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Yamaguchi Tadashi -≫ Haikyuu!!


♪ ─── . ─── ♪

• Los diálogos con letras así están dichos en español.

El inglés se escribe con la pronunciación japonesa.

• Lo demás es "japonés".

• TW?: racismo, bullying.

• Wattpad es tonto y me borró como dos mil palabras, lamento los que comentaron las partes finales, tuve que escribirlo de nuevo ;;;

♪ ─── . ─── ♪

Ahh...

La juventud.

Llena de energía y ganas de expandir los límites, descubrir, hacerse preguntas, el querer pelear y defender sus identidades recién formadas. Darse a conocer, gritarle al mundo que se prepare porque no piensa contenerse.

La esencia de ser un adolescente es cuestionar y aprender; divertirse también pero, si, eh, ten cuidado con eso...

Y más si es que quieres divertirte y crecer en un país extranjero.

—¡Hoy es sábado!— La punta de tus dedos caen sobre el calendario del refrigerador, el mes estaba impreso en la parte superior y debajo la tabla simple que dividía los días, nada fuera de lo normal y aún así tu voz fue de lo más energética.

—Es lunes, dijiste "sábado".—

Oh— De la cocina sales a la sala en busca de tu mochila, de todas las cosas que traes sacas el pequeño diario y lo primero que encuentras para escribir. Al regresar anotas los kanjis de la palabra junto con la traducción a español.—Lunes, okay, okay.—

Yamaguchi suspiró.

La segunda semana de su familia hospedando a un alumno de intercambio procedente de Latinoamérica estaba comenzando.

(T/A) (T/N), ¿o (T/N) (T/A)? Eras parte del programa de intercambio desde que entraste a la preparatoria y después de meses de quedar en lista de espera por la escasez de padres anfitriones finalmente tuviste tu oportunidad.

Recomendaban que, si era tu primera vez en un intercambio, fuese a un país cercano y con lengua oficial el inglés. Pero no, señor, querías algo más, y tu afición por la cultura oriental te impulsaron a una decisión que muchos verían como -de algún modo- suicida.

Para tu fortuna la familia Yamaguchi eran igual de aficionados para el idioma español. Incluso su único hijo, Tadashi, podía hablar contigo en tu lengua materna mientras no hablases tan rápido.

Lo cual hacías casi todo el tiempo.

Pero en contraparte tu japonés era la definición de lo básico que necesitas para comunicarte. Sabías sobre las reglas de honoríficos y las formas de hablar, algunos saludos y pasaste tiempo extra memorizando lo que se consideraría malos modales.

Aún así el choque cultural sigue siendo abrumador.

Y lo sería aún más con aquella mañana, el primer día de clases luego del receso de invierno también era tu primer día en la escuela de Yamaguchi.

—¿No estás nervioso?— Te preguntó en el camino, cuando el edificio comenzaba a ser visible en la lejanía.

—No, ¿por qué preguntas?—

—Estás abrazando muy fuerte tu mochila.—

—¿Eh?— No lo habías notado en realidad.—Oh, esto es un reflejo.— La expresión curiosa de Tadashi te pide más contexto y cuando le explicaste que era algo que habías aprendido para cuando quieren asaltarte el de pecas no supo qué responder.

—A-Ahh, ya... —

Cuando supo que el chico que se hospedaría en su casa era latino intentó dejar todos los estereotipos que alguna vez había visto en televisión o en internet para no ser grosero. Como era de esperarse muchos de ellos eran mentira, pero algunos eran exactamente lo que contaban.

Muchas miradas cayeron sobre Yamaguchi y sobre ti al cruzar el pasillo de los salones de segundo año, trataba de ignorarlos leyendo una y otra vez tu horario y explicándote cómo funcionan las cosas por ahí.

Tu turno de limpiar el aula era ese mismo día sorpresivamente.

—Aquí es, ¿ves?— Yamaguchi apunta al letrero que está encima de la puerta y tienes que retroceder unos pasos para percatarte del número de la clase.

El que fueses un año mayor sería problemático, pero a su vez te ayudaría a abrirte y a no depender de Tadashi en la escuela.

O al menos eso dijo el director cuando tus padres anfitriones te acompañaron a ordenar papeleo.

—Tu clase está arriba, ¿no?— Llevándole la contraria a tus palabras apuntas hacia el suelo.

—"Abajo".— Te corrige y ríes algo avergonzado.

—Abajo.— Confirmas. Él asiente.

De vez en cuando confundías palabras que irían seriadas, días de la semana, izquierda y derecha, arriba y abajo, antes y después. Siempre que lo hacías eras corregido, si bien alguien se desanimaría por cometer tantos errores para ti solo eran más motivos para seguir aprendiendo.

La campana suena, atrayendo la atención de todos en el pasillo y siendo el desencadenante de un montón de estudiantes corriendo a sus aulas y saltando a sus asientos.

Tadashi se despide diciendo que te iría a buscar en el almuerzo antes de encaminarse a las escaleras.

El espacio donde estaría tu corazón es más como un vacío de adrenalina y emoción, estás temblando levemente y la hoja de tu horario es ahora una herramienta para el estrés.

Te asomas al salón, hay pequeños grupos hablando entre ellos, los asientos tienen mochilas ocupando los lugares a los laterales a excepción de uno que estaba prácticamente en frente de la clase.

Algunas se veían curiosos por aquel puesto vacío y llegabas a entender las preguntas que se hacían al respecto.

Te sentaste, quieto y sin hacer ni un ruido. Camuflado en el entorno, si no respiras no te atacan, espera a que llegue el maestro y sobrevive hasta entonces.

¡Pero quieres hablar con alguien! Querías probar tu japonés.

Era un debate que llegó a su fin cuando una chica se acercó a donde estabas por un empujón que le dio su amiga.

—Disculpa... —

—¿Hm? ¿Qué necesitas?— Ambos se quedaron viendo mutuamente, ella se quedó en blanco al no entenderte y tú estabas ahogándote de los nervios por el español involuntario.—E-Eh... ¿buenas noches?—

Las otras dos chicas detrás suyo se entrometieron entre ustedes.

—¡Oh, entonces si eres el chico de intercambio!—

—Pensé que estaban bromeando cuando lo dijeron.—

—Oye, oye, ¿de dónde eres?—

En un segundo estabas rodeado de tus compañeros curiosos, pidiéndote que hablaras en español, que les enseñaras maldiciones o a coquetear, tanta atención positiva fue abrumadora.

—Más lento, e-eh, yo... —

Al fondo de la clase un chico de cabello oscuro a excepción de un mechón estaba llegando tarde. Lo que le dio la bienvenida a Nishinoya Yū fue a sus compañeros encima del chico nuevo.

[...]

—Lo que estás diciendo es que no saliste estás semanas porque estabas haciendo de niñera para un extranjero.— La voz aburrida de Tsukishima resumió cruelmente como habían sido las vacaciones de su amigo.

Yamaguchi rascó su nuca, no podía decir que no había sido así (pasó dos días enseñándote a leer el mapa de la central de autobuses y aún tienes problemas), pero tampoco fue una carga como para decirlo con ese tono tan tajante.

El descanso había llegado y ahora ambos se encaminaban a los salones de segundo año pero antes de tan siquiera acercarse a la puerta del aula ya habías salido con uno de tus cuadernos en mano.

Miraste a ambos lados del pasillo como si fueses a cruzar la calle y al divisar al chico de pecas te acercaste.

—¡Tada!—

—¿Eh? ¿Q-Qué pasó?— Parecías ansioso, lleno de nervios y apenas podías quedarte quieto. Al estar frente suyo abriste la primer página de tu cuaderno, ahora llena de kanjis.

—¿Qué dice aquí?— Preguntas apuntando a una palabra al azar, tan serio que parece asunto de vida o muerte. Yamaguchi traga saliva antes de hablar.

—Uh... ¿"síntomas"?—

—¿¡Si se entiende?!— Un confundido Tadashi asiente y entonces das un brinco de alegría. Habías escrito eso rápido y con el maestro dictando, muchos agradecieron tu unión ya que el profesor conocido por hablar a velocidad alarmante tuvo que ir despacio por ti.

Aún así lo sentías como un logro.

Pero mientras celebrabas Tsukishima tomó tu cuaderno de manos de su amigo, notando espacios en blanco y algunas oraciones mal formuladas. En otras partes habías escrito en romaji.

En general se veía desordenado.

Yamaguchi los presentó, y si bien el rubio no tenía interés en ayudarte a encajar tampoco tenía razones para molestarte. Si, tal vez soltabas esa motivación sin razones que tanto le fastidiaba, pero era porque no estaba en ánimos de discutir.

Los americanos son tan ruidosos.

—En mi país soy alto para la mayoría, ¡pero tú lo eres más! ¿Te gustan los deportes?— Pregunta tras pregunta era como la paciencia de Kei se ahogaba.

—Oi, (T/N).—

—¿Hm?—

Cállate, eres ruidoso.—

Un perfecto español salió de los labios del de gafas.

Y en lugar de enfadarte lo elogiaste, haciéndote hablar aún más. Luego de pasar el receso con ambos terminó soportándote.

El alivio de Yamaguchi no tardó en mostrarse en la sonrisa de su rostro, no necesitaba estar sobre ti, naturalmente eras bueno haciendo amigos después de todo.

[...]

—Tada, la maquina se tragó el dinero. Creo que está rota.—

—¡No, espera, (T/N)!—

Desde la banca que habían ganado en el patio Tsukishima ve a Yamaguchi poniéndose frente a la máquina expendedora antes de que en serio la descompongas por tantos golpes que le diste.

En realidad no supiste leer las instrucciones, las letras estaban demasiado juntas que apenas distinguías los trazos.

—¡Las de mi otra escuela funcionaban si las pateabas! ¡Hazte a un lado, Yams!—

—¡No, (T/N)! ¡L-Lo hiciste mal, espera!—

[...]

No todos estaban fascinados con la noticia de un chico de intercambio.

Muchos tenían ideas extrañas sobre los extranjeros, aún más peligrosas sobre los latinos. Es por eso que algunos busca problemas querían dejarte en claro ciertas cosas.

Cosas que te alegrabas no entender, porque nunca te diste el tiempo de aprender insultos o ciertas palabras ofensivas.

Mientras le enseñabas a una chica como se escribía una palabra que siempre le dio curiosidad una voz gruesa y burlona confiaba en que no entendías sobre lo que hablaban.

"Mi hermano me dijo como se les llama a ellos."

"Trepamuros."

"¿Qué significa eso?"

"¿Ves la noticia sobre la gente que se va a Estados Unidos de manera ilegal? Son ellos."

"Suena muy tonto."

"Oi, ya déjenlo. Si estás tan obsesionado con él ve a confesártele."

"¡Eh! ¡Cierra la boca, Nishinoya!"

Es triste que alguien más deba defenderte.

Al retener el suspiro exhausto que querías soltar es cuando decides no darle importancia a un par de palabras.

Le pasaste la hoja donde habías escrito a la chica, tu sonrisa se aminoró.

—Ten cuidado al escribirla, tiene varias formas y significan cosas diferentes entre sí.— Tu compañera suspiró exageradamente.

—¡El español es muy confuso!—

—Je, ¿eso crees?—

El causar problemas normalmente no sería algo que evitaras, te defendías si alguien se metía contigo y si te llevaban ante un maestro podías girar las cosas a tu favor. Son cosas que se aprenden con el tiempo.

Pero no estabas en casa, debías comportarte, era una de las cosas que explicaban con más énfasis una vez te aceptaban en el programa. El causar problemas también involucraría a tu familia anfitriona, podrías terminar arrastrando a Tadashi incluso.

Compórtate y piensa en español.

Al aprender un idioma existe este "interruptor", el mismo por el que te recomiendan entender todo en ese idioma en lugar de querer traducirlo al tuyo.

El mismo que ahora está bloqueando lo que no necesitas oír.

[...]

—Todos los días nos turnamos para limpiar la clase.—

—Es bueno que te haya tocado hoy, ¡podemos enseñarte!—

—¿Enseñarle a qué? Hombre, sólo hay que limpiar.— El anterior rasca su nuca avergonzado, los demás se burlan un poco más antes de tomar los suministros de limpieza.

Los otros tres chicos que tenían el turno además de ti estaban siendo de lo más amable. El contraste entre el tipo de personas que había en la escuela era idéntico al de la tuya, pero estabas advertido de la naturaleza doble cara de los nipones.

No querías creerlo, eran sólo estereotipos y rumores. No es cómo que en casa conocieras a todos tus amigos completamente.

—¿Cómo se escribe eso?— Libreta y pluma en mano, estás listo para aprender una nueva palabra.

—¿Qué cosa?— Apuntaste a la botella que sostenía en sus manos.— Ah, es el de "medicina" y "lavar".—

—¿"Detergente"?—

—¿Está (T/N) aquí?— Un Yamaguchi apurado pregunta por ti ya estando dentro del aula, lo saludas apenas pues estabas concentrado en los kanjis están extravagantes que anotabas.—Hey, tenemos actividades de club hoy. Puedes irte a casa sin mi.— Al apuntar a sus espaldas bitaste que detrás suyo estaba Tsukishima esperándolo.

Repites lo que dice y cuando pregunta si recuerdas cómo leer el mapa de los autobuses mientes para no mantenerlo ocupado.

En realidad ni siquiera recordabas la dirección completa de su casa.

[...]

—Hay un chico nuevo en mi clase.—

—¿El de intercambio?—

—¿Eh? ¿Cómo lo sabes?—

—Las chicas no se callaban sobre eso, ¿tan populares son los extranjeros?—

—Qué suerte tienen algunos.—

Es la conversación que tienen Tanaka y Nishinoya en el vestidor del club.

Y de alguna forma siguieron con eso hasta que entraron al gimnasio, una combinación de envidia y curiosidad era lo que los mantenía hablando sobre algo así de simple.

—¡En nuestro año también hay un chico de fuera!— Hinata se mete en la conversación, extrañamente emocionado, como si estuviera presumiendo a su compañero.—, pero es alemán y ha estado hablando en inglés. No pude saludarlo.— Por algo sus notas en esa materia eran peligrosamente bajas.

—Es de Rusia, idiota.— Ahora dice Kageyama.

—¿¡Eh!? ¡Y tú que sabes, ni siquiera estás en la clase!—

—¡Tú ni siquiera sabes dónde está Alemania!—

Tsukishima y Yamaguchi se quedan al margen de la conversación, ocultando lo que seguramente les causaría un interrogatorio sin fin.

Es por eso que cuando te asomaste por la puerta del gimnasio el rubio simplemente se apartó, viendo venir lo inevitable.

Yamaguchi se acercó luego de que no pudo convencer a Kei de seguirlo.

—¿(T/N)? ¿No ibas irte a casa?—

La discusión que tienen los demás miembros de primer año logran captar la atención del resto lo suficiente como para que Tadashi logre acercarse a la puerta sin ser notado. No sabe por qué siente que está haciendo algo ilegal al hablar contigo.

Juegas un poco con tus manos, formulando tu respuesta antes de hablar.

—Si, iba, eh... del verbo no pude... — Completamente avergonzado evitas mirarlo a los ojos, querías una explicación rápida pero eras consciente de que eso no bastaría, y el plan de quedarte esperándolo en la entrada se vio arruinado por el portero que te preguntó si estabas en un club.

No tuviste otra opción más que mentir y, luego de un rato de vagar entre las canchas y los salones, finalmente encontraste el de voleibol masculino.

—Ahh... No hay tiempo para que te acompañe, déjame explicarte rápido.— Yamaguchi alterna su atención entre tu y el entrenador que podría llamarlos en cualquier momento. De inmediato haces girar tu mochila sobre tu hombro para poder revisar el interior, el mapa de los recorridos de los autobuses estaba algo arrugado pero seguía en una pieza cuando lo sacaste. Al levantar la mirada hacia tu amigo detrás de él había otras dos personas fulminándote con la mirada. Te quedaste en blanco por el susto.—¿(T/N), estás bien?—

—¿Buscas algo, outosaida?—

—Estás muy lejos de casa, eh.—

Tanto Tanaka como Nishinoya se plantaron a los laterales de Yamaguchi, inclinados hacia delante y dándole al ambiente un aire de interrogatorio.

Un interrogatorio con dos policías malos.

[...]

—Entonces tu familia son los anfitriones.— Yamaguchi asiente a la ya afirmación de Sugawara y mientras algunos le hacían preguntas sobre cómo iban las cosas, tú cargabas tu diario saltando de un chico a otro.

El descanso podía resumirse en eso por ahora.

—¿Cómo se escribe tu nombre?—

—Uhm... "Sol de la mañana" y "Pico este"— La confusión y los nervios de Asahi aumentaron cuando te le quedaste viendo fijamente y entonces supuso lo que ocurría.—P-Permíteme... — Extendió ambas manos y le pasaste tu libreta junto con la pluma. Al regresártela los kanjis de su nombre seguían la pila de tu lista.

—¡Oh... !— Ahora el turno de Hinata, quien parecía extrañamente emocionado.

—¡Shōyō! Hinata Shōyō.— Te quedaste en blanco, ¿siempre hablaba tan rápido?

—Innata, hoyo... — Anotaste de manera provisional y el más bajo te ayudó a escribir los símbolos.

—Ahora que lo pienso, si tú eres de segundo, ¡entonces eres un senpai! ¿sabes lo que es eso? ¿¡quieres que te explique!?—

—...— Otra vez había hablado como si hubieses modificado la velocidad de un audio, rápido y agudo, y que usase palabras que aún no dominabas lo empeoró todo.—Si. El cambio de horario fue duro.—

—¿Eh?—

—Habla más lento, idiota. Ni siquiera nosotros te entendemos cuando hablas así.—

—No es mi problema que no te laves las orej- ¡auch! ¡auch! ¡auch!—

Parece que incluso en ese lado del mundo es común golpear a tus amigos. Anotaste eso en las últimas páginas de tu diario, que era la zona asignada a algunos modales y cosas interesantes.

Estabas dispuesto a aprender todo y sobre todo.

Aunque la voluntad no era igual a la habilidad. Si bien podías estar sonriendo todo el tiempo y avergonzarte un poco cuando te equivocas, esas emociones van más allá, tristeza, estrés, sarcasmo contra ti mismo al cometer los mismos errores.

Eso no era problema de ellos, por eso no lo mostrabas mucho.

Pero estaban ahí, acumulándose.

Al terminar con Hinata, el chico más alto de cabello oscuro se acercó lenta y humildemente esperando a que le preguntaras también, aprovechando de la conversación para preguntarte acerca de los equipos de voleibol de Latinoamérica.

Al otro lado de la cancha un preocupado Noya se acercaba a Yamaguchi.

—Oi, no sé si sirva de algo contarte, pero unos chicos de la clase podrían causarle problemas a (T/N).—

—A-Ah, ¿ellos le... ?— Cuando el más bajo asintió los nervios de Tadashi se dispararon. Debía ayudarte para justamente evitar ese tipo de problemas, pero la diferencia de año era un obstáculo.—Nishinoya-san, ¿puedo pedirte un favor?—

Yū no tuvo nada en contra de ayudarte cuando alguien te intimidara. También prometió que te enseñaría quien era el presidente de la clase y donde podrías encontrar al monitor del pasillo para acusarlos.

Aún con todas las precauciones, Yamaguchi sentía que algo más estaba a punto de estallar.

—¡Dejen de hablar y comiencen a correr!— El entrenador Ukai les había dado unos minutos extra pero se arrepintió desde su puesto cuando escuchó a Tanaka enseñarte maldiciones.—¡Y tú, extranjero!— Te señaló e impulsivamente te quedaste congelado. El instinto de supervivencia al ser descubierto se activó con éxito, ¿cómo sabía que tenías planeado cargar a Hinata?—¡Hazte a un lado si vas a quedarte!—

Obedeciste, y te plantaste a justo el borde de la cancha, al lado de otra chica de cabello oscuro que no habías podido saludar.

Le pediste su nombre y la forma de escribirlo también, ella con suma paciencia te enseñó a leer sus kanjis por separado. Seguiste con el profesor Takeda y, algo intimidado, hiciste lo mismo con Ukai.

Sonreíste al admirar el par de páginas repletas de nombres y palabras de uso común, y por la nostalgia de tu primer día en el país oriental regresaste a la primera palabra que quisiste aprender a escribir cuando llegaste.

"Tadashi".

[...]

—¡(T/N)! ¡Pásame el balón!— Gritó Hinata desde el otro lado del gimnasio como excusa para ver si sabías algo de voleibol.

—¡¿Este!?—

Hinata se quedó en blanco, ¿"esutte"?

—Eh... ¡Si! ¡Balón, aquí! ¡Lanzar!—

En contra de todo lo esperado por quienes te miraban fijamente, terminaste levantando la pelota para luego dejarla caer, y con tanta seguridad la pateaste como se haría en un saque de futbol.

—¡¡Tsukishima, eh... !!— Te bloqueaste y en una fracción de segundo olvidaste las posiciones espáciales, sin la oportunidad de advertirle aún y cuando querías.—¡¡... debajo!!—

La combinación de fuerza y rapidez hizo que Tsukishima apenas viese lo que estuvo a centímetros de golpearle en la cara.

Con ambas manos cubriste tu boca y tu nariz, preso de una especie de pánico, y tu primer reflejo fue reír de los nervios. Había estado peligrosamente cerca.

El rubio te dirigió la mirada como si fuese un gran esfuerzo, asco, desdén y molestia a partes iguales podían ser expresados con tan sólo sus cejas y la forma en la que sus labios se curvearon.

Tu refugio fue acercarte a Yamaguchi quien había terminado apenas de barrer el suelo. Y si bien, al principio le pareció extraño, no pudo evitar reír cuando te escuchó disculparte de todas las maneras en que tu lengua materna te permitió.

[...]

—¿Qué dice aquí?— La punta de tu pluma estaba sobre la envoltura medio vacía que cargaba Yamaguchi.

—Eso era... Ingredientes.—

—Okay, okay, gracias.—

Te sorprendió lo mucho que tomaban las actividades después de clase, ya estaba anocheciendo y apenas había terminado el entrenamiento de Tadashi. Camino a casa todo era tranquilidad, la calle estaba vacía y el shock cultural te atacó de nuevo. Años de estar acostumbrado a escuchar música y vendedores en la calle ser redujeron a las cigarras y a las aves que volaban alrededor.

—Oye, (T/N)... —

—¿Hm?—

—Debes decirme si alguien te molesta en la escuela, ¿si?—

—No te preocupes por algo así, apenas fue el primer día— Tú intento de restarle importancia se resumen en cómo rascas tu nuca y guardas ambas manos en los bolsillos de tu pantalón, ¿eras fácil de leer o ellos son buenos para ese tipo de cosas?—, ¡un par de palabras en otro idioma pueden ignorarse fácil!—

—Lo sé, pero... No quiero que tengas que ver el peor lado de este lugar— Dice, ajustando su mochila sobre su hombro.—, me... gustaría que te lleves la mejor impresión de mi hogar cuando regreses.—

Dejaste de escribir para mirarlo fijamente, mientras esperan debajo de la parada de autobús es cuando le sonríes de oreja a oreja, algo avergonzado por sus palabras. De alguna manera la escena que habías visto miles de veces en los mangas se replicó completamente: una ráfaga de aire removió el cabello oscuro de tu amigo, la luz anaranjada lo hacía brillar en tonos tan cálidos que brindaban paz.

Por un segundo no te sentiste a miles de kilómetros de casa.

—Gracias, Yams.—

[...]

—¡Oh, si lo entendí!— Tu manos recae sin delicadeza algún en el hombro del chico de pecas y lo sacudes para desahogar tu emoción. Tadashi sonrió levemente, no acostumbrado del todo a tus ataques de euforia.

En la televisión pasaban una película algo vieja, escenas de acción y una historia profunda, en medio de la batalla final ambos personajes comenzaban una discusión que, por la velocidad con la que hablaban, no comprendías del todo.

Y ahora celebrabas por aquel pequeño logro.

Cuando el timbre de tu teléfono comenzó a sonar pausaste tu triunfo para revisar de quien era, Yamaguchi miró sobre tu hombro y reconoció la palabra con que estaba registrado el contacto. Era un llamada de tu madre, y al tomarla pudo escuchar la energética voz de la señora al otro lado de la línea desde su lugar. No supo si debía alejarse para darte privacidad, pero supuso que debía hacerlo por ser un familiar.

Estaba por levantarse del sofá hasta que tomaste su brazo para detenerlo, seguías ocupado con la llamada y tanto tú como tu madre estaban hablando realmente rápido.

Si, aquí está... —Escuchaste la respuesta.—, no, sólo nosotros seguimos despiertos.— Luego de un rato de responder entrecortado por las interrupciones de la mujer le pasas tu teléfono a Tadashi, él se queda quieto y sosteniendo el aparato en el aire, sin entender que debía hacer.—Es mi madre, quiere saludarte.—

—Ah— El primer error de Yamaguchi fue pegar el celular completamente a su oreja, subestimando el timbre de voz animando de la mujer.—¿Buenas tardes?—

—"¡Mijo! ¡Ya ni te había escuchado! ¿Como andan allá? ¿A poco si es de noche? Acá apenas van a ser las dos de la tarde, ¡no se vayan a desvelar!"—

—E-Ehm... B-Bien, ¿estamos bien?— Asentiste cuando se volvió hacia ti, preguntando con su expresión si lo había dicho como era. El español era confuso, y si no fuese porque lleva parte de su vida aprendiéndolo estaría en muchos problemas, su mayor miedo es que un día te diga algo que pueda ofenderte sin querer.—Señora, más despacio, por favor... —

Lo que al principio era un simple saludo terminó ocupando casi diez minutos enteros de tu madre hablando con tu amigo, ¿o sería ella hablando sola y él escuchándola? El punto es que no tuvo piedad con el pobre chico de tu familia anfitriona.

Tadashi te regresó el teléfono aún con tu progenitora quejándose del clima de tu país, sólo tú podías frenarla y cuando lo lograste tu motivo era uno importante. Querías hablar con tu hermana pequeña y al preguntar por ella su aguda voz aprovechó de la función de altavoz de la llamada.

—"¡(T/N)! ¿Donde andas? Ya te tardastee... "—

Era muy joven como para entender lo que era un intercambio, así que le dijiste que seguías en la pijamada. Se quejó del tiempo que te quedarías, ¿diez meses? ¡Eso era mucho!

—"¡Me cambiaste!"—

—No, no, no me hables así. No te podría cambiar, ya intenté regresarte y no me dejaron.—

Si, eras ese tipo de hermano mayor. Si alguien tuviese la osadía de preguntarle a tu hermanita cuando tendría su primer novio podrías matarlos con tan solo la mirada; y ni hablar si llegaba algún pretendiente en el futuro, te asegurarías de no darle ni la mínima oportunidad de saludar.

—"¡Qué malo! ¡Cuando regreses vas a ver!"—

—¿Ver qué?— Preguntó tu amigo en un susurro, su confusión aumentó cuando te reíste entre dientes.

Discusión y luego una disculpa, al final lograste escuchar el bullicio de la calle, al parecer ambas estaban en unos recados de tu madre. La música, el ambiente, todo sonaba tan familiar que cuando te levantaste de tu lugar para mirar por la ventana el vacío y el silencio te atacó. Una realidad tan tranquila que empeoró el shock cultural.

—Si, ya vamos a dormir... — Tu madre no dijo nada al respecto, pero en la despedida tu voz se apagó.—Chao.—

Colgaste, volviendo al silencio.

—¿(T/N)?— Cuando te volteaste y dejaste de espiar por la ventana tenías una expresión cansada, pero aún estabas sonriendo, o eso intentabas. Tu labio constantemente temblaba sin control en un intento de retener el llanto.

—Ahhh... lo siento, Yams, es que... extraño a mamá.—

Por quinta vez en el día te sentiste extraviado y lejos de tu hogar.

—...— Los brazos de Yamaguchi se alzan un poco dudosos del gesto, al final está de frente a ti, preguntándote en silencio si necesitabas un abrazo.

Lo cual obviamente no rechazaste.

Habías oído miles de veces que los japoneses no eran fanáticos del contacto físico, pero así como tú no eras una máquina irradiante de energía positiva él tampoco era una persona fría y apartada.

Eran sólo etiquetas que se rompían cuando pasabas por un momento difícil.

Un momento como extrañar tu hogar y arrepentirte de ser tan audaz, por ejemplo.

[...]

Dos semanas después ya eras parte del grupo, tanto de tu salón como del equipo de Yamaguchi.

También escalaste en tu amistad con Tsukishima, ahora te respondía cuando le hablabas y te corregía no -tan- cortante al escribir algo incorrecto.

Los errores seguían y seguían, no parecías entenderlos, pero tampoco parecían importarte.

Luego de unos días de visitar a los demás en sus prácticas habías logrado cargar a Hinata, ¡era realmente liviano! Tu tipo de cuerpo, algo robusto a comparación de los delgados de los de primer año, fue lo único que necesitaste para atacarlos. No hubo ningún miembro menor del equipo al que no levantaras.

A todos menos a Tsukishima, por obvias razones. Lo intentaste, sólo eso.

Aprendiste trabalenguas y luego de mucho esfuerzo supiste leer el mapa de autobuses y los señalamientos de las calles. Aunque aún tenías problemas con ciertos letreros y expresiones cotidianas, pero sobrevivías sin eso.

Todo era Perfecto y cada día aprendías mucho, los recuerdos alegres eran diarios y no había tarde en la que no disfrutaras tiempo con Yamaguchi.

Después de todo, él se encargaba de enseñarte el mejor lado de su hogar, tal y como había dicho.

Pero no tenía control sobre el otro.

No estaban tus zapatos en tu casillero, en su lugar habían unas sandalias mal hechas con lazo, el mismo tipo que se usa para amarrar animales.

La mesa de tu puesto estaba rayado de todas las maneras ofensivas de llamarle a alguien extranjero, en tu lengua materna para que no pudieses ignorarlos.

Mientras tallabas una y otra vez la madera con el trapo rebosante de alcohol etílico, Nishinoya le gritó a toda la clase para buscar a quienes lo había hecho, pero nadie se atrevió a señalar aún cuando todos sabían quienes eran. Los maestros actuaron, pero como todos estaban bajo amenaza no tenían culpables.

Las injusticias podían seguir a alguien hasta al otro lado del mundo.

Aprovechaste la soledad que te daba el esperar a Yamaguchi para caminar hasta uno de los enormes basureros de la escuela, doblas las rodillas y luego de un par de sentadillas ya te sentías tranquilo mentalmente para lo que planeabas.

Pateaste el contenedor y el escandaloso impacto metálico atravesó el patio vacío. Luego de un par de golpes comienzas a maldecir.

—¡¡Maldita sea, ya basta, hijos de... !!— El golpe es lo suficientemente fuerte como para cubrir la maldición, no es como que alguien te entendiese de todos modos.— ¡Ni estudiar a gusto puedo porque siempre están estos idiotas en todas partes! ¡¡Imbeciles versión internacional, gracias!!—

No temiste en qué alguien podría grabarte o tomarte una foto, no temiste que alguien te viera, nada te importaba. Sólo esa necesidad de gritar y desahogarte. Normalmente lo harías jugando algún deporte, pero en todos estaban esos chicos, esparcidos en todos los clubs que te gustaban. Pudiste haber entrado al de voleibol (incluso el entrador te preguntó al respecto), pero no brindaba la misma descarga de energía, te quedaba corto para todo lo que querías liberar.

Además de que Tadashi lo notaría, notaría que algo te fastidiaba.

La única manera en la que aún no estaba enterado era porque le suplicabas a Nishinoya que no contara nada a menos de que fuese algo realmente grave. "No debemos esperar a que escale a tanto", te dijo para convencerte inútilmente. Estabas decidido.

La abolladura en la superficie metálica era difícil de distinguir, se confunde con cualquier otra mancha de óxido o de mugre impregnada, justo a tiempo para cuando tu respiración logró estabilizarse a la velocidad común. Caes para sentarte de cuclillas, tu pierna izquierda arde después de tanto esfuerzo y tu tobillo derecho está adolorido por girar tantas veces soportando tu peso.

El teléfono en el bolsillo de tu chamarra te toma por sorpresa, lo que al principio era una alarma de recordatorio se volvió un sabor agridulce en tu boca. En esos momentos de confusión llamarías a tu hermano mayor en busca de un consejo, o a tu madre para recibir algo de ánimo.

Pero entonces recordaste que estás al otro lado del mundo, y que allá debía ser de madrugada. Cuando soltaste el aparato que sostenías entre tus dedos no hizo un escándalo como había sido patear el contenedor, sería como una campana de recepción queriendo ir en contra de una orquesta completa.

—¿Qué debo hacer, papá? Q-Quiero regresar... — Un susurro al suelo no tienen forma de ser un mensaje que vaya a recibirse, tanto tu garganta como tus ojos se cierran por ese impulso molesto estar al borde de las lágrimas.

Casi podías escucharlo.

"Échele ganas, mijo." Sonreíste por la ocurrencia que sólo empeoró el dolor emocional.

Pensaste que simplemente la situación era algo conveniente cuando sentiste una manor caer sobre tu hombro, algo distraído alzas la mirada esperando a Yamaguchi y en su lugar encuentras una sonrisa burlona que es el clavo que cierra el ataúd.

Eran los tres chicos que se metían contigo.

¿"Regurusaru"? Habla bien, trepamuros.—

El enderezarte y caminar entre ellos no sirvió como lo esperabas, una alerta de peligro resonó en tu cabeza cuando te bloquearon el camino de vuelta al gimnasio. De nuevo te tomó del hombro, sólo para sacar de su bolsillo un típico marcador permanente, negro y nuevo, seguramente robado del armario de la clase.

Rayó tu mejilla con tanta brusquedad que la fricción te quemó, la distancia que ganaste al retroceder fue de apenas centímetros. Los tres chicos rieron al unísono.

—Nee, Itō-san, ¿dónde rayaste? No puedo ver el marcador.—

Comprendiste de inmediato de lo que se burlaban, te cohibiste en tu lugar, con el tono semi oscuro de tu piel pintándose rojo de la rabia.

—¡Yo tampoco lo veo!—

—Creo que fallé, intentemos de nuevo.—

No puedes defenderte.

Serán tres testigos contra uno. Tres alumnos originarios y conocidos por todos contra un extranjero que apenas había estado un par de semanas.

No puedes responder.

No si quieres ahorrarle problemas a las personas que te ayudaron a llegar hasta ahí.

Aunque tenías un pequeño margen.

Cuando la punta del marcador se acercaba a tu rostro de nuevo lograste arrebatarlo sin mucho esfuerzo. Lejos de intimidarlos ellos se ríen.

—Ne, teparumuros-kun, ¿sabes para que es eso? Es para escribir, ¿sabes escribir?— Una de sus manos pálidas comienza a trazar letras invisibles en el aire, hablando lento y de una forma realmente simple, ni siquiera le hablarías así a un niño.

—¡Tal vez intente comérselo!—

Esas bromas ni siquiera eran divertidas, ni siquiera para verlas como humor negro. Sólo estaban buscando una reacción, algo con lo que acusarte. Incluso siendo más que tú seguían siendo predecibles.

Al divagar y al ignorarlos es que tardas en notar tus brazos siendo sujetados por dos de ellos, el tercero se aleja para abrir la pesada tapa del contenedor que hace unos momentos había sido tu herramienta de desahogo.

"Ayudémosle a escalar este muro." Fue lo que entendiste antes de que comenzaran a empujarte hacia el basurero. Dos de los brazos, forcejaste mientras veías como el tercero estaba a punto de tomar tus piernas, casi lo logra pero justo a tiempo fueron interrumpidos.

—¡Oi, métanse con alguien de su división!—

—¡Y de la misma cantidad cada equipo!—

Alguien llama desde el otro extremo del patio, tan claro que parecía estar a un lado de ustedes. La silueta de Tanaka y Nishinoya son ya diferentes entre sí que son fáciles de distinguir, tanto como para espantar a esos bravucones.

—¡Dejen a (T/N)-senpai en paz!—

Dice Shōyō saltando de detrás de Tanaka, copiando su pose de manos en la cintura y pecho alzado.

—¡Hazte a un lado!—

—¡Muévete, ya!—

—¡A-Ah, eh!... —

Y si bien se van corriendo no son nada comparado a la velocidad de Hinata yendo tras de ellos, los persiguió hasta que desaparecieron de la vista de cualquiera que llegase al patio.

Los cuales eran tus amigos de primero y segundo.

Otra alarma sonó de tu celular, la que marcaba el fin de la prácticas del equipo de voleibol. Había estado sonando ya un rato, pero la plática con aquellos chicos había tomado más tiempo de lo que esperabas.

No te atreves a dirigirle la mirada a Yamaguchi cuando se planta frente a ti, el resto va a buscar a los bravucones para ser mayoría de testigos a favor tuyo y dándoles la oportunidad de hablar a solas.

Aún así no lo sientes como una victoria.

—¿¡Por qué no me dijiste que te estaban intimidando!?— Te alza la voz, regañándote a pesar de ser tú el mayor entre ustedes. Suspiraste; probablemente Noya le había contado todo, no tenía sentido seguir evadiendo el tema y hacerlo probablemente sólo empeore la furia del chico frente a ti.—¡No tienes que soportar algo así! ¡Nos causarías más problemas si regresas lastimado, déjate de esa excusa, (T/N)!—

No ibas a mentir, te sentiste pequeño luego de que te gritara así. Era como cuando tu madre te regañaba frente a todos, igual de vergonzoso y algo humillante.

—No japonés... — Respondes al negar con ambas manos.

[...]

Logran escabullirse hasta su habitación compartida esquivando a la madre de Tadashi, en realidad si había alcanzado a verlos pero la excusa de estar más cansados que hambrientos fue lo que los dejó ir.

Ninguno de los dos era bueno mintiendo, su alguien preguntara por aquella línea de marcador en tu rostro pasarían dos cosas: olvidarías todo tu japonés y tartamudearías mientras que Yamaguchi no dejaría de contradecirse mientras explica.

Fuiste quien entró a ducharse primero para probar suerte, tal vez no era marcador permanente y tan sólo era de agua. Las cosas se a aclararon cuando saliste del baño y Yamaguchi negó, esa cosa era de tinta permanente.

Las opciones eran reducidas por los productos que tenían a la mano, intentaron con jabón para lavar trastes, con acetona, con alcohol etílico, con una de las cremas de la madre de Tadashi, y para cuando este rozó tu mejilla para limpiar aquel producto te alejaste por el dolor, esa zona de tu rostro estaba enrojecida luego de tallar con tanta intensidad.

Tanto esfuerzo y la tinta aún podía distinguirse, tal vez un poco menos, pero seguía ahí.

Tu peso hizo rechinar los resortes de la cama, estabas cansado en muchos sentidos y supiste que aún no era tiempo de descansar cuando el chico se pecas seguía mirándote fijamente desde su lado de la habitación.

—Ya déjalo, los... —Hiciste una pausa, no sabías como decir lo que planeabas.—acusaremos mañana y me dejarán en paz. No hay que hablar de eso.—

—Creo que si deberíamos— Cruzó ambos brazos, con el carácter que había utilizado para gritarte antes aún intacto.—. No son sólo las burlas, ¿cierto?—

Claro que no, eso era lo que menos ponía peso sobre ti.

Querías ver a tus amigos, a tus hermanos, a tus padres, querías poder caminar por la calle sin tener que ser guiado por alguien más, querías no tener que escribir todo lo que no entendías, querías poder aprender los nombres de las demás personas al primer intento, querías no tener que molestar a los demás pidiéndoles que se repitan.

Querías regresar.

Pero el simple hecho de admitirlo era imposible para ti, tú habías pedido aquel país, habías aceptado aún después de todo lo que te dijeron, era tu culpa y el querer regresar se sentía como huir con la cola entre las patas.

Te estabas esforzando en aprender, en serio lo estabas, pero simplemente todo era confuso. Hace unos días tuviste que fingir que entendiste algo que había dicho el mismo Yamaguchi porque en ese momento a tu cerebro simplemente tuvo ánimos de no interpretar el idioma.

Y todo ese desorden emocional en apenas el primer mes, la idea de que serían así los diez meses que contaba el programa era tan abrumador como desalentador en partes iguales.

Tus manos están teñidas de aquel tono característico de tu nacionalidad, podían haber excepciones pero tú eras de piel morena, se sentía como un orgullo y a la vez como una carga en aquel país casi repleto de gente pálida.

