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¡Él es Mío!

Fem ban

Las mañanas eran bastante relajantes y agradables en el país de Britannia. En un pequeño bosque cerca del Sombrero de Jabalí, King volaba tranquilamente disfrutando de la fresca brisa de la mañana entre los altos árboles del bello lugar, deleitándose con el dulce aroma que desprendían las coloridas flores, y sonriendo feliz ante el canto de los pájaros que le daban la bienvenida a otro nuevo día.

Volando así, en la maravillosa tranquilidad de la mañana, le recordaba los días que pasaba en el Bosque de las Hadas antes de que todas las cosas malas en su vida comenzaran. Estos preciosos momentos lo hacían olvidar al menos por unas cuantas horas todos sus problemas llevándolo a un maravilloso estado de paz.

"¡Con que aquí estás, enano!" Escuchó que decía tras él con voz cantarina una traviesa voz femenina.

Oh, como conocía bien a quién le pertenecía esa voz. "¿Qué quieres, Bianca?" Le respondió éste girándose irritado a aquella alvina por perturbar su tiempo de paz y tranquilidad. Sin embargo, no esperaba que la chica estuviese tan cerca de él, y terminó con su rostro presionado contra dos suaves, muy muy suaves montículos grandes, firmes y perfectamente redondos.

"Awww, enano, sabía que te encantaban mis pechos, pero nunca pensé que seguirías los atrevidos pasos del capitán al tocarlos así, pequeño pervertido". Dijo ésta burlona, viendo divertida el gran sonrojo que se iba posando en las mejillas del pobre rey de las hadas.

Rápidamente, King se alejó un par de metros de la chica, dándole la espalda a un gran árbol.

"¡N-NO ES LO QUE ESTÁS P-PENSANDO,, N-NO DIGAS ESAS COSAS, BIANCA!" Exclamó King avergonzado tapándose el rostro con las manos tratando de cubrir en vano el profundo sonrojo en sus mejillas.

Bianca amplió su sonrisa al ver las reacciones adorables del pecado de la pereza. Ahora que el hada no la estaba viendo esta era su oportunidad. Sin perder tiempo, la alvina hizo su jugada acorralando en un abrir y cerrar de ojos a King contra el árbol. Riendo por la expresión sorprendida del castaño, la Hermosa mujer aprovechó su falta de acción, para apresar al ojinaranja entre sus brazos.

"¡Déjame ir, Bianca!" Exclamó King después de salir de su pasado estado de sorpresa, cambiando este a enfado por el restrictivo abrazo de la chica, y porque dicho abrazo lo estaba poniendo muy nervioso al sentir con mucho detalle el hermoso cuerpo del pecado de la avaricia cubierto con esas ajustadas ropas de cuero, presionado firmemente contra el suyo.

"Hmm, déjame pensarlo... Nop". Dijo ésta, acentuando la p al final, acurrucándose más contra King, poniéndolo mucho más nervioso. "A mí me gusta estar así contigo".

"¿P-pero qué dices, Bianca?" Dijo King desconcertado por el actuar de la mujer.

"Como escuchaste, enano". Dijo ésta acercando su rostro al del castaño quien se quedó paralizado .

"¡KIIING!, ¡KIIING!" Escucharon ambos que llamaban al rey de las hadas algo lejos de donde ellos se encontraban.

Rodando los ojos con hastío, Bianca se dio cuenta que era Diane la que llamaba al castaño con insistencia.

El par escuchó unos leves pasos viniendo en su dirección hasta que la persona dueña de dichos pasos se hizo presente y como adivinó la alvina, era Diane.

"¡King, te estaba buscan...!" Pero la chica se cortó a mitad de la oración al ver a Bianca y a King en tan comprometedora posición. "¿Eh?, perdón..., ¿Estoy interrumpiendo algo?"

Antes de que el castaño pudiese responder, la ojiescarlata se le adelantó.

"¡Sí, estás interrumpiendo! ¡Vete Diane!" Le dijo de forma brusca Bianca a la ojivioleta fulminándola con la mirada. La peliblanca, ya estaba harta de que todas las veces que lograba atrapar a King para estar a solas con él, la chica gigante siempre apareciera al igual que ahora, interrumpiendo así su tiempo a solas con el castaño.

"¡Bien, me iré! ¡No tienes porque ser tan grosera, Bianca!" Dijo Diane dándose la vuelta y caminando de regreso a la taberna muy furiosa y derrotada, pues sabía que esta vez la alvina le había ganado, aunque al final, era su culpa por rechazar a Harlequin cuando éste se le había declarado semanas atrás. Oh, como se arrepentía de hacerlo, pero ya era tarde para eso. Sabía que esta vez, su compañera Pecado no se haría a un lado como en el pasado, y que en esta ocasión lucharía con todo lo que tenía, por los afectos de King. Lo pudo ver en la mirada que le dirigió.

"Buenos días, señorita Diane". Escuchó la chica que la saludaban, y levantando su triste mirada del suelo, vio a Howzer de pie frente a ella mirándola con una tímida sonrisa.

"Buenos días, Howzer. ¿Qué te trae por aquí?" Preguntó esta curiosa.

"B-bueno, venía a preguntarle ¿si le gustaría dar un pequeño paseo conmigo por el pueblo este hermoso día?" Dijo éste algo ruborizado mirando esperanzado a la hermosa chica que tanto le gustaba.

Con una hermosa sonrisa, Diane estuvo de acuerdo y felices, ambos se marcharon, con Diane tomando alegremente al apenado joven de la mano. Bueno, veremos si es cierto ese dicho que Dice: "un clavo saca a otro clavo". Se dijo mentalmente así misma la ojivioleta esbozando una pequeña sonrisa.

De vuelta con King y Bianca.

"¡¿Bianca, por qué hiciste eso?!" Exclamó King enojado cruzando los brazos sobre el pecho.

La atractiva alvina que se había alejado unos pasos del rey hada, hizo una mueca de molestia, y sin previo aviso, se paró frente al castaño y tomándolo por el cuello de su sudadera, lo atrajo en un apasionado beso que dejó sin aliento al pecado de la pereza, que ambos disfrutaron, mucho más cuando la ojiescarlata chupó con fuerza el labio inferior de King provocando que éste abriese su boca, acción que la bella mujer aprovechó para profundizar más el hardiente beso explorando con gusto la dulce boca del castaño quien hace unos segundos se había rendido ante la alvina, y le devolvía el beso con igual intensidad.

"Porque aunque no lo quieras admitir, se que me amas King, tal como yo a ti". Le dijo la hermosa chica con la voz entrecortada tras romper el beso pero sin alejar su lindo rostro del de el actual rey hada el cual respiraba algo agitado tras el ferviente beso y por sentir su cálido y dulce aliento sobre sus suaves labios. "Y porque quiero que entiendas algo Harlequin. Tú eres mío, solo mío y no me gusta que nadie toque lo que es mío". sentenció ésta seria mirándolo con intensidad uniendo sus labios con los del sonrojado castaño en otro apasionado beso que terminó en más, mucho más que simples besos. Al final, King no puso mucha queja ante lo dicho por su autoproclamada novia, estaba más ocupado en otras cosas…

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