la mejor medicina
El joven Zeldris Demon maldecía una vez más mientras bomitaba en el baño, la hora en que se le ocurrió comer un trozo de la aparentemente inofensiva tarta de queso de aspecto delicioso que se encontraba en el refrigerador, en la inocente creencia de que su querida madre la había comprado ayer por la tarde cuando ésta salió de compras al supermercado, hasta que comenzó a tener fuertes dolores de estómago.
Estarossa, quien era el único que permanecía aún en casa, ya que sus padres habían salido a un corto viaje ese fin de semana por negocios y su hermano mayor Meliodas había ido a visitar a su novia, fue el que le informó que la tarta la había preparado el rubio cuando el peliplata lo encontró en la mesa del comedor sujetándose el estómago con la tarta delante de él.
Desde ese momento su horrible tormento había comenzado. No había dejado de vomitar en momentos aleatorios, ni tampoco había salido de su habitación manteniéndose recostado en la cama, viendo televisión a causa del malestar.
De vuelta en la cama, el azabache escuchó que tocaban la puerta y le dijo a la persona que pasara.
Estarossa asomó la cabeza por la puerta y dijo.
"Zeldris, tengo entrenamiento de fútbol hoy a las 11:30 am,así que no estaré en casa por la tarde. Le pregunté a Gelda si podía venir a cuidarte y ella estuvo de acuerdo. Ya no a de tardar en llegar. ¿Necesitas algo antes de que me vaya?" Le preguntó éste a su hermano.
"No gracias Estarossa, estoy bien". Le respondió el chico con su usual tono tranquilo.
"¿Seguro?" Volvió a preguntar el mayor con tono preocupado, pues ya conocía el dolor por el que estaba pasando su pobre hermano al haber experimentado lo mismo años atrás.
"Sí hermano, descuida. Vete con calma". Dijo el ojiverde.
"Muy bien, si se presenta alguna emergencia, no duden en llamarme".
"Claro". Dijo Zeldris.
Así, el ojiazul se despidió de su hermano y se marchó a su entrenamiento de fútbol.
Luego de 5 aburridos minutos cambiando canal tras canal y no encontrar nada bueno para ver, Zeldris escuchó que alguien subía casi corriendo las escaleras de la casa. Segundos después, su puerta era abierta sin parsimonia por una agitada rubia.
"¡Gelda!" Dijo éste feliz al ver a su hermosa novia.
"¡Zeldris! Exclamó la joven muy preocupada caminando rápido hacia su novio. Estarossa me dijo que estabas enfermo, ¿cómo te sientes?, ¿tienes fiebre?, ¿te sientes mareado?, ¿vez correctamente?; ¿debo llevarte al hospital?" Le preguntó la ojivioleta a la vez que lo examinaba a detalle.
"Estoy bien, gelda. Lo que pasa es que me enfermé del estómago al comer un trocito de tarta que sin yo saber, había preparado Meliodas.
La chica hizo una mueca de disgusto. La comida de su cuñado era tan letal como horrenda de sabor. Todavía no se explicaba el como ésta lograba tener tan buen aspecto con lo pésima que era.
"Por cierto, ¿cómo entraste a la casa?" Le preguntó el chico con curiosidad a la rubia.
"Tu madre me dio una copia de la llave después de los acontecimientos de la guerra de espagueti". Contestó esta con simpleza.
Zeldris asintió recordando bien ese día en el que los amigos de su hermano Meliodas, al igual que el antes mencionado y sus propios amigos habían convertido un desacuerdo en toda una batalla campal en el comedor de su casa, en la que se usó como proyectil el delicioso espagueti con albóndigas preparado por su bella madre. Elizabeth, la novia de Meliodas había intentado detener el desastre, pero nadie le hizo caso. Fue una enfurecida Gelda la que puso orden e hizo que todos se pusiesen a limpiar el desastre que habían hecho. Desde ese día la rubia se había ganado el título de nuera favorita por parte de sus dos padres por la autoridad que mostró frente a todo ese montón de salvajes.
"Bueno, ¿necesitas que te traiga algo de la cocina?, planeo ir a prepararte una ligera sopa de verduras". Dijo la chica, mirando a su novio.
"Mmm, tengo un poco de sed". Le dijo éste.
"Bien, te prepararé un poco de té de hierbabuena". Dijo la ojivioleta.
"Eso suena muy bien, gracias Gelda". Dijo Zeldris con una pequeña sonrisa.
"De nada, amor". Respondió la rubia depositando un beso en la mejilla del azabache antes de irse.
Al llegar a la cocina, Gelda comenzó a buscar todo lo que iba a necesitar para el té y la sopa.
Cuando ya tuvo todo listo, se puso a trabajar sin descanso hasta terminar.
Unas horas más tarde, y gracias a los atentos cuidados de su novia, Zeldris ya se sentía mucho mejor. Las ganas de vomitar habían desaparecido por completo y ya no sentía como si le clavaran cuchillos en la boca del estómago.
Feliz por la mejora de Zeldris, Gelda lo atrajo en un largo y profundo beso .
"Me alegro que estés mejor". Dijo ésta abrazando al ojiverde.
"Y todo es gracias a ti". Le dijo el azabache dándole otro beso.
"Mmm, ¿y seré recompensada por ser una buena enfermera?" Preguntó Gelda con una voz seductora.
"Por supuesto". Respondió Zeldris con voz ronca capturando los dulces labios de la rubia en un apasionado beso que fue evolucionando a más.
La hermosa chica empezaba a gemir suavemente al sentir como Zeldris acariciaba su tentador cuerpo con suavidad logrando excitarla con solo ese ligero toque de las ásperas yemas de sus dedos.
Los dulces labios rojos como las cerezas de la bella chica se abrían profiriendo suaves suspiros y largos jadeos al sentir como los propios labios de su amado Zeldris vagaban por su cremosa piel regando amorosos besos y juguetones chupetones marcando su blanca piel.
Para él, saborear la dulce piel de Gelda siempre lo ponía al límite. La maravillosa respuesta de su cuerpo arqueándose contra el suyo bajo sus atentas ministraciones lo hacían sonreír satisfecho por como podía lograr que su tranquila y siempre recatada novia se volviese en una salvaje fiera en cuestión de segundos. Con sus deseos por ella a flor de piel, no tardó en despojarla de toda su ropa prenda por prenda dejando ardientes caricias y fervientes besos en cada zona expuesta de su cuerpo.
Gelda no se la pasaba solo recibiendo las atenciones de su novio, pues la ojivioleta tentaba con sus sensuales movimientos de cadera al azabache provocando que su necesitada intimidad se rosara contra su ya erecto miembro. Sus delicados dedos trazaban cada músculo bien marcado en el cuerpo de su amado, mientras que sus carnosos labios regaban hambrientos besos en el cuello, mentón y boca, atrayéndolo a largos besos que los hacían gemir en conjunto por el exquisito rose de sus lenguas en estos.
Ella sintió como él empezó a amasar sus necesitados pechos aumentando su placer. También sintió con emocionada expectación como una de estas fue bajando lentamente hasta llegar a su cálida intimidad. Su deseo por él se volvía cada vez más abrumador, la humedad creciente entre sus piernas era prueba clara de ello.
Sus suaves suspiros de repente se volvieron fuertes gemidos de deleite, cuando él introdujo uno de sus dedos en su cálida intimidad y su experta boca tomó uno de sus endurecidos pezones para amamantarlo. Su cuerpo se sentía en llamas por la gran cantidad de sensaciones que la recorrían de pies a cabeza. Su amado Zeldris siempre sabía que lugares tocar y como hacerlo para llevarla a alcanzar la maravillosa dicha.
Para él no era suficiente degustar sus hermosos y perfectos pechos, así que arrastrando su boca por su blanca piel lechosa, esbozó una sonrisa cuando llegó a sus húmedos pliegues procediendo a lamerlos y chuparlos con gusto. A continuación, introdujo su lengua en su palpitante núcleo arrancando un excitante grito de su amada.
Ella iba llegando más y más a su inminente primer orgasmo gritando y gimiendo el nombre de Zeldris como un mantra con cada estocada y chupetón que le daba a su sensible intimidad, y Cuando sus dedos pulgar e índice se unieron a su lengua al darle placer pellizcando y frotando con delicadeza su hinchado clítoris, fue lo último que se necesitó para llevarla a un poderoso orgasmo que la dejó con la mente nublada y su curvilíneo cuerpo tendido sobre la cama moviéndose con pequeños espasmos como secuela de su fuerte orgasmo, respirando agitada y con las mejillas sonrojadas.
Zeldris bebió con euforia cada gota del dulce néctar que salió entre los rosados pliegues de su Gelda, sin dejar caer ni una sola hasta terminar. Con su mirada hambrienta sobre la hermosa mujer sobre la cama, se quitó lo que restaba de su ropa y se acomodó por encima de la rubia la cual tenía sus hipnotizantes ojos oscurecidos por la lujuria mezclada con amor, toda esta dirigida hacia él.
Compartiendo otro amoroso beso, ella se acomodó por debajo de él a lo que éste alineó su duro y palpitante miembro con su ansioso núcleo apretado, hundiéndose en la magnífica gloria, cuando entró completamente en ella.
En la habitación, solo se escuchaban los gemidos, suspiros y gritos de ambos junto con el sonido húmedo de su frenética unión sexual.
Ella arañaba su espalda dejando rojas marcas en su bronceada piel, cosa que a éste lo excitaba de sobremanera besándola salvajemente hasta casi dejar algo mayugados sus rojisos labios tan adictivos.
Dios, él juraba que podía pasar toda la tarde y noche haciendo suya a su hermosa Gelda, y nunca se cansaría de ello. Su solo aroma a flores despertaba todos sus sentidos en meros instantes. Maldita sea, cuanto la amaba.
Sus envestidas se volvían más rápidas y fuertes al sentir como ella se iba apretando a su alrededor como señal de que estaba apunto de correrse. Él también se sentía casi allí... solo unas cuantas estocadas más...
Finalmente, el tan increíble orgasmo los golpeó a ambos con toda su fuerza, haciéndolos gritar el nombre del otro en total euforia.
Ambos se quedaron tendidos sobre la cama. Gelda suspiraba feliz aún debajo de zeldris. La rubia poco a poco iba recuperando el aliento y los fuertes y constantes latidos de su corazón se iban volviendo más calmados, regresando a su velocidad normal.
La bella joven disfrutaba feliz el tranquilo silencio después del apasionado momento, solo estando allí, entre los fuertes brazos de su Zeldris el cual jugaba con unos mechones de su cabello con su cabeza recostada entre la delicada curva de su cuello.
"Realmente fui una muy buena enfermera como para recibir tal recompensa". Dijo ésta con una divertida risita.
"Mi amada Gelda, el que tu estés aquí conmigo es la mejor medicina para mí". Le dijo Zeldris a su bella novia besándola con ternura.
Esta le acarició el rostro con dulzura. "Te amo, Zeldris. Sabes que estaré ahí siempre que me necesites".
"Lo sé, mi amor". Le respondió éste con suavidad reanudando el amoroso beso con la hermosa rubia.
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