Razor -≫ Genshin Impact
-≫ Pedido hecho por: Original
-≫ Advertencia: ¿Sangre?
-≫ Relación: ¡Lupical!
-≫ Número de palabras: Debería quitar este punto.
-≫ N/A:
• I believe in Razor's supremacy.
• it's MY emotional stability and I decide who is MY confort character
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Normalmente solo se necesitaría un empujón leve para hacerle perder el equilibrio a alguien. Caerá de espaldas y a lo mucho se preguntará cómo es qué pasó si sólo se desconectó de la realidad lo suficiente como para ser atacado.
Pero ese no fue tu caso.
Un total abuso de poder y fuerza arremetieron contra ti.
La suficiente como para que el tropiezo se volviese el aterrizaje más doloroso y descuidado por el que alguna vez atravesaste. El golpe que recibiste en la nuca a su vez no fue tan fuerte como para hacerte perder la consciencia, así que ahora tenías la combinación del golpe en tu cabeza junto a las heridas en tus brazos y rostro atormentando a tu cuerpo.
No pudiste amortiguar en lo más mínimo pues tanto tus manos como tus pies estaban atados, tan firme como para que tu piel se pusiera roja por la presión, no sentías los dedos de ninguna extremidad pero no podías darte el lujo de preocuparte por la circulación de estas cuando frente a ti había una amenaza mayor.
El hombre frente a ti te amenazó para que no gritaras, entonces no lo hiciste, te tragaste el puntiagudo reflejo de quejarte y sólo quedó el nudo en tu garganta junto a la picazón en tus ojos.
No grites, no llores, no supliques, espera una nueva indicación y hasta entonces mira como tú piel se torna morada por los golpes. Hasta que el tono original no sea más que ese esquema de colores oscuros y sombríos.
—¿¡Hasta cuando debo decírtelo?!— El abuso de fuerza es por parte de aquel hombre, el mismo que atina otra patada a tu costado, el retorcerte de dolor no parece importarle porque ahora lleva uno de sus pies a pisar en tu estómago hasta apoyarse casi por completo.—¡Eres un maldito cazador! ¿¡Entiendes lo qué es eso!? ¡Vivimos de esto y en cambio tienes una mascota! ¿¡Te parece divertido que pasemos hambre sólo porque no puedes ver sangre?!—
El abuso siguió y siguió, y el chico que estaba detrás del hombre se aferró a la agarradera de la cubeta que traía mientras apartaba la mirada de la escena. Por más que quisiese hacer algo, estabas a tu suerte en ese momento.
—Los lobos... — Susurraste cuando tuviste la oportunidad, con el sabor de la sangre en tu boca, sangre que salía de tus dientes y que pronto comenzó a brotar por tus labios.—... están protegidos, ¡los caballeros serán un mayor problema que el Mora!—
Como siempre, no puedes responderle a un adulto con un contraargumento válido porque sólo recibes como premio otra patada para callarte. Esta vez no fuiste capaz de contener el grito de dolor, el quejido que haría erizar la piel de cualquiera que te escuchara. Tu garganta ardió, así como la de cualquiera al soltar tal alarido. Carrasposo, quebrado, entrecortado, el mismo que terminó en sollozos.
El hombre pidió el balde que traía el sujeto detrás suyo; conocías ese olor, sangre, pero no de persona, tampoco de lobo, sino de jabalí.
No cerraste la boca a tiempo para cuando el cazador arrojó aquel casi líquido en tu dirección, empapándote de pies a cabeza. La peste se impregnó a tu ropa y tu cuerpo en general, no debías ser muy listo para saber qué pretendían cuando dejaron una trampa de caza frente a ti.
La mandíbula metálica ya no resplandecía por el desgaste, oxidada de algunas partes y con peligro a activarse de la nada. Tenías un mal recuerdo con ellas, habías visto como decenas de tus compañeros perdían dedos al no ser cuidadosos, habías visto como atravesaba los cuerpos de cientos de animales, no significan nada más que sangre derramada.
Comenzaste a rogar, a suplicar, a gritar, la mínima muestra de piedad te bastaría, ¡habías aprendido la lección! ¡no más misericordia a esas sucias bestias!
¡Así que, por favor... !
—¡¡... no me dejen aquí, por favor!!—
Aquel día fuiste rebajado de humano a carnada.
Nunca pensaste que habría un sabor más asqueroso que el comer carne podrida, pero lo existía, la mezcla de tus sangre y la de jabalí, sumada a la salada naturaleza de tus lágrimas que combinaron en tu boca. Era un sabor desalentador, no te trasmitía nada bueno, era simplemente tan desolador como el ver sus siluetas alejarse entre la maleza del bosque.
—¡N-No, esperen! ¡¡Lo entendí, ya entendí!! ¡No volverá a pasar! ¡S-Si, ja, sólo estaba... ! ¡Por favor, esperen! ¡¡Por favor!!—
Hasta que te acabaste la garganta luego de gritar desesperadamente fue que te dejaste caer para pelear contra el dolor.
Tus brazos atados detrás de tu espalda, tus pies cruzados entre sí para que ni siquiera pudieras levantarte. Moretones en todas partes, podías incluso sentir tu ojos izquierdo comenzando a hincharse. Era una sensación molesta, todo tu cuerpo palpitaba, tratando de sanarse con la poca energía que tenía, los últimos gramos de la reserva estaban por acabarse, tal vez por eso te sentías mareado.
Rojo, todo a tu alrededor está teñido de rojo, las plantas cercanas, la tierra, tú mismo ser desprendía una peste que tarde o temprano atraería a uno de esos lobos que atormentaban diariamente.
¿Realmente merecías todo eso? Las lágrimas que limpiaban la sangre en tus mejillas te decían que no, que el mostrar piedad no debería ser castigado, que el sentir empatía por la naturaleza no debería volverte un ser sin valor.
En tu desesperación pensaste en saltar hacia la trampa, que las mandíbulas se cerraran sobre tu cuello y que por fin pudieses descansar del dolor que era tu existencia, tu vida, tu carencia de propósito en esta. Eso sería más fácil.
Sería tan fácil que hasta eso sería prohibido, porque los arbustos que comenzaron a moverse frenéticamente cerca tuyo no te dejaron actuar por el terror.
La respiración cansada y perezosa que habías adoptado se volvió frenética en un segundo, los golpes parecían ser nada a comparación de la presión en tu pecho, a comparación de la adrenalina. La alerta de peligro se activó, y no pudiste hacer nada más que volver a llorar, esta vez por el miedo a morir.
Pero lo que menos esperarías ver sería una silueta más familiar que amenazante. Parece que él también se llevó una sorpresa, incluso pareció detenerse en medio del aire cuando saltó fuera de los arbustos. Apoyó sus manos en el suelo antes de caer y de inmediato se apartó.
Él no atacó, tú no gritaste.
Fue un acuerdo de silencio firmado con sólo el intercambio de sus miradas.
—Una persona... — Habló, con una voz lenta y monótona, también algo dudoso al soltar cada palabra.—... pero olor, olor no es de persona.— Comenta pasando de escalón en escalón hasta unir los puntos que normalmente usarían una frase simple. En su forma de pararse resaltan sus ropas, tan extravagantes como su cabello largo y plateado. Sus ojos trasmiten una sinfonía de emociones neutras, y a su vez la tentación de seguir investigando para saciar su curiosidad.
Tu mirada no le molestó cuando te le quedaste viendo fijamente, cada paso que daba era precavido y a su vez se iba encogiendo hasta que utilizó sus manos para avanzar.
Frunciste el entrecejo y dejaste salir un quejido, entonces tomaste aire para hablar aún si el movimiento de tu pecho al subir y bajar fuese tortuoso.
—P-Por favor, no hagas eso... — El chico extraño te miró a los ojos y luego apartó su mano. Había picado tu estómago como lo haría un niño curioso. Aún preguntándose por qué había una persona en medio del Reino de los Lobos en un estado tan doloroso de ver.
—¿Esto fue por... personas malas?... — Razor olfateó una y luego otra vez hasta encontrar más allá del olor a sangre jabalí, olías a cazador, pero no esas personas respetuosas que de vez en cuando le dan carnes, sino que a los que atacan a los lobos del reino.
Sin saberlo se había hecho un experto en reconocer el apestoso olor del licor barato con el que se embriagaban cada noche.
El mismo que te enviaban a comprar a Mondstadt cada vez que conseguían algo de dinero.
Y de alguna forma supieron que se estaban refiriendo a las mismas personas.
Te quedaste pensando en qué decir ya que su mirada era la de alguien que esperaba una respuesta. Tu suspiro dolió más física que emocionalmente.
—Hicieron esto porque... no soy igual a ellos.— El tono melancólico con el que hablaste lo confundió más de que le ayudó a entender la situación, ¿por qué estás triste al no parecerte a ellos? ¿querías ser una persona mala igual?
¿O será que jamás has conocido a una buena?
Aún con la duda revoloteando en su cabeza el chico pálido sintió empatía sin saberlo, porque comprendía lo que era sentirse diferente a aquellos a quienes aprecias. Y aún con su poco conocimiento sobre las relaciones humanas sabía que tu situación era peor por mucho, porque esas no eran personas que deberían ser consideradas especiales, no eran familia y tampoco eran lupical. Lupical nunca lastimaría a otro.
Sacudiendo su cabeza para concentrarse volvió a ponerse de pie, una de sus manos se acomodó en su pecho para señalarse a sí mismo.
—Poder ayudar— Dio una palmada con la mano que apuntaba a él para que prestaras atención a sus palabras, así lo hiciste.—. Razor te ayudará— Y en ese momento dedujiste que él se llamaba Razor.—. Tener que moverte, ir a otra zona. Lupical está cazando, confundirán olor con animal.—
—¿"Lupical"?— Fue cuidadoso cuando te dio apoyo para que te sentaras y te advirtió sobre el esfuerzo que haría para romper las cuerdas. Contó torpemente hasta tres y entonces te liberó.
Extendió ambas manos y sostuvo las tuyas hasta tirar lentamente de estas, seguiste el ritmo e intentaste pararte sobre tus pies, pero el punzante dolor que significó tratar de apoyar tu peso en tus piernas llenas de golpes te hizo caer. Asustándolos a ambos.
Razor gruñó preocupado, ¿tan grave era? En cambio lo que tú te preguntabas es por qué hay alguien más en el Reino de los Lobos tan despreocupadamente. Habías escuchado rumores sobre un niño criado por una manada entera de lobos, pero hasta ese día creíste que era una vieja historia que se modificó con el tiempo.
Puede que eso sea extraño, pero nada superaba al hecho de que no había dudado en ayudarte. Ya te gustaría tener esa audacia y confianza ciega para actuar bien, y no guiado por amenazas o rutinas.
—Ten cuidado... — Susurraste tratando de alcanzar su capa, el borde de esta era áspero y la sensación del cuero partido por el sol se apoderó de tu tacto. El pequeño jalón que diste fue suficiente como hacerlo bajar hasta tu altura, sentado en la tierra, giró su cabeza y se inclinó para dejar su oreja mirando hacia ti, esperando por más palabras.—. Hay una trampa por aquí, no recuerdo dónde exactamente... pero hay una, si... —
—Mmm... — Miró a su derecha y luego a la izquierda, muy deprisa, sin analizar meticulosamente. En cambio volvió a extender sus manos para pedir las tuyas, entendiste que quería intentarlo de nuevo. Sus guantes también eran rasposos al tacto, estaban pelándose por el desgaste pero seguramente si no los usara tendría las manos llenas de callos.
Volvieron a intentar, esta vez aún más lento, y Razor te dejó apoyarte todo lo que quisieras en sus manos. Al final lo lograron, te pusiste de pie y te mantuviste en tu lugar por ti mismo, pero la inseguridad que te provocaba la idea de dar un paso con tus piernas temblorosas se dejó ver en tu expresión asustada.
Se alejó con precaución, con sus manos aún alzadas y listo para reaccionar en cualquier caso. Un paso en reversa, luego otro, así hasta que sus pies se encontraron con un obstáculo. La piedra que casi lo hace tropezar era lo suficientemente grande como para necesitar ambas manos para levantarla, lo viste tomarla, medir su peso un poco y luego la alzó hasta encima de su cabeza.
El reflejo acostumbrado a aminorar golpes te llevó a levantar igualmente tus brazos para cubrirte, más que eso, te encogiste de nuevo, tan rápido que el dolor pareció nada comparado con el instinto de esconderte. Pero lo que no esperabas era que Razor dejaría caer la roca un poco lejos de donde estaba parado, el sonido que hizo el resorte de la trampa al romperse fue como escuchar hojalata siendo cortada con tijeras o como un tenedor raspando en un plato, la forma en la que alzaste los hombros para hacer aún más pequeño llamó la atención del chico lobo.
¿Te daban miedo las rocas?
—Sube.— Lo escuchaste decir, y al volver su vista a él encontraste su figura puesta de cuclillas y dándote la espalda. Razor estaba acostumbrado a cargar así a los demás, cuando jugaba con Klee o cuando debía ayudar a Bennett por sus heridas, no era algo ajeno a él y le pareció la mejor opción luego de notar la inseguridad con la que te movías.
Para esto entrenaba y se ejercitaba todos los días, para esto quería hacerse más fuerte, para ayudar y proteger a los demás. El orgullo que se formó en su pecho cuando te apoyaste en él le hizo sentir que confiabas en su fuerza; no tuvo problemas para ponerse de piel y mucho menos los tuvo para comenzar a caminar, contigo en su espalda.
Así comenzó el viaje hacia el río, sin saber realmente el destino sólo te dejaste caer contra su espalda, de vez en cuando mordiendo tu labio cuando algún movimiento brusco en sus pasos alcanzaban las partes más lastimadas de tu cuerpo.
Razor seguía dando media vuelta de vez en cuando para revisar lo que dejaban atrás, el sendero que daba vueltas y se retorcía al pie de la colina. Al preguntarle respondía simplemente que estaba revisando si la sangre no estuviese atrayendo algo.
Un escalofrío atacó tu espalda, ¿qué podía ser tan problemático como para tener que ser así de precavido? No podía ser un lobo, ¿o si? Comenzaste a sentirte como una carga, nunca mejor dicho.
A pesar de estar tan alerta, otras veces miraba sobre su hombro, revisando si te encontrabas bien. Al asentir ante su mirada podía regresar su vista hacia el frente.
Unos aullidos se escuchan, a algo de distancia, no tanta como a la que estabas acostumbrado. Era más cerca, más de lo que alguna vez hubieses escuchado, fue una sinfonía perfecta de la manada de lobos llamando a los que seguían explorando los alrededores.
Razor alzó la vista hacia las estrellas, como si reprimiese el impulso por responder. El cielo comenzaba a ser anaranjado, las nubes comenzaron a partirse, el viento comenzó a soplar. El cambio de clima inminente podía olfatearse.
Razor extendió sobre su hombro un fruto extraño, la especialidad del Reino de los Lobos quedó en primer plano cuando el chico te la pasó para que la sostuvieras, se agachaba para tomar otra y hacía lo mismo, así hasta que ya no te quedó espacio para llevar más. Semillas de Gancho de Lobo, ¿él comía estas cosas? ¿por qué las querría?
No ibas a hacer preguntas innecesarias.
Suspiras.
El camino silencioso hasta el río fue, tristemente, el mayor momento de paz que habías experimentado en toda tu vida.
[...]
—Gancho de Lobo. Ayudará.— Dijo Razor con la pulpa de la semilla en sus manos, la masa fría y algo espesa no era exactamente agradable a la vista, pero el olor era agradable. Estaba listo para aplicarla donde necesitaras pero al verte apartar sus dedos mientras negabas logró confundirlo.
—No tengo ninguna herida abierta, sólo me golpearon.—
—... ¿"sólo"?—
¿Entonces han hecho cosas peores antes?
Tal vez era eso, tenías miedo de que te lastimara. La idea cobró sentido para Razor cuando se quedó en silencio viendo cómo revisabas tus moretones. Levantaste tu camisa, y el panorama de moretones morados y verdosos llenando tu abdomen te hizo quejarte aunque en ese momento no doliesen tanto.
Hace unas horas el bosque parecía la perfecta escena para un homicidio, el toque lúgubre de árboles secos y monstruos al acecho le daba el aspecto ideal para ser la tumba de alguien. Pero estando ahora a la orilla del agua cristalina y con el cielo medianamente despejado le daba un aire distinto, la belleza de la naturaleza era arrullador, tan reconfortante que era difícil decir si era el ambiente o si era un mareo por los golpes.
—Dejarme ayudarte; no haré daño.— Insistió, acercando sus manos de nuevo, el que negaras una vez más le hizo considerar sus métodos. Lavó sus manos en el río rápidamente y luego hizo un cuenco improvisado sólo con sus dedos para beber un poco, no se había percatado de lo cansado que estaba luego de cargar contigo colina arriba.
Volvió a lavar sus manos cuando se sintió satisfecho, y ahora la poca cantidad de agua que juntó en sus manos fue para limpiar la sangre seca en tu rostro. Le agradeciste susurrando, el tacto cuidadoso era algo que no solías experimentar a menudo, era una sensación tan ausente para ti que incluso era confusa. El ver como sus manos se plantan en tu rostro te da un mal presentimiento, el mismo que te pide que te encojas para esperar la típica bofetada. Pero solo se queda en eso, porque Razor solo te está ayudando, como había prometido.
Las gotas escurrieron, remarcando tus facciones cansadas, alejando el rojizo tono de la mugre para dejar a la vista de nuevo ese patrón morado de los golpes. Usaste la misma camisa con la que habías sido encontrado, sin importarte si se ponía más sucia de lo que de por si ya estaba, solamente quisiste remover los residuos de ese apestoso desperdicio en tu rostro.
El problema era el resto de tu ropa y cuerpo.
Apestas, carnada podrida, no eres humano, solo un montón de carne apilada lista para devorar.
El bufido que suelta Razor para llamarte es lo que te trae de vuelta, ¿qué son esos pensamientos tan deprimentes? No tienes idea y por lo mismo prefieres prestar atención a lo que el chico tiene qué decir.
—¿Nombre?—
Razor suponía que los nombres no eran tan importantes, no tanto como otras palabras al menos, como "amigo" o "lupical", pero sabía que implicaba una especie de primer paso para cuando conoces a alguien.
Te relajaste al saber la respuesta a su pregunta.
—(T/N).— Soltaste con simpleza, pero por alguna razón el chico frente a ti enderezó su espalda, casi sacando el pecho. Orgulloso de su avance.
¿También se te hacía difícil hablar? No parecías ser de muchas palabras al igual que él, pero tal vez lo sentía así porque se había acostumbrado a tener a Bennett conversando por horas a su lado.
Sus ideas no se acercaban a la realidad, en la que el dolor en tu mandíbula hacía molesto el abrir y cerrar la boca. Tuviste suerte de que no haya sido nada mayor que el entumecimiento.
La inflamación disminuyó y el dolor se volvió una sensación vacía, frío pero con aquel hormigueo recorriendo desde tu espalda hasta tus piernas. El cielo despejado ahora era estrellado, el viento cálido bajó de temperatura pero esa brisa te acogió en medio de la noche. En la oscuridad los moretones no son visibles.
Los aullidos regresaron, ahora siendo dirigidos a la luna. Razor volvió a perderse viendo a la distancia, reconociendo el llamado e indeciso sobre responder a las incomprensibles órdenes que significaban.
Eres, ¿eras?, ¿fuiste?, una de esas personas. Cazadores que dejan trampas, que asesinan desmedidamente, que no regresan a la tierra lo que toman. La peor clase de personas, pero no habías hecho nada extraño desde que te tendió la mano, aún así la pregunta sobre si debería acercarte a la zona de los lobos aún más no salía de su cabeza. No era sensato, pero tampoco podía dejarte a la suerte.
La opción de que regresaras con los cazadores nunca se le ocurrió, por lo mismo, no eran sólo peligrosas para lupical. Lo había descubierto ese día, en el que se enteró que se atacan incluso entre ellos.
No era una cuestión de posición en la manada, no era el desafío de un lobo joven contra un alfa. Fue simple fuerza bruta y brutalidad, crueldad.
Sería como ellos si simplemente se lavaba las manos al esperar que regresaras con ellos. Sería rebajarse a esa crueldad; incluso él con su poco entendimiento e ingenuidad entendía algo así de básico.
Era triste que los demás, que adultos no lo vieran igual. Le molestaba tanto esa falta de respeto a la naturaleza y a su manada, tanto que si querer soltó un gruñido al sumergirse tanto en sus pensamientos.
—¿Por qué me ayudaste?— Preguntaste luego de un largo silencio, las brazas que seguían ardiendo levemente frente a ti no eran ni un recuerdo de la fogata que comenzó siendo. Razor no respondió, así que supusiste que esperaba más contexto a lo que te referías.—... Estoy con ellos, soy como ellos, ¿no sientes ira o rencor?—
Razor negó inmediatamente.
—Peste a jabalí no cubre el olor de una buena persona— El fruto crujió bajo sus dientes, el sabor dulce lo dejó deseando que fuese carne.—. No cubre el olor; miedo.—
El día en el que obtuvo su Visión vino a su memoria, ese sentimiento horrible de no poder hacer nada, de no poder escapar, de tener que soportar lo que tienes en frente. No le deseaba a nadie esas emociones tenebrosas.
Su voz no expresa mucho, no sabe como hacerlo correctamente, pero aún así sientes que está siendo honesto en sus palabras.
—¿Le temes a lupical?... —
Seguía repitiendo esa palabra, la calma con la que lo pronunciaba no hacía nada más que contagiarse. Trasmitía confianza, seguridad, era un presentimiento extraño. No había malicia, sólo una sinceridad algo torpe y extremadamente literal.
—¿"Lupical"?— Como si los hubieses llamado otra sinfonía de aullidos se escuchó, esta vez más cerca. La sensación de peligro trepó por tu espalda, todas esas ideas de bestias devoradoras de carne vinieron a tu mente a pesar de saber que estaban torcidas más allá de la exageración.—¿Te refieres a... los lobos? ¿En realidad vives con ellos?... — Asintió sin una pizca de duda.
—Ellos me criaron. Me cuidan y yo protejo. Eso ser lupical.—
—Aaah... — Una idea clara empezaba a formarse. No sabías el uso exacto, y si te preguntaran no sabrías describirlo. Tal vez eran cómo las expresiones locales, confusas para un extranjero.—Pues si, supongo. Nunca he visto uno vivo de cerca, pero yo... — No sabías que tan insensible sería explicar que tu trabajo era cargar con lo que las trampas conseguían, preferiste no entrar en detalles.—. Si, ellos... me aterran.—
Sin importar sobre la veracidad de todas esas historias de otros cazadores siendo comidos vivos por una manada entera. Sin importar las veces que viste a un cazador dejar sufrir a un lobo en lugar de quitarle la vida rápido. Las bestias siempre parecen ser los animales, ¿por qué no puedes cambiar esa idea con la misma facilidad con la que te la metieron en la cabeza?
Aquellas fueron las últimas palabras que intercambiaron esa noche.
[...]
La molesta sensación de algo golpeando suavemente tu rostro una y otra vez te hizo despertar a la mañana siguiente, la tela anaranjada del pañuelo se desplazaba conforme su portador hacia lo mismo. Pequeñas ráfagas de aire chocaban contra tu cabello y la única forma de detener a Razor para que dejase de olfatearte fue apartarlo por tu propia mano.
Como no te movías sólo estaba asegurándose de que siguieses respirando, también dijo algo sobre el olor a jabalí pero no entendiste muy bien a lo que quería llegar.
Picó con un solo dedo sobre los moretones de tu hombro, como un chequeo apresurado que siguió con cada golpe visible. Saltaba al siguiente luego de comentar que no te dolía, siguiéndole la corriente hasta que llegó a cierto punto específico en tu costado izquierdo.
Recordaste las marcas en tu cuerpo ya tarde para cuando descubrió aquel imperfecto en tu piel. Uno que el tiempo no borraría, no era un golpe, tampoco una cicatriz hecha en batalla como serían las de su amigo de cabello blanco. Era una silueta irregular, más redondeada que alargada, no había sido hecha con algo afilado. El mismo tono de piel en esa zona era más oscuro y rojizo.
Era una cicatriz de quemadura.
Razor adivinó cómo te la habías hecho, o más bien, quienes te la habían hecho al ver como impulsivamente usabas tu brazo para cubrirla.
A eso te referías con "solo me golpearon".
Hay distintos tipos de fuerza, física, mental, emocional.
Pero no es lo mismo tener gran aguante a justificar indefinidamente luego de modificar tu percepción de lo real.
Soportar el abuso porque no tienes de otra no es fuerza, es un mecanismo de defensa.
Lo que nunca habrías esperado sería una verdadera oportunidad de elegir, más allá de un futuro lleno de consecuencias y heridas siendo cerradas y abiertas diariamente existía una verdadera posibilidad de tener un día tranquilo.
Al carecer de un plan en concreto y al temer por regresar a casa aceptaste la vaga sugerencia de Razor para que te quedaras un poco más.
Estabas muerto para ellos, ¿cierto? No hay prisa alguna, recordaste al saltar por encima de otro tronco caído. Estos pensamientos son los mismos que solías tener al lavar utensilios y cubiertos, ideas sin sentido que te desconectan, pero esta vez la sensación del exterior es motivadora. No más pasos torpes y controlados, el correr se sentía maravilloso.
Un tropiezo aquí, un choque allá, errores por los que nadie te gritó. Defectos humanos de los que no te tienes que avergonzar.
Seguirle el ritmo a Razor era imposible, pero los destellos de las cadenas que colgaban de su abrigo te marcaban el camino. El bosque ya no parecía lúgubre ni tenebroso, era simplemente la belleza natural extendiéndose por kilómetros y kilómetros.
Las piernas aún te dolían, pero el entumecimiento de estas era más molesto que cualquier pinchazo espontáneo de dolor que provocasen los golpes.
Fuiste detenido por Razor, alzó su brazo hasta bloquearte el paso y tuvo que frenar tu impulso por lo inesperado de su seña. Bajó su cuerpo lentamente, sólo necesitó un movimiento de mano para pedirte que lo imitaras.
—Conejo... — Susurró, usando cuatro puntos de apoyo para desplazarse hasta el montón de maleza más cercano. De nuevo lo imitaste, listo para la siguiente indicación.
En ese momento, un chico se convirtió en bestia. La misma destreza de un lobo al acecho, la misma cautela. Luciendo los caninos que pretendían ser colmillos, completamente inmerso en un instinto que no le pertenecía.
Listo para abalanzarse, algo se le adelantó. El pelaje grisáceo de tonos irregulares se lució entre el verde predominante, los colores fríos del ambiente le dieron el primer plano al lobo que había atacado al conejo de campo.
Razor gruñó levemente, más como una expresión de fastidio antes de salir de su escondite y saltar sobre él. Con sus brazos atrapó a su compañero, quien reaccionó tranquilamente al reconocerlo.
Incluso si estaban forcejeando apenas, no podías evitar imaginar que aquel lobo cerraba sus fauces en el chico. Así como lo hizo con el pequeño animal, con una facilidad que no significaría un esfuerzo.
La emoción se volvió adrenalina, la misma que te hizo temblar hasta que caíste de espaldas. Debilidad, no dolor, sólo desamparo, sólo resignación a no tener oportunidad de escapar si te atrevías a intentarlo.
La tentación de gritarle a Razor para que se alejara del lobo eran insoportables, apenas retenidas por el mismo pánico que te impide pensar claramente.
—Lupical.—
La palabra preferida de Razor te trajo de vuelta, tanto él como el animal te miraban fijamente y, para tu sorpresa, no estaba a la defensiva ni con las orejas en alto. Ambos tenían la cabeza ladeada, reflejando la curiosidad y duda por tu reacción.
El brazo derecho de Razor aún rodeaba a su compañero, mientras que el izquierdo estaba extendido hacia dónde te encontrabas, demostrando que -supuestamente- no había nada de qué temer.
Sin usar ni una palabra te invitaba a acercarte.
—... N-No puedo—Susurraste.—. Lo siento, no puedo.—
No debes darles la espalda, no hay que darles la oportunidad de que te ataquen. Si no atacas primero, ellos lo harán. Esos son sus instintos, su naturaleza territorial los hacen bestias devora hombres.
Esas y más ideas crueles están grabadas hasta la médula de tus huesos.
"Deja de llorar, te estamos haciendo un favor. Tú sólo lidias con ellos ya estando muertos, ¿crees poder aguantar un día colocando trampas?"
¡No puede ser que toda tu identidad se base en un terror de la infancia!
Todas esas horas que pasaste pelando pieles y quitando pedazos de carne de los huesos y colmillos que les quitaban regresaron a tu mente. Nauseas, la combinación de tu estómago vacío con lo repugnante de los recuerdos provocó una asquerosa sensación. Saliva amarga y ácida potencian ese sabor extraño.
Lo escuchaste pronunciar un suave "¿hm?" al no comprender por qué te disculpabas.
Ese fue el inicio de tu estadía en el Reino de los Lobos. Con las invitaciones para pasar el rato volviéndose preguntas sobre qué deberían comer o dónde deberían dormir con cada día que pasaba.
Sin darte cuenta encontraste un refugio en la naturaleza para olvidar lo terrorífico de la vida en comunidad.
Y por un momento, el mundo pareció estar teñido de colores cálidos.
[...]
El sol alzándose, la sensación de la Luz sobre la piel era tan agradable como siempre. Tal vez tu espalda ardía un poco por el contacto directo, pero nada que no pudieras soportar.
El pescado que tenías en frente permanecía con su mirada muerta y perdida mientras terminabas de limpiarlo. El montón de escamas que te rodeaban eran la prueba de tu empeño y arduo trabajo.
Razor salió del río una vez más, con parte de su cabello cubriéndole el rostro. En una de sus manos se encontraba un pez que se sacudía frenéticamente para liberarse, entonces el chico lo lanza a la orilla lo suficientemente lejos como para que no pueda regresar al agua.
Peinó su cabello mojado y enredado hacia atrás, pero luego se sacudió de la misma manera que haría un perro. El exceso de agua salpicó por todas partes, incluso alcanzándote a pesar de la lejanía.
Sin su abrigo ligero y sin su pañuelo se dejaba a plena vista las marcas que rodeaban parte de sus brazos y pecho. Parecidas a las que aparecen cuando una persona es alcanzada por un rayo, pero la distribución de estas era simplemente perfecta, casi hipnotizante. Lo bueno es que Razor tenía la (¿habilidad? ¿capacidad? no sabrías decirlo) de no sentir la mirada de los demás, así que podías admirar aquellas marcas todo lo que quisieras, teniendo que renegarte a guardarte la pregunta por miedo a que se trate de algo sensible para él.
Se plantó frente a ti, y luego lo viste agacharse para estar casi a tu altura. Parecía encontrar interesante como las escamas caían con la poca fuerza que aplicabas, como una cascada de pequeños trozos traslúcidos que reflejaban la luz al igual que el agua detrás suyo.
O tal vez sólo esperaba el momento en el que le permitieses cocinar los pescados. Ambas opciones eran válidas.
El perderte en tus pensamientos solo significaba saltar de una idea a otra, pasaste de quejarte internamente por el olor a pez para luego ser consciente del calor que hacia aquel día. El aquí y el ahora, después el pasado, para al final preguntarse sobre el futuro.
El plan a futuro que obviamente no tenías.
Te detuviste a la mitad del cuarto pescado, el desánimo fue suficiente como para que aquella tarea se volviese tediosa, la facilidad se volvió en algo demandante de la nada, dejando una extrañeza incomprensible. La misma que te llevó a encorvarte hacia adelante lleno de melancolía.
—¿Hambre?— Te preguntó, preocupado de verdad aunque no sonase así. Cuando negaste no sintió alivio exactamente, ni siquiera lo volteaste a ver, ni siquiera volviste a lo tuyo. Fue como un interruptor siendo apagado, ya no había calma en tus facciones por estar concentrado, sólo esa mirada perdida parecida a la de un pez.
¿Lo estabas imitando? ¿Querías que él hiciera lo mismo o... ?
Por favor, usa palabras, Razor no sabe cómo leer la situación.
El agua corriendo y el viento meciendo los árboles inundaban tus oídos, ese silencio pacifico del que sentías no tener derecho a pertenecer. En cómo te estabas atreviendo a refugiarte en el lugar que perturbaste por tanto tiempo.
No es cómo que alguien cómo tú pueda ofrecer algo a cambio.
Ibas a responder, estabas tomándote un tiempo para pensar en palabras claras y precisas que definieran esa impotencia en tu pecho, tal vez tardaste un poco más de lo esperado porque cierta sensación inesperada de algo suave restregándose contra tu espalda te hizo saltar.
El pelaje del joven lobo brillaba como siempre, si te acercas lo suficiente puedes ver la fina capa de tierra que lo envuelve. El acariciarlo significaría levantar una nube de polvo pero sin duda valdría la pena.
Pero para ti obviamente fue distinto.
Te bloqueaste en ese momento, dejando tu mirada fija en el animal que seguía frotándose contra tu piel para robar la calidez que había acumulado. Al mismo tiempo olfateaba con curiosidad, confundido tanto por tu olor como por el húmedo aroma de tus ropas mojadas.
Te inclinabas hacia atrás y el lobo te seguía, sin atreverte a meter tus manos entre tú y el animal sólo pudiste buscar a Razor para pedir ayuda.
—R-Razor... —
Pero él estaba ocupado persiguiendo a otro lobo que había robado un pescado del pequeño montón que tenían al lado. Pedir auxilio en el chico dejó de ser una opción cuando su pelea improvisada lo llevó a adentrarse en la maleza. Saliendo por completo de tu vista.
—No, no, Razor... ¿p-por qué... ?— Tu brazo se extendió con temor hacia la misma dirección por donde había desaparecido. Deseando que escuchara tus susurros, pidiéndole que no te abandonara cómo lo habían hecho antes.
Temblores te atacaron sin previo aviso, sumándose a los balbuceos que le rogaban al animal apartarse y el encogerte sobre ti mismo tampoco ayudó pues siguió curioseando a tu alrededor. Te sentiste ansioso, tenso, esperando al dolor que significaría ser mordido, escuchado precipitadamente tu sangre salpicando en las rocas cercanas.
Te abandonaron. Arréglatelas estando a tu suerte.
Si te atrevías a correr, probablemente te perseguiría, adentrarte al bosque de nuevo sería darle la oportunidad de que se agrupe con más de la manada. No sé cansarán antes que tú, eso es imposible, sólo te quedará esperar a que te rodeen y entonces...
La naturaleza sombría de tus ideas te hicieron llorar, suplicando mas por instinto que por la creencia de que eso de verdad te ayudaría. Te disculpaste, pediste perdón hasta que el nudo de tu garganta te lo impidió. Con la frente en el suelo y tus manos tirando de tu cabello no te quedó más que seguir soltando incoherencias preso del pánico.
A pesar de que no lo escuchaste, el lobo soltó un corto llanto. Eran animales más que inteligente, eran sensitivos, porque al igual que los humanos dependen de ser sociales para sobrevivir.
Tal vez no sabía la razón de tu preocupación, pero eso no le evitaría querer consolarte así como hacían con Razor desde que era pequeño. Su hocico se agachó aún más para buscar una de tus manos, la corta ráfaga de su aliento cálido al exhalar te hizo estremecerte. El equivalente a que alguien levante su mano bruscamente, haciéndote esquivar el golpe que nunca iba a llegar.
Tuviste la osadía de levantar la mirada al creer que ya no estaría ahí, solo para encontrar al animal descansando como si nada hubiese pasado. Tomando el sol y recostado a tu derecha, nada parecía molestarle, ni siquiera el calor que pegaba incesante, ni siquiera tu misma presencia.
Te diste la oportunidad de alejarte para recobrar la compostura, la adrenalina no era una buena pareja para el temor que te provocaban. Tomaste distancia y una mano fue a tu pecho en un intento de modular la respiración descontrolada. Sin rastros aún de Razor todo lo que podías hacer era mantenerte estático. Tal vez si no haces movimientos brusco el lobo no reaccione a la defensiva.
No podías contar con que se levantaría de su sitio para mudarse de nuevo a tu lado.
Alcanzado en cuestión de segundos.
Incluso si por alguna razón sólo te estaba cuidando, ese miedo continuaba. Algo entorpecido por el comportamiento impredecible, pero aún seguía ahí.
¿Y si tal vez... ?
Alzaste tu mano y te obligaste a controlar los temblores para no parecer temeroso al acercarla al pelaje grisáceo.
Eso es, no voltees para acá, no vas a hacer nada malo, y-
Soltaste el grito más agudo que alguna vez escuchaste salir de ti.
El lobo abrió los ojos cuando la distancia se trataba de centímetros, tal vez menos. Flanqueaste de la impresión, retrayendo tu extremidad para luego intentarlo de nuevo, esta vez con el animal al pendiente de tus movimientos. Como un padre viendo el progreso de su hijo que apenas aprende a caminar, con ese silencio lleno de paciencia y orgullo que terminará tarde o temprano en un grito de victoria.
Con esa misma serenidad fuiste recibido cuando tus dedos alcanzaron el suave pelaje en la zona del cuello. Enterrándolos suavemente hasta que tu mano se perdió, era más esponjoso de lo que esperabas, centímetros de pelaje que eran agradables al tacto. No sentiste nostalgia por algo suave de lo que te tuviste que despedir conforme crecías. Nunca tuviste algo como un peluche o similar, es por eso que aquella sensación tan maravillosa te tomó por sorpresa.
Rascaste con cuidado y delicadeza, con caricias tan lentas como torpes. Y cuando el animal se inclinó sobre tu mano para descansar sentiste algo en tu pecho saltar de la emoción. Entonces esa emoción se volvió alivió, el mismo que te hizo volver a llorar. Esta vez fueron lágrimas de extrañeza y alegría, era una criatura hermosa que era tan inteligente que era conmovedor. No era la bestia salvaje de los cuentos e historias de cazadores. Ya no tendrías esa imagen de ellos atormentándote, fue desmentida con tanta simpleza que te sentías tonto por haberla creído en primer lugar.
Razor regresó con la cabeza del pescado entre manos, lo único que había sobrevivido de su pelea. Pero sin querer la dejó caer cuando la escena que apareció frente a sus ojos lo tomó por sorpresa.
Casi saltó sobre ti y sobre él lobo cuando distinguió cómo abrazabas al animal entre lágrimas, con una de tus escasas sonrisas adornando tu rostro. Su felicidad no podría leerse por su expresión, pero por dentro no podía dejar de saltar. Lo suficiente como para abalanzarse sobre ambos, abrazándolos de igual manera, tal vez un poco más firme de lo que esperabas.
—Tu lupical nunca fue aterrador, ¿no es así? Eso querías mostrarme—Sentiste cómo asintió, aparte del leve jadeo afirmativo que soltó. Tanto el pelaje del lobo como el largo cabello de Razor te picaban en la nariz y en el cuello, y aún así te negaste a apartarte. Porque la cercanía se sentía como algo recién descubierto para ti. Soltaste una risa a medias.—. A veces eres demasiado inteligente.—
—Lupical son amigos.— Dijo con simpleza. Queriendo asegurarse que le creyeras, por si el ver no significase creer, lo repetiría lo suficiente hasta que le dieses la oportunidad de mostrarte de nuevo.
En el bosque aprendiste a lidiar con tus miedos, mientras que en casa sólo te creaban uno tras otro diariamente.
Pensar en eso te entristecía más de lo que debería.
[...]
Razor pareció extrañarse cuando le pediste permiso de tocar las marcas en sus brazos, ¿se supone que pides permiso para algo así? Él siempre tocaba tu cicatriz de la nada y no le gritabas por eso, pensó que ambos estaban de acuerdo en ese tipo de cosas.
No sobresalían, y aún así la sensación al tacto era ligeramente diferente. Completamente lisa, como la piel de un cerdo tal vez, una suavidad que rayaba un poco en lo anormal.
Su cabeza descansaba en tu pierna derecha, de nuevo tenías la oportunidad de verlo sin su capa, pero su pañuelo y los colmillos que colgaban de este seguían en su lugar. Se estaba recuperando por todas las noches en las que se la pasaba despierto vigilando, sólo necesitabas ver las bolsas bajas sus ojos para saberlo. La tranquilidad con la que dormitaba era envidiable.
Las yemas de tus dedos acariciaban por encima de las marcas en su espalda, de vez en cuando sintiendo como su piel se erizaba por tu tacto y lo lento del mismo.
—No creo que sean figuras de Lichtenberg... — Susurraste, pasando de su espalda a su cabello, pensando en voz alta y dejando caer tu cabeza hacia atrás. El tronco hueco te dio el apoyo necesario para admirar las copas de los árboles que los refugiaban del sol.
Razor se enderezó apoyándose con sus manos para mirarte fijamente, sus cejas estaban inclinadas, la leve molestia y el desconcierto en su mirada te decían algo a medias.
—Son de Razor.— Dijo, ofendido de alguna manera. Negaste luego para reír levemente al comprender el malentendido.
—Así se llaman las figuras que hacen los rayos— Apuntaste al árbol más cercano, y Razor siguió tu dedo hasta que encontró al imponente tronco que terminaba con el frondoso montón de hojas en sus ramas. Un árbol tan viejo como el tiempo mismo.—. Las siluetas que haces al usar tu Visión, por ejemplo, a veces parecen árboles secos, ¿no crees?— Lo habías leído hace tanto que te sorprende el aún recordarlo, es un dato curioso sin utilidad, y se las había arreglado para mantenerse en lo más profundo de tu mente.
Tal vez porque en primer lugar no tienes algo que valga la pena recordar.
—Umm... — El asentir fue su forma de escapar de la conversación, tal vez había escuchado decir algo similar a Lisa hace tiempo, pero en ese momento sólo quería seguir durmiendo. Volvió a su posición original y un pesado suspiro abandonó su pecho.
Así como lo haría un niño, encontró tu mano para tomarla de la muñeca, al final te guió para que la acomodaras en su cabeza de nuevo. Al parecer no tienes otra opción que seguir con las caricias.
Un mismo suspiro, tal vez más profundo, demuestra todo el dolor disipándose lentamente. El clima podría cambiar a una tormenta torrencial y aún así te negarías a regresar a donde ni siquiera te estaban esperando.
Y por lo mismo sentías que no era un intercambio equivalente.
Ahí están esos pensamientos auto destructivos de nuevo.
—Razor— No recibes respuesta más que el chico inclinando un poco la cabeza para verte de reojo.—. Creo que me iré pronto... —
—¿Ir a dónde? ¿Sólo?— Se enderezó casi de inmediato, listo a la idea de comenzar una nueva caminata si se lo pedías. Te terminaría diciendo que no está para más cansado incluso si apenas puede mantener los párpados abiertos. Tomó su capa de encima del tronco que tenías a tus espaldas y tuviste que detenerlo para que no se precipitara.—Puedo ir... también.— No estaba seguro si era una pregunta o una afirmación, aún así negaste.
Listo para explicar algo que no debería ser tan complicado y que aún así se sentía como un alambre de púas rodeando tu cuello. O la misma sensación de presión al estar a demasiada profundidad en el agua. Es incomodidad mezclado con esa necesidad de terminar. Salir a la superficie y tomar el más grande aliento en tu vida.
Pero tenías tus dudas sobre si el decir lo que planeabas te daría la misma satisfacción.
—No, me refiero a... — Esquivaste su mirada curiosa, incluso sin esforzarse temías que fuese capaz de leerte con facilidad. Tal vez era esa naturaleza impredecible lo que te hacía sentirte tan cómodo, porque cualquier cosa era mejor que saber que debías esperar a que te levantaran la voz.—... Para regresar a donde mis "personas especiales" están.—
O tal vez sólo vagarías por Mondstadt, o tal vez te moverías a otra nación. Las posibilidades por primera vez eran seleccionadas por ti y por nadie más.
Pero aún así alguien opinará sobre el camino que estabas por tomar.
—¿Cazadores?— Asentiste, y Razor hizo exactamente lo contrario.—Son malvados, poder quedarte. Peligro, regresar es peligro.—
—No es... — El de pelo plateado gruñó, y casi haces lo mismo cuando te diste cuenta que no escucharía razones.— ¿No entiendes? ¡No es justo! Ni para ti, ni para tu Lupical, si me quedo será como-
—¡(T/N) es mi lupical también!—
Cualquier que conociese a Razor sabía que no era fanático de repetirse, ni siquiera de hablar en general. Lo que conllevaba el comunicarse traía consigo el temible poder de las palabras, uno con el que nunca había lidiado.
¡Eras más listo que él! ¿Por qué tenía que repetir lo que ya sabías? Hablar es cansado, y más cuando no es necesario.
Cómo si se tratase de algo contagioso, ambos gruñeron; el tuyo era más un quejido de fastidio por la diminuta paciencia, mientras que el de Razor era genuinamente un llanto amenazante.
—Si quieres irte, estar bien con eso— La capa que seguía en sus manos finalmente regresó a ser su atuendo original. Sacó su largo cabello como siempre y estaba listo para volver a vigilar.—. Pero tú eres buena persona, no pertenecer con cazadores. Ellos, malos.— Sus brazos se cruzaron para afirmar su palabra, infló el pecho y alzó la mirada, era simplemente una pose que recordaba haber visto de los adultos en Mondstadt. Desde su perspectiva se veían geniales, como un lobo mayor posando en la cima de una montaña.
Pero nada era más inesperado y hermoso de ver que aquellas escasas sonrisas que apenas dejabas salir. Y antes de eso fue una sorpresa pura, realmente extrañado e incapaz de interpretar las palabras que no tenían dobles intenciones.
Su honestidad contrastaba demasiado con tu naturaleza insegura.
Tienes que esquivar las manos de Razor cuando intenta atrapar tu rostro. No sabías como sentirte exactamente cuando notaste que parecía emocionarse cada vez que sonreías, como si fuese una extraña aparición de un cometa errante.
¿De verdad sueles mantener una mueca todo el tiempo? El ser consciente de eso era tan curioso como abrumador.
—Está bien... —
"Me quedaré un poco más."
[...]
El cachorro lloriquea cuando ambos caen de lleno contra el suelo irregular. De haberse evitado lo habrías hecho, pero si tu atención se centraba en escapar sería imposible notar el brillo metálico reluciendo entre la maleza.
El punzante dolor que recorre tu pierna en una fracción de segundo es suficiente para derribarte. El frío metal atravesó tu piel sin esfuerzo, y al mismo tiempo logró romper todo a su paso.
Miraste hacia atrás, y notaste la gran herida en tu pantorrilla.
Los huesos humanos pueden romperse fácilmente si se aplica la presión correcta en el punto indicado.
Respiración incontrolable, errática. Tu frente pegajosa por el sudor y la tierra pegándose a tu rostro, la suciedad alcanza tus párpados y es así como ahora tu visión también está estropeada. El más aterrador de los déjà vu ocurre, el dolor es un mal recuerdo que saltará de vuelta a tu mente con cada mínima oportunidad.
Primero gritas, sorpresa y sufrimiento fusionándose en un alarido. Pero te obligas a callar mordiendo tus nudillos, las marcas de tus dientes se quedan plasmadas sin problemas, de no ser por la poca fuerza que te quedaba seguramente te habrías hecho una nueva cicatriz.
Las voces se acercan.
Ahí vienen.
Tuviste que empujar el hocico de la cría de lobo para que dejase de llorar contra tu cabello. Apartarlo era tan inútil como intentar moverte, el pequeño insistía en quedarse contigo y el dolor punzante que te llegaba hasta la columna era igual de agobiante.
—¡Vete, corre! ¡Sé que me entiendes! ¡¡Tienes que irte!!— Al mirar hacia tus espaldas no puedes ver mucho más allá de tu pierna sangrante, después de eso todo comienza a tornarse borroso. Lo suficiente como para saber que no se trata de algo hecho por la adrenalina del momento. En verdad estabas perdiendo sangre a un ritmo alarmante.—¡Vamos! ¡Vete de aquí!—
Un paso en reversa, con la cola entre las patas, entonces dos, luego viste a la cría dándose vuelta para empezar a correr hacia dónde apuntabas. El ligero destello de satisfacción al ver que te escucharía fue quebrado apenas la red hecha de cuerda rasposa te cubrió tanto a ti como al cachorro.
Los cazadores se esconden y esperan el momento indicado. Se vuelven depredadores tramposos.
La imagen confusa del pequeño lobo tratando de correr desesperadamente te rompe el corazón. Sólo se enredaba más y más en las cuerdas, pronto sus patas estaban inmovilizadas, incapaz de avanzar. Igual que tú.
Si hay una trampa nueva en ese sendero, ¿qué te asegura que no llenaron el bosque con ellas? ¿qué te asegura que el grupo que venía tras de ustedes era el único?
La idea te atormentó.
—¡Atrapamos uno!—
—Uh, ¿ese no es... ?—
La frialdad con la que sueltan sus palabras crueles y sus risas secas son tan gélidas que te hacen temblar.
Escuchaste como hablaban que encontrarte era equivalente a un premio mayor. Porque el sobrevivir fue desobedecer la orden de ese hombre, porque atreverte a esconderte en lugar de trabajar era una enorme ofensa.
Congelado en el tiempo, un bucle infinito de dolor disfrazado de una rutina diaria.
¿Se supone que vas a volver a eso si te perdonan la vida?
El torniquete mal hecho en tu pierna sirve para que el abrir la trampa sea más sencillo para ellos. No tienen problemas en mancharse las manos con sangre.
Estás libre, de una manera literal que dura poco menos de unos segundos.
Esas voces ahora son lejanas. Una tormenta parecida a una nube de estática entorpece tus oídos.
Y aún así escuchaste el quejido, tu instinto te obligó a intentar responder el inaudible llamado del cachorro cuando uno de ellos lo toma del pelaje del lomo. Como si estuviesen cargando una bolsa de basura.
La sangre te hierve y aún así sientes entumida la lengua. Si intentases reclamarles sería tan sólo un grito de guerra sin significado más allá que demostrar la ira que fue confundida con impaciencia.
Te niegas a volver a ese ambiente de ultratumba.
Te niegas a resignarte a esa vida donde te arrastran por el fango sólo porque pueden.
El más joven de los cazadores te toma del cabello para levantar tu frente del piso. Duele, toda tu existencia duele, esa ira te hace doler el pecho, ese llanto retenido te hace arder la garganta. La frialdad y el cinismo con el que se mofan de ti te hace desear un cambio.
Pero no esperas a que una voluntad débil sea escuchada.
Estabas harto.
¡Harías el cambio por ti mismo si nadie venía a salvarte!
La daga de supervivencia que colgaba de su cinturón estuvo a tu alcance, entonces te estiraste para hacer algo que nunca te habías atrevido.
Un frío persistente hace que la sangre que hervía de rabia se congele, un aliento helado sale de tus labios, ¿qué es este espontáneo sentimiento de poder?
Un brillo casi impecable ilumina el bosque junto a la noche de luna llena.
"Lo siento... "
La daga desgastada se extiende hasta ganar la longitud de una espada ligera, la hoja hecha de un cristal bajo cero te hace quemar la piel de las manos.
"... por hacer que también cargues con las penas del mundo."
Te levantaste cuando ambos cayeron de espaldas por la impresión, el cachorro logró liberarse y su recién formado instinto le hizo reaccionar a tiempo. Corriendo como le habías indicado al principio del caos.
"Ya que has resistido mi frialdad, ¿debes de tener el deseo de quemar?"
No puedes culpar a Boreas por despreciar a la humanidad, por ser indiferente al avance de aquellos que perturban un santuario.
"Entonces quema el viejo mundo por mí."
Un aire gélido atravesó el bosque, dando una sensación desagradable en la piel descubierta de cierto chico que corría sin rumbo fijo, dándole su primera pista.
Los rayos de Razor iluminan el claro, acompañando a la tenue luz azulada que resguardabas en tus manos. Como si hubieses atrapado una estrella fugaz, como si su luz te estuviese lastimando, pues no dejabas de llorar.
Tal vez no fue el deseo de proteger, pero si un rezo siendo escuchado. Una voluntad fuerte que fue atendida luego de una revelación. El deseo del cambio, negándose a la eternidad de sufrimiento con la que había sido bienvenido al mundo.
A pesar de estar de pie, rápidamente te desplomas, dejando caer la Visión Cryo cuando tu agarre se volvió tan débil como tu cuerpo luego de soportar esa descarga de energía elemental.
Razor te atrapó con cuidado luego de dejar su mandoble clavado en el suelo cubierto de hielo y nieve. Sacude la escarcha de tu pelo y de tu rostro, con la mezcla de preocupación y enfado mostrándose en sus facciones pálidas. Sin darle importancia a lo que había ocurrido, pues su prioridad siempre es proteger.
La eternidad y el cambio pueden coexistir. Lo entendiste cuando despertaste en una casa desconocida dentro de Mondstadt, una joven rubia curaba tus heridas, otro chico de cabello blanco y ojos verdes preguntaba cosas sin cesar; y la serena expresión de Razor al descansar a tu lado te comprobó que los cambios no siempre son aterradores.
Los opuestos que al principio miraban con duda un hábito extravagante se volvieron el complementario de aquel de quien juraban nunca entender su mundo.
El intento de sonrisa de Razor te trajo de vuelta una vez notó que habías despertado.
No tendrías quejas si esa era tu nueva eternidad.
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