Mirona. (G!P)
Miró aburrida la televisión en su cuarto, cuando depronto algunas gotas de lluvia comenzaron a estamparse contra la ventana, anunciando que pronto caería una tormenta.
El tazón de palomitas sobre su estómago se había enfriado, y su vaso con refresco al lado se quedó sin gas. Estaba aburrida, y cansada.
Dejó el tazón sobre la mesita de al lado, y se levantó de la cama, apoyándose con la ayuda de su pierna izquierda, para tomar sus muletas y dirigirse hacia las persianas de su ventana.
Eran vacaciones, su mejor amiga estaba fuera de la ciudad por motivos familiares, y los días de lluvia dominaban en el pequeño pueblo donde vivía.
Como si las cosas no pudieran empeorar, había roto su pierna durante sus practicas de muay thai, teniendo que utilizar muletas y silla de ruedas hasta que le retiraran el yeso, cosa para la que faltaba bastante. Caminando del cuarto a la sala, de la sala a la cocina y de regreso a su cueva solitaria.
Estaba por cerrar las persianas para dormir un poco cuando vió a su vecina de enfrente llegar en su motocicleta.
Ella dejó la moto en el garaje, y quitó su casco. Acomodó su cabello mientras tomaba la bolsa del mandado que colgó en el bolante, y se metió a su casa.
Hace algunas semanas que se había mudado.
Mikasa, o algo así. La verdad ellas nunca compartieron palabras como tal, y los únicos que se habían saludado un par de veces fueron ella y su padre, cuando este se dirigía al trabajo y encontraba a la azabache regando el jardín. Fuera de eso, la verdad no tenían ningún contacto.
Ella parecía ser muy reservada y solitaria. Extraña. Siempre llevaba ropa muy holgada, y tampoco parecía querer relacionarse mucho con los demás vecinos, causándole algo de curiosidad a Annie por su personalidad tan misteriosa, aunque el asunto siempre se quedó ahí.
Dejó lo que hacía y se dispuso a dormir.
[Mirona.]
Lo último que pensó hacer en sus vacaciones sería mover un músculo, pero estaba tan aburrida de solo mirar la televisión y dibujar en su tableta, que comenzó a urgar en su ropero para ver que encontraba, o simplemente para acomodarlo y ya.
Al final, lo último que hizo fué ordenarlo, y se distrajo con lo que se fué encontrando.
Como sus peluches de la infancia, algunos dibujos en una carpeta que su padre guardó, un álbum de fotografías y el zapato izquierdo que hace mucho no veía.
Movió las sudaderas y sacó una caja de hasta abajo, la cual tenía bastante polvo.
Extrañada, pues no recordaba ni que había guardado en esa caja, la limpió de forma superficial y la abrió, para llevarse una linda sorpresa.
Sonrió nostálgica al verlo, y sacó su viejo telescopio.
Recuerda el día en el que su padre se lo regaló, cuando era más pequeña, y estaba obsesionada con todas esas cosas del espacio y lo relacionado a ello.
Ella y Hank se sentaban en el patio por horas para ver las estrellas, y la luna. Solían bromear aveces sobre ver naves espaciales y vidas de otros planetas.
Recordando, decidió armarlo como pudo, y lo probó.
La lente estaba algo borrosa, así que la limpió con su blusa.
La verdad era más un juguete que uno de verdad, pero aún se seguía sorprendido por lo bien que siempre funcionó.
Se paró frente a la ventana y miró el vecindario con él.
Los árboles, los faros de luz, etc.
Lo ideal era que mirara las estrellas o alguna mierda así, después de todo para eso eran los telescopios,
pero se distrajo algún rato tratando de enfocar algo, y tratando de recordar muy bien como se utilizaba cada parte.
Movió el telescopio sin rumbo fijo. De izquierda a derecha, de arriba a abajo sin un objetivo especifico.
Lo movió más hacia la derecha y lo alejó un poco para enfocar los objetos.
Eso era...¿un jarrón? Lo movió otro poco y notó una mesa, una computadora, un cuadro en la pared, una silla, y una cama.
Notó que la puerta se abrió de la nada, y del susto pegó un pequeño brinco en su lugar de tan sorpresivo que fué.
Alguien había entrado.
-Oh, fuck.
Era la habitación de su vecina, la cual no tenía del todo cerrada las persianas, y por eso pudo ver su habitación.
Suspiró, dejó a un lado el telescopio y decidió mejor tomar sus muletas para bajar a cenar algo.
[Mirona.]
Siempre le pereció una persona muy atractiva, pero la verdad tampoco tubo las agallas para acercarse a ella y saludarla.
No se consideraba del todo tímida. Ni siquiera sentía que lo fuera, tan solo una parte de ella lo dejó pasar, porque en su momento no sintió la necesidad de hacerlo, pero al menos a esta altura, podría decirse que consideraba a la azabache como un pequeño Crush.
Sonará enfermo, extraño e ilegal... y si. Así lo era, pero...había estado espiando a la azabache con ayuda del telescopio.
Cuando llegaba en su motocicleta, cuando regaba el patio, salía a recoger el periódico, y hasta cuando sacaba a su gato a pasear por el vecindario, eso último le parecía tierno.
Era un felino negro con collar y correa roja. Les veía dar la vuelta por el vecindario y los veía meterse a casa de nuevo.
Le gustaba ver su rostro tranquilo y serio. Sus ojos grises tan hermosos, y la forma en la que acomodaba su cabello azabache.
10:45 PM.
Miró el techo sin poder dormir, dando vueltas en la cama con algo de desesperación y cansancio, porque simplemente no podía hacerlo y le frustraba.
En su cabeza solo rondaba una persona últimamente, y esa era su vecina, a la cual no había visto en todo el día, y se preguntaba por qué.
Se sentó en la cama, y talló sus ojos, para ver en la esquina de su cuarto al telescopio sobre el tripie.
Una idea bastante mala le cruzó por la cabeza entonces.
Mordió su labio, y luego de un rato pensándolo finalmente decidió hacerlo.
Tomó su silla de ruedas y se acercó a la ventana. Ajustó el telescopio y
acercó el ojo, tratando de enfocar la habitación de la azabache, con las persianas sin cerrar del todo, y con las luces apagadas, pero aún así podía distinguir los objetos en ella y la habitación en si.
De nuevo, miró el escritorio, con una taza de café sobre el, la computadora, al lindo gato que tenía plácidamente dormido en la cama, pero no vió a la azabache.
Arqueó la ceja.
La puerta de aquella habitación se abrió, y miró entrar a la azabache, a la cual solo podía ver de la cintura para abajo por lo mismo de las persianas, pero la había observado tanto que ya sabía su complexión física, estaba segura de que era ella.
Pasó saliva, y continuó mirando, sabiendo lo mal que estaba hacer eso, y los grandes problemas que tendria si alguien la descubriera.
La vió despojarse del cinturón, y dejarlo colgado en su silla, mientras también quitaba sus zapatos.
No hizo mucho la verdad, la vió dirigirse al baño, y regresar con un short bastante holgado.
Tomó al pequeño gato con gentileza y lo sacó de la habitación, para después sentarse frente al escritorio y prender la computadora.
El corazón de Annie palpitaba con fuerza. La adrenalina le corría por las venas, y aunque hasta ahorita el comportamiento de la azabache parecía normal, algo en ella quería seguir viéndole.
Algunos minutos después ahí sentada, la vió poner la mano sobre su short mientras la otra movía el mause.
Annie solo podía verle cuando mucho del torso hacia abajo, así que no sabía muy bien qué expresiones tenía.
De pronto, miró a la azabache hacer un movimiento algo... extraño.
La vió meter la mano dentro de su short, y comenzó a moverla lentamente, como en forma de masaje.
La rubia abrió los ojos con sorpresa y sonrojo. ¿Estaba haciendo lo que creía?
Pasó saliva.
Sintió su ropa íntima humedecerse, y el calor subir hasta sus mejillas.
No le importó mucho su privacidad antes, y definitivamente no le importaría continuar ahora que estaba en este punto.
La escena le ponía y mucho, pese a que la mira del telescopio estaba algo estrecha, y ni siquiera conocía su voz pero...sentía que la azabache estaba emitiendo los mejores de los sonidos jamás creados.
Annie, sin despegar la vista, dirigió la mano a sus shorts y los bajó lentamente hasta sus rodillas junto con su ropa interior, decidida en hacerle compañía.
Miró a la azabache intensificar el ritmo de su mano dentro de sus shorts, y ella también, sin poder evitar que se le escapen algunos gemidos.
La vió detenerse de la nada, y eso la extrañó, teniendo que frenar sus movimientos también.
Le vió levantarse levemente de la silla para bajar sus shorts, solo para mostrar la enorme sorpresa que tenía entre las piernas.
"Mierda..."
Alejó la mirada del telescopio con un gran sonrojo y el pecho agitado de la impresión que fué ver eso.
-¿Qué c-carajo...?-Se llevó la mano a la frente, sin poder quitar su mirada de asombro.
¿Vió lo que vió? ¿Acaso alucinó por un momento?
Regresó la mirada al telescopio, y la vió, para confirmar que era real lo que veía.
Normalmente alguien se habría desilusionado, o espantado al ver eso...pero por alguna razón, a Annie le pareció como algún premio doble.
Mikasa lo tomó desde la base, con firmeza, comenzando a subir y bajar de nuevo, despacio, mientras el abdomen se le contraia, posiblemente porque estaba apunto de terminar, y Annie quería ver eso. Quería terminar a su lado.
Ella incrementó el ritmo de su mano y Annie también, liberándose casi al mismo tiempo.
Respiró agitada, con las mejillas rojas y bajó la persiana finalmente al sentir que el sueño la alcanzó.
[Mirona.]
Miraba tranquila la televisión en la sala mientras su padre hablaba por teléfono y se dirigía a la puerta con un par de maletas.
Debido a su trabajo aveces solía dejar sola a Annie incluso una semana. Ella no lo tomaba mal, pues ya estaba acostumbrada a eso.
-Volveré en unos días.-Dijo su padre.-Te dejé la tarjeta, y dinero en la mesa. Hay suficiente comida en el refrigerador, y si pasa algo llámame de inmediato.
-Está bien, papá. Que te vaya bien.
El se acercó a darle un beso en la mejilla. Escucharon que tocaron la puerta, y Hank abrió.
-Oh, ya llegó.
Annie se asomó extrañada para ver de quién se trataba, y casi se infarta al ver a la azabache ahí.
Una presión horrible se formó en su pecho. Su padre y ella se saludaron cordialmente y este la invitó a pasar.
-Annie, ella es Mikasa. La vecina. Mikasa, te presento a mi hija.
Pasó saliva. Sintiendo que el estómago se le revolvía, y quería vomitar de nervios. Mikasa tenía una pequeña sonrisa en los labios, que no resultaba amenazante ni nada, pero de cierta forma algo no le terminaba de convencer.
-Hola, Annie.
"Que hermosa voz..."
-H-Hola...
-Mikasa me hizo el favor de venir a verte de vez en cuando. Estaré fuera mucho tiempo esta vez. Solo se asegurará de que estés bien.-Dijo Hank.
Su padre se dirigió a la puerta con las maletas ya para irse, debido a que ya estaba bastante atrasado en su viaje.
-¡pero-!
Annie trató de segirle y protestar, pero sintió que algo sujetó con fuerza de su silla de ruedas, impidiéndole avanzar.
Giró la cabeza, y se congeló al ver la mano de la azabache sujetar con fuerza el respaldo de su silla.
-No se preocupe, vaya tranquilo señor Leonhart.-Interrumpió la azabache, sonriendo amablemente.
-Bien.-Sonrió, y se dirigió al auto.-Muchas gracias de verdad.
-Descuide...no le quitaré la vista de encima..
Lo vieron encender el auto y alejarse hasta que ya no fué posible verlo.
Mikasa cerró la puerta con fuerza una vez estuvieron solas, y la sonrisa en su rostro se borró, mirando a Annie con seriedad.
Toda la casa quedó en un silencio que por segundos resultó aterrador e incómodo.
Mikasa no dejaba de mirarla así, hasta que en un momento no pudo más con aquella tensión.
-¿Qué...?
-¿Te parece bien?-Interrumpió agresivamente, sin ese tono de voz agradable con el que llegó.
-...¿Q-Qué...?-Tartamudeó.
Ella se acercó lentamente a Annie.
-¿Te parece bien espiar a la gente?
Sintió escalofríos, y retrocedió un poco. Quizá con la sensación más horrible que había tenido en toda su vida.
-No sé de qué hables.-Murmuró nerviosa.
La azabache la tomó con fuerza por los hombros y la derrumbó al suelo, sin importarle su pierna enyesada.
Annie se quejó del dolor en el suelo y le miró asustada, tratando de arrastrarse para alejarse de ella.
-¿Qué viste?-Preguntó la azabache.
-Nada.
-¿¡Qué viste!?-Presionó.
-¡Nada!
Gruñó, y se colocó sobre ella. Aprisionandola con el cuerpo. Sujetando fuertemente sus brazos para impedir que se mueva.
-Apuesto que tu papi estaría encantado de saber lo que haces.-Susurró en su oído.-De cómo te la pásate espiandome estos días...
-¡N-No, por favor! Lo siento. No le digas. No lo haré de nuevo, lo juro...
La azabache continuó sobre ella y hasta apretó del agarre.
-Lo siento. Por favor, no digas nada...-Murmuró Annie, con los ojos llorosos.
No quería ni imaginarse la cara de su padre si se enteraba de eso, o las consecuencias tan serias que tendría que pagar por un momento de perversión.
Mikasa le miró severa, y se pasó la mano por la nuca, quitándosele de ensima por fin.
Annie respiró agitada en el suelo y le miró.
-¿Le dirás a alguien lo que viste...? -Murmuró, con la mirada al suelo.
Annie negó de inmediato.
-...¿Tú...le dirás a mi padre lo que hice?
-...No lo sé...
Annie negó, con pánico.
-H-Haré lo que quieras, por favor no le digas. No le digas a nadie. Lo siento...
La azabache apretó la mandíbula, y la miró de reojo.
Podría llamar a su padre justo ahora y decirle, después de todo, antes de irse, Hank le había dado su número de teléfono. Podría llamar a la policía y sería peor...pero si tanto insistía.
-...Convenceme.
Podrían emparejar las cosas.
No supo si tomar aquello como un premio o como un castigo.
Llevaba tanto tiempo enamorada de la azabache que ya ni siquiera le importó la petición, ni el momento.
No pedía dinero, no pedía algún favor normal y eso era obvio.
¿Complacer sexualmente a la azabache para que no diga nada?
Razonable.
Tragó saliva, y el corazón se le aceleró al ver que la azabache se sentó comodamente en el sofá.
-Ven aquí.-Ordenó, palmando su pierna.
Solía tener una actitud bastante seria y dominante, pero al menos en esta situación, sentía, y quería ser la sumisa de la azabache.
Nerviosa, y con la pierna aún herida se arrastró frente a ella.
Mikasa le ayudó a incorporarse para sentarla sobre su regazo y la sujetó fuertemente de la cintura.
Annie soltó un pequeño quejido y apretó los ojos con dolor mientras la sujetaba con fuerza por los hombros.
-¿Y bien?-Arqueó la ceja.
Sus ojos presionaron por algo de iniciativa. Annie la miró con nervios, y las hormonas a tope.
Mikasa desprendía un aroma encantador, acompañada de esa mirada tan seria, y un cuerpo enorme que parecía encajar como rompecabezas a su lado.
Suspiró, acercándose lentamente a sus labios para besarlos como un juego previo, pero la azabache la tomó por la nuca para acercarla de una buena vez y recibirla.
Su aliento pegó con el suyo, y las enormes manos de la azabache pasaron de su cintura a posarse sobre sus glúteos, para masajearlos a su antojo mientras continuaban besándose.
Annie gimió sobre sus labios al sentir que la azabache utilizó su lengua.
No tenía mucha experiencia o gusto por este tipo de besos, pero con Mikasa era otra cosa.
Ella parecía toda una profesional por la forma en la que se movía, y Annie solo podía limitarse en dejarse llevar, permitiéndo que hiciera lo que quisiera con ella.
Se separaron, Annie alzó su blusa y la azabache se recargó sobre el respaldo para verla desnudarse.
Llegó hasta su sujetador, y decidió ser Mikasa quien lo retirara.
Ruboriza, miró a la azabache despojarse de él mientras la comía con la mirada, y es que Annie, mal cuerpo no tenía, pero la rubia no quería ser la única así.
Mikasa notó que trató de alzarle la blusa, y le ayudó con eso, para hacer lo mismo con su sujetador ahora.
Annie mordió su labio, y acarició el pecho de la azabache. Su piel pálida, sus pechos de buen tamaño, su abdomen marcado y el tatuaje de... con tinta roja.
Retomaron los besos apenas terminaron de apreciarse.
Annie mordió suavemente de su labio y la azabache gruñó, apegandola más a ella. Juntando sus senos en el proceso.
Leonhart se separó un poco de sus labios mientras soltaba un suspiro y solo las unía un pequeño hilo de saliva.
Se sujetó de sus hombros, y sin apartar su mirada de la suya comenzó a frotarse contra la entrepierna de Mikasa.
Esta soltó un suspiro placentero mientras cerraba sus ojos, y llevaba su cabeza hacia atrás para disfrutar. Sintiendo como la piel se le erizaba y en su vientre se sentía cada vez ese glorioso cosquilleo.
Annie sonrió para sus adentros, y disfrutó de la fricción también.
Aprovechando la posición en la que estaba Mikasa, se acercó a su cuello para besarle, sin dejar de frotarse contra ella, no tardando nada para que la ereccion de la azabache se hiciera más presente, y que por supuesto Annie logró sentir, e incluso hizo mayor fricción. Bajando aún más, y suavizando sus movimientos.
-Ah...
Sin darle tiempo de reaccionar, tomó a Annie como si nada y la empujó hacia el otro lado del sillón, para colocarse sobre ella.
Annie soltó una pequeña queja pero igual recibió a la azabache sobre sus labios de nuevo.
-Agradecería que fueras un poco más gentil conmigo.-Murmuró Annie, mirandola a los ojos.
Mikasa la tomó por la mejilla, analizando su rostro detenidamente. Su cabello revoltoso, sus labios rojos y húmedos, sus ojos azules intensos, y algunas gotas de sudor en su rostro ruborizado.
-Eso dices ahora...
Sonrió traviesa de forma inconsciente, y eso hizo sonreír a la azabache también, atrapandola con sus labios de nuevo, sintiendo como la azabache se frotaba contra su intimidad de forma cada vez más fogosa y descarada.
Estaba deseosa, y un poco en shock todavía sobre lo que estaba pasando. Mikasa se estaba tomando demasiado su tiempo, y no sabía sinceramente cuánto más aguantaría, aunque la prioridad en este momento era ella.
Recordar lo que había visto hace días no ayudaba para nada, y solo aumentaban sus ganas de querer verla de nuevo.
Dirigió la mano hasta su miembro y lo tomó con delicadeza, sacándole un gemido a la azabache.
-¿Impaciente?-Murmuró, respirando agitado por el largo beso.
Annie tragó saliva, con las mejillas sonrojadas.
-¿Puedo verlo?
-Ya lo hiciste.-Molestó.
Annie apretó los labios, con más sonrojo que antes.
-¿Puedo verlo? Por favor...-Repitió, sobandolo por ensima del shorts.
La azabache sonrió de lado en respuesta, y se quitó de ensima.
Desató el nudo de los shorts, y los bajó hasta la rodilla. Por la tela de sus boxers grises, notó su virilidad, erecta y enorme, pero no era suficiente, quería verla ahora.
Tomó el bóxer por el elástico, y los bajó sin tanto show. Mikasa dejó que lo hiciera, y solo la observó con satisfacción, porque gran parte de ella sabía que estaba deseosa por ella.
Annie mordió su labio, y soltó un pequeño jadeo cuando la azabache lo acercó a ella.
Con la yema de su dedo trazó sus venas hasta que llegó a la punta, con algo de presemen saliendo de ella.
-¿Puedo?-Preguntó Annie, mirandola a los ojos.
-Es tuya...
Sonrió al escuchar eso, y lo tomó con delicadeza entre sus dos manos, estaba duro y caliente.
Acercó su boca a la punta, y besó despacio, provocando en la azabache un escalofrío placentero.
Metió la punta a su boca, teniendo mucho cuidado de no utilizar los dientes, y lo llevó hasta donde pudo, sufriendo de pequeñas arcadas que le generaron vibraciones a la azabache.
Lo sacó despacio, y como si se tratara de un chupete succionó la punta antes de separarse.
Mikasa gimió en alto, y de su miembro salió más de ella. Debía estár bastante caliente, o de plano esto le fascinaba mucho.
Hizo lo mismo de nuevo, y con su mano libre bajó hasta sus testículos para acariciarlos, al mismo tiempo que con su otra mano subía y bajaba.
La azabache gimió con más constancia, cerrando los ojos, y acariciando los cabellos de Annie con suavidad.
La alejó un poco al sentir que se vendría y respiró agitado mientras los espasmos desaparecían.
Annie la miró con cierta satisfacción de saber que estuvo apunto de hacer que llegara.
-Date...Date la vuelta.-Ordenó sin más.
Tragó saliva, pero hizo lo que le pidió.
Mikasa bajó el pans, y ropa interior de Annie y dejó al descubierto su humeda intimidad.
Se aferró con fuerza al respaldo del sillón, y tragó saliva, aún con el trasero alzado.
Cuestionando seriamente si sería capaz de entrar por completo en ella, y si todo esto...sería suficiente para mantenerla callada, al menos...Un tiempo.
Abrió los ojos con temor al sentir que llevó su miembro un poco más arriba, pero se relajó al ver que bajó a su intimidad.
-¿Tienes miedo?
Su voz repentina le hizo sobresaltar en su lugar, y sujetar con más fuerza el respaldo.
-Uh...algo...-Murmuró.
-...¿Nos detenemos?
Negó. En serio quería esto.
-Tranquila.-Suavisó su voz.-Voy a ser gentil...
Suspiró, confiando en sus palabras.
Le abrió un poco más las piernas y la tomó por las caderas. Dando roces bastante placenteros para ambas, la punta de su miembro rosando en su clitoris, que palpitaba de exitacion.
Mikasa empujó despacio y Annie se aferró con fuerza al respaldo cuando sintió su ser expandirse por ella.
Pegó un jadeo de dolor y placer mientras arqueaba su espalda, y sentía como la pelvis de la azabache pegaba con su trasero.
La escuchó gemir, e inclinarse un poco hacia ella mientras comenzaba a moverse.
Giró un poco la cabeza para verla, ella poco a poco incrementó el ritmo, y la confianza de ser más agresiva con ella.
El sillón crujía, sus pieles chocaban y Annie gimió sin vergüenza, jadeando sin control cada vez más a medida que sentía el orgasmo.
Pegó un gemido ahogado cuando llegó a su punto máximo, mojando el sillón, y a la azabache, quien se deleitó con esa vista tan maravillosa. Alguien de aquí tenía la habilidad de tener un...squirt.
Mikasa se detuvo de forma abrupta al sentir que se correría, y respiró profundo mientras se calmaba.
Estaba cansada, había tenido el mejor orgasmo de la vida y en serio sentía que le consumía el sueño.
Sintió a Mikasa alejarse un poco, y penatrarla hasta el fondo de una estocada. Annie mordió de los cojines y jadeó al sentir que la azabache volvía a hacer lo mismo y más rápido.
Llegó a un punto donde casi encima todo su cuerpo sobre ella. Mikasa recargaba la frente sobre la espalda de la rubia y se movía ya sin ritmo, solo queriendo llegar a su orgasmo.
Sintió un líquido caliente llenarla, pero la azabache no se detuvo, y continuó un momento más mientras volvía a correrse, pegando un gemido bastante fuerte cerca de su oreja.
Pasaron algunos minutos de silencio, mientras procesaban la situación, y regulaban sus respiraciones.
-¿Has...?-Suspiró en su oído.-¿Has comido algo?
Annie negó, sin poder abrir los ojos del cansancio.
-Estoy llena, gracias...
Mikasa soltó una risita.
-Bien...-Respiró.-me convenciste.
Annie sonrió, satisfecha y agotada.
-No diré nada...pero...
-¿...pero...?
Mikasa apretó los labios, y pareció pensar algo.
-¿Aceptas una salida conmigo?
¿Qué?
-¿Salida?-Sus ojos se abrieron con sorpresa y giró la cabeza para verle.
-Si.-Murmuró.-Para...andar y eso...No te obligaré ni nada.
-¿De verdad?
-De verdad...
Sonrió aún más, y cerró los ojos.
-Eso me haría muy feliz...
La azabache sonrió de vuelta.
-Bien...
Salió de ella y Annie gimió.
-¿Tomamos un baño?-Murmuró, con los ojos cerrados.
-Claro...¿donde está?
-Arriba...
-Vale, tomemos un baño entonces.-La cargó con cuidado entre sus brazos.
-¿Ahora si te importa mi pierna?-Susurró, al borde del sueño.
Mikasa sonrió de lado y besó su mejilla.
-Lo siento...no pude contenerme...
Annie sonrió.
[Mirona.]
Al día siguiente, Mikasa volvió a visitarla. Compró comida, y por supuesto bastante importante, le compró la pastilla del día siguiente.
Su padre vendría en tres semanas más, y hasta este punto donde ya se conocían donde no les daba el sol, charlar para conocerse estaría más que bien.
Y si se daban las cosas...mejor.
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