Cuídate (Adán X Lilith)
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Aquí llegamos con otra versión de la historia, pero que dará lo mismo porque acabaremos en el mismo punto de la historia, señores.
Siento si se hace larga y pesada... esta cargada de mitología bíblica y de mucha información que he querido contar bien, aunque necesite más palabras de lo normal, así que lamento si en algún momento os aburre pero recordad que está lleno de cariño.
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Lilith, esposa de Adán
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- Mi cuerpo no será algo con lo que ellos decidan qué hacer. Ni con mi cuerpo ni con mi vida. Si tienen que decirme cómo tengo que vestir o cómo llevar el cabello, que hubieran tenido un juguete en vez de un ser humano.
Esas palabras iban dirigidas desde Lilith hacia Adán, que estaba este último sentado contra el tronco de un árbol. Él la miraba con sus ojos tranquilos y algo desinteresados de siempre, pero escuchaba a su mujer hasta final, queriendo entender que ella quería algo más de libertad.
- Entiendo lo que quieres decir... - dijo finalmente él - Pero piensa una cosa... ellos son dioses. Nos han creado y unido a ti y a mí, vivimos bien a cambio de obedecer unas cuantas normas... como no comer manzanas, por ejemplo.
- ¿Acabas de oírte? - ella se cruzó de brazos, de pie delante de él - Han creado a dos... humanos, seres que pueden pensar y actuar por su propia cuenta, y ellos nos han unido por su propio gusto - ella se acercó un poco más mirándolo - Adán, no tengo nada en contra de ti, eres bueno y comprensivo conmigo... aunque... me parece que eres demasiado manipulable. Te dejas hacer lo que ellos quieren y obedeces sin rechistar.
- ¿Acaso me traerá algo bueno retar a los dioses? - preguntó él mirándola - No tengo por qué enfrentarme a ellos, no tengo motivos. Estoy bien con esto - él se levantó del suelo, acercándose a su mujer - Lilith... tenemos para nosotros este bonito lugar, lleno de animales, comida y paz - dijo indicando todo lo que le rodeaba con la mano - Lo tenemos todo... a cambio de obedecer un par de cosas.
- No lo tenemos todo, Adán - ella retrocedió un paso mirándolo, con algo de pena - Nos falta libertad.
Ella puso una mueca algo dolida, y le dio la espalda a su marido para marcharse caminando. Adán miraba su espalda, intentando comprender las ausencias libertas de su esposa, algo que él nunca había necesitado ni sentido.
Lilith siempre fue muy diferente a él. Mientras que él se dejaba llevar con lo que ocurriese, sin que nada le molestara, Lilith siempre pensaba que había algo más allá de lo que era el paraíso. No quería vestirse con las hojas de los árboles, pues a cambio se hizo su propia ropa con largos tallos de plantas que tampoco cubría demasiado, pero no se veía tan bien como hecho con hojas. También se negó fuertemente a colocarse adornos de flores en el cabello, defendiendo que ella adornaría su cuerpo como más le gustase a ella. Por ello, ante la mirada de los dioses, ella rompió una piedra chocándola contra otra hasta crear una lasca con el núcleo, y con esa herramienta prehistórica, cortó su cabello todo lo que pudo, para evitar ser adornado con flores y sus finos tallos.
Sus actos de rebeldía siempre eran punto del día entre las reuniones que se organizaban entre sus creadores, y ellos empezaban a cansarse del comportamiento de Lilith. Mientras que Adán era un ser perfecto para ellos, Lilith era todo un fracaso. Ni siquiera aceptó que se le concediera un esposo bueno y amable, pues aunque ella también le respetaba y aceptaba su compañía, no le gustaba su actitud amansada y extremadamente pacífica.
En todas las reuniones, siempre había un dios al que le interesaba mucho la actitud de Lilith. Al dios serpiente le había impresionado que una mujer tuviese ese carácter frente a las condiciones en las que se encuentra, y pensó, que si tal vez la mujer no quería estar con Adán con los beneficios que suponía eso... tal vez quería estar con él, ofreciéndole otra vida... a cambio de un precio que seguramente sería de tipo sexual.
Así marchó el dios serpiente, buscando por todo el Edén a la hermosa Lilith, que aunque los dioses la tacharan y criticaran incluso de que ya no era ni una mujer, Lilith era hermosa tanto por dentro como por fuera, pero siempre iba acompañada de sus pensamientos intolerables, lo que le hacía ver horrible.
Lilith se encontraba en ese momento sentada debajo del gran manzano, mientras miraba hacia su copa, viendo la diversidad de colores y tonalidades de las frutas que colgaban de las ramas, preguntándose... ¿por qué no podía comer ese fruto?
Vio una pequeña ardilla bajar por el tronco hasta el suelo, y ella la siguió con la mirada. Al tenerla a su lado, Lilith tendió una mano hacia ella, pero la ardilla huyó rápidamente en busca de otro árbol. Ella suspiró, sabiendo que los dioses ya estaban haciendo que incluso los animales se volvieran en contra de ella.
Alrededor del tronco y de su propio cuerpo, un cuerpo alargado y escamoso se movía despacio, rodeándola sin que se diera cuenta. Cuando la punta de la cola de ese gran cuerpo rozó su pie, la hizo sobresaltar, dándose cuenta de que no estaba sola bajo el árbol, pues el inmenso y alargado cuerpo del dios serpiente, acompañado de dos patas de lagarto y otras dos más semejantes a dos manos, estaba a su alrededor.
- Dios serpiente... - le llamó ella al darse cuenta.
- ¿Te he sorprendido, Lilith? - su feo rostro apareció a su lado, enseñando los colmillos y sacando su lengua bífida.
- No esperaba compañía cuando todo el Edén me repudia - ella volvió a mirar al frente, sin mirarle a la cara.
- Oh, mi pobrecita Lilith... nadie te entiende... - él usó la punta de su cola para hacer girar su cara de nuevo hacia él - La gran mayoría de los dioses son orgullosos y desconsiderados. Las necesidades de los hombres y de las mujeres no son las mismas... por mucho que digan ellos.
- ¿Tú entiendes eso? - preguntó ella un poco más interesada.
- Por supuesto - él siseaba, a la vez que movía su largo cuello por detrás de ella - Las mujeres podéis llevar el cabello de la forma que queráis. ¿De qué os sirven llevar flores en él, si se marchitan mucho antes que si las dejas crecer en la tierra? Además, acuden las abejas a la cabeza. A ti te favorece el cabello corto, Lilith... - siseó en la zona de su nuca - Deja ver tu lindo cuello y la forma de tus hombros...
El dios serpiente sacó su lengua bífida, rozando su espalda y sus hombros con ella, teniendo ahí el sentido del olfato, no del gusto, algo que hizo estremecer a Lilith... y asquearla a la vez. Sin embargo, aunque le gustaba lo que oía de los labios del dios serpiente, había algo extraño en todo esto.
- He oído que... te gustaría ver qué hay más allá del Edén - siseó el dio volviendo a aparecer delante de ella, mientras su largo cuerpo no paraba de moverse lentamente.
- Es obvio que debe haber algo más - contestó ella.
- Claro que lo hay. Además de la morada de los dioses, hay un amplio mundo... pero mucho más peligroso que este lugar, por supuesto - él sonrió, enseñando sus dientes.
- Con tus palabras me confirmas que el Edén es sólo un patio de recreo para los dioses, donde crían a sus mascotas - ella se apartó un poco el flequillo del rostro.
- Chica lista... - el dios sonrió mirándola de arriba a abajo - Me he acercado a ti porque estoy dispuesto a darte lo que quieres...
- ¿Acaso tú sabes lo que quiero? - ella le desafió con la mirada, sin tener miedo de él.
- Tal vez si, tal vez no... - él puso una de sus garras en su muslo - Podría empezar por consentir y aceptar tu forma de pensar, dejándote a tus anchas por aquí, sin que nadie te diga lo que debes hacer ni cómo debes ser...
- No será así - aseguró ella - Porque ahora es cuando vas a poner tu condición. Por mucho que queráis contar el cuento de que los dioses son amorosos y sabios, yo no me lo creo.
El dios serpiente puso una mueca disimulada de enfado, mientras que de sus labios salía un siseo más agudo de lo normal. Lilith no era en absoluto estúpida, pero si descaro, su rebeldía, y sobre todo su cuerpo de mujer hacían que él lo siguiera intentando.
- Tienes razón, quiero algo a cambio. Algo no muy difícil de conseguir... pero ya hablaremos de ello. Podríamos hacer un pacto... que irá evolucionando poco a poco. Yo puedo empezar dándote eso, y subir progresivamente hasta sacarte de este lugar y que consigas ser libre, y tú a cambio irás poco a poco pagándome ese precio.
- Háblame de ese precio - pidió ella con seriedad - Quiero saberlo.
El dios serpiente amplió su sonrisa ladina, abriendo los ojos y dejando salir su lengua nerviosa entre los labios. Luego miró a lo alto del manzano, y de un coletazo, hizo caer una de las manzanas más rojas sobre las manos de Lilith.
- ¿La fruta prohibida? - preguntó ella - ¿Qué me quieres decir con esto?
- Lo prohibido no es la fruta, querida Lilith... lo prohibido es que la fruta sea tentada por la serpiente... - murmuró él observándola.
- No entiendo lo que quieres decir con esto - ella frunció el ceño.
- Porque nunca lo has vivido ni experimentado - él rio con un poco de superioridad - Lilith, bajo los tallos que cubren la piel de entre tus piernas se esconde una bonita manzana, que cuando la abres... es así.
El dios serpiente usó una de sus afiladas garras para cortar de un solo tajo la roja manzana por la mitad, así mostrando el interior de la fruta.
Lilith la tomó de entre sus garras mirándola curiosamente. ¿Ella tenía entre sus piernas... algo semejante al interior de una manzana?
- Al igual que tú tienes algo así, tu marido tiene algo semejante a... una serpiente sin brazos ni piernas, digamos... - explicó el dios sin saber poner otro ejemplo. (Recordemos que en un principio las serpientes tenían patas como los lagartos, pero cuando fueron acusadas de cometer el pecado de la manzana, fueron castigadas sin ellos, para que se movieran arrastrándose por el suelo)
- Nunca he visto lo que hay tras la hoja de parra de Adán - aseguró ella, convencida.
- ¿Y él ha visto alguna vez tu media manzana? - preguntó el dios serpiente con las pupilas dilatadas, mirándola fijamente.
- ¿Qué dices? ¡Ni siquiera yo sabía que tenía algo como esto, cómo lo sabría él! - se defendió ella.
El dios serpiente se estremeció de placer con una risa, comprobando que ella era pura, muy pura además.
- Pues bien... lo que los dioses no quieren es que la serpiente se acerque a la manzana... ¿lo entiendes ahora? - preguntó señalando el orificio pequeño del interior de la fruta, donde estaban las pepitas a los lados - Este acto se llama coito, y es lo que está prohibido.
- Creo haber oído esa palabra antes... - ella hizo memoria, pero no pudo recordarlo.
- Es acto de procreación entre un marido y una mujer. Es algo normal... lo que ya no les parece tan bien a los dioses es que ocurra de forma extramatrimonial.
- ¿Entonces si es tan normal entre un marido y una mujer... por qué lo tenemos prohibido? - preguntó ella mirándole sin miedo.
- Caprichos de los dioses - contestó el dios rápidamente, sin interesarle eso - Pero ahora que sabes eso... puedes seguir enfrentando a los dioses, si quieres... pero ahora con mi ayuda.
Ahora era el momento que tanto había esperado el dios serpiente: el de conseguir lo que quería directamente, dejando a Lilith completamente engañada.
- Si practicas ese acto conmigo... se llamaría adulterio. Si lo cometes, los dioses se enfadarán y os separarán a Adán y a ti para siempre, sacándote del paraíso sin ninguna duda. Encontrando luego, con mi ayuda, tu ansiada libertad.
Lilith no cambió el gesto mientras miraba la manzana cortada en sus manos, mientras el dios serpiente se movía a su alrededor esperando ansioso una respuesta, estremeciendo sus escamas. Lilith estaba meditando sus palabras, pues no estaba convencida del todo. Había aprendido que todos los dioses tenían siempre intenciones que los beneficiaban a ellos más que nada, y no quería dejarse engañar. Ella no era una tonta.
- No se por qué... - dijo ella - Pero creo que cometer el adulterio contigo dañaría a Adán.
- ¡No le va a pasar nada a Adán, él sería la víctima! - regañó el dios mirándola a la cara.
- Exacto. La víctima aquí - mencionó ella - Y yo no quiero hacerle daño a Adán. No se lo merece.
La serpiente siseó enfadada, golpeando el suelo con su larga cola. Lilith se levantó del suelo, teniendo en cada mano media parte de la manzana.
- Oigo a los dioses cuando se reúnen a deliberar - confesó ella - Parece ser que en su... doctrina, si yo llegase a cometer el pecado del adulterio, sería apedreada hasta morir. No quiero eso.
La serpiente le observaba a sus espaldas con enfado. Lilith sabía demasiado. Demasiado.
- Sin embargo, hay algo que odian con todo su ser... ¿verdad? - ella miró media manzana - Y sería que Adán y yo nos separásemos.
- ¿Divorcio? - preguntó la serpiente.
- Ah, así se llama... - ella miraba al horizonte, mientras empezaba a correr un poco de viento - No estaría mal. Ya que fuimos casados sin que ninguno de los dos lo supiera, podríamos separarnos si quisiéramos. Aunque debo ser sincera... echaría de menos a Adán.
Tras unos segundos de silencio, ella sonrió con algo de pena.
- Dios serpiente, meditaré su propuesta. Le daré una respuesta lo antes posible. No quiero perder el tiempo.
- Más te vale... - siseó él, empezando a alejarse de ella, mientras la miraba con ojos cargados de desconfianza.
Lilith no se movió de su posición, pensando en qué hacer ahora. Después, escuchó unos pasos correr hacia ella y se giró. Adán subía corriendo la pequeña colina hacia el gran manzano, en busca de ella.
- ¡Lilith! - la llamó.
Ella se giró, viendo que detrás de él venían también gran cantidad de animales de todos los tipos. Al llegar a su lado, Adán la miró de arriba a abajo.
- ¿Te encuentras bien? Una ardilla me dijo que el dios serpiente estaba contigo... - dijo recuperando un poco el aliento.
Ella miró a la pequeña ardilla que tenía al hombro, reconociendo la anterior. Ella sonrió con ternura al reconocerla y comprobar que no huía de ella, sino que vio al dios serpiente y corrió a avisar a Adán.
- Gracias por venir... a ti y a todos. Me encuentro bien.
Adán dio una pequeña sonrisa, que se le quitó de las manos cuando vio que ella tenía una manzana partida en las manos. Ella la miró también.
- Lilith... - la llamó sin quitar la vista de las manzanas.
- No la he comido, Adán - ella la enseñó - El dios serpiente me la dio así. No temas...
- Tírala, por si acaso - dijo quitándosela de las manos y lanzándola colina abajo.
- Adán... - ella tomó una de sus manos - Quiero comentarte algo... ¿tienes tiempo?
- ¿Me preguntas si tengo tiempo? Tengo todo el tiempo del mundo, Lilith.
Ella sonrió, y se sentó bajo el manzano con él.
- Bueno, ya sabes lo que yo opino de este lugar y de los dioses... ¿verdad? No quiero cansarte con mis palabras repetitivas.
- Sí, pero si tienes algo nuevo que decir... lo escucharé.
- El caso es que mis ideales son muy firmes. Sigo queriendo salir de aquí, sin estar sometida a la voluntad de nadie, y creo saber como hacerlo...
- ¿El dios serpiente tiene algo que ver? - preguntó poniendo sus brazos tras la cabeza.
- Sabes que sí. Y al igual que tú, no me fio de él. Quiere engañarme, pero no podrá conmigo. Soy mucho más lista de lo que cree. Adán, yo... - ella miró a la hierba, acariciándola con sus pies - Creo que para que pueda salir de aquí, deberíamos separarnos... divorciarnos. Eso significa que tu y yo dejaríamos de ser marido y mujer, perdiendo nuestra unión.
Al decir esas palabras, Lilith sintió un pinchazo en su pecho, y se llevó la mano instintivamente. Pensarlo era un cosa, pero decirlo en voz alto haciéndolo real era... doloroso. Notó la mano de Adán sobre su cabeza, acariciando los mechones mal cortados que se hizo con la lasca, y ella le miró sorprendida. Adán sonreía pacíficamente, mientras acariciaba su cabello.
- Hoy te veo... distinta, Lilith - dijo él.
- Distinta... - repitió ella.
- Sí... estoy viendo a la mujer guerrera con la que comparto mi vida avanzar en sus ideales y objetivos. Eso, aunque suponga un dolor aquí al decir que te separarías de mí - Adán puso la mano en su corazón - También me orgullece y me pone feliz. Es un conflicto muy extraño... pero incluso te veo más bonita.
- No digas esas cosas para que me quede... - ella dio un pequeño sonrojo abrazando sus rodillas - A mí también me dolió ahí al decirlo... pero no sangramos.
- Entonces si para alcanzar tu ansiada libertad necesitas separarte de mí, Lilith... lo aceptaré.
Ella volvió a mirar su rostro, viendo que los ojos de Adán eran ahora muy cristalinos, vidriosos, incluso.
- El dolor del pecho se me ha ido a la garganta... - dijo él - Y parece que quiere llover de mis ojos... me siento mal, pero... feliz por ti.
- No sigas hablando, Adán, que mis ojos quieren llorar también - ella le miró lagrimeando - Y el dolor de mi pecho también se fue a mi garganta, como si me estuvieran estrangulando.
Adán sonrió cerrando los ojos, experimentando lo que era llorar por primera vez, mezclando el dolor de la separación de Lilith por encontrarse feliz por ella.
- Yo... Adán... hay otra manera... - ella se frotó los ojos - La manera es que nos vayamos los dios. Salgamos de aquí los dos juntos...
Él miró al suelo mordiéndose el labio inferior por una esquina.
- Lo siento, Lilith... no puedo hacerlo. No puedo dejar este lugar, dejarles a ellos - indicó señalando a los animales - Yo... soy más manso y pacífico que tú. Alguien como yo a tu lado no te dejaría liberar toda la tormenta que tienes en tu interior.
- Es bonito lo que dices, pero duele muchísimo... - ella siguió frotando sus ojos, con su voz algo quebrada.
- Espero que puedas perdonarme... - él la tomó de la mano.
- No hay nada que perdonar, Adán - ella dio una sonrisa - Has sido un compañero muy amable y bueno conmigo. Yo, sin embargo, no te he traído más que desgracias. Respeto tu postura para quedarte, y espero que los dioses no se enfaden contigo por lo que voy a hacer.
- No digas eso... - él se levantó a la vez que ella, tomando las dos manos entre las suyas - No me has traído problemas, me has enseñado muchas cosas que has aprendido por tu cuenta. Eso es típico de ti. Eres muy independiente.
Lilith miró al suelo, con la boca llena de saliva que tragaba sin parar, con un pequeño sentimiento de vacío. Ya no podría hablar más con Adán, ni sujetar su mano al caminar o tumbarse con él sobre la espalda de un gran oso mientras se daban de comer uvas mutuamente. Adán había sido su amigo, su compañero, su padre, su mentor, su todo. Al igual que ella lo había sido todo para él. Eso se demostraba en el dolor que ambos tenían en el corazón y ninguno sabía por qué.
- Lilith... recuerda esta palabra - pidió él acercándose a ella - Cuídate.
Al acercarse a ella, dejó un beso sobre la frente de la mujer, y se separó con su cálida sonrisa de siempre, deseándole con ella suerte allá a donde fuera.
*
Al día siguiente.
*
- Bien, esperemos que esta sea la última reunión donde el punto del día sea Lilith - comentó una persona del jurado - Pues ella ha abandonado el Edén junto con el Dios Serpiente.
- Qué estará tramando ese reptil... - murmuró uno.
- No, que estará tramando Lilith - le corrigió su compañero.
- Deberíamos haberla matado. No nos sirve - habló otro.
- Caballeros, tranquilos - dijo el primero - Lilith ya no importa. Ahora necesitamos otra mujer con urgencia para Adán. Y ahora, hagámosla mejor que su anterior esposa. ¿Propuestas?
- Con más sumisión - dijo uno.
- Con más tranquilidad.
- Con más obediencia.
- Con más belleza.
- Con más inocencia.
- Con más educación.
- Con más pechos.
Todos se giraron hacia el que realizó la última propuesta, que levantó los hombros con una sonrisa socarrona.
*
Un tiempo después.
*
Pasado un largo tiempo después, los dioses estaban muy satisfechos de su nueva creación, Eva, la que era amorosa y cariñosa con Adán, siendo ellos, a sus ojos, la unión perfecta entre un hombre y una mujer en ámbito espiritual. Sin embargo, dentro de ellos, notaban al dios serpiente cada día más débil, decaído, inútil, y él se molestaba cuando le preguntaban, más por educación que por interés.
Un día en que el dios se encontraba especialmente molesto, siendo incapaz de mantener su forma humana y frustrado en sobremanera, marchó al Edén a esperar a que Eva se encontrase sola, pues la causa de su frustración se debía a que no había logrado lo que quería hacer con Lilith. Ahora saciaría su sed con Eva, que también era pura.
Todos estos acontecimientos causaron lo que ya sabemos, que Eva fuera juzgada por haber mordido supuestamente una manzana, y la interrupción de Adán en el lugar para estar con ella. Habiéndole dado muerte el dios serpiente delante de todos ellos, Adán tendió una mano a Eva.
- Nos vamos de aquí, Eva. Si estás desterrada, me marcharé contigo. Acabo de entender con este absurdo juicio que mi antigua compañera tenía razón.
- ¿Eh? ¿A qué te refieres? - preguntó ella, sin saber nada.
- Los dioses me prohibieron contarte nada - él sonrió - Porque quieren eliminarla de su memoria y de nuestra historia. En cuanto salgamos de aquí, te contaré una historia.
Cuando tomó la mano de Eva para llevarla hacia la puerta y salir de ahí, una espesa niebla negra aparecía fuera de las puertas, lo que hicieron que se detuvieran mirando. De la niebla, espesa y casi ponzoñosa, apareció una silueta, que lentamente caminaba hacia ellos. De cabellos rubios a la altura de la mandíbula y ojos grises, Lilith aparecía delante de ellos, vestida con tallos de plantas podridas. Tenía el rostro maquillado, con los ojos pintados de negro usando cenizas y los labios rojos sangre, además de haber decorado sus uñas también de un color similar al de sus ojos. Adán tuvo que parpadear varias veces para reconocerla, pues ella estaba... increíblemente cambiada. Sus ojos no miraban igual, su expresión no era la misma, ni mucho menos su aura. Tampoco se explicaba de dónde había conseguido ese poder para emerger de la niebla.
Adán se puso instintivamente delante de Eva, y Lilith le miró de una forma que parecía atravesarle por completo llegando hacia la mujer de su espalda.
- Vaya, mi reemplazo es mucho más bonito visto desde cerca que en la distancia... - comentó ella sonriendo.
- Ella no es tu reemplazo, Lilith - defendió Adán.
- No te creo - ella sonrió - Adán, lo he visto todo, por favor, no te pinta mentir. He conseguido poder suficiente como para poder observaros desde la distancia, enterándome de todo lo que hacían los dioses. Tenía ganas de venir a veros... pero quise esperar a que abrieses los ojos de una maldita vez y vieras la "justicia" de los dioses.
Adán mantuvo la seriedad. No podía hablar normalmente con Lilith, porque ella no parecía ser la misma mujer que abandonó el Edén hace semanas. Esta era... muy distinta. Ella, mientras tanto, seguía mirando a Eva.
- Eva, ¿verdad? Eres tan adorable, tierna, sumisa, tímida, dependiente... - ella habló con una falsa ternura - Eres todo lo que desean los dioses... y por eso me das asco. Te odio, Eva.
Ella puso un rostro preocupado mientras seguía detrás de Adán, aún confundida por no haberla conocido nunca. Ni siquiera sabía que existían más mujeres.
- Pero tú, Adán, no estás libre de mi odio - comentó dirigiendo su mirada hacia ella - ¿Acaso el dolor que provoqué en tu pecho no fue suficiente para que estuvieras dispuesto a abandonar el Edén conmigo? ¡Por qué incluso cuando empatizaste conmigo llorando no fuiste capaz de venir conmigo, y ahora sin embargo, cuando todo en lo que confiabas te da la espalda, sí tienes valor para abandonar el Edén con ella! ¡Yo también era tu esposa!
Adán se mantenía serio e impasible mirando el rostro de Lilith. Aunque ella se mostrase con una fuerza y una convicción firme, Adán sabía mirar dentro de ella y encontrar a su ex-esposa celosa y dolida por todo esto, pues se encontraba sola frente a todo.
- ¿Qué te ha hecho el dios serpiente para que cambies tanto? - preguntó Adán.
Ella se puso la mano delante de la boca para evitar reír.
- Te gusta cambiar de tema para que no parezcas el malo... En fin, querrás decir... qué le he hecho yo a él...
- ¿Tú eres la culpable de su estado lamentable?
La pregunta llegó desde dentro del tribunal, donde varios jueces salieron a presenciar la llegada de Lilith.
- ¿Tanto se nota? Ese lagarto quería engañarme para poseerme. Nunca me quiso ayudar. Todos los hombres que he conocido son odiosos, vosotros incluidos - desafió ella - Por eso mismo, con este poder que he conseguido de él crearé una nueva raza de seres poderosos siendo yo su primer escalón, seres que atormentarán a los humanos en toda su vida y le harán caer en mil tentaciones - maldijo ella.
- ¿No estarás insinuando que vas a ser la madre de monstruos, verdad? - desafió un juez - ¿No estarás esperando un hijo fruto de tu relación con el Dios Serpiente?
Lilith giró sus ojos grises hacia él, moviendo los hombros rítmicamente de arriba a abajo. Luego, estalló en una carcajada que hizo que a todos se le erizara el vello. Lilith parecía algo carente de cordura, aunque no era así.
- Embarazada de ese lagarto... - rio ella sujetándose el vientre - Que chistoso... ¿acaso crees que me dejaría tocar por ese engendro? Fue por su frustración al perder poder y no poseerme que quiso abusar de vuestra nueva mujer, malditos dioses - Lilith volvió a reír - Él os engaña y preferís creerle antes que escuchar a la pobre mujer que vosotros habéis creado... ¡específicamente para que no os engañara como yo!
Los jueces se miraron entre sí, y Adán incluso llegó a relajarse un poco al ver que Lilith sabía la verdad sobre la causa del juicio, y que se ponía de parte de Eva.
- Adán, mi querido ex-esposo... me has hecho un favor matando a ese bastardo - Lilith le volvió a mirar - Si no, lo hubiera hecho yo tarde o temprano. Oh, disculpad, no puedo quitarme de la cabeza al imaginarme embarazada de él... ¿os lo imagináis vosotros? ¡Preferiría quedarme con la placenta antes que con un hijo suyo!
- Estás loca, Lilith - dijo el juez principal dando un paso al frente - Has sucumbido en la misma locura del exterior del Edén, pues vives envuelta en peligros. Si tanto nos odias y detestas todo esto, no vemos por qué no cambias otra cosa que te impusimos a la fuerza: tu nombre.
- Bien visto, señor juez - ella sonrió limpiándose un ojo con una lágrima de risa - Lo he pensado muchas veces, en realidad. Y finalmente he decidido... mantener el nombre de Lilith. Cada vez que lo escuchéis y lo escuchen los que vengan después, no pensarán en la Lilith que vosotros creasteis, sino en la Lilith que yo misma soy ahora, y seré mañana. Una Lilith imparable e indomable.
Y dándoles la espalda, Lilith se volvió a sumir en la espesa niebla oscura mientras se volvía a marchar, riendo y dejando a todos tensos en aquel lugar. Deseaban no volver a verla en mucho tiempo... y realmente pasarían milenios hasta que ella volviera a aparecer en sus vidas.
*
Arena del Ragnarok, preparativos del segundo combate:
*
En las gradas todos esperaban al siguiente combate, mientras que aún no salían del shock de la sangrienta muerte del primer combatiente humano. Eva y sus hijos no eran la excepción, pues se encontraban en primera fila esperando ver salir a Adán. Ella se encontraba nerviosa por lo que acababa de ver, pero confiaba plenamente en su marido.
Entre los cuchicheos de los demás humanos, Eva escuchó una palabra que la hizo alterar de sobremanera, como si un calambrazo le hubiese llegado desde la columna a todo su cuerpo: Lilith.
Giró la cabeza hacia las filas superiores, viendo como varios hombres miraban a una mujer que se encontraba en el más alto pasillo, de pie, delante de las escaleras. El nombre de Lilith era cada vez más murmurado, con miedo y curiosidad, pues era una gran sorpresa encontrar a la ahora madre de todos los demonios en un lugar así, a no ser que haya ido a divertirse viendo caer a los humanos uno a uno.
Al ver de lejos a la mujer a la que llamaban Lilith y que lentamente se iba caminando, Eva se levantó de su lugar.
- Hijos, volveré antes de que aparezca papá - dijo saliendo - ¡Ahora vuelvo!
Ella subió las escaleras a toda prisa, mientras acaparaba todas las miradas de los hombres de lugar, y persiguió a Lilith por el pasillo en que se metió. Aunque desde lejos esa mujer caminaba lentamente y sabiendo mover su vestido largo, Eva no la podía encontrar por más que corriera. Miraba por todas las intersecciones de los pasillos, mientras elegía uno al azar y corría buscándola. Ni siquiera se atrevía a llamarla por su nombre, pues Adán ya le contó toda la historia de su primera esposa.
Al llegar a una intersección con unas escaleras descendentes, Eva vio el final del vestido al final de estas desaparecer por una esquina, y sin pensarlo más, bajó detrás de ella. Al girar la esquina, se detuvo bruscamente al encontrar a Lilith delante de ella, en mitad del pasillo, con una sonrisa.
Lilith, madre de los demonios
Arreglada con un elegante vestido con lentejuelas que semejaban las escamas de una serpiente, al igual que sus zapatos, la mujer de largos cabellos, maquillaje verde y negro, la miraba con una sonrisa, como si estuviese esperando ser alcanzada por ella.
- Eva, querida, qué bien te veo - en su voz había una sobredosis de altanería - No has cambiado nada desde la última vez que te vi.
- Lilith... - ella la llamó jadeando, con una mano en su pecho.
- Recupera el aire tranquila, que seguro que esos melones que te cuelgan del pecho hacen que sea muy complicado correr - ella sonrió ladinamente, poniendo sus manos en su cadera con un gesto sensual.
- Lilith... ¿qué haces aquí? - terminó preguntando ella con inocencia.
- ¿Acaso no está invitado todo el que quiera presenciar esta maravillosa sucesión de combates? - preguntó - ¿Por qué no podría asistir? No está de más dar un poco de emoción a la vida.
- Dime la verdad, por favor... - ella la miró suplicante, lo que hizo que Lilith frunciera sus labios pintados del mismo color que su vestido.
- Me he enterado de que mi querido ex-esposo participará ahora en segundo lugar. He bajado a darle unas palabras de aliento - ella miró sus uñas, quitándole importancia - ¿Acaso tienes una faceta celosa que no conocía tu marido y quieres controlarme? Porque yo, Eva - dijo en un tono tan suave que dio escalofríos - Soy incontrolable.
- N-No... - contestó ella, insegura - Pero... no quiero que desconcentres a Adán antes de su batalla.
- ¿Que lo desconcentre? ¿Por quién me tomas? - ella se acercó con una sonrisa ladina - Sabes que además de ser su ex-esposa, soy la mujer que le hizo experimentar el amor por primera vez, también el llanto, el dolor de la separación y la felicidad. ¿Temes que aún después de tanto tiempo siga sintiendo algo por mí?
- Eso es imposible - contestó ella segura - Lo que has dicho es cierto, y agradezco que hayas mostrado a Adán esos sentimientos, pero estoy completamente segura que él ya no siente nada por ti.
- Valientes palabras de la mujer más sumisa que ha conocido la humanidad - contestó ella endureciendo la voz - Aunque mira, aquí le tenemos.
Eva se dio la vuelta para ver a su marido quieto detrás, el cuál las miraba a las dos sin poder creerse lo que veía.
- Hola, Adán. Cuánto tiempo - saludó ella con una sonrisa levantando la barbilla.
- Cuánto tiempo, Lilith... - contestó él mirándola.
- Espero que no te moleste que te quite unos segundos de tu tiempo... porque ya no tienes todo el tiempo del mundo, como me dijiste aquella vez, ¿recuerdas? - provocó ella acercándose, haciendo un elegante sonido con sus tacones sobre el suelo - Sólo vengo a darte unas palabras de aliento y ánimo.
Ella se acercó a Adán son su bonita sonrisa de color verde, mientras miraba sus ojos azules con los suyos color gris pálido. Lilith tomó sus mejillas con ambas manos, haciendo que le mirase fijamente.
- Recuerda esta palabra... - le murmuró ella.
Adán, volviendo a recordar lo que le dijo milenios atrás antes de que ella se marchase del Edén, bajó un poco la cabeza para que ella le devolviese el beso en la frente, pero en vez de eso, se encontró con que Lilith había besado sus labios.
Él abrió los ojos sin esperarlo, a la vez que Eva también lo hacía y se tapaba la boca, congelada y sin poder reaccionar. Lilith, después, se separó con una sonrisa mirándole de cerca.
- Cuídate.
Y retirando las manos de sus mejillas con una ligera caricia de sus yemas y de sus uñas, Lilith pasó por su lado para retirarse, pues ella ya había conseguido lo que quería, y además se había quedado muy satisfecha de haber alterado de esa manera tanto a Eva, como de haber nublado la mente de Adán.
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Listo, terminé!
Me gustaría que me digan qué les pareció esta historia, a la que considero un poco más diferente que las demás y que es la que más me ha costado hacer ;-;
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