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Álgebra

Hacía un buen rato desde que aquel chico de hebras turquesas observaba tímidamente al santo de la décima casa.

Tres horas aproximadamente eran las que Shura llevaba sentado leyendo un libro del cuál Afrodita, con su perfecta vista, había logrado conocer el nombre.

"Álgebra de Baldor", así decía en la gruesa pasta, con lo poco que el piscis había alcanzado a ver, parecía un libro de matemáticas, algo que le aburría. Cuando Shion les daba largas lecciones de ese tema, Afrodita era uno de los muchos que se quedaban dormidos y que posteriormente eran levantados de un golpe con un libro; sin embargo, entre su aburrimiento, veía al capricornio prestar toda su atención al Patriarca, junto a Camus y Shaka. Pero no sabía de la pasión de Shura por la matemática.

Después de recordar todo, ideó un plan. Si con ayuda de los dioses, Camus aceptaba ser su tutor, entonces tendría un pretexto para acercarse al décimo guardián.

Así pues, pasaron dos largos meses con el piscis yendo todas las tardes al templo de Acuario (ya que afortunadamente Camus había aceptado), grabando en su cabeza el mayor conocimiento posible.

Afrodita caminaba hacia Aries, cuando divisó una figura muy familiar, era Shura, sentado otra vez y leyendo de nueva cuenta el mismo libro. Confiado, se acercó, e intentó hablar.

-Ho... hola, Shura.

-Ah, hola, Afrodita.

-¿Qué haces?

-Leo un libro.

-Ah... -Asomó su vista al contenido del libro-, ¿Álgebra de Baldor?

-Si.

-Es un libro muy interesante, lo he leído.

-Lo dudo. Siempre dormías en las lecciones de Álgebra.

-Pe... pero ahora... me gusta.

-¿De verdad? -Levantó una ceja.

-Si.

-Si eso es cierto, entonces responde:
La suma de dos números es 9, y la suma de sus cuadrados es 53, ¿Cuáles son?

-El 2 y el 7.

-Vaya, que rápido. Supongo que debo creerte.

-Etto... -Se sonrojó y sonrió para sus adentros, tantos regaños de Camus habían válido la pena.

-Ahora responde ésto:
Si un Capricornio se aproxima a un Piscis, lo carga y lo lleva a una recámara en aproximadamente 49 segundos, lo acuesta, lo besa y se dispone a hacerle el amor, más la suma de cariño y celos, ¿Cuántos gemidos emitirá el Piscis mientras Capricornio le hace el amor?

No hubo respuesta por parte de Afrodita. Un sonrojo tan brillante como el ocaso se hizo presente en el rostro del menor. Shura sonrió, tal como había dicho, lo cargó y llevó a su recámara en menos de 49 segundos; después, lo besó apasionadamente mientras el sueco enredaba sus piernas en la cadera del mayor. La temperatura se elevó velozmente en ambos cuerpos, mientras que un largo y caliente beso mantenía ocupadas sus bocas.

-Ahora... -Detuvo el beso-, suma celos y amor.

-¿Celos?

-Si. ¿A qué ibas a Acuario todas las tardes?

-Yo... Necesitaba aprender...

-¿Qué?

-¡Ah! -Un rose de entrepiernas hizo que un gemido saliera de la boca de Afrodita.

-Hum... Creo que ya te está doliendo -sonrió con picardía-, si me respondes, te liberaré...

-Eh... ah... ah... iba para que Camus... Camus me enseñara... ál... álgebra...

-¿Álgebra?

-Mn... Si... Yo quería acercarme a ti... entonc... -Un dedo en medio de sus labios detuvo su habla.

-Ah... Así que era eso. Entiendo, pero ya no hables más...

Volvió a iniciar un beso al mismo tiempo que se deshacían de sus prendas. Rápidamente, las pieles de ambos estaban expuestas, calientes y ansiosas. El español abandonó los labios de Afrodita para explorar el resto de su cuerpo; chupaba, besaba, lamía y mordía dejando marcas tras de sí, quería trazar su paso por aquel cuerpo tan torneado y sensual. Los gemidos no faltaban, algo que lograba excitar aún más al mayor; la saliva ayudó como lubricante para poder introducir un primer dedo en el menor, para luego aumentar el número a cuatro, cuando sintió listo al sueco, se colocó en medio de sus piernas y procedió a introducir su miembro, lentamente, tratando de no dañar a su amado. Afrodita, por su parte, enterraba sus cortas uñas en la bien formada espalda del español. Las embestidas comenzaron lentas, dulces, pero pronto obtuvieron ritmo y fuerza, sinceramente, no tanta. Shura no deseaba ser tan rudo con el sueco, no quería lastimarlo, a decir verdad, él quería que aquel encuentro se llamara "hacer el amor" con justas razones, porque él amaba al piscis.

Un beso fué lo que selló ese momento tan hermoso, pues el orgasmo había llegado y ambos se habían corrido. El mayor salió de Afrodita para luego acostarse a su lado y se tomaron de las manos.

-Ya no tendrás que ir con Camus, yo me encargaré personalmente de enseñarte álgebra. -Se quedaron dormidos.















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