En ese país frío y silencioso.

—No soy bueno hablando de estas cosas—Respondes luego de un largo silencio.—; pero si tuviese que explicarlo, diría que es cómo... tratar de cruzar una autopista... —

Cosas grandes y pequeñas te atacan por ambos lados, las esquivas y logras dar un paso. Al final del camino hay gente que te está llamando, pero también hay quienes te gritan que retrocedas. Cuando te das cuenta estás en medio de la gran carretera y no sabes si avanzar o retroceder porque ambos lados parecen infinitos.

—...—

—Y es raro porque tú y los demás están aquí, no debería sentirme solo, no tengo por qué... —

—No sé si puedo ayudarte de algún modo, pero creo que tienes derecho de sentirte así— Divagó, hablando despacio y modulando lo mejor que podía para no confundirte innecesariamente.—. Estás al otro lado del mundo, no es igual a dormir en tu cuarto a tener que vivir con una familia ajena, estás obligado a convivir, e intentar comunicarte es como un examen sorpresa constantemente. En realidad, pienso que es genial que te hayas animado en primer lugar a ser parte del programa. Supongo qué, no, es normal sentirse así, (T/N) y no sabremos cuando te sentirás mejor o si tan siquiera lo harás, pero por ahora... — Cuando toma almohada que descansa al borde de su cama creíste que la abrazaría o que sacudiría la tierra que se había colado por la ventana, en cambio la la lanza hacia ti, tan de repente que no logras esquivarla ni reaccionar. Tampoco te quejaste, sabías que te lo habías buscado luego de esa escena.—¡déjame... !— Buscaste el remate de la oración en su mirada nerviosa, la misma que se había quedado fija a un punto muerto detrás tuyo como si hubiese visto un fantasma. Te giras y lo único que encuentras es la inerte pared marrón, al regresar a él tiene su puño cubriendo sus labios y deja salir un tosido para aclararse la garganta.—... déjanos, ayudarte con esa soledad.—

En cambio tu si abrazaste aquel proyectil suave que era la almohada, pensativo y reflexionando sobre todo lo que había ocurrido. Al final te inclinas hacia delante y entierras tu rostro en la superficie mullida. Yamaguchi enderezó la espalda por la sorpresa, esa era cosa debía tener su peste, ¿por qué hiciste eso?

Para cuando regresaste de tu escondite sus nervios ya se habían apaciguado.

Era curioso, aquellas palabras fueron suficiente para animarte, un poco, pero la calidez brotaba lentamente al pensar en todos, al pensar en él. Eras afortunado en realidad.

Tu suspiro sale pesado y levemente dolido, aún así alzas la mirada para regresar la almohada ajena y la sonrisa en tu rostro es contagiosa para Tadashi.

—Gracias, Yams.—

[...]

Siete alumnos estaban detrás de tres, cuatro eran de primer año y el resto eran de segundo. Frente a todos estaban tanto un maestro como el director con los brazos cruzados y hablando sin parar.

Con la ayuda de todos lograste ganar la acusación, la mayoría de testimonios a tu favor fue importante, pero la evidencia crucial fue tu mejilla rayada y el marcador perdido que cierto tonto olvidó sacar de su mochila. Lo irónico es que la escuela estaba llevaba una campaña en contra de la discriminación además de promover los programas de intercambio.

Los tres chicos fueron castigados y reprendidos, no había nada que pudiese borrar tu sonrisa engreída de victoria.

—¿Qué se siente que te haya ganado un trepamuros, mugre chino?— Le preguntaste al que había rayado tu mejilla, quien al no saber exactamente qué le dijiste sólo podía cerrar con fuerza su mandíbula y apretar los puños. Podía darse tan sólo una idea por el tono de tu voz y tu pose.

El maestro que estaba presente le preguntó a Yamaguchi qué habías dicho, mintió como pudo respondiendo algo como "sin resentimientos"; el adulto sonrió orgulloso hacia ti y te felicitó por tu supuesta madurez.

¿Cómo podría explicarle que querías cantar el himno de tu país mientras los tres castigados limpiaban el patio?

El resto del día transcurrió siguiendo la definición de normal. Pasaste el almuerzo con Tadashi y Kei, a este último al parecer le debías un favor ahora por haberte ayudado poniéndose de tu lado (más tarde ese día Yamaguchi te confesó que no te lo tomarás en serio, en realidad nunca admitiría que se preocupó). Nishinoya y tú fueron separados a extremos opuestos del aula luego de gritarle por no querer decirte cómo se pedía permiso para ir al sanitario, se quedó riendo de tu sufrimiento hasta que explotaste.

Al final de clases ayudaste al profesor Takeda con unos encargos mientras el resto estaba en el club y cuando la práctica terminó todos se encaminaron fuera de la escuela con la luz anaranjada cubriendo en su totalidad la ciudad. Calle abajo se veía a un grupo de siete chicos caminando en una línea casi horizontal, hablando entre ellos como si fuera rutinario.

Y si bien aquel día había traído consigo una victoria, los chicos no estaban de todo satisfechos como para terminarlo así. Entonces Tanaka recordó cierto dato curioso que había leído una vez en internet de las personas latinoamericanas que quiso poner a prueba, Noya y Hinata lo siguieron al escuchar la idea.

El de pelo anaranjado se adelantó diciendo que tenía prisa y desapareció en la vuelta de la esquina. Los otros dos mayores de segundo año lo siguieron con la misma excusa y rápidamente salieron del panorama de ustedes.

Te quedaste estático junto con Yamaguchi, Tsukishima y Kageyama en medio de la calle, extrañados por el comportamiento tan fingido y exagerado. Estabas por preguntar qué había ocurrió pero de la nada Hinata regresó corriendo hacia ustedes saliendo de la esquina, tan rápido que parecía estar en un partido, lo suficiente para partir el aire a su paso. Detrás suyo aparecieron los dos restantes, corriendo igualmente y pasándolos de lado sin decir nada.

Sentiste un instinto resurgir de tu interior que escalaba tu espalda, como un recuerdo de guerra o un reflejo involuntario que te hizo regresar sobre tus pasos apresuradamente, con todas tus fuerzas corriste calle arriba no sin antes tomar a Yamaguchi del brazo para arrastrarlo contigo.

Ya preguntarías de qué corrían cuando ganasen distancia.

Ignorando los llamados de Tadashi lo único que logra detenerte son los tres chicos descansando al comienzo de la larga calle que iba en bajada, reían tan fuerte que no exagerarían si alguien de tres cuadras adelante dijese que los escucharon. En cambio, tú estabas con el rostro sonrojado tanto de vergüenza como de rabia, ¿cómo sabían de ese impulso? Luego de preguntarte aquello le gritaste a tus amigos, te sentías estafado, más que eso en realidad.

—¡No anden jugando con eso! ¡¡Dejen de reírse!!—

—¡Cornisa, manejar, recepción, puerta, ambulancia!— Es lo único que suelta Hinata luego de esquivar tu patada, palabras en español al azar, dichas con tanta confianza que parecía que en realidad dominaba el idioma.

—¡Habla bien, mugre chaparro!—

Luego de un rato de gritos sin sentido la mano de Tadashi alcanza a cubrir tu boca cuando pronunciaste las primeras sílabas de una maldición, negó hacia ti con una expresión de desaprobación en su rostro y obedeciste a regañadientes. Tu silencio sólo duró segundo hasta que finalmente retiraste la mano del chico de tu rostro, sin soltarla o apartarlo por fin puedes dejar salir la maldición que querías luego de que Hinata te esquivara de nuevo.

Yamaguchi sintió su mano siendo apretaba por la tuya de vez en cuando por cómo reaccionabas, aflojando o aumentando tu agarre conforme a tus emociones descontroladas. Te deja ser y no busca retenerte de nuevo, tan sólo cierra sus dedos sobre tu propia mano y comienza a caminar, guiándote de vuelta a la dirección original mientras sigues gritando y caminando involuntariamente.

Sabía que tenías energías de sobra para expresarte, intentar frenarte sería como una señal de alto para un tren bala, inútil. Lo bueno de todo eso es que ya entendía a qué se refería tu madre al decirle que te lavara la boca con jabón de vez en cuando. Con esto en mente pensó, entonces, que si de verdad llegaba a hacerlo usaría jabón para bebés.

Y por si te lo preguntas, si, no era bueno con las expresiones tampoco.

Pasaron a un lado de los otros dos que se había quedado atrás y Yamaguchi se despidió en nombre de ambos, tú seguías ocupado gritando a la cima de la calle.

[...]

Ya más tranquilo te encontrabas frente al reto definitivo, el mapa de las rutas de los autobuses era tan grande que la vista se te cansaba con sólo verlo.

—¡Esta!— Dices, con tu índice apuntando a la línea amarilla que serpenteaba por el mapa con la seguridad suficiente como para tomarla como la respuesta correcta.

Yamaguchi toma tu mano y, aún con tu dedo extendido, traslada tu señalamiento hasta otra línea también amarilla.

—Esta.—

—Esta entonces.—

[...]

Al llegar a casa la madre de Tadashi estaba a una llamada en el teléfono y al colgar supieron que el director le había contado de la situación. Ambos fueron regañados, o algo así, en realidad se sintió como un comentario cualquiera si lo comparabas con los reclamos de tu madre por cosas más pequeñas.

Cenaron con sus padres y recibiste una llamada de los tuyos.

Al abrir la puerta de la habitación todo estaba en completa calma, siguió así aún después de encender la luz y dejar a la vista el casi perfecto orden del cuarto.

Yamaguchi estaba recostado en su cama con el estómago contra el colchón mientras leía y solo necesitaste un pequeño impulso para caer sobre él, sacándole el aire en el proceso.

—Estuve pensando en qué haré cuando regrese y ya sé lo que es.—

—¿Ponerte a dieta?—

Al mirar hacia bajo tuyo puedes verlo tratando de soportar tu peso en su espalda con la presión haciéndole molesto el respirar.

—Me gustaría no haber entendido eso, ah... — Después del suspiro fingido sales de encima suyo y a duras penas te recuestas a su lado en aquel colchón individual. A diferencia de él, tú estabas boca arriba admirando el color parejo del techo.—. Me refería a invitarte.—

—¿Invitarme?—

—Si, ya sabes, a mi país— Te repites.—. Pensé que podría mostrarte el lado bueno de mi hogar, para regresar el favor— Si bien Yamaguchi estaba prestando atención a lo que decías tardó en percatarse que te habías callado.—... el lado medio bueno de mi hogar.—

Al corregirte logras sacarle una risa.

—Estaría genial, ¿pero por qué piensas en eso ahora?— Dio vuelta a la página, desdoblando la esquina maltratada de la revista.—Falta mucho para eso, lo vas a olvidar.—

Y en parte porque pensar en el día que te fueras le deprimía un poco. En ese lapso de un mes había tomado apego al compartir su habitación, podía hablar con alguien en cualquier momento y no se sentía esa soledad cuando despiertas en medio de la noche sin razón.

Era como tener un herma-

Sin saberlo negó levemente mientras sus ojos seguían los renglones. Era más que eso, pero no entendía aún hasta qué punto exactamente, es por eso que quería pasar los meses que quedaban para aclarar sus ideas y sus sentimientos.

—Te lo voy a pintar en la espalda para recordarlo.— La concentración del de pecas se ve interrumpida cuando la puna de tu dedo se desliza por su espalda como dijiste, delineando letras imaginarias para al final hacer presión en el punto donde sabías que había un nervio, Tadashi se quejó y casi te derriba de su cama.

Le había hecho cosquillas.

—¿Así como tu lunar?— Su único motivo para enderezarse es para señalar su mejilla, en el mismo lugar donde los restos del marcador se dejaba ver en la tuya. Te cubriste ofendido.

—Yo sólo quería ser amable, no ocupaba esa humillación.— Sino fuese por el tono bromista con el que hablaste Yamaguchi ya se estaría disculpando.—Nunca pensé que tenías ese lado oscuro.—

Te levantas de tu reducido espacio para sentarte en el piso a un costado de la cama ajena. Echas la cabeza para atrás y los mechones más largos de tu cabello terminan estorbando en el borde de la revista.

—Ando muy preguntón.— La primera vez que escuchó esa expresión le hizo temer de su dominio del idioma, ¿desde cuando se podía conjugar así esa palabra?

—¡Ora, grosero! ¿Quien te enseñó eso?— Su expresión de obviedad era al mismo tiempo acusadora.

—Aún así falta mucho para que te vayas, ¡no apresures el tiempo!— Cierra el montón de hojas delgadas para enrollarlas, te dio un golpe suave en la cabeza.—, aún quedan muchas cosas que quiero mostrarte.—

Enseñar la mejor parte de su hogar, le gustaba justificarse con eso, en realidad quería lucirse. Parecer un experto incluso en lo más mínimo de la cultura y en lo rutinario, todo con tal de que lo siguieras viendo con asombro cada vez que explicaba algo.

Ese pequeño "gracias" que decías en español por reflejo cada vez que traducía una palabra era suficiente para subirle el ánimo.

—Pues ya quiero verlo.—

Es la última oración de la noche, al levantarte de tu asiento en el suelo te desplomas en tu cama luego de un largo día. No tienen más que decir que el rutinario "buenas noches", el mismo que no dejas de presumir desde que aprendiste a decirlo, "oyasumi" es tu forma de despedirte antes de cubrirte hasta la cabeza con la sábana.

Incluso en la manera de dormir hay tanta diferencia, se preguntaba si podía fantasear con ese día siendo tan notorio el shock cultural entre ambos.

Ya habría tiempo para eso, ahora solo quería dormir.

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