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[Pt. 1] Uzui Tengen -≫ Kimetsu no yaiba


- Pedido hecho por: Original.
- Advertencia: Primera vez que escribo sobre este personaje.
- Relación: Sucesor / Figura paterna.
- Número de palabras: 5721
- Advertencia II:
Spoilers del manga - Arco del tren infinito.
• Personajes del manga - Arco del Distrito de la luz roja.
- Para aclarar: Se dividirá este escrito en dos partes puesto que terminaría siendo extremadamente largo y no quiero apresurar el desarrollo (además de que no quiero recortar nada ٩( ᐛ )و ).

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Parte 1
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Apenas alcanzas a ver la cabina del tren por el bullicio de la gente, pero incluso con eso le prestabas atención a todos los detalles. Los tonos oscuros predominaban entre la multitud y cierta vergüenza de apoderaba de ti cuando percataste lo fácil que contrastaban tus ropajes llamativos en el entorno. Tu haori resaltaba por las cinco aves bordadas sobre la superficie llena de detalles.

Siendo honestos, era un diseño excéntrico para tus gustos, más no te atreverías a cambiarlo ni por la prenda más cómoda en la tierra.

Cuando un oficial caminó cerca tuyo cubriste el mango de tu espada sin mucho disimulo, el hombre pasó de largo sin notarlo y dejaste de tensar los hombros por lo nervios. Estaría de más confesar que el miedo comenzaba a acumularse, el pensar que rompías la ley pero a la vez salvabas vidas por hacerlo era un dilema que te carcomía. Una paradoja única en su clase que te ponía en debate.

—¿Estás preparado para esto, chico?— Después de ver como el policía se perdía entre la gente te giraste a ver al hombre a tu lado, su perfil apuntaba hacia al frente y miraba directamente al tren, su sonrisa típica no se inmutó.

—Eso... —Meditaste sin atreverte a acabar, ¿en qué estabas pensando? Claro que lo estabas.—¡Si, lo estoy, Rengoku-san!— Respondes con tanta energía que algunas personas voltean hacia ustedes, haciéndote avergonzar y por inercia esquivar las miradas extrañadas de la gente. Cuando la pena se esfumó sobaste tu cara con ambas manos, no debías llamar la atención, incluso si tu maestro lo ponía como un requerimiento para declararte su aprendiz. El pilar ríe por tus gestos y empeora ligeramente tu estado. Ser el centro de atención no era lo tuyo.—Umm... Se cree que puede tratarse de alguna de las doce lunas; el espacio reducido y en movimiento pueden ser un obstáculo, y todos esos espadachines que no regresaron... Esto será todo un reto.— Analizas después de ver el comportamiento de las personas, ninguno estaba consumida en pánico o actuando de manera nerviosa. Los rumores no se habían extendido lo suficiente, y no debían esperar a que lo hicieran.—La gente no parece enterada de las desapariciones, si fuera así el tren apenas llenaría dos vagones... —

—Eres muy observador, ¿no es así?— Con los brazos cruzados denota un aura tan segura que sientes como se te contagia, es una sensación confortante que quita las preocupaciones de tu espalda.—¡Esa vista de águila tuya nunca decepciona, joven (T/N)!— Su halago no obtuvo respuesta pues seguías divagando, una idea saltaba a otra y se unía a una especulación inventada. Algunas veces era razonable, en otras ocasiones unías criaturas paranormales, como ciertos yokai que poseían objetos, pero ninguna explicación satisfacía tu curiosidad por completo. Sueltas un gruñido frustrado y te rindes antes de freírte el cerebro.

Cuando dejaste de pensar en la misión recordaste las palabras exactas de las tres mujeres que te despidieron hace unas horas.

Hinatsuru te deseo suerte y dijo que rezaría para que volvieses con el menor daño posible.

Suma te pidió que reconsideraras ser parte de la misión y te rogó por que tuvieras cuidado.

Y Makio te prohibió caer o regresar estando al borde de la muerte.

Despedidas que eran de esperarse por parte de las kunoichi; al final te encontraste con Uzui antes de partir junto al pilar de la flama, te dió un golpe sin fuerza en la cabeza como siempre hacía y te mandó a ser quién rebanara la cabeza del demonio antes que nadie. Todo dicho con su excentricismo de siempre.

Aceptaste la misión secundaria y te despediste con rapidez. Eso habían sido apenas unas horas pero por alguna razón no dejaban de flotar por tu mente. Siempre suelen despedirse entre ustedes como si fuese la ultima vez, conocen el riesgo de sus labores y no se arriesgan a decir algo de lo que se puedan arrepentir en el caso de no volver.

Era algo que te entristecía, pero a la vez lo entendías a la perfección. No era que no creyeran en tu fuerza o destreza con la espalda, en realidad se trataba de una preocupación común y razonable, conocían la atrocidad que podría desatarse en una sola batalla y por lo tanto nunca descartaban posibilidades.

Al no responder de vuelta, el pilar se gira hacia ti, encontrándote con la mirada ida y perdida en la nada. Tu reacción lo incita a ladear la cabeza en curiosidad.

—Si lo que te angustia es morir en batalla, ¡no te preocupes por eso! Estás bajo mi cuidado, ¡y Uzui solo me permitió regresarte con cuatro dedos menos como máximo!— Rengoku suelta una carcajada al aire cuando deja de hablar. La idea de que tu maestro lo había amenazado te llegó con la velocidad de un rayo y se mezcló con los residuos de la vergüenza que casi se había extinguido, ahora era una llamarada de pena.

—¿Uzui-san lo amenazó?... — Preguntas incrédulo y listo para soltar una disculpa. Lo malo de acompañar a específicamente a aquel pilar era que tu obsesión con analizar detalles mínimos no servía con él, su semblante no te decía nada y su pose no delataba sus emociones, además de que sus reacciones eran mínimas. Para ti era casi como estar ciego.

—"Amenazó" es una buena palabra, ¡me gusta como suena!— De alguna manera levantó aún más la voz, tanto que rogaste en silencio por que bajara el tono un poco.—¡Pero no! ¡Es un favor que le haré! Todos regresaremos en una pieza, (T/N).— Un suspiro de alivio abandonó tus labios por la respuesta. Sabías a lo que era capaz de llegar tu maestro, pero los límites aún no estaban claros, y te aterraba averiguarlos.

—Todos y cada uno de nosotros regresaremos... — Dices en un susurro para ti y los rostros de las kunoichi y el del pilar del sonido toman forma en tu cabeza. Tu entrecejo se frunce levemente y tu mano se aferra a la empuñadura de la espada con fuerza. Algo en el escenario te inquieta, no sabrías decir qué exactamente.

El silbato del tren hizo callar a todos en la estación, el llamado del hombre en la cabina bastó para que fuese hora de abordar.

[...]

—¡Sabroso, sabroso, sabroso!— Ver como el pilar ya iba por la décimo sexta ración fue casi como presenciar a Mitsuri cuando comía hasta quedar satisfecha. Casi un espectáculo que te dejaba asombrado y extrañado en partes iguales.

Tu vista periférica encontró tres colores llamativos que aparecieron por el fondo del vagón, al prestarles atención reconociste a los tres espadachines que últimamente habían estado en boca de todos. El primero de ellos, Kamado Tanjiro, hizo contacto visual contigo y eso bastó para irse acercando junto a los otros dos.

Eran demasiado ruidosos, uno creía que estaban en el estómago de alguna bestia mientras que el otro le gritaba histérico con tal de que no sacara la cabeza por la ventana.

El chico de pelo cobrizo te pidió cambiarle el asiento, según él quería aclarar una duda que solo el pilar podría responderle. Normalmente hubieras pedido más explicaciones pero la amabilidad con la que te lo había pedido te dejó contra la pared, no pudiste negarte y la determinación que demostraba Tanjiro con tan sólo su pose te sorprendió. Accediste y el menor te agradeció con ánimos, e incluso se disculpó por alguna razón que no entendiste.

Te moviste hacia el asiento que estaba al frente, junto a la caja que siempre cargaba Kamado. Tus hombros se tensaron al ver las marcas de garras y de cosas punzantes que seguramente habían atravesado la superficie lisa de madera, una buena cantidad de astillas se asomaban y en algunas partes era visible aún más el desgaste.

El tren empezó a moverse, todo se estremeció por el inicio brusco y de pronto volvió a la normalidad.

Obviamente el demonio no aparecería cuando los pasajeros aún tenían forma de bajar, apenas la velocidad subiera a una escala peligrosa como para saltar seguramente es cuando el ataque comenzaría.

Ver como Rengoku se levantaba fue como una alarma que indicaba el peligro, hizo a un lado al hombre que revisaba los boletos y antes de que pudieras analizar la situación el pilar ya había usado una técnica.

Al otro extremo del vagón, a espaldas de ti, un demonio había hecho aparición pero ya no existía más. Fue tan rápido que levantarte tan bruscamente sin hacer algo fue vergonzoso.

Ese es tu problema, analizas de más y para cuando te das cuenta todo han muerto. Una mala costumbre de la que aún intentabas librarte.

Pero entonces la sorpresa es pisoteada por una sensación de vacío en tu pecho, un ligero pánico por un recordatorio te hizo levantar las cejas por inercia. No era el fin, pero pudiste haber sido de más ayuda.

Después de que el pilar diese ánimos a los emocionados espadachines regresó su mirada a ti, quien seguía extrañado por lo que había pasado.

—Oh, ¡perdón, (T/N)! Uzui te mandó a cortarle la cabeza al demonio, ¿no es así? ¡Yo le explicaré, no te sientas mal!— Al regresar a su lugar puso una de sus manos en tu hombro y los ánimos regresaron a ti lentamente.

Todos volvieron a sus asientos, con una vaga creencia que no se acercaba ni a la realidad.

[...]

Cada persona en el mundo tiene una historia que contar, cada vida es una anécdota y cada una de ellas es hermosa a su manera. Algunas terminan pronto o ni siquiera empiezan, otras se alargan y añoran un final con broche de oro.

Pueden ser tragedias, otras serán conmovedoras, pero todas tendrán una cosa en común: terminan, y aportan algo a la leyenda que rodea al origen de la tierra bajo tus pies.

O al menos eso escuchaste una vez.

Una voz tranquila compartió sus pensamientos contigo hace tiempo, le diste la razón a pesar de no entender la mayoría de sus ideas y querías saber más, ¿historia, anécdota? ¿Incluso tú? ¿Incluso si ya nada te unía a la tierra?

Aquella persona notó la curiosidad en tu mirada, y entonces te incluyó en el tema, "tú también tienes una razón para estar vivo... ", dijo, "tal vez no para ser una leyenda o un héroe, pero serás importante para alguien y eso es igual de válido que cualquier otra hazaña".

Aquello te sorprendió, ¿tan válido cómo salvar vidas? ¿Tan válido como sacrificar la tuya por otros?

Creíste entenderlo, acomodaste las palabras hasta que cobró un sentido que hasta hoy consideras hermoso; no había una jerarquía natural entre humanos, todos son valiosos, todos importan, por eso cada vida debe ser salvada si está a tu alcance. Sin importar si hay demasiadas personas pisando la tierra, mientras comportan el mismo suelo y mientras todas tengan el mismo cielo encima de sus cabezas merecen presenciar el amanecer en el horizonte.

"Incluso si te arrebataron a las personas para quienes serías importante,  debes vivir para que su recuerdo perdure."

[...]

"—¿Una temari?— Entre tus manos atrapaste la esfera de estambre que te habían pasado. Estaba bordada siguiendo una escala específica colores y el patrón te recordaba a una onda de choque. Pusiste una mueca de confusión en tu rostro sin saberlo, ¿para qué era? ¿Era otro entrenamiento? Sin saber la respuesta dejas de apreciar la artesanía y levantas el rostro hacia las tres mujeres, todas con una sonrisa en sus rostros.

—Puede que ya seas mayor para regalarte algo así, pero un amuleto nunca viene mal.— Explica Hinatsuru sentándose a tu lado, las otras dos kunoichi la imitan.

—¿Amuleto?— No estabas entendiendo mucho, era obvio que no estaban en la misma página. Esas pelotas de hilos solían ser regalos para Año Nuevo, y más que nada se les daba a los niños. Sabías poco al respecto de la fabricación o al simbolismo, además de que nunca tuviste la oportunidad de recibir una.

—Si, aún falta mucho para Año Nuevo por eso creímos que sería mejor dártela ahora... — Tampoco estaban cerca de tu cumpleaños, solo eran preguntas que se iban acumulando y para tu desgracia Suma no había dado mucha explicación.

—Con la suerte que tienes últimamente esto será de ayuda.— Finaliza Makio renegando para cruzar los brazos. Cuando todas callaron tuviste el presentimiento de que esperaban a que hablaras, dejándote acorralado con respecto a cómo sentirte.

Alzas la pelota frente a ti y la sacudes al lado de tu oreja para adivinar si no tenía algo peligroso dentro, un cascabel irrumpe en el silencio y antes de tan siquiera expresar tu sorpresa sientes como jalan de tu pelo con fuerza.

—¡No seas tonto, no es un entrenamiento!—

—Makio-san... — Miras a la mujer sobando tu cabeza, parecía molesta pero no te diste el tiempo de analizar la razón. Escuchas a Hinatsuru reír levemente y luego Suma pregunta algo asustada si te encontrabas bien.

—¿No sabes lo que simbolizan, (T/N)-kun?— Niegas como respuesta y notas la sorpresa en el rostro de facciones delicadas de Hinatsuru.—Pues está el significado de lealtad y amistad, y luego como regalos para cuando el año está por terminar.— Escuchas atentamente listo para aprender algo nuevo pero por alguna razón te extraña todo lo que sale de su boca. Buscas más palabras en las otras dos mujeres, Suma es la que se anima a hablar.

—L-Las madres... colocan hojas pequeñas con un deseo para sus hijos y las ponen entre los hilos.— Reaccionas de inmediato y giras la esfera entre tus manos para buscar algún indicio entre las hebras, pero te detienes de golpe, toda tu emoción se esfuma de manera abrupta que termina preocupando a las kunoichi.

¿De las madres para sus hijos?

Te giras hacia dónde están las tres mujeres con los ojos bien abiertos, no sabías si tu deducción era la correcta pero intentaste buscar un detalle que las delatara en sus facciones.

'Regalos de las madres con deseos para sus hijos', ¿eso quería decir que... ?

Tensas los labios en una línea recta e intentas resistir el impulso, es más poderoso que tú y ya no te quedan fuerzas. Primero fue un ardor en la garganta que se extendió hasta ser una sensación molesta en los ojos.

Comenzó con una lágrima pequeña que terminó desbordando un montón de gotas saladas. Un llanto que expresaba miles de emociones, pero entre ellas estaba la alegría, la gratitud que las palabras no lograrían expresar nunca.

—¡N-No, (T/N), no llores! ¡No nos estamos burlando!— Al ver que sus palabras no cambian nada los nervios de Suma aumentan.—¡Ay, no debimos hacer esto! ¡Perdón, ya no llores!—

—Ya, (T/N)... —

—No entiendo porque reaccionas así, ¿es cosa de adolescentes?—

Negaste entre lágrimas y aferrándote a la artesanía. Fue tan extraño, el serio y simple (T/N) llorando por un detalle menor como si fuera un niño.

—¡G-Gracias, gracias!— Las mujeres sonrieron tranquilas, alegres de tu reacción y de saber que aún podrías disfrutar de cosas pequeñas pero normales. Cosas que te arrebataron."

[...]

"El mayor esquivó el ataque en un instante que te dejó con la defensa abierta, antes de que pudieras recoger la cadena con el lado de la cuchilla Uzui ya la había tomado con precisión en el aire y sin piedad alguna la había jalado. Teniendo el otro extremo enrollado por completo en tu antebrazo terminas siendo arrastrado por la diferencia masiva de fuerza. Caes de lleno contra el campo de tierra suelta como una solución rápido para esquivar un golpe que pudo ser mortal.

La circulación en tu extremidad va disminuyendo lentamente hasta que palpita como advertencia al peligro. La presión aumenta de golpe y sientes como tus dedos dejan de responder, una señal de alerta se enciende en tu cabeza.

Alzas la cabeza y en un reflejo ruedas en el suelo para esquivar con apenas centímetros de diferencia. Te ves a ti mismo en el reflejo en la cuchilla, por alguna razón apenas te reconoces, sientes la adrenalina acompañando al oxígeno al recorrer tu cuerpo y reaccionas. Al ponerte de pie utilizar el lado restante de tu cadena para detener el brazo del pilar.

Ninguno de los dos vuelve a atacar.

—Que forma tan simplona de terminar una batalla.— Dice luego de un largo tiempo de mirarte desde su lugar. Suelta la cadena y te apresuras a desenrollarla de tu brazo.—¡Y qué predecible! ¡Haz algo nuevo, algo extravagante!—

—Eso no es lo mío, Uzui-san... — Un golpe débil impacto en tu cabeza, parecido al que usarían para corregir a un niño o a una mascota, la comparación te hizo gracia pero no estabas en ánimos de reír. Levantas la mirada a tu maestro luego de recoger por completo tu arma, hace una pose extravagante y te señala con intensidad.

—¡Pues hazlo tuyo! ¡Demuestra que fue el mismo dios de las festividades el que te entrenó!— Con facilidad te hace levantar del suelo, con tan solo jalar de tu uniforme.—Tú serás entonces... ¡un semi dios!— Dejar de hablar pero sólo fue una pausa antes de ser recibido con otro golpe en la cabeza para corregir..—Y es "-sama" , no puedes rebajar de esa manera a este dios.—

—Pero... umm, estamos... ¿entrenando?—

Y entonces se te acaban las palabras, un sucesor a su talla, era una presión enorme que no era tu preocupación principal, tus capacidad te dejarían estar cerca de su nivel, ¿pero sería lo justo para un pilar?

Desde no poder adoptar el mismo aliento y tener que desarrollar uno nuevo como si se tratase de una variante, hasta no empuñar dos espadas, no siquiera ser capaz de blandir una.

Tu arma era una kyoketsu shoge, una cuchilla que se unía a una cadena de mucha longitud. Nada parecido a su par de espadas.

De nuevo sobre pensaste de más las cosas.

—Si intentas copiar a un dios te castigará, ¡debes formar tu propia leyenda para ser digno del puesto!— Exclama en voz alta pero de un instante a otro su semblante se torna serio.—... Y si recuerdas la razón por la que no te arrojé a la primera familia que encontré cuando eras un mocoso deberías sacarte esas farsas de la cabeza.— Se señala a si mismo a la altura de su frente, sorprendiéndote por completo.

Lo observas fijamente, analizando las dos fases del pilar cambiando de un segundo a otro. Esta no es una etapa llena de drama, es un tormento propio, sabía que si lo cultivabas terminarías con la ideología de los shinobi incluso si arremetía contra la que te había inculcado.

Apreciar tu vida y no poner como prioridad la misión.

—Entiendo... — Asiente por última vez y te da otro golpe sin fuerza antes de verlo encaminándose hacia otro lado. Cuando crees que la quietud llenaría aquella tarde escuchas como exclama con energía.

—¡(T/N), pilar de la Melodía!— Las palabras te toman desprevenido y no comprendes que buscaba expresar con esa oración.—¡Suena llamativo!—

Ríes apenas como respuesta, no podrías imaginarte con la vida serena a la que estabas destinado al principio de todo."

[...]

Terminas enredando la cadena en tu antebrazo izquierdo y con la mano derecha mantienes girando constantemente la cuchilla. Inhalas con fuerza y el oxígeno recorre cada centímetro de tu cuerpo.

Nadie se dió cuenta de la emboscada, incluso escuchaste a Rengoku estar apenado y algo sobre querer meterse en un agujero.

Al despertar exaltado viste a la menor de los Kamado frente tuyo y en un instante fuiste bombardeado con toda la información de lo que ocurría. Saltaste del asiento y saliste directo hacia uno de los vagones a la mitad del tren, hubieras preferido ir acompañado pero no estás en posición de tener exigencias.

Tu estilo era defensivo, tu arma servía para inmovilizar o hacer heridas graves pero no mortales. Para atacar de lejos y esquivar golpes, normalmente sería útil ir en pareja pero los cazadores no suelen agruparse.

Pero eso no te detendría, tampoco te bajaría los ánimos. Estabas centrado en lo que te correspondía, salvar vidas, ayudar a que las historias continúen, formar una leyenda... ¡Tú eres el semi dios de la melodía! ¡No tienes derecho a dudar de ti nunca!

Con ese grito de guerra hecho hacia tus adentros, tensas la mandíbula y tu agarre aumenta sobre la cadena, ¡lo superarás! Superarás a Uzui y podrás decirle con orgullo: "¡He formado mi leyenda, Uzui-san!".

No, ¡es Uzui-sama!

—Respiración de la melodía, primera postura— Susurras antes de entrar al vagón que debías defender.—. Tensión de cuerdas.— Tomas el extremo del aro y lo arrojas para detener una de las masas deformes que sobresalen del suelo antes de que se acerque a un pasajero, jalas con todas tus fuerzas para inmovilizarlo y lanzas el otro extremo para defenderte de otra masa que iba por ti.

Habías dado un vistazo por la ventana antes de caer dormido, una silueta intimidante se alzaba sobre todos en el techo del tren, pensaste en una sombra que pudo adaptar una forma diferente por el fondo estrellado. Pero no había duda ahora, se trataba del demonio que había provocado aquel desastre.

Una de esas extensiones espantosas había logrado inmovilizar el extremo de la cadena, comenzaba a engullirla con rapidez y sin dejarte nada de tiempo de zafar tu brazo, el resto de la cadena rodeaba tu extremidad y poco a poco tu circulación iba siendo cortada.

Dejas de hacer fuerza para evitar que la cadena se cierre más y es entonces cuando todo se estremece alrededor. La extremidad amorfa se desintegra de golpe y tu arma terminó siendo reducida hasta la mitad, habiendo destruido el lado con la cuchilla.

Todo ocurre en cámara lenta, admiras como desde la ventana el paisaje da un giro y tus pies dejan de tocar el suelo de madera. Un vacío se presenta en tu estómago al flotar apenas unos segundos. El impacto llega cuando tu cuerpo choca contra la ventana, el vagón se volcó y todo dentro habían sido bruscamente lanzado a todas direcciones.

[...]

—¡Argh!— Ruges cuando al fin te liberas de la placa metálica que había aprisionado tu brazo. La gente comienza a arreglárselas para salir de los escombros, suspiras escandalosamente estando tranquilo, no parecía haber heridos.

Admiras el cielo, ligeros toques anaranjados en el horizonte y las últimas estrellas relucían más que nunca. El aire helado se filtra entre los rasguños de tu uniforme y te provoca escalofríos.

Pero no podías detenerte aún, la mitad de tu cuerpo estaba atascado bajo escombros, hay algunos trozos de vidrio impregnados en tus brazos, llagas diminutas que provocaban un ardor constante y sangraban con un flujo alarmante. Apenas e intentaste mover las piernas te retuerces por el dolor, tan agudo y punzante que se extendió por todo tu sistema, no alcanzas a ver tus piernas pero apostarías a que tenías huesos rotos.

Las fuerzas se te agotan y el cansancio toma su lugar sin perder ni un segundo. Arrancaste césped creyendo que tirar de él te sacaría de debajo de los escombros, encajaste las uñas en la tierra como último recurso pero todo es inútil en ese punto.

Cientos de cazadores mueren en misiones cómo ésta, en el campo de batalla y sabiendo que salvaron al menos una vida. Eso es suficiente para ellos...

Tensas la mandíbula e inhalas con fuerza. No eres como ellos, debes regresar vivo, fue una orden.

—N-No puedo llegar así... — Sueltas en un susurro que termina siendo pisoteado por las voces de la gente en el fondo, pero sirve como recordatorio para tu promesa improvisada.—, se lo prometí a Makio-san, levántate, ahora.—

—¡Oi, pájaros!— Alzas tu vista exhausta y apenas logras distinguir la máscara de jabalí con su portador también estando herido, pero menos que tú si se comparan.—¡Yo levanto esto y tú te retuerces fuera de ahí!— Apunta a la placa metálica que te atrapa y por su pose distingues lo imprudente que es al actuar sin pensarlo mucho. Niegas a duras penas y prefieres dejarte caer contra la tierra debajo tuyo.—¡Hey, no rechaces la ayuda del gran Inosuke!—

Un rastro de sangre pasa sobre tu párpado y te da una excusa para cerrar los ojos. Los gritos iracundos del espadachín continúan a pesar de no prestarle atención, una sola persona es incapaz de levantar algo de tal tamaño, se lastimará la espalda o la dejará caer sobre ti antes de que puedas pensar en salir, una pierna rota solo empeora la situación.

Hay un terreno al que no se debería cruzar, es un campo de batalla constante y provoca las peores guerras que puedas imaginar. Se trata de tu instinto en una disputa diaria contra tu sentido común.

El instinto de supervivencia contra el sentido y orgullo de un cazador por proteger a los indefensos; hay un revoltijo en tu cabeza que te provoca jaqueca espantosa. Se mezcla con el dolor constante de heridas nuevas y viejas, terminando en un revoltijo de dudas y reclamos mal ejecutados.

Tener esos pensamientos siempre te recuerdan a que esto es lo más cercano a los dichosos gajes del oficio, pero esto no puede ser tomado como broma, justo ahora estás en la delgada línea que separa la vida de la muerte.

Si todas las vidas valen algo y cada una debe ser protegida, ¿por qué llegas a menospreciar la tuya? Es un gran dilema, una ramificación de la típica pregunta: "¿quién soy?", avanzando a un: "¿por qué estoy aquí?", y desembocando en un: "¿para qué estoy haciendo esto?". Todo siendo arrastrado bajo el tapete con un efectivo "da igual".

Pero ahora no puedes divagar siguiendo una línea imaginaria, ahora sólo debes respirar profundamente y pensar que ese amanecer que se asoma no es el último que verás. Y en el caso de que puedas vivir un día más tenías que arreglártelas con una excusa para justificar el que regresaras de la única manera de la que te había prohibido hacerlo.

[...]

La noticia de la muerte de Rengoku no había tardado en llegar a oídos de los pilares y del patrón. Pronto llegó a los cazadores, quienes por su parte extendieron como una epidemia el rumor de que el tsuguko del Pilar del Sonido había fallecido camino a la Finca Mariposa. Pero no se trató de nada más que eso, rumores que fueron corregidos en cuestión de horas gracias a Tanjiro.

Tiempo después del trágico anuncio Shinobu apenas regresaba junto con Kanao de su patrullaje; creyendo que el día no podría empeorar la mayor se quedó boquiabierta al presenciar como un kakushi cargaba con el cuerpo inerte del sucesor de Uzui.

La Pilar preguntó todo sobre tu estado y con cada respuesta que recibía su preocupación rebasaba nuevos niveles. Tenías el cuerpo lleno de vendas para primeros auxilios que ya estaban teñidas de tu sangre, lo único que le daba algo por seguro era la ligera respiración que conservabas, tu ceño de vez en cuando se fruncía por el dolor de manera involuntaria.

Sabiendo lo grave de la situación mandó a su cuervo a llamar al Pilar del Sonido lo más rápido posible.

Hinatsuru fue quién recibió al ave, junto a la noticia. Su facciones tranquilas y serenas reaccionaron de inmediato, no tardó tampoco en agradecer al animal mensajero para entrar a avisar a los demás que estaban presentes.

La kunoichi no tuvo que dar una gran explicación, con tan sólo pronunciar tu nombre con preocupación todos supieron lo que ocurría. Uzui se levantó de su lugar, le dió una orden rápida a las mujeres y salió directo a la finca.

Primero Rengoku siendo derrotado por una Luna Superior y ahora su sucesor con heridas mortales causadas en la misma misión. Ese día se nublaba de las peores formas posibles.

A pesar del giro desalentador, el sol se lucía en medio del cielo despejado, pareciendo por completo una ironía. Las bajas era lo normal en el mundo de los cazadores, seguían siendo humanos, seguían siendo apenas rivales para los demonios, pero aún así no podía aceptar que si no se apuraba algo horrible podría terminar para peor de alguna manera posible.

El edificio de la finca resultaba intimidante, alzándose en el horizonte y ganando altura conforme se acercaba. El sol marcaba más de medio día y la sombras de todo mundo comenzaban a inclinarse y a adoptar siluetas alargadas.

Hizo presencia en el lugar donde los heridos descansaban de la manera más llamativa posible, tomó por sorpresa a las chicas que ayudaban y a los kakushi que rondaban a los alrededores.

Shinobu salió de un cuarto y cerró la puerta detrás de ella, todo justo a tiempo para toparse con el Pilar; al percatarse de la presencia de Uzui le dedicó una mirada preocupada y con un gesto sutil le pidió que la siguiera.

[...]

—Hace mucho que no veía a alguien llegando en tan mal estado, debió pasarla muy mal en su misión aún siendo tú aprendiz, Uzui-san.— La puerta fue removida con precaución, como si hacer el mínimo ruido terminaría despertando a algún animal salvaje. El cuarto estaba inundado de un potente olor característico de la medicina que usaba la mujer y había restos de vendas descansando en cualquier lugar disponible en los muebles.—Tenía muchos huesos rotos y bastantes cortadas. Hasta hace poco quitamos todos los pedazos de cristal que tenía en el cuerpo.— De su manera tan propia explicó lo relacionado a tu estado revisando por encima el progreso de las heridas más pequeñas.

La atención de Tengen estaba puesta completamente sobre tu desfallecido ser, reaccionando apenas pero siendo alterado por el exterior. Por debajo de tus párpados se apreciaba como tus pupilas se desplazaban sin descanso, dando un aspecto perturbador si se sumaba a la cantidad excesiva de vendajes.

No sería la primera vez que llegabas con heridas pero aquello había sido un nuevo, y alarmante, nivel. Con sólo una mirada rápida cualquiera creería que la muerte estaba por reclamarte, pero no había sido así, había sido casi por seguro y no debió faltar tentar a la suerte para que hubiesen sido dos bajas en la misma misión.

Los espadachines escogieron su destino; empuñan las espadas con orgullo y defienden con fiereza a la humanidad, exclaman al cielo el encanto que tiene el ser un humano, todo para poder terminar con los demonios.

Ellos escogieron, fueron guiados por la tragedia e histeria que pudieron vivir a carne propia, tanto como para enfrentar aquello que alguna vez les quitó el sueño por las noches. Ahí radicaba la diferencia, desde ser tan indefenso y estar rodeado de ese mundo caótico de los asesinos de demonios, esa es la historia que tanto te dicen que cuentes.

El ser rescatado no debió ser sinónimo de unirse a las filas de los cazadores.

Uzui siguió pensando hasta que Shinobu lo llamó de nuevo, notando lo afligido que estaba el mayor.

No sería la forma más expresiva de mostrarlo pero cualquiera con un poco de intuición podría deducirlo. La mujer no contuvo la sonrisa entristecida que le provocó la empatía.

—Supongo que querrás llevar a (T/N)-kun a casa, Uzui-san.—

Y sin dirigirle la mirada, asintió.

[...]

La puerta corrediza estaba abierta y el viento podía entrar sin obstáculo alguno, silbando entre las copas de los árboles ñ. Una ráfaga atacó tu cabello y unos mechones bailaron frenéticamente, picando y molestando tus párpados. Te removiste ante la sensación y tu sueño imperturbable llegó a su fin.

Después de casi una semana de no dar señales de vida.

Gruñiste inconscientemente y la incomodidad no te dejó volver a reposar sobre el edredón. Con la garganta seca y con un dolor leve en tu espalda fue como te enderezaste para analizar tu alrededor.

Estabas en casa.

Al querer rascar por encima de tus párpados se dejaron lucir las vendas impecables que recorrían de tu hombro hasta el codo, para luego volver a enredarse en tu antebrazo, estaban apretadas y en algunos lados habían manchas rojizas apenas distinguibles.

La manta se resbaló de tu regazo cuando lograste ponerte de pie al alcanzar uno de los muebles. La pierna que tenías lastimada reaccionó cuando quisiste apoyarte sobre ella y te provocó un horrible dolor que te hizo caer de nuevo.

No estás pensando en nada, no tienes una idea clara de lo que quieres hacer. El silencio de tu mente se confundía con el de el exterior, tus sentidos están descordinados por completo y lo único que deja es tu la imagen nublada que daban tus ojos irritados.

Intentas llamar a alguien pero tu voz no sale, estando más cerca de ser un ruido sordo que era ahogado por las hojas sacudiéndose gracias al viento.

Por el pasillo se asomó justo a tiempo una de las kunoichi, entre sus manos cargaba un recipiente que al verte despierto dejó caer, derramando el agua que traía en su interior.

—Suma-san... — Levantaste con dificultad los labios para sonreírle pero su reacción fue todo lo contrario, dudó entre levantar el recipiente, correr hacia ti o llamar a los demás.

—¡(T/N)! ¡N-no deberías estar... ! ¡Pero... !— Sus manos se sacudieron en el aire y señalaron todo a su alrededor.—¡Ugh... ! ¡R-Recuéstate ahora mismo, no te muevas! ¿¡Escuchaste!?— Con el índice señaló el edredón sintiéndose levemente culpable por tener que gritarte; nunca había sido buena con eso de la disciplina.

Y antes de que pudieras pensar en responder ya había desaparecido de tu vista.

Al cabo de unos segundos las tres mujeres estaban asomándose desde el pasillo.

—¡Tú, malcriado! ¡Parece que lo haces a propósito!— Makio fue la primera que se acercó, y fue una gran sorpresa que aún estando malherido atinó un golpe en tu cabeza como siempre hacía.

—¡M-Makio! ¿No ves que el pobre apenas puede levantarse?—

—¡Él se lo buscó! ¡Yo se lo advertí!—

Mientras las otras dos discutían Hinatsuru acudió a ayudarte para alcanzar de nuevo el edredón, cuando volviste a estar sentado acarició tu cabello con alivio.

—¿Donde está Uzui-san?— Con esa pregunta lograste llamar la atención de todas las presentes, supiste que algo andaba mal cuando se miraron entre ellas, poniéndose de acuerdo para que alguien respondiera.

—Ha estado en la sede todo el día.— La seriedad de Hinatsuru era alarmante para quien la viera, luego de esa oración evitó tu mirada atenta.

—¿Deberíamos avisarle? Dijo que quería hablar con él... —

—Supongo que debemos hacerlo. Por cómo estaba seguro que es algo importante.—

Y las tres siguieron hablando entre ellas, ignorándote.

[...]

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