
Recuerdas el tiempo...
El Dojo Tendo estaba inusualmente silencioso esa tarde de otoño. Las hojas doradas y rojizas caían suavemente en el estanque del jardín, creando ondas en la superficie del agua. Akane, ahora de 28 años, estaba sentada en el porche, observando el paisaje con una taza de té caliente entre sus manos. Su cabello, un poco más largo que en su adolescencia, se movía ligeramente con la brisa.
Hacía años que no pensaba en aquellos días caóticos de su juventud. Su vida se había vuelto más tranquila, más predecible. Dirigía el dojo junto a su hermana Kasumi, enseñando artes marciales a una nueva generación de estudiantes. Pero hoy, por alguna razón, los recuerdos de aquella época loca y maravillosa regresaban con fuerza.
Tal vez fue la carta que recibió esa mañana. Una invitación a la boda de Ukyo. Verla le había traído una avalancha de memorias: las peleas, las aventuras, los celos... y Ranma. Especialmente Ranma.
¿Dónde estaría ahora? La última vez que supo de él fue hace cinco años, cuando partió en un viaje de entrenamiento por China. Ocasionalmente enviaba postales, pero con el tiempo, la comunicación se fue haciendo más esporádica hasta cesar por completo.
Akane suspiró, dejando que los recuerdos fluyeran libremente por primera vez en mucho tiempo.
Recordaba aquella primera vez que lo vio, cuando apareció en forma de chica pelirroja. La conmoción al descubrir su verdadera identidad, la frustración inicial por el compromiso arreglado. Pero también recordaba cómo, poco a poco, esa frustración se fue transformando en algo más.
Recordaba las peleas absurdas, los insultos que escondían sentimientos más profundos. "Marimacho", la llamaba él. "Pervertido", respondía ella. Pero detrás de esas palabras siempre hubo una chispa, una tensión que ninguno de los dos se atrevía a nombrar.
Akane sonrió al evocar todas las veces que Ranma la había salvado. A pesar de sus constantes burlas sobre su falta de feminidad, siempre estaba ahí cuando lo necesitaba. La imagen de Ranma enfrentándose a Saffron para rescatarla era especialmente vívida en su mente.
Y luego estaba aquella casi-boda... Akane sintió un nudo en la garganta al recordar ese día. Tan cerca y a la vez tan lejos. ¿Qué habría pasado si las cosas hubieran sido diferentes? ¿Si hubieran tenido el valor de admitir lo que sentían el uno por el otro?
Un ruido la sacó de sus pensamientos. Alguien se acercaba por el camino que llevaba al dojo. Akane se puso de pie, curiosa. Los visitantes no eran frecuentes a esa hora de la tarde.
Su corazón dio un vuelco cuando vio quién era.
Ranma Saotome, con su característica trenza negra y sus ojos azules, estaba parado frente a la entrada del dojo. Parecía más maduro, más fornido, pero su expresión de ligera incomodidad era la misma de siempre.
"Hola, Akane", dijo con una sonrisa tímida. "Ha pasado tiempo, ¿eh?"
Akane se quedó sin palabras por un momento. Luego, recuperando la compostura, respondió:
"Ranma... ¿Qué haces aquí?"
"Yo... recibí la invitación de Ukyo. Pensé en pasar a saludar antes de la boda", explicó él, rascándose la nuca en un gesto nervioso que Akane conocía bien.
"Oh", fue todo lo que Akane pudo decir. Mil emociones se arremolinaban en su interior.
"¿Puedo pasar?", preguntó Ranma.
Akane asintió y lo guió al interior de la casa. Se sentaron en la sala, frente a frente, en un silencio cargado de palabras no dichas.
"Te ves bien", dijo finalmente Ranma. "El cabello largo te queda... lindo".
Akane se sonrojó ligeramente. "Gracias. Tú también te ves bien. China parece haberte sentado bien".
"Sí, fue... interesante", respondió Ranma. "Aprendí muchas técnicas nuevas. Incluso encontré una cura temporal para mi maldición".
"¿En serio?", preguntó Akane, genuinamente sorprendida. "Eso es genial, Ranma".
"Sí, bueno... resulta que no era exactamente lo que esperaba", dijo él con una sonrisa irónica. "Me di cuenta de que ser capaz de transformarme tiene sus ventajas".
Akane rio suavemente. "Nunca pensé que te oiría decir eso".
"La gente cambia, supongo", dijo Ranma, mirándola intensamente.
El silencio volvió a caer entre ellos, pero esta vez era diferente. Más cálido, más expectante.
"Akane", comenzó Ranma, "yo... he estado pensando mucho en el pasado últimamente".
"Yo también", admitió ella. "De hecho, justo antes de que llegaras estaba recordando... bueno, todo".
Ranma sonrió. "¿Recuerdas aquella vez que nos quedamos atrapados en el armario de limpieza de la escuela?"
Akane soltó una carcajada. "¡Cómo olvidarlo! Estuvimos ahí por horas porque eras demasiado orgulloso para pedir ayuda".
"¡Hey! Tú tampoco querías que nadie nos encontrara así", se defendió Ranma, pero también reía.
"O aquella vez que tuvimos que fingir ser una pareja feliz para engañar a tu madre", continuó Akane.
"Sí... fingir", murmuró Ranma, su mirada perdiéndose en la distancia.
El ambiente se volvió más serio de repente.
"Akane", dijo Ranma, su voz cargada de emoción, "¿alguna vez te has preguntado qué habría pasado si...?"
"¿Si no hubiéramos sido tan tercos?", completó ella. "Todo el tiempo".
Ranma tomó aire profundamente antes de continuar. "Estos años lejos... me han hecho darme cuenta de muchas cosas. De lo importante que eras... que eres para mí".
El corazón de Akane latía con fuerza. ¿Estaba realmente pasando esto?
"Ranma, yo..."
Pero antes de que pudiera continuar, un estruendo se escuchó desde el jardín. Ambos se pusieron de pie de un salto, cayendo automáticamente en posición de combate.
"¡Ranma Saotome! ¡He venido a desafiarte!"
La voz provenía de un hombre alto y musculoso que acababa de aterrizar en medio del jardín. Llevaba un gi de entrenamiento y una bandana en la frente.
Ranma y Akane se miraron y suspiraron al unísono. Algunas cosas nunca cambiaban.
"¿Quién eres tú?", preguntó Ranma, saliendo al jardín con Akane a su lado.
"Soy Kenji Yamada, heredero de la escuela de artes marciales estilo dragón. He oído historias sobre ti, Ranma Saotome, y he venido a probar mi valía".
Ranma sonrió de lado, una chispa de emoción en sus ojos. "Bien, acepto tu desafío. Pero te advierto, no soy el mismo de hace años".
"Yo me encargo de esto", dijo Akane, dando un paso al frente.
Ranma la miró sorprendido. "Akane, no tienes que..."
"Oh, vamos Ranma. No eres el único que ha mejorado en estos años", respondió ella con una sonrisa confiada.
Kenji pareció dudar por un momento. "Pero... yo vine a desafiar a Ranma Saotome".
"Y yo soy Akane Tendo, heredera del Dojo Tendo y maestra del estilo de combate libre", declaró Akane. "Si quieres enfrentarte a Ranma, primero tendrás que vencerme a mí".
Ranma observó a Akane con una mezcla de orgullo y asombro. Definitivamente, no era la misma chica que dejó hace cinco años.
El combate comenzó. Akane se movía con una gracia y precisión que Ranma nunca había visto en ella. Sus golpes eran fuertes y certeros, su defensa impecable. Kenji, a pesar de su impresionante físico, pronto se vio superado.
En cuestión de minutos, Akane había inmovilizado a su oponente con una llave que Ranma no reconoció.
"Me rindo", jadeó Kenji.
Akane lo soltó y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. "Fue un buen combate", dijo con una sonrisa.
Kenji, aún recuperando el aliento, hizo una reverencia. "Es usted una luchadora formidable, señorita Tendo. Me honraría si me permitiera entrenar en su dojo".
"Por supuesto", respondió Akane. "Las clases son los lunes, miércoles y viernes por la tarde".
Después de que Kenji se marchara, prometiendo volver para las clases, Ranma y Akane se quedaron solos nuevamente.
"Eso fue... increíble", dijo Ranma, genuinamente impresionado. "¿Dónde aprendiste a moverte así?"
Akane se encogió de hombros, pero no pudo ocultar su sonrisa de satisfacción. "He estado entrenando duro estos años. El dojo depende de mí ahora".
Ranma la miró con nuevos ojos. Esta Akane segura de sí misma, fuerte y hábil, era aún más atractiva que la chica de la que se había enamorado en su adolescencia.
"Akane, yo... lamento haberme ido así", dijo de repente. "Debí haber mantenido más el contacto".
"Está bien, Ranma", respondió ella suavemente. "Ambos necesitábamos tiempo para crecer, para encontrarnos a nosotros mismos".
Se miraron en silencio por un momento, años de sentimientos no expresados fluyendo entre ellos.
"¿Recuerdas", comenzó Ranma, "aquella vez en Jusenkyo? Cuando creí que te había perdido..."
Akane asintió, su corazón acelerándose.
"En ese momento", continuó él, "me di cuenta de lo mucho que significabas para mí. Pero era joven y estúpido, y no supe cómo manejar esos sentimientos".
"Ranma..."
"Déjame terminar, por favor", pidió él. "He pasado los últimos cinco años tratando de convertirme en alguien digno de ti, Akane. Alguien que pudiera estar a tu lado como un igual, no solo como un artista marcial, sino como persona".
Akane sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos. "Ranma, siempre has sido digno. Siempre te he..."
"Te amo, Akane", la interrumpió Ranma. "Te he amado desde hace tanto tiempo que ni siquiera puedo recordar cuándo empezó. Y si tú aún sientes algo por mí, me gustaría... me gustaría intentarlo. De verdad esta vez, sin compromisos forzados ni padres entrometidos. Solo tú y yo".
Las lágrimas corrían libremente por las mejillas de Akane ahora. "Yo también te amo, Ranma. Nunca dejé de hacerlo".
Ranma dio un paso hacia ella, tomando su rostro entre sus manos. "¿Recuerdas el tiempo cuando éramos solo dos chicos tercos que no podían admitir lo que sentían?"
Akane rio entre lágrimas. "Cómo olvidarlo".
"Bueno", dijo Ranma, acercando su rostro al de ella, "creo que es hora de crear nuevos recuerdos".
Sus labios se encontraron en un beso suave y dulce, cargado de promesas de un futuro juntos.
Cuando se separaron, ambos sonreían.
"Entonces", dijo Akane, "¿qué hacemos ahora?"
Ranma entrelazó sus dedos con los de ella. "Bueno, para empezar, creo que tenemos una boda a la que asistir. ¿Me concederías el honor de ser mi pareja, Akane Tendo?"
Akane sonrió ampliamente. "Será un placer, Ranma Saotome".
Mientras caminaban juntos hacia la casa, tomados de la mano, ambos sabían que este era solo el comienzo de una nueva aventura. Una en la que, esta vez, enfrentarían todo juntos.
Y mientras el sol se ponía sobre el Dojo Tendo, pintando el cielo de tonos cálidos, Ranma y Akane se permitieron un momento para recordar el tiempo en que eran jóvenes e inexpertos en el amor. Pero ahora, con la madurez y la sabiduría que dan los años, estaban listos para escribir un nuevo capítulo en su historia. Uno lleno de amor, respeto mutuo y, por supuesto, unas cuantas peleas de vez en cuando. Después de todo, algunas cosas nunca cambian del todo.
FIN
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