Jugando con el Corazón
—Y sucedió que después de haber ganado el primer lugar, los jóvenes guerreros de la tecnología y los videojuegos tomaron caminos separados. Así el destino mandó a cada uno volver a sus vidas de civiles.
La presentadora de 14 años del programa "JugerReadas" concluía con su reporte diario. Siempre tenía una sonrisa brillante y unos lentes enormes, que le cubrían la mitad del rostro. Su vestimenta extravagante, no era el verdadero centro de atención; sino su cabello arcoíris, con largura que se extendía hasta los talones, y un delantal de cocina con estampado de unicornios y controles de juego.
"JuguerReadas" era reconocido como uno de los programas televisivos más famosos del canal Kidz+; y de los estudios TVi. Siempre al día en todos los temas de actualidad, para los jóvenes adultos y los adolescentes.
— La señorita, Marinette Dupain-Cheng y su compañero, Max Kanté. Ellos son los héroes de nuestro día de hoy. —Las imágenes detrás de ella eran de los dos jóvenes estudiantes del Instituto Françoise Dupont—. Pero... ¿Quién es Marinette en realidad? —A sus espaldas apareció una fotografía de Adrien Agreste en primera plana de una revista—. Como muchos sabemos, ella fue la ganadora de un concurso organizado por la línea de ropa del señor Gabriel Agreste. La imagen de atrás demuestra a nuestro querido Adrien, utilizando el bombín de ésta chica que aspira a ser diseñadora de modas. Lamentablemente debo informar, que ellos no sólo han tenido una relación profesional. —Los efectos de sonido se hicieron presentes—. El día de hoy fueron vistos juntos; he aquí algunas fotografías. —Tanto dicho, como hecho. La enorme pantalla se llenó de fotografías de los dos juntos, parecía que un virus intentaba apoderarse del enorme monitor. Pero enfocaron una en particular; ampliándola al máximo— .Lo que ven aquí es un beso, sí, un beso en los labios. Son unos chicos muy juguetones; estaban "practicando" en casa de Marinette. ¿Qué practicaban? , supuestamente entrenaban para el concurso; pero hemos descubierto que es falso. Tenemos testigos que confirman nuestras sospechas. Observen bien; aquí están en el parque. Marinette y Adrien se toman de la mano, comparten su comida mientras están sentados en una banca, hablan y se ríen. Pero el beso entre ellos es la mayor evidencia de su noviazgo. Adrien empujó salvajemente a Marinette, y ella cayó directo al césped; pero no crean que solo era para estar sobre ella, sino que se acercó a sus labios para besarla. —La pantalla no mentía en lo más mínimo— .Ya son las 12:00 pm, así que hasta aquí las noticias de hoy. Nos vemos mañana mis queridos rábanos y que tengan amargas pesadillas con Poppy.
Esa fue la despedida, de la chica peculiar.
La caja mágica que proyectaba su imagen, aquella a la que los humanos llaman "televisión" se apagó instantáneamente.
Las personas dentro del vagón no prestaron ni la más mínima atención a lo que había dicho la informante. Al parecer los celulares los hipnotizaban. Al final del vagón se hallaban dos amigas; una morena y una azabache. La morena absorta en otra galaxia; y la azabache perdida en sus desastres mentales, a los que les llamaba "pensamientos".
— ¡Maldito teléfono! —Su mirada fulminante derretía la pantalla del celular; se podría decir que éste temblaba de temor bajo sus delgadas y delicadas manos— ¡Ojalá todos se pudran en el infierno! —Gritaba a todo pulmón, la chica del vídeo. Ella empezó a jalar sus coletas— ¡Yo no soy la envidiosa!, ¡Los odio a todos! —Respiró profundo para calmarse y bajar la voz— .Son unos mal nacidos, dijeron que eran imparciales —Cerró sus hermosos ojos— ¡Malditas mentiras! ¡Malditas mentiras! —Exclamaba una azabache de ojos tan azules como el cielo; de traje rojo y moteado.
— ¿Quieres sonreír? —preguntó el chico de traje negro y orejas de gato. En una mano sostenía una bombilla y en la otra una botella de agua.
— ¡Ahógate con chocolate! —Le propinó una bofetada con un salmón que había conseguido en aquel enorme almacén.
— Seguiste las normas eso es lo absurdo —Ahora hacía malabares con los objetos y cantaba el himno nacional de Francia.
— ¡Que un unicornio te atropelle engendro! —La heroína enmascarada se hallaba de muy mal humor.
— ¿Segura que por aquí se llega a la fiesta? —La tierna azabache preguntó de forma inocente a su amiga morena; quién estaba sentada a su lado. El volumen del vídeo era considerado algo escandaloso para esas altas horas de la noche.
— Claro que sí. Sólo faltan 5 estaciones más —En ningún momento apartó la vista de la pantalla de su móvil. Su tono de voz robótico, parecía no convencer a su mejor amiga.
— Estación Boulevard Saint Michel. —Balbuceó la voz que salía por los altavoces del tren.
— Chat Noir y Ladybug nunca harían esas cosas; son libretos de mala calidad. Esos vídeos absurdos pudren tu mente. Amiga, los youtubers te están haciendo asocial. —Marinette colocó su mano derecha en el hombro de su amiga en señal de preocupación.
— ¡Asocial será tu planta! —Respondió con agresividad y firmeza. Aún sin mirar a la chica.
— ¿Planta? Yo no tengo plantas... —Su confusión era notoria y su rostro un poema.
— Tú eres una planta. —Eso fue lo último que dijo, antes de quitarse la mano de Marinette de su hombro.
« Faltan 2 estaciones; puedes soportarlo Marinette. » —pensó la azabache.
Se levantó del asiento para sacar su móvil y colocarse unos audífonos. Buscó entre todas las canciones, para escoger una de sus favoritas.
Tikki salió del bolso de Marinette.
— Tikki, vuelve al bolso. —Su orden se escuchó más como una sugerencia— ¡No, no hagas eso!
— Sí lo haré, porque soy mejor que tú. —canturreó su kwami, con un tono victorioso. Bailaba la macarena y mucho mejor que Mijaíl Barýshnikov.
— No sabes bailar. —mustió cruzándose de brazos.
— ¡Acéptalo Marinette! —exclamó la carmesí, riendo a carcajadas— ¿Oh, quieres que te recuerde nuestra apuesta? —Le giñó un ojo.
— Bien, bien. Pero... yo sigo siendo la ganadora del día de hoy. —reprochó entre dientes.
— Si decir eso te hace feliz. —susurró la pequeña que levitaba. Cerró sus ojos y siguió bailando— ¡Besitos de chocolate!
— ¡Cállate Tikki! —refunfuñó a todo pulmón. Empujó a la criatura mágica con su dedo índice.
— No soy Tikki. Soy insecto; porque si tú eres planta, yo soy tu plaga. —rapeó sus palabras e hizo movimientos entrecruzados con sus pequeñas manos.
— Tu lógica es irrefutable —respondió, intentando cerrar la conversación.
« Dicen que a los locos hay que seguirle la corriente. Por lo visto soy la única cuerda en este vagón. » —pensó Marinette.
El tren frenó repentinamente. Como era de esperarse, habían llegado a su destino. El impacto hizo que la azabache se tambaleara y rodara como un pingüino por las escaleras.
— ¡Vamos Marinette! —Alya levantó a su mejor amiga y la sacó del tren con un sólo tirón.
— ¡Alya, cuidado! —Sacudió su ropa y arregló su cabello— .Aquí hace mucho frío. Mis pies se están congelando. —Lo único que hacía era quejarse.
— Niña tonta, tienes frío porque se te cayó una zapatilla en el tren. —Apuntaba a la zapatilla que estaba atrapada en la gran cabina móvil.
— Bien; lo que me faltaba. Ahora soy la Cenicienta. —viró los ojos.
— ¡Piensa positivo! Tu príncipe azul va a rescatar tu zapatilla. Aunque... pensándolo bien; existen muchas zapatillas parecidas a esas.
— ¡¿Quieres decir que Adrien va a conseguir mi zapatilla y me casaré con él?! Tengo que volver a casa. Es hora de hacer las maletas para mudarme a su castillo y tener a nuestros tres queridos hijos. —parecía haber planeado todo su futuro.
— ¡Wow, wow! Cálmate un poco. —hablaba pausada mente— Ni siquiera sabemos si él corresponde a tus sentimientos. A demás, no está cerca de aquí. Lo más probable sea que él no esté interesado en ti, porque siempre lo estás acosando. —Sus frías y sinceras palabras; fracturaron el corazón de la Cenicienta esperanzada.
— Eh... no, no había pensado en eso. Tienes razón; mis sueños nunca se van a hacer realidad. —Sus ojos se cristalizaron— .Adrien lleva mucho tiempo a mi lado y a pesar de todos mis esfuerzos... sólo me ve como a una amiga. Mejor termino con mi sufrimiento.
Alya y Marinette caminaron hasta quedar frente a los rieles del tren.
— Ésta es la despedida, Marinette. —La morena abrazó a su amiga, con mucha fuerza.
— Así es Alya, así es. —Una lágrima recorrió su mejilla izquierda— .Perdón por no ser fuerte.
El tren pasó a toda velocidad y se vio como destrozaba nada más y nada menos que a una de las cosas más preciadas para Alya.
— Amaba a ese par de zapatillas. —sollozó la morena.
— Nunca olvidaré su suavidad. —agregó Marinette— .Eran de la línea "Primavera - Verano" del señor Gabriel Agreste, mi suegrito.
— ¡Hey, Marinette!
Esa dulce voz masculina, hacía arder las mejillas de la azabache.
— ¿A... Adrien? —sus ojos brillaron como las estrellas de un cielo
nocturno despejado. Ella le daba la espalda en ese momento.
« Tal vez las esperanzas no son en vano. » —pensó
— Esa es tu zapatilla ¿cierto?
« Los sueños si se hacen realidad. »
— Sí. —respiró profundo para recobrar sus fuerzas. Volteó con sus ojos cerrados y colocó ambas manos en el lado izquierdo de su pecho, justo encima del corazón.
— Me alegra saber eso. Es gratificante enterarse de que la chica que admiras y aprecias, te acompañará por un largo, largo tiempo. —la voz del rubio, volvía tartamuda a la azabache— .Te acepto tal y como eres. —
Esas últimas palabras resonaron en su cabeza una y otra vez.
« Te acepto tal y como eres. »
« ¿Será que ya sabe quién soy? » « ¿Cómo debo reaccionar? » « ¿Qué le voy a responder? »
Pasó de tímida y tartamuda. A confundida y sin palabras.
— Ah... ¿sí? —la única bobada que articularon sus labios.
— Sí —Replicó al instante.
Marinette no abrió los ojos por temor a perderse en las profundas y hermosas esmeraldas que el chico hacía llamar ojos.
— Abre los ojos, Marinette. —susurró la morena, acompañado de un pequeño codazo; en intento de hacerla reaccionar.
Con lentitud y temor empezó a abrir sus ojos.
¿Cómo reaccionaría al ver a su amado a la cara?
Al abrirlos totalmente y mirar hacia arriba; no consiguió el rostro del chico.
Alguien carraspeo para llamar su atención desde abajo.
« Mi amado se ha arrodillado y me colocará mi zapatilla. »
— Esto es un sueño hecho realidad. —dijo en agradecimiento a las Ladybugs pasadas; antes de bajar la mirada y conseguirse con...
— ¿Esta es tu zapatilla? —dijo un vagabundo, arrodillado en el suelo.
— ¿Quién rayos eres tú? —eso casi lo gritó.
