ponerlo todo sobre su hombro, y luego dejar sus manos sobre el respaldo de la silla.
Ella tragó saliva, recapacitando sobre lo que acababa de suceder. Él, que no la había tocado desde... ni se acordaba, ahora tenía el gesto de retirar sus adornos y peinar un poco su cabello.
- Por muy estúpidos que considere a otros dioses... - dijo él mirando su cabello con seriedad - No creo que tengan una esposa como la mía.
- Eso te convierte en un estúpido especial. Mi estúpido - ella sonrió, elevando su barbilla con orgullo.
- Oye, intento redimirme un poco, deja de criticarme - él frunció el ceño.
- Si te hubieras dado cuenta de que era un piropo... - ella suspiró, agarrando su cepillo con forma de erizo de mar.
Poseidón giró los ojos, pidiendo paciencia mentalmente. Él era bastante inútil en ese aspecto, no captaba las indirectas ni las ironías, así que una ironía indirecta con un cumplido dentro, era un rompecabezas para él.
- Eso que bailabas antes... - dijo él viéndola peinarse desde atrás - Es la danza de las nereidas...
- Sí - contestó ella sin mirarle.
- Fue con esa danza cuando te vi por primera vez, rodeada de tus otras 49 hermanas - Poseidón la miró por el espejo, pero ella esquivó sus ojos - Y sólo tuve ojos para ti.
Anfítrite detuvo su tarea al instante, quedándose congelada. No quería caer en la tentación de mirar los ojos azules y serios de su marido por el espejo, por lo que miró su cabello intentando seguir peinándolo.
- Fue en ese momento cuando decidí hacerte mi esposa. Esa danza me trajo esos recuerdos.
Ella bajó la mirada, con un pequeño sonrojo sobre su piel verdosa, que con el contraste de colores generaba un curioso color marrón claro bajo sus ojos. Era cierto que eran palabras bonitas... pero no decía lo que quería oír, pues Poseidón siempre evitaba decirlo, y eso le dolía.
- Eras la que mejor bailaba del grupo - declaró él.
- ¿Podrías decir de una maldita vez que verme bailar fue la causa por la que te enamoraste de mí? - preguntó ella con algo de exigencia en la voz, dejando su peine con un golpe en la mesa.
Ella se giró a mirar directamente a los ojos del dios, que se mantenía serio, frío e impasible. Al esperar un par de segundos y no haber respuesta, ella bufó molesta volviendo a darle la espalda y a mirarse en el espejo. Cuando iba a recoger los adornos de la mesa para volver a colocarlos en su cabello, él le agarró por la muñeca.
- No te pongas esos - dijo.
- ¿Cómo que no? Son mis adornos favoritos - ella frunció el ceño.
- Abre el cajón del tocador.
- ¿Cómo? - ella alzó una ceja.
- Tú hazme caso.
Anfítrite giró los ojos, abriendo el pequeño cajón. Dentro, además de algunas cosas suyas, había una pequeña caja naranja con un lazo en una de sus esquinas.
Ella tomó la cajita sorprendida, mirándola casi sin creerlo. El cangrejito asomó uno de sus ojos, para ver si aquello era realmente verdad o una ilusión.
- Ponte esos mejor - dijo señalando a la caja.
- ¡Pero no me digas lo que es el regalo antes de que lo abra! - replicó ella pataleando.
Él giró los ojos de nuevo frustrado, aguantando con paciencia, y ella abrió la pequeña caja, encontrando unas raras caracolas con formas de conos con colores variados y hermosos.
- Vaya... - dijo ella impresionada, tomando una con mucho cuidado - Realmente no me lo esperaba... ¿Por qué? - preguntó mirándole a los ojos.
Poseidón abrió la boca, pero tardó unos segundos en decir algo.
- Tu estúpido necesita a alguien que se preocupe por él.
Luego miró a otro lado, claramente incómodo, pero con su rostro frío de siempre. Menos mal que Hermes le dio ese sabio consejo de tener un regalo preparado y escondido para dar una sorpresa así cuando su esposa estuviese con ese humor. Ella sonrió levantándose, mirando las caracolas dentro de la caja, y se apoyó pobre el pecho de su marido cerrando los ojos. Él volteó a mirarla, tensándose un poco ante el contacto.
- Sólo tú serás capaz de hacerme este regalo... - ella sonrió - Cinco caracolas venenosas y carnívoras.
- Pero sabrás darles mejor uso que nadie.
Ella sonrió, feliz pero algo decepcionada de que su abrazo no fuese correspondido, y antes de apartarse, sintió los fríos brazos de su marido rodearla para apegarla un poco más. Ella sonrió con satisfacción y rodeó su cintura para impedir que la soltara. Ya que sus muestras de afecto eran tan inusuales, necesitaba disfrutar del momento cuando conseguía alguna.
- Te prometo que terminaré pronto el combate - dijo él mirando al frente - Y después de eso, volveré al palacio. No me interesan las demás.
Ella abrió los ojos en su pecho, devolviéndole a la realidad del origen de su pelea. El dichoso Ragnarok.
- Te juro que como te pase algo me pienso clavar mil veces las caracolas venenosas que me has regalado - dijo ella, volviendo a cerrar los ojos en su pecho con un gesto algo infantil.
Ante eso, Poseidón dio una carcajada enorme con esa sonrisa macabra suya, echando su cabello hacia atrás con una mano. Anfítrite abrió los ojos en su pecho asustada. Parecía que se lo había tomado como una broma bastante graciosa.
- Estúpida - le dijo él después de reír.
Aunque era un insulto, lo dijo con buen humor, y no iba con malas intenciones. Poseidón entonces se separó de ella para marcharse, sin decirle nada más, yendo hacia la cortina de algas. Antes de salir, Anfítrite le llamó.
- Poseidón.
Él se detuvo, sin mirarla.
- El tridente, estúpido.
El dio se detuvo un instante. Luego volvió al gran armario, sacando el tridente de ahí, y marchándose a la pelea como si no hubiese pasado nada. Anfítrite suspiró felizmente mirando sus caracolas nuevas, pensando dónde podría colocarlas.
- Estúpido Poseidón... - dijo con una tierna sonrisa.
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Espero que os haya gustado este fic! ^^
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