La habitación era bastante amplia y muy hermosa, había un espejo del tamaño de una pared. Y un hermoso tocador con varios productos de maquillaje.

Todo me encantaba y debería estar feliz, pero no lo estaba en absoluto, ni un poco.

Anne, la maquillista dio unos retoques a mis pómulos mientras Dana, la estilista ponía una pequeña corona sobre el bellísimo peinado que había hecho.

Me miraba en el espejo, conteniendo las lágrimas.

Hoy era el día de mi boda, y se supone que es día más feliz de mi vida, siempre soñé con casarme con el amor de mi vida y formar una familia, pero Jeremy no es el amor de mi vida, ni siquiera lo conozco bien.

Hay un hombre, Erik Lehnsherr. Lo amo como jamás podría amar a nadie.

Terminaron de peinarme y maquillarme, las chicas salieron de la habitación y yo me puse de pie para ponerme el vestido.

Me miré en el espejo, físicamente me veía muy bien, sonreí un poco.

Un hombre tocó la puerta, le dije que entrara y me dijo que ya era la hora.

Intenté controlar las lágrimas, No quería llorar, pero era imposible.

Llegué al arco, la ceremonia se realizaría en un jardín, ahí estaban todos.

Se pusieron de pie cuando hice acto de presencia y la música comenzó a sonar, mi hermano me dio su brazo, y comenzamos a caminar.

Llegué a lado de mi futuro esposo, la misa comenzó.

─...si no hay nadie que se oponga a este matrimonio, yo los declaró...─ el padre no terminó de hablar, sólo se quedo viendo hacia enfrente con una perfecta o marcando sus labios.

─Yo me opongo a este matrimonio─ dijo un hombre desde la entrada.

─Erik─ dije en un suspiro y sin evitar que las lágrimas salieran.

─Te amo, y no dejaré que te cases con un imbécil como este.

Corrí a su lado y lo besé, salimos de aquel lugar. Ya no me importaban las amenazas de mi madre, ya no más.

Estaba junto a Erik y eso era lo único que me importaba.