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[Pt. 2] Uzui Tengen -≫ Kimetsu no yaiba


- Pedido hecho por: Original.
- Advertencia: Segunda vez que escribo sobre este personaje.
- Relación: Sucesor / Figura paterna.
- Número de palabras: 5964
- Advertencia II:
Spoilers del manga - Arco del tren infinito.
• Personajes del manga - Arco del Distrito de la luz roja.

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Parte 2
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[...]

Soñar con el pasado, habías leído sobre eso alguna vez. Suele ser un mensaje de tu subconsciente para decirte que te sientes melancólico por algo en particular, que extrañas lo que ya perdiste o que eres infeliz en el presente. El subconsciente no es ajeno a querer esconderse y escapar, incluso si es un reflejo directo de lo más profundo de tu mente toda tu voluntad se pondrá en contra de ese hecho que te atormenta, buscando confort en el pasado.

Pero tu pasado es similar a tu presente, ¿entonces qué es lo que extrañabas? Tal vez ese era el punto de aquella técnica demoníaca, una realidad perfecta que sería lo suficientemente tentadora como para querer envolverte en ella y dejar atrás la verdadera.

Le diste tantas vueltas como pudiste antes de ser llamado por tu maestro.

Hace tiempo que habías dejado de sentirte intimidado por Tengen, supiste cómo leer su lenguaje corporal y a entender lo que decía, rebuscando entre líneas. Lo alarmante ahora era su pose y el aura que emanaba, sus entrecejo fruncido en desdén e indiferencia pero con la espalda recta y firme que demostraba su autoridad.

Estabas seguro de que el cuervo había tardado más en ir a dar el mensaje que el Pilar en regresar.

Al verlo llegar creíste que podrías saludarlo con naturalidad y disculparte, cómo lo habías hecho con las mujeres, pero la oportunidad fue pisoteada cuando dictó que tenía que hablar contigo con una voz tan seria que sonó como una amenaza.

Y ahí estaban, sentados uno frente al otro, tú atento a escuchar alguna orden o regaño y él analizando por encima tus vendajes y heridas.

¿Estaba esperando a que tú iniciaras la conversación? Tal vez si hablabas ahora lo tomaría como una falta de respeto, a lo mejor está meditando sus palabras y poniendo todo en orden, incluso estaba la posibilidad de que se tratara de una prueba.

—Deja de hacer eso.— Le escuchaste decir apenas, sacándote de tus pensamientos de manera efectiva.

—¿Uh? ¿Qué cosa?... —

—Deja de divagar en un momento así, es molesto.—

—Lo siento. Tengo mucho en la cabeza desde que desperté... —

—No te pregunté eso.— Tú reacción es inmediata y bajas la cabeza para disipar la pena. El ambiente es pesado, cómo si estuvieras hablando con otra persona, sin escapatoria y reconociendo una posible amenaza inminente, ¿pero por qué? ¿Por qué de la nada te está fulminando cómo si fueses una de esas bestias con las que batalla cada día? No tienes el valor de preguntarle a pesar de alardear que no le temes.

Entonces lo entiendes, no es temor. Es el resultado de la figura de autoridad que te transmite junto con el hecho de que hace mucho que no te sentías tan lejano a él, como persona y como maestro.

A pesar de que no hay una jerarquía más allá de la formalidad entre los pilares y los cazadores sientes como tú mismo te degradas lentamente.

Por otro lado está Uzui, quien notó como titubeabas sin poder formar una oración, sólo suspiró al mismo tiempo que cruzaba los brazos.

—Si no puedes ni hablar seré directo entonces— Cerraste las puños por inercia y te preparaste mentalmente, como si estuvieses a punto de recibir un golpe que no podrías esquivar.—. Ya no eres parte de los Cazadores de Demonios.—

De todas las cosas que pudiste esperar esa era la que no se había creado en tu cabeza.

¿"Ya no eres parte"? ¿Se refería mientras te recuperabas o sería un entrenamiento intensivo que no te dejaría tiempo para nada más? Querías indagar tanto que apenas podías mantener la fachada.

¡Obviamente no estás tranquilo! ¡El mundo de los asesinos de demonios era lo único que conocías! ¿Qué significaba eso? ¿Te estaban despidiendo? ¿Eso era posible?

—¿Q-Qué? ¿A qué se refiere, Uzui-san?... —

Detrás de él puedes divisar el jardín, tu haori se mece con el viento en el tendero y los detalles bordados relucen con la luz del sol, te da una extraña imagen, como si deberías estar haciendo algo importante, como si el tiempo fuese más rápido de lo que aparentaba, ¿por qué de repente no reconoces tu alrededor?

¿Esta es tu verdadera vida? ¿Habrá algo más que ellos en tus recuerdos? ¿Alguna mujer que te cargara mientras sonreía o un hombre que jugaba contigo para dejarse ganar?

No hay nada más que esta realidad. No hay nadie además de ellos.

—Cómo lo escuchas, y es mi última palabra sobre este asunto.— Cuando se levanta de su lugar entras en pánico en tiempo récord, tenias tanto que replicar y discutir que de un salto te pusiste de pie e ignoraste el dolor latente en tu pierna para seguirlos detrás tuyo surgen las voces alarmadas de las kunoichi, quienes no se planean intervenir en esa discusión.

—¡Uzui-san! ¿Así de la nada? ¿Por qué? Y-Yo... — Detiene su trayecto hacia el exterior pero no voltea para nada, aunque no lo demostrara parecía que estaba interesado en ver que tenías para decir.

—¿Acaso estás cuestionando mi orden?— Aquella frase te toma desprevenido y reprime tus ganas de hablar de inmediato. Se gira apenas hacia a ti para mirarte directamente a los ojos, listo para actuar.

—No, no me refería a eso, Uzui-san... —

—¿Qué pasó con tu facilidad de seguir órdenes?—

—¿Uh...?—

—¿Una misión bastó para hacerte un rebelde? "No regreses al borde de la muerte", ¿era tan difícil que preferiste hacer lo contrario?— Bajó de la plataforma de madera y quedó en la entrada al jardín, su semblante se fruncía en una mirada de descontento. Sabías sobre su disciplina, conoces todo sobre su forma de corregirte, nunca había usado palabras tan indiferentes para hablarte. No puedes entenderlo, ¿que había sido diferente?

¿Habías puesto la misión antes que tú bienestar? Seguramente eso era lo que pensaba, estaba furioso entonces. Todas esas lecciones para sacarte de la cabeza esos ideales retorcidos para que terminases casi muerto.

Pero no era justo, no habías hecho eso. Tus principios te pedían explicarte y aclarar la situación, debía haber algo más, algo más debió pasar para llegar a este punto.

No puedes con la presión y tu actitud serena se toma un descanso para cuando frunces tu entrecejo en desconcierto.

—¡No lo entiendo, Uzui-san!— Inicias, luego bajas de la plataforma al igual que él y te pones frente suyo. Plantándole cara a pesar de la diferencia de altura. Detrás tuyo se encuentran las tres mujeres presenciando la escena, una maldice por lo bajo, otra suelta balbuceos nerviosos y disculpas, y la última te llama entre susurros.—Los cazadores seguimos siendo humanos y las heridas en batalla son cosas comunes, ¿por qué sólo por una ocasión que no pude regresar parado sobre mis pies me hace renunciar? ¿Dónde quedó todo eso de vengar a las personas que iban a ser mi familia y salvar a la humanidad?— Tus exigencias parecen nunca llegar a sus oídos pues no obtienes reacción alguna, incluso con el ligero brillo de la desesperación emanando de tus ojos. Te respondiste por ti mismo cuando pensaste en que eras débil, qué seguramente buscaría otro tsuguko y te dejaría en manos de las mujeres para darte un nuevo propósito. Si ese era el caso preferías la honestidad por encima de la pena.—¿Espera a qué... me quedé sin la razón de vivir que ustedes me dieron? Sé que no tengo talento para la espada y qué no pude adoptar su aliento, entiendo que no tengo el mejor rendimiento o que crean que soy débil, ¡pero por más que lo respete y que le agradezca no puedo quedarme callado, no ésta vez, Uzui-san!—

Un ligero gesto de sorpresa se asoma en su rostro, luego es sepultado por la indiferencia. No iba a ser tan fácil como habían creído.

—Ya es todo lo que tenía que decir, niño.— Aquí terminaría todo en otras circunstancias, no insistirías más y todo acabaría debajo del tapete, pero no puedes esconder lo estresante que era esa noticias para ti. No era justo, tal vez un Pilar había perdido la vida, pero también estuvieron los otros tres cazadores en la misma misión, es posible de que alguno de ellos haya terminado en peor estado que tú, ¿cuál era la diferencia entonces?

—¡Pero, Uzui-san... !—

—¡Entiende, mocoso! ¡Si no estás de acuerdo y quieres seguir quejándote, ve a perderte a un pueblo y busca quién te soporte!— Su grito deja un silencio espantoso que invade la tranquila tarde, parece que todo lo demás perdió su sonido natural y ahora todo se ahoga en aquellas palabras que te dolieron más que todas tus heridas juntas. Lo observas fijamente, pensando que en cualquier momento diría que fue una prueba o una represalia por tu estado, pero no. Un sentimiento te oprime el pecho; una horrible combinación de tristeza e ira, tanto que ejerciste fuerza en tu mandíbula. El pilar aparta su mirada de ti y aterriza sobre cualquier otra cosa.—Incluso para defenderte eres simplón.— Es lo último que le escuchas decir antes de desaparecer del jardín.

Él realmente te odia ahora, seguramente se arrepiente por haberte tomado de sucesor, ya no tienes nada que te dé una excusa para quedarte ahí.

Tal vez si deberías ir a perderte a un pueblo, pero... No puedes, no te quedan fuerzas...

Caes de rodillas con un dolor agudo apareciendo como reacción inmediata, el malestar le da impulso a tus lágrimas y para cuando te das cuenta estás llorando.

La primera en acercarse es Hinatsuru, se arrodilla a tu lado izquierdo y seca con sus dedos algunas lágrimas, sus rasgos delicados están teñidos de la más pura de las tristezas y preocupaciones, un instinto que va más allá de la empatía que es idéntico al de una madre.

Luego se les une Suma quien directamente te abraza como forma de consuelo, ¿pero por qué quieren consolarte? No había dicho ninguna mentira, todo era real, tanto que era doloroso.

Makio terminó cediendo también y acarició tu cabello con delicadeza por primera vez. Las tres estaban destrozadas, se sentían en parte culpables, sabían el plan de Tengen y aún así no buscaron otro camino para explicar la situación.

Debía romper tu espíritu de batalla para sacarte de la línea de fuego, incluso si terminabas odiándolo, incluso si terminabas abandonándolos. Era un precio que al principio no se atrevieron a tomar hasta que te vieron, luchando por despertar entre quejidos, porque ya estaba gravado en tu cabeza que no tienes derecho a lastimarte o morir, que la misma naturaleza de toda criatura viva ya no podía alcanzarte con tanta facilidad.

Se preguntaron que habían hecho mal.

Se preguntaron cómo aquel niño que temblaba desconsolado y que apenas podía pronunciar su nombre entre balbuceos terminó siendo alguien que menospreciaba su existencia.

[...]

Tus labios apenas se curvearon al cortar el resto del hilo sobrante, alzaste la prenda a contraluz y se meció con el viento de manera pacífica. La última batalla había dejado varios rasguños en tu haori y ahora que contabas con todo el tiempo del mundo gracias a tu retiro podías dedicarte a estas pequeñas cosas, las cosas que puedes ignorar diciendo "después" o "ya tendré una oportunidad para hacerlo".

Te sentías útil y productivo cuando completabas uno a uno las tareas pequeñas que te dejaban para hacer, todos terminados de manera impecable para cuando ellos regresaban de sus misiones.

Pero mientras tanto, cuando el tiempo te sobraba y acababas tus deberes en tu hogar, volvías a recaer en la melancolía.

Una culpa que te dejaba mirando hacia todos lados buscando un desperfecto que arreglar, un pesar que te hacía carcomer por dentro ante la idea de que pudiste haber salvado vidas en lugar de terminar quehaceres.

Habías pensado en la oportunidad de contribuir de otra forma a la humanidad, propusiste formar parte de los kakushi. Servir a otros espadachines heridos y ayudar a restablecer el orden en los lugares que pasan a ser crueles campos de batalla. Por un pequeño instante pensaste en tu honor, tal vez aquella imaginaria gloria que acompaña el empuñar una espada que te habían inculcado tan bien que era doloroso estar tan cerca y tan lejos a la vez de tu misión original; más estarías satisfecho, tu corazón estaría tranquilo al pensar que vengabas a todas las personas lastimadas en batalla, que tus manos dejarían de ser para cazar bestias pero que a su vez serían para sanar, para regresar la paz a todos esos lugares perturbados por los demonios.

Pero no, tu idea fue prohibida tan pronto como la pronunciaste. No sólo Uzui, sino las kunoichi también, cada uno con su modo de decirlo pero coincidiendo gracias a un acuerdo en silencio que desconocías. Te replicaron "¿qué parte de olvidar todo lo que tenga que ver con los cazadores no entiendes?", el buscar entrelíneas en su discurso no ayudó para persuadirlos y parecía que habías empeorado un poco las cosas.

Querías volver a ver a los pilares, ¿acaso debías olvidarte de que los conociste? ¿Desechar el enorme agradecimiento que le tienes a Oyakata-sama? ¿Fingir que nunca entablaste amistad con tus compañeros? ¿Hasta donde llegaba tu retiro? Tantas preguntas que tendrías que encadenar a una esquina desolada de tu mente hasta que se perdieran entre las dudas estúpidas que se forman en el día a día.

Te pusiste tu haori con calma y guardaste el equipo de costura de nuevo antes de suspirar a la nada. La vida de un jubilado era aburrida.

Un graznido resonó desde la lejanía y admiraste la silueta ensombrecida del cuervo de Uzui descendiendo. Sus adornos se removieron de manera extravagante cuando aterrizó en tu antebrazo, una de sus patas traía un mensaje que sería el aviso de que se encontraba bien. Acariciaste el plumaje del ave y te fascinaste al verle posar lleno de orgullo.

La ligera sonrisa que te transmitió el animal se borró. Extrañabas a tu cuervo, seguramente ahora servía a un espadachín recién formado y esperabas a que su actitud exigente no intimidara a su nuevo compañero.

Agradeciste antes de que se alzara en vuelo nuevamente, deseando tener el mismo don de admirar la belleza de la tierra desde los cielos.

[...]

Tu ánimo decaía con cada día que pasaba, cualquiera que pudiese caminar lo notaría sin mucho esfuerzo. Postura encorvada, brazos cohibidos hacia ti, un tono de voz bajo y algo inseguro. Lo que menos necesitaban es que cayeses enfermo de la tristeza, así que debían nivelar un poco las cosas.

Lanzabas hacia arriba la temari, el cascabel se agitaba de manera escandalosa y terminaba de nuevo en tus manos, sentías un poco los hilos antes de volver a arrojarla hacia el cielo, sin fuerza. El ritmo siguió y siguió que hasta lograste ubicar la caída con los ojos cerrados, estando cerca de caer dormido te sorprendiste al sentir como el patrón era perturbado.

Desde tu asiento improvisado de tierra alzas la mirada y vez a Uzui con la temari en una de sus manos, su semblante es neutro pero deja caer la artesanía unos segundos después.

Tus ojos lo siguen hasta que toma asiento a tu lado, no sabías que podría decirte y no te esforzabas ni siquiera en leer su lenguaje corporal.

—No puedo evitar pensar que pones esa cara para hacerme sentir culpable. Y no recuerdo haberte enseñado a pelear tan sucio— Apenas puedes creerlo, un cambio tan brusco que dudaste que fuese el mismo Uzui. La ligera sonrisa que cargaba parecía maliciosa y con malas intenciones.—. Ahora que lograste pasar tu pesimismo al dios más benévolo te responderé lo que quieras.— Con su voz irradiando energía y siendo tan llamativo cómo sólo él sabía esperó por tu pregunta.

¿Acaso estaba... ?

El silencio se prolongó más de lo que el pilar se esperaba, tu semblante combinado de confusión y seriedad era inquietante, desconectado del exterior al sobre analizar las cosas de nuevo.

—¿Qué color tomaría un camaleón si observara su reflejo?—

Su sonrisa desapareció y en cambio apreciaste cómo la esperanza que te tenía desaparecía lentamente, incapaz de creer lo que habías preguntado y sorprendido de que estuvieras desperdiciando una oportunidad así.

Y entonces, ¡zas!, un golpe sin fuerza, para corregir.

—¡Esto es serio, mocoso! Intento hacer un favor y lo desperdicias en una pregunta tonta, ¿tanto te afectó estar encerrado?—

—Pensé que Uzui-san esperaría una pregunta de ese estilo, intentaba ser extravagante, inesperado. — La verdad se te escapó con una risa tenue, cuando te calmaste volviste a juguetear con la artesanía y admiraste el cielo despejado, entrecerrando los ojos por el brillo del sol, aquel que es el mayor guardián de las personas y que trae esperanza a quien aprecie la calidez. El amanecer que presenciaste el día de la misión del tren llegó a tu cabeza, los escombros dejaron de pesar por un instante cuando viste sus rayos asomándose por el horizonte, te sentiste a salvo inmediatamente.—¿Lo sorprendí?—

—Hmph, de algo se inicia, supongo.— Tu risa le resultó contagiosa y ahora era él quien sonreía con tranquilidad.

Todo estaba volviendo a la normalidad. Estabas feliz.

—Pero, si puedo hacer la pregunta de nuevo, sería un por qué. Y querría una respuesta más que "¡no cuestiones mi extravagante orden!".— Uzui volvió a reír con tu mala imitación de su voz. Nunca lo admitiría pero esa la faceta que siempre quiso ver en ti, un adolescente tranquilo y relajado que no viese una prueba en todo, que pudiese disfrutar de lo mínimo y hacer bromas sin el constante temor de faltarle el respeto a a alguien, ¿de dónde habías sacado esa disciplina?

Tal vez alguien de los pilares, por alguna razón Iguro resaltaba más que el resto, incluso Shinazugawa. Después se encargaría de aclarar sus sospechas.

—Intenta imitarme cuando crezcas y cuando tu voz no sea tan aguda, ratón— De un segundo al otro la temari desaparece de tus manos y ahora es Tengen quien la sostiene, aprecia los detalles que tiene y luego la lanza al aire, tanto que por creíste que nunca la volverías a ver. Aterrizó de nuevo y el cascabel de su interior hizo un escándalo.—. Para tu pregunta simple daré una respuesta extravagante, atento.— Asientes para confirmar tu atención.— Supongamos que un día encontrarse esta temari, pensaste que era un juguete común y corriente así que se te ocurrió buscar a alguien que le viera algo especial. Y sin aviso alguno fuiste tú quién vió lo especial en ella, ¿me sigues hasta ahora?—

—Eso quiero pensar... —

—Ésta simple baratija demostró ser resistente y única, ¡tanto que estás confiado a que se necesitarían al menos cincuenta hombres en forma para cortar apenas uno de sus hilos!... Y a pesar de eso te pondrás nervioso si alguien te amenaza con poder atravesarla sin ayuda de nadie, sin importar la persona que lo diga lo primero que sentirás es temor, porque incluso sabiendo que es resistente no deja de ser muy preciada para ti. Tu orgullo podría ser pisoteado con tal de resguardar intacto aquello que trajo tan buenos recuerdos— Apenas terminó su discurso la temari regresó a tus manos, tus dedos no aplicaron fuerza y salió rodando por el suelo. Te quedaste pensando en aquella alegoría tanto que la cabeza te dolió.—. Y eso es lo que te puedo explicar de forma que lo entiendas.—

—¿Es por eso qué... ?—

—¡Listo, pregunta resuelta! El dios de las festividades regresará a sus labores— Alzó la voz para interrumpirte y al mismo tiempo diste un salto en tu lugar. Sin pensarlo se puso de pie pero te extendió la mano para que hicieses lo mismo.—. Ese cambio brusco de sacarte del mundo de los demonios fue contraproducente, lo admito. Te daré una misión para que tengas algo mejor qué hacer que tejer, pero antes, ve a despedirte de Hinatsuru.—

—¿Uh? ¿Despedirme?—

[...]

La luz en la lámpara va perdiendo intensidad y pronto todo quedará en penumbras, pero no recuerdas dónde estaba guardado el aceite que la haría arder hasta el amanecer.

El montón de cartas se iba acumulando en una pila que te picaba por lo inclinada que se volvía conforme crecía. Un impulso más allá de tu voluntad te llevó a separar las respuestas de Uzui de las cartas de las kunoichi, apilar las de cada una con su respectivo mensaje de vuelta y en orden cronológico. Cuando todo estaba en su lugar volviste a crear la torre inclinada de cartas.

Decir que estabas aburrido era poco en ese caso.

Las tres kunoichi se habían infiltrado al Distrito de la Luz Roja, un lugar donde las prostitutas eran el centro de atención y ese tipo de negocios eran el pan de cada día. La primera vez que te lo dijeron preguntaste alterado por qué estaban haciendo un cambio tan radical entre sus profesiones hasta que la misma Makio te corrigió, a su manera.

Siempre pensaste que las tres eran mujeres hermosas, expertas en el arte de infiltrarse y ocultar sus intenciones, ahora que podrían usar sus dones para seguir el rumor sobre el avistamiento de un demonio les deseaste la mejor de las suertes.

Eso había sido hace unas semanas. Y con el tiempo las cartas habían cesado lentamente.

El pesimismo no tardó en mostrarse, perturbándote a ti mismo con las peores ideas que pudiste crear, ¿ellas estaban bien? ¿Tenían que mantener un perfil tan bajo que debieron pausar las cartas?

¿Será que terminaron como Rengoku?

—Esto es ridículo— El comentario surge de la nada, frustrado e irritado a partes iguales, se levanta y empieza a caminar fuera sin importar que eran altas horas de la madrugada.—. Es mi turno de intervenir, sigue atento por si más cartas llegan.—

—¿A qué se refie... ? ¿¡Eh, Uzui-san!?— Salió tan rápido cómo acostumbraba para ni siquiera darte tiempo a replicar.

Aún con tu pierna lastimada y débil te levantaste en un intento de seguirlo. Casi te arrastraste hacia afuera cuando tropezaste con todo lo que había en el camino y al admirar el cielo estrellado supiste que ya era tarde como para gritarle que también irías.

Cambiaste tu reclamo hecho con toda tu histeria y lo dejaste salir de inmediato hacia la gente oscuridad de la madrugada, sabiendo perfectamente que lograría escucharte con su agudizado sentido del oído.

—¡¡Uzui-sama!! ¡¡Si no vuelven los vengaré!! ¡¡Seré cazador de nuevo e iré a matar a todos los demonios!! ¡¡Lo digo en serio!!— Cerraste los ojos cuando una nube de tierra se levantó por tu caída en seco. Una parte te decía que todo estaría bien ahora, los refuerzos estaban en camino y que debías dejar de llorar.—No se vayan, por favor.—

Pero no podías, la idea te atormentaba. Ser el más desdichado de los hombres en pisar la tierra que tanto amas, perder a tu familia, tus lazos de sangre siendo cortados y desgarrados como si fuesen simples piezas desechables; para luego perder a quienes llenaron el vacío que hubiese terminado en una peor tragedia, el ser maldito que nació como humano pero que su hechizo va más allá que la naturaleza enferma de los demonios, llevar caos a donde te sientes satisfecho, como un parásito, como un mal presagio.

Tal vez era eso, ¿será que solo naciste para ser una desgracia? ¿Para balancear el bien y el mal entre los humanos? Naciste para ser un demonio, naciste para ser una bestia, una bestia que no pudo ser corregida ni disciplinada.

El peor de los monstruos, el que llora por las tragedias que él mismo provoca.

Tus brazos se tensaron y te dieron apoyo para ver la frontera de la luz con la oscuridad, el punto donde la lámpara no alcanza a iluminar. Maldices en voz baja y como puedes regresas adentro de tu hogar para arreglar el desastre que dejaste detrás tuyo.

El monstruo espera, entonces, por noticias.

[...]

El tiempo es relativo, es lento cuando más tortuoso se hace el esperar, ¿por qué no podían pasar los días como cuando perdiste la conciencia? Sin compañía o deberes sólo te sentabas en el borde del escalón de madera y esperabas cada día por ellos. No hubieron más cartas, no hubieron más avisos, el cuervo tardaba tanto en regresar y apenas traía noticias.

Cada día, cada hora de comida ponías en práctica las recetas que recordabas, cuatro porciones bien servidas pero sólo una era terminada. El resto te hacían mantenerte cuerdo ante la soledad, comer sin nadie a tu lado le quitaba el sabor a la comida, insípida y con textura desconocida. Alimentándote para sobrevivir y no porque lo disfrutaras.

¿Y se suponía que los cazadores no se agrupaban? No podías creerlo, el vagar sólo debía ser aburrido y desalentador, nadie cubriéndote las espaldas, nadie a quien defender de una emboscada, nadie a quien proteger en su punto ciego.

Pensaste que deberías ir acostumbrándote por si acaso, pues si nadie regresaba esa sería tu nueva vida. Un ermitaño convertido en la sombra del espíritu de batalla que alguna vez resurgió en su ser.

Arrastrando tu futon hasta la puerta y sentándote, plantándole cara a la puerta del jardín esperando por una noticia, tanto buena como mala, sólo esperabas eso. Un cambio que le diese un desenlace a esta leyenda de un humano que debió nacer como demonio. Y antes de caer dormido recitabas una oración por el bien de tu familia.

Te preguntaste cómo estarían los demás, ese chico, Tanjiro, y sus compañeros, Zenitsu e Inosuke. Los espadachines a boca de todos, ¿estarán al tanto de que ya no formas parte de las filas? Al principio recibiste un par de cartas del Kamado preguntando sobre tu estado luego de la misión en el tren, fueron diarias y cada vez más largas pero como en ese tiempo tu ánimo estaba por los suelos enviaste una primera y última respuesta. Una respuesta que le pedía que dejase las cartas (de manera no tan educada a cómo acostumbrabas), entonces se detuvieron.

Deberías pedir disculpas ahora que tienes todo el tiempo del mundo.

Si, eso debes hacer.

Te levantaste sobre la plataforma de madera y de un salto tus pies tocaron la tierra suelta del jardín. Equipado con un viejo bastón que encontraste entre las cosas guardadas te encaminaste hacia la sede, teniendo en mente pasar por la finca mariposa si el día te daba la oportunidad.

Susurraste una disculpa para Tengen por desobedecerlo y emprendiste un viaje corto, sin prisa alguna.

[...]

Tenías la atención puesta a las telas que yacían en los tendederos, una pequeña culpa te llevó a lavar lo que se encontraba sucio y ahora planeabas dejar que se se secaran con el brillo del sol.

Arrastraste la canasta y tomaste otra prenda para colgarla de nuevo. Miraste hacia tus pies, replicando sobre cómo tenías que ponerte de puntillas para alcanzar el punto más alto donde estaban los hilos. Pero te sentías tranquilo, aún te quedaba por crecer.

Tadaimaa... — Un saludo de asoma entre el silencio y crees que escuchaste mal. Un punto donde imaginabas cosas para mantenerte atento a una llegada que ya estaba tardando.

Con esta creencia alzas la mirada con curiosidad y la prenda en tus manos se te cae al no poner agarre alguno, la sorpresa te había arrebatado los reflejos.

Entre las sábanas distingues una figura alta, encorvada pero reconocible de inmediato. Apartas la ropa, con cuidado y preparado para atacar en el peor de los casos, pero no, no es necesario.

Cuatro personas, heridas y exhaustas aparecen sin aviso, escabullidas en silencio y desplazándose a paso lento gracias a sus golpes que confirmaban una misión sin bajas.

Sonríes.

Okaeri.—

Tomando un gran respiro acumulas energía y terminas lanzando una funda de almohada hacia el rostro del Pilar con todas tus fuerzas ya recuperadas.

Las tres mujeres que lo ayudan a desplazarse sueltan quejidos de sorpresa, intercalando sus ojos entre tú y Tengen.

—¡Oye, así no se recibe a la gente, malcriado!— Uzui retira la funda de su rostro y la estruja entre sus dedos. Un gran vendaje cubre su ojo izquierdo al igual que su hombro, siendo más que obvio lo que había costado salir con vida.

—¡Y así no se regresa a casa!— Exclamas dejando salir toda tu preocupación combinada con irritación, estiras tu cabello y ruges molesto hacia el cielo. Una rabieta en toda la expresión de la palabra.—¡No entiendo a los adultos! ¡Replican sobre lo que hacemos pero cuando ellos lo hacen está todo justificado! ¡Debemos creer que siempre tienen la razón y cuando no la tienen nos culpan! ¿¡Qué lógica tiene eso!? ¡Y... y... ! ¡Agh!— Con una patada lanzas por los aires una cubeta que no se estaba metiendo con nadie, gira en el aire y llega hasta el otro lado del jardín pero de alguna manera aterriza de pie perfectamente. La mala (y buena) suerte de aquello te hace gruñir escandalosamente.

Las tres mujeres y el Pilar permanecen en silencio, algo intimidados por tu reacción. No esperaban ser recibidos con los brazos abiertos pero tampoco imaginaron algo así. Esperaron hasta que los humos se te bajaran y eso fue luego de otras tres patadas que recibió la cubeta, que a este punto ya estaba llena de abolladuras.

—Él solía caber en esa cubeta... — Los tres restantes voltearon hacia Suma, estaba al borde de las lágrimas y el verte tan molesto le hizo revolver el estómago.

—Alguien debe decirle, ¿no?—

—Dejemos que se desahogue, debe tener mucho en la cabeza ahora mismo... —

Uzui se liberó del apoyo que le brindaban las kunoichi con cuidado y se fue acercando sin soltar palabra alguna hacia donde seguías torturando al recipiente.

Sentiste su presencia desde mucho antes y finalmente le plantaste cara. De todos ellos era con él con quien estabas más enojado, todo ese discurso y la disciplina sobre volver intacto había quedado mal parado luego de verlo así, ¿qué lógica era esa? Tenías tanto que gritar pero te reprimiste de todos modos. Un ataque con una funda de almohada ya había sido bastante grosero de tu parte.

Parecías alterado pero sólo estabas lidiando con muchas emociones. Alegría porque estaban de vuelta, tristeza por verlos malheridos, enojo porque todos desaparecieron sin dar señales de vida, irritado porque sentías que tu honor como cazador fue menospreciado.

Y Uzui lo entendió todo apenas soltaste el primer golpe.

—(T/N)— Te llama y apenas respondes soltando un ruido para demostrar que lo escuchabas.—. Me retiré como Pilar.—

—Y yo soy una yuki-onna.—

Y entonces, un golpe, con fuerza.

—¡Hablo en serio, mocoso! ¡Deja ese traste y presta atención!—

—¡Tú no prestaste atención, sólo salió corriendo y lo hizo porque sabía que no sería capaz de seguirlo, porque sería desobedecer de nuevo! ¡Usted es peor que yo justo ahora!—

—¡No estamos hablando de eso!—

—¡Pues yo si lo estoy haciendo! ¿Retirarse? ¿¡Qué está pensando?! ¡Debería seguir en batalla!—

—¡¿Tú también con eso!?—

Hasta que el sol cayó no fueron capaces de dejar de gritarse entre sí. En realidad era Tengen el que seguía con la discusión, extendiéndola y buscando más reacciones de tu parte, porque si, lo habías sorprendido. Más que nunca en todos los años que habían convivido, una reacción genuina sin ser guiada por la jerarquía o el respeto, una reacción extravagante.

Tanto así que hasta se olvidó sobre las heridas y el cansancio que cargaba sobre su adolorida espalda.

[...]

—¿Siempre has caminado a mi lado izquierdo?—

—La verdad nunca lo había pensado... —

—Ahora caminarás a mi lado derecho.—

—¿Para qué?— Haces lo que te pide y cambias de lado. Luego de preguntar el porqué él dejó de moverse y se detuvo en medio del pasillo.

—Para hacer... ¡esto!— Atina uno de sus golpes sin fuerza en tu cabeza, con su único brazo disponible. Pensaste de inmediato como estaba tomando a la ligera su estado, pero siempre lo viste como esas personas que les gusta reírse de sus tragedias.

—¡Auch, Uzui-san!—

—¡"Uzui-sama"!— Otro golpe te alcanza y te das cuenta de lo irreal que sonaría la situación si llegabas a contársela a alguien más.

—¿Qué estamos haciendo aquí de todos modos?—

—Las vacantes para pilares están abiertas de nuevo. En estos casos se pone en entrenamiento a los que quieran convertirse en pilar. Oyakata-sama nos mandó a reunir y ahora supervisaré la primera prueba, ¡resistencia!— Explica y finalmente siguen caminando.

Un mes bastó para que Uzui pudiese sanar por completo. Le dio un cambio drástico a su apariencia y ahora sus antiguos uniformes se guardaban como parte de un buen recuerdo.

Este día pretendía ser normal hasta que Uzui literalmente te arrebató la bola de arroz que estabas preparando, la lanzó a alguna parte del salón y te mandó a alistarte para ir a la sede de los cazadores, refiriéndose a que volvieras a usar tu antiguo uniforme (esto te tomó desprevenido pero como estaba apurándote no pudiste cuestionar lo que estaba pasando en ese momento).

No vas a negarlo, fue una gran oportunidad para volver a ver a los compañeros de tu mentor, tuviste poco tiempo para saludarlos y ponerte al día pero el encuentro te subió los ánimos.

—Vaya, entonces es eso... — Analizas pero preferiste no rebuscar en esa respuesta.—¿Y por qué vine también? Y con mi uniforme, ¿es cuestión de etiqueta o... ?— Vuelve a detenerse pero bufando, pensando si buscabas que él mismo lo dijera o simplemente no podías atar cabos en ese momento.

—Entrenamiento para Pilar, ¿a qué te suena?—

—Los cazadores de rangos menores entrenan para ser pilares, cada Pilar se ocupa de una prueba y... — Involuntariamente haces ademanes con las manos, de aquí a allá, señalando carteles imaginarios que ibas inventando. Poco a poco las cosas cobraron sentido y cuando cubriste tu boca en sorpresa escuchaste como Tengen reía con ganas.—¿¡En serio puedo... !? ¡Q-Quiero decir... ! H-He perdido entrenamiento, no sé si esté a la altura para las pruebas y no quiero hacer perder tiempo a Uzui-san ni a los demás... Ummm... —

Uzui posa su mano en tu hombro y te sacude para sacarte del pesimismo. Te dirige una sonrisa determinada y llena de energía, su único ojo visible expresa su orgullo y de alguna forma te pasa su confianza.

—El plan no era ser una familia de retirados, y ahora que tienes la oportunidad frente a ti, ¿en serio te pones a divagar? ¡Apaga el cerebro un rato!— Te sacude una vez más pero con más energía, para despabilar.—¡Terminemos la leyenda de ti pasando a ser un semi dios y ve a convertirte en el sucesor que tanto quieres ser, (T/N)!—

Tus cejas se levantan, algo atrasado piensas en cada una de las palabras que soltó y lentamente sonríes de nuevo con ese brillo en tus ojos que se había ido el día que te retiraste. Diste un saltó en tu lugar lleno de entusiasmo y agradeciste hasta que se te acabó el aire.

—¡Eso haré, Uzui-san! ¡Seré el mejor cazador de todos, vengaré a mucha gente y protegeré a mucha más!—

—Estaré esperando para ver eso.— Se da la vuelta pero antes de seguirlo hace un ademán para que te detengas.—Kamado recibió tu arma reparada, ve a buscarlo.—

—Me había olvidado sobre mi arma, puff... — Sacudes la cabeza para negar sobre tu propio descuido. Aplaudes un par de veces y te dispones a caminar en sentido opuesto a donde se dirigían originalmente.—Entonces lo veré después, Uzui-san.— Él asiente con una extraña simpleza y ambos siguen sus caminos.

Antes de salir del montón de pasillos de la sede escuchas un grito que atraviesa todo el lugar. Energético y con obvias intenciones de llamar la atención a cualquiera que esté en los alrededores.

—¡Uzui (T/N), Pilar de la Melodía! ¡Suena llamativo!—

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