Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[Pt.1] Gyūtaro -≫ Kimetsu no yaiba


- Pedido hecho por: Original
- Advertencia:
Primera vez que escribo con este personaje.
• Temática yandere.
• Cosas asquerosas que hacen los demonios.
• Daki.
• Angsty angst.
- Relación: Humano x demonio, cómo debe ser.
- Número de palabras: ¿En total? Aún no sé-
- N/A:
• -inhales-
• WOOO HACE TANTO QUE QUERÍA ESCRIBIR YANDERE DE NUEVO JA JAAAA
• (perdón diosito, yo no soy así, no quiero que me maltraten, nada más me gusta leerlo).
• Si romantizan algo de aquí me los tuerzo.
• Sí, me volví a extender, y k les valga. Es mi one shot y yo decido escribir +20k palabras >:|

▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

La única manera en la que podías describir lo que te rodeaba es apenas cómo "una sensación peculiar". En el mal sentido de la palabra.

Cómo flotar y caer, cómo estar en paz pero siendo atormentado por una interminable descarga de adrenalina.

Parecida a estar en un sueño lúcido, o cómo en esas veces en las eres consciente pero no logras despertar. Escuchas lo que ocurre a tu alrededor pero eres incapaz de abrir los ojos, a lo mucho logras girar sobre la cama, tal vez dejas salir un gruñido de incomodidad, y aún así es inútil.

Tus ojos se abrieron de golpe, el sudor frío corría por tu frente y la sensación de vacío en tu estómago acompañaron al golpe que te diste cuando caíste de lleno contra el duro suelo de roca, estaba tan fría como recordabas, y el dolor seguía siendo tan molesto como debía serlo, mostrando que el sueño se había acabado.

Pero lejos de ser un alivio de nuevo te sientes atrapado cuando ese par de voces hostiles y de ultratumba vuelven a vociferar, una nueva discusión empieza, haciendo que tu jaqueca empeore, la sensación te hace sentir como si tu cabeza se fuera a partir en dos. Y por lo mismo llevas una mano a tu rostro, espantando la somnolencia y recobrando tus sentidos.

También cómo una excusa poco efectiva para poder evitar el contacto visual con alguno de ellos.

—¡Lo hiciste a propósito!— Gruñó la voz más masculina del par, carrasposa y seca, y aún así de algún modo era aguda en ocasiones. Tus oídos dolían al escucharla, los escalofríos se disparaban al distinguirla. Era un mal presagio marcando el comienzo de una nueva tortura, una que habías repetido mas veces de las que podrías contar.

Entonces ella chasqueó la lengua.

—¡Eres tú quien me obliga a guardar a alguien tan feo con el resto de los humanos para comer! ¡Arruinará la carne!— Se quejó. El primer recuerdo que tienes de esa voz más femenina y aún más aguda es igual a la que escuchas en ese momento, pues hacer rabietas por las cosas más mínimas es algo típico de ella.—¡Si la comida termina sabiendo mal por su culpa no te lo perdonaré!—

Y así es cómo comenzaron a gritarse de nuevo.

"Comida".

Permaneciste inmóvil en el suelo, mirando la pared y tratando de encontrar una nueva oportunidad para salir corriendo. Controlas automáticamente tu respiración, obligándola a ser serena y bien disimulada, sin importar cuan rápido latiera tu corazón en ese momento.

"Arruinará... ".

Pensaste, moviendo levemente tus dedos para tratar de alcanzar el minúsculo rayo de luz que se filtraba por debajo de la puerta y que se proyectaba en la pared frente a ti. Luz, quieres volver a la luz.

"Si la comida... ".

Claro, para los demonios, los humanos no son más que comida.

¿Entonces por qué... ?

Tu labio inferior tembló de miedo cuando entreabriste la boca, no servía de nada intentar manifestar tu aliento cuando ni siquiera empuñabas tu espada, pero respirar se sentía bien, tu cuerpo recuperaba energía y te sentías despierto y listo para actuar. Incluso si no intentabas nada al final, incluso si sólo es un desperdicio de tiempo y de energía mental.

¿Entonces por qué sigues atrapado en esa situación?

Por el borde de tu visión periférica encuentras una de los extremos de ese obi de diseño tan extravagante deslizándose al igual que una serpiente, acercándose con cautela hasta que el mismo zigzag sutil que hacía arremete de pronto contra tu mano extendida. Enrollándose alrededor de tu muñeca y jalándote de imprevisto, con tal fuerza y brusquedad que casi pensaste que te había dislocado el hombro. De estar desplomado en el suelo pasas a estar colgado del brazo, apenas rozando el suelo con las puntas de tus pies intentando torpemente distribuir tu peso.

Tu mano libre impulsivamente alcanzó el obi que había atrapado tu muñeca, pero no había forma de hacer que te soltara, se aferraba a ti con tal fuerza que la circulación comenzaba a cortarse. Tus dedos se tensan, comienza a ser difícil moverlos y de repente te están hormigueando, palpitan adoloridos, pero no hay nada que puedas hacer más que maldecir.

Después de una lucha inútil y de desperdiciar de esa manera tu energía finalmente te resignaste a encararlos. Tu entrecejo se frunce inconscientemente y sueltas un bufido de fastidio.

El par que conformaba a la Luna Superior Seis te miraba fijamente, ella con repudio e irritación, mientras que el otro tiene una expresión más difícil de descifrar en el rostro. Cómo sorpresa combinado con incomodidad, pero no había nada seguro cuando se trataba de ellos, ni siquiera sus intenciones o lo siguiente que harían cada vez que te ves obligado a responderles.

Pero nunca podrás acostumbrarte a sus miradas, son filosas, son crueles, capaces de alcanzar tu alma para torturarla. Implantan miedo y para cuando intentas hacer algo al respecto ya han invadido hasta el más básico de tus instintos.

—¡¿Ves?! ¡No está muerto! ¡Así que deja de decirme bruta!— El demonio que en ese momento había dejado de lado su disfraz de humana tenía los puños cerrados con rabia, una de sus pálidas manos te señala directamente entonces, casi encajando una de sus largas uñas en tu ojo. Hay algo más que molestia en su mirada, pero no podría importarte menos. Lo único que querías era que te soltara y que dejara de exhibirte cómo si fueras un animal que había sido atrapado por una trampa de cacería.—¡Sólo apúrate a hartarte de él y mátalo ya!—

El obi parece reaccionar a su rabieta, la presión aumentó de golpe y la fricción te quemó la piel cuando la tela se deslizó por tu brazo. Intentaste no quejarte, con tanta fuerza que incluso hiciste sangrar tu lengua, pero no sirvió de nada pues un quejido salió de tu boca. Cómo un animal agonizando que trataba de llorar por ayuda.

Él alza las cejas y sus ojos se abren todo lo posible, la sorpresa se volvió molestia en un segundo, disparándose en tiempo récord y sin hacerle desperdiciar ni un segundo para actuar.

¡Ya basta!— Le levantó la voz, cortando la tela en un tajo rápido para luego interponerse entre su hermana y tú, inclinándose sobre ella y con su presencia ganando un aura más hostil que de costumbre. Tan amenazante y aterradora que luego de caer habías comenzado a retroceder hasta que tu espalda se encontró con un viejo mueble cubierto por una sábana, impidiéndote huir de la manera que realmente deseabas.—. Quéjate y llora todo lo que quieras, pero no vuelvas a hacer algo así— Le dijo, su voz ahora era de ultratumba y sus uñas rasgaban la piel de su mejilla. No necesitabas ver su rostro para imaginar la intensidad de su mirada.—. No puedo evitar que seas quejumbrosa porque así has sido siempre, pero si te molesta tanto verlo entonces déjanos a solas, es tan fácil, es tan fácil y aún así no puedes pensarlo por ti misma.—

Ella dejó salir un jadeo, completamente ofendida.

—¡Ni siquiera sé por qué te interesa tanto un feo cómo él! ¡Es injusto que no quieras decirme, esto no es mi culpa!— Tampoco se queda atrás, sus manos se balancean de un lado a otro, extendiéndose y retrayéndose a su cuerpo. Si tenías algo de suerte tal vez pasarían discutiendo así hasta el amanecer y podrías pasar desapercibido una noche más.—¡Si no puedes hacerlo entonces dilo y yo mismo lo mato, pero deja de actuar así!—

Lejos de tratar de querer mejorar la situación y resolver los malentendidos, el demonio sólo ríe secamente, arrastrando ahora las palabras y exhalando hasta que se le acaba el aliento. No la estaba tomando en serio.

—¿Si no lo entiendes entonces de qué serviría explicarte? Lo único que tienes es una cara bonita, así que no pierdas el tiempo tratando de entender lo que no te sirve— Sus uñas siguen rascando y rascando hasta que ves cómo la sangre de tono poco natural comienza a deslizarse por su mano hasta caer por su brazo.—. Es de noche, tienes que irte, ¿qué harás si te llaman y no estás ahí? ¿Cómo resolverás algo que yo no podré arreglar por ti entonces?—

Para tu desgracia parecía ser que sus palabras la habían persuadido, el demonio de largo cabello negro se cruzó de brazos, pero de inmediato los arrojó hacia sus costados dejando salir un quejido al mismo tiempo. Se dio media vuelta, derrotada y hablando entre dientes tantos insultos que ya ni siquiera parecían ser palabras reales. Las escaleras con las que se bajaban al sótano estaban rotas e inservibles, pero ellos no necesitaban algo así, pues un parpadeo bastó para perderla de vista, se había esfumado en el aire, desvaneciéndose como el ser antinatural que era.

Entonces, en el silencio que había dejado el final de la discusión, lo único que fue posible de escuchar era tu respiración acelerada y tu corazón alterado, pero en ese momento estabas más centrado en revisar tu muñeca que no te molestaste en tratar de pasar de largo para ellos.

La sangre que habías hecho brotar al morder tu lengua entonces se resbala por tu mentón entre las escandalosas bocanas de aire que tomabas para recuperarte de la adrenalina, no quieres mirar hacia arriba, no quieres encararlo, la simple idea de corresponder su mirada te da escalofríos. Casi deseabas que te devorara antes que seguir con la farsa con la que trataba de convencerse, de que su cinismo no los había llevado a hacer testigo a un cazador de demonios de sus atrocidades.

¿Pero un cazador puedes seguir llamándose así incluso si hace tiempo había sido despojado de su espada? ¿Tu sentido del deber sería entonces suficiente para derrotar a una de las Lunas Demoniacas?

Obviamente no, y eso era lo que más te frustraba. La sensación de que había perdido tan rápido y tan fácil, y que el seguir con vida no sea más que un recordatorio constante de ello.

La risa seca y burlona que se escucha por encima de ti de pronto cambia a estar a tu nivel en el suelo, su alta y delgada silueta estaba ahora de cuclillas, manteniendo sin problemas el equilibrio incluso si se había inclinado en tu dirección.

Mírate, estás tan pálido, casi pareces estar muerto, ¿pero quién necesita el sol? ¿Quién lo necesita si el blanco te queda tan bien?— Cuando haces una mueca al sentir sus dedos limpiando la sangre de tu rostro vuelves a escucharlo, riéndose directamente de ti y sin ocultarlo ni en lo más mínimo. Apartarte tampoco es una opción, no hay hacia dónde mirar o hacia donde huir.—¡Un poco más y te parecerás a nosotros, nadie podría notar la diferencia!—

Los sótanos de la infinidad de casas que conforman el barrio del Distrito Rojo no suelen servir para nada más que almacenar baratijas y muebles, incluso para esconder cosas que nadie quiere aceptar. Hay pilas repletas de antecedentes de los dueños y de las cientos de chicas que entran y salen, ingresos y pérdidas, memorias del pasado que terminan siendo inservibles. Por ello normalmente es visto de mala suerte bajar si estás a punto de comenzar tu jornada.

Por ello nadie se acerca ni hace preguntas cuando escuchan cosas extrañas proviniendo del sótano. Porque no son más que los recuerdos no deseados del pasado tratando de escapar, no son más que "ratas", o "plagas".

El lugar perfecto para sus citas forzadas. Los agujeros de humedad en las paredes de roca y el mismo piso de piedra da vía libre a que la extensión del cuerpo de la demonio se escabulla sin problemas. Atrapando y liberando al prisionero de una faja en específico, uno que no servía ni siquiera para saciar un antojo del hambre propia de un demonio, pues su propósito era uno completamente diferente.

Tú eras completamente diferente al resto de los humanos con los que alguna vez se encontraron. Al resto de cazadores que alguna vez masacraron. Pero se trataba de una razón que sólo uno de ellos sabía, un recuerdo que no comparten así como lo hacen con sus cuerpos, algo que es suyo y sólo suyo, un sentimiento extraño que había dado por muerto hace décadas.

Las cosas serían más fáciles si tan sólo te dijera a qué se refiere cada vez que te pregunta si tu memoria ha regresado, pero cada que respondes a la defensiva o intentas indagar a qué recuerdos se refiere no hace más que provocarle un ataque de ira. Así que era mejor evitar el tema y seguir la corriente hasta puedas crear un verdadero plan. Uno que sea más que "cortarle la cabeza a la Luna Demoniaca".

Habías tenido que adaptarte luego de que te amenazara con algo vago pero eficaz para alguien tan dedicado a su deber.

Desde el primer día, en la primera vez que te encerraron y en la que fuiste obligado a verlos de cerca. Como era de esperarse de un demonio, pues lo primero que dijo fue aquella amenaza que sabía con bastante antelación lo efectiva que sería.

Eres tan difícil de perseguir, en un segundo te esfumas y al siguiente estás de vuelta caminando tan tranquilamente por la calle. Igual a un fantasma, uno que sólo se burlaba de nosotros, ¿será que debo deshacerme de la multitud para que dejes de escabullirte de nosotros?— Su risa seca y burlona te hizo temblar hasta el fondo de tu alma, combinando a la perfección con el sonido de sus uñas rascando sobre su piel.

Y la única alternativa que te quedaba entonces en las noches en las que los gritos de la gente desafortunada te atormentan terminaba pareciendo la vía más fácil y la alternativa más aceptable. Un tipo diferente de huida, una clase diferente de rendirse.

Pero incluso había encontrado una amenaza perfecta para asegurarse de que no acabaras con tu propia vida, no hasta que él decida tomarla personalmente.

Después de todo, ¿qué destino sería peor para un cazador que ser convertido en un demonio?

Te daban ganas de reír.

Simplemente no tenías escapatoria o alternativa más que soportar y sobrevivir a sus ataques de ira, forzándote a recordar algo que probablemente ni siquiera te involucraba.

Lo único que te quedaba era esperar por el rescate de algún otro compañero cazador.

Pero temías que su paciencia se agotara antes de que pudieran llegar.

Y todo había comenzado por un fatídico día, uno en el que tu único crimen fue atender a las órdenes de tus superiores.

[...]

—Mhm, ¿y qué hace un chico tan guapo por su cuenta?—

—¿Venías en grupo?—

—¡Oh! ¿Entonces te separaste de tus amigos?—

Las cortesanas no dejaban de balancearse de un lado a otro, cambiando de pose e intercambiando miradas de complicidad de vez en cuando. Sus maquillajes relucían aún más gracias a la calle bien iluminada y sus ropas bailaban con la misma gracia que las cortinas de un teatro.

Era fácil ver que no eran novatas ni inexpertas, sabían exactamente lo que estaban haciendo, cada aspecto de su persona y personajes estaban bien practicados, y no tardaban nada en desechar a los clientes que eran una perdida de tiempo de los que eran potenciales minas de oro.

Pero incluso las doncellas de la noche tienen la oportunidad de simplemente gozar de su tiempo libre, disfrutando de atender a los rostros nuevos que llegan al barrio por mera casualidad.

—Creo que más bien me desvíe de mi camino original— De forma encