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•『 Trick & Treat! 』•


Especial Halloween 2021
Kagamine Twins!

Advertencia ?? Idk- comportamiento raro y cuestionable + al final no sé si sigue contando como especial de halloween pero lo terminé porque ya tenía mucho escrito ;v;

Perdonen la inactividad, con la escuela tomando todo mi tiempo últimamente lo último de lo que tengo ganas es escribir (- -  )7

Pero hey, el semestre está por terminar! Esperemos que ese tiempo libre me ayude a ponerme al corriente.

Por ahora me encargaré de intentar seguir con los pedidos que tengo aquí.

▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

Es desgarrador, es desolador, el viento, la tormenta, la noche misma que caía lentamente sobre ti. Sientes tus huesos doler por la ventisca, sientes tu piel ardiendo por el clima helado. Todo estaba en tu contra, desde la ropa poco abrigada que llevabas hasta la época del año en la que habías decidido salir por tu cuenta. La misma probabilidad de vivir un día más parecía descender con cada paso que dabas para adentrarte al bosque.

El frío te invade el pecho, las piernas se te entumieron, los ojos se te llenaron de las lagrimas que son arrastradas por el aire que te golpea en la cara. Pero no te detendrías, claro que no, algo te llama, un impulso que va más allá de tu sentido común. Algo qué debes hacer, algo qué quieres hacer, un destino sin nombre, una motivación sin origen, eso era lo único que te mantenía en pie.

Es lo único a lo que te puedes aferrar cuando la niebla es tan densa que ni siquiera puedes verte los pies.

Pero incluso así no puedes evitar rogar porque se detenga, del modo que sea, no importa si es la muerte o la mano cálida de alguien ofreciéndote ayuda. Sólo quieres que se detenga, el dolor, el sufrimiento, quieres dejar de sentir, ser inmutable al tiempo o al clima. Cómo una de aquellas hermosas estatuas que siempre decoran el jardín de tu hogar, relucen día y noche, llueva o esté soleado, nada las derribará.

La confianza que todos tienen en ellas para animar un espacio es casi una exageración, pero cumplen las expectativas. Oh, ojalá ser una estatua y lucirse con elegancia aunque el tiempo destruya el resto de la existencia.

Oh... ojalá no estar vivo, y aún así se elogiado.

Nada puede con ellas, ni siquiera esta tormenta, ni siquiera la sensación de pesadez que ganan tus pasos, ni siquiera la lentitud con la que respiras.

Nada.

Nada...

... las...

... derribará...

Tu cuerpo se quedó sin tiempo e inevitablemente te desplomaste sobre el camino apenas visible, tu rostro conoció el barro y la nieve, tus ojos se cerraron por el esfuerzo que implicaba mantenerse abiertos. El pecho te arde, no importa cuanto aire inhales, la sensación de vacío sigue ahí.

No hay nada que escuchar, apenas distingues el silbido iracundo del viento que levanta más nieve y tierra a su paso, el mismo que derrumba árboles y construcciones enteras.

No sientes nada finalmente, es un alivio, pero por alguna razón no estás satisfecho por ello. Lentamente la adrenalina recorre tu cuerpo, el último intento de tu cerebro por mantener el orden es tan inútil como intentar cerrarte sobre ti mismo para mantener el calor. Ya nada importa, sólo te quedan las irresistibles ganas de dormir y la esperanza de volver a despertar.

¿En serio tu vida se consumiría de esa manera? ¿En el punto más alto de tu juventud? No tiene sentido, es tan cruel, es tan devastador, lo único que puedes desear ahora es que encuentren tu cuerpo antes de que los animales lo devoren y lo dejen irreconocible.

Tal vez ya no haya esperanzas para la humanidad, ¿pero qué hay de aquellos que imitan las siluetas entre las sombras?

El crujir de la que ahora era una gruesa capa de nieve se tradujo cómo un escándalo que te taladró la oreja que daba cara al suelo, el hielo se quebraba pero aún así los pasos eran constantes, casi rítmicos.

Intentaste alzar aunque sea la mirada pero era imposible, ninguna parte de tu cuerpo respondió, lo más que pudiste hacer fue soltar un montón de quejidos que sonaban como un animal en agonía.

"¿Es... er... ido?"

Escuchaste vagamente, como un espectral mensaje que creerías oír en medio de la noche. No podías entenderlo por completo, y no sabías si era porque tus sentidos comenzaban a fallarte o porque la persona estaba hablando en voz realmente baja.

"¡Te... con... mos!"

Otro más, dos pares de botas pudieron verse frente a tus ojos. Uno de ellos estaba más cubierto que el otro, dejando a la vista el largo vestido de invierno que vestía.

Quisiste imitarlos, intentaste hablar de nuevo, nada, otro montón de quejidos dolorosos que le daba la oportunidad al aire frío de entrar a tus pulmones. Un par de botas desapareció de tu vista cuando dieron otro par de pasos, entonces algo te cubrió, una tela oscura que pretendía servir como manta. De tu cabeza a poco más allá de tu espalda baja, pudiste sentir el cambio de temperatura fácilmente. Sin la capacidad de pensar coherentemente a lo mucho podías disfrutar de la calidez que desaparecía de tu espalda.

¿Quiénes son ellos? ¿Qué planean hacer? ¿Es la muerte lista para llevarse tu vida? ¿O la salvación llegando tarde?

Las respuestas no importan ya, pues el tiempo se acabó, y la ligera oscuridad que brindaba la capa se volvió a una absoluta nada.

[...]

Tu reflejo se mecía lentamente sobre la superficie casi transparente, el té estaba hirviendo, lo suficiente como para quemarte la lengua pero no te importaba pues la mayoría de tu cuerpo seguía entumido por el frío. Ligeros temblores se apoderaban de tus manos y uno que otro estornudo te hacía saltar en la superficie mullida.

—¿Qué pasa? ¿Aún te sientes mal?— Escuchaste a tu derecha, una voz tranquila y curiosa apareció de repente. Alzaste la mirada y los ojos azules llenos de vida se encontraron con los tuyos.

Permaneciste en silencio, la respuesta era justo eso, la taza que apenas se mantenía en tus manos parecía pesar una tonelada entera. Tus dedos apenas y podían cerrarse alrededor de esta, además de que era algo desalentador no encontrarle sabor a la infusión.

—No tengo casi fuerzas... — Susurraste, afectado aún por la incomodidad que la situación te trasmitía. Excesiva hospitalidad, una preocupación verdadera sin razón, la más puras de las solidaridades que un humano podría tener, ¿cómo estaba el mundo que una simple muestra de amabilidad se siente como algo irreal?

—Pobre... — Escuchaste a la izquierda, otro par de enormes ojos azules atraparon tu mirada. El cabello rubio de ambas personas era idéntico, incluso la longitud, la única diferencia era que el joven lo mantenía atado a comparación de su gemela.—. Al menos un resfriado es mejor que morir de hipotermia. Intenta no sobre esforzarte.—

Un par de hermanos, de rasgos juveniles y tal vez un poco más mayores que tú. Ambos vistiendo ropas combinadas, el largo vestido de la chica compartía los colores apagados del chaleco y pantalón de su hermano. El gris oscuro predominaba, pero los bordes blancos y el patrón de rayas rojas en sus mangas relucían aún más.

Rin y Len, los que te habían rescatado de la tormenta de nieve que ahora golpeaba con furia las ventanas de la enorme mansión. Un refugio que permanecía inmóvil a la tempestad, la calidez del fuego en la chimenea era reconfortante, como si susurrase que ya todo estaría bien. El abrigo que Len te habría ofrecido ahora cubría tus hombros, siendo un escudo que ocultaba los temblores que atacaban a tus brazos de vez en cuando, todo mientras le viste avivar el fuego con los montones de leña que descansaban en una esquina.

Por el otro lado, Rin había traído una charola en la que desplazaba con habilidad el juego de vajillas con té recién hecho, una fragancia acanelada invadió tu olfato y las últimas galletas en la despensa descansaban en un plato igual de elegante.

Parecían fascinados por tener un invitado, incluso si había sido en tan extrañas circunstancias.

Aunque aún había algo que te atormentaba un poco, de todas las preguntas que pudieron haber hecho nunca tocaron el tema sobre qué estabas haciendo fuera en una de las zonas más profundas del bosque.

En cierta forma era mejor así, pues realmente no tenías la respuesta a aquella pregunta. Tal vez te tacharían de loco por escuchar a un deseo tan suicida que apareció de la nada, esa no sería la primera impresión que te gustaría darles luego de todo su cuidado.

Lo más probable es que ya estén acostumbrados a rescatar a los pobres incautos que se terminan perdiendo en las cercanías.

—¿Siempre han vivido aquí?—

—Ouhm, se podría decir. No nos gusta salir mucho al pueblo— Respondió Rin, cruzándose de brazos y frotando sus hombros, el frío se infiltraba por el vidrio empañado de las ventanas y por lo mismo la rubia terminó acercándose al fuego, encontrando un buen lugar al caer sentada a tu derecha en el sofá lleno de cojines.—. Nos perdemos fácilmente, es algo que siempre ha pasado.—

—¿Se pierden?—

¿Viviendo en lo más recóndito del bosque? No tener inteligencia especial y vivir en un lugar tan desolado parecía una extraña combinación, pero te convenciste de que es fácil caminar en automático cuando lleva todo una vida recorriendo el mismo sendero. Como si ellos mismo hubiesen limitado las zonas a las que podían ir al salir.

—Así es. Después de todo sólo somos nosotros dos aquí— Respaldó Len, atizando el fuego una ultima vez antes de enderezarse para girar a encararlos. La punta de la barra metálica seguía encendida al rojo vivo luego de olvidarla por tanto tiempo en el fuego. Algo atosigado por el calor, Len se aleja de la chimenea, apartándose sólo lo suficiente para que el frío al final del salón no le moleste, justo a tu izquierda en el sofá.—. Solíamos ser tres, pero se fue un día de la nada. Despertamos y sus cosas ya no estaban.—

—¡Ni me lo recuerdes! ¡Se llevó también pertenencias nuestras!— Bramó Rin, cruzándose de brazo y encogiendo los hombros, su peso cayó de lleno contra el respaldo cuando se dejó caer de espaldas.

—Suena como un mal compañero de piso... — Intentas aportar algo a la conversación, pero rápidamente te refugias en la taza luego de dejarla enfriar un poco. La alzaste con delicadeza hasta tus labios y tomaste de la infusión cremosa, la esencia del jarabe y la canela aliviaba todos los males. La temperatura había bajado, pero seguía lo suficientemente cálida como para que el pecho se te llenara de esa confortante sensación al tragar, como si hubiese derretido el hielo que crecía dentro de ti luego de inhalar la ventisca por tanto tiempo.

Cuando apartaste la taza de tus labios un suspiro rebosante de alivio salió de tu pecho, pero fue hasta eso momento que notaste el hecho de que los hermanos habían dejado de hablar.

Entonces ambos se removieron en sus asientos, como si hubieran salido del trance que los había hipnotizado.

—En realidad era muy amable y educado, el enojo de Rin es porque no se despidió ni dio explicaciones. Yo sigo creyendo que se llevó nuestras cosas para recordarnos.—

—¡No puedo creer que lo sigas defendiendo! Siempre fuiste demasiado suave con él.—

Una ligera carcajada salió de tus labios, ¿así era tener hermanos? Como hijo único nunca pudiste ni siquiera imaginarlo, todo recaía en ti, y mostrar debilidad no era una opción. Todas las pertenencias que nunca tendrías que compartir se sentían monótonas a comparación de cuando podías jugar con los hijos de los amigos de tus padres.

Pero eso fue hace mucho tiempo, haciendo cuentas te percataste de hace cuánto realmente y de inmediato tu ánimo cayó en picada como un árbol recién talado. La nostalgia te llenó el pecho al igual que la calidez del té, la combinación era armoniosa pero desgarradora a la vez.

Aún estando sumergido en tus pensamientos, lograste reaccionar a la extraña figura que se acercaba por tu visión periférica. Rápidamente la distinguiste por un recuerdo pasado, una mano que se alzaba lentamente hasta un poco más arriba de tu mejilla, el mismo reflejo que conservabas luego de años te hizo encogerte. Alzando los hombros y cerrando los ojos para esperar el impacto, llamando la atención de ambos hermanos.

—P-Perdóname, no quería asustarte— Habló Len de inmediato, bajando de vuelta su mano con la que hace unos segundos se expresaba al hablar. No tenías que ser un genio para saber a qué pertenecía esa reacción. Ellos mismos se veían actuando por reflejo ante movimientos bruscos.—. Sólo quería, uhm... — Volvió a alzar su mano, esta vez con total precaución, entonces sentiste sus dedos rozar tu mejilla, y al cabo de unos segundos se desplazaron a tu frente.

Él estaba frío, incluso después de haberse parado tan cerca del fuego.

—Es todo un erudito, ha leído tantos libros que ya es más biblioteca que persona.— Te susurró Rin al oído, con un tono burlesco en su voz junto a la carcajada que soltó después. Len fingió no escucharla y siguió buscando algún síntoma de resfriado.

Para tu suerte no encontró nada fuera de lugar.

—Leer es mejor que desordenar una habitación entera haciendo trajes que nunca usaré.— Contraatacó el joven, inclinándose hacia delante en su asiento para alcanzar a ver a su gemela. Rin lo imitó para seguir la discusión.

—¡Oye, guardo todo al terminar!—

—¡Si, pero en el sitio equivocado!—

Hiciste algunas notas mentales sobre ellos, tanta información volaba de un lado a otro que terminaste conociendo muchas de sus aficiones y desperfectos. Len era fanático de los libros, pero cuando comienza a leer no hay forma de detenerlo, había pasado días enteros leyendo continuamente siendo detenido sólo por el propio cansancio. Rin, por su lado, adoraba la costura, muñecos de trapo, ropa, adornos para los muebles, su hermano reconocía su habilidad pero también le recriminaba el dejar todo en mal estado cuando acababa.

En lo único en lo que estaban de acuerdo era lo divertidos que podían ser los juegos que puede llevarse a cabo en el interior. Desde ajedrez hasta escondidas, lo malo es que su naturaleza competitiva de hermanos los había llevado a romper un par de cosas en su hogar.

Estuviste a punto de contar un poco de tu infancia cuando el tema de los juegos de la niñez apareció, pero justo fuiste interrumpido por una alarma que te hizo estremecer.

Escuchaste el reloj sonar, un péndulo que se mecía lentamente de un lado a otro seguido de un par de campanadas. La hora se había vuelto confusa por la poca referencia que podrías tomar de la luz de fuera, ahora había saltado directamente a ser las nueve de la noche sin aviso previo.

No parecía el mejor momento para pedirles que te ayudasen a regresar a casa.

Un recuerdo que supuestamente permanecía perdido en tu memoria apareció de imprevisto, el mismo sonido, el mismo ambiente, era tan familiar que te desconectaste por un segundo. Un recordatorio, la hora en la que debías hacer algo sin falta, pero luego de años de no tener la necesidad de seguir con ello te llevó a preguntarte por qué te sentías tan inquieto.

Entonces te diste cuenta, al llegar las nueve de la noche debías subir al segundo piso, pues significa que-

—... es hora de dormir.— Como si leyera tus pensamientos, la rubia terminó tu divagación. Ambos tenían la mirada clavada en el reloj, con la cabeza ladeada que los hacía parecer llenos de curiosidad por el sonido que lentamente se atenuaba hasta desaparecer.

Las familias estrictas dejan cicatrices, tan visibles pero tan frágiles que al abrirse se hacen un poco más profundas. No hay que bajar cuando hay visitas, no hay que comer como si no lo hubieses hecho en días, no hay que hablar a menos que te lo pidan.

Sentiste tu estómago revolverse, y de pronto experimentaste una latente incomodidad por la cercanía. Te sentías acorralado a pesar de que no habían hecho ningún acercamiento extraño hasta ese momento, ¿sería grosero decirles que tenías que retirarte? Era tu primera vez en esa casa, pero desde que despertaste te sentiste como en un déjà vu.

Cómo estar dentro de una fotografía.

—Ya veo— Dijiste luego de tragar de vuelta tus nervios.—. Lamento haber tomado tanto de su tiempo— Retiraste el abrigo de tus hombros y dejaste la taza con cuidado sobre la mesa, tus manos aún tiemblan y tus piernas sudan para sostener tu peso cuando te pones de pie, pero logras hacerlo a fin de cuentas. Con algo de cuidado das unos pasos antes de darte la vuelta a los hermanos, quienes tenían sus ojos más que abiertos de la sorpresa, ¿de verdad planeabas salir con la tormenta?—. Y, aunque esté profundamente agradecido por su ayuda, no puedo hacer más que estar en deuda con ustedes.— Hiciste una pequeña reverencia, regresando a tu actitud habitual mas no natural, cuando te inclinaste hacia delante pudiste sentir tu cabeza doler y palpitar. Temiendo por caer hacia enfrente, te enderezaste de pronto.

Y en la espera de una respuesta pudiste ver aún más confusión y duda en sus rostros.

—¿No te cansas de hablar así?—

—Es algo anticuado si no somos ancianos.—

—Se volvió un Joven Amo de la nada.—

—¿No te duele la espalda al pararte así todo el tiempo?—

—Uh... —

Dejaron de hacer preguntas y de divagar entre ellos, entonces te imitaron, se pusieron de pie sin problemas a comparación de ti. Se pararon uno al lado del otro, casi posando y luciendo su parentesco. Len colgó el abrigo entre sus brazos, Rin hizo un gesto con su mano para restarle importancia a lo que decían.

—Salir ahora es muy peligroso, ¿en serio tienes tanta prisa?—

Permaneciste en silencio, incapaz de confesar que en realidad no tenías un destino más allá que buscar respuestas a tu extraño deseo de exploración.

—No te preocupes por esas cosas anticuadas, un invitado nunca ha sido una molestia. Si no hubiéramos querido ayudarte te habríamos dejado en medio de la nieve, ¿no crees?—

Asentiste, lenta e inconscientemente, tenían razón, ¿por qué querías irte hace unos segundos? El rugido del viento que arrasa con todo a su paso golpea la entrada principal una y otra vez, las ventanas crujen por el frío y las puntas de tus dedos siguen enrojecidas. Más valía prevenir que lamentar.

La noche consumía la tierra, los caminos ya no eran más que oscuridad y el fuego no sería más que brasas extinguidas. El hielo te consumiría, te haría encoger sobre ti mismo y torpemente te aferrarías a la vida sin importar cuan doloroso fuese. Era increíble, era extraño, era tenebroso; y por lo mismo preferiste dejar ir tu paranoia que tratar de retar al clima devastador allá afuera.

Estabas listo para hablar, pero te ganan la oportunidad.

—Ven, ven.— Escuchaste a tu derecha, y al mirar encuentras a Rin, sintiéndote cálidamente cómo una madre lo haría; un pequeño salto por la sorpresa te llevó a dar un paso hacia el lado contrario, siendo detenido al chocar con Len. La joven sostuvo tus hombros y su hermano tomó tus manos, apoyándose mutuamente para guiarte por los interminables pasillos llenos de puertas.

La cercanía ya no incomodaba, todo lo contrario, te sentías resguardado. Parecida a la maravillosa sensación de acompañar a tu madre a hacer compras mientras te sujetabas de su vestido para no perderla, sólo debías hacer eso, aferrarte a la tela para poder admirar los alrededores llenos de puestos y rebosantes de gente. Un recuerdo de la infancia, pero esta vez el sonido natural de la multitud no era más que el silencio armonioso de la tranquilidad, sus pasos resonaban de manera sincronizada y la madera bajó tus pies apenas rechinaba.

Fotos en las paredes, adornos y decoraciones, cortinas que cubrían por completo los ventanales empañados, era como una cabaña convertida en palacio. Fantasioso, casi como en un cuento de hadas.

Instintivamente relajas los hombros y cierras levemente tus dedos, tus diminutos gestos hicieron a ambos hermanos sonreír alegres.

Una noche sin duda encantadora.

[...]

—No me importa dormir en el suelo... — Sugeriste, guiado un poco por la vergüenza. Juntaste tus manos y esperaste pacientemente a la respuesta, pero los hermanos tardaron un poco por tener que remover las cosas apiladas sobre la enorme cama.

—¿Y qué tu resfriado empeore? ¿El hielo se te subió al cerebro?— Rin se giró a donde estabas, apuntando a su propia cabeza con una mano mientras que la otra sostenía su caja llena de herramientas de costura. Len pasó por detrás de ella con un par de libros en los brazos, añadiendo un fugaz "tiene razón" antes de acercarse al librero.

La mayoría de los cuartos están vacíos, uno es la despensa, otro el salón de costura de Rin (desordenado y pareciendo un campo de batalla, según palabras de su hermano), otro era la relativamente pequeña biblioteca que el rubio cuidaba con esmero. Las demás salas son lugares básicos en un hogar.

Pero entre todas las cosas que podrían resguardar detrás de la infinidad de puertas te era difícil creer que no hubiese otra cama que no fuese la que ellos compartían. Grande y espaciosa, lo suficiente como para que los tres durmiesen sin problemas sobre ella.

Cuando los escuchaste, inmediatamente negaste con la cabeza y con las manos, no sonaba bien, era incluso invasivo. Trataste de convencerlos de que no había necesidad, pero no había mucho que hacer cuando ambos eran tan persuasivos.

Además de que no tenías el derecho de tener exigencias, debías aceptar lo que te ofrecieran, incluso si era algo tan vergonzoso como terminar una situación que parece una pijamada entre amigos de la infancia.

Por otro lado, no te permitirías dejarlos dormir en otro cuarto para usar su habitación, era descortés, simplemente tus modales no te lo permitían. De espalda contra la pared no tuviste de otra que acceder.

Un cuarto amplio, sin ventanas y por ende conservaba el calor mejor que el resto de la casa, en el lado izquierdo estaban un montón de telas y baúles apilados junto a un tocador; en el derecho había un librero que medía tal vez un poco más que tú, un par de sillones individuales y al final había otra puerta más pequeña que supusiste era un armario.

Simplemente dividido, casi podías ver una línea que partía a la mitad la habitación compartida. Justo en medio estaba la cama, un colchón mullido con un montón de mantas suaves sobre él, algunas tenían patrones de las telas en el suelo. Creaciones de Rin que se añadían a la pila de sábanas, tan sólo de verlas sentías unas incontrolables ganas de escabullirte debajo de ellas hasta ser envuelto en su calidez.

Te quedaste parado en medio, esperando alguna instrucción luego de que los gemelos terminaran de ordenar. Fuiste llamado, y entonces la brillante sonrisa compartida de ambos casi te encandila.

—Escoge el lado que quieras.—

—Si roncas entonces ponte al lado de Len.—

—¡Oye!—

El día terminaba, y con ello comenzaba un merecido descanso luego de estar tan cerca de la muerte. Te sentaste sobre la cama, sintiendo bajo tus dedos la suavidad de la primer manta. Un suspiro silencioso se escapó de tu pecho cuando tus piernas se relajaron al no cargar contigo, tu espalda dolía, pero no les darías la razón. Una pose refinada y bien estudiada con la que te parabas todo el tiempo, pero que era mala para tu columna por tener que arquearte demasiado.

Todo terminaba, por unas horas, pero eso era más que suficiente.

—¿Mmh? ¿No van a dormir?— Les preguntaste al verlos tomar asiento en cada sillón individual, apenas iluminados por la pequeña llama de lámpara en el suelo.

—En un rato, espera.— Respondió Rin, tomando entre sus manos una aguja tan larga como puntiaguda, en su extremo permanecía un hilo casi invisible. Pudiste notar en un regazo lo que parecía ser un pañuelo roto a medio coser.

—Yo estoy por terminar un capítulo— Añadió Len, alzando el libro que tenía de separador una corta rama seca de pino. Parecía estar a punto de soltarse a contar la trama de la historia que estaba por continuar.—. Ponte cómodo, no te preocupes por nosotros.—

No tan convencido obedeciste a sus palabras, claro, la noche era tranquila y pacífica, lo suficiente como para querer ocupar algunas horas en tu pasatiempo, pero en ese momento no podías entenderlo. Estabas tan cansado que sus actividades parecían un malgasto de energía, y por lo mismo agradeciste al destino por dejarte disfrutar de una superficie tan cómoda como esa cama.

Escondiste tu rostro contra una de las almohadas por la costumbre de dormir boca abajo y te aseguraste de ocupar el menor espacio posible, aferrándote al lado derecho y mentalizándote para no moverte entre sueños.

—Buenas noches.— Dijiste en voz alta, pero somnolienta.

Descansa.— Respondieron al unísono, pero no pudiste verlos, tus ojos se habían cerrado inmediatamente luego de cubrirte hasta el cuello.

[...]

...

Mírate, tan considerado, escogiendo uno de los extremos para dejarlos dormir uno al lado del otro.

No sabían si lo habías hecho a propósito, ¿es qué acaso quieres que peleen por ver quién duerme junto a ti?

No te recordaban de esa manera.

De dormir boca abajo pasaste a una posición de lado, tu brazo se extendía levemente, como si abrazaras algo, algo que hace tiempo había dejado de estar ahí.

Entonces se arrepintieron, seguías siendo su (T/N). La misma expresión al dormir, los mismos balbuceos, las mismas palabras al hablar dormido. El tiempo había cambiado tus facciones, pero no había alcanzado tu corazón.

Qué alivio, qué ternura, qué emoción.

Miraron en silencio, cómo un par de padres orgullosos, pero temerosos a despertar al niño que resguardaban de los terrores de la noche. No saben cuánto tiempo pasó, tal vez unos minutos o incluso horas enteras, eso era lo de menos, lo que importaba era que todo quedase inmutable al cambio. Ambos se miraron, entonces asintieron a la par.

Rin removió cuidadosamente las sábanas por completo, entonces Len se acercó con la cautela de un cazador hasta que sus brazos quedaron debajo de tu nuca y tus rodillas. Un esfuerzo mínimo para moverte apenas centímetros al centro de la cama.

—Shh, shh... — Arrullaron cuando inconscientemente dejaste salir un quejido por perder la calidez que habías dejado en tu antiguo lugar, como si fuese un truco que conocían de antemano. Tus cejas dejaron de fruncirse y volvieron a la expresión tranquila de siempre.

Len tomó tu antiguo lugar, subiendo con cuidado de no perturbar el ambiente, lo mismo hizo Rin al remover sus botas y encontrando un sitio perfecto a tu izquierda.

Tomaron las sábanas de vuelta y se cubrieron torpemente, pero se aseguraron de arropar con delicadeza tu figura. Y hasta ese momento se dieron el lujo de sonreír de nuevo.

Cómo en los viejos tiempos.

Len se acercó a ti y apoyó su frente en tu hombro, escuchando tu respiración y tranquilizándose con ella. Deseando que fuese así de serena para siempre, deseando que nada volviese a alterarte nunca más.

Rin se las arregló para mover tu brazo y escabullirse hasta que pudo acercarse a tu pecho para escuchar tu corazón. Un ritmo que rebosaba calma y seguridad, un latido que había extrañado sentir.

Un par de muñecos hechos a pedido, vestidos de gala pero hechos de los materiales más simples que podrías encontrar. Los compañeros de juego favoritos de un niño solitario que diariamente lloraba por lo cruel que era el mundo de los adultos.

...

Descansa, lo habías logrado, nunca dudaron de ti.

Descansa, que aquí dentro la realidad nunca va a alcanzarte.

[...]

Sin ninguna pizca de luz natural iluminando la habitación por la mañana fue cuestión de tu reloj biológico el despertarte, lo malo es que tu cansancio te había llevado a dormir más tarde de lo que acostumbrabas. Para cuando te enderezaste sobre la cama pudiste percatarte del par de espacios vacíos a tus lados, las sábanas en esos puntos estaban fríos, dando tanta información sólo con la temperatura.

Te levantaste, el piso estaba helado, lo suficiente como para hacerte saltar cuando te pusiste de pie. El fuego de la lámpara se había consumido hace tiempo para abandonarte a tu suerte, a oscuras y sin conocer el cuarto no tuviste otra opción más que caminar torpemente con la esperanza de no derrumbar nada. Un ligero rayo de luz se filtraba por debajo de la puerta, un faro en la niebla que te guió hasta la manija.

Entonces la abriste, asomando temerosamente la cabeza para mirar al pasillo, silencio, ni un alma podía escucharse a través de la vivienda. Era tal la falta de ruido cotidiano que temías que lo de ayer hubiese sido sólo un sueño o alucinación.

A pasos cautelosos te acercaste a una de las ventanas, el frío es más potente mientras la distancia se acorta a pesar de estar cubierta por completo. Tus dedos temblorosos apartaron la cortina, sólo un poco, lo suficiente para husmear hacia el exterior. Encontrándote con un panorama nevado que no parecía haber mejorado a comparación del día anterior, la tormenta seguía, pero no podrías decir con exactitud si había disminuido o, por el contrario, se había vuelto más violenta.

Viste tu reflejo en la ventana empañada, la mueca de preocupación y la somnolencia de una persona que acababa de despertar te hacían lucir desaliñado. Oh, qué tragedias pasarían si las personas incorrectas te encontraran en ese estado, cuántos sermones recibirías, cuántos castigos atravesarías. Preso por los recuerdos dolorosos te escondes de tu reflejo emparejando la cortina. No tenías idea de qué hacer ahora.

Inmerso en los pensamientos que no cobraban sentido alguno es cómo te percatas tarde de la sensación de algo rodeándote por el abdomen. La misma cosa que te había atrapado se cierra un poco más a tu alrededor, tomando tu silueta y haciéndote saltar del susto. Rápidamente llevas tu vista hacia abajo, encontrando una cinta de costura tomando tus medidas, las manos que las manejaban eran finas y pequeñas.

Aún con algo del susto restante te das la vuelta, tal vez un poco rápido porque Rin se aparta con tal de evitar un golpe de tus brazos a medio extender. En su rostro hay una expresión divertida.

—¡Buenos días! Justo venía a despertarte, ¿cómo te sientes?—

Aún algo perturbado por el primer susto te tomas un tiempo para responder. Llevaste una mano a tu garganta, luego a tus mejillas, frío, pero no se trataba de ninguna exageración, lo normal. Algo aliviado por regresar a la normalidad no pudiste evitar sonreír.

—Estoy mejor, muchas gracias— Dirigiste impulsivamente tu mirada a la cortina de hace un momento, entonces volviste a hablar.—. Esta tormenta es muy extraña, no parece haber cambiado en lo más mínimo.—

—¿También lo notaste? Len no pudo salir por madera en la mañana porque la nieve subió demasiado.—

—¿De verdad?— Rin asintió, con sus manos ocupadas en enrollan de vuelta la cinta entre sus dedos. Entonces comenzaste a divagar.—. Se preocuparán si no regreso pronto... —

La rubia tuvo que contener su risa.

¿De verdad creías eso o tan sólo te engañabas para convencerte de que no tenías otra opción? Oh, pobre de ti, ¿qué había ocurrido en todo el tiempo que estuvieron ausentes?

Ya tendrían tiempo de ponerse al día.

—Estoy segura de que ellos lo entenderán— Dijo, con un tono extraño, uno que no llegaba a ser una amenaza incluso si sonaba como una.—, pero no hay que desanimarse, ¡hay muchas cosas que se pueden hacer en interiores! ¡Déjame mostrarte!—

Antes de tan siquiera preguntar al respecto ya estabas siendo jalado por Rin a través de los pasillos de la vivienda interminable.

[...]

—Rin, no puedo encontrar a... — Len abrió la puerta del estudio de su hermana, un poco de preocupación era notable en su voz pero rápidamente se cortó a sí mismo cuando se adentró a la sala.—... ah, aquí están.—

—Len, estás despedido como modelo, ¡ahora (T/N) es mi referencia!—

—¿Qué?—

—Tú eres muy flacucho, casi parece que tenemos las mismas medidas, ¡es como hacer ropa para mi!— Rin dejó una aguja atravesando otro trozo de tela antes de enderezarse y encarar a su hermano.—, ¡(T/N) tiene complexión diferente!—

—Desprecias tanto mi figura cuando somos iguales, a veces no sé si recuerdas la definición de "gemelo"... —

Obviamente Rin no iba a perder la oportunidad de adaptar uno de sus muchos trajes para finalmente lograr una talla diferente. Una complexión que era de esperarse para alguien de tu edad, brazos ligeramente robustos luego de años de experimentar trabajo pesado, altura promedio, y de espalda unos centímetros más ancha que la del rubio.

Entonces te percataste de lo que decían, eran realmente delgados, de no ser por la ropa ligera de interior podrían pasar un poco más desapercibidos al usar sus abrigos para salir.

Exactamente iguales, pero sin ninguna anomalía en ellos, eran casi como muñecos.

¿Umm... ? Por alguna razón tuviste un déjà vu...

—¿Vas a negarme que se ve mejor en él?—

Len suspiró, y entonces clavó su mirada a donde su hermana apuntaba. Parado sobre un cajón y vistiendo un atuendo de colores apagados, casi combinando con el de ellos. El rubio se queda en silencio unos segundos antes de asentir, dándole la razón a Rin.

¿Cómo habías llegado a eso? Un argumento tan simple como el de que tu ropa estaba llena de barro y nieve fue suficiente en realidad, además de que la rubia parecía estar tan feliz por poder tener un nuevo modelo, tanto que no pudiste negarte.

Había probado con muchos trajes, siempre siguiendo la misma costumbre de colores apagados, algunos más formales que otros, e incluso mostrándote sus bocetos para nuevas ideas. Era cómo una niña presumiendo su colección de vestidos, de una forma que le hacía brillar al explicar todo el proceso de confección.

Simplemente sonreíste y escuchaste atento a sus palabras, genuinamente interesado en ello, pero cuando te diste cuenta ya estabas vistiendo una ropa completamente diferente a la original.

No tenías quejas en realidad, era sorpresivamente mucho más cómoda, los materiales eran de buena calidad y las costuras mostraban años de práctica y de perfeccionamiento de su técnica. Sin duda Rin tenía un don para ello.

Aún así te sentiste avergonzado cuando Len entró de imprevisto, incluso si no estaban haciendo nada malo. Fue un sentimiento extraño.

Cambia de vestuario, una y otra vez, lúcete y sé tan vistoso como siempre. Cambia de ropa, hay demasiada, así cómo los muchos estilos que puede tener una muñeca si cambias su atuendo. Hasta que seas el muñeco más elegante de todos.

—¿Al menos lo has dejado descansar?—

—Eh... —

Rin volteó a verte, notando como intercalabas ambas piernas para soportar tu peso, descansando en minúsculos ratos en los que no te pedía estar enderezado por completo. Entonces comenzó a jugar con sus dedos, evitando la mirada de su hermano.

—Ya veo que no— Regañó Len, adentrándose aún más al estudio y tomando tu mano para ayudarte a bajar del cajón, aceptaste tu gesto y pronto sentiste los pies de nuevo en la tierra.—. Vayamos a ver cómo sigue la tormenta, tal vez por fin podamos ayudarte a regresar a casa.— Dijo para ti, apuntando a sus espaldas a donde la puerta estaba, parecía estar emocionado por leer el estado del clima.

Y de hecho la idea sobre saber el estado de la tormenta sonaba realmente tentador, había cierto encanto en ver la nieve caer que sin duda no te opusiste a su sugerencia.

—Claro, sólo déjame... ¿Uh?— Sobre el descansa brazos de una silla de madera permanecía un espacio vacío que alguna vez sostuvo tu ropa sucia, miraste a los alrededores sin suerte alguna. Toda pista sobre tus prendas se habían borrado en el aire, de inmediato la confusión llegó a tu mente, ¿las habías dejado en otro sitio?—... Disculpa, Rin, ¿y mi ropa?... —

Te dije que la lavaría, ¿en serio lo olvidaste?— Llevó una de sus manos a su boca, cubriendo la sonrisa en su rostro pero con sus expresivos ojos aún puestos en ti, de alguna forma parecían brillar junto a las luces de la sala—. Aunque siendo honesta, ese estilo no te quedaba. La ropa anticuada es aterradora, puedes quedarte así un rato, ¿no? No ensuciarás ese atuendo, ¿cierto?—

—Sus modales son impecables, eso no pasará. Ya no estás en edad de jugar en el lodo.—

En un impulso sin nombre terminaste completamente mudo, un simple cambio en el ambiente bastó para que se sintiese tenso y pesado, pero no necesariamente amenazante. Te sentiste más bien como en todas esas ocasiones en las que alguna vez te regañaron cuando eras un niño, y la sensación de estar haciendo algo mal te impidió seguir insistiendo en tu duda original.

—...— Tragaste saliva, tenso y confundido por la situación, pero al final te armaste de valor para hablar, forzando una sonrisa nerviosa en tus labios.—... A-Ah, cierto, perdón... —

La risilla que dejó salir Rin te dio un escalofrío que trepó por tu espalda.

—Tontito.—

Y todo terminó empeorando cuando la mano de Len te tomó por el hombro para guiarte de nuevo.

[...]

—"Tú, que eres el más pobre de todos, ¿alguna vez deseaste algo que no fuese un tesoro con el que llenarte el estómago, algo con qué ablandar tu cansado espíritu desdichado? Cuenta, oh, ingenuo forastero, ¿habrá algún día algo con lo que te puedas aferrar a la tierra? Con lo que orgullosamente tomes cómo hogar, para que cada vez que pregunten digan... "—

Tu barbilla descansaba en tu palma, mirando perdidamente hacia la ventana y notando como los carámbanos comenzaban a formarse en el borde de esta. Hace un rato que habías dejado de prestarle atención a la serena voz de Len que leía en voz alta un libro que no terminaste de entender, no era tu intención ser grosero pero siendo honestos, sonaba bastante aburrido.

—... supongo que no te gusta.—

Escuchaste a tu izquierda.

—¿Disculpa?... —

—El libro— Alzó un poco el delgado tomo entre sus manos.—. Supongo que es muy pesado de escuchar, perdón por no preguntarte qué querías leer.—

—¡A-Ahh! ¡Lo siento, tengo la cabeza en otra parte!— Con ambas manos pediste que te prestara el libro, Len aceptó luego de unos segundos de duda.—, ¿por qué no leo para ti ahora? Servirá de disculpa.—

—¡Oh, no, no! ¡Estoy bien! La verdad es que siempre quise tener a alguien para que me escuchara, Rin suele encerrarse todo el día y no me gusta leer en voz alta estando a solas, siento que trae mala suerte— Curiosamente recordabas a tus padres diciendo algo similar hacer mucho, mucho tiempo. Así que le diste la razón sin dudar tanto al respecto.—. Cambiemos de historia, tal vez sea eso—De la pila de libros que tenía enfrente removió los primeros hasta que encontró uno es específico.—¿Qué tal este?—

—¿Eso no es... ?— Len asintió.

—Se me acabaron las opciones, ¿prefieres acaso escuchar sobre la anatomía de las aves?—

—No, gracias, ya tuve suficientes lecciones para una vida.—

—Entonces este será.— Sin desperdiciar ni un segundo se aclaró la garganta, la página que abrió al azar tenía un pequeño dobles en el borde, marcando exactamente donde el cuento favorito del rubio se encontraba entre el resto de la antología de poemas.

"¿Escuchaste alguna vez del poder que tienen los deseos de los niños? Una sonrisa irradia pureza, un bostezo enternece a toda una nación, tal vez por eso la gente crece demasiado rápido, pues aquel poder es más de lo que una mente aburrida y añejada por la edad puede recordar."

Su voz era hipnótica, tan inversiva que todas tus preocupaciones se esfumaban de tus hombros con cada línea que terminaba de ser leída. Comenzó cómo algo genuinamente atrapante, el mismo que pronto se volvió un arrullo.

"Así escuché una vieja historia, tan vieja que los protagonistas ya no tienen nombre, tan vieja que cada que es contada algo nuevo cambia, ¿habrá una mínima pizca de la esencia original en estas palabras? No hay seguridad más que la fé y emoción con la que escuché atentamente a este relato en su tiempo, pero de eso se trata el crecer. No pareces ser el mismo, pero muy en el fondo conservarás algo de tu yo original.

Presta atención, me dijeron una vez, muestra interés, y rápidamente obedecí. Pobre de mi, que cada vez que intento recordar aquella historia soy interrumpido. Pobre de mi, que sin alguien quien me escuche soy poco más que un anciano hablando de anécdotas a la pintura quebradiza de la pared... "

—Pobre de mi, que sin ti ahora sólo soy un soñador... — Dijiste, para enseguida bostezar.

Len se detuvo en seco, sorprendido por cómo habías completado el resto del párrafo, ¿aún lo recuerdas? ¿las infinitas noches dónde te enviaban temprano a dormir y dónde te aferrabas a él mientras sollozabas aquellas palabras para calmarte?

Por más que no quisiese darse ilusiones no pudo evitar sonreír, sus ojos brillaron por la calidez que le provocó la nostalgia y estuvo cerca de saltar a abrazarte. Claro que se contuvo, sería muy imprudente, no quería desperdiciar todo el acercamiento que habían logrado hasta ese momento.

—... No sé por qué he estado recordando tanto el pasado... Algo debe andar mal conmigo... — Susurraste, inconsciente de que tus pensamientos se escapaban de tu boca, con las manos tallando por encima de tus ojos y con un nuevo tipo de pesadez sobre tu espalda, uno que te pedía descansar de tu incómoda postura al sentarte.—... Yo... debo ir a casa, eso estaba haciendo... —

Te levantaste, un tropiezo, luego otro, entonces fuiste detenido sin siquiera necesitar de un forcejeo para frenarte. Percibías la cercanía, pero no respiraba, no escuchabas su respiración cerca de tu oreja, era desconcertante. Luciendo tan impecables pero sin poseer detalles así de básicos.

¿Qué eran ellos? ¿Por qué parecían conocerte y luego volvían a sonreír con ignorancia?

—Pensar en él es algo normal cuando el presente no es muy amable contigo, atesoramos el pasado hasta el último segundo. Incluso nosotros lo hicimos por mucho tiempo... — Te siguió la corriente, cerrando el libro con tanta cautela que pareció preocupado por espantar la somnolencia en tu mirada. Entonces una sensación inesperada te hizo reaccionar apenas, su mano pálida y fría sostuvo tu barbilla, evitando de forma despreocupada que cayeras de frente. Algo andaba mal, te diste cuenta de ello tarde, pero no lo suficiente cómo para no querer ir en contra de la extraña actitud de los gemelos; antes de que incluso intentaras apartarte su voz volvió a alcanzar tus odios, haciéndote caer un poco más.—. Duerme un poco más para mi, ¿de acuerdo? Una siesta nunca ha matado a alguien... —

Sus voces, ¿por qué la forma en la que hablan puede hacerte temblar y al mismo tiempo hacerte sentir querido? La última vez que alguien tuvo ese poder en ti fue tu propia familia.

Las palabras que utilizan, el tono, el volumen, todo eso junto a los gestos y a la forma en la que se acercan. En conjunto son su mejor método para mantenerte tranquilo y encantador, cómo un niño bien portado. Cómo si te hicieran regresar en el tiempo.

Es cálido, es acogedor, no puedes evitar caer en sus trucos cuando son tan amables y cariñosos contigo. Es mejor esto, es mejor a cuando empiezan a hablar al mismo tiempo y cuando dicen esas cosas tan extrañas, ¿habrá tanto mal detrás de esa sonrisa con la que te arrulla y te guía de vuelta a tu asiento?

No tienes tiempo de averiguarlo.

Levántate, te regañas. Sal de ahí, te ordenas.

—... No, espera, yo... — Das unos pasos en reversa, incapaz de entender por qué de repente te sentías tan cansado, la pesadez, la somnolencia, el ardor en tus piernas, todas aquella sensaciones desbloqueaban recuerdos. Uno tras otro hasta entender de dónde provenían, un tipo de cansancio que hace tiempo no habías podido experimentar, el alivio de poder dormir luego de un largo día de jugar sin parar. El momento en el que buscas los brazos de alguien para reposar hasta que puedas seguir corriendo sin control.

Sin saberlo terminas tropezando en tus intentos por apartarte de él, de espaldas, apenas deteniendo tu propia caída con tus manos. No sientes dolor, sólo el hormigueo en tus extremidades que se va extendiendo lentamente hasta hacer problemático el tan siquiera moverlas un centímetro.

—¿En qué momento dejaste de llorar luego de caer así?— Dijo, agachándose a tu altura hasta que el brillo de sus ojos azules pudo ser más que visible para ti. Por más que quisiese ocultar su sonrisa ni siquiera su mano podía esconderla por completo.—. Qué bien. Estamos orgullosos de ti, has crecido tanto... — Lo viste alzar su mano y acercarla a tu rostro, dándote más que tiempo suficiente para intentar apartarte, lo malo es que tu cuerpo ya no te respondía. Estaba completamente adormilado.—... puede que... demasiado.—

Sus dedos quedaron a un roce de tus ojos, pero Len se detuvo cuando notó tus labios temblar en un torpe intento por soltar una pregunta. Esperó pacientemente hasta que las palabras llegaron a ti, mentiría si dijera que no sentía curiosidad por lo que rondaba por tu mente en ese momento.

—¿Q-Qué son... ustedes?... —

¿Por qué te ves tan aterrado? ¿Por qué lo miras así? No ha hecho nada malo, no te han lastimado, sólo se han preocupado por ti y por ayudarte a desbloquear tus recuerdos perdidos, ¿y así es cómo se los agradeces?

Puedes ser realmente cruel a veces, ¿sabías?

Pero no importa, porque ellos siempre te perdonarían.

Su única respuesta antes de cubrir tus ojos fue una carcajada que te heló la sangre, la misma que hizo eco en tu mente antes de caer dormido una vez más.

[...]

...

...

... Mmmh...

... ¿Ya lo recuerdas?...

... La segunda parte de la historia...

¿"Los compañeros de juego favoritos de un niño solitario que diariamente lloraba por lo cruel que era el mundo de los adultos"?

...

... Y entonces, cuando creía que no estaba sólo en el mundo, fue despojado de sus pertenencias favoritas. Dejando a la deriva años de afecto y cariño por el par de muñecos. Sentimientos que tomaron como suyos hasta que la vida llenó sus corazones de trapo.

Desde ese día viven una vida prestada con un sólo propósito. Uno que estaban cerca de cumplir.

Puedes ser un niño para siempre si así lo deseas, puedes quedarte para siempre, puedes jugar junto a ellos para siempre.

Incluso si estaban malditos, incluso si no tenía sentido. No tienes por qué regresar a ese mundo cruel. Ahora que te encontraron no podrías esperar a que aceptasen un "no, gracias" como respuesta.

No hagas preguntas, sólo quédate con ellos. En el paraíso inmutable, en el lugar que habían creado como su propio "país de nunca jamás".

Incluso si no los reconoces, incluso si no les crees. Son aquellos muñecos que fuiste obligado a dejar dentro del baúl de juguetes al entrar a una desalentadora etapa de la vida, libros y libros sustituyeron cualquier cosa llamativa en tu habitación y el resto de tu infancia se consumió más rápido de lo que debería.

Te distrajiste, y en una limpieza profunda fueron desechados después de años de no ver la luz del sol. Tal vez por eso te hicieron pasar por aquel camino tan peligroso, el mismo día que fueron tirados había una tormenta de nieve. Hacía frío, y la soledad pesó más que nunca.

Esa noche estuvieron convencidos de algo; necesitas ser abandonado por el mundo y ser despojado de toda esperanza para volver a sentir el amor que habías tomado por seguro.

[...]

"¿Qué le diremos cuando despierte?"

Escuchaste a la lejanía, con un espacio de oscuridad infinita rodeándote, y por lo mismo no tuviste nada más que analizar que la curiosidad mezclada con preocupación de aquella voz tan conocida.

Apenas sientes las manos que acarician tu cabello, lo hacen con cuidado, lento y sin prisa. Había tanta información que comprender por el resto de tus sentidos que era difícil decidirse a qué prestarle atención. La mezcla de madera seca quemándose y de aquella fragancia empalagosa invade tu olfato cada vez que respirabas, no parece haber nada mal con ella, o al menos eso querías pensar.

Escuchas el par de voces conversar entre sí despreocupadamente, pero sólo tienes información a medias, parecía que hablaban así para sólo entenderse entre ellos. No hay preocupación ni nerviosismo en ellas, como si no acabasen de desmayar y secuestrar a alguien.

Es escalofriante. Pero debes aguantarlo hasta que entiendas lo que ocurre allá afuera.

"¿Qué haremos si se aterra de nosotros?"

No tienes frío, más bien te sientes un poco atosigado por lo que sea que te cubría hasta el cuello, todo esto y poco más te hacían preguntarte en qué situación te encontrabas ahora.

Luego de 'provocar' a Len caíste dormido, ¿por cuánto habrá sido? ¿cómo lo había hecho? Y aún más importante, ¿qué es lo que tramaban? ¿por qué todo se siente tan confuso pero tan familiar al mismo tiempo?

"Sólo necesitamos hacerle recordar. No te preocupes por el resto."

Ellos, quienes afirmaban conocerte, quienes parecían haber estado contigo en tu niñez no resulta ser más que extraños para tu memoria, pues hace tiempo que habían renunciado a sus apariencias originales. Las limitaciones de un cuerpo sin huesos o movilidad son más que un fastidio si planeas cuidar de alguien, o al menos eso escucharon hace tiempo.

Estabas tan cerca de obligarte a despertar para obtener respuestas de no ser porque la simple idea de estar a solas con ambos era aterradora, ¿qué harían entonces si no querías escuchar razones? ¿Si no querías creerles? ¿Si simplemente no aceptabas su oferta?

¿Qué les quedaría entonces si les arrebatas el único propósito por el que se hicieron con un cuerpo y vida humana?

"Aún hay tiempo, ¿cierto? Hasta que despierte, me refiero; pensemos en nuestra palabras."

"Su lógica no le permitirá creernos, piensa un poco, ¿quieres? También debes mentalizarte en que tendrás que hacer de mano dura en cualquier momento."

Un jadeo se escapó de la otra persona, y entonces las manos dejaron de acariciar tu cabello lentamente hasta que ya no sentiste nada más.

"... No hay que llegar a tanto."

"Entonces trabaja en tus técnicas de persuasión."

Un silencio sepulcral, la tensión era palpable y agobiante. De repente el ambiente se volvió hostil y la idea de despertar de golpe pareció por un instante un deseo de muerte. Te obligaste a mantener tu respiración constante, a no parecer nervioso, sólo así podrías salir desapercibido sin terminar en la línea de fuego.

Rin era estricta, sabía lo que quería y la forma en la que se conseguía. Luego de años de verte siendo corregido había aprendido las formas en las que la disciplina podía hacer maravillas, mas entendía el momento y el tono más eficaz para cada situación. Aún así, eso no le quitaba su capacidad de ser cariñosa y amable el resto del tiempo.

Len es más sensible, y era quien mejor comprendía las emociones. Quería ponerse en tu situación, ayudarte también a entender la suya, conocía el poder de las palabras, la capacidad del diálogo para resolver problemas. No obtuvo nada de esto de tu hogar, obviamente, pero luego de leer una infinidad de libros sobre la comunicación efectiva se sentía confiado en que todas las partes podrían estar satisfechas. Claro que incluso un santo proclamado puede perder la paciencia.

"..."

Un pesado suspiro que rebosaba cansancio rompió el silencio en la habitación, entonces la oscuridad se volvió más pesada, la poca luz que se vio alguna vez a través de tus párpados se había extinguido junto al quejido molesto. Seguramente habían apagado una lámpara.

"¿Ya es hora?"

No escuchaste nada en respuesta, así que lo más seguro es que había asentido en su lugar.

La superficie en la que estabas recostado dejó de hundirse cuando ambos se levantaron de tus lados, y hasta ese momento dejaste de tensar la mandíbula, un reflejo que esperabas que pasase desapercibido. Lo siguiente que el resto de tus sentidos captaron fueron los pasos resonando contra la madera, sonando cada vez más lejanos hasta que fueron reemplazados el chirrido de una puerta vieja siendo emparejada.

La madera es soplona, cuenta los años de la vivienda en la forma en la que se queja bajo el movimiento. Y por lo poco que sabías al respecto podías deducir que era un milagro que el marco siguiese en su lugar.

Cuando no tienes nada más a que aferrarte terminas encontrando detalles en las cosas mas mínimas. Como en ese momento, tal vez porque temías en que fuese un truco, que al abrir los ojos uno de ellos estuviese parado a los pies de donde estabas.

Estabas aterrado, incluso cuando nunca mostraron los colmillos. Su forma de actuar se asemejaría más a una bestia golpeando sus garras contra las paredes, presumiendo de lo largas y filosas que son, pero nunca habiéndolas ensuciado con sangre, sólo amenazando y dando ligeras pistas de lo que son capaces de hacer.

Dejando de la imaginación de sus presas hagan el resto.

Tienes que salir de ahí.

Algo se siente mal, e incluso si no sabes qué exactamente no hay necesidad de quedarse a averiguarlo.

Entreabres los ojos para espiar al exterior, lentamente y con cautela, primero un pestañeo, entonces los abriste por comienzo, sintiendo la molestia en tus párpados al ser estorbados por la venda que cubría tu ojos. Un nudo difícil de deshacer pero no necesariamente apretando tu cabeza, era la fuerza exacta que rozaba antes del dolor.

La deslizaste hacia arriba y luego de un pequeño esfuerzo lograste librarte de ella, sólo para ser recibido por la nueva oscuridad de la habitación. Te enderezas hasta quedar sentado y es cuando te percatas que estás de vuelta en una cama.

Con cuidado.

Tus pies alcanzan el suelo, pero te niegas a pararte por la paranoia de que el piso podría rechinar al hacerlo, a este punto se sentía que incluso algo así de mínimo sería capaz de alertarles.

Debías ser silencioso, ir escaleras abajo sin ser visto, sin ser descubierto, eras un experto en ello, ¿no es cierto? ¿Qué diferencia hay entre esos días y el presente? Ahora o nunca, era hora de ponerlo a prueba.

Sólo respira.

No hay nada a lo que te puedas aferrar, cuando tus dedos dejan de sentir las sábanas una vez te alejas lo suficiente no te queda de otra que seguir a ciegas por la habitación. Encuentras algo duro que está a la altura de tu cintura, rápidamente la imagen de una silla de escritorio aparece en tu mente. Continuas hasta que tu pie choca con algo tan liviano que terminó cayendo, para tu suerte el sonido que hizo no fue más que uno amortiguado.

Cuando tus dedos encontraron la pared sentiste un gran alivio, la superficie lisa te dio apoyo para atravesar la habitación, de vez en cuando siendo interrumpido por los muebles. Un baúl, un escritorio, una lámpara alta de piso, todas las siluetas cobraban sentido una vez te dabas el tiempo de dejar que tus manos les dieran una imagen, con la esperanza de que en ningún momento encontraras algo afilado a medio camino.

Tomaste el cuerpo de la lámpara de piso, casi apoyándote completamente en ella, todo con tal de encontrar el cable para encenderla. Al tocar la bombilla sentiste su calor al haber sido usada hace relativamente poco, era una pequeña esperanza que te brindaba apoyo en medio de las tinieblas de aquella habitación.

El ambiente era pesado, no podías respirar tan bien como te gustaría, pero lo más preocupante es que si era porque tu cuerpo seguía débil o porque de verdad había algo espectral en aquel cuarto.

Por alguna razón te detienes a tomar aire antes de encender la lámpara, llenas tus pulmones y entonces jalas del cable que colgaba al interior. Tus ojos quedaron cegados por unos segundos antes de aceptar el repentino cambio de iluminación, y cuando por fin te atreviste a mirar en los alrededores sentiste como si la realidad fuese un chiste, el aliento se te escapó y el terror trepó por tu espalda como una serpiente rodeando a su presa, casi sintiéndola cerrarse sobre tu cuello cuando el respirar se hizo tan difícil debido a los nervios.

Aquel cuarto tenía un aire infantil, colores claros y puros llenaban del suelo al techo, pero lo verdaderamente aterrador era el detalle.

Era una réplica exacta a de tu antigua habitación en casa.

Lo más llamativo, sin duda, era el par de muñecos de trapo que descansaban en la silla con la que te habías topado a ciegas, volteando directamente a donde solías estar recostado. Sus diseños eran tan familiares que desbloquearon una multitud de recuerdos que te hicieron doler la cabeza.

Diste unos pasos en reversa, negándote a creer lo que tus ojos veían, ¿cómo es que ellos habían hecho esto? ¿con qué propósito harían algo así? Tus pies descalzos no hacen ruido al retroceder, pero de eso se encargaría la figura de porcelana que descansaba en un librero. El mueble se tambaleó luego de que chocaras con él y de pronto el adorno estaba hecho pedazos en el suelo. El sonido del material quebrándose fue la alarma que tanto evitaste activar, ahora era tarde, el escándalo atraería si atención.

¿Ahora qué? ¿ahora qué? ¿finges dormir de nuevo? ¿te escondes debajo de la cama? ¿les exiges explicaciones cuando entren?

¡No, no, no, no, por favor, debe haber un modo! ¡Tiene que haber algo que puedas hacer!

En medio de tu colapso tus oídos paranoicos encuentran un par de pisadas acercándose, son rápidas, llenas de preocupación, pero plantando al mismo tiempo el pie con firmeza. Aún así no sabías decir a quién pertenecían.

Si vas a hacer algo, hazlo ahora.

Apagas la luz, y entonces te escabulles en la oscuridad, esperando por una oportunidad.

La madera es chismosa, por eso el crujido que hace la puerta al ser abierta es tan escalofriante que casi te dan ganas de entregarte. Aún así reprimes ese impulso, viendo como la sombra del gemelo se alargaba con la luz que entraba detrás suyo.

Era Len.

—Hey, ¿cómo es que te despertaste?— Preguntó hacia la oscuridad.—. Dime, ¿qué te preocupa tanto como para no poder dormir plácidamente por una noche? Te ayudaré a resolverlo... —

Tu mano tiembla cuando la pones en tu rostro para cubrir tu boca y nariz, sientes el sudor formándose en tu frente mientras que tus dedos de tu mano restante se aferran a la larga aguja para tejer que habían dejado atrás. Len se desplazó en silencio hasta la lámpara, y fue hasta que te dio la espalda que dejaste de esconderte.

Saliste de detrás de la cómoda, corriendo con todas tus fuerzas hacia la figura del rubio, tu mano alzada empuñando tu única arma y sintiendo tus nervios ayudándote a seguir adelante.

Lo atravesó.

La aguja atravesó sin esfuerzo alguno su hombro.

No brotó sangre, sus ropas no se mancharon de rojo, pero de todos modos Len se retorció de dolor. No hay forma de describir el grito que soltó, una combinación del de un humano pero con una distorsión bestial, un alarido que se sacó de tu trance de inmediato.

El rubio sostuvo su hombro mientras se arrodillaba en el suelo, alzando su mirada para encararte, mostrando sus ojos de un brillo ahora anaranjado plano que había remplazado sus vivaces ojos azules. Su expresión era de dolor, físico y emocional, como si estuviese viendo directamente a quien lo había traicionado.

—¡¡RIN!!

Llamó, su voz quebrada y rebosante de sufrimiento, suplicando por la ayuda de su gemela.

Fue hasta ese momento que el peso de tus acciones cayeron sobre ti, lo que habías hecho, lo que implicaba haber atacado a uno de ellos.

Corre.

—¡¡R-RIN!!

Tus pies descalzos habían dejado de sentir el frío, tus pasos rápidos y aterrados no les permitían permanecer mucho tiempo en el piso antes de que volvieras a levantarlos para seguir corriendo.

Tu respiración es tan escandalosa como la madera, todo el lugar crujía y gruñía por culpa del viento, como si de verdad se tratase de una enorme bestia en reposo. De fondo escuchas los gritos de Len, pero ni una sola señal de su hermana hasta ahora. No tenías idea sobre si eso era bueno o malo. Lo único que yacía en tu mente en ese momento era correr y cubrir tus oídos.

Si te encontraba y usaba su extraña habilidad de nuevo estarías perdido. Pero sin haber visto ninguna atrocidad por parte de ellos era difícil hacerse una imagen mental de la verdadera amenaza que eran. Como si tu instinto estuviese en guerra con tu cerebro, no confiabas en tu juicio, algo así de simple estaba en debate, y lo único en lo que estabas seguro es que era obra suya.

Te detienes en la vuelta del pasillo, tratando de recobrar el aliento que se había llenado del aire helado de ultratumba del lugar. El pecho te dolía, las piernas te ardían al igual que la piel de tu rostro, ¿por qué no parecía haber fin? ¿de verdad todas las veces que habías recorrido los pasillos era estando de la mano de uno de ellos? ¿para eso era, para que no te perdieras?

Sólo quieres salir de ahí, tan sólo eso, no querías vengarte, no querías llegar al fondo de eso, sólo querías irte a casa.

Seguías tirado en medio de la nieve, ¿verdad? Estás alucinando, era obvio, con todos esos detalles y toda esa atención. Con ese par de muñecos siendo tus guardianes, qué estupidez, qué tontería, ¿en serio ibas a creer algo tan irracional?

Tu divagación es interrumpida por un grito histérico que hizo temblar las paredes, podía sentirse el dolor y la sorpresa en sólo la forma en la que la voz se quebraba. Más agudo, más largo.

Y entonces comprendiste que Rin había encontrado a su hermano.

Eres hombre muerto, tal vez incluso más que eso.

"V-Voy a unirte de nuevo, sólo aguanta un poco."

"..."

"¡Por supuesto que voy a hacerlo! ¡Mira lo que te hizo! ¡D-Deja de defenderlo!"

Sostienes tu cabeza, con una horrible jaqueca simulando que tu craneo se partía en dos. Era insoportable, el pitido en tus oídos, la forma en la que el malestar te retumbaba hasta el alma, sus voces atormentaban tu mente, su dolor, su sufrimiento, todo era compartido.

El lazo se había hecho tan estrecho en sólo unos días. Tanto como para ser maldecido al igual que con un muñeco vudú.

Sal de ahí.

Ahora.

—¿¡Cuál es tu problema!? ¡¿En serio eres nuestro (T/N)!?—

Las paredes temblaron de nuevo al compás del rugido de ira, la voz de Rin ya no era energética y juguetona, ahora sonaba tan severa y sepulcral cómo la de un verdadero adulto. Venía de todas partes, se escuchaba lejos, también cerca, cómo si te hablara en en oído y cómo si te gritara entre una multitud. Confundía tus sentidos, entorpecía tu percepción del espacio, que junto a los tambaleos de tus piernas cansadas y entumidas te habían limitado a arrastrarte. Todo con tal de seguir en movimiento.

Sal de ahí, encuentra la salida, vamos, tienes que estar cerca.

¿Por qué te quiere a ti? ¿Qué clase de brujería los había traído a la vida?

Abres una puerta, luego otra, habitaciones completamente vacías, un par repletas de maniquíes, otra con las paredes tapizadas de hojas sueltas llenas de garabatos infantiles. La realidad dejaba de tener sentido, lo que se daba por cierto ahora era falso y lo que alguna vez consideraste racional sonaba como una estupidez. El mundo se distorsionaba con cada paso que lograbas dar, hasta que la esperanza volvió a ti cuando encontraste la sala donde todo había comenzado.

Estabas cerca.

La chimenea estaba encendida como siempre pero los sillones estaban fuera de sitio apenas centímetros, dejando a la vista que la persona que solía estar sentada ahí salió a toda prisa fuera de su asiento.

Con algo de desesperación te lanzas al lado de la chimenea para tomar uno de los atizadores, sin importar que tan oxidados o calientes estuvieran, estabas dispuesto a usarlos de arma.

Pero alguien se te había adelantado, ninguna de las barras de metal de hallaban en su lugar. Incluso la base había sido arrojada al fuego, ahora brillando en un rojo intenso luego de largos minutos sumergida en las llamas.

Adiós a toda esperanza, ¿qué se supone que hagas ahora?

¿Tendrán piedad si te rindes ahora? ¿Encontrarás otra oportunidad si te entregas?

El rugido del viento contra las ventanas te trajo de vuelta, como si el mismo clima te gritara lo que debías hacer en un llamado obvio. Romper una llamaría demasiado la atención, y tus pies descalzos no eran exactamente la mejor forma de desafiar a la nieve, pero en ese momento se trataba de las medidas desesperadas que la situación ameritaba.

Lo único que necesitabas ahora era algo lo suficientemente pesado para romperla, pero igual de liviano como para alzarlo sin problemas. Y el pequeño banquillo al lado de una de las cómodas parecía ser el candidato ideal.

Lo tomaste, decidido, ansioso por sentir la brisa otoñal en tu rostro. Alzando el mueble sobre tu cabeza y tomando algo de distancia es como te mentalizas de la fuerza que necesitarás aplicar, hasta que eres detenido por una nueva jaqueca, los laterales de tu cabeza son atacados por una punzante sensación que te desconcentra.

Está cerca.

Todo en ese lugar se pondría en tu contra, todo con tal de que no pusieras un pie fuera de los límites de aquella cabaña. Incluso la cabaña estaba bajo su control, entonces comprendiste que se trataba de una enorme casa de muñecas que es vigilada de arriba a abajo.

¿Por qué no haces nada a pesar de escuchar los pasos acercándose?

Escóndete.

Llevas tú tembloroso ser hacia detrás de uno de los sofás, quedando fuera del punto de vista de la única entrada al salón. Ya no te quedaba nada más que cubrir tu boca y rezar por que la rubia se confiara al no verte en primer plano dentro de la habitación.

Sus botas resuenan contra la madera, no está tranquila, no está disfrutando buscarte, podías percibir la preocupación en cada paso, las puertas siendo azotadas, tu nombre siendo llamado junto a más palabras que te niegas a analizar para no caer en trance.

¿Aquel banquillo serviría para defenderte? ¿Valía la pena intentarlo?

Quieres escabullirte un poco fuera de las espaldas del mueble para encontrar un mejor arma pero tu paciencia al moverte es lo que te termina encerrando en tu escondite original apenas escuchas el crujir de la madera siendo cada vez más nítida.

Abrió la puerta.

—(T/N).—

No la escuches, no, no dejes que lo hagan de nuevo, ignórala. Piensa en algo más antes de-

—Vamos, tienes que disculparte con Len.—

¿Disculparte?...

Cierto, lo lastimaste, lo atacaste por la espalda. Sería grosero no...

¡No, no! ¡Escucha otra cosa, presta atención a tu corazón, a tu respiración! Lo rápido que van, lo escandalosas que son, cualquier cosa es mejor. Arréglatelas, encuentra una solución.

¿Pero cómo se hace eso?

Su voz es monótona, severa, pero hay una ligera pizca de exaltación, o más bien, impaciencia. Ya no estabas seguro sobre si tu percepción seguía funcionando.

Deja todo ese escándalo y sal.

No puedes rendirte así, no te rindas. Debe haber algo qué puedas hacer.

Sólo tienen que hablar, lograrán entenderse. Todo estará bien.

Te harán pensar que todo está en orden, pero simplemente no pueden esperar a que renuncies a todo para quedarte ahí.

¿Por qué no? ¿De verdad es mejor regresar a casa y ser castigado por perderte casi una semana?

"¡Cállense, cállense, no puedo pensar!"

—Len lee sin parar, pero en el fondo es muy amable— Escuchaste la puerta cerrándose de nuevo, junto a los pasos adentrándose a la sala.—. Si un día te sientes decaído, puedes recurrir a él y te animará sin dudarlo. Yo no soy buena en eso, soy más de sacarle provecho a esos días en los que tienes mucha energía pero pocas ideas en qué invertirla.—

"Se complementan."

¿Entonces para qué te quieren a ti?

—Así que... —

Alzas de nuevo tu mirada, perdida en la ventana, preguntándote cómo se sentía la nieve sobre la piel, cómo era el dolor en tu pecho al respirar el aire frío de aquel día. Parecía una eternidad reducida a unos días.

Y entonces sientes una mano acariciando tu espalda encorvada.

—... deja de ser obstinado, por favor.—

Sus ojos.

Brillan con el mismo tono anaranjado que el de su hermano, mostrando la verdadera naturaleza de su sonrisa.

Alza tu mano, defiéndete, aléjate de ella, corre, no dejes que te engañen de nuevo.

Di algo, desahoga tu terror, muestra tu irritación, levanta la voz, lo que sea, pero no te dejes controlar. No vuelvas a ser ese tú.

—... p-pero... —

—Dime, ¿rechazas el afecto porque el abuso es tu rutina? ¿O es que en verdad nos odias?—

¿Cómo vas a odiarlos luego de ser tu mayor comfort por años? ¿De dónde sacas todo ese terror, todo ese pánico?

—... N-No lo sé.—

—Confía en nosotros entonces— Te dijo, con su mano lentamente acercándose a tu rostro, acariciando tu hombro en un consuelo silencioso. Incluso si no lo demostraba, la irritación en tus ojos por contener las lagrimas le partía el corazón, tu respiración irregular le pone los nervios de punta, casi prefería que te quedarás dormido seréname para siempre.—. No te preocupes por nada más, sólo encárgate de sonreír para nosotros.—

Cerca de cubrir tus ojos, cerca de acabar con el problema es cómo baja la guardia sin percatarse a tiempo de ello.

Sostener el banquillo con sólo una mano no te dio el mejor agarre a la hora de alzarlo pero fue lo necesario como para obtener una minúscula ventaja. Los ojos de Rin se abrió a la par, sus cejas se alzaron por la sorpresa y por un instante se tambaleó de reversa. Golpeaste su cabeza sólo con la fuerza necesaria para desorientarla, tus manos temblaban y apenas lograste aparatarte unos centímetros.

La rubia sostuvo el costado de su cabeza mientras se quejaba, los mismos lloriqueos que su hermano, apenas más agudos en diferencia. Como un animal herido, un llamado que quiebra el corazón de quien lo escuchara, encendiendo el instinto de querer ayudar, cayendo lentamente en su cebo.

Diste vuelta aún estando sentado en el suelo, listo para escapar de nuevo, listo para una nueva persecución, pero el dolor en tu mandíbula cuando caíste de cara contra el piso te aterró tanto como caer hacia un barranco. Una mano cerrada sobre tu tobillo derecho que te jalaba de vuelta a tu sitio original. Tal vez hubiese sido mejor no mirar hacia atrás, sin duda cualquier cosa habría sido mejor que encontrar aquellos ojos llenos de estrés y molestia mirándote directamente, casi juzgando tu alma.

¡Ya basta!— Te ordenó y tu única respuesta fue intentar patear sin cuidado para zafarte de nuevo, era inútil, su agarre era tan firme que casi sentías sus uñas enterrándose en tu piel.

Finalmente mostraba su verdadera fuerza.

Un forcejeo interminable, una pelea de niños donde lo mejor que podías hacer era tirar del cabello del otro, hasta que uno comience a llorar y entonces debas pedir disculpas. Todo eso llevado a otro nivel. Te sacudías de un lado a otro, tratando de escapar del contacto visual y de darle el más mínimo gramo de atención.

—¡No, déjame sólo! ¡Aléjate!— El pánico subía por tu garganta, el estrés te orillaba a la necesidad de llorar, aún así no dejabas de forcejear, no dejabas de al menos seguir intentando.

Pero finalmente su mano se posó sobre tus ojos y tu frente, obligándote a permanecer con la nuca pegada al suelo. El impacto fue doloroso, te aturdió, y aún peor, te había robado todas las energías de seguir forcejeando.

Tu respiración era errática, exhausta y sofocante al mismo tiempo. A comparación de la Rin que ni siquiera existía, que ni siquiera necesitaba algo tan extraño como respirar.

Tus manos se aferraron a su muñeca e intentaron apartarla, nada, tus esfuerzos eran inútiles contra ella, ¿cómo habría sido si fuesen los dos quienes pelearan contra ti? La idea te aterró y por lo mismo dejaste de gastar energía en ello.

No podías ver su rostro, sin siquiera una pista de la expresión en su cara era cómo imaginaste de su ceño fruncido en ira, casi deseando encajar sus dedos en tus ojos.

Así que finalmente te das el lujo de llorar, aún con su mano presionando contra tus párpados.

¿Qué habías hecho mal? ¿Por qué les parecía tan mundano querer seguir con tu vida? Entonces lo entendiste, ellos no comprenderían lo que implicaba el crecer, los placeres y los desafíos, la satisfacción de no ser el mismo tú de ayer.

Ellos estaban congelados en el tiempo.

Y no habría forma de hacerles cambiar de opinión.

—Qué egoísta.—

—... ¿Uhm?... —

—Pedirme que los escuche pero ustedes se deshacen de mi cada vez que pregunté algo problemático. Ustedes... son iguales a ellos.—

Aquellas palabras alcanzaron a la rubia, haciéndola aflojar su agarre sobre tu rostro, ¿cómo ellos? ¿Cómo aquellos que te hicieron tanto daño?

No, ¡no, lo entendiste mal! ¿A esto se refería Len? ¿Por esto temía tanto ser severo contigo?

—... (T/N)-

La patada que logras darle en el pecho la interrumpe al mismo tiempo que la obliga a salir de encima tuyo. Ahora ni siquiera dudas, ni siquiera tropiezas, tan sólo te levantas y comienzas a correr hacia la puerta.

El pomo está frío, y tus manos resbalosas no te dejan abrirla como te gustaría, pero lo logras, al abrirla una enorme satisfacción te llena el pecho, lo suficiente como para hacerte sonreír. Estabas listo, para explorar la casa hasta encontrar la salida, para regresar a tu hogar, todo volvía a brillar y finalmente te sentías digno de estar orgulloso de ti.

Pero apenas atraviesas el marco de la puerta eres atrapado en un abrazo demoledor que te roba el aliento, tanto por la sorpresa como por la fuerza de los brazos que te rodearon.

Len dio unos pasos en reversa para detener tu impulso y al lograrlo se termina aferrando aún más a ti. Su brazo derecho no responde tan bien por su herida, pero sólo necesitaba uno para sostenerte y para dejarte sin escapatoria.

Ellos eran los mejores formando planes después de todo.

Interpusiste tus brazos, intentaste extenderlos, intentaste apartarte, pero nada servía. Solamente lograbas perder cada vez más el aire cada vez que su agarre se volvía igual de firme, cerrándose lentamente hasta que te rindieras.

Rin se recuperó de la confusión y cuando encontró el rostro de su hermano se dio cuenta de lo doloroso que era lastimarte para él, lo duro que se esforzaba para no ceder a tus suplicas. Casi al borde de las lágrimas, al igual que tú. El brillo anaranjado de sus ojos era mucho más tenue y su mirada parecía perdida, puede que incluso sus dientes artificiales cediesen a la presión que estaba haciendo con su mandíbula.

—Shh, shh... —

Susurraba el rubio mientras sentía como tus forcejeos perdían fuerza, tanto que hasta logró guiarte para que te arrodillaras junto a él. Lo único que te quedaba era balbucear inentendibles suplicas para que te soltara, rogándole que debías irte, disculpándote por lastimarlo, prometiéndole que los visitarías si con ello te dejaban volver, pero se obligó a ignorarte, a pretender que tu dolor no existía, incluso si sentía tu abdomen esforzarse en subir y bajar.

Rin se levantó del suelo, acomodó el sofá deslizándolo un poco y enderezó el banquillo para regresarlo después a su lugar. Sus manos sacudieron el vestido lleno de tierra y polvo, y hasta entonces se acercó a donde su hermano abrazaba tu ahora inconsciente ser.

Len alzó la mirada para encontrar la de su hermana, ¿había hecho bien? ¿Eso era lo mejor para ti? No quería dudar, no quería pensar en que no los necesitabas, pero por un segundo había mostrado debilidad.

Lo único que podía calmarlo era tu sereno rostro al dormir. Sabiendo que sólo ellos podían cuidar y preservar esa tranquilidad.

Eran como modales, ¿cierto? Cosas que aprenderías y que aceptarías, sólo tendrías que cooperar y finamente podrían vivir los tres juntos en paz.

Cuando Rin se alejó un poco para tomar su set de costura fue cuando Len recobró la percepción de su cuerpo lastimado. En cómo de la llaga en su hombro se podía ver el material que remplazaba los órganos y los músculos dentro suyo. En cómo nunca habían dejado de ser lo que realidad eran sin importar cuánto intentasen parecer lo contrario.

Con el intercambio de miradas entre ambos hermanos lograron llegar a un acuerdo. Tenían que repararlo, así como luego tendrían que hacer contigo.

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