— Soy tu hada madrina. —explicó el hombre barbado. Se levantó y la miró fijamente.
— No puede ser. ¿Lo dices enserio? —interrogó con asombro.
— Pues... obviamente... ¡No!
La estación estaba prácticamente vacía. Los presentes eran contados con los dedos. Por lo tanto, todo lo que se hablaba hacía eco. El reloj marcaba las 12:27 pm.
— Oiga hombre; pare de gritar. —susurró la de anteojos.
— Hadas madrinas, príncipes, magia... todas esa tontería han sido creadas para formar infantes inútiles.
— Eso no es cierto. —contraatacó Marinette.
— ¿Tú piensas eso? —se acercó tanto al rostro de la chica, que ella dio un paso hacia atrás.
— Sí. —intentaba expresar seguridad.
— Chica cliché.
— ¿Cómo?
— Dije que eres una chica cliché. —respondió con seriedad.
— No entiendo...
— Piensas que todo es un cuento de hadas y crees en el: "Y vivieron felices para siempre".
— ¿Cuál es el problema?
— A nadie le gusta esa mentalidad. ¿No es así Alya?
— ¿Cómo sabes mi nombre?
— Lo sé todo. —Sus ojos cambiaron de color inmediatamente.
Ambas jóvenes sintieron como les recorría una electricidad por la espina dorsal. Quedaron en shock. Las envolvía un temor que jamás habían experimentado.
El hombre sonreía cínicamente, y su mirada escalofriante te penetraba hasta los huesos.
Cerraron los ojos y se voltearon, prefirieron darle la espalda. No sabían que hacer.
« Definitivamente esto no es normal. » —pensó Marinette.
« ¿Cómo Marinette puede hablar en un momento así? » —pensó la morena.
« ¿Alya? Yo no estoy hablando, pero tú sí »
« Yo pienso, no he abierto mi boca. ¿A caso estás loca? »
« Si no estás hablando... quiere decir que... »
« ¡Podemos escuchar nuestros pensamientos! »
« ¡Ay, no! »
« ¡Esto es fantástico! »
« Tikki... »
« ¿Tikki? ¿Qué es eso? »
« Nada. Ahora debemos hacer un plan. »
«Si no te conociera, diría que eres Ladybug. »
« Nos volteamos a la cuenta de 7 y escapamos lejos. Llamaremos a la policía, después llegarán Ladybug y Chat Noir. »
« ¿Por qué a la cuenta de 7? »
« Por los 7 días de la semana. »
Mentalmente realizaban el conteo unánimemente. Al llegar al número 7, se giraron y cumplieron con su palabra.
— ¡A correr se ha dicho! —gritó la morena. Era más veloz que su amiga y la dejó atrás.
— ¡Alya, espera! —subía las escaleras a gran velocidad.
La azabache se golpeó en la cabeza y desmayó. Su cuerpo sin fuerzas se desplomó.
— ¿Hiciste lo que te ordené?
— Por supuesto que sí.
— ¿Quién diría que caería tan fácilmente? —empezó a reír.
— Son presa fácil; en verdad no se esperan lo que les viene. —su comentario tensó a su acompañante.
— No te confíes. Espero que hayas aprendido de los errores ajenos.
— Sí, lo hice. Pero...
— No te preocupes y recuerda lo que te dije.
— Eres mi líder, mi ídolo, mi... todo.
— Tú mereces mi gratitud y admiración.
Ambos realizaron una reverencia y se miraron fijamente a los ojos, perdiéndose profundamente.
— Reinaremos juntos. —Sonrió dulcemente— .Sabes que a mi lado puedes quitar tu transformación.
— Lo sé. Quiero protegerte, pase lo que pase. —obedeció al comentario de su superior y le guiñó un ojo.
— ¡Creo que ya está despertando! —gritó la morena.
— Mari... —exhaló el chico, que la tenía en brazos.
— Tikki, no quiero ir hoy al instituto. —dijo acurrucándose—. La cama está muy cómoda.
— Pero... —dijo entre risitas la morena.
— Mari, está no es tu cama. —susurró con una sonrisa divertida— .Pero no hay problema; si deseas descansar otro rato... puedes hacerlo.
Esa voz la conocía, y se apenó al enterarse de quién se trataba.
— ¿Nath? —interrogó, volteándose para ver al chico directo a los ojos.
— Sí...
— Parecen dos idiotas enamorados; me dan asco. —hacía gestos de que vomitaría— ¿Te sientes mejor?
— Sí. Aunque no recuerdo bien lo que sucedió.
— Te golpeaste fuertemente en la cabeza. Al menos eso fue lo que vio Adrien.
— ¿Adrien estuvo aquí? —tartamudeó con asombro Marinette.
— Ahora no es importante. —expresó entre dientes, el pelirrojo.
— Creo que debería llevarte a tu casa. —dijo cabizbaja la morena—. No es buena idea que vayas así a la fiesta.
— Estoy bien. —reafirmó—¿Por favor... podrías bajarme, Nath? —preguntó tímida e inocente.
— Eh... sí. Lo siento. —balbuceó nervioso y sonrojado.
— No te disculpes, en vez de eso... yo debería agradecerte. —juntó sus manos y lo miró profundamente. Parecía una niña pequeña.
— Son una novela viviente. ¡Estoy sumergida en una de mis pesadillas! —gritaba como loca, alzaba sus manos y corría en círculos.
La escena era acogedora. Y poco esperada para los jóvenes de mejillas carmesí.
Marinette recordó a Tikki y volvió al planeta tierra. Posó sus delgadas y elegantes manos, encima del bolso. Sintió a su compañera; calmando así sus nervios y pensamientos negativos.
— ¿Nos vamos? —preguntó la morena, quien aparentaba estar disgustada.
— ¡Claro! —saltó de la emoción— . No me voy a perder mi celebración.
El pelirrojo solo se dignó a sonreír y suspirar.
Decidieron moverse y se encaminaron hacia las escaleras. Subirlas sin la necesidad de correr por sus vidas, lo hacía menos agobiante y aterrador.
« Parece que te inyectaron botox, sonríes demasiado. » —reprochó Alya a su mejor amiga.
« ¡Cállate! »
« Solo te digo la verdad. Pareces enamorada de Nathaniel. »
— ¡¿Qué?! —Marinette paró en seco.
— ¿Sucede algo malo, Mari? —se detuvo y retrocedió para quedar al lado de su compañera.
— Si, Marinette. ¿Qué sucede? —fingía preocupación; pero sus ojos de maldad expresaban otro sentimiento.
« Eres una maldita, desgraciada. Me las pagarás. »
— Nada, estoy bien. ¡Solo... practicaba mi rostro de sorpresa al llegar a la fiesta! Porque la fiesta es sorpresa, y como es una sorpresa... debo estar sorprendida...
— Debes cuidar tu lenguaje, Marinette. —refutó la morena, con una sonrisa.
— No entiendo. —dijo ingenuamente el rufo.
— Son... códigos de chicas, no lo entenderías. —contestó Marinette.
— Sí, mejor no te esfuerces.
Llegaron a la avenida principal. Las calles estaban totalmente vacías, no había ni un alma.
— Bueno... a caminar. Aquí está la dirección. —dijo enseñando el mensaje de texto en su celular.
— Yo sé cómo llegar allí. —Nathaniel parecía estar seguro de lo decía—. Voy a ese lugar todo el tiempo.
— ¡Que alegría! —exclamaron las dos chicas.
— ¿Quién se viene conmigo?
— ¿Cómo?
— Creo que no les dije. Tengo una motocicleta, mi padre decidió comprar una y me la entregó hoy.
— ¿Sabes manejar? —parecía un poco preocupada. A decir verdad, el hecho de que apenas le hubiesen entregado la motocicleta ese mismo día, no le inspiraba confianza a la azabache.
— Claro que sí. Desde pequeño me enseñaron a pilotar diferentes naves y vehículos, incluyendo entre ellos las motocicletas.
— ¡Entonces, nos vemos allá! —Se despidió Alya. Caminaba en dirección al lugar de reunión.
— ¿No vienes con nosotros? —indagó, mientras se colocaba el casco y Nathaniel la ayudaba a ajustarlo.
« Tres son multitud, Julieta. » —le respondió a través del pensamiento la morena.
— Creo que Alya se siente mejor llegando por su cuenta. —agregó el chico, quién observaba a la nombrada alejarse sin mirar hacia atrás.
— Me gusta ser independiente. —Eso último fue el cierre de aquella "conversación".
Alya siguió caminando, perdiéndose en la lejanía de las sombras.
— Perdón por no decirlo antes pero... te ves hermosa, Marinette.
— Gracias Nath; tan encantador como siempre. —le besó la mejilla al pelirrojo y él le devolvió el gesto con picardía.
— ¿Nos vamos? —dijo extendiendo la mano a su amada, para que ella la tomara y subiera a su lado.
— ¡¿Por qué siempre debe ser así?! —estrujaba una roca entre sus manos y la pulverizaba.
— ¿Eso era una roca? —preguntó con asombro, mientras se tomaba fotos con el celular—. En fin, a nadie le importa. ¡Dame mi queso!
— Nunca puedo hacer lo que quiero. —protestaba.
— Ajá, tienes razón. —repetía el kwami constantemente.
— ¿Escuchas algo de lo que te digo?
— Sí, te entiendo.
— Estás ignorándome.
— Tranquilo al final todo sale peor de lo predeterminado, digo... todo estará bien chico. —sus carcajadas inundaron la habitación.
— Ya sé que te burlas de mí a propósito. No es necesario que me lo restriegues en la cara.
Aun así sus risas no pararon, más bien se intensificaron. De tanto reír, el teléfono cayó de sus pequeñas manos.
— Has destruido 3 celulares en este año. No puedo permitir que sigas con ese mal comportamiento. —reprendió el rubio.
— ¡Si me dieras más queso, no tendrías que encargarte de limpiar los desastres que hago!
— Eres un maldito bipolar Plagg. Hace un momento reías y ahora te molestas conmigo. ¿Quién te entiende?
— Eso deberías preguntártelo a ti mismo. Dicen que los kwamis son como sus dueños.
— No, dicen que los perros son como sus dueños. —su tono era malvado, intentando provocar a una pelea a su compañero.
— Si piensas que me harás enfurecer con algo tan barato como tu perfume, te equivocas niña.
Adrien viró los ojos en señal de fastidio. Se acostó en el suelo, y se volteó para mirar a su cómoda alfombra. Extendió su dedo índice, para rozar con delicadeza la tela. Empezó a trazar muy lentamente una figura.
— Plagg... —susurró, en un tono casi inaudible.
— Princesita... —contestó, llevándose un pedazo de queso a su boca.
— Yo... —suspiró profundamente—, extraño mucho a mi madre; la necesito en este momento. —una lágrima se escapó y recorrió su mejilla, para disolverse en sus delicados labios.
— Adrien... debes entender que viniste a cumplir una misión muy importante y...
— ¡¿De qué sirve esa información, si no la puedo compartir con ella?! —exclamó entre dientes; se desplomaba lentamente.
— No digas eso, Adrien. —interfirió su kwami, para intentar calmarlo.
— Odio mi vida. Es estúpido seguir luchando por algo que no vale la pena. —cubrió sus ojos, para detener el llanto—. Como tú dices, en fin... a nadie le importo. Todos tienen sus vidas propias y hacen lo que les place con ellas.
— Adrien, por favor... —acariciaba sus lacios mechones dorados.
— Ojalá nunca hubiese nacido. Así causaría menos problemas y dejaría de ser un estorbo en la vida de los demás. —terminó de hacer la figura en la alfombra.
— Para mí eres muy valioso chico, sin importar cuantos problemas tengamos; te quiero mucho, Adrien. Eres mi hermano, mi amigo, mi portador y... eso que dices es falso. No puedes permitir que tu subconsciente te destruya de esa forma, aún hay mucho por vivir. —Se acercó a la mejilla del chico ojos esmeralda y le dio un abrazo—. Yo te necesito, no puedes dejarme. —sus ojos cristalizados, conmovieron al joven.
— Gracias, Plagg. Yo también te quiero; aunque siempre apestes a queso. —Ambos rieron un poco—. Tú eres de mi familia...
— Si seguimos con conversaciones así me enfermaré de diabetes. —Demostró su lengua en señal de empalago—. Por cierto... te quedó lindo ese corazón que dibujaste.
— ¿Me ayudas? —preguntó con una mirada aventurera.
— ¿Ahora qué, mocoso? —se cruzó de brazos.
— Quiero enviarle un mensaje a Marinette. —respondió sonriente.
— ¿Es la chica de los postres? —estaba emocionado.
— Sí, esa misma es. —suspiro y prosiguió—. Hoy ella ganó un concurso. Nosotros participaríamos como pareja, pero decidí que era mejor que lo hiciera con Max. Cuando todo finalizó, la busqué entre la multitud para felicitarla; pero me fue imposible. Ella estaba rodeada de muchas personas, camarógrafos, periodistas...
— Ve al punto, que no tengo toda la noche.
— No logré felicitarla por su gran hazaña, y cuando tuve la oportunidad de hacerlo en la estación de tren... ella hablaba con la nada y Alya estaba a su lado. Luego empezaron a correr y se desmayó.
— Te preocupas mucho por ella. —dijo en un tono de picardía.
— Claro que me preocupo por ella; es la mejor persona que conozco.
— Eso se escucha interesante. —Levantaba una ceja y sonreía—. Romeo, Romeo ¿Dónde estás que no te veo?
— Encerrado en una jaula, dorada y fría. Aquella que me aleja de tus besos cada día. —respondió a las divertidas palabras de su amigo.
— ¡Te odio! Te juro que a la próxima me vomito. —Plagg revoloteaba por doquier.
— Entonces... —su mirada suplicante persuadía al kwami.
— Llámala y felicítala. —contestó directamente.
— ¿Así de fácil? —cuestionó muy confundido y temeroso.
— Has lo que te digo, enano.
Adrien marcó el número telefónico de su amiga Marinette, y colocó el altavoz.
— El suscriptor que usted ha llamado, no puede ser localizado. Inténtelo más tarde. —dijo la operadora.
— ¡Plagg, no contesta!
— Relájate, debe ser que no tiene señal. —Se quedó pensativo unos segundos—. Tal vez su celular esté apagado. Escríbele un mensaje de texto. —aconsejó como segunda opción.
— ¡Gran idea! —Rápidamente empezó a escribir—. Lee lo que escribí; quiero saber qué piensas. —su amigo hizo lo que él pidió.
— ¡Me parece fantástico! —dijo sarcásticamente.
— ¡Es una basura total! ¡Si Marinette lee esto no me va a regalar más croissants!
— ¡Aún peor, no tendré más torta de queso con fresa!
Era el drama del siglo. ¿Cómo sobrevivirían en el mundo cruel sin sus postres?
El celular de Adrien comenzó a vibrar y emitir música electrónica.
— Nino me está llamando; Plagg, silencio por favor. —colocó su dedo índice frente a sus labios, como si de un secreto se tratase.
— Como sea. —se cruzó de brazos y rodó sus ojos. Se alejó pensando en lo difícil que sería la vida sin el queso a su lado y... Adrien; pero ese es otro tema.
— ¡Hey bro! —saludó energéticamente el moreno. Se escuchaba música a todo volumen.
— Hola Nino. —saludó algo desanimado y envidioso, al imaginar lo que se estaba perdiendo.
— ¿Por qué no viniste? Te estamos esperando; sólo si aún quieres venir, claro.
— Claro que quiero ir... pero sabes como es mi padre. —dijo algo molesto.
— No te preocupes, nos veremos el lunes en el Instituto. —dijo algo melancólico.
— Se escucha que la están pasando bien. —agregó.
— Sí. —respondió.
Plagg hizo una aparición fantasma y gritó...
— ¿Y Marinette?
Adrien lo fulminó con la mirada. Al parecer sería su último siglo como kwami.
— Alya me dijo que viene en camino con Nathaniel.
— ¿Nathaniel?
— Sí, al parecer él tiene una motocicleta y se ofreció a traerla; eso es muy caballeroso de su parte.
— ¿Ellos salen juntos o algo así? ¿Son pareja? ¿Desde cuándo Nathaniel tiene una motocicleta?
— ¿Ahora tu padre también te inscribió en clases de investigador privado? —bromeó.
— Muy gracioso, Nino.
— Creo que estás celoso.
— No, ella es sólo una amiga; es nuestra amiga.
— Eso no se lo cree ni tu mamá. ¡Verdad que no tienes! —reía a carcajadas.
— Vete al Tártaro.
— Hablando seriamente... te enviaré las fotos por mensajería después, y perdón por el chiste pesado.
— Hasta luego.
Los dos amigos se despidieron el uno del otro. Adrien se tiró en su gran sillón y Plagg lo siguió.
— ¿Piensas lo mismo que yo? —preguntó el rubio.
— Creo que sí. —mirándolo fijamente con emoción— ¡Ver una película! —exclamó Adrien.
— Sabía que tenías algún tipo de retraso mental, pero jamás imaginé que tan grave era.
— No entiendo...
— ¡Transfórmate en Chat Noir! —le gritó en el oído.
Sus miradas de entrelazaron y se les dibujo una sonrisa de medio lado.
— Es tu primera vez ¿cierto? —la curiosidad del pelirrojo era grande. Desde siempre le había atraído su compañera, pero no se atrevía a confesar.
— En realidad... no. Pero igualmente se sintió muy especial, fue divertido.
Él se acercó para quitarle el casco.
— Y... ¿te gusta bailar? —preguntó tímidamente.
— Sí, amo bailar. Pero no soy muy buena y por eso me da pánico escénico.
— No creo que seas tan mala como dices. —comentó, mientras colocaba una de sus manos en el hombro de la chica.
— Qué me dices tú... ¿eres buen bailarín?
— No, pero... me preguntaba si tú... —abrió la boca para tomar una gran bocanada de aire.
— ¿Si quería enseñarte algunos pasos básicos? —En definitiva odiaba la incomodidad— ¿Era eso?
— Sí. « En definitiva eso no era lo que quería decir. Pero creo que obtendré los mismos resultados »
— ¿Por qué vienes aquí tan frecuentemente? —Caminaban en dirección a la entrada.
— Porque es un lugar libre y tranquilo; vengo casi siempre para hacer grafitis o murales. La compañía es agradable y Nino, él es uno de los mejores DJ. Hay grandes bailarines, cantantes, fotógrafos...
— ¿Quieres decir que aquí se reúnen artistas en ascenso? —La música se intensificaba más, con cada paso que daban.
— Sí. —Metía sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Para que no te metas en problemas quédate a mi lado. Otro consejo; no nos gusta ser llamados artistas, preferimos que nos digan amantes. Nos conocemos por apodos y participamos en todas las actividades programadas.
— Entonces... el nombre de este lugar es
— Amantes en ascenso.
Un agente externo interrumpió su conversación. La voz era conocida para ambos, más que todo para la azabache. Se voltearon, para mirar a la persona detrás de ellos.
— ¡Marinette! —Se abalanzó sobre la chica para abrazarla— ¡Felicidades! Decidí venir a verte, amiga.
Marinette no podía creer lo que estaba pasando; ella no correspondería al abrazo.
— ¡¿Eres amiga de Ladybug?! ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Nathaniel no podía apartar la mirada del perfecto y torneado cuerpo de la heroína.
Ladybug se apartó de Marinette y abrazó a Nathaniel.
— Cualquier amigo de Marinette, es amigo mío. —dijo coquetamente—. Sobre todo si son tan lindos como tú. —Posó una de sus manos sobre el pecho del joven—. Tu corazón mantiene un ritmo que jamás había escuchado; me gusta. —sonreía de forma traviesa.
Marinette rodó los ojos y tomó a Ladybug de la muñeca. Nathaniel seguía congelado en el tiempo, con una cara de bobalicón.
— ¿Qué intentas? —susurró entre dientes y con una mirada amenazante—. No me gusta que finjan en mi nombre.
La chica no le devolvió palabra alguna, sin embargo le sonrió orgullosa. Acto que confundió aún más a la azabache.
— ¿Quién eres?
— ¿No me recuerdas? —sus ojos cambiaron de color, como los del vagabundo. Causando los mismos escalofríos en Marinette.
— ¿Tú? —estaba petrificada.
— Cuida de tus muñecas. —se soltó de su agarré y tomó de la mano a Nathaniel—. Ah, deberías actualizarte; tu estilo pasó de moda, las mariposas son la nueva tendencia.
Se alejó con el chico a su lado. Lo extraño era que se dirigían a la dirección opuesta de la entrada. Tikki salió del bolso donde estaba escondida.
— ¿Qué le habrá hecho a Nathaniel? —preguntó la pequeña.
— No lo sé, Tikki. Pero creo tener una idea de saber quién se esconde bajo el disfraz de Ladybug.
La música aumentó más todavía y se escuchaba que las personas gritaban, intentando rimar para hacer una porra.
La curiosidad mato al gato y... a la Catarina. Marinette entró en el gran lugar. Se veía tal y como ella lo había imaginado y también como Nathaniel le había descrito.
Un grupo grande de personas se habían aglomerado y en medio estaban los mejores bailarines. Caminó por el espacioso y extenso lugar, hasta llegar a estar más cerca de todos los presentes.
Sintió como la tomaban de la mano y la arrastraban. En un abrir y cerrar de ojos ya encontraba en el centro de la circunferencia. Todos los bailarines desaparecieron, dejándola sola. Eso hizo que se paralizara del temor, y la música también se detuviera.
— Por un momento creí que no vendrías.
Esa voz le inspiró confianza; sabía quién era.
— No me perdería la celebración, por nada de este mundo. —dijo sonriente, aún sin mirar a la otra persona.
— Entonces... ¿has venido a bailar conmigo específicamente?
— No dije que quería bailar. —refutó velozmente.
— Tú me seguiste hasta la pista de baile; si no te conociera bien diría que eres una acosadora. —posó de forma coqueta.
Todos los presentes observaban la conversación atentamente. Ambos jóvenes parecían restarles importancia a los demás.
Marinette sintió una chispa que la debilitó. Chat Noir la había besado.
— Felicidades Dulcinette... —mordisqueó el lóbulo izquierdo de la chica. Causando que ella se arqueara y gimiera levemente—. Eso te lo ganas por no contestar mis llamadas y mensajes. —rió con suavidad.
Marinette se esforzó por recobrar sus fuerzas. Le picó el ojo a su amigo, él protestó por el dolor.
— Mi nombre es Marinette. —reía a carcajadas por los lloriqueos y quejas del enmascarado.
— Eso lo sé. Pero ahora serás Dulcinette. —Ella lo observó confundida—. Tu nombre es Marinette y eres más dulce que un pastel; por eso Dulcinette. —Hizo una señal, como si todo estuviese planificado con anticipación. La música se escuchó nuevamente y ninguno de los presentes apartaba su vista del par.
Chat Noir se adueñaba de todo lo que a él le apetecía. El público lo animaba y eso le encantaba. Bailaba alrededor de Marinette; cargándola en sus brazos y haciéndola girar.
Ella lo miraba con desagrado y seguía inmóvil como una tabla de hierro.
— ¡No sabes bailar! —comentó para burlarse de ella—. Por eso no aceptaste bailar conmigo; sólo debías decírmelo.
— ¡Yo sí bailo! Pero no contigo. —se cruzó de brazos, alejándose de él.
Las personas del público empezaron a abuchearla; todo gracias al gato de dos patas, quien los incitaba a seguir con el acto.
Marinette corrió a toda velocidad, para tomar impulso y saltar. Chat Noir la atrapó y la besó nuevamente.
— Sabía que regresarías. —bajándola lentamente. Rozando sus dos cuerpos; explorando con sus manos los pechos, la cintura y las caderas de Marinette.
La temperatura entre ambos se incrementaba; uniendo sus labios otra vez.
Todos alentaban a la pareja. Nino complacido, colocó una de sus mejores mezclas.
Sin pensarlo, Marinette inició la conversación corporal, aquella que se denominaba baile. Chat Noir entusiasmado le siguió el paso. Aquellos que los admiraban se unieron.
— Segunda fase completada.
— Eso era lo que deseaba escuchar.
— Es injusto que él esté con ella... ¿no lo crees?
— Todo cambiará, lo prometo. Noto que vienes con alguien...
— Sí. Él y ella...
— Las explicaciones sobran; debes hacer lo que te mandé.
— ¡¿Por qué no soy importante en la vida de ellos?!
— Sólo no te recuerdan.
— ¡Malditos Miraculous! —refunfuñó entre dientes.
— Diviértete, te lo mereces. —le sonrió y depositó un pequeño beso en su frente.
— ¡Los ganadores del concurso son Marinette y Chat Noir!
— ¡Aún no!
Desviaron la vista para conseguir a...
— Mi hijo y yo no hemos participado; creo que deberían otorgarnos una oportunidad, si no es mucha molestia. —Detrás de ellos estaban otras dos personas—. Y por supuesto, sin Ladybug no hay fiesta.
Ladybug y Nathaniel pasaron al frente; volviendo locos a los presentes.
— Creo que... pueden participar, no hay problema con eso. —Nino sonrió con malicia— .Será interesante...
— Gracias joven. —dijo el señor Gabriel Agreste.
Una promesa, es una promesa. Las tres parejas que competían se esforzaban al máximo y daban su mejor batalla.
El Sr. Gabriel Agreste y Adrien decidieron retirarse, se rindieron. Dejando exclusivamente a las dos parejas jóvenes.
Ninguna le daba ventaja a la otra, parecían realizar un esfuerzo sobrehumano por ser los mejores.
Marinette y Chat Noir se detuvieron, estaban agotados; ellos levaban más tiempo bailando que las otras parejas.
— ¡Los nuevos triunfadores! ¡Ladybug y Nathaniel!
A decir verdad no tenían mucha técnica, pero por el solo hecho de haber resistido más... los coronaron como superiores.
— ¡Retírense de la pista! Ahora es nuestra. —los echó como a unos perros callejeros y todos a su alrededor rieron.
Marinette no sabía quién era su doble; lo que sabía era que si seguía interfiriendo en su vida, le quemaría el disfraz.
— Perdón Princesa... —susurró cabizbaja.
— ¿Por qué? —comentó un poco divertida.
— Quería que disfrutaras tu noche, y en vez de eso... —ocultó su rostro entre sus manos, mientras seguía caminando con la chica.
— Gracias por todo, Adrien.
Saltó del susto y la miró boquiabierto.
« Nos descubrieron. » —le dijo Plagg a Adrien, telepáticamente.
— Sé que eres tú. —Pasó un mechón de cabello por detrás de su oreja con nerviosismo—. Debemos atrapar a la imitadora. —Tomó postura de Ladybug y prosiguió—. El Adrien Agreste que bailaba, no es el que yo conozco.
Chat Noir se ruborizó al instante y poso como diva, peinando su cabello hacia atrás.
« ¿Cómo lo supo? » —pensó el rubio.
— ¿Cómo puedes estar tan segura? —Se cruzó de brazos y observó cada detalle de su rostro, el cual expresaba seguridad—. Soy muy original como para ser plagiado. —presumió.
— No me hagas reír. —Viró los ojos, al recordar lo engreído que era su compañero— ¿Recuerdas a Copi Cat y nuestra pequeña promesa?
« Nadie más sabe de la promesa falsa. Aquella con la cual Ladybug lo venció. » —pensó Chat Noir.
— No. —respondió en seco. « ¿Quién eres en realidad Marinette? »
— Roedor idiota... —bufó—. Deja de fingir; te delata la joyería.
« Olvidaste algo importante. » —canturreó Plagg.
— ¡La pulsera! —tapó su boca con ambas manos.
— El verdadero Adrien Agreste coloca a sus amigos en primer lugar. —confesó.
— Muy observadora... « Igual a Ladybug, cuando utiliza el Lucky Charm. »
— Esa no es la verdadera Ladybug.
— ¿Dices que es una marioneta de Hawk Moth?
— Sí, debe ser una akumatizada y muy poderosa.
La transformación del rubio se esfumó sin previo aviso. Plagg revoloteó hasta posarse en las manos de Marinette.
— ¡Eres muy inteligente! —Sonreía de emoción— ¡Lo ayudaste con su crisis de identidad!
— Cabeza de llanta; todo es tu culpa. —refunfuñó el chico.
— Es frágil la princesita, se deja manipular fácilmente.
— Y... tú te dejas comprar por queso podrido.
— ¡Adrien! ¡No le hables así al pequeño! —exclamó con furia— ¡Respétalo!
« Te odio, Plagg »
— ¿Cuál es tu plan, My Lady? —preguntó coqueto el kwami.
— Es todo un galán y un caballero; se parece a ti, Adrien.
— Dicen que los kwamis se parecen a sus portadores. —agregó, fingiendo agradecimiento. Él consideraba aquello como un insulto, pero le gustaba ver feliz a Marinette—. Seguimos sus órdenes, díganos que hacer.
— Mi plan es...
Tikki salió del bolso de la chica.
— ¡Hola! —saludaba, entrando en una habitación oscura, estrecha y angosta—. Se ven tan tiernos.
— Aprisionar sus almas te fue sencillo. —tomaba cada uno de los frascos y observaba las personas que imploraban piedad.
— Todo es sencillo a tu lado.
— ¿Crees que sospechen algo de nosotros?
— Obviamente no; ellos están perdidos en un círculo vicioso.
— Perdón por lo que voy a decir, pero...
— ¿Sr. Gabriel Agreste?
Preguntaron tímidamente, tocando su hombro. A lo cual el nombrado de volteó.
— Marinette Dupain-Cheng. Es un gusto ver su rostro nuevamente.
— Puede irse al infierno con sus cumplidos, sé que es un imitador.
Mientras ellos entablaban una "conversación", un rubio llegó por detrás.
— Marinette, te ves muy hermosa esta noche. ¿Quieres bailar conmigo? —hizo una reverencia y besó la mano de la azabache.
Lamentablemente no causo la reacción que él esperaba; a cambio recibió una patada en la nuca.
— Diosa, ellos ya lo saben. —Dijo el aparentemente Gabriel Agreste. En ese momento su hijo Adrien Agreste se levantaba del suelo y tronaba los huesos de su cuello.
— Diosa, ellos ya lo saben. —corearon, y todos a su alrededor comenzaron a decir lo mismo.
Como un ejército de zombies, se acercaban poco a poco a Marinette. Chat Noir los esquivó y se acercó a la chica, tomándola en brazos.
— Esto está mal. —dijo el gatuno.
— Parece que no tenemos escapatoria. —se aferró al cuello del enmascarado— ¿Qué haremos gatito?
— ¡Te dije que debías ser más cuidadosa! —la tomó del cuello, intentaba asfixiarla.
— Mi señor... —él la abalanzó contra el suelo—. Hice lo que me ordenó. —tomando aire; agradeciendo que la habían soltado.
— Vas a proceder con el plan de respaldo, pero no liberarás sus almas. —la amenazó con su cetro.
— ¿Cómo voy a hacer con Ladybug y Chat Noir?
— Si te mantienes en tu forma de civil y no intentas utilizar tus poderes para estupideces; de seguro no te encontrarán y podremos seguir con nuestros planes.
— Si es tu voluntad, así sea.
Se arrodillo ante su líder, en señal de obediencia y fidelidad.
Se escuchaban unas risillas y el flash de una cámara.
Un dulce olor a chocolate y canela, impregnaba aquel lugar acogedor.
Los rayos del sol se filtraban por los grandes ventanales, su calidez se posaba suavemente sobre su cuerpo y acariciaban sus mechones de cabello suelto.
— Shh... la van a despertar... —susurró en un volumen casi inaudible. A lo cual sus compañeros optaron por ignorarlo y continuar con su cometido.
Las sábanas blancas de seda China cubrían su fina y delicada piel de porcelana.
Sintió como rozaban levemente sus labios; ese calor empezó a bajar con lentitud por su cuello, dejando un camino húmedo de pequeños besos de pasión reprimida. Se alejó unos centímetros para contemplar a su espléndida dama, que dormía profundamente.
Ella estiró ligeramente sus extremidades, y con pereza abrió sus ojos.
— Buenos días... —dijo el joven; sonriendo de manera seductora, sin hacer a un lado su amabilidad. Sus hermosos ojos verdes se veían llenos de alegría.
La chica extendió su mano inconscientemente y golpeó al rubio, haciendo que éste se quejara.
— ¿Adrien? —lo miró fijamente— ¿Te golpeé? —preguntó un tanto confundida.
— No te preocupes, después te castigaré por tu error. —dijo acariciándole el cabello con dulzura—. Debemos alistarnos, en dos horas tenemos clases. —explicó con un poco de tristeza.
— ¿Hoy es lunes? —interrogó besando la mano de Adrien.
— Sí, Mari... —le extrañó que ella dijera esas palabras— ¿No recuerdas lo que hicimos ayer?
A la mente de la chica no llegó nada, pero el rubio se notaba un tanto ruborizado.
— Eh... creo que... lo recuerdo... —mintió. Al parecer Adrien estaba muy feliz, casi se podría decir que victorioso; y ella no quería hacerlo sentir mal.
El joven se abalanzó sobre ella y la besó con deseo, profanando hasta lo más profundo de su cavidad bucal con su lengua; recorriéndola y devorándola lentamente. Sus respiraciones se combinaron, al igual que los latidos de su corazón se acoplaron en un mismo ritmo. Sus gemidos se hacían cada vez más intensos; juntos creaban una sinfonía perfecta, aquella que sólo necesita de un sentimiento mutuo. Las manos de Marinette se empezaron a deslizar por el cuerpo de su acompañante; sintiendo sus músculos marcados; quemándose con su piel ardiente. Adrien temblaba al recordar lo experimentado entre los dos anteriormente; las frías manos de Marinette lo hacían perder las fuerzas, dejándose llevar por los movimientos de la chica.Esas sensaciones que exclusivamente se proporcionaban el uno al otro, los desprendía de la conciencia, haciéndolos perder la cordura y dejándose llevar por la lujuria.
Un terrible olor hizo que se separaran de golpe.
Sus respiraciones agitadas y corazones acelerados, no se comparaban con la temperatura de sus cuerpos. Ambos se acostaron uno al lado del otro, muy apenados por lo acontecido.
— P -perdón... —susurraron al unísono.
Unas carcajadas hicieron eco en aquella gran habitación, y no era por parte de los jóvenes enamorados.
— Tienen que irse al instituto; aún no quiero tener sobrinos. —comentó sin parar de reír.
— Este vídeo es oro; de seguro la prensa querrá obtenerlo. —sostenía el celular en sus pequeñas manos y lo reproducía nuevamente.
— ¡Tikki! ¡Borra ese vídeo! —ordenó furiosa la azabache.
— ¡No! —se alejó rápidamente, levitando por los aires.
— ¡Plagg! ¡Otra vez con tu asqueroso queso! —gritó asustando a la azabache— ¡Te mataré! —Marinette nunca lo había visto actuar de esa forma.
— ¿Qué harás? ¿Me darás cataclismo, igual que a Marinette? —retó el kwami—. Yo sólo me acerqué a preguntarles si querían queso; a demás su olor es exquisito. —sonrió y los observó con picardía—. Como les dije, no quiero sobrinos.
— ¡Los dos son unos pervertidos! —exclamó el rubio.
Marinette observaba un tanto confundida a la criatura negra. Parecía ser un kwami de gato, pero dudaba de sus sospechas.
— Disculpa... ¿qué eres? —interrogó.
— Soy el kwami de Chat Noir. —contestó orgulloso.
«¿Qué hace en casa de Adrien, el kwami de Chat Noir?» —pensó la azabache.
—Dejaré que utilices el baño primero. —comentó caballeroso el dueño de la habitación.
— Oh... gracias... —se ruborizó ante el gesto de su amado— ¿Puedo bañarme? —ella se sentía como una molestia en ese momento.
— Sí. Adentro conseguirás los productos, están a mano derecha. —sonrió con dulzura.
— Muchas gracias, Adrien... —Se levantó, para dirigirse al baño.
Él la exploraba de arriba a abajo, siguiéndola con la mirada. Decidió levantarse para caminar hasta su escritorio y buscar la pulsera de la suerte que Marinette le había obsequiado.
— ¿Dónde dijiste que estaban los pro... —se paralizó y empezó a temblar de los nervios.
— ¿Qué cosa? —le devolvió una sonrisa tranquila, mientras sostenía en su mano izquierda la prenda.
— ¡¿Eh... los... p -pro duc... t -tos?! —sus brazos parecían espaguetis danzantes y sus ojos se posaban en cualquier punto de la habitación a excepción del rubio.
— ¿Te sucede algo malo, My Lady? —decidió acercarse lentamente, a lo cual ella respondió retrocediendo.
— ¡Adrien! ¡Estás desnudo! —vociferó, con el rostro de un color bermellón.
— Claro que lo estoy; al igual que tú. —sonrió divertido ante aquel comentario.
— ¡¿Qué?! —bajó la mirada para observar su propio cuerpo— ¡Ah! —entró corriendo al baño como si la persiguiese un ratón, y cerró la puerta con todas sus fuerzas.
— ¿Qué pasa Marinette? ¿Por qué te sorprendes? —se apegó a la gran puerta y escuchó a la chica hablando con ella misma— ¿Responderás mis preguntas? — El silencio era más que suficiente; besó aquella frontera que los dividía y se alejó.
Las gotas de agua chocaban con el suelo pulido, y el vapor comenzaba a subir; la joven de ojos azules se dignó a ubicarse debajo de la regadera.
« Lo que sea que esté sucediendo, no lo entiendo. » «En verdad no logro recordar nada. Y lo más importante... ¿Por qué estoy desnuda y Adrien también? » «Creo que debería relajarme y dejar que el agua me ayude a recordar.»
Sentía como el agua se deslizaba por la superficie de su piel y la recorría con ternura, desde la cabeza hasta los pies. La frialdad de su cuerpo, en contacto con la calidez del agua; era una sensación que por una extraña razón se sentía mágica.
« Pero la magia no existe.» —pensó en voz alta.
— ¿Quién te ha dicho tal mentira? —ronronearon en su oído.
Casi se cae del susto, pero el de ojos esmeralda la tomó por la cintura y la aprisionó contra su cuerpo.
— ¡¿Adrien?! —sus ojos se abrieron como platos— ¡Me estoy bañando!
— Lo sé. Vine a bañarme contigo. —sonrió como el Adrien angelical que ella veía diariamente en su salón de clases. La liberó de su agarre y tomó un frasco que contenía shampoo.
— Ah... ¿por qué tienes que bañarte conmigo? —tapaba sus partes íntimas y lo observaba.
Adrien tenía los ojos cerrados y lavaba su cabello, disfrutando del agua caliente. Pero esa pregunta hizo que la ojearla, se volteó y una sonrisa lasciva se dibujo en su rostro, empapado por el agua.
— Marinette... éste es el único baño en mi habitación y ya casi no tenemos tiempo para llegar al instituto. —se excusó; cerrando sus ojos nuevamente—. A demás... sé que querías que lo hiciera.
— ¡No! ¡Estás loco, nunca te pedí eso! —intentaba transmitir firmeza y en su cabeza ella creía que era lo que proyectaba. En realidad solo balbuceaba palabras en voz baja, y Adrien se divertía con esa actitud.
— Si eso piensas, no me importa. —dijo haciéndose el sordo e ignorándola por completo—. Por cierto, deberías decirle a tu cara que apoye las palabras que balbucean tus labios. Estás muy conforme con mi presencia, o al menos eso dice tu color de mejillas.
— Eh... —se desplomó.
— ¿Te sientes bien, Mari? —la abrazó y levantó la quijada de la chica.
— Sí. No sé que me pasa; estoy viendo un poco borroso y te escucho lejos. —le devolvió el abrazo y profundizó con su mirada en los ojos del rubio, transportándose a otro universo.
— Creo que lo mejor será... que hoy no vayamos al instituto. —la cargó, subiendo las piernas de la joven una a cada lado de sus caderas; ella se dejó llevar, aferrándose al cuello del chico y acariciando sus mechones dorados.
Sus agitados cuerpos estaban empapados de agua y sudor. Acercándose lentamente el uno al otro, creando una armonía y atmósfera especial.
— ¡Marinette!
Ese grito reventó el tímpano de la azabache, haciéndola caer al suelo.
— Te quedaste dormida. —dijo ayudándola a levantarse.
— ¿Dormida? —observó todo a su alrededor— ¿Estoy en mi habitación?
— Sí, amiga. ¿Dónde más estarías? —Reía un poco divertida— ¿Te desperté de un sueño importante? Porque si es así, me disculpo.
— No, he... —estaba apenada.
— ¿Qué soñabas? —se sentó al lado de su amiga en la cama.
— Soñaba con Adrien. —sonrió con un poco de melancolía al recordar que no era real.
— ¡Soñabas con tu amor platónico! —se alegró y abrazó a su amiga.
— Sí... pero... sólo fue un sueño. —bajó la mirada.
— Los sueños pueden hacerse realidad. —le dio un codazo para animarla.
— En eso tienes razón. —su mirada esperanzada volvió.
— ¡Marinette! ¡Cuidado!
Alya empujó a su amiga al suelo...
« ¿En dónde estoy? »
El lugar estaba lleno de luz; una fuerte corriente la arrastraba hacia abajo y se sentía cada vez más pesada.
« ¡No puedo respirar! ¡Necesito oxígeno! »
Intentaba moverse, pero sus esfuerzos eran en vano.
« Al parecer estoy bajo el mar o en el fondo de una piscina. »
Una burbuja subía lentamente desde el fondo, hasta lo que parecía ser la superficie.
— Debes salir de aquí o podrías morir.
Una voz conocida le hablaba, pero no recordaba en dónde la había escuchado antes.
De una burbuja salieron dos, esas dos se dividieron y así consecuentemente. Crearon un túnel, con escaleras de cristal para que la joven de ojos celestes escapara de aquella muerte segura. Corrió tanto como sus piernas se lo permitían y logró salir.
Se sentó de golpe y empezó a toser, se estaba ahogando. Tomó todo el aire que pudo y liberó a sus pulmones del sufrimiento.
— Ah... —se calmó un poco; los latidos de su corazón se normalizaron— ¿Qué me está pasando?
Nuevamente detalló todo lo que la rodeaba, y no fue difícil deducir en donde se encontraba.
— Estoy en... mi tina... —Sacó sus manos del agua y las pasó por su rostro— ¿Debí quedarme dormida tomando el baño?
Levantándose sin muchas fuerzas, suspiró y se observó en el gran espejo, aquel que ocupaba una pared completa.
— Dios... creo que me estoy volviendo loca...
— No es así. —La misma voz que había escuchado bajo el agua, le habló en su habitación.
— ¡Si eres un demonio aléjate de mí! —gritó inmóvil.
— No soy un demonio. —Se hizo presente—. Mi nombre es Diosa y tú me has invocado.
Marinette volvió la vista a aquella persona.
— ¡¿Otra vez tú?! —inmediatamente entró en la tina de baño.
— Esa no es forma de dirigirte a tu creadora suprema. —se acercó a la chica.
— Eres el vagabundo del subterráneo. —murmuró entre dientes.
— Puede ser que sí... tal y como puede ser que no. —Sus ojos brillaron y cambió la transformación—. Adivine quién soy señorita Marinette, le aseguro que si responde correctamente a mi pregunta... habrá un puesto de trabajo para usted en mi empresa; o mejor aún... podría ser la próxima heredera.
— ¡Ah! —Marinette colocó una mano en su boca y ahogó un grito de temor.
Su oponente hizo un giro de ballet y ya no era el señor Gabriel Agreste.
— ¡Creo que deberías transformarte en Ladybug! ¡Ella es malvada, Marinette! ¡Confía en mí! —Tikki revoloteaba por encima de los húmedos cabellos negros de su portadora.
— Dios... —balbuceó tapando sus ojos, intentando esconderse bajo sus manos.
A lo cual le respondieron con un chasquido.
— O si lo deseas puedo ser Adrien... —susurró seductoramente en el oído de la azabache, haciéndola temblar. Besó la mejilla de la chica y se acercó a sus labios; quitando las manos que tapaban su rostro aterrorizado—. Abre tus ojos princesa, no es de buena educación ignorar a las personas que te aman. —se acercó lenta y sigilosamente, hasta casi rozar los labios de la chica; quien le obedecía en cada orden.
— No me hagas daño, por favor. ¡Te lo suplico, Adrien! —sus ojos cristalizados y voz entre cortada hicieron sonreír al muchacho.
— Nunca te haría daño. —Le acarició la mejilla—. Pero debes recordar que existe una condición. —sonrió y la miró seriamente.
— ¿Cu –cuál es? —tartamudeó entre sollozos.
— ¿Segura deseas saber? —Marinette asintió—. Perdón, pero no escuché tu respuesta... —dijo a forma de tortura.
— ¡Sí! ¡Dije que... sí quiero saber! —gritó.
— Eso era lo que anhelaba escuchar. —comentó muy animado.
— Si quieres los Miraculous... te puedo entregar el mío y conseguir el de Chat Noir.
— Uh... eso suena interesante; pero no es lo que yo quiero. —con una sola mano, la sujeto de ambas muñecas—. No me aprovecharé de tu desesperación; te conozco muy bien como para caer en una de tus trampas.
— Si no son los Miraculous... entonces... ¿Qué quieres? —estaba más confundida que antes.
— Buena pregunta... —con su otra mano la tomó de las mejillas, dejándola inmóvil y ejerciendo mucha presión—. Quiero divertirme. —se acercó nuevamente a los labios de Marinette, cerró sus ojos y sintió cuando una ráfaga de viento chocó con ella. Al abrirlos se sorprendió— ¿Creíste que te besaría? Eres muy graciosa...
El chico se levantó, liberándola de su agarre y riendo a carcajadas. Le dio la espalda y su forma cambió.
— ¡Hawk Moth! —exclamó.
— No, pero soy su servidora y futura reina. —volvió la mirada a la chica de la bañera, quien parecía petrificada.
— Eh...
— Escucha Marinette Dupain-Cheng, Ladybug o quien seas en realidad. Mi nombre es Diosa y... pienso hacer mío todo Paris. ¡Claro que después de allí me extenderé al resto de la vía láctea!
— ¿Qué debo hacer?...
— Sólo... escúchame con atención y así nadie sufrirá. —cambió nuevamente su transformación.
— ¿Mamá?
— Tú sigues siempre mis consejos; de ahora en adelante viviré en tu mente, puedo jugar con tus sueños, pensamientos y otras cosas. Esa noche que me descubriste junto con Chat Noir me enfurecí realmente.
— ¿De qué noche hablas?
— Oh... es cierto; ya lo había olvidado. Borré tu memoria y la de todos los parisinos; lo gracioso es que no lo recordaba. —abrió un portal.
— Quieres decir que... no podré vencerte... —dedujo en voz alta.
— Sí, cariño. Se nota que tengo una hija muy inteligente. —Entró en el agujero que había hecho—. Nos vemos luego, Marinette.
Eso fue lo último que dijo, antes de desaparecer. Marinette se levantó de la bañera, totalmente desconcertada.
Sentía que un frío recorría su pierna izquierda y descendía un líquido espeso. Bajó la mirada, notó que su pierna y toda la bañera estaban llenas de sangre; sus gritos la aturdían a ella misma hasta que cayó desmayada en aquella tina.
Despertó con un grito desgarrador y su compañero reaccionó de la misma manera.
— ¡¿Qué rayos te sucede, Marinette?! —exclamó el moreno, sacudiéndola.
— ¡¿Nino?! —su rostro era como el de un perro en una montaña rusa.
— ¡Marinette! —Se detuvo y suspiró—. Me asustaste, parecías una enferma mental.
— Perdón... no fue mi intención... —se disculpó.
— ¿Tenías una pesadilla? —indagó curioso.
— Sí, se diría que la peor en toda mi vida. —replicó cortante.
— Que bueno que despertaste... —se acercó al oído de Marinette—, debes ir al baño...
— ¿Por qué? —susurró.
— ¿Tienes la menstruación? —cuchicheó.
— Sí...
— Tu sangre se está escapando de tu ropa interior. —se acomodó nuevamente en su asiento.
Marinette rozó su pierna con su mano y vio que era cierto lo que su amigo le había comentado.
— ¡Gracias! —tomó su bolso y salió corriendo en dirección al baño; abandonando el aula.
— ¡Bro! —Adrien saludó al moreno, como de costumbre— ¿Qué le sucede a Marinette? .Ella corría por el pasillo; le sonreí y me quitó de su camino... —su tono era de preocupación y desilusión.
— Cosas de chicas; no te metas en sus asuntos.
Después de decir eso, la morena llegó para sentarse al lado del joven de lentes y audífonos.
— ¿Cómo están chicos? —preguntó energética, a lo que ambos respondieron de manera positiva— ¿Y... Marinette?
— No lo sé. Ahorita corría por el pasillo y me ignoró. —respondió Adrien.
— ¿Te ignoró?
— Relájense; ella está en el baño. De seguro volverá pronto. —Nino parecía estar tranquilo. Se acercó al oído de Alya, como para decirle un secreto; mientras tanto Adrien tomaba asiento detrás de su compañero, guardándole un puesto a Marinette—. En nuestra última cita, me comentaste que a veces tus cambios de humor son por el desarrollo... femenino. —Alya asintió—. Mari... está en alerta roja.
— ¡Gracias por proteger su secreto! —se abalanzó sobre su novio y lo besó.
— ¡Buenos días, alumnos! —Madame Bustier hizo una seña y Myléne Hapréle se levantó de su asiento—. Hoy les entregaré sus temas para los sketch de San Valentín. Myléne se ha encargado de seleccionar los temas y las parejas adecuadas para cada uno; la diferencia es que se les convocará a un reto.
— Falta... Marinette... —informó Miléne.
— ¿Por qué la esperarías? —dijo una rubia que masticaba chicle y observaba su celular— ¡La carnicera es un estorbo!
— Chloe... ella es una panadera... —corrigió temerosa la pelirroja.
— Es de mala educación corregir a tus superiores, Sabrina. —fulminó a su amiga con la mirada—. A demás, dije que era una carnicera; esas son las personas que cuidan animales.
El salón completo, incluyendo a la profesora estalló de risa. La rubia no entendía lo que sucedía a su alrededor y qué era tan chistoso.
— Chloe y Nathaniel, deberán presentar... "Mucho ruido y pocas nueces".
Así se nombraron a todas las parejas del salón de clases y sus respectivos temas para las obras teatrales. La azabache llegó y tomó asiento al lado del rubio. Ninguno de los dos se dirigió la palabra y mucho menos la mirada.
La hora de clases finalizó y el salón completo tomó rumbo al patio.
En la avenida principal estaban los tres amigos de la azabache; ella bajaba las escaleras con un poco de cansancio y desgano.
— ¡Marinette!
El rubio llamó su atención con alegría; a lo cual ella sólo levantó la mirada, sin hacer ningún tipo de gesto facial y siguió bajando los escalones.
— ¿Te sientes mal? —preguntó la morena posando su mano en el hombro de la chica— ¿Es "eso" de cada mes?
— No lo sé... —susurró cortante, ignorando por completo la presencia del chico de ojos verdes.
— ¡Adiós Marinette, nos vemos Adrien! .Alya y yo tenemos que irnos para ensayar el libreto. —el moreno tomó de la mano a su querida novia.
— ¡Ustedes deberían hacer lo mismo! Es una suerte que les haya tocado juntos, porque hacen linda pareja. —Su comentario hizo sonrojar a ambos jóvenes— ¡Nos vemos mañana; estaremos en contacto Marinette!
Los morenos corrieron juntos y desaparecieron en la lejanía, mientras tanto dos chicos de tez blanca los observaban.
— Marinette... —ella giró para después desviar la mirada. Adrien sólo suspiró— ¿Quieres... ensayar en mi casa?
Las mejillas de Marinette se encendieron al recordar lo que había soñado. ¿Qué debía responder?
— Eh... yo debo ir a comprar algunos ingredientes para la tienda, en la confitería de la esquina... —inquirió algo nerviosa; tomando rumbo hacia ese lugar, a paso lento.
— Entonces... yo te acompañaré. —Muy decidido, siguió a la azabache.
A la par llegaron al local. De forma caballerosa, un hombre disfrazado de Oreo gigante abrió la puerta. La joven pareja de amigos entró y se dirigían al mostrador.
Un grupo gigante de fanáticas disfrazadas de unicornios se dirigió hacia Marinette, apartando al rubio de su lado y rodeándola.
— ¡Queremos saber más sobre tu noviazgo con Max! —dijo una chica que tomaba miles de fotos con el celular a la azabache.
— ¿Desde cuándo son pareja? ¿Por qué no lo habían comentado al público? ¿Qué se siente saber que eres la mejor gamer de París? ¿Tu cabello es real o es un bonus por todos los PA que has ganado? ¿Cómo haces para ser tan linda y famosa al mismo tiempo? —preguntaba una de las fanáticas que se montó en la espalda de Marinette y la tomaba por el cuello, casi asfixiándola.
— ¿Los labios de Max son dulces; creo que en la televisión los definieron como "besitos de chocolate"? —interrogó Rose, mientras lamía una paleta en forma de nave espacial.
Marinette se sentía sofocada por el grupo, ya que todas la rodeaban y acribillaban con preguntas.
— Ser... «Recuerda que eres Ladybug. Imagina que tienes la máscara y háblales como tal. » —pensó Marinette.
Todas las jóvenes hicieron silencio absoluto, para escuchar las palabras de su ídolo. Sacaron sus celulares para grabar el momento y atesorarlo para siempre.
Por otro lado... un rubio muy celoso se cruzó de brazos y la observaba detenidamente; estaba retirado de la multitud sentado en una de las mesas con decoraciones pintorescas.
— ¿Quieres llevarla a tu casa para hacer realidad ese morboso sueño que me comentaste? —murmuró el kwami que emergía de un bolsillo interno de su chaqueta.
— ¡No! —rápidamente tapó su boca. Por suerte nadie había escuchado su grito, ni siquiera se habían percatado de su presencia en el local—. Sólo vamos a practicar la obra teatral; es mejor estar preparados. —susurró, observando como su gato jugaba con los colgantes del mantel y la sombrilla.
— Te diré que eres malo mintiendo. Deberías aplicar las frases que dice el Adrien de tus sueños... —comentó, mientras intentaba tragar un gran grupo de fresas.
— ¿Qué frases? —indagó con algo de molestia.
— En tu sueño le dijiste a Marinette: "Deberías decirle a tu cara, que apoye las palabras que articulan tus labios". —su tono era burlón y sarcástico como siempre. En ese momento el rubio entendió que estaba sonrojado.
— No comprendo aún como Marinette pudo besar a Max; es obvio que soy mucho más atractivo que él. —Se quejaba en un tono engreído y celoso—. Si ella lo escogió por su habilidad con los videojuegos... está equivocada, en esta vida no todo es un juego.
— Tú juegas con los sentimientos de Ladybug y Marinette.
— No es así; ya te he dicho que las amo por igual. —Sacó su celular y se reflejó en el cristal—. Pero hay algo en mí... que intuye una teoría. —Observó a su glotón amigo—. Estoy seguro de que son la misma persona. —concluyó.
— Podría ser que sí, tanto como puede ser que no... —nuevamente tomó lugar en la chaqueta de su amigo—. Mejor la ayudas a salir de ese embrollo. —apuntó a las alborotadoras.
Adrien respiró profundo y se levantó.
— Tus palabras han sido majestuosas, Marinette. En verdad eres la perfección reencarnada. —parecían un coro debutando. Como robots se alejaron y salieron por la gran puerta de tablones de chocolate blanco.
— ¡Adrien! —lo abrazó, como si estuviese a punto de perderlo—. Creí que te habías ido, gracias por ser paciente.
— Entiendo que la vida de un famoso no es sencilla; además no podía dejar sola a mi indefensa Dulcinette.
« He escuchado ese nombre antes ¿Pero dónde? » —pensaron en sincronía.
— ¿Cómo lograste deshacerte de todas ellas tan rápido? —interrogó curioso, acariciando el cabello brillante y sedoso de la joven.
— Recordé algunos entrenamientos que me había dado una amiga, en caso de que algo así sucediera. —respondió, arrugando la camisa de Adrien.
— Eres su abeja reina, un día sin ti y podrían morir. —bromeó besando la frente con olor a coco y frutillas de Marinette.
Ella se apegó más en el abrazo. Plagg pellizcó a Adrien y éste gritó del dolor.
— ¿Estas bien gatito? —se alejó de él, no sabía qué hacer.
— Sí, estoy bien... —golpeó el bolsillo sonde estaba el pequeño—. Solo era un... gas... —se avergonzó de la respuesta que había ingeniado— ¿Por qué me llamaste gatito?
— Pues... es porque tu grito se escuchó como el maullido de un gato en celos. —su sinceridad la hacía más hermosa ante el de ojos esmeralda, quien comenzó a reír nervioso.
— ¿Necesitas ayuda para conseguir los ingredientes? —sonrió con sinceridad.
— ¡Merci beaucoup par offreur! —le devolvió la sonrisa—. Estoy segura de que no conoces mucho la repostería, sin ofender. Te pediré que te encargues de una sola cosa... —el suspenso y la intriga carcomían al chico; sólo deseaba hacer bien su trabajo para ver a la chica feliz.
— ¿Qué debo hacer? —se acercó como si estuviesen creando una estrategia para vencer a los villanos del mundo de caramelo.
— Tú buscarás las gotas de chocolate... —tocó la punta de la nariz de su amigo.
— Como ordene... My Lady. —hizo una pequeña reverencia y se alejó de ella.
Marinette sacó una lista y Tikki se escapó de su bolso seguidamente. Ambas chicas hablaban de temas al azar; la pequeña catarina se encargaba de leer los carteles y guiar a su amiga por los pasillos vacíos.
— Me di cuenta de lo que intentas Marinette. —hizo un pequeño baile de victoria—. Ya estás cerca...
— Sí, Tikki. Cada vez falta menos...
En los estantes del lado opuesto se hallaban Adrien y Plagg. En sus corazones se escondían muchas esperanzas, y una de ellas era hallar las gotas de chocolate.
— Disculpe... ¿puedo ayudarlo? —Un anciano de grandes ojos color violeta, baja estatura, piel color canela, contextura gruesa y cabello desaliñado; habló en voz baja. Vestía un sombrero playero de color fucsia con pequeños dibujos de remolachas en él, una camisa de tres cuartos arrugada y un poco desteñida, pantalones de gala y zapatos deportivos—. Se ve algo perdido... ¿qué es lo que busca exactamente?
— Eh... —Adrien lo detalló, definitivamente era un desastre de la moda o venía de otro planeta—. Busco gotas de chocolate... —contestó a la pregunta.
— Sígame. —ordenó el hombre de edad avanzada, a lo cual el chico le obedeció—. Son una pareja muy joven... ¿Cuándo piensan tener hijos?
— ¿Hijos? .Ella y yo sólo somos compañeros de clase. —replicó.
— Por su abrazo imaginé que estaban comprometidos a matrimonio. —se detuvo en uno de los estantes en forma de espiral y comenzó a buscar entre los frascos de vidrio, sellados herméticamente—. Es una noticia muy triste...
— Ella ya tiene pareja. —sonrió forzadamente.
— ¿El nerd de las noticias? —dijo sin parar de hacer su trabajo.
— Sí... pero es un compañero de clases. —sacó su celular.
— Deberías buscar alguna forma de separarlos. ¡Aquí está! —exclamó haciendo saltar al rubio.
— Esas... no son gotas de chocolate. —comentó tomando el frasco en sus manos.
— Sí lo son. Puede leer el título de grandes letras y observar la portada. —señalaba lo mencionado anteriormente.
— No son gotas de chocolate. —insistió nuevamente.
— ¡Me está haciendo perder la paciencia! —dijo fulminando al chico con la mirada.
— ¡No son gotas de chocolate! —gritó al hombre mayor.
En el extremo opuesto reinaba la paz y tranquilidad, a excepción de los terribles gritos entre los dos hombres.
— ¡Marinette, algo malo sucede! ¡Debes transformarte! —Tikki se hiperventilaba.
— Cálmate un poco. —la pequeña se introdujo en el bolso y Marinette corrió en dirección a los gritos.
Formaban un triángulo imaginario, cada uno se ubicaba en un ángulo de distancia perfecta. Los hombres disputaban entre sí.
— ¿Por qué discuten? —la azabache se cruzó de brazos; su voz era desafiante.
— ¡La princesa engreída no quiere aceptar las gotas de chocolate! ¡Al parecer su cabello de Rapunzel, obstruye el funcionamiento de sus neuronas! —de su frente escapaba una vena.
— ¡La nonagenaria pasada de moda, dice que estas piedras lunares son "gotas de chocolate"! —sus gestos eran horrendos y su tono de voz desagradables.
— ¡Adrien! —el chico se volvió hacia ella—. Son gotas de chocolate... —explicó muy apenada.
— ¿Segura? —su preocupación era notoria.
— ¡Claro que los son! —exclamaron al unísono el señor y la chica, en contra del rubio.
— Oh... yo creía que las gotas de chocolate eran liquidas...
Marinette golpeó su frente y se alejó camino a la caja registradora; seguida del hombre anciano y más allá el chico.
— Llevaremos todos estos productos. —Colocó en el mesón una gran cesta, llena de variados ingredientes culinarios—. Aquí tiene mi tarjeta de débito. —la cajera frente a ella realizaba su trabajo muy callada, como de costumbre—. Por favor perdone a mi amigo, él es inexperto en estos temas...
— Jovencita, usted es un encanto. Él es quien debe disculparse, por su incompetencia. —dijo educadamente.
— Bien... —refunfuñó—. Perdón por mi mala actitud... —Marinette nunca había visto tales actitudes en su amor platónico.
— Ahora si puedo retirarme. —colocó una mano en su cadera y se alejó lentamente.
— ¡Disculpe! —El anciano se detuvo al escuchar la voz de la azabache— ¿Cuál es su nombre?
— Mis amigos me dicen D y te considero una de ellos. —Fue lo último que se escuchó salir de sus labios.
Adrien y Marinette terminaron de hacer la transacción bancaria y salieron de la tienda. Ya estaba atardeciendo, no era muy buena idea que dos celebridades pasearan sin protección a esas horas.
— Quiero compensar el mal rato que te hice pasar. —La ayudó a cargar con algunas de las compras— ¿Quieres ir al Arcade del Barrio Pigalle conmigo?
— ¡Claro que sí! —contestó sin pensar— Pero... —dudó.
— Volverás temprano a casa, te lo prometo. —otra vez tenía esa mirada irresistible— ¿Sí? —suplicó.
— ¡Vamos!
Se dirigieron a aquel fantástico lugar, donde tenían muchos recuerdos positivos. Pasaron una tarde especial, los dos solos sin interrupciones o villanos en los cuales pensar. Las horas corrieron, no habían notado lo tarde que era.
El reloj destruye esperanzas, marcaba las 9:24 pm. Ambos se despidieron y encaminaron a sus hogares.
— ¡Marinette, has pasado un día fantástico! —se acurrucó en la almohada de su portadora, mientras ella colocaba las compras en su mesa de noche—. Esos ingredientes que compraste para la sorpresa de Adrien se ven deliciosos.
— Así es, Tikki. —uno de los paquetes se estremeció y calló al suelo.
De él emergió una criatura, de color blanco y amarillo.
— ¡Delicioso! —exclamó, rodando por el suelo de la habitación.
— ¡¿Plagg?! —Tikki no podía creer lo que veía— ¡¿Dónde está tu portador?! —regañó.
— ¿Qué es este lugar tan femenino? —Lamía sus bracitos—. Hace un momento estaba con Adrien... —susurró para el mismo.
— Caíste en mi trampa. —Marinette sonrió victoriosa.
— ¡¿Qué?! —exclamaron aterrorizados ambos kwamis.
— Tu nombre es Plagg y eres el kwami de Chat Noir; si es como en mi sueño... y estabas en casa de Adrien, quiere decir que mis sospechas son ciertas. ¡Adrien es Chat Noir! —su alteración reflejaba que había descubierto un gran misterio.
— Por lo visto tú eres... Marinette. Nunca imaginé que el pasatiempo de Ladybug fuese secuestrar personas encantadoras como yo. —hizo una pose coqueta.
— Me gusta negociar; me instruyó mi abuela... y soy la mejor de la familia... —dijo orgullosa.
— Quiero escuchar tu oferta... —se acercó, colocando cara de póker.
— ¡Están negociando la vida de todos los parisinos! —gritó histérica la pequeña rojiza, a punto de explotar.
— Todo o nada; el que no arriesga no gana. —pronunciaron aquel cántico, sin apartar la mirada de los orbes del otro.
Plagg estrechó el pulgar de Marinette, fijando la apuesta.
— No quiero sospechas. Ya saben el resto... —dijo para finalizar la conversación.
— ¡Marinette! —Abrazó a la chica por la espalda, y la giró en el aire— ¿Cómo estás? —besó la mejilla ruborizada de la azabache.
— ¡Bien! —le devolvió el gesto, con un beso en la mano.
— Me alagan sus gestos majestad. —Haciendo una reverencia— ¿No viste un pequeño... peluche de gato negro? —cuestionó—. Ayer tenía uno y creo que lo perdí; no puedo dormir bien sin él.
— No, bebé. Pero te avisaré cualquier cosa... —empezaron a caminar tomados de la mano— ¿Por casualidad... en el Arcade no te topaste con un una muñequita de catarina? —tenía cara de perrito triste.
— Realmente... no... —suspiró profundamente— ¿Quieres ir conmigo al estudio de televisión?
— ¡Justamente, esa es mi ruta! —ambos se sonrieron—. Debo cuidar a Manon, mientras su madre trabaja. —explicó.
— Oh... yo te invitaba para... que me vieras en mi nuevo comercial. —el chico se sintió un poco desanimado—. Lo positivo es que vamos a estar en el mismo edificio... como todos os días en el Instituto... —eso último lo dijo en un tono casi inaudible.
Llegaron a los estudios TVi y entraron, la recepcionista los recibió con mucha cortesía. Les entregaron una tarjeta de rango V.I.P. y subieron por el elevador, hasta el piso 16.
— ¡Marinette! —la pequeña niña corrió y abrazó a su niñera— ¡Legaste! ¡Llegaste! —la azabache la cargó y le besó la frente con ternura, a lo cual la pequeña respondió con una risilla— ¿Quién es él? ¿No es el chico que te gusta? —apuntaba al rubio.
— Sí, soy su... novio... Adrien. —Marinette sintió como su estómago se contrajo.
— ¡Marinette es mía! —le enseño la lengua y se aferró al cuello de la chica.
— Aprenderás a compartirla, Manon. —inquirió sonriendo.
— Debemos ir a la recepción; terminaré de cuidar a Manon a la hora del almuerzo. Nos vemos... princesa. —Se despidió guiñándole un ojo al joven, quien quedo atontado y sin palabras.
El aburrido comercial titulado "agua integral", finalizo a la misma hora que el reporte de las noticias. La señora Nadja Chamack llegó a la recepción hablando entretenidamente con el joven modelo Adrien Agreste.
— ¡Mami! —saludó de forma escandalosa.
— Hoy Manon se comportó excelente, ella es una niña buena. —le revolvió el cabello.
— Me alegra que Manon no te haya ocasionado problemas esta vez. —comentó aliviada—. Tu novio es un encanto, Marinette. Es un buen muchacho; son un dúo conmovedor. —intuyó la dama.
— ¡Gracias, señora Chamack! —dijo sonriente— ¡Hasta luego, Manon!
Madre e hija se retiraron de la lujosa estructura, dejando en la recepción al par de civiles.
— ¡Marinette y Adrien! —gritó una chica, dos años menor que ellos—. Que casualidad tan agradable haberlos conseguido. Pensaba en hablar con sus representantes, para invitarlos a una entrevista especial.
— Oh... —exhalaron al unísono.
— ¿Qué les parece? —los ojos le brillaban— ¡Ahorita voy camino a grabar en el estudio! —se arrodilló suplicante.
— ¡Vamos! —respondieron, siguiendo a la pequeña.
« El plan avanza a la perfección »
Los tres entraron al estudio y tomaron asiento. Las personas de maquillaje, iluminación, vestuario y demás empleados, los rodearon.
— Son más atractivos en persona. —confesó la chica de cabello arcoíris.
— ¡Empezamos en tres, dos... uno! —con una señal, el director indicó que había empezado la grabación.
— ¡Bienvenidos a su programa favorito! —hizo algunos pasos de Break Dance— ¡JuguerReadas! —se escuchó la música introductoria, su duración era de 01:55 segundos—. En el programa de hoy tendremos la oportunidad de hablar con nuestros ídolos; Marinette Dupain-Cheng y Adrien Agreste. —ambos jóvenes saludaron a la cámara—. Vamos a comenzar con las preguntas... —las luces disminuyeron y un enorme reflector iluminó a el trío.
« Tu fin está cerca. »
— Antes de empezar... ¿podemos hacerte preguntas también? —la joven se confundió al escuchar el comentario del rubio—. Es que... te admiramos y nos gustaría parecernos más a ti.
— ¡Por supuesto que sí! —afirmó— ¿Son íntegros totalmente o llevan una doble vida con algún secreto importante, que nunca han confesado? —expuso su primera pregunta.
— La integridad siempre es absoluta, una persona que no defiende sus principios y puntos de vista en todas las pruebas de la vida, se considera una deshonra. Nosotros hemos demostrado ser iguales en cualquier lugar, pero no todas las personas lo hacen. —la azabache fue la primera en contestar.
— ¿Cuánto tiempo piensan ser pareja? —mordió su labio inferior.
— Toda la eternidad. —el rubio replicó al instante.
— Quisiera hacerte una pregunta... —la azabache levantó la mano.
— ¡Claro! —dijo alegremente— ¿Qué deseas saber?
— ¿Por qué no le confiesas a todo el mundo que eres la akumatizada de Hawk Moth? —atacó Marinette.
El silencio reinó en la gran sala.
— No sé de qué hablas. —reía a carcajadas—. Con esos rostros de seriedad y las acusaciones, podría llegar a creer que son investigadores privados... o Ladybug y Chat Noir.
— Tú misma te delataste. —interfirió el chico—. Todas tus actuaciones, sin excepción a ninguna estuvieron espectaculares; nunca conocí a una niña de 14 años tan astuta y talentosa. Hasta en la confitería, no imaginé que llegarías a disfrazarte de Oreo y ser portera. Notamos que no eras el anciano, fue un plan audaz. Lo primero que te delató... —su rostro era pensativo —, el señor "D" vestía de forma desastrosa, algo que tú jamás harías... ni siquiera para obtener los Miraculous; además de que tú no tienes paciencia, es un hilo casi invisible... y él aguantó mi mala actitud, tú hubieses cambiado de transformación rápidamente. —ella entre cerró los ojos, levantando una ceja—. A decir verdad, lamento mucho que tu plan de borrar la memoria no haya funcionado. —se levantó de su asiento y colocó una mano en su cintura, posando desafiante—. Yo jamás olvido; cuando era un bebé... mi padre mandó que colocaran un rastreador GPS en mi corteza cerebral. Bloquea todo tipo de onda y radiación; así que recuerdo con detalles lo que sucedió ese fin de semana y sé que tú eres a quien buscamos.
— Pero... entré en tu mente... —refutó.
— Eso es lo que piensas, es posible que yo sea quien haya entrado en la tuya... —intentaba confundir a la chica de cabello arcoíris.
La joven de 14 años escapó del estudio de grabación, corría como si estuviese en una persecución policiaca. Al llegar a la recepción, consiguió un grupo de agentes de fuerzas especiales.
— ¡Gracias chicos! —dijo Marinette a los kwamis.
— ¡¿Qué sucede?! —estaba histérica y fuera de control.
Los kwamis se acercaron a sus portadores y los guardias rodearon a la chica de 14 años.
— ¡Piensan que pueden atraparme tan fácilmente! —reía de forma maniática, mientras en su rostro aparecía un antifaz oscuro, en forma de mariposa y escuchaba las palabras de Hawk Moth—. Lamento informarles que este no es el fin... —sus ojos cambiaron de color.
— ¡Tikki, puntos fuera! —Una hermosa luz roja rodeó su cuerpo; un traje rojo de motas negras la vestía. Se veía majestuosa, era la primera vez que Adrien observando a su amada transformarse en la heroína de París.
— ¡Plagg, garras fuera! —realizaba su coreografía habitual. Pero para la chica de coletas, él era un deleite.
— ¡No puedo cambiar! ¡¿Qué me están haciendo?! ¡¿Tenían todo esto planeado desde el principio?! —con sus largas uñas perforaba su cuero cabelludo, Hawk Moth la estaba torturando y el antifaz titilaba.
— Puede ser que sí, tanto como puede ser que no. —se agachó, hasta poder ver a los ojos a la chica—. Esto es lo más asqueroso que he hecho en mi vida. —introdujo sus dedos en los ojos de la chica y le quitó los lentes de contacto.
Chat Noir hizo un gesto de desagrado y nauseas. Ladybug destruyó ambos lentes de contacto y dos akumas escaparon. Con su yo-yo los purificó y todo volvió a la normalidad; desapareciendo la transformación de la joven atormentada.
— ¿No necesitabas el Lucky Charm para arreglar los daños? —cuestionó el Teniente Roger Raincomprix.
— Claro que sí. —dijo mientras quitaba su transformación, al igual que su compañero de batalla —. Lo invoque en el segundo que todos se distrajeron con la rabieta de la pequeña. Ella es una actriz profesional, deberían darle el protagónico en la próxima película que vayan a hacer.
— ¿Marinette y Adrien? —se levantaba del suelo adolorida y confundida— ¡Podría entrevistarlos! —los abrazó a ambos — ¿Qué son esas criaturitas tan tendre? —acariciaba a ambos kwamis.
— He aquí tu próximo titular; somos Ladybug y Chat Noir. —el rubio le guiñó un ojo y tomó de la mano a su querida novia.
— Pero... eso es un secreto... —tapó su boca y los observó a los dos—. Juro solemne mente no confesar quienes son en realidad. Gracias por confiarme algo tan importante. —sonrió dulcemente.
— Nosotros también tenemos nuestros labios sellados. —Los oficiales estaban de acuerdo en tomar la misma decisión.
— ¡Gracias a todos por sus buenas intenciones y por colaborar con la seguridad de los parisinos! —dijo el rubio.
— ¡Adiós! —exclamó la azabache.
— Porque nada podrá frenarnos bichito. Te amo, con o sin tu máscara. Amo ver tus hermosos ojos azules a través de ella o a plena luz del sol. Amo tu sonrisa, tu gracilidad, tu expresión decidida [...] Lo amo todo de ti, Marinette, mi vida entera te pertenece. —dijo el rubio, tomando de las manos a la joven.
— También te amo, Adrien. —susurró acercándose lentamente a los labios del chico.
— Voy a besarte... ese siempre fue mi sueño... —entrecerraron sus ojos, para contemplarse por última vez.
— ¡Achú! —La señorita Bustier estornudó—. Digo... —limpió su nariz con un pañuelo— ¡Bravo!
Marinette y Adrien, hicieron una reverencia al público y todos empezaron a aplaudir. Los gritos y halagos los ruborizaban. Se tomaron de la mano y repitieron aquel gesto de agradecimiento a los espectadores.
— ¡Beso! ¡Beso! —coreaban una y otra vez.
— Esta ha sido la mejor interpretación de "La Bella y la Bestia". —Nino subió al escenario para salvarlos—. Interpretando el rol de la Bella... ¡Adrien Agreste! —los gritos llenaban el auditorio. —. Te ves lindo con ese vestido; pero no más que yo. —comentó el moreno, entre risas—. Y en el rol de la Bestia... ¡Marinette! —Otra vez la misma bulla resonaba en el gran lugar— ¿Marinette? ¿A dónde se fue?
Todos buscaban con la mirada a la azabache, pero nadie tenía la suerte de encontrarla. Una morena disfrazada de sapo gigante, empujaba a la nombrada hacia el centro del escenario.
— La Bestia tenía hambre; la conseguí comiendo dulces del carrito. —amonestó, pellizcando a la chica, quien lamía sus labios llenos de sirope.
— Yo quiero dulces. —Lloriqueó el moreno— ¡Vamos, Alya!
La princesa y el sapo, abandonaron el escenario.
— ¡Me llevo a la princesa! ¡Ahora me pertenece! —exclamó Marinette, agarrando la mano del joven de ojos aceitunados.
Caminando elegantemente, el chico resbaló y se enredó con el ruedo del vestido. Marinette lo atrapó antes de caer al suelo, posando una de sus manos en la cintura del joven. Las personas el público comenzaron a llorar.
— Eres muy fuerte, My Lady. Ya lo había olvidado. —sonrió coqueto.
— No puedo dejar que algo malo le suceda a mi chico. —Se levantaron y observaron que todos lagrimeaban— ¿Por qué lloran? ¿Somos muy buenos?
— No; sólo es el ají picante y la cebolla que Nino introdujo en los chicles de menta. —explicaba un poco preocupado.
— Pobres... —susurró algo triste.
Adrien jaló la barba de Marinette e impactó sus labios con los de ella.
— Sirope de chocolate... —relamió sus labios y los de la chica.
Bajaron de la tarima y se diriguieron a los camerinos.
— Bueno... yo debo quitarme este disfraz, los colmillos empiezan a ser una molestia. —confesó mirando al rubio.
— La peluca resalta mis ojos, debería teñir mi cabello de este color. —acomodaba su busto falso.
— Eres el chico-princesa que secuestro mi corazón. —le giñó un ojo—. Por favor te voy a pedir que sueltes mi mano...
— Podría estar así por siempre. —sonrió con amabilidad.
Intentaron caminar en direcciones opuestas, pero en vez de eso se golpearon en la cabeza. Inmediatamente se quejaron el uno con el otro.
— ¡Te dije que me soltaras! —exigió la azabache.
— ¡Creí que tú lo harías primero! —contesto molesto.
— A la cuenta de uno. —sugirió la de ojos cerúleos; a lo cual el muchacho asintió.
— ¡Uno! —contaron con voz firme. Forcejaron hacia lados opuestos, pero nada sucedió.
— ¿Querían estar juntos por la eternidad? —Plagg carcajeaba y Tikki los filmaba con el celular de Adrien.
— ¡¿Qué hicieron?! —sus rostros estaban rufos de vergüenza.
— Sólo es caramelo y pegamento; se caerá cuando se laven las manos o... si se duchan. —se mofó.
— ¡Ustedes querían cumplir su sueño! —Agregó Tikki.
— ¡Y... decidimos ayudarlos! —confesaron unánimemente.
— ¡¿Qué?! —vociferaron a la par.
Los kwamis estaban conscientes de lo que habían hecho, pero aún más de las terribles consecuencias que les sobrevendrían. Plagg fue el primero en dar la retirada, seguido de Tikki. Sus risas burlonas eran lo único que se escuchaba y su rastro, unos pequeños rayos de luz que aparecían dejando su marca en el aire. Ambos jóvenes, decidieron perseguir a los traviesos.
Sus manos estaban tan unidas como sus corazones.
Palabras: 14.199
Nota de Autora:
Hasta aquí el one-shot.
Me sentí inspirada en el capítulo Le Gamer, porque es uno de mis favoritos y allí hay muchas escenas de Adrinette. Sinceramente, esta pareja es una de mis favoritas (aunque aún no sea oficial).
Agradezco tener la oportunidad de participar en el concurso, ya que me ayuda a expandir mis ideas y agilizar la creatividad. De los errores se aprende y lo importante es superarse uno mismo.
La portada del one-shot (titulado: Jugando con el Corazón) la hice yo misma.
¡Gracias por haber leído!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro