•『 Señales 』•
【 Boku no hero academia 】
(Yo no escribo fluff o relaciones normales, AAAA.)
Desde hace tiempo las letras habían cambiado para ser apenas trazos débiles, temblorosos, símbolos que incluso tú tendrías problemas en entender. A mano derecha estaba el libro de texto en la página incorrecta y a tu izquierda estaba tu celular, reproduciendo una y otra vez un video de un cangrejo comiendo un aro de cebolla para sentirte acompañado.
Los ojos ardían y unas ojeras que ya eran parte de tu rostro adornaban la piel descolorida. Con la mano libre apoyabas la cabeza sobre la palma y de vez en cuando sacudías tu cabello despeinado para relajarte, pero por alguna razón el efecto no era el mismo a menos de que cierta persona lo hiciera, al final suspiraste al extrañar aquella sensación reconfortante y creíste que sería mejor centrarte en lo que hacías.
Entonces dejaste de escribir, lo estabas haciendo en automático, sin pensarlo mucho y por ende sin aprender o entender nada; la pluma cayó sobre el cuaderno al soltarla, creando un escándalo al interrumpir el silencio de la mañana.
Luego otro sonido apareció, el andar de una persona con carácter, lo supiste gracias al ritmo de aquellos pasos tensos y descuidados; sin querer admitirlo saltaste en la silla al reconocer el patrón y de quién se trataba, no había forma de escapar estando en medio de la sala común de los dormitorios. Se venía una catástrofe.
—Por primera vez te levantas temprano, fantasma.—
No sabías cómo decirle que apenas estabas por irte a la cama.
—Buenos días también, Bakugo-san.— Una ocurrencia te sacó una carcajada cansada, el rubio ceniza era conocido por dormir temprano a comparación del resto, a las ocho de la noche, sin demora alguna; mientras que tú tenías la costumbre de dormir también a las ocho, pero de la mañana.
La mayoría del tiempo te excusabas en que era parte de tu entrenamiento, pero ese pretexto comenzó a quemarse cuando Katsuki empezó a molestar con que deberías dormir como una persona común. Todo dicho con una combinación de insultos sobre cómo eres tan tonto que hasta perdiste tu ciclo de sueño.
Algunos les parece una amenaza, pero con algo de práctica empiezas a enterarte de cómo funcionan esas señales subliminales a las que recurre para expresarse.
No todas las personas tienen esa facilidad para demostrar sus verdaderas intenciones o pensamientos, el hacerlo implica cierto riesgo a veces. Pueden llamarte un exagerado si lo haces con frecuencia o podrían pensar que planeas algo; si es moderado no hay problema alguno, pero si es nulo entonces eres una persona fría y cerrada. Cambiar esta percepción es difícil y la mayoría prefiere seguir con la primera impresión que dan.
Es por eso que entre dos chicos con un lenguaje secreto logran decir más cosas de las que podrían imaginar, un acuerdo al que se llegó luego de meses de comprensión, luego de miles de pláticas para conocerse y después de millones de golpes e insultos que servían como fachada.
Bakugo se quedó plantado en medio de la sala, remarcando con sus ojos la silueta encorvada que adoptó tu cuerpo exhausto. Había un debate en su cabeza pero todo se sincronizó para que pudiese dar unos pasos con tal de acercarse hacia donde estabas. Encontrando un lugar para esconderse detrás de ti, con la silla del comedor separándolos apenas.
Sin razón o explicación, su garganta se cerraba cuando cierta idea cruzaba su mente, cómo si se tratase de aguantar un dolor punzante mientras mantiene una cara seria, movimientos tensos que eran irritantes pues su cuerpo no respondía cómo él quería, y para entonces las que debían ser palabras susurradas terminaban siendo insultos dichos en voz alta, casi como un reclamo.
Aquel que exclamaba superar a quienquiera que se le plante en frente es derrotado apenas se deba apagar el cerebro y actuar con su corazón, donde la habilidad física no sirve de nada y donde ningún entrenamiento te pueda ayudar. Cuando se trata de mostrar un afecto que no requiere de mucho para sentirse, pero aún así, ¿no debía ser una demostración mutua?
En soledad, cuando nadie juzga u observa, recibe un "te quiero" y con confianza no responderá con un insulto pero tampoco podrá devolver las palabras.
—¿Desayunamos juntos antes de que bajen los demás?— Antes de que la respuesta tuviese la oportunidad de formarse en su cabeza la mano de Katsuki alcanzó el cabello desordenado y sumergió los dedos entre los mechones, provocándote un escalofrío en la nuca.—¿Bakugo?—
Ambos se quedaron estáticos, confundidos y extrañados, pero el rubio era quien peor estaba, cuestionando lo que acababa de hacer y buscando con su mirada rojiza una excusa entre las cosas regadas en la mesa. Incluso si no pudiese expresarse bien esos reflejos seguían siendo problemáticos.
Y entonces dio un tirón a tu cabello.
Todo apenas cerró sus dedos y con brusquedad empujó tu cabeza contra el cuaderno lleno de letras temblorosas. El impacto no fue doloroso pero sin duda no te lo esperabas, incluso cuando intentaste incorporarte era imposible, Katsuki tenía sus fuerzas restauradas mientras que tú invertías una gran cantidad de concentración en no caer dormido.
—Ni siquiera te has ido a dormir, eh, estúpido fantasma.— Una amenaza dicha en una voz de ultratumba como portadora, el tono perfecto que tendría una persona que se acaba de levantar combinando con el peor de los enfados. Incluso podías imaginar su expresión.
Oh dios, en ese instante sólo rogabas por que fueran capaces de encontrar tu cuerpo.
—Se me fue un poco la hora, si... —
Pensaste en qué te había delatado, tal vez los trazos torpes o tu postura, a lo mejor tu tono de voz, pero seguramente había sido la fecha del día anterior en el borde superior de la hoja en la que escribías. No imaginaste el escenario en el que fuese tan observador cómo para prestarle atención a eso.
—Tsk... — Eres finalmente liberado y lo primero qué haces es masajear el parte trasera de tu cabeza, aprovechando la necesidad de relajar tus músculos giras la cintura todo lo que puedes aún estando sentado para encarar a Katsuki, su expresión de pocos amigos por alguna razón te alegró, después de horas de no hacer nada más que tarea mientras hablabas contigo mismo nada te tranquilizaba más que sentir compañía.
Por un momento creíste que habías caído dormido y que todo podía ser un sueño, pero entonces sería un sueño lúcido, donde puedas usar tus ocurrencias para animar un paisaje lúgubre.
—No tienes que hacer esa cara— Dejas salir un gran respiro y alzas los brazos aún estirándote, una agradable sensación que se extendió hasta tus hombros.—. Me iré a dormir.—
Bakugo se hizo al lado cuando empujaste la silla para levantarte, tus piernas fueron atacadas por un hormigueo que tardo apenas segundos en desaparecer. Entre bostezos recogiste tus cosas de la mesa y te tambaleaste apenas unos pasos antes de que fueses detenido por detrás del cuello de tu camisa.
Habías olvidado que un ciclo del sueño irregular era cómo una maldición para decir frente a Katsuki.
—¡Ni lo pienses, fantasma!— El rubio jaló una vez más con tanta brusquedad que casi pierdes el equilibrio. De alguna manera se dio cuenta del volumen de su voz y a regañadientes comenzó a gritar susurrando.—¡Te lo buscaste, ¿no?! ¡Tu excusa de entrenamiento te va a freír el cerebro! ¡No me importa en qué vayas a perder tu inútil tiempo pero no dormirás hasta que anochezca, maldito extra!—
—¿¡Eh!? ¿¡Esperas a que esté despierto más un día entero?!— Conocido o no por permanecer despierto hasta bastante tarde nunca habías llegado tan lejos, ya te sentías exhausto al sólo imaginarlo.—¡Bakugo, es sábado, no hay nada qué hacer!—
Viste cómo abrió los ojos, reaccionando a algo que él mismo pensó, su ceño dejó de estar fruncido y todas sus facciones se armonizaron para mostrar la expresión más tranquila que podría hacer en ese momento.
—Ese es tú maldito problema.—
Y entonces te soltó.
La verdad no sabías cómo leer aquellas palabras pero muy en el fondo sabías que era una señal. Algo que para él eran tan "empalagoso" que no podía ni demostrarlo aún cuando nadie merodeaba cerca.
Admiras su típica postura de delincuente al caminar hasta que se pierde al doblar hacia la cocina. Ese sería un largo día.
[...]
Los dormitorios cobraban cada vez más vida con cada persona que salía de su habitación y se unía al resto en la sala común, muchos empezaron bien el día yendo a entrenar o conviviendo entre ellos. Agradeciste a cualquier fuerza divina disponible el hecho de que no tenías que ocuparte de ningún quehacer ese día, ahora sólo quedaba soportar hasta mínimo la hora de dormir de Katsuki.
Diez de la mañana, la meta final son las ocho de la noche. Diez horas más...
Una ráfaga de parpadeos que se volvían cada vez más pesados, balanceas la cabeza de un lado a otro con el peligro de caer en cualquier momento. Tal vez unos segundos para dormitar no harían daño a nadie.
Cierras los ojos y te encorvas hacia enfrente aún estando en medio de la ronda de Uno con Kaminari, Sero y Kirishima. Con la oportunidad de tener una ventaja Hanta estira el cuello para ver tu mazo de cartas mientras que los otros dos sólo reían.
Al otro lado del salón estaba Bakugo terminando de desayunar e intencionalmente da un manotazo tan fuerte a la mesa que el estruendo hizo dar un salto a toda la clase, pero sin duda fuiste a quien más asustó. Las cartas entre tus dedos salieron volando sin aviso y entonces supiste que te habías quedado dormido cuando las risas de los tres chicos estallaron, haciéndote doler la cabeza, de fondo escuchaste a Iida regañando y corrigiendo como sólo él sabía hacer.
—Viejo, no lleves tu entrenamiento tan lejos. Leí que te acortas la vida con cada hora que te desvelas.— Kaminari es el primero en hablar y lo dice con tanta seriedad que casi sonaba cierto.
"Sueño lúcido", un don que se potencia mientras más exhausto estés. Era casi autodestructivo y tus métodos no eran los mejores. Lo único bueno de aquello es que adorabas de la preocupación de los demás, te hacía sentir que estabas con las personas correctas.
—¿Cuántas horas dormiste anoche?—
—No— Dices impulsivamente, luego niegas.—. Quiero decir... Ah, olvídenlo, iré a ducharme con agua fría.— Tu mazo de cartas termina debajo de la pila del medio y ahora tus manos palmean tu rostro para recobrar los sentidos, apenas te levantas te diriges a los baños.
Con rumbo a las duchas y sin pensarlo mucho terminas pasando al lado de Katsuki al confiar en tu memoria, y por un instante sientes un roce a la altura de tu codo. Miras por encima de tu hombro pero para entonces ya estabas siendo ignorado por el rubio que estaba atento a su plató vacío.
No hay una definición clara, pero no hay nada mejor que poder interpretar ese lenguaje inventado.
[...]
Si bien los ojos te ardían y permanecer erguido era un calvario no podrías describir la sensación inigualable de lanzarte sobre la cama después de un largo día.
En plena oscuridad, con el ligero sonido de las voces de tus compañeros siendo como un arrullo y con una ráfaga agradable colándose por el ventanal de la habitación es como te deleitaste de la mejor sensación en el mundo.
Lo habías logrado, sentías que te merecías aquel momento de tranquilidad y que estabas en todo tu derecho de adueñarte de la cama debajo tuyo. De vez en cuando te estirabas como un gato perezoso para buscar una posición cómoda a la que te aferrabas paga luego moverte de nuevo.
Tu mente y consciencia no estaban atentas a nada que no fuese reposar, estabas dormido profundamente, tanto que la realidad se escuchaba como algo inventado y todo se resumía en tu extraño mundo de sueños.
Tan pacífico como para ser real.
—¿Huh?— De repente la paz es cortada sin descaro cuando la puerta de la habitación se abre bruscamente, el reloj marca poco más de las ocho de la noche y el dueño de la habitación tiene una mueca de confusión pura en su rostro, pronto cambia a molestia pero antes de reaccionar cierra la puerta detrás suyo.—¿¡Eh, y tú quién te crees!? ¡Fuera de mi cama, fantasma!—
Era Bakugo. No había sido un accidente, no te habías equivocado de habitación, simplemente quisiste dormir ahí, sin miedo alguno a la muerte.
—Katsuki... — Susurras entre sueños antes de ser arrastrado fuera de la cama. Ni siquiera el golpe contra el suelo fue capaz de despertarte, como mínimo te removiste para rascar tu cuello.
—¡Despierta, maldito extra! ¡¡Fuera de aquí o te lanzaré por el balcón!!— Katsuki perdió la paciencia cuando respondiste con un bostezo, gruñó, no sin antes tomar tu brazo flojo y sin resistencia.
Comenzó cómo un calor agradable que terminó en una llamarada inesperada que superó tu umbral del dolor, despertaste alarmado e inconscientemente te pusiste en defensa. Con la respiración errática y el sudor frío cayendo por tu frente, aún así el rubio pisó tu abdomen cuando no te moviste de su camino.
—Es la manera más amable en la que me has despertado, ah... — Para aminorar el dolor tus manos masajean tu abdomen, una sensación extraña se extendió hacia tus adentros y tu estómago se removió en incomodidad.—¿Qué hora es?—
Bakugo se molesta aún más después de que ignorases el hecho de que habías allanado su único lugar tranquilo en los dormitorios, como si fuese algo nuevo (aunque en realidad no lo era), no entendías bien esa reacción pero le darías tiempo hasta que quisiese hablar de eso.
—Hora de que te vayas al diablo.— Las manos en sus bolsillos, encorvado y bufando, apunta con la cabeza hacia la única salida. Por alguna razón sonríes y podrías jurar que viste una vena resaltar en la frente de Bakugo.
—¿Seguro?—
—¿¡Huh!? ¡Siempre estoy seguro de lo que hago, vete al demonio!—
Con todo el cuerpo aún el piso te mira desde la altura, irritándose por tu sonrisa tranquila y buscando una reacción diferente. Pero por alguna razón siempre te quedabas ahí, con esa mirada de tonto que sólo le dabas a él, lo irritabas, sin importar qué dijese terminabas por interpretarlo de otra forma, tan bien que llegabas a dar miedo, pero a la vez agradecía tu habilidad para leerlo.
Nunca lo admitiría, eso es obvio. Aunque no hacía falta en realidad.
—Hey, Katsuki.—
—¿Qué demonios quieres ahora?—
—Te quie-
Un pisotón aterriza de nuevo sobre tu abdomen que te roba el aliento. Mientras te retuerces de dolor el rubio se gira por completo para esconder si expresión.
[...]
—Vete de aquí.—
—No.— Te encoges un poco más en las cobijas, te ganas un gruñido pero se limita a girarse para darte la espalda.—¿En serio me dejarás hablando sólo luego de que me despertaras?—
—¿No estabas tan cansado que no podías ni alcanzar tu habitación?—
La habitación volvió a estar a oscuras, la puerta tenía el seguro puesto por si acaso mientras que en la de tu habitación colgaba un cartel para advertir que dormirías por treinta horas seguidas (sumando a que debían evitar caos por si tu singularidad se activaba), todo estaba cubierto pero aún así corrían un riesgo. Cuando la noche se acabara y nuevo día comenzase, cuando tuviesen que salir de ese cuarto para volver a aparentar que apenas recuerdan el nombre del otro.
Era doloroso, pero a la vez divertido. Como un juego, te gustaba pensar que no podías perder en ningún caso, simplemente había que esperar a que el tiempo se acabase.
—Hablemos un poco al menos— Le dices, picando un poco su paciencia y por ende te responde maldiciendo entre dientes.—. Desde la mañana estuviste persiguiéndome para que no durmiera y ni siquiera pude hablarte en todo el día— Esperas por una respuesta que nunca llega, seguramente se está burlando hacia sus adentros de tus palabras cursis. No puedes entender señales cuando no las hay y por lo mismo suspiras al techo.—. Está bien, ya entendí. Buenas noches— Te giras hacia el mismo lado al que mira y das unas palmadas suaves sobre su hombro izquierdo antes de acomodarte para dormir boca abajo.—. Gracias por no lanzarme por el balcón.— Y entonces bostezas, todo vuelve a ser silencio de nuevo.
La compañía es tan deseada que a veces uno sólo asegura que las personas estarán ahí para siempre, incondicionalmente, con los lazos reforzándose cada día qué pasa hasta que el tiempo decida qué hay que cortarlos. A veces nosotros mismo los cortamos antes de que llegue su hora, simples palabras o actos que te ensucien las manos, no importa, porque esa persona se va y no hay probabilidad de que vuelva, sin importar cuánto supliques o a quién le hagas promesas, no hay razón para regresar a donde no se sienten felices.
Una oración o un gesto, nada más que eso, ¿por qué es tan difícil incluso cuando sólo te lo diría a ti? Aún y cuando tiene la seguridad de que no recibirá una burla y que será un momento resguardado como un secreto, algo simplemente lo detiene, algo que le es aún más molesto que verte sonreír como tonto.
Algo que no tiene razón de estar ahí, pero aún así existe, para frenarlo y para nada más.
Él es Bakugo Katsuki, una cursilería no va a ganarle, claro que no.
—(T/A).— Estaba seguro de si mismo, iba a decirlo, no daría la cara pero sería el primer de muchos pasos, ahora que nadie puede verlos, el momento perfecto que quería estaba justo frente a él.
Pero entonces un ligero ronquido salió de tu boca.
