La prometida perfecta Mao cheng
El sol se ponía sobre Nerima, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. En el dojo Tendo, los gritos de Ranma y Akane resonaban como de costumbre.
"¡Eres un idiota, Ranma!" exclamó Akane, sus ojos marrones ardiendo de furia. "¿Cómo te atreves a decir que mi comida sabe a cartón?"
Ranma, con su característica trenza negra rebotando mientras esquivaba un puñetazo de Akane, respondió: "¡Solo digo la verdad! ¡Ni siquiera los gatos callejeros querrían probar eso que llamas curry!"
Akane gruñó de frustración y lanzó una patada que Ranma esquivó con facilidad. "¡Eres un malagradecido! ¡Me esforcé mucho en prepararlo para ti!"
Mientras continuaban su danza de ataques y evasiones, ambos recordaron cómo habían llegado a este punto. Hacía ya más de un año desde que Ranma había aparecido en la puerta de los Tendo, empapado y convertido en chica debido a su maldición. Desde ese momento, sus vidas habían cambiado para siempre.
Al principio, la relación entre Ranma y Akane había sido tensa y llena de desconfianza. Akane veía a Ranma como un intruso en su vida, un prometido impuesto por sus padres. Ranma, por su parte, consideraba a Akane una chica marimacho y poco femenina. Sin embargo, con el paso del tiempo, algo había cambiado entre ellos.
Habían enfrentado juntos innumerables desafíos: rivales en artes marciales, pretendientes no deseados, incluso amenazas sobrenaturales. En cada una de estas pruebas, habían aprendido a confiar el uno en el otro, a trabajar en equipo. Y aunque ninguno de los dos lo admitiría, un lazo especial había comenzado a formarse.
Justo cuando parecía que su relación podría evolucionar, un nuevo elemento entró en escena. Mao Cheng, una hermosa artista marcial china, había llegado a Nerima en busca de un esposo fuerte. Sus ojos se habían posado inmediatamente en Ranma.
"¡Airen!" gritó Mao Cheng, interrumpiendo la pelea entre Ranma y Akane. La recién llegada saltó con gracia felina, aterrizando justo entre los dos. "¡He preparado un festín para ti, mi amado!"
Akane sintió que su sangre hervía al ver a la intrusa. Mao Cheng era todo lo que ella no era: delicada, femenina y una excelente cocinera. La forma en que miraba a Ranma, con esos ojos verdes llenos de adoración, hacía que Akane quisiera gritar.
Ranma, por su parte, se encontró repentinamente incómodo. Si bien apreciaba la atención de Mao Cheng (y definitivamente su comida), algo en él se resistía a aceptar sus avances. Sus ojos se desviaron hacia Akane, notando la frustración en su rostro.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones para Ranma. Por un lado, disfrutaba de la atención y los cuidados de Mao Cheng. Ella lo trataba como a un rey, preparándole deliciosas comidas y alabando constantemente sus habilidades en artes marciales. Era un cambio refrescante comparado con los constantes insultos y golpes de Akane.
Sin embargo, cada vez que veía a Akane, algo en su pecho se agitaba. La forma en que ella lo ignoraba, centrando su atención en sus estudios o en entrenar sola en el dojo, lo molestaba más de lo que quería admitir. Se sorprendió a sí mismo buscando excusas para estar cerca de ella, para provocarla y obtener aunque fuera una mirada de enojo.
Una noche, mientras Ranma estaba sentado en el tejado de la casa Tendo, contemplando las estrellas y su confuso corazón, escuchó un sollozo ahogado. Sigilosamente, se asomó por el borde del tejado y vio a Akane en el jardín, sentada junto al estanque. Estaba llorando.
El corazón de Ranma se encogió. Quería bajar, consolarla, pero su orgullo se lo impedía. ¿Y si ella lo rechazaba? ¿Y si solo conseguía empeorar las cosas?
Mientras tanto, Akane luchaba con sus propios demonios internos. Los celos la consumían, pero se negaba a admitirlo. "No me importa", se repetía una y otra vez. "Ranma puede hacer lo que quiera con esa... esa gata". Pero cada vez que los veía juntos, sentía como si un puño helado estrujara su corazón.
Lo peor eran los sueños. Cada noche, Akane soñaba con Ranma. A veces eran pesadillas donde él se iba con Mao Cheng, dejándola sola. Otras veces eran sueños dulces, donde finalmente admitían sus sentimientos el uno por el otro. Despertaba con el corazón acelerado y las mejillas húmedas, odiándose por ser tan débil.
La tensión entre Ranma y Akane creció hasta volverse insoportable. Cualquier intento de conversación terminaba en gritos y acusaciones. Sus familiares observaban con preocupación, temiendo que esta vez la brecha entre ellos fuera demasiado grande para cerrarla.
Un día, las cosas llegaron a su punto de ebullición. Ranma, frustrado por la actitud distante de Akane, decidió aceptar una invitación de Mao Cheng para un picnic. Justo cuando estaban saliendo, Akane los vio.
"Así que es cierto", dijo Akane, su voz temblorosa. "Prefieres estar con ella".
Ranma, sorprendido por el dolor en los ojos de Akane, intentó explicarse. "Akane, no es lo que piensas..."
Pero Akane ya no escuchaba. Con lágrimas en los ojos, salió corriendo de la casa. Ranma quiso seguirla, pero Mao Cheng lo detuvo, recordándole su compromiso con ella.
Confundido y frustrado, Ranma se fue con Mao Cheng, sin saber que esta decisión desencadenaría una serie de eventos que pondrían a prueba su relación con Akane como nunca antes.
La noche había caído sobre Nerima cuando Ranma regresó a casa. Se sentía culpable por haber dejado que Akane se fuera así, pero su orgullo le impedía admitirlo. Estaba a punto de entrar en la casa cuando escuchó la voz agitada de Kasumi.
"¡Akane aún no ha vuelto! Y hay una tormenta acercándose..."
El corazón de Ranma dio un vuelco. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo en busca de Akane. La lluvia comenzó a caer, activando su maldición y convirtiéndolo en chica, pero no le importó. Solo podía pensar en encontrar a Akane.
Después de lo que parecieron horas, Ranma la encontró en un parque desierto. Estaba sentada en un columpio, empapada y temblando. Al verla así, tan vulnerable, toda la confusión y el orgullo de Ranma se desvanecieron.
"¡Akane!" gritó, corriendo hacia ella.
Akane levantó la vista, sorprendida de ver a Ranma-chan frente a ella. "¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con tu querida Mao Cheng?"
Ranma ignoró el comentario sarcástico y se arrodilló frente a ella. "Vine por ti, tonta. Estaba preocupado".
Antes de que Akane pudiera responder, un rayo iluminó el cielo y un árbol cercano comenzó a caer, directamente hacia ellos. Sin dudarlo, Ranma abrazó a Akane y rodó con ella, alejándola del peligro.
Por un momento, quedaron tendidos en el suelo mojado, Ranma protegiendo a Akane con su cuerpo. Sus ojos se encontraron y, de repente, todas las palabras no dichas, todos los sentimientos reprimidos, parecieron fluir entre ellos.
"Yo... tenía miedo", confesó Akane en un susurro. "Miedo de perderte".
Ranma sintió que su corazón se aceleraba. "Akane, yo... nunca podría dejarte. Eres la única para mí".
Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, y por un momento, temió haber dicho demasiado. Pero entonces, Akane sonrió, una sonrisa que iluminó la noche tormentosa.
"Ranma, yo... también te quiero", dijo Akane, su voz apenas audible sobre el rugido de la tormenta.
En ese momento, bajo la lluvia, con el peligro apenas evitado, Ranma y Akane finalmente se permitieron ser honestos con sus sentimientos. Se besaron, un beso dulce y tímido al principio, que pronto se volvió apasionado y lleno de toda la emoción contenida durante tanto tiempo.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento y sonriendo. La lluvia había cesado, y un arcoíris se asomaba entre las nubes.
"Vamos a casa", dijo Ranma, tomando la mano de Akane.
Mientras caminaban de vuelta al dojo Tendo, ambos sabían que las cosas no serían fáciles. Todavía tendrían que lidiar con sus inseguridades, con los pretendientes no deseados, con las locuras de sus familias. Pero ahora, al menos, sabían que lo enfrentarían juntos.
Al llegar a casa, fueron recibidos por sus familias preocupadas. Para sorpresa de todos, entraron tomados de la mano, con una nueva luz en sus ojos.
"¿Esto significa que finalmente admitieron sus sentimientos?", preguntó Nabiki con una sonrisa astuta.
Ranma y Akane se miraron, sonrieron, y por una vez, no negaron nada. Era el comienzo de un nuevo capítulo en su historia, uno que escribirían juntos.
FIN
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro