Agent Zero
Estaba en el departamento, semidesnuda y recostada junto a David, él estaba durmiendo. Era la primera vez en seis semanas que estábamos juntos; su trabajo le impedía que pasaramos tiempo juntos. Nunca me ha dicho cual es su trabajo, sólo sé que siempre está de viaje.
Me levanté de la cama y me coloqué una bata para no tener frío. El departamento era bastante grande y muy elegante. David es un hombre muy elegante y ordenado. Me gusta.
Llevamos cinco años juntos en una complicada relación. Había veces en las que no nos veiamos durante meses, pero cada semana me llamaba.
Fui a la cocina y me senté en la barra. Puse a calentar agua para prepara un té. Me perdí completamente, ya no pensaba en nada, simplemente ya no había nada.
Una mano recorrió mi hombro, me exalte un poco y vi a David sonriendome, le devolví la sonrisa.
Me puse de pie y lo abracé como si mi vida dependiera de ello. Su torso estaba desnudo, pero aún así un calor lo recorría y me hacía sentir bien.
Me puse de puntillas para besarle, él me correspondió con una pequeña sonrisa.
—¿Está todo bien?— su voz era ronca y sexy.
—Claro, es que no podía dormir y vine a preparme un té.
—¿Te molesta si te hago compañía?— me tomó de la cintura.
—Para nada— sonreí y me mordi el labio.
Él se sentó en la barra y yo fui a prepara las cosas.
—Me encanta lo que estoy viendo— dijo divertido.
—Bueno, deberás portarte bien si lo quieres tener.
Los dos reimos.
—¿De qué lo quieres?— pregunté.
—De lo que tu vayas a tomar.
—Si no te gusta no es mi problema— reí.
—Si no me gusta, tendré que vengarme contigo.
Preparé dos tazas, una se la tendi a David. Le dio un sorbo y me miró, yo quería reír.
—Admitire que me gustó, pero no quita el hecho de que aún así te haré pagar.
Él se tomó su bebida, me senté frente a él y también comencé a tomar de la mía.
Lo miré a los ojos, juro que esté es el hombre al que amo con todo mi ser. Pero de pronto un sentimiento de tristeza me invadió.
David acarició mi mejilla con su mano.
—Te amo—me dijo.
—Yo te amo a ti— le sonreí.
Comenzamos a tomar nuestras bebidas, mientras tanto yo le contaba como la vecina del departamento de enfrente llegaba borracha y le coqueteaba al portero. Era muy gracioso, por que teníamos un odio mutuo.
El celular de David comenzó a sonar, eran las tres y media de la mañana. Soltó un largo suspiro y su rostro se volvió muy serio. Se puso de pie y se alejó un poco para contestar. No tardó mucho y regresó. Me miró apenado.
—Está bien— dije— te tienes que ir.
Me puse de pie, sólo un día habíamos estado juntos, sólo uno y ya se tenía que ir. No estaba segura si lo que sentía era enojo o tristeza. Tal vez ambos.
—Gabrielle— me llamó con voz firme pero me seguí de largo.
Caminé a la habitación y me recoste. Quería llorar, pero a la vez era mucho mi enojo.
—Amor... escuchame— se sentó en la cama.
—¿Qué quieres que escuche? Que te vas a ir y no se hasta cuando vas a regresar— grité. No me podía controlar, gritaba pero comencé a llorar.
David me abrazó, me quería separar de él, lo empujaba y lo golpeaba, pero él tenía casi el triple de fuerza que yo.
—Te amo— me dijo al oído— Te amo y espero que nunca lo olvides.
Dejé de golpear y moverme tanto, me quedé en sus brazos mientras sollozaba.
Nos recostamos en la cama, mi cabeza quedó sobre su pecho y pasó sus brazos por mis hombros.
—¿A que hora te irás?— ya me había tranquilizado.
—A las siete de la mañana.
—Supongo que aún tenemos unas horas antes de que te marches.
Me solté de su agarre y me senté sobre él. Comencé a besarlo, no quería olvidar ni una parte de él.
Abrí los ojos, David se estaba poniendo su saco negro y puso un maletín de metal sobre el tocador. Me miró a través del espejo y sonrió.
Terminó de acomodar sus cosas, y se sentó en la cama junto a mi.
Acarició mi cabeza y luego mi mejilla. Besó mi frente y después mis labios. Lo tomé del cuello y me costó mucho separarme de él.
—Promete que regresaras pronto— dije a escasos centímetros de su boca.
—... prometo intentarlo.
—Ten mucho cuidado.
—Te llamaré cuando pueda.
—Estaré esperando.
David me volvió a besar con mayor intensidad. Dio media vuelta y se marchó...
Pero jamás regresó.
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