—¡Fantasma bastardo, despierta!— Un grito susurrado aunque acompañado de un golpe con una almohada, lo suficientemente fuerte para traerte de vuelta.
Con una cara adormilada y los ojos entreabiertos te enderezas cuando lo viste sentado sobre el colchón, con una expresión extraña en su cara que apenas pudiste distinguir gracias a la luz que apenas se colaba por el ventanal.
—¿Qué ocurre?—
Dos palabras, no es tan difícil.
¿Entonces por qué siente que le falta el aire?
—Te... — No está seguro de si mismo, pero se siente en la obligación de hacerlo.—Te tiraré de la cama si te mueves mucho, dormirás en el piso, maldito fantasma.—
No sirve para estas cosas.
—¿Eh, Bakugo?... —
Pero eso ya lo sabían.
—... Ni se te ocurra decir algo.—
¿No era ese el punto?
Dejar las palabras de lado y confiar en las señales que ambos habían creado, confiar en que no siempre se necesita ser muy expresivo para sentir el cariño del otro.
En un mundo con personas tan diferentes, la forma de querer también varía.
Con cautela acercas tu mano hacia su hombro y haces un recorrido hasta subir a su cuello, donde con un pequeño empujón lo invitas a acercarse, él acepta y su frente termina apoyándose en tu hombro. Su cabello te da pequeñas cosquillas en la mejilla y aquel momento de paz te da la oportunidad para entrelazar tus dedos en su pelo desarreglado.
—No deberías forzarte a decir cosas que no quieres.—
—Tus cursilerías no deberían ganarme.—
—No lo hacen— Explicas.—. Hay otras formas de decir esas cosas, encontremos una para ti hasta que te sientas seguro— Al principio no te entiende y una necesidad por apartarse casi toma el control, pero decide seguir escuchando.—, y si no puedes decirlo nunca está bien, yo te entenderé.—
—Es la cosa más absurda que has dicho alguna vez.—
—Si, no sé cómo explicarlo... — Meditas un poco. Buscas la respuesta en algún consejo que hayas escuchado de tus padres o en un secreto que hayas conocido gracias a las chicas pero en realidad encuentras las palabras adecuadas en un viejo recuerdo que considerabas perdido.—Hace mucho, cuando era pequeño, tampoco podía decir lo que pensaba. Varias personas creyeron que mi personalidad estaba rota cuando en realidad sólo era tímido— Una anécdota que al principio parece sin sentido.—. Entonces hice este lenguaje con mi madre, apretar su mano era un "te quiero".—
—No soy un mocoso.—
—Ese no es el punto— Bakugo se endereza de nuevo para mirarte fijamente.—. Hagamos más señales, Katsuki, unas más específicas— Entre la oscuridad, con sus ojos apenas adaptándose a la falta de luz puede sentir en la palma de su mano tres golpecitos tenues.—. Esa es la que buscas en estos casos. En cualquier parte de nuestro cuerpo, con cualquier extremidad, ¿qué te parece?—
Aún si no puede verte con claridad crees que se imagina tu sonrisa, pero incluso si esto es verdad o no la respuesta tarda en llegar. Tal vez pensamientos mezclados o sentimientos encontrados, no sabrías decirlo, pero tenías un buen presentimiento.
—Qué tontería.— Dice con una voz monótona que te toma por sorpresa.
Y, sin esperar nada más, vuelve a recostarse.
Suspiras una última vez antes de imitarlo, espalda contra espalda y sin querer acercas tus pies a los suyos para sentir que estás ahí a su lado, como un reflejo involuntario más que nada.
Sin un desenlace en concreto sientes que tus sueños no te dejarán olvidar aquella conversación, estabas listo para tener una pesadilla absurda, incluso cuando intentabas pensar en algo más para que tu subconsciente lo tomara, aquellos gestos volvían a tu mente. En cómo tal vez pudiste utilizar otras palabras o qué tal vez lo habías ofendido, cualquier cosa pudo haber pasado y no lo sabrías por culpa de la oscuridad.
Sería una larga noche. Sentías cómo si no pudieses cerrar los ojos por la preocupación.
Pero entonces...
"tap, tap, tap... "
Tres pequeños toques a la altura de tu espalda baja. Las sábanas se remueven un poco cuando Bakugo acomoda de nuevo su brazo como si nada hubiese pasado.
Una sonrisa aparece involuntariamente en tu cara y apuestas a que tienes el rostro enrojecido. La felicidad que sentías en ese momento era difícil de contener en silencio.
Tu corazón está satisfecho, pero aún así tienes una última idea.
"tap, tap, tap... "
Respondes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro