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Todoroki Shotō -≫ Boku no hero academia


- Pedido hecho por: Original
- Advertencia: Primera vez que escribo sobre este personaje. Tal vez OOC.
- Relación: ¿¿Predestinados??
- Número de palabras: 7305 y tres cuartos.
- N/A: AU! Halloween (?) Todoroki vampiro, Reader humano, con eso dense una idea.

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Basado en:

Manhwa; The Sweetest Man
(2015 - 2019)

Por si no han leído este manhwa (el cuál recomiendo bastante) cabe aclarar que se dan varias libertades para las habilidades de los vampiros(?

Las importantes es que, en general, los vampiros suelen tener un "kin" (familiar) de quienes toman sangre, esto no es obligatorio pero es común. Y aparte está la posibilidad de que sean "compatibles" (cosas de la sangre del familiar, poniéndolo simple).

Basta con beber la sangre de un humano para convertirlo en familiar, no necesariamente hay que morderlo ;b

Es mucho que explicar, pero eso es lo más importante(?

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Parte 1
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El mundo alberga misterios infinitos, misterios que llevan a los numero hasta más allá de las cuentas naturales que podrías manejar si dedicases tu vida a eso, y tan sólo a eso. Ramificaciones de historias perdidas, la creación de rumores, la modificación de antiguas leyendas, el surgimiento de nuevas, todo formaba parte de un misterio que le daba ese encanto a la historia de la humanidad.

La historia de la humanidad conviviendo con los que se declaraban superiores. Las criaturas que todos creen ficticias hasta que sus propios ojos llorosos gritan que todo es cierto.

Pero del otro lado, para esas criaturas su existencia es algo común, así como la convivencia con humanos. No temen a nada, no tienen leyendas, no tienen rumores, sólo su longeva existencia.

En este caso, eran los vampiros.

Parecidos a las personas comunes, habilidades extraordinarias por aquí y por allá, costumbres extravagantes en un lado y una forma peculiar de actuar en el otro.

Eso eran ellos, una raza diferente, una ramificación de los humanos. Una superior.

Y en su habilidad por destacar y ser distintos a la gente promedio es como su legado formaban las casas más poderosas que gobernaban en esas tierras. La más refinada burguesía, la más excepcional generación de herederos, los mejores en cuidar los terrenos que les eran dados.

Un montón de cosas estrictamente planeadas que salían tan bien como para creerlo. Es así cuando la mayoría sabe que no es obra de un humano, pero si de alguien superior.

Eso eran los vampiros.

Nada de merodeadores de la noche o acosadores sedientos por la desesperación de sus presas conscientes. Esos rumores siempre fueron divertidos para Shotō, desde que era pequeño se preguntó qué era aquello que hacía que los humanos temiesen esos cuentos.

Él era muy parecido a ellos, tal vez ellos no tomaban sangre y tampoco les irritaba el sol, pero él sabía hablar, andar, convivir, sonreír, eran casi iguales. Y en lo personal le encantaba aprender sobre ellos, pasar horas admirando desde el ventanal a las personas caminar y metidas en sus asuntos. Era una calma combinada con curiosidad que nunca se apagó.

Ellos eran iguales.

Pero siempre estaba ese algo que le recordaba su lugar en el mundo.

Bueno.

Más que algo, un alguien.

Él no era el mayor, y por ende no sería la cabeza de la casa ni en el más lejano de los futuros, a pesar de eso la presión era real. Su vida estaba predestinada a la grandeza, tal vez no en liderar pero si en una especialidad. El manejo de los familiares, la distribución de la sangre, incluso en labores más humanas y comunes; comunicación y relaciones con las otras casas del reino, acuerdos comerciales, alianzas.

Cosas aburridas de adultos. Eso es lo que eran.

Y todo había empeorado desde que Touya escapó. La presión y el estrés lo carcomieron hasta los huesos que, para cuando la noche en la que desapareció llegó, parecía un cadáver andante.

Desapareció, y sus hermanos terminaron cargando con las consecuencias.

Aunque ese es tema aparte, Shotō era muy pequeño cuando ocurrió así que no sabía cómo sentirse al respecto, eran sentimientos confusos y sin lugar para dejarlos salir.

Las únicas pistas que tenía era el nerviosismo de su hermana cada vez que preguntaba por detalles para, algún día, conocer la historia completa.

Preguntar a Natsuo había dejado de ser una opción, apenas podía verlo, apenas podía saber de él. Luego de que el mayor original escapase todo quedó en sus manos, Fuyumi fue puesta de lado sin esfuerzo junto a la noticia de la desaparición del heredero.

Y su madre, bueno, ella ya no estaba cerca. Se les había adelantado a todos, una despedida inesperada, provocada por la tristeza que era perder a un hijo.

Ella murió de amor y melancolía.

Con tragedias en peligro de salir a la luz el nombre de la casa estaba en juego. Y luego de perder parte de su familia, el honor del apellido Todoroki era lo que había pasado a ser lo más importante para su padre.

Crecer en un ambiente tan tenso y poco amigable terminó haciendo que Shotō buscase confort en la soledad. Su habitación podía ser del tamaño de la casa de un campesino, espaciosa, con techos altos y los muebles separados entre sí, pero incluso si tuviese un cuarto completamente vacío para gritar y llorar no dejaría de tener esa presión en el pecho que tanto le atormentaba.

Desde que su hermano había escapado las puertas de los balcones fueron cerradas, y sin aquella vista rápida que le daba al pueblo cada noche se sentía como en una jaula.

Una jaula de oro.

Que caerá al mar y se hundirá con la persona que tiene adentro. Hasta las profundidades, resguardando los secretos que nunca deben ser contados.

Cuando esos pensamientos nublaban su cabeza lidiaba con ellos jalando su cabello y escondiéndose bajo las sábanas; era un temor irracional, sin raíz más que su imaginación aún inmadura, aún así era real. Tan real que dolía la presión que hacía con su mandíbula sobre sus propios dientes.

Solía correr a los brazos de alguno de sus hermanos para tranquilizarse, de manera casi diaria que era rara la noche en la que Shotō faltase a tocar la puerta de alguno de ellos. Pero con el tiempo las responsabilidades los alcanzaron y el tiempo que podía pasar con ellos se recortó abruptamente.

Shotō perdía apoyo con cada década que pasaba, sin saber lidiar con sus emociones o con la pesada soledad que se encajaba en sus hombros.

Entonces cierta mañana cuando la primavera comenzaba decidió escabullirse junto con los cocineros, encontró un escondite entre la despensa de alimentos y caminó fuera de su hogar a través de la reja cuando el jardinero se distrajo. Por un tiempo siguió a uno de los sirvientes que se encaminaba a sus mandados diarios y por lo mismo nadie lo cuestionó ni tampoco lo detuvo.

No necesitaba depender de las personas de siempre, si quería compañía él podía encontrar a alguien más. Y no necesariamente sería alguien, tal vez algo podría distraerlo lo suficiente, quería encontrar algo que capturase su curiosidad, quería tener interés en algo de nuevo.

Cualquier cosa serviría.

El sol era molesto, su vista se irritaba fácilmente y sentía incomodidad en su piel descubierta. Se cansaba más rápido y cada sombra que le daba cobertura era como un oasis para refrescarse antes de seguir buscando.

No tardó mucho para llegar al pueblo, la gente seguía en sus asuntos aún con él recorriendo los caminos recubiertos por roca, los mercaderes cantaban sus precios y la calle estaba llena de vida. Tanto movimiento, tanto ruido, nada parecido al silencio de ultratumba que conocía en la gran mansión donde vivía.

¿Tanta vida en verdad podía existir solo a unos pasos? Era asombroso.

Y las cosas sólo mejoraron cuando conoció a cierto campesino que cargaba en sus hombros un par de costales rebosantes de tierra.

Las cosas sólo mejoraron cuando te conoció.

Esquivaste su pequeña figura en un reflejo bien agudizado y le dijiste, con una voz algo molesta, que no se metiera en el camino de los demás.

Tus palabras no bastaron pues terminó siguiéndote hasta el granero donde dejaste caer las pesadas bolsas que traías encima. El heno se levantó por el impacto junto con la tierra suelta del piso y creó una nube que hizo al menor de los Todoroki estornudar. Entonces te diste la vuelta, encontrando al menor parado a unos metros, con su mirada curiosa puesta en ti.

Su ropa elegante y bien cuidada te dijo de inmediato que no era un vagabundo o similar, pero que sin duda estaba muy lejos de su hogar, supiste de inmediato que estaba perdido.

Nadie sabía de la familia de vampiros que controlaba aquellas tierras, es por eso que tu primera reacción fue aparentar interés.

Seguramente hubieras entrado en pánico tratándose de una cría de aquellas bestias.

A tus ojos era pequeño, un niño común, sano pero realmente pálido, tal vez en sus trece años (en apariencia al menos). Lo que más destacaba era su cabello extravagante y sus ojos de color distinto.

Un niño de lo más extraño si te preguntaban.

Desde el punto de vista de Shotō las cosas fueron bastante diferente, algo en su curiosidad se encendió, una esencia extraña y amigable para su olfato sobre desarrollado que tenía fuente en tu alta figura descuidada. Un pequeño impulso necesario que le dio la idea de que seguirte terminaría en algo bueno.

Era un olor apenas presente, debía concentrarse un poco para encontrarlo entre los aromas naturales del pueblo y el bosque cercano. Una fragancia entre granos de café recién molidos, fuerte, persistente, pero a su vez era suave y confortante, como pan salido del horno.

Quería disfrutar de ese aroma un poco más.

—Uh, ¿qué estás haciendo aquí?—

—Sólo estoy viendo.—

—¿Viendo?— Preguntas de nuevo, para asegurarte de haber escuchado bien, no estaba siendo tu mejor día y sin duda que un señorito malcriado llegase tan sólo para burlarse en tu cara no sería lo que lo mejorase.—Niño, a los mirones aquí se les usa para alimentar cerdos.—

—¿En serio?— En lugar de asustarlo pareció emocionarse, sus ojos destellaron en curiosidad y sus cejas se fruncieron un poco, como si quisiese saber si mentías con sólo una mirada mínima de presión.

No sabías cómo seguir con una situación tan irreal.

—Uh... No eres de por aquí, ¿cierto? ¿qué haces merodeando tan descuidado?— Shotō se balanceó sobre sus talones y meció sus bazos, fingió interesarse en las cajas de leche cercanas y comenzó a tararear una vieja canción, tanto que estabas seguro de que ni siquiera habías nacido cuando fue compuesta. Suspiraste y te enderezaste antes de acercarte a donde estaba el menor.—Bueno, mientras piensas en una excusa, ¿por qué no me acompañas a alimentar a los cerdos?—

—¿¡...!? — Dio un paso atrás y casi pierde el equilibrio, de inmediato negaste con ambas manos para calmarlo.

—¡No, no, no es para eso! ¡Tranquilo!— Mientras él se calma con una facilidad envidiable tú sientes como el alma se te va a los pies del susto. No sabías qué podrían hacerte si el pequeño trotamundos iba a contar lo que sonaba como una amenaza. Entonces reíste por tus nervios.—Niño listo, ¿eh?—

Shotō sonríe levemente, alegre por el cumplido.

—¿Qué comen los cerdos?— Pregunta, su voz es suave, casi un susurro, producto de tantas ocasiones en la que le corrigieron sobre no levantar la voz delante de un adulto.

—Un poco de todo.— Antes de salir de aquel granero descuidado tomas una de las cuerdas que colgaban en la pared y la dejas caer sobre tus hombros cansados.

Sin poder caminar con la libertad de siempre debes bajar el ritmo al sentir como Todoroki se sujeta a tu camisa desgastada.

Desde ese día te habías conseguido sin querer un pequeño compañero de trabajo.

[...]

—¡Joven maestro!— Una chica de rostro amable gritaba por la plaza, su ropa estaba impecable y vestía un hermoso vestido de sirvienta. La preocupación estaba tatuada en sus facciones y desde lejos se podía notar como jugueteaba con sus manos.

Escondiste la cabeza cuando pasó cerca de donde estaban y tuviste que empujar la pequeña cabeza de Todoroki para que no se asomara. Al final ambos rieron al ver que se habían salido con la suya de nuevo.

Luego de que Shotō hubiese encontrado los momentos indicados para escaparse apenas podían seguirle la pista en su hogar. Con todos estando en sus asuntos quedaba en manos de sus cuidadoras encontrarlo, todos sabían de sus aventuras y tanto como sus padres como sus hermanos carecían de interés.

Pero más que eso, en una perspectiva escondida, parecía que intentaban compensar algo.

—No sé si sea cosa de lo señoritos pero es difícil entender por qué prefieres estar aquí antes que en esa enorme casa.—

Todoroki apoya su cabeza en tu brazo al no alcanzar aún tu hombro, pensativo y buscando tu mano para mirarla de cerca, la diferencia de tamaño era notoria e incluso su tono de piel pálido al lado del tuyo era suficiente para capturar su atención.

Hace unas semanas había comenzado sus lecciones para poder cambiar su cuerpo a voluntad, ¿podría alcanzarte en unos días si entrenaba duro? La idea de no parecer un niño a tus ojos le llamaba, ¿cómo le hablarías? ¿aún usarías palabras simples? ¿le mostrarías lugares peligrosos?

Quería crecer, y con cada semana que pasaba aprendiendo a tu lado le daba la impresión de que el tiempo simplemente no era suficiente. Tener que regresar a su cuarto vacío y frío para esperar a que despertases era aburrido, ¿si preguntaba le dejarías quedarse contigo al menos una noche?

Parecía que nunca se te acababan los temas de conversación, mostrabas una gran pasión con cada explicación que soltabas y no tenías filtro alguno cuando te quejabas de la vida. Esa tranquilidad con la que hablabas cerca suyo le hacía sentir bienvenido y querido, pero dentro de Shotō algo le decía que eras amable sólo por su posición como noble.

Y eso le bastaba, por ahora.

—Allá no tengo a nadie con quién hablar normalmente, mi padre está casi siempre fuera y mis hermanos están ocupados— Su voz sale triste, desanimada, tu respuesta se limita a tus cejas curveadas por la pena.—, aparte esas mujeres siempre me dan la razón a todo cuando pregunto algo, es aburrido. Tú me explicas todo y me enseñas cosas, los libros también son aburridos.—

—¿Entonces te gusta estar aquí porque pones a tu pequeña cabeza a pensar?—

—Supongo... — Shotō imaginó cómo sería la situación en la que te enseñase su hogar, darte un recorrido y ver que tenías qué decir. Tal vez alguna burla sobre su forma de vida elegante o un asombro genuino. También pensó si te llevarías bien con Fuyumi y con Natsuo.

Una idea le llegó, ¿podría convencerlos para que te contratasen? No perdía nada al intentarlo y cualquier cosa sería mejor que comer en silencio con sólo los cubiertos en su irritante sinfonía al chocar contra los platos.

Podría iniciar una conversación, una real.

—Eres muy extraño, joven maestro.—

No me llames así, por favor— Al reír sacudes su cabello, aquellas hebras que tanto adorabas despeinar con aprecio, fascinado por la combinación. Shotō no mostró molestia alguna, comenzaba a agradarle.—¿Entonces está bien si me quedo un poco más?—

—No veo por qué no.—

(T/N), el nombre que siempre estaba alegre de escuchar. El que le encantaba repetir siempre que podía.

Shotō, la palabra que podía agregarle un poco de color a un día lúgubre.

La diferencia radicaba en la importancia y cariño incondicional excesivo con el que el menor de los Todoroki cuidaba aquel nombre.

Debió aprender a esconder sus emociones, se dio cuenta de eso tarde, pues cuando lo supo, su padre estaba enterado de su apego a un humano común y sin nada en especial.

[...]

Unos días después Shotō se presentó con varios centímetros de más en su altura, en los meses que había pasado acompañándote fuiste testigo de su crecimiento tenue. Te llenaba de orgullo verlo crecer por alguna razón, se te hacía realmente encantador.

Parecía que su voluntad por alcanzarte le afectaba, no había nada más que le molestase que cuando te burlabas de su tamaño menor al promedio. A ese paso pasarías los veinte y él estaría a tu altura.

No sabías como sentirte al respecto, siempre creíste que era por la alimentación refinada que recibía, y al responderte a ti mismo ya no le dabas tantas vueltas.

Siempre que veías algo raro hacías ojos ciegos, con temor a indagar en la familia o ascendencia de los Todoroki. Un paso en falso y desaparecerías sin dejar rastro alguno.

Sólo bastaría con decir algo incorrecto y hacer enfurecer de verdad a aquel chico que no paraba de pegarse a ti.

Todo fue mejorando (a pasos torpes) y con un -ya mayor- Shotō apegado cada vez más a la persona de quien podía decir abiertamente que quería.

Cada nueva visita traía consigo algún obsequio improvisado, algunas flores mal envueltas en papel, una herramienta que remplazaría alguna de tus oxidadas, una prenda limpia que solía pertenecer a Natsuo.

No sabías como responder a tanta atención, menos viniendo de un pequeño noble.

Pero bueno, Shotō parecía feliz cuando aceptabas sus detalles. Su mirada seria ganaba algo de brillo y en ocasiones se sonrojaba de vergüenza cuando le agradecías.

Ya no podía contener su emoción al salir por su paseo diario, podía verse claramente en sus rasgos ya más maduros. Su hermana, Fuyumi, le dedicaba una sonrisa cada vez que lo encontraba atravesando el jardín para salir; su hermano, Natsuo, estaba aliviado de que alguien pudiese llenar el puesto que él no tenía oportunidad de ocupar por sus obligaciones.

En una realidad alternativa, donde las cosas estuviesen mejor que nunca, su madre no lograba contener la emoción al ver que su pequeño compartía su amor por los humanos.

Ellos, como los seres inmortales que eran, los acompañarían hasta que sus vidas se apagasen. Como parpadeos comparados a la eternidad, pues encontraba confort e interés en ver cómo se adaptaban a los tiempos cambiantes.

Era la cosa más hermosa de apreciar desde su perspectiva, y tener aquella oportunidad le daba una razón a su longeva existencia.

Su padre, bueno, era difícil de entender. Aunque su voz estricta y sus facciones serias nunca cambiasen parecía estar de su lado. No tenía queja alguna, no había razón para tenerlas.

Todo estaba en armonía.

Tanto que Shotō no vio lo raro cuando su padre le dio el permiso de llevarte a conocer el interior de su hogar.

—Espera, espera, espera, ¡dame un respiro!— Dices, tratando de resistirte al agarre del mitad albino que te guiaba por el sendero que llevaba a la enorme casa que se alzaba sobre una colina algo apartada.

—Puedes descansar en la cima.— Responde de vuelta, con la simpleza de siempre. Sólo puedes reír por el nerviosismo.

¿¡Acaso nunca se cansaba?!

—Hace un segundo estaba arrastrando una carreta llena de madera, ten un poco de piedad conmigo.—

—No eres un anciano para que digas algo así— Entonces detiene su carrera abruptamente para poder pensar mejor, su mirada confundida recae en tu rostro exhausto.—... no lo eres, ¿cierto?—

—No es... eso.— Es difícil formular la oración que pensabas al principio, debes recuperar el aliento, tienes una presión en el pecho y un vacío en el estómago que era doloroso. Debías dar un esfuerzo para seguir en pie, día tras día era soportar ese vacío por la falta de comida, solías dar lo que conseguías a los demás, nada de lujos, sólo lo necesario para mantenerte intacto.

Trabajar rápido y acabar lo antes posible, antes de que el cansancio te atrapase. La resistencia no era lo tuyo, es por eso que tenías tanto tiempo libre para pasar con el pequeño noble.

—Por favor, (T/N). Sólo un poco más... —

Con las manos apoyadas en tus rodillas, encorvado sobre ti mismo. Detén la respiración, y ahora suelta, aún te duele el pecho por correr colina arriba pero los pequeños jalones que da Shotō en tu manga te da ánimos para enderezarte.

Un pequeño caprichoso, experto en pedir las cosas con su voz serena, así no había manera de que le negasen algo. No sabías si era consciente de su poder o era un don natural.

Sea cual fuese la respuesta era otra victoria para él.

—De acuerdo, de acuerdo... — Puedes verlo desde la altura, con esos escasos centímetros de diferencia que aún conservabas. Puedes distinguir una sonrisa tenue asomándose en sus labios; cuando controlas tu respiración frenética lo ves con la intención de guiarte de nuevo, lograste detenerlo al apartar tu brazo rápidamente. La reacción inesperada hizo que algo en el interior de Shotō se estrujara, se sintió herido y asustado al mismo tiempo.—, pero debes dejar de llevarme cómo si fuese un trapo viejo. Si puedes cumplir con eso te seguiré a donde quieras, ¿trato?—

—Trato.— Sacudes su cabello luego de la pequeña negociación, en cambio él ríe por el gesto.

Entonces era la forma en la que te guiaba, no el lugar a donde se dirigían. Shotō hizo una nota mental luego de aquella conversación.

Su corazón estaba satisfecho.

Pensando que era igual para ti.

[...]

Nunca antes habías experimentado una sensación así, cientos de miradas sobre ti, sirvientes, jardineros, cocineras, toda la gente que ayudaba en aquel -casi- castillo. Confusión, curiosidad, una expresión de incapacidad de creer lo que ocurría.

El menor de los Todoroki con la emoción plasmada en su rostro, guiando de la mano a un joven granjero, de aquí a allá mostrándole un sinfín de cosas al pobre chico incapaz de entender las palabras elegantes que salían de la boca del medio pelirrojo. Le mostraba los cuadros cercanos que colgaban en las paredes, explicaba la historia de la pintura y pasaba a la siguiente artesanía más cercana para seguir con el patrón.

Al cruzar por los pasillos interminables se topaban con las personas que ayudaban en la enorme casa, algunos te reconocían por tus padres, otros por la mínima reputación que tenías en el pueblo, otros saludaban con simpleza a Shotō e ignoraban tu presencia.

Un ambiente que combinaba la calidez de la presencia y la frialdad del vacío por el tamaño exagerado de aquel lugar.

En algún punto el día se acabó, el sol estaba por ocultarse y te sentías mentalmente agotado, no tenías la energía para seguirle el ritmo a Todoroki y las miles de cosas que quería mostrarte.

La luz anaranjada no podía llegar al interior gracias a las pesadas cortinas que cubrían las ventanas, tan largas que quedaban arrastrando; sin la iluminación natural era difícil adivinar la hora y sólo fuiste libre hasta que Fuyumi se les acercó para preguntar si debían poner un lugar extra en la mesa para ti.

Shotō pareció sorprendido cuando se percató de la rapidez del tiempo, su mirada regresó a esa seriedad y simpleza cuando dijiste que debías irte.

—¿No puedes quedarte un poco más?— Te preguntó, aún con las piezas de ajedrez en las manos. Le sonreíste apenado y rascaste tu nuca para desviar la vista. Estabas convencido en que su poder de persuasión venía de sus ojos que desbordaban curiosidad y misterio, si hacía contacto visual no podrías negarte.

Podría ser un pequeño noble, pero debías poner límites. La posibilidad de ser sólo un capricho para él era la más acertada, pero mientras fueses una persona querías mantener el mínimo de espacio propio. Caminando en la delgada línea del riesgo que implicaba llevarle la contraria a alguien como él.

—Perdón, pero alguien debe cuidar a los animales, si no les cantas en la noche no duermen bien— En su rostro aparece una sonrisa entristecida que no dura mucho, la culpa comienza a golpearte lentamente.—. Sabes que eres bienvenido siempre que quieras.—

—Gracias por venir.— Responde de vuelta, expresando la honestidad de sus palabras usando sólo el tono de su voz serena.

Ríes entre dientes y entonces te giras hacia la joven que miraba enternecida a su hermano menor. Bajo sus ojos yacían las ojeras luego de noches de estudio pero su pose permanecía recta y fina en todo momento, como un reflejo involuntario.

—Con permiso.— Hablas, con una pequeña reverencia en su dirección.

—Fue un placer tenerlo aquí.— Te imita y su voz es tan tranquila que hizo que tus nervios desaparecieran. La leve sonrisa que te dedicó te dio la confianza para caminar recto junto a la persona que te guiaría a la salida.

Otro día llegando a su fin, no sin antes de cerrarlo con una charla entre padre e hijo.

Luego de la cena y antes de la hora de dormir, cuando todo es silencio y oscuridad, la alta silueta reconocible de su progenitor apareció a la vuelta del pasillo que conducía a su habitación. Enji Todoroki interceptó al menor de sus hijos y le pidió tiempo para hablar de algo importante, según sus palabras.

Shotō escuchó con indiferencia la explicación extensa de su padre, asintiendo cuando debía y negando si era necesario, respuestas de apenas monosílabas y sin decir cosas que no le preguntaba.

—Aún siendo un campesino, parece ser especial para ti— Shotō asintió, era algo obvio, ¿dudaba de que fuese un apego real? ¿qué sentido tenía eso? Frunció un poco el entrecejo pero de inmediato se calmó, no tenía nada más qué decir.—, ¿tan especial como para pasar la eternidad con él? Algo así no se debe decidir descuidadamente. Asegúrate de estar de acuerdo con tu respuesta.—

Volvió asentir, ninguno de los dos expresaban algo en sus facciones. Era más bien una competencia de miradas.

Más que un agrado, más que un amigo, más que algo fraternal o mera admiración, estaba convencido de que lo quería, un paso cerca de volverse un "te amo". No tenía experiencia, y nunca obtuvo una explicación detallada, pero sabía que las emociones que no podían ser controladas le daban la razón.

—Hace tiempo que dejó de ser curiosidad.— Admite y el entrecejo de Enji se frunce un poco, fue como un tic que de inmediato corrigió.

—Si estás completamente convencido entonces debes saber de la forma en la que puedes estar a su lado todo el tiempo.— Por primera vez en aquella noche su padre había dicho algo que le interesó genuinamente, acomodó su pose y alzó la mirada hasta encontrar la de su progenitor, atento a lo que seguía.

Un secreto mal confesado que aprovechaba de la ingenuidad de un Shotō lleno de euforia.

Un secreto de vampiros con un uso totalmente distinto.

Un contrato que tenía las líneas pequeñas ocultas más allá de lo aceptable. Tanto como para ser un engaño cruel.

Eso fue lo que le había respondido una noche antes del despertar de una tragedia.

[...]

La esencia que tanto adoraba, la combinación de un aroma fuerte atenuado con otro más ligero. Una fragancia que venía junto a la voz animada del humano que tanto apreciaba. Levantaba la vista y te encontraba admirando el horizonte, su mirada te llamaba y al atraparlo observándote le respondías en silencio con una sonrisa ladeada antes de volver a tus pensamientos.

—¿Cuál es la canción de los animales?—

—¿Mhm?—

—La canción para hacer dormir a los animales— Su interés cae al pequeño corral que resguardaba los pocos cerdos que poseías, ocupados en devorar la comida que apenas habías servido.—, dijiste que les cantabas en la noche, ¿puedo escucharla?—

—La canción... Oh, si, la canción— ¿podrías ser castigado por mentirle? ¿había una sanción por algo así? Fue un engaño piadoso, nada que hiriese a nadie, aún así debías pensar rápido, la expresión paciente de Todoroki era penetrante hasta el alma.—. No soy bueno en esas cosas, se duermen para no oírme, ese es el truco.—

Eres el mejor improvisando. Si él no estuviese viendo te darías a ti mismo una palmada en la espalda.

—¿Puedes cantarla aunque no sea de noche?—

Pequeño insistente, no podías esperar a que dejase de interesarse por ti.

Pues si, aunque... — Olvídalo, no tienes una excusa esta vez. Te resignaste a que serías obligado a inventar una tonada o traer alguna vieja a tu memoria. Así fue, tenías una que habías olvidado, una que escuchabas a diario con tu madre como intérprete.—, mi señor, espero que nadie crea que estoy agonizando... —

"There will come a soldier...
... who carries a mighty sword"

[...]

¿Qué es este lugar?— Tu voz resuena como un eco contra las paredes llenas de adornos, una gran habitación en la que hacía frío pero que a su vez dejaba entrar la luz de la luna llena de aquella noche. Del techo colgaban candelabros que permanecían apagados y comenzaban a acumular telarañas.

La pesada puerta de madera se deslizó escandalosamente hasta que tú y Shotō la atravesaron, el menor la emparejó de vuelta, nervioso de que alguien estuviese observando. No le diste importancia pero un mal presentimiento trepó por tu espalda.

—Un salón de baile— Dice con simpleza, caminando hasta el centro de la sala vacía.—. Pero está muy alejado de la entrada y la gente se perdía cuando nos visitaban, por eso ya no se usa.—

La gente rica puede darse el lujo de desechar salas enteras del tamaño de tres casas de un pueblo. Te daba envidia la monotonía con la que el mitad pelirrojo se explicaba.

—Pues da miedo— Todoroki sonrió por la respuesta. Estaba de acuerdo.—, ¿está bien que estemos aquí? ¿no te meterás en problemas?—

—Gracias por preocuparte, pero eso no es importante— Su corazón retumbaba en sus oídos, como una banda completa tocando en medio de una plaza animada. Podía a su vez escuchar los latidos del tuyo y oler las manchas frescas de lodo en tu ropa, aún así encontró tu esencia con facilidad.—. Yo... quería mostrarte una última cosa antes de que sea muy tarde y tengas que irte... —

Un extraño instinto crecía en él. Uno que no sabía explicar.

Aquí estoy, sorpréndeme.— Con las manos en la cintura, con aquel tono animado e interés fingido, esperando a que el tiempo se agote, esperando las campanadas.

Diste un brinco nervioso al ver algo brillante reflejar la luz de la luna, tanto como para llegarte y encandilar un poco tus ojos. Shotō te pidió que te calmaras mientras se acercaba de vuelta a tu lugar, obedeciste sin estar seguro del porqué.

Él había crecido, estaba casi de tu altura, ¿en qué momento?

Lo que traía en su mano era un abrecartas extravagante. Bien cuidado y reluciente, con un diseño hermoso que hipnotizaba. Su agarre fue frío, al igual que siempre, sus dedos se cerraron cuidadosamente sobre los tuyos e hizo extender el anular.

Un pequeño pinchazo que no sentiste, apretó un poco y un minúsculo hilo de sangre brotó de tu piel morena, destacando entre lo pálido de la ajena.

Sin pista alguna de lo que se venía llevó tu dedo a sus labios, los presionó un poco contra tu mano y el pequeño rastro de sangre quedó plasmada en la comisura. Apartaste la mano rápidamente como la primera vez que visitaste aquel castillo, Shotō reaccionó igual, se sintió herido, creyendo que te había asustado.

Diste unos pasos en reversa, confundido, pero entonces un malestar inexplicable invadió de golpe tu cuerpo al igual que al menor de los Todoroki.

Un calor abrazador se extendió en tu pecho, siguió por la piel de tus brazos y se potenció horriblemente en tu rostro. Una llamarada, parecido a estar parado cerca de una hoguera, a un metro de ignorar la distancia segura al tratar con fuego.

Tus sentidos se descontrolaron, oías tu corazón, los latidos erráticos y un zumbido en tus oídos. Todo apestaba, el polvo, el moho, la propia tierra en tu ropa, tu propio cuerpo, era insoportable; tanto que gritaste porque se detuviera.

Grata sorpresa fue tener la voluntad para levantar la mirada y encontrar a Shotō en el mismo estado que tú.

Su piel tenía un color rojizo extremo y respiraba sonoramente como un jabalí. Había caído al suelo al igual que tú y trataba de formular una oración que se quedaba sólo en balbuceos.

Entonces un montón de sirvientes entraron sin avisar.

Tu olfato fue atacado con miles de aromas, agradables pero saturados, tantos que no podían distinguirse entre sí. Unas terribles náuseas aumentaron la formación de saliva en tu boca y el sudor comenzó a resbalarse por tu cien teñida en rojo.

"Ahora nos encargaremos nosotros, joven amo."

Aquella frase se repitió una y otra vez en tu cabeza, taladrando hasta lo más profundo y estancándose. Mientras tratabas de mantenerte unido fuiste tomado de las manos, te ataron, también los pies, un pañuelo de blanco inmaculado sirvió como mordaza y tus balbuceos se ahogaron.

Pronto estaba siendo arrastrado sin cuidado fuerza de la sala, sin importar las fuerzas que aplicases o los gritos que soltase Shotō para que te dejaran, nada los detuvo y la última imagen que recuerdas antes de desvanecerte fue la expresión de desesperación pura que te daba aquel pequeño noble que nunca se te despegó.

Ordenando por qué se detuvieran.

[...]

Vampiros. Bestias. Monstruos.

Para ti eran sinónimos.

Aquella postura ganó fuerza al despertar en una especie de calabozo aislado, lleno de celdas vacías y sólo tú como ocupante para lo que parecía un piso entero.

Vestías ropas totalmente nuevas, limpias, al igual que tus manos o tu cuerpo en general. La tierra debajo de tus uñas había desaparecido, también ese olor a lodo, tu cabello no estaba seco ni maltratado como de costumbre. Había sido un lavado de cara completo.

La noción del tiempo te abandonó, la luz era cruelmente arrebatada al solo dejar hileras de lámparas de aceite para que iluminasen el pasillo hecho enteramente de roca.

Vigas de madera realmente gruesa te impedían salir, ni siquiera podías sacar el brazo por completo, más que por el espacio entre los barrotes era porque tus manos seguían atadas en tu espalda.

La cabeza iba a explotarte en cualquier instante y realmente lo deseabas, ese dolor y palpitar era extremo, exagerado, más que cualquier grado de estrés o terror que alguna vez pudiste atravesar, nada se le comparaban y sólo buscabas alivio al aguantar la respiración.

¿Habías hecho algo mal? ¿Habías dicho algo grosero para Todoroki? Nunca le viste hacer una seña o algo en específico para dar la orden de entrar a los sirvientes, nunca comiste nada de lo que te ofrecieron por más delicioso que pareciese, mantuviste tu espacio, tomaste precauciones, ¿por qué habías terminado así?

¿Era el siguiente paso del apego del "joven maestro" por su entretenimiento temporal?

¿Tanto le molestaba porque te fueras que su rabieta era encerrarte?

Estabas exhausto como para intentar darle otra explicación a aquel desastre.

No sabes el tiempo exacto, pero debió pasar más de dos días para que alguien se dignase a darte una explicación. Dos días desperdiciados en los que te habías ocupado en maldecir a Shotō y a toda la familia de aquel lugar, un odio que se formó a raíz de la impaciencia e irritación que se creó al tener al mitad pelirrojo pegado a ti todo el tiempo, subía de nivel lentamente hasta que la rabia te mantenía despierto, pero desconectado.

Pusiste resistencia cuando te sacaron de aquella prisión, a rastras y sin la oportunidad de ponerte de pie fuiste llevado al centro de aquellos calabozos extraños, en el trayecto se escucharon llantos, quejidos, gritos ahogados, había más gente ahí debajo, más personas iguales a ti.

Quedaste de rodillas en medio de un pasillo extenso que supusiste era el camino hacia la única salida, el suelo estaba frío y los temblores no tardaron en aparecer, tenías sueño y un hambre inexplicablemente voraz aún y recibiendo comida diariamente, tenías nauseas, todo se resumía en un malestar tratando de superar al otro.

El carbón quemándose soltaba un olor característico junto a la roca húmeda por el agua en el suelo, también había metal oxidado como fragancia predominante. Era una mezcla lúgubre que no te daba esperanzas.

Todo fue silencio hasta que cierto rubio de cabello alborotado entró a la sala, su ropa era como la del resto de los sirvientes pero algo en su andar te decía que era superior de algún modo. Su mirada fija en ti era alarmante y cuando se plantó frente tuyo sonrió con tanta calma que parecía que se burlaba.

—(T/N) (T/A), tuviste el honor de ser elegido por el joven Shotō para ser su Kin.—

—...— No estabas seguro de haber escuchado bien, ¿"kin"? ¿de qué estaba hablando?

—Tendrás preguntas que no podrán ser resueltas y las explicaciones tardarán en llegar pero debes centrarte en tu obligación a partir de hoy— Extiende ambos brazos hacia los lados, dándote la bienvenida a tu nueva maldición.—. Darás tu sangre para el joven Shotō Todoroki, tu existencia ahora se basará en permanecer a su lado y entregarte completamente. Las necesidades serán saciadas pero significa el comienzo de una nueva vida, por eso la humana debe morir.—

—¿Mo... rir?— Es un susurro desesperado, impactado, apenas audible y con tono rasposo por el desgaste luego de noches de llantos y quejidos. El rubio de ojos dorados niega de inmediato, sin borrar su sonrisa.

—No literalmente, hombre. No somos tan extremistas— Envidiabas la calma con la que podía explicar algo así.—, ¿cómo decirlo? El hecho de que alguien sea escogido significa esconderlo del mundo, los rumores son peligrosos al acumularse y una mala imagen para la familia es inaceptable; es por eso que esas personas deben borrarse del rastro humano.—

"Normalmente se simula una huida junto a un amante o la mudanza por un matrimonio arreglado, pero esta vez es un caso especial."

"Fingiremos tu muerte y así podrás entregarte a tu deber como familiar."

"Cooperar facilitará las cosas para ambas partes."

Te quedaste pasmado por aquellas palabras, ¿deber? ¿dedicación? ¿sangre? La cabeza te dolía por esa explicación tan rara.

¿¡Te estaban tomando el pelo!? ¡Claro que no! ¡Nunca aceptarías algo así! ¡No ibas a renunciar a tu humanidad sólo por el capricho y cuentos de unos burgueses locos!

Sin saberlo comenzaste a llorar de rabia, ya no eras humano, ¿y eso qué importaba? Tu humanidad era la única pertenencia que era realmente tuya, ¿y ahora se supone que eres la pertenencia de un niño aburrido? Estabas furioso, un nivel más allá, un martirio que era igual a la llamarada en tu pecho de aquella noche de luna brillante.

Luego del enojo llegaron las súplicas, no querías abandonar lo poco que tenías en el pueblo, sería una rutina cansada pero era lo que más apreciabas en el mundo, aquel granero descuidado y esos animales molestos, las personas que te saludaban en la plaza, el peso de las monedas al caer en tu palma descubierta.

—N-No quiero... dejar de ser humano.— Con las lágrimas dejando rastros en tus mejillas al deslizarse y los ojos enrojecidos por el esfuerzo, la voz entrecortada sin esa chispa de energía.—N-No quiero, no lo haré, ¡y-yo... soy humano! ¡¡No dejaré de serlo!! ¡¡Me niego!!—

Es una lástima que un puñetazo en el rostro sea suficiente para callarte.

—Me temo que era tan sólo un aviso. El deber de un familiar viene con la total obediencia, que no se te olvide, granjero.—

La forma de recolectar la sangre es la menos amable posible para los que levantan la voz.

[...]

—Joven maestro— La puerta es abierta luego de tres toques, las sábanas se remueven cuando Shotō asoma la cabeza, aún mareado y sufriendo de un malestar sin nombre. Una mujer de uniforme entra con una copa en medio de una charola plateada, el olor del contenido es suficiente para captar la atención del menor. Era un aroma familiar, pero a la vez nuevo.—, si toma esto comenzará a sentirse mejor según las palabras de Keigo.— Explica dejando la charola en la mesa al lado de la enorme cama.

Todoroki palmeó el lugar vacío a su lado en el colchón, pensando por alguna razón que te encontraría. La impaciencia iba creciendo y en verdad quería saber cómo estabas, aún confundido sobre lo de aquella noche.

—¿Qué es?—

Un tono carmesí, oscuro, de aroma embriagante y acogedor, sin saberlo comienza a babear por la idea de beber aquella sangre, sin saber si quiera el origen.

Tomó la copa y su reflejo se mecía en la superficie reflejante teñida de rojo.

—Es recién extraída de su Kin esta mañana, si la bebe diariamente dejará de debilitarse a menudo.—

La joven da un salto cuando el líquido salpica el suelo, su agarre se debilitó en ese instante y la copa abandonó sus dedos en cuestión de segundos, ¿había escuchado bien? ¿esa sangre era tuya?

—¿¡Dónde está!? ¡¿A dónde lo llevaron!?—

—¡P-Por favor tranquilícese, déjeme... !—

—¡Agh!—

A pesar del agotamiento y el malestar, Shotō salió de su cama luego de días de no poder ni siquiera ponerse de pie. Salió de su habitación casi dando un portazo y comenzó a buscar sin parar a cierta persona. Tropezó un par de veces, tiró algunos adornos y cayó de lleno por los tropiezos ocasionales que tenían sus piernas exhaustas.

Estaba herido, molesto, asqueado, le habían mentido, su padre le había dado poca información a propósito. Él no quería nada de eso, no quería nada que tuviese que ver con encerrarte, ¡nunca lo quiso!

La culpa le llenó el pecho y la desesperación comenzaba a agitarlo con cada paso que daba.

—¡Keigo!—

—Ah, Joven Shotō— La sonrisa en su rostro nunca fue borrada.—, es bueno verlo mejor.—

[...]

"(T/N)."

Otra alucinación auditiva por cansancio aparece, abres los ojos y todo es borroso, luz, oscuridad, manchas sin forma que se arreglan con los segundos que pasas viendo el suelo. Todo vuelve a la normalidad pero quieres desvanecerte y perder los sentidos al reconocer a la persona al otro lado de los barrotes, ojalá fuese una pesadilla, ojalá fuese un mal sueño y pronto despertases en el suelo del granero.

Es el deseo más simple en el que puedes pensar en ese momento.

—Shotō Todoroki... —

—No tenía idea que se refería a esto, tienes que creerme, nunca quise que te encerraran, yo-

Se supone que debías hartarte.—

—¿Uh?... —

—Debías cansarte de mi, el joven maestro debía cansarse de su entretenimiento. Yo debía ser un capricho que desecharías, algo de lo que perderías interés; ahí terminaría todo, y estaría bien, pero... —Al levantar el rostro por completo Shotō pudo tener un primer plano de tus ojos llorosos y enrojecidos, la piel de tu frente ya marcada por todas las muecas y gestos que el dolor te provocaba, todo terminando en una sonrisa tensa, un reflejo más que un gesto genuino. Desde su lugar podía distinguir la fuerza que hacías con la mandíbula contra tus propios dientes para retener las lágrimas. El corazón se le partió y el vacío en su pecho empeoró, por un instante el aire abandonó sus pulmones y una sensación sofocante lo atacó.—, ¿por qué no te cansaste? ¿por qué nunca te aburriste? Sólo esperaba el día que no regresases para seguir con mi vida, pero lo hacías, una y otra vez, ¿por qué no podías dejar de ser un caprichoso niño rico que desea todo? ¿mi vida es algo que puedes espiar y mirar como si fuese un circo?—

Una voz cansada, sin ánimos de gesticular ni siquiera las palabras necesarias para darte a entender.

—N-No, no... regresaba porque... — Las palabras también abandonaron al vampiro que miraba con dolor a su -forzado- Kin. Su mente era un vacío blanco que lo dejaba a su suerte para aclarar una situación tan desastrosa.—

—Y que te atrevas a verme desde ahí, desde fuera... Oh, Mi Señor, es peor de lo que pensé. Tomaste tu decisión, el joven vampiro me convirtió, él gana, si, eso es todo... — Tiraste de tus ataduras para acercarte a los barrotes, Todoroki saltó levemente por el movimiento brusco. No lograste mucho pero seguiste tirando, una y otra vez.—¿Te gustaría que dijese algo así, ¿verdad, maldito malcriado? ¡Te gustaría que me rindiese así de fácil, ¿no?! ¡Sigue deseando, porque aún quiero pelear! ¡Los mataré, a ti y a esas malditas bestias! ¡A todos! ¡¡Los mataré!!—

"¡Me arrastraron al infierno! ¿¡Qué más da dejar de ser sumiso y ya no seguirle la corriente al joven Shotō!?"

Con una expresión que le daba un nuevo significado al odio y a la ira, con una voz rasposa que con cada grito hacia doler la garganta. Las marcas en los brazos acumulándose hasta volverse tatuajes y recordatorios, tonos oscuros en la piel morena, tan sombríos como la falta de brillo en los ojos que alguna vez lo miraron con amabilidad.

Eso es lo que un cambio así de brusco podía hacerle al más cuerdo de los hombres.

Y Shotō nunca pudo olvidar con vívido detalle aquel encuentro aterrador con la persona que tanto quería junto a él, convencido en que era el precio a pagar por la compañía que no podía tener de forma natural.

[...]

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