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Tsukishima Kei -≫ Haikyuu!!


- Pedido hecho por: _confidencial_ (yA deja de molestarme con él cuavdisb)
- Advertencia: Primera vez que escribo sobre este personaje. Tal vez OOC
- Relación: ¿Noviazgo? Creo, no sé-
- Número de palabras: 5888
- N/A: No me importa si no estamos ni cerca de octubre, aquí hay terror y rituales jojojooo

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"Cara de bestia"

—¿Recuerdas el patrón de S.O.S?—

—Tres cortos, tres largos, tres cortos.—

—Tienes suerte que sea algo simple de memorizar.— Dijo Tsukishima, casi susurrando para no interrumpir el silencio sepulcral en el bosque. Se giró unos grados a su costado contrario, repitiéndole lo mismo a Yamaguchi.

Las ramas crujían bajo los siete pares de pisadas que seguían un sendero invisible una vez saltaron la vieja cerca que delimitaba el bosque del camino principal, la estación del año dejaba a la vista las copas de los árboles que se alzaban como manos huesudas queriendo alcanzar el cielo, se mecían con el viento y silbaban con las corrientes que chocaban contra sus troncos, las mismas ráfagas que les hacía erizar la piel a los siete jóvenes. Todos estaban callados, y en general algo tensos por lo que estaban por hacer.

Eran un montón de adolescentes aburridos haciendo algo que leyeron en internet, ¿que podría salir mal? Algunos de los miembros del equipo de volleyball de Karasuno se habían adentrado al bosque, queriendo imitar cierto ritual que encontraron hace unos días.

Con las vacaciones comenzando apenas, el tiempo parecía infinito y sin propósito, era raro que coincidieran para salir y al hacerlo habían recurrido a una ocurrencia tonta, ¿qué querían probar exactamente? Ninguno tenía la más mínima idea, pero para ti, mientras pudieras salir con tu pareja y sus amigos sabías que no sería un desperdicio.

El grupo se limitaba a los de segundo y primer año, los de tercero no vieron lo interesante en desperdiciar una tarde jugando a las escondidas en un bosque, además de que tenían asuntos por sus cuentas, les desearon suerte para que nadie de los intrépidos saliese lastimado. Eran más que suficiente según las instrucciones, el seguirlas al pie de la letra como si se tratase de una receta era importante, se obligaron a ser cuidadosos buscando la larga rama que necesitaban camino al centro del bosque y cada uno cargaba medio litro de agua salada en sus mochilas junto a una linterna cargada. La facilidad del ritual fue lo que llamó la atención, nada de sangre o cosas desagradables, el único requisito era una noche de cielo despejado y luna llena.

No recuerdas que Tsukishima te haya contado sobre quién había propuesto la idea, de alguna forma pasaron de una ida a un santuario abandonado a una exploración urbana para al final terminar en un juego ritual. En realidad no planeaba contarte, ni siquiera quería ver al resto del equipo en vacaciones (a excepción de Yamaguchi, obviamente) y sus planes se resumirían que salir contigo o con su amigo, pero de algún modo Hinata tenía tu número y te contó todo.

Luego se encargaría de empujarlo colina abajo.

Yamaguchi y tú lo arrastraron a la extraña salida con algo de provocación, fue aún más aterrador que cualquier demonio que pudiesen invocar el que aceptara tan fácilmente, pero bueno, no tenías quejas.

La noche de niebla se volvía más densa con cada paso con el que se adentraban al bosque, ni siquiera un ave se atrevía a hacer ruido alguno, eran los intrusos de aquella serenidad natural y era aterrador pensar que fuese un animal lo que les causase problemas.

—¡Aquí estará bien!— Desde tu lugar al final de la fila imaginaria distinguiste las siluetas de Nishinoya y de Tanaka deteniéndose, detrás de ellos tanto Hinata como Kageyama dieron un salto de sorpresa.—Noya, la rama.—

Desde que habían llegado, el libero estuvo centrado en iluminar el camino en busca de alguna rama relativamente larga, lo suficientemente delgada como para poder partirse, la que dejó a la vista con la luz blanca de su linterna era la típica rama que usarías como espada cuando eres niño o con la que picarías la tierra para dibujar. Parecía extrañamente orgulloso de haber encontrado el palo "perfecto" entre todos los disponibles en el suelo.

—¿Ahora qué?— Kageyama se atrevió a preguntar cuando nadie más se animaba, los únicos que sabían las instrucciones eran los mayores del grupo.

—¡Mírense muy bien entre todos nosotros!— Exclamó Nishinoya, apuntando hacia su dirección, como si fuese un guía de museo.—Cada mínimo detalle, la ropa y los rasgos faciales, ¡también sus ramas! Todo lo que pueda distinguirlos.—

—¿D-Distinguirnos de qué... ?— Está vez fue Hinata quien preguntó con unas notables trabas en su voz.

Cuando Tanaka y Nishinoya rieron cómplices sentiste que estabas por entrar a un culto.

Con ese par de carcajadas nadie hizo más preguntas, encendieron sus linternas para iluminarse entre ustedes, sus ropas, el color de estas, marcas visibles como lunares en las manos o marcas de nacimiento. Hiciste un esfuerzo extra, un poco del patrón de las pecas de Yamaguchi, la diferencia de altura entre tú y Kageyama, el lenguaje corporal de Hinata, fue una exagerada cantidad de información que te obligaste a retener.

Según las instrucciones de los mayores ya no podían hablar, ni en lo más mínimo a partir de ese momento definitivo. Al parecer era uno de los detalles más importantes para el ritual y saldría mal si alguien fallaba, pero a propósito no especificaron que tipo de "mal" exactamente. Eran muy obvios y con esas piezas tan notables lo mejor que podían esperar es que los de tercero salieran de la nada a asustarlos más adelante.

Al mismo tiempo sentías que iban en serio. No sabias por cuál lado inclinarte.

Sientes un toque a tu derecha y al girarte la luz de la linterna del rubio apuntaba directamente a tu rostro, interpusiste tu mano para bloquear el rayo incandescente por el malestar en tus ojos, manchas de todos los colores obstruyeron tu visión lo suficiente como para dejarte guiar unos pasos lejos de los demás.

—¿...?— Ahora el brillo apunta a sus pies, pero la intensidad es suficiente para encontrarlos los ojos serios del rubio encima de ti. Le sonreíste bromeando, también para aliviar tu tensión.

Su agarre fue frío y firme, pero todo con tal de asegurarse de que su memoria no le mintiera, obviamente no fue así. Los lunares en tu rostro seguían donde los ubicaba mentalmente, los mismos que nunca admitiría que usaba como puntos de referencia para besar las veces que le pedías cariño estando a solas.

Pero, en cambio, no tenías mucho en qué basarte más que en las cosas que cargaba con él. El estilo de sus anteojos, el diseño de los audífonos en su cuello. Buscaste algún detalle característico en su expresión aburrida, tal vez la forma en la que su entrecejo se frunce al estar aburrido o al burlarse, la manera en la que posa de pie, ese tipo de cosas. Tendrías que basarte en el lenguaje corporal también.

En el pacto de silencio todos asintieron una vez se sintieron listos para continuar. La rama que cargaba aún el libero era como un dedo largo y delgado cercenado, aquel tallo que choca contra la ventana un día de tormenta y que te asusta de muerte hasta que lo iluminas. Era el mismo sentimiento de familiaridad y rechazo que sentías de niño, todo concentrado en un brote ya marchito.

Usaron el dedo índice de Hinata como referencia para partir la rama en siete partes casi iguales. El crujido de la madera era sordo e inmediato, estaba seca y su facilidad para romperla era aún más a la común. Con cada "crack" la ansiedad y la adrenalina se abrían paso por tu cuerpo, mordiste tu labio y jugueteaste con tus manos para liberar la necesidad de comenzar a correr, era una combinación de esa alarma de peligro natural junto con un reflejo de querer saltar sobre un gran agujero. La parte racional de tu cabeza estaba en un enfrentamiento infinito con el lado audaz, era como una discusión escandalosa que se detuvo en seco cuando tu trozo de rama aterrizó en la palma de tu mano. Era, más o menos, del tamaño de tu meñique.

A base de solo señas y un par de movimientos a imitar formaron un círculo, las linternas de todos estaban brillando frente a cada dueño. Tanaka hizo una cuenta regresiva con los dedos, tres alzados pasaron a dos, luego a uno y cuando cerró el puño completamente los pechos de todos se llenaron de aire al inhalar sonoramente.

Cara de bestia... Pronunciaron al unísono, tres veces, un cliché, pero sus voces dudaron, algunos tartamudearon, otros cerraron los ojos. Tú en general apretaste el agarre alrededor de tu linterna y arrugaste el borde de tu camisa al cerrar tus dedos sobre ella, rogabas que algún policía o adulto llegara a interrumpirlos y a gritarles, sería una salvación ideal que ya era tarde como para esperarla. Si alguien llegaría a detenerlos sólo podías pensar en que ya se había tardado, ¿que pasaría si alguien externo se uniese al juego de imprevisto? ¿Estaría en peligro?

Las luces abandonaron el centro del círculo para iluminar a sus espaldas al darse media vuelta. El infinito de oscuridad y neblina se desplegaba frente a tus ojos, el viento silbando y provocando escalofríos que trepaban por tu espalda eran los que te aseguraban que eso no era un sueño, o en su defecto, una pesadilla, era real; el olor natural de los árboles y la humedad después de una tormenta torrencial seguían presentes así como tus nervios y las señas del pánico creciente, ¿debías de caminar hacia ese vacío hasta quedar aislado del mundo? No le tenías miedo a la oscuridad, pero en ese momento recordaste todas las películas de terror que alguna vez viste en tu vida, las leyendas urbanas de la ciudad, los rumores de fantasmas en la escuela, ¿a qué habían llamado exactamente? ¿qué clase de bestia debías esperar?

Lobo en piel de cordero. Eres tan bueno imitando que olvidaste lo que hacías en primer lugar. Deja de causar dolor aparentando esa naturaleza ingenua y mancha de sangre tus fauces de una vez por todas. Lúcete frente a las ovejas que te dejaron entrar.

Fuera del trance y sacado bruscamente del escondite que eran tus pensamientos es que escuchas hojas y ramas crujir bajo los pasos de los demás, comenzaban a caminar en línea recta hasta adentrarse; debías hacer lo mismo, hasta que las luces de los demás no fuese distinguible a la distancia, hasta asegurarte de estar completamente solo.

Saltaste por la mano que aterrizó en tu hombro, le replicaste con la mirada a Tsukishima quien estaba esperando a que comenzaras a caminar.

Al tragar en seco tomas su mano y le das un pequeño apretón, su mirada se ablanda para asentir con dirección a los árboles. No querían separarse pero de eso se trataba el juego, tú fuiste quien lo había arrastrado ahí como para que ahora estuvieses temblando sin tan siquiera comenzar; titubeaste en avanzar pero lo hiciste al final, y cuando cruzaste por última vez miradas con Kei tenía una tenue sonrisa burlona que decía "estarás bien".

Soltaron sus manos y el último roce te dejó caer de golpe al frío de la noche; estando a la deriva cada uno se adentró a la oscuridad.

[...]

"Crack"... "crack"...

Era el ritmo con el que caminabas pesadamente, uno lento que te ayudó a desconectarte del tiempo que pasarías avanzando en línea recta. Tus pies se hundían levemente en la alfombra de hojas secas y ramas, picando la piel expuesta de tus tobillos con cada paso dudoso que lograbas.

Todo era... silencio.

De verdad estabas perdido.

Y el girarte media vuelta para ver el sendero de pisadas que dejaste en las hojas no era alentador, se extendía más allá de lo que la linterna podía iluminar, perdiéndose en el abismo que era esa total oscuridad. Suspiraste al estirar los músculos de tus brazos por detrás de tu cabeza, un calentamiento, hiciste lo mismo con las piernas exhaustas de tanto caminar.

Entonces tu vista cayó en tus manos, alternándola de vez en cuando con todo tu alrededor.

Debías apagarla ya.

El tragar saliva fue más escandaloso que el propio palpitar iracundo de tu corazón, descontrolado, sin patrón alguno, retumbando en tus orejas junto al sudor frío de los nervios. Era como estar por presentar un examen importante, podías comparar ese sentimiento de impotencia y temor con la situación actual. No tenías a otra con qué hacerlo, no eras intrépido, no eras fanático del peligro, nunca estuviste realmente en un escenario del que no conocías los posibles desenlaces.

Lo tuyo era la curiosidad.

La misma que se pregunta en ese instante lo que pasará una vez apagues esa luz que usurpa la calma del bosque así como lo haría una llamarada.

Tu pulgar se balanceó en los borde del botón de encendido del aparato, dudando si debías hacerlo, entonces tu mano contraria ganó atención luego de sostener con fuerza aquel pequeño pedazo de madera. Era tu insignia, tu sello de autenticidad, solo debías encontrar al resto, ¡es muy fácil!

¡Es muy... !

...

Fácil... si, eso es...

La absoluta nada te cegó en forma de la más oscuras tinieblas pero tu visión encandilada te ayudó a darle silueta a las cosas cercanas, incluso la luna no te dejaba caminar sin rumbo completamente, su brillo era tenue, alentador, tan familiar como tranquilizante, lo suficiente como para querer extender tu brazo hacia el astro, así como lo hacían los árboles marchitos a tu alrededor.

Seguiste caminando.

Agudizando el oído y tus ojos para adaptarse a la poca luz, pendiente a cualquier movimiento entre los troncos, a cualquier silueta desorientada como lo estabas tuya, a cualquier cosa acercándose con una velocidad alarmante.

El camino puede resumirse en algo simple y aburrido, algo a lo que le das más importancia de la necesaria, ¿cómo describirlo? Cada cierto tiempo, cada cierta cantidad de pasos te detenías, rezando por escuchar los de alguien más en su lugar.

Repetiste esto unas diez veces hasta que finalmente algo que no eras tú capturó la atención de quienes estuviesen cerca. El ruido de unas ropas en movimiento, los pliegues reaccionando por los movimientos tensos y repetitivos, era tenue, lo suficiente como para parecer que venía de todas partes.

Al tomar una rama al azar del suelo la partes contra tu rodilla, entonces esperas totalmente paralizado, no tenía sentido mirar a tu alrededor después de todo. Era un vacío perdido en la nada que de vez en cuando dejaba a la vista la seña más mínima de vida.

Recibes una respuesta, el crujido de otra rama siendo rota y por si acaso vuelves a hacerlo, el resultado es el mismo pero está vez lo utilizas para guiarte entre la oscuridad.

El primer paso para terminar ese juego aparece frente a tus ojos cansados con la silueta de Hinata como protagonista, se mueve bastante, algo nervioso, lo que fue buena señal.

Sacudes tu mano saludándolo, el hace lo mismo pero más cohibido sobre si. Entonces dejas a la vista tu pedazo de rama para que te imite como antes, él lo hace y comienzas la comparación. Tenías suerte de haber encontrado a Shōyō primero, los pedazos fueron hechos por la medida de sus propios dedos, ¿quién mejor para ayudar a saber si frente a ustedes estaba la persona real?

Entonces te detienes en seco mientras curioseabas su trozo.

La persona real.

La sensación fue como un balde de agua fría cayendo sobre ti, como el recordar algo de último minuto, ese tipo de pánico pero potenciado de manera que no creíste posible, ¿ese era Hinata? ¿él real?

Tragaste saliva, regresando el vomito a su sitio y tragándote tus nervios, pensando en una última prueba.

Está bien, es un juego tonto, ¿cierto? Son los de tercero los que saldrán a asustarlos, no hay nada como un cambiaformas, sólo son los mayores molestándolos.

Hinata se giró para seguir caminando junto a ti pero lo detienes antes de avanzar la más mínima fracción de centímetro.

Alzaste la mano hasta dejarla abierta frente suyo, te imitó de nuevo, curioso, y al tener su pedazo de rama pudiste hacer una comparación rápida con su dedo.

Dándote cuenta de que su índice era mucho más alargado que el fragmento de la rama.

La vida te abandonó un segundo y al siguiente el más primitivo de los instintos de supervivencia se encendió en ti.

Corre.

No estás seguro de lo que escuchaste, pero jurarías haberle oído soltar una carcajada aniñada.

¡Oh, tragedia!, había sido descubierto, pero el juego continúa, ¿no es así?

Recordaste en el momento justo las instrucciones, corriste. Es todo lo que debías hacer, en dirección contraria y sin detenerte, a oscuras y hasta agotar hasta el mínimo gramo de energía de tu cuerpo, todo con tal para perderle el rastro.

Pero también recordaste que nunca dijeron si esa cosa te perseguiría.

¡Oh, tragedia! Es exactamente lo que hizo.

Detrás de ti, detrás del camino de ramas y hojas rotas que dejabas a tu paso se escuchaba el incesante golpe de unas pisadas de lo más bruscas y desesperadas, a una velocidad que podría ser propia del verdadero Hinata.

Estaban detrás tuyo, persiguiéndote, después se escucharon a tu izquierda, luego a tu derecha, para al final escucharse como si fuese en contra de tuya, como si estuvieses por chocarte contra esa bestia frente a frente, pero no era más que parte de su juego; debías mentalizarte de esa manera, de que tú sólo debías correr.

Corre.

Te repetías.

Corre.

Insistías.

¡Corre!

[...]

Taukishima dejó salir un gruñido de fastidio cuando su linterna se apagó sin aviso.

Se lo ganaba por comprar una lámpara barata.

Ya había tenido suficiente con ese juego sin sentido, incluso esperaba escuchar los gritos de alguien a la distancia y que todos se reunieran ahí, alguien saltaría de la nada a asustarlos y se irían a casa. Pero no, ni siquiera la más mínima señal con la que pudiese medir el tiempo restante le era dada, todo era esa fastidiosa calma que comenzaba a molestarle más de lo que pudo prever.

Lo que mas quería en ese momento era comenzar a gritar por tu nombre y por el Yamaguchi, los demás no le importaban. Pero por más que estuviese dispuesto al abrir la boca, al posicionar sus manos a los laterales de esta, algo lo detiene. Como un mal presentimiento o una estresante sensación de estar haciendo algo mal.

Solo suspira y sigue caminando, así fue hasta que su linterna se rindió ante la situación.

Un sonido resurgió a su derecha, unos golpecitos que seguían un ritmo de una canción inexistente. Encontró la silueta de alguien escondiéndose detrás de un árbol, no tenía rostro que mostrar por la oscuridad pero reconocería esa figura desde lejos.

Sin saber sobre lo tenso que estaba pudo suspirar al verte salir de ese escondite, te veías desorientado, levemente ido, como si apenas hubieras despertado luego de una larga siesta. Te vio balancearte hasta donde estaba, donde al final aceptaste sus manos para apoyarte un poco.

El alivio le invadió cuando la calidez en tus manos se encontró con las suyas, estabas ahí, te había encontrado, pero obviamente no admitiría su tranquilidad; ahora solo debían hallar a Yamaguchi y estaría completamente en paz.

El chico de pecas había caminado en línea recta al lado tuyo, así que deberían empezar a caminar por...

Mientras pensaba se percató de que su altura cubría la luz de la luna, su sombra se proyectaba en tu rostro y no podía ver muy bien la expresión en tus facciones. Se apartó del camino y al encontrarte sonrió, lo imitaste, y también diste un salto de sorpresa cuando una de sus manos soltó las tuyas para subir hasta tu rostro, levantando tu mirada.

¿Iba a hacerlo en medio de una búsqueda por su amigo? Si, tenían algo de tiempo antes de que se reunieran con alguien más, no debería tomar mucho tiempo.

Se detuvo a medio camino, confundiéndote.

Pero no podrían culparlo, después de todo se había dado cuenta de que los lunares en tu rostro no estaban donde su memoria le aseguraba debían lucirse.

No es que se hubiesen movido centímetros, simplemente habían desaparecido.

Maldijo en su cabeza, con un vuelco en el pecho de la impresión.

¿Maquillaje? ¿Lodo? Nada, no importa cuánto pasase su dedo por esos pequeños espacios de algún margen de error en su memoria, nada de nada.

La posibilidad más absurda resaltó en su cabeza, ¿y si en verdad se trataba de una bestia? Simuló su pánico apartando su mano y luego tensando disimuladamente la mandíbula. Quería correr, maldecir, preguntar hasta quedarse sin voz, ¿y si esa cosa imitaba a las personas que había devorado? ¿Y si era tú misma piel la que cubría aquella criatura?

De algún modo quiso vomitar.

Pero para cuando ese malestar atacó su estómago ya había atinado un golpe en el rostro de esa cosa imitadora gracias a su mochila bien cargada.

Ese no eras tú.

Y aún así la necesidad de disculparse o de revisar si estabas bien casi le hace acercarse.

Se obligó a salir corriendo, en dirección contraria según recordaba, escuchando los pasos y los bufidos de aquella bestia yendo tras él.

Ese no eras tú, ese no eras tú, ¿era tú piel? ¿era tu cuerpo sin vida siendo controlado por un parásito? ¿eras el verdadero pero corrompido? ¿o simplemente te estaba imitando? No podía con la duda, era asfixiante, lo suficiente como para maldecir en su mente, preguntando por sus amigos y por su pareja.

Hay que terminar esa porquería.

[...]

—¡(T/A)! ¡¡Por favor, cálmate!!— Por razones obvias nunca habías puesto a prueba la fuerza de Tanaka, nunca hubo necesidad, mérito, motivo.

Pero te negabas a creer que pudiese soportar tantos golpes sin cansarse, tantos pataleos frenéticos que intentaban ser la llave que te liberaran de su agarre.

El perder a aquel imitador de Hinata no fue suficiente para calmarte, habías visto a esa cosa, el cómo se mezclaba tan bien. Un experto en cazar a ineptos que los llaman.

Solo querías llorar de terror, gritar por los demás, soltar el más doloroso de los alaridos para negarte a seguir en ese juego, pero no podías. Hacerlo era una sentencia, tanto era el horror que tu garganta se cerraba al querer sollozar, al querer susurrar, te impedías a ti mismo soltar el más mínimo ruido. Porque las amenazas fueron suficiente, porque las instrucciones era a su vez reglas de supervivencia.

Tus nervios estaban alterados a un nivel que nunca habías sentido, la defensiva que te hizo buscar una salida cuando tanto Tanaka como Nishinoya salieron de entre la maleza, con sus linternas encendidas y hablando con supuesta normalidad.

Cubriste tu boca al principio, ignorando el mínimo impulso de la respuesta inmediata al ser llamado; entonces quisiste salir corriendo, de nuevo en dirección contraria, pero la sorpresa fue peor que cualquier encuentro con alguna bestia de fantasía oculta detrás del rostro de un amigo, fuiste detenido. Sostenido del cuello de tu ropa, cayendo de espaldas por la fuerza.

Estiraste ambas manos tratando de alcanzar la oscuridad infinita mientras descendías, la luna seguía ahí, las nubes, la niebla, las estrellas, todas serían testigos de cómo una bestia atrapaba a su víctima.

—¡Puedes hablar ya! ¡El ritual puede terminarse de manera independiente! ¡Es como las escondidas, hombre!—

Eran mentiras, no hablarás, no bajarás la guardia, eso es lo que quieren. No traían sus ramas consigo, y no te tomarías la molestia en mirar sus rasgos, no les darías la oportunidad de tomarte desprevenido.

—¿¡Qué quieres saber para que te calmes!?— Exclamó Nishinoya, con sus nervios igual de alterados que los tuyos. Había sido un error creer que sólo era un juego, era real, ahora lo sabían. Sólo querían encontrar a todos y salir de ahí, disculparse luego y reírse de lo que había ocurrido. Sonaba un plan ideal que no podía avanzar por la resistencia que ponías.—¡Soy Nishinoya Yū, libero del equipo de volleyball de Karasuno, segundo año! ¡¡Eres (T/A) (T/N)! ¡De primer año!!—

—¡¡Di tu nombre en voz alta, enterraremos tu rama, así se cancela!! ¡Tienes que creernos!— Y como si hubiese invitado al caos, aquel minúsculo pedazo de manera se escapó de entre tus dedos, cayendo casi en cámara lenta.

"¡No, no, no... !"

¡Se perderá entre las hojas y las demás ramas! ¡Te quedarás atrapado sin poder terminar ese maldito juego! ¡¡No dejes que caiga!!

Los reflejos de Noya se activaron e impidió la catástrofe. La atrapó en el aire como lo habías visto hacer miles de veces en sus partidos, ¿pero qué diferenciaría los reflejos de una bestia a los de una persona quien ha entrenado a diario?

Lo peor es que te habían arrebatado tu única manera de identificación, aquella rama era un sello de identidad, la manera en la que podrías demostrar lo que puede ser confundido fácilmente.

Todo perdido y atrapado entre sus garras disfrazadas.

—¡¡...!!— Abriste ambos ojos a la par, desesperado e incrédulo de tu mala suerte, pero estarían equivocados si creen que te detendrías. Volviste a forcejear y te liberaste con algo de suerte, pero el tan siquiera intentar perseguir a Nishinoya parecía inútil contra sus reflejos.

"¡¡Devuélvela!!" Quisiste gritar, quisiste rogar.

—¡Te la daré, pero debes calmarte!—

Sólo quieres irte a casa.

No debiste haber aceptado la invitación, no debiste haber arrastrado a Tsukishima, ni siquiera sabes dónde o cómo está pero el pensarlo te provoca unas intensas ganas de llorar seguidas de una preocupación asfixiante, ¿por qué no pudiste proponerle algo normal para una tonta cita?

Ya es tarde para arrepentirse.

Pero no lo suficiente como para no aguantar hasta el final de la noche.

—¡Por favor, (T/N)! ¡Lo sentimos, ¿si?! ¡No debimos proponer esto, no debimos traerlos hasta aquí! ¡Tal vez uno se perdió en serio y nosotros estábamos burlándonos!— Gritó Nishinoya, desesperado por no tener ni el más mínimo avance. Su voz se quebró y tanto tú como Tanaka se sorprendieron por la reacción.—Lo siento, chicos... Esta idea fue cosa mía, lo siento, lo siento, perdón... —

Y en ese momento te convenciste, de que ninguna bestia podría estar tan cerca de siquiera imitar el dolor que teñían las facciones de tu amigo.

[...]

Yamaguchi hizo un círculo uniendo las puntas de su índice y su pulgar, imitando la apariencia de unos lentes.

Negaste. Sabiendo a lo que se refería.

No habías visto a Tsukishima desde que se metieron al bosque para separarse luego. Te estabas poniendo ansioso, sólo faltaban dos personas por encontrar, pero tanto Kageyama como Kei no daban señales de vida, ¿habían salido del bosque y vuelto a la calle? ¿se habían hartado de caminar en círculos?

La tensión era palpable, y más luego de que Noya y Tanaka prefiriesen no seguir hablando para no alarmar a los demás. Fue difícil que les creyeras, no había tiempo para demostrarlo más de una vez.

Andar en silencio y escabullidos no les ayudaría en nada, separarse no era una opción, ¿entonces qué les quedaba?

Una idea destelló en tu cabeza y de inmediato tomaste una roca mediana del suelo para luego sacar el termo de agua normal de tu mochila, metálico y medio vacío.

Diste tres golpes seguidos al recipiente con la roca, entonces otros tres más pausados entre sí, para terminar con otros tres que volvieron a ser seguidos.

Yamaguchi sonrió al reconocer lo que querías hacer.

Siguieron caminando, y tú repetiste la secuencia tantas veces que perdiste la cuenta, sólo buscabas una señal de vuelta, una respuesta. No necesariamente el mismo mensaje, pero si algo que mostrara que reconocían la seña.

Algo que le diese a entender que aprendiste lo que con tanta cautela te enseñó en caso de que le necesitaras.

"Vamos, Kei, Kageyama, por favor.", les llamaste dentro de tu cabeza, esperando a que fuesen atraídos por la voluntad de todos de encontrarlos.

Encontrar a los reales.

...

Negaste, no necesitabas pensar en eso ahora.

Golpe tras golpe que no llevaron a nada más que a la impaciencia. La tensión era asfixiante, demoledora, y la cruel idea de irse sin los restantes comenzaría a formarse en sus cabeza a menos de que la situación se tornara a su favor.

Pero la esperanza parecía un lujo en ese momento.

Los sentidos de agudizan en momentos críticos, la poca iluminación trajo consigo un mejor oído y todos reaccionaron cuando el incesante patrón de unas pisadas rápidas se aproximó sin dar una pista de quién se trataba.

Casi caes de espaldas cuando Tanaka te jaló de la camisa para ponerte detrás suyo, venía de frente, rápido, zancadas que abarcaban la distancia suficiente como para no ser naturales.

Entonces de entre la sombra salió la silueta delgada del rubio que te tenía preocupado, pero su expresión aterrada y molesta ni siquiera te dio la oportunidad de relajarte.

Respondiendo a tu llamado, seguro de lo que sus oídos habían diferenciado entre el ensordecedor silencio.

En su espalda cargaba un cuerpo inconsciente.

Traía cargando a Kageyama, quien tenía una herida en la frente, lo suficientemente grande como para que la sangre alcanzase la ropa de Tsukishima.

Lo comprendieron de inmediato.

En ese sonoro silencio les gritó, "corran" sin siquiera separar sus labios.

Y así lo hicieron.

Esa noche corriste más de lo que alguna vez lo hiciste en toda tu joven vida.

[...]

Las manos de Hinata estaban repletas de barro, de hecho la tierra le llegaba casi hasta los codos con cada montículo que sacaba para extender el agujero. Debajo de sus uñas, incluso en su mejilla, estaba impaciente por acabar al igual que el resto.

De no ser por el pacto ya abrían bombardeado de preguntas a Kei y por su expresión sabías que no estaba de humor para aquella inminente entrevista. Parecía ni siquiera querer dar explicaciones.

Se veía exhausto, mentalmente, más que nada.

Apoyaste tu frente en su hombro mientras que tu temblorosa mano apretaba la tela de su sudadera. Querías disculparte como nunca, querías pedirle perdón de todas las maneras existentes, querías poder confortarlo sobre lo que había visto. Pero ni siquiera puedes lidiar con tu versión de la excursión maldita, ¿cómo podrías tranquilizarlo a él quien tuvo que 'golpearte' y defender a Kageyama para que no fuese eliminado?

Lo escuchaste suspirar, relajando sus músculos de la espalda. De no ser porque debía cargar al pelinegro posiblemente ya te estaría abrazando por los hombros, intentando por su lado olvidar lo que había ocurrido.

No hay necesidad de traer de vuelta cosas inservibles.

Tiraste dos pedazos de rama casi idénticos, el tuyo y el de Kei, hacía dentro del agujero mediano. Todo con tal de acabar lo que no debió iniciar en primer lugar.

Los demás hicieron lo mismo, Yamaguchi en general la arrojó con resentimiento, sin cuidado; Hinata por su lado fue con pavor e inseguridad, la suya y la de Kageyama terminaron apiladas sobre el resto.

Noya cubrió el agujero con la tierra suelta y al levantase, Tanaka roció sobre el lugar su botella de agua salada. La más grande de todas las que habían llevado consigo.

Había terminado.

Y todos suspiraron al mismo tiempo; exhaustos.

Al regresar al camino principal y luego a la calle más cercana no pudieron encontrar ni un solo auto recorriendo el asfalto. La parada del autobús seguía ahí, uno que especialmente pasaba tarde toda la noche, de alguna forma era un destino común en la zona.

Pero para ustedes sería un mal recuerdo que no quieren volver a vivir.

Nadie habló, seguían temerosos de hacerlo, una precaución algo absurda hasta ese punto de respirar lo más silencioso posible. Ese era el ambiente, una paz confusa que nadie podía creer.

Atendiste la herida de la frente de Kageyama al ser el único que sabía sobre primeros auxilios con lo que traías encima y lo único que tuvieron que decirle al conductor del autobús fue que se habían perdido al hacer una excursión.

Nishinoya fue quien habló con el hombre, porque nadie más se atrevió a abrir la boca.

Tsukishima acomodó torpemente a Tobio sobre uno de los asientos del fondo y Hinata se encargó de ver que no cayera. Entonces se acercó a Yamaguchi, le dijo algo rápidamente y después se fue a sentar a tu lado, justo a tiempo antes de que arrancaran.

Lodo en sus mejillas, sus anteojos sucios, tus palmas raspadas al tener que levantarte rápido luego de caer, ropa desarreglada y llena de manchas de tierra. Miradas perdidas viendo hacia adelante, y aún así ya no había tensión.

Solo cansancio.

Se deslizó en el asiento para dejarte más cerca su hombro, y aceptaste su invitación apoyándote en él.

—La próxima vez hagamos algo que yo elija.—

—Y todas las demás también, por favor.— Suspiraste al igual que Kei. Demasiadas emociones por un día.

Tsukishima se preparaba para tomar una siesta, sus ojos irritados por el cambio de iluminación le pedían un descanso y su vista adolorida era mala señal. Dejó caer su cabeza hacia adelante y te susurró que lo despertaras al llegar.

Pero tu afirmación fue como un balbuceo nervioso, así que abrió los ojos de nuevo, siendo tus temblorosas manos lo primero que captan su atención.

Primero tomó tu mano izquierda, deteniendo el frenético movimiento de tus dedos. La piel de ambos estaba fría, era lo menos que debían esperar luego de deambular por la noche.

—Crees que traje al Kageyama imitador, ¿cierto? O que yo soy una de esas cosas, que lo noquee para pasar desapercibido.— Acarició torpemente con su pulgar, como si fuese un reflejo más que algo pensado, y con su otra mano buscó distraerse jugando con el cable de sus auriculares.

—¿Q-Qué? No, sólo... sigo sin entender lo que pasó.—

—...— Un bufido desbordante de irritación abandonó sus labios, sujetando firmemente la mano que había atrapado hace unos segundos. Se preparó para hablar de nuevo.—Desconfía lo que quieras de mí, hasta que te sientas seguro al menos, me da igual.—

Afirmaste de igual manera tu agarre para hacerlo más decisivo. Con la paranoia convertida en confianza, al menos en un subidón de soberbia y orgullo que se extinguiría después de recordar el temor que aquellas persecuciones te provocaron.

—¿Tú... no sospechas de mi?— Solo lo escuchaste reír entre dientes antes de acomodarse de nuevo en el asiento, se cerró sobre si mismo para conservar el calor y no dijo nada más.

No era eso, ni siquiera estabas cerca de lo que realmente se cruzaba por su mente.

Lo último fue un "lo siento" susurrado, por la culpa de creer que te había golpeado aún sabiendo que no eras tú en realidad. La imagen no se borraba de su cabeza, le atormentaba y quería compensar lo que no había sido su culpa de todas formas.

Aunque no alcanzarte a diferenciar esa disculpa de un murmuro adormilado.

Estaba furioso, ¿cómo es que había aceptado aún sabiendo que podría ser peligroso para su amigo y para su pareja? Se arrepiente de no haber hecho más difícil el convencerle, de no haberse resistido a ser arrastrado.

Pero la posibilidad de que hubiesen ido sin él lo habría preocupado más.

Ahora solo podía pensar en que su próxima cita fuesen ustedes a solas, y no su molesto equipo y una bestia del inframundo.

Una pequeña sonrisa se asomó por sus labios con sus ojos ya cerrados, eso había sonado tonto, incluso después de haberlo vivido en carne propia.















▰▰▰▰▰▰▰▰

¡Hey, hey! Perdonen el haber desaparecido, últimamente no he tenido forma de comenzar las ideas que ya tengo en mente. Así que lamento ese pequeño hiatus¿

¡Estense atentos! Puede que en cualquier momento publique un apartado para que hagan sus pedidos. Tal vez me ayude salir del bloqueo el escribir ideas ajenas, quien sabe.

Adi0z, no olviden parpadear ( ✌︎'—')✌︎

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