Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[Pt.2] Gyūtaro -≫ Kimetsu no yaiba


- Pedido hecho por: Original
- Advertencia:
Lo de la parte anterior.
• Daki.
• Daki OoC, creo ?? Ella es rara de escribir
• Angst x2
- Relación: Humano x demonio, cómo dios quiso que fuera.
- Número de palabras: 9458 ( > o)

▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

[...]

No importa cuánto pienses en ello, siempre terminas sintiendo una increíble presión en el pecho al percatarte de que no recuerdas cómo había sido tu último día bajo la luz del sol. Una mezcla de culpa con arrepentimiento te atormentan, menospreciaste el último rayo de luz que alcanzó tu piel en el último segundo del atardecer antes de que el mundo se tiñera en las tinieblas de la profunda noche sin estrellas. Ya no puedes imaginar la calidez ni el brillo, y el escenario se tornaba cada vez más desesperanzador mientras más pálido te volvías.

Te gustaría al menos también ser capaz de olvidar por completo ese día y no sólo las cosas maravillosas de tu antigua vida cómo cazador.

Pasó tan rápido, y aún así parece una película en cámara lenta dentro de tu mente, detallada y con la precisión de una fotografía. El sonido del viento al cortarse bajo los tajos violentos de sus ataques, el goteo de la sangre y el sudor, pero aún peor, la sensación de frustración e impotencia que te llevaron a rendirte.

Luego de que pasaran un par de días desde que el mensaje fuese enviado, lo único que te quedó fue conseguir una fachada de guardia personal de un cliente que prefería mantener un perfil bajo, uno que -obviamente- no existía. Si te paseabas por las casas y te mantenías vigilando los alrededores podrías al menos prevenir que se diera otra desaparición sin terminar en una pelea.

Te gusta pensar que lograste algo al invertir tanto tiempo con ese plan tan poco refinado, porque desde el primer encuentro contra aquel demonio te negaste a acercarte a la zona que luego supiste era referida cómo "Rasomon Gashi", el lado del distrito que te provocaba tantos escalofríos que llegaron a sentirse cómo una bienvenida, te negaste a regresar aunque fuese para recolectar pistas. Deseando que las pocas personas que estuvieran ahí perdonaran tu cobardía mientras rezabas cada noche por su bienestar.

Pero claro, no porque te mantuvieras alejado lograste deshacerte de la constante paranoia, ahora sabiendo que todo ese tiempo habías sido -de hecho- observado.

Y cuando la paranoia resulta ser una intuición acertada, es momento de tomarse un descanso para pensar en tu siguiente movimiento.

Pero incluso con esto en mente, es imposible poder vivir siendo perseguido y vigilado todo el tiempo sin que se consuma una peligrosa cantidad de energía mental en el proceso.

Y por eso llegaste a la egoísta decisión de abandonar tu puesto y regresar a la sede, creyendo que si te sumabas al viaje de tu compañero cuervo el mensaje tendría más peso. No te importaba si te condenaban de una manera humillante o dolorosa, más grande que tu miedo a la muerte era la culpa que te carcomía por no cumplir con tu deber de cazador por algo cómo un montón de sentimientos extraños y sin sentido.

Ignorar una mirada penetrante que parece provenir de todas direcciones y mantener una fachada serena mientras sientes una tenebrosa sed de sangre atravesando hasta tu alma no es sencillo, nadie te advirtió que alguna vez tendrías que tomar una medida de esa clase, nunca te preparaste para algo así, pero te obligaste a aparentar que de hecho sabías lo que estabas haciendo.

Cubriste tu rostro con una vieja bufanda que un cliente había olvidado y esperaste que eso fuera suficiente para escabullirte, que tu uniforme y tu espada no te delaten era la parte sencilla, lo peor vendría en contener las enormes ganas de salir corriendo hacia los límites del distrito.

El atardecer era maravilloso, pero rápidamente contaminado con las luces que no perdían tiempo en encenderse calle abajo. Cada local comenzó a ganar color y brillo, los carteles se alzaron y las atracciones empezaron a brillar con la misma intensidad que el sol que acababa de ponerse sobre sus cabezas.

Las náuseas se atoraron a medio camino entre tu estómago a tu garganta, provocando una sensación de pesadez en el pecho junto a su propio ritmo acelerado de tu corazón. Cada paso que dabas para salir del mar de gente se sentía cómo caminar descalzo sobre ascuas recién extintas, era el orgullo de un cazador ardiendo rabioso por la retirada.

El gran arco de madera y el enorme letrero que daba la bienvenida en la calle principal se hicieron visibles, y en pocos segundos lo atravesaste. Estar del otro lado se sintió mejor de lo que imaginaste en un principio, parecía que el aire de ese lado era menos denso y que de alguna forma hubieras vuelto a la superficie después de permanecer sumergido por una eternidad en el agua más pesada y helada del mundo.

El alivio no tiene forma de describirse, y a pesar de que quisiste detenerte para disfrutar de ello, te obligaste a continuar.

El orden de los acontecimientos a partir de ese punto son confusos y te provocan jaqueca.

El recuerdo se resume en un parpadeo que bastó para que te encontraras persiguiendo algo que no lograbas recordar, corriendo entre los callejones más estrechos, empujando a toda la gente posible fuera de tu camino, siendo guiado apenas por los residuos del rastro que dejaban detrás. Las migajas necesarias para seguir alimentando tu orgullo herido de cazador bajo la esperanza de redimirte.

Y lo que le sigue a ello es una negociación, una que te perjudicaba y de la que no terminarías ganando nada.

Porque en realidad, era una formalidad para que te entregaras completamente a él.

Y la mejor forma de lograr que un cazador de demonios haga lo que quieras es metiendo a inocentes de por medio. Siempre aceptan, ni siquiera lo dudan y eso es lo más divertido. Se engañan creyendo que han salvado una vida cuando apenas y retrasaron la hora de su muerte. Y al final pierden todo, pues quien pone los términos y condiciones es quien tiene la ventaja.

El filo de tu espada permanecía apuntando hacia el demonio, su mirada aburrida e indiferente te hacía hervir la sangre, pues mientras él murmuraba cosas sin sentido, la joven que se retorcía siendo asfixiada por la faja de patrón horrendo seguía sufriendo con cada segundo que se tomaba para hablar.

Los rehenes son la mejor parte al jugar con los cazadores. Todo el mundo sabe eso.

Ibas a hacerlo de nuevo. Incluso si no quiero que rondes por aquí me llenó de rabia verte caminando tan tranquilo entre los demás— De un sólo movimiento se arrancó la uña de su dedo, el que al principio fue un simple gesto de molestia se volvió rápidamente en una escena grotesca, su sangre oscura y espesa se deslizó por su mano, pero su atención estaba puesta en algo más en ese momento.—. Oh, pero no cambiaste nada al menos— Dejó caer su cabeza hacia un lado y una sonrisa amplia y de ojos cerrados cubrió su rostro, fingiendo sin mucho esfuerzo una inocente alegría.—. Intentar irse al atardecer suena a algo que sólo un idiota haría. ¡Sí, eso suena a ti definitivamente!—

Ya fue suficiente— Tu voz, seria y tajante, logra interrumpir su risa, pero no porque lo tomaras por sorpresa, sino porque te estaba dando la palabra.—. Estoy aquí. Eso es lo que querías, ¿no es cierto?— Obviamente no te responde, y debes contener toda tu irritación para no estallar en tu sitio.—. Me dejaste verlos cuando te la llevaste, no ibas a devorarla. Así que déjala ir, ahora.

El hecho de que ni siquiera se esforzaba ya en disimular su carnada para atraerte era la mejor prueba que tenías sobre cómo te tomaba a la ligera. Sabía que atenderías a cualquier llamado de auxilio incluso si estabas aterrado, era tan obvio que había dejado de ser divertido.

Pero incluso si quisiera terminar todo con un sólo tajo, no puede evitar sentir que le debías una. Tu absurda huida y tu facilidad para escabullirte le ganaron la primera noche que se habían 'reencontrado'. Y por lo mismo no se conformaría hasta estar mano, o aún mejor, hasta llevar la delantera.

—¿Ehh? ¿Qué te hace pensar que no puedo hacer ambas cosas?— Sus palabras son cínicas y siniestras, tanto cómo para provocarte escalofríos. No tenías muchas opciones, y lo peor es que lo único que te quedaba era atacar cuando notaste cómo la chica se desmayaba finalmente por la falta de aire. El tiempo se acababa, y por lo mismo afirmaste el agarre en tu espada y te inclinaste un poco hacia adelante. Estabas determinado a saltar sobre él que cuando volvió a rugir no logró descolocarte de tu posición.—. Atrévete a mover un dedo y le rompo el cuello.—

Tragaste con dificultad, tu garganta estaba seca por tanto correr, el pecho te ardía y tus piernas se sentían más pesadas que nunca. ¿Qué quiere de ti? ¿Por qué te acorrala sin propósito más allá que el de atormentarte? ¿Qué busca hacer si no es acabar contigo?

Quieres hacer algo, ¿cierto? Tienes tantas ganas de ser útil que te abrumas a ti mismo. Pobre tonto— Su mirada podría atravesar tu alma y corromperla con sólo verlo a los ojos. Su risa resonaba en tu mente con un eco casi espectral, y aún así no lograbas percibir la amenaza más allá que la necesidad de salvar a la joven. Es parecido a querer hacer un favor a alguien, algo insignificante pero siendo un gesto de amabilidad. El peso de una vida ya no tenía impacto en ti, o al menos no cuando estabas cerca de él.—. ¡Cambien de lugar entonces!— Exclamó cómo una obviedad, dando un paso entusiasta hacia el frente mientras apuntaba a la chica inconsciente para luego aflojar el agarre en su cuello. Las facciones fruncidas de la joven se relajaron al poder respirar de nuevo, pero permaneció inconsciente, y sentiste que eso era lo mejor en ese momento.—. Ella huye cómo el patético héroe despavorido— Su largo y huesudo dedo entonces se desplazó con energía hasta apuntarte a ti y su sonrisa se ensanchó aún más.—. Y tú te conviertes en la damisela en apuros.—

¿"Cambiar de lugar"?

Tu propio rostro pasó en un segundo de seriedad a confusión de forma natural, pensando con detenimiento lo que acababa de decir incluso si se estaba burlando.

¿Con eso se refería a... devorarte a ti y dejarla ir?

Por primera vez fue tu turno de reír.

—Si esperas a que confíe en la palabra de un demonio me temo que escogería apuñalarme con mi propia espada primero.—

¿Huh?— El demonio dejó caer sus hombros y una de sus manos subió hasta su barbilla, realmente parecía estar sorprendido por tu respuesta, pero no fue hasta que frunció el rostro de nuevo que tuviste certeza de ello.—. ¿Crees que un patético cazador cómo tú puede siquiera negociar con nosotros? ¡Si la devoramos o no, no depende de ti!— Sentiste cómo su ira atravesó el cielo, cómo su gruñido hizo temblar la tierra. El cambio tan brusco en el ambiente te congeló en tu sitio.—. Toda esa basura fue para hacerlo más fácil para ti, pero no lo aprecias. Nunca apreciaste nada. ¡Así que ven aquí y deja de quejarte!—

Inhalas.

Está resoplando cómo un animal salvaje y sus colmillos relucen de la misma manera. Ya no era una sugerencia, te estaba avisando, te estaba advirtiendo que ya no le quedaba paciencia.

Correr no era una opción.

Exhalas.

Atacar tampoco lo era.

El destino te había abandonado al igual que tu cordura, pero a veces eso era bueno, incluso una bendición, un regalo de consuelo. El no recordar bien lo que sucedió no te atormenta en lo absoluto, más bien te tranquiliza, no recuerdas el dolor ni el terror que sentiste, sólo sabes lo básico de lo que ocurrió después, y eso era más que suficiente.

Entre los cazadores, si encuentras una espada rota, lo siguiente que esperas hallar es el cadáver de su dueño.

Porque un espadachín sin su arma no es capaz de salvar vidas, mucho menos de defender la suya.

Es por eso que cuando él logró partir la hoja de tu katana cómo si fuera un simple trozo de madera seca con apenas un movimiento, no hiciste nada más que dejas de luchar contra la desalentadora situación.

Su fría y pálida mano sostuvo tu rostro hasta encajar sus uñas en tu piel, dejando que algo de sangre manchase sus dedos mientras disfrutaba de verte retorcer tratando de liberarte. Casi cargaba con tu cuerpo entero, tus pies apenas y lograban permanecer de puntas por la tensión en tus piernas y el ángulo de tu cuello hacía difícil el respirar.

Su otra mano, la que supusiste sostenía su guadaña para atacarte en caso de lograr zafarte de su agarre de nuevo, al final cayó en tu espalda baja.

En lugar de concentrarte en la incómoda cercanía te viste aterrorizado por lo que veían tus ojos en primera fila.

A tan pocos centímetros de tu cara puedes ver a detalle lo filosos que son sus colmillos, pero al mismo tiempo se nota el desgaste y todo tipo de astillas en ellos. Te preguntaste si eso era lo que todas las víctimas de demonios ven antes de morir, en qué es lo que pensarán mientras una bestia muerde y desgarra su carne, cuánto tiempo permanecerían conscientes y cuánto tardan en dejar de sufrir.

Volviste a forcejear, sin importar que las heridas en tus mejillas empeoraran, sin importar que le dieras más razones para burlarse de ti, ya no era tú quien controlaba esos movimientos tan erráticos. Era el simple instinto de supervivencia, el terror mismo a la muerte a flor de piel, desbordando en la desesperación en tus ojos.

¿Serviría de algo interponer tus manos? ¿Golpear tus brazos? ¿Encajar tus uñas en sus ojos? ¿Qué podría hacer alguien tan debil cómo tú para salir vivo de esa? ¿Qué clase de fuerza divina se necesitaría para ser salvado en el momento exacto antes de la tragedia?

Continuó acercándose e inclinándose hasta que ya no fuiste capaz de seguir estirando el rostro lejos de él. Sujetado firmemente y sin salida es cómo finalmente sus colmillos alcanzan tu piel.

El pinchazo duró apenas unos segundos, la fuerza de su mordida no llegó a nada que pudiese ser mortal y lo único que dejó fue una nueva herida y una marca extravagante del patrón de sus dientes atravesando el puente de tu nariz.

Para bien o para mal volvió a apartarse.

Tu sangre no es espectacular ni tiene buen sabor, pero sabía a ti, tanto que podría distinguirla de entre los cientos de tipos que ha probado antes. Es singular en el mal sentido, pero tan nostálgica que es casi hipnotizante, del mismo modo que alguien puede caer en la adicción a las sustancias que obviamente son dañinas para el cuerpo.

Le hace arder de rabia e ira, pero a la vez quiere seguir teniéndola a su alcance por simple capricho. Porque es algo que pertenecía a su "hogar" desde mucho antes que al resto del mundo.

Tanto que casi y deseaba no tener que compartir con su hermana cómo siempre lo hacía.

La escena aterradoramente conmovedora de su encuentro entonces fue interrumpida por una nueva voz, aguda y molesta, una que te dio escalofríos a la vez que un inexplicable alivio. Cómo si escucharla alguna vez hubiese significado algo para ti, siendo ahora apenas y un nuevo dolor de cabeza.

—¡Nii-chan, deja de jugar! ¡Ya quiero irme de aquí! ¡Esta zona apesta y está llena de basura!—

El demonio deja de mirarte fijamente por primera vez desde que volviste a él y te dejó ir empujándote con brusquedad hasta hacerte tropezar de espaldas. De inmediato te giras hacia el mismo lado a donde estaba mirando, otra figura pálida se había unido a la reunión. Una supuesta joven de aspecto deslumbrante vistiendo ropajes extravagantes, las extensiones en su espalda serpenteaban de una forma bastante familiar y reconociste de inmediato el diseño de esa tela.

Justo a tiempo, tan oportuna.— Le felicita de vuelta, y es hasta ese instante en el que te ganas su atención, tan sólo para que te dedicara una mirada de repudio y asco.

¡Uagh, ¿tenías que hacer esas cosas con alguien tan feo?!— En un tono infantil lleva una mano a cubrir su nariz, a la misma altura a donde Gyūtaro había dejado la marca de sus dientes en tu rostro, y lo único que da cómo explicación es una risa rápida, casi casual.—. Deberías escoger mejor, ¡y además me hiciste guardar esta porquería! ¿¡Todo esto por un estúpido cazador!?—

Daki arroja algo que cargaba con una de los extremos de las fajas con furia y cae justamente a tu lado.

Tu corazón se detuvo en ese momento.

Sientes a tus ojos abrirse ante el shock hasta que te dolió, la visión se te nubló de lágrimas y en tu garganta se atoró el grito más desgarrador que pudiste haber soltado en tu vida. El manojo de plumas negras escurría de rojo y brotaba de él un olor vomitivo. La cabeza de tu cuervo apenas y se mantenía unida al cuerpo, una de sus alas estaba quebrada en un ángulo nada natural y además le habían arrancado ambas patas.

Tus manos temblaban sin control pero al final alcanzaron tu rostro para cubrir tu boca. Frenando la nauseabunda sensación y el deseo de vaciar tu estómago apenas con la escasa fuerza de voluntad que te quedaba.

Tu compañero había vuelto a ti.

—¿Huh? ¿Acaso no te acuerdas de esa expresión tan patética de miedo? ¿Ni un poco?—

Sin haber podido enviar el mensaje. Tu pedido de ayuda jamás sería escuchado.

Las lágrimas te ganaron, desbordándose y cayendo sin control. No puedes gritar, tampoco moverte, ya te habías quedado sin nada. Tu último rayo de esperanza se había esfumado finalmente, aquello a lo que te habías aferrado tantas noches se quebró en un instante de la manera más cruda posible, toda esa espera, todo ese tormento había sido en vano, el tiempo perdido jamás sería recuperado al igual que las vidas que se perdieron por tu incompetencia.

Estabas tan destrozado que ni siquiera escuchaste los dos pares de pasos que se acercaron hasta plantarse frente a ti. Su presencia era asfixiante y siniestra, parecen disfrutar de tu llanto ahogado y del desastre en el que te habías convertido. Los humanos siempre se vuelven más interesantes cuando se sienten al borde de la muerte.

La mano de Gyūtaro vuelve a jalar tu rostro y sin cuidado alguno hace que los encares. O al menos a él, Daki permaneció de pie a su lado, mirándote por encima cómo el gusano que eras para ella apenas un segundo.

Pero su hermano estaba viviendo el mejor momento de su vida.

¡Oh, tu expresión! ¡Era tan hermosa, invaluable!

Las llagas recién sanadas, abiertas de nuevo. El llanto desbordado junto a la mirada perdida y nublada por la desesperación. Con tus labios temblando y a su vez con tu mandíbula tan tensa que puede sentir la fuerza de tu mordida sólo con el roce de sus dedos por tu mejilla.

Podría soltar un suspiro digno de un adolescente enamorado en ese momento.

¡El rojo te quedaba tan bien!

—Oye, oye, ¿qué pasa con esa cara?— Su propio rostro se ladeó de forma inmadura y su sonrisa se ensanchó hasta lucir grotesca, creando una imagen que te perseguiría en tus pesadillas por el resto de tu vida.—. Estás de vuelta en casa, ¿por qué una visita extendida te pone de tan mal humor?— Su risa, tan burlesca cómo siempre, sólo te hace llorar aún más, hasta el punto en el que no ves más allá que la oscuridad a sus espaldas, el brillo de la luna ya no te alcanza, mucho menos el bullicio de la gente, a partir de ese instante te encontrabas aislado de todo el mundo, atormentado y bendecido con la compañía del par de hermanos. Pero a pesar de todo no sientes odio, estabas devastado por la pérdida de un amigo, pero no sientes que ellos sean los culpables. Es una tragedia ajena, una mala noticia, con ellos estando ahí para consolarte.—. ¿Me echas una mano, hermanita?—

Daki lleva sus manos a su cintura y gira el rostro hacia otro lado, un "¡hmp!" de lo más infantil sale de ella antes de que las extensiones de su obi se deslicen lentamente hacia ti. Al menos no comenzaste a correr para intentar huir, no estaba de ánimos cómo para perseguir a otro gusano sin valor.

Gyūtaro entonces se levanta y se pone a su lado para no estorbarle. Está tan satisfecho que su sed de sangre es apaciguada de forma sorprendente.

Podría quedarse ahí toda la noche, admirando con detenimiento cómo ya no opones resistencia y cómo simplemente te dejas envolver por la tela que tanto asco te daba. Primero cubre tu boca para ya no tener que soportar tus lloriqueos, y después envuelven tus hombros hasta casi cortar la circulación de tus brazos en caso de que tuvieras un momento de lucidez.

Mente y sentidos desconectados unos de otros, el exterior no llama tu atención, mucho menos la repentina dificultad para respirar.

Tu cuerpo en algún punto dejó de pesar, te sentiste tan ligero que tardaste en notar que estabas siendo consumido por el obi de una forma que no te molestaste en analizar. No había sangre, no sentías dolor, sólo estabas desapareciendo, con la misma simpleza con la que suena. El vacío devoró tu ser hasta que fuiste incapaz de seguir viendo pues el obi serpenteó meticulosamente hasta cubrir tus ojos como paso final.

Siendo arrojado hacia la oscuridad de un sueño profundo. Uno que rápidamente se volvió en pesadilla.

[...]

Caes de lleno contra el suelo de roca, tan fría y húmeda cómo siempre, pero esta vez lo que te recibe de vuelta a la realidad no es una discusión entre hermanos, sino un totalmente nuevo par de voces. Hay tanto movimiento a tu alrededor que tu primer reflejo es arrastrarte fuera del caos todo lo posible antes de que siquiera entiendas la situación.

El caos vuela en todas direcciones, el resto de personas que habían sido aprisionadas ahora estaba cayendo al igual que tú hace un momento, y lo único que servía mínimamente de explicación eran el par de chicos (o al menos uno de ellos, el otro era confuso de decir) portando espadas y cortando el obi sin piedad alguna.

Cazadores.

Fue la palabra que resonó en tu cabeza antes de ponerte de pie, ignorando el entumecimiento de tus piernas y el dolor en tus heridas apenas cerradas, una gran y vistosa sonrisa fue el primer gesto que hiciste por reflejo.

Ganasen o perdieran significaría un fin, y no podrías desear nada más en ese momento.

—¿Qué se supone que hacías ahí?— Una mujer de aspecto extravagante te toma por sorpresa, empuña un kunai y detrás de ella estaba otra que parecía pelear con sus nervios al mismo tiempo que con la faja. Te mira con asombro, casi cómo si fueras una especie exótica, no puede terminar de conectar los puntos y en realidad no tiene tiempo para hacerlo. Apenas abriste la boca para explicar un extremo del obi pasó entre el espacio en medio de ustedes, cortó el viento a su paso y al final rompió una pila de esqueletos. No parecía buen momento para dejar salir todas las quejas que habías acumulado sobre la Luna Superior.—. ¿Sabes qué? Dejémoslo así— La mujer de cabello vistoso te pasó uno de sus kunai para después abalanzarse hacia delante.—. ¿Crees poder hacer algo con eso?—

—¡Makio-san, n-no se supone que metas a civiles en las peleas! ¡Sé que dije que no soy buena peleando pero meterlo a él es muy-! ¡Ay, ay, ay!— La otra mujer dejó salir otro llanto mientras esquivaba ataques por su lado, mientras que el par de chicos aún no notaban tu presencia por lo caótico de la situación.

Sin duda no era el momento para hacer preguntas ni para dar explicaciones.

—¡Un cazador es fácil de reconocer! ¡Ahora deja de llorar y muévete!—

Incluso si aquel regaño no era para ti te animaste a comenzar a atacar. Un kunai era todo lo opuesto a una katana, pero centrarse en la desventaja no traería nada útil.

Utiliza todo lo que aprendiste de ellos luego de tantos meses de tortura, vuélvete en el as bajo la manga de los cazadores, ¡es hora de convertirte en su peor pesadilla!

La sonrisa volvió a tu rostro a la par que te plantabas en una pose defensiva.

¡El final!

Está tan cerca que podrías gritar de la emoción.

[...]

La casa estaba destruida, el gran agujero en el techo y los escombros tentando con caer en cualquier momento era desalentador. No sabes exactamente cuánto tiempo pasó desde la última vez que pudiste caminar libre por la calle, pero sin duda no fue la mejor bienvenida que el mundo pudo haberte dado. Por lo menos las personas parecían haber evacuado ya, el primer paso estaba hecho, ahora sólo debían apegarse a un plan.

Recorres a gran velocidad el único camino que parecía seguir intacto para llegar calle arriba. No necesitabas buscar pistas ni adivinar donde estaban, después de todo, distingues a la perfección sus voces, su humor y qué tan lejos se encuentran.

Y al llegar lo primero que encuentras es a un chico abrazando firmemente a una niña entre sus brazos. La luz de la casa reducida ahora a escombros era lo único singular en el sitio, el olor a muerte y los gritos aterrados de los que seguían dentro confirmaron lo inevitable.

—¿Te encuentras bien?— Le preguntaste al chico, su cicatriz era llamativa y te le quedaste viendo más de lo que sería considerado educado. Luego viste la sangre en su rostro y sus heridas, no parecían tener la ventaja.

—¿Esa es... — Murmuró.—... una de las espadas de Inosuke?—

Miraste un segundo hacia la espada dentada, era difícil de manejar y no te veías exactamente haciendo un corte limpio con ella, pero las quejas son lo último que les ayudaría.

Y de nuevo, antes de poder dar explicaciones, un par de gritos a tus espaldas te interrumpieron.

—¡Abran paso! ¡Aquí viene su salvador!—

El chico de amarillo y el jabalí te habían alcanzado, casi quisiste suspirar por tu descuido.

No estabas acostumbrado al trabajo en equipo.

—Soy Na... — Te interrumpiste a ti mismo. Casi dices el nombre de tu ancestro por accidente, en realidad aún no te recuperabas de la sobrecarga de información de hace unas noches.—... pueden llamarme (T/N). Tus amigos me rescataron hace un momento, se los agradezco... —

—Agradéceme cuidando bien esa espada. ¡Están hechas para que sólo el Rey de la Montaña pueda usarlas!—

—¿Rey de la... ?—

¿Cuánto tiempo habías estado atrapado? ¿Se supone que ahora todos los cazadores son así de extraños?

—Lo lamento, ¿pueden ir a ayudar a Uzui-san?— El de la cicatriz habla de nuevo, ahora cargaba a la niña sin esfuerzo alguno a pesar de la herida en su hombro. Cuando mencionó algo sobre meterla en una caja sentiste qué tal vez los espadachines se habían vuelto aún más aterradores que los demonios.

Entonces finalmente entendiste algo de lo que decían.

"Uzui-san".

¿Hay un Pilar aquí?

Esto realmente...

Empuñaste la espada ajena hacia el edificio, preguntándote qué es lo que los dos estaban pensando en ese momento luego de siglos de vivir sin alguien que les plantara cara.

... se ve muy esperanzador.

Lo más repentino fue una explosión que llegó hasta afuera. El olor de la pólvora y el humo te descolocaron un momento al igual que a los chicos. Ahora la luz se había ido y lo único que quedaba de lo que alguna vez fue un vistoso edificio era apenas un montón de roca y madera apilada.

Aunque el exterior no tenía nada que envidiarle al interior. Cuando los tres saltaron hacia dentro lo primero que notaste fue la alta silueta del Pilar del Sonido dándoles la espalda, ¿hace cuánto que no veías a uno de ellos? ¿Hace cuánto sentiste que estabas sólo en el mundo cómo cazador de demonios? No tienes idea, y por eso no puedes evitar gruñir cuando encuentras el distintivo color morado de la piel al pudrirse en el rostro de Uzui.

Habías llegado tarde.

—¡No te olvides de mí! ¡El Gran Inosuke y sus subordinados ya están aquí!— Al llamar la atención de forma tan tonta terminas conectando tu mirada con la de los hermanos. Él está sorprendido, confundido quizá. Ella no deja de mirarte con repudio, ¡obviamente algo así iba a pasar! Ahora más que nunca sostenía que debieron matarte después de un día de atraparte.

—¿Huh? ¿Lograste salir?— Todos se toman un segundo para voltear a verte, sus miradas se sienten cómo si cargaras el peso del mundo en tus hombros, pero por primera vez no cedes ante esa tenebrosa sensación. Hacerlo sería aún más vergonzoso que ser el centro de una atención mal dirigida.—. ¿Crees que volviste a dónde perteneces? ¿Qué los tuyos finalmente vinieron a buscarte? ¿De verdad piensas que es así de fácil?— Su risa desafinada atraviesa la noche, la burla es obvia y el menosprecio lo es aún más, y con ello parecía que nada importaba, que el resto de los presentes no importaban. Había vuelto a ser una plática entre ustedes dos sin nadie que interrumpiera, cómo en los viejos tiempos.—. Sabes mejor que cualquiera que una rata y un montón de donnadies no significan nada para nosotros.—

—...— La culpa y el miedo podrían comerte vivo, pero en realidad ya no hay nada qué devorar. Tu orgullo, tu sentido del deber, tu coraje, se habían llevado todo. Y aún así siempre querían más, pues un demonio nunca estará satisfecho.—. Gyūtaro— Dices, apuntando la espada hacia él.—. Realmente odio cuando hablas así de los demás.—

Su sonrisa se ensanchó, el eco de los recuerdos difusos y ya casi inexistentes se convirtió en un lenguaje que sólo ustedes podían entender mutuamente.

Cómo en los viejos tiempos, ¿no es así?

[...]

El mundo está siendo consumido por el fuego.

El caos ha hecho añicos todo lo que alguna vez se te hizo familiar, los escombros y las sombras de la noche se ven aún más aterradores gracias a la luz infernal de las llamas que hacen crujir la madera de lo que alguna vez fueron edificios encargados de resguardar los más finos símbolos de belleza y disciplina. Ahora reducidos a un campo de batalla.

Reducido a una insoportable culpa que no logras hacer desaparecer incluso cuando te estabas quemando las manos tratando de ayudar al chico de amarillo de salir de debajo de los escombros que habían caído sobre sus piernas.

¿Por qué? ¿Por qué el destino había llevado a estos niños a un presente tan cruel? Te preguntaste mientras intentaste levantar un bloque de concreto.

Son sólo niños, ellos no deberían ser expuestos a algo así. ¿Por qué alguien es maldecido por un destino tan aterrador a tan corta edad? ¿Qué clase de promesa estarían pagando ellos? ¿Cuál fue el error que cometieron sus ancestros para hacerlos sufrir ahora?

Tu respiración es errática y sientes el sudor irritarte el borde de los ojos mientras se desliza por tu rostro. La sangre es el menor de tus problemas, las heridas apenas y captan su atención. E incluso si aceptaste que ese sería el comienzo de un final por el que habías esperado, te negabas a quedarte quieto.

No te muevas— Le susurraste, no porque quisieras pasar desapercibido, sino porque apenas y te daba la voz para pronunciar palabra luego de haber utilizado tu aliento después de meses de no haber entrenado.—. Voy a sacarte de ahí, lo promet-

Un impacto entonces te saca el aliento, directo a uno de tus costados, a una fuerza y velocidad sobrehumana. Lo que había parecido ser una patada te empujó apenas unos metros lejos de donde te encontrabas hasta quedar a los pies de un edificio ardiente, el calor chocó contra tu espalda y casi derrumbas el último soporte con el que se aferraban el resto de las ruinas, de haber hecho un movimiento impulsivo habrías terminado sepultado.

Aunque evitar un accidente de esa magnitud no sirvió de nada, al enderezarte en respuesta al ataque y al ponerte de piel entre tambaleos y pasos torpes sólo te queda mirar fijamente a la figura que se balanceaba al caminar hacia ti lentamente, acompañado de una risilla que te irritaba más de lo que recordabas proviniendo justamente al lado, balanceándose con emoción.

Obviamente ellos permanecieron indiferentes ante el caos.

—Creí que estar cerca de morir te haría pensar antes de abrir la boca para una de tus estúpidas promesas. Tal vez aprenderías algo para variar— Dijo él, con recelo y con su ceño fruncido con irritación. ¿Por qué darte la oportunidad de salir bien parado con una promesa tan tonta si podía entrometerse y arruinarlo para ti?—. Eres tan molesto, pero con el encanto de un gusano, ambos son igual de escurridizos, y puedes encontrarlos en todas partes— Balbuceó, cómo si creyera que de hecho sus palabras hacían algún sentido si sonreía lo suficiente.—... Entrometidos, inútiles, detestables y ¡asquerosas plagas!—

Conforme sus insultos aumentaban también lo hizo el volumen de su voz, y por más que te hubiera gustado salir corriendo o al menos crear una distracción para ganar tiempo el dolor en tu costado apenas y te permitía seguir de pie. Sentías la zona en general palpitar adolorida, y si te atrevías a respirar profundamente sentías cómo tu pecho era atravesado por punzadas que podrían hacerte hasta llorar de dolor, la idea de que te había roto las costillas con su golpe había dejado de sonar descabellada para entonces.

El estado de tus manos tampoco era prometedor, habías terminado de arruinártelas con el fuego. Ampollas y ronchas ya reventadas, sangrantes y enrojecidas en tonos poco humanos cubrían ambas palmas hasta casi serpentear por tu brazos llenos de moretones y golpes.

Ya estabas roto.

La mueca adolorida de tu rostro le irritó a ella, y para cuando te alcanzaron, él ya tenía una mano aferrada al cuello de tu uniforme. Sin importar que tus piernas dejaran de soportar tu peso y sin tener que preocuparse por tener que perseguirte es que puede mantenerte en ese sitio sin mucho esfuerzo.

—Eres un quejumbroso— Suelta de la nada, inclinándose un poco hasta que sus ojos son lo único que puedes ver. El calor abrasador a tus espaldas no son nada reconfortantes, preferías el frío, siempre lo habías hecho. Tal vez por eso no le tenías miedo a la muerte, sino al sufrir en el proceso. Y por ello no dejaste de temblar cada segundo eterno que pasabas encarándolo.—. Y yo qué esperaba algo interesante de ti aún sabiendo lo patético que eres cómo cazador, ¿de quién es la culpa entonces?.— Su suspiro suena de lo más afligido, mofándose de tu estado.

¿Algo interesante? Tienes un par de cosas que podrías decir en ese momento, el repudio más grande que puede sentir alguien, el odio y la ira uniéndose en un miserable golpe que no le haría ni siquiera cosquillas, la felicidad de encontrarte con una persona especial para ti, o la tristeza de no haber resuelto malentendidos en el pasado.

Y, por primera vez, en lugar de -intentar- apartar su mano, posas la tuya sobre la de él. Dedicándole una mirada pesada de dolor y fatiga, parecido a los últimos momentos de una persona antes de fallecer.

—... L-Lo siento... — Murmuras.—... yo no soy... a quien tanto estuviste esperando— Puedes verlo, cómo entiende de inmediato a lo que te refieres. El secreto que resguardaba con recelo y tristeza, algo que sólo fue de él y tuyo en una vida pasada.—. Cuando se fue... los extrañó cómo nunca, se arrepintió tanto que murió de tristeza, completamente solo— Esta vez tuviste que poner tus pies en puntillas mientras te aferrabas un poco más a su mano, casi sentías que te faltaba el aire, pero tu prioridad era dar el mensaje que nunca había podido ser enviado.—... Su odio hacia el distrito superó el aprecio que les tenía, incluso si hubiera querido volver... su cuerpo se lo impidió— Y por eso, en esta nueva vida, sentías unas inmensurables ganas de quedarte para siempre, para cumplir el deseo que no pudiste en antaño.—. Lo lamento, Gyūtaro, Ume... Él no volvió... —

Tal vez era el dolor acumulado o la fatiga mental y emocional con la que cargabas desde hace tiempo, pero volviste a llorar. Emociones que no eran tuyas te inundaron la mente hasta que incluso sentiste la necesidad de gritar afligido. El pasado te había alcanzado, y la satisfacción por decir lo que debías no fue una calidez reconfortante cómo tanto esperabas, sino un calor abrazador que te hacía arder hasta el alma. No tenías ideas de qué clase de persona habías sido en tu otra vida, pero nadie merecía ser abandonado de esa manera.

Gyūtaro se quedó ahí, mirándote fijamente con los ojos bien abiertos. Incredulidad y sorpresa traducidas en la expresión vacía de su rostro. Todo hacía sentido y a la vez no, ¿qué pretendías lograr hablando en tercera persona? ¡Es un truco realmente barato, eso es! ¡Intentas librarte de la culpa! Era imposible que Nao hubiera muerto, ni siquiera había pasado tanto tiempo, ¿cierto?

Los humanos no viven tan poco, eso es mentira.

Siempre te gustó mentir.

Lo que estuvieron a punto de ser lágrimas se volvieron una nueva risa histérica, pasó de sostenerte cómo un trapo viejo a derribarte de lleno hacia el suelo. Sus ojos ahora estaban cegados por la ira, ni siquiera podía burlarse de tu estúpido intento de ganar tiempo, ya no era divertido. Que intentaras tomarlo por tonto con todo ese asunto de la pérdida de memoria o lo que sea que es un descendiente ya lo tenía harto, pero se negaba a darle la razón a su hermana.

Su boca se abrió cómo si se tratasen de las fauces de un lobo, bufando al igual que uno y con el mismo brillo tenebroso de siempre, aunque te atreverías a decir que era aún peor esa vez. Si era hora de morir al menos estarías satisfecho, ¿de qué sirve el sentido del deber si no eres al menos fiel a ti mismo por encima de todo? Con este pensamiento entrecierras tus ojos en respuesta a cuando alzó su puño con energía, más que listo para deformarte el rostro si así al menos lograba callarte.

Y Daki se mantenía detrás de su hermano como siempre, esperando a que arreglara todo, cruzada de brazos y con la aura deprimente que tendría una niña aguantando las lágrimas.

Lo único que distingues es el chasquido de la madera siendo consumida por el fuego, el gélido viento de la madrugada y tu propio corazón latiendo en tus oídos.

Ellos se veían tan... decepcionados.

Casi afligidos.

El puño de Gyūtaro descendió con fuerza, pero el impacto fue directo a la tierra al lado de tu cabeza. El suelo se partió y te encontraste aturdido unos instantes antes de volver a abrir los ojos con precaución, tratando de no desatar otra reacción desagradable.

—... obviamente tienes que arruinar los momentos geniales, ni siquiera dejas que lo disfrutemos... —

—Haz que se calle, rompe su garganta o algo, pero que deje de decir esas cosas tan extrañas.—

Encontraste un pequeño espacio entre ellos, mientras te miraban hacia abajo tú logras admirar el cielo entre ellos. No había estrellas, era un vacío negro e interminable, ¿estabas soñando de nuevo? ¿Alguna vez saliste de la cueva? ¿De verdad conociste a esos cazadores tan peculiares?

Entonces Gyūtaro negó, soltando un extraño gruñido en el proceso, cómo si no pudiese decidir qué hacer después.

—¿Y a quién le importa si te cambiaste el nombre?— Soltó, con veneno y de forma tajante, pero de forma más personal. No de un depredador mostrando su poder sobre su presa, sino siendo la impotencia después de una discusión.—. Intentar deshacerte de todo lo que te hace parte de este asqueroso lugar no sirve de nada, salir de aquí no sirvió de nada, no si nunca dejaste de ser tan patético y miserable.—

Entonces fue tu turno de gruñir.

Tus palabras nunca lo alcanzaban, no tenían peso alguno en él, ¿será por eso que te fuiste en primer lugar? ¿Y si todo ese tiempo buscaste huir de lo único que te impedía crecer y tener una mejor vida?

Si desde antaño ellos sólo tomaban y tomaban de ti, ¿cuál es el punto de remediar lo que ellos empezaron?

Es lo único que nunca lograste entender, esos recuerdos se habían ido, o tal vez había traído de vuelta sólo los necesarios para hacerte pensar que le debes algo.

Puede que la familiaridad se tratase más bien de un mecanismo de defensa.

—¡Eres un idiota!— Sientes tu garganta arder por el sobreesfuerzo, pero podrías incluso toser sangre y aún así te negarías a guardar silencio.—. ¡¡Dices haberlo querido pero ni siquiera pudiste notar la diferencia entre nosotros!!— 'haberme', resonó dentro de tu cabeza.—, ¿¡y qué si esperaste un siglo!? ¡¿Por qué alguien te debería algo cuando ni siquiera eres capaz de distinguir el aprecio del odio!?— Intentas patalear, forcejeos inútiles que no son más que desahogos, y por primera vez no se rieron de ti. Estaban aún procesando tus palabras, procesando el final de tu docilidad.—. ¡¡Lo único patético aquí es que creas que algo de lo que hice en mi vida tiene que ver con ustedes!! ¡Ni siquiera sé quienes son, ni siquiera sabía que este lugar existía hasta que llegué, ¿y ahora debo quedarme sólo porque me quitaste todo lo demás?!—

Esa no era tu deuda, nunca lo fue. El destino no funcionaba así. Te negabas a aceptarlo.

—¡¿Qué harás cuando muera entonces!? ¡¿Esperarás a que caiga en este agujero de nuevo para repetirlo todo?! ¡No puedes ni siquiera ver lo absurdo que es eso!—

Pudiste haber continuado, pudiste haber seguido bramado todo el rencor y el repudio acumulado por semanas de tormento, pero tu cuerpo se quebró antes de lograrlo. Tal y cómo habías predicho, lo que te interrumpió fue el comienzo de un ataque de tos con sangre, el pecho te dolió y sentiste el palpitar de tu cabeza por el estrés, ya no quedaba nada por hacer, y lo peor sería que tus últimas palabras fuesen teñidas por la ira.

Ambos se quedaron ahí, observando con detenimiento cómo te retorcías de dolor, esperando un turno para hablar, o esperando a que el otro lo hiciera.

—... c-cómo... — Tartamudeó Daki.—... ¿¡Cómo te atreves a hablarle así!? ¡Si no fuera por él, tú ya-!

—Déjalo.—

—¿¡Huh!? ¡¿Vas a defenderlo incluso ahora?! ¡No dejes que te hable así, niichan! ¡Un humano ni siquiera debería alzarnos la voz!

—... Da igual— Y en su expresión indescifrable se asomó una fugaz carcajada, tan tenue cómo el mismo sonido del viento.—. Al menos hiciste algo útil por primera vez— Dijo al aire, sin dejar en claro si era para ti o para su hermana.—. Me diste una buena idea.—

Había sido para ti, lo supiste cuando el incesante y paralizante dolor te hizo gritar una vez más.

En todo el tiempo que te había tenido aprisionado lo único seguro fue que, noche tras noche, sin importar que tan molesto estuviera, nunca volvió a morderte o a probar tu sangre después de aquella vez.

Tal vez te confiaste demasiado, hasta el punto de ser tan audaz cómo para olvidarlo, pues cuando se inclinó una vez más fue para encajar sus colmillos en tu hombro, incrustándolos lo más profundo posible, dejando tu sangre brotar y escurrir sin importarle cuanta se escapase de su boca hacia sus mejillas y barbilla.

Fue un completo desperdicio. Una verdadera lástima.

Una que acompañó a la sobre descarga de adrenalina y estrés que recorrió tu cuerpo en la fracción de segundo que toma un parpadeo. Después de meses de sentir el cuerpo entumido y sin fuerzas a pasar que, en una sola noche, tus sentidos fueses expuestos a todo tipo de sensaciones e información fue el peor contraste posible.

Percibías el olor metálico de la sangre salpicada en tu cuello y hombro, su calidez, el repentino mareo por la pérdida exagerada y el peso que ejercía el cuerpo del demonio sobre el tuyo. Impidiendo que escaparas, que lucharas, que lo detuvieras, pero lo suficientemente libre cómo para que tus torpes forcejeos empeorasen la herida, a la espera a que te hicieras consciente por ti mismo de que pelear no solucionaría nada esa vez.

No hay manera de darle una comparación, pero no es necesario cuando sabías bien lo que ocurría. Podías sentir cómo se desprendía la carne con algo de dificultad, la dureza de los músculos al tensarse por reflejo bajo sus colmillos, el palpitar de la zona y a los alrededores, el sudor cayendo por tu rostro hasta hacer arder el borde de tus ojos para luego combinarse con las lágrimas de puro dolor.

Volviste a preguntarte, cómo tantas veces antes, ¿cuándo se detendría? ¿Cómo terminaría esa agonía y cuánto le tomaría saciarse? ¿Qué tanto más tendrías que convencerte de que lo peor acababa de pasar?

Toda clase de ideas y pensamientos nublan tu mente, unos realmente básicos, casi primitivos, una respuesta típica al dolor en realidad.

Una ceguera que no desapareció incluso después de que se apartara, de cuclillas y soportando su peso con una mano en la tierra mientras que con la otra esparcía los restos de sangre por sus mejillas en un intento de limpiarse, lamió sus dedos y luego se limpió con su ropa, cómo si hubiese sido un simple accidente con la comida.

De verdad vas a morir ahí.

—... Bien entonces— Dijo, luego de responderle a su hermana que no exagerara cuando ella se apartó por el asco que le generaba la sangre de alguien tan feo.—. Ya que eres tan inteligente, ayúdame a decidir— Sus uñas rasguñaron parte de su piel bajo su tic compulsivo al rascarse, sin molestarse en regenerar la herida. Sería realmente cruel hacerlo frente a ti cuando tus temblorosas manos apenas y pueden hacer presión sobre tu hombro.—. ¿Prefieres que llene tu herida con veneno— Preguntó, en ese tono de voz tan molesto de siempre. —... o con nuestra sangre?—

Un ultimátum.

Una respuesta tan simple cómo "si" o "no".

Pero te gustaría tener la capacidad de al menos terminar de entender la situación, algo imposible cuando incluso su hermana lucía tan sorprendida cómo tú ante su castigo.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡No quiero! ¡¿Por qué no me preguntas a mí qué hacer?!—

—Porque es aburrido saber qué van a responder— Dice en un bufido de lo más dramático antes de levantarse, te dedica una última mirada y se voltea por completo hacia ella. Ya habían pasado mucho tiempo contigo, y por más que disfrutara de tu presencia, debía ser justo con todos los que seguían retorciéndose bajo los escombros.—. Tómate tu tiempo, no te sientas presionado.—

Y lo peor que puede seguirle a una situación tan lúgubre cómo en la que te encontrabas es que el último rayo de esperanza resurja de pronto tan sólo para volverse un nuevo objetivo de las bestias.

Un gruñido, más parecido a un quejido, capta la atención de los tres, y más allá del final de lo que alguna fue una calle bien decorada y rebosante de vida se logra ver la figura tambaleante de alguien que parecía apenas recobrar el control de sus sentidos.

Gyūtaro sonrió, y Daki lo imitó, al menos su hermano se distraería lo suficiente para dejarte morir sin que lo notara. El equivalente a mentirle a un niño sobre el paradero de una mascota muerta.

Por tu lado, apenas y pudiste estirar tu mano para intentar alcanzar a uno de los hermanos.

El chico de la caja, estaba vivo, y a pesar de que fuese un alivio, realmente desearías que no fuera así.

—¡N-No, Gyūtaro! ¡E-Espe-!... — Intentas gritar, pero el ardor en tu garganta vuelve de la manera más inoportuna posible. Ni siquiera se detiene para burlarse de ti, ni siquiera te da la oportunidad de intentar ganar tiempo para el chico.—. ¡¡D-Déjalo en paz, Gyūtaro!! ¡¡L-Lo haré, pero no-

Al tratar de arrastrarte apoyándote en tu brazo aún intacto de inmediato eres detenido. El obi de Daki rodea tu rostro, apenas la mitad de tu boca hasta descender por tu cuello, no lo suficientemente ajustado para cortarte el oxígeno, pero lo necesario para te quedaras quieto y callado, casi obligándote a ver.

Tsk, métete en tus asuntos— Sisea.—. Apresúrate y muérete rápido, me harías un favor... —

No podrás alcanzarlo, ni siquiera puedes alertarle, mucho menos defenderlo.

¿Qué clase de persona mayor no protege a los demás? ¿Por qué tendría que ser un niño el que sufriera de la furia que tú habías provocado?

Vuelves a llorar, rogándole a cualquier dios que estuviera viendo que detuviera el tiempo, deseando que el más mínimo rastro de humanidad aún conservada en Gyūtaro lo frenara de lo que fuese que estuviera planeando con el chico.

Escuchas sus voces a la lejanía, la dificultad con la que 'Tanjiro' hablaba y el miedo que derrochaba cada palabra que lograba pronunciar entre balbuceos nerviosos.

Algo ocurrió entonces, algo que no terminaste de comprender, pues el chico había salido corriendo de repente luego de cruzar miradas contigo, de manera tan fugaz que ni siquiera parecía haber ocurrido.

No lo culparías por huir y dejarte ahí, ellos nunca tendrían culpa de nada. Pero aún así, aún si felicitabas su sentido de autopreservación, correr estando tan lastimado sólo hará que se burlen de él.

Las sorpresas nunca te habían agradado, pero cuando escuchaste el forcejeó del demonio seguido de un impacto metálico y agudo no pudiste evitar alzar la vista una vez más antes de que Daki saltara hacia la pelea una vez más. Dejándote en el suelo y con tu herida abierta seguramente no le importó molestarse para asegurar que morirías ahí, su prioridad siempre sería su hermano, y por ello te dejó ir, sabiendo que ya no significabas un problema para ellos.

Pero el ingenio de los más jóvenes nunca debía ser menospreciado.

[...]

—¡Ugh!—

—Lo siento, (T/A)-san. Es lo mejor que puedo hacer por ahora... — Se disculpó Tanjiro luego de apretar el nudo de la tela de un viejo kimono que ahora rodeaba tu cuello y parte de tu hombro. Él no se veía nada mejor, parece que ni siquiera era capaz de caminar, pero eso no le detuvo para buscar ayudarte.

—...— Se te quedó viendo, con pena y nervios, mientras que su hermana permanecía de lo más serena, ¿esperaba que le dijeras algo?

Claro, habías hecho una escena antes, pero esperabas que los interrogatorios tardasen un poco más en llegar.

Te gustaría suspirar, pero en ese momento apenas y puedes respirar sin sentir dolor.

Dejaste caer la cabeza hacia atrás, apoyándote en una pila de escombros y admirando el cielo.

Ahora había estrellas, qué extraño...

—... ¿E-Ellos ya... ?— Murmuraste.

Y Tanjiro asintió de inmediato.

—... Después de todo lo que debió ocurrirte, debes de desear ver cómo desaparecen por ti mismo para poder estar tranquilo.— Los niños a veces podían ser tan perceptivos, era sorprendente.

Aún así, negaste.

—... Creo que estoy en duelo— Dejaste de intentar entender aquellas emociones tan confusas y mejor soltaste lo primero que se te vino a la mente, ambos hermanos parecieron sorprenderse, pero no te interrumpieron.—. Lo lamento, n-no me hagas caso— Te frenas de inmediato antes de decir algo más extraño, usando de excusa el malestar en tu garganta y pecho cómo excusa.—... P-Perdí mucha sangre, debo estar delirando. Sólo... sigan con lo suyo... —

¿De verdad había terminado?

El vestigio de la tristeza por perder a un amigo cercano finalmente se extingue cuando el frío de la noche vuelve a chocar contra tu rostro.

Y supiste que podías descansar cuando la hermana menor de Kamado se acercó, plantó su mano en tu frente y entonces se apartó.

Aún así no es una victoria, tan sólo un pendiente menos en la larga lista de lo que te esperaba por delante.

—Iremos a ver a los demás, por favor no te muevas e intenta reponer fuerzas... —

Ser sermoneado por un rango menor, ya podías decir que habías vivido de todo.

Asentiste sin ganas, y los hermanos siguieron su camino entre los escombros hasta que dejaron de ser visibles para ti. Más allá del horizonte de caos, y lejos de tu alcance, cómo si el mundo hubiera terminado y fuese el final de toda vida conocida.

Pero sólo estabas exagerando.

Cerraste los ojos, se sentía increíble, incluso si te doliese todo el cuerpo, incluso si estabas mareado y atontado, había valido de cierta forma la pena.

Alzaste con cuidado tu mano para deslizar tus dedos sobre la tela que cubría la herida de tu cuello. El recuerdo aún vívido del dolor y la sangre salpicando por doquier traen también una fugaz sensación de cercanía. Temías que dejara una cicatriz (lo cuál era lo más probable), temías tener algo más que te atara a ese lugar, algo más presente y visible.

Su regalo de despedida. Con su propio toque retorcido y personal, digno para su 'persona especial'.

Vaya ironía.

Un extraño cosquilleo en las orejas te hizo abrir los ojos de vuelta, alcanzas a escuchar bramidos lejanos y que se turnaban entre sí. Viniendo de la dirección opuesta de donde Tanjiro se había ido.

Guiado por la curiosidad y la imprudencia es que tomas un trozo de madera alargando y lo suficientemente intacto para usarlo de bastón. Lo incrustaste en la tierra y te apoyaste todo lo necesario hasta que lograste ponerte de pie.

Sabías bien de quienes eran esas voces, y ahí estabas aún así, caminando hacia ellas a un paso deprimente.

Tal vez para burlarte de ellos, tal vez para decir adiós, no tenías idea. Y no fue hasta que escalaste una pequeña montaña de escombros que lograste encontrar la fuente de las voces.

Estaban discutiendo, cómo siempre.

Dejaste tu frente apoyarse en el extremo de tu bastón improvisado, por lo menos ya no eras la razón por la que se gritaban.

Al horizonte, con las apenas visibles muestras de la ceniza desvaneciéndose en el aire y el pesado ambiente que dejaban sus insultos es que te les quedas viendo a una distancia segura, en su punto ciego y fuera de alcance es cómo te quedas ahí, en silencio. Dándote un rato para asimilar que era lo ultimo que escucharías de ellos, dejándote aceptar que dejarían de existir, que tu deuda se saldaría.

Que todo terminaría.

Del otro lado del claro entre el caos es turno de los hermanos Kamado de aparecer, y cuando Tanjiro hace un fugaz contacto visual contigo es que encuentra tu propio olor a tristeza y melancolía antes de abalanzarse a interrumpir al par de demonios que discutían entre sí.

Cerraste los ojos, te diste la vuelta y comenzaste a alejarte de la escena.

Querías salir de ahí cuánto antes.










































[...]

—... ¿quienes son ellos?— Preguntó un joven con una llamativa cicatriz en la frente. El chico rubio a su lado rápidamente golpeó la mano que apuntaba al trío a la lejanía mientras temblaba de miedo, más allá de las puertas de la escuela (y por ende siendo un campo libre para cualquier pelea) se encontraban dos chicos y una chica más joven que ellos. Mirando con desdén a quien pasará cerca y recargados en la motocicleta detrás suya, eran la vívida imagen de una pandilla juvenil.

Los hermanos Shabana tenían una temible reputación, una que compartían con el amigo común de ambos. Un estudiante también de tercer año que acostumbraba usar el cuello de la camisa del uniforme de la forma más desaliñada posible, dando espacio para que cualquier curioso pudiera observar su singular marca de nacimiento a la altura del hombro y cuello y así tener una excusa para plantarles cara.

Tanjiro no pudo evitar compararla a la mordida de alguna bestia salvaje.

—No te les acerques— Tartamudeó Zenitsu.—. Son literalmente la definición de problemas, será mejor irnos antes de que sientan nuestra mirada.— Su mano ya estaba aferrada al cuello de la camisa de Inosuke para incluso antes de que el chico explosivo tuviese la idea de retarlos a una pelea, y para su suerte se distrajo forcejeando con él en lugar de con el grupo de delincuentes.

Tanjiro dio una última mirada sobre su hombro antes de entrar a la academia.

Nunca había pensado en que se podría lucir de esa manera una marca de nacimiento. Ese pensamiento inundó su mente todo el día, delineando por reflejo la cicatriz en su frente cada que le daba vueltas al asunto.

Tal vez era un tema sensible para ellos...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro