Erik Lehnsherr
Ella estaba tranquilamente dormida en la cama. Estaba usando un pequeño short y una blusa de un pingüino. Estaba toda destapada, con el cabello hecho un desastre y sus brazos atravesaban su rostro.
Me causó bastante gracia y ternura. Tomé una de las sábanas y la cubri, acomode sus brazos y lo intenté con su cabello.
Acaricie su bello rostro y dejé un beso en su frente. Enseguida di media vuelta dispuesto para marcharme.
-Espera Erik- me tomó de la mano.
Cerré los ojos y regresé para verla.
-¿Cómo sabías que era yo?
-Simplemente lo imaginé- Sonrió.
-¿Cómo me puedes sonreír de esa manera tan linda? Por mi culpa... por mi culpa perdiste la vista.
-No fue tu culpa.
-¡Si lo fue!- Grité. Era un grito más de desesperación.
-Erik, no levantes la voz- ella se puso de pie.
Comenzó a tocar mi pecho con sus pequeñas manos. Llegó a mi rostro y con mucha delicadeza lo recorrió, pasó sus brazos por mis hombros y me abrazó. Me sorprendió, no podía reaccionar. Pero la abracé, pasé mis brazos por su espalda y la apegue más a mi.
-Perdón- dije en un susurro.
-No te disculpes.
Uní mis labios con los de ella. Eran muy suaves. Me separé de ella, deposité un beso en su frente y di la media vuelta.
-No regresaras ¿Cierto?- dijo en un sollozo.
Me detuve en seco y me quedé en silencio por un momento.
-No.
Salí de la habitación. Ninguna lágrima salió de mis ojos, pero sentía un gran nudo en la garganta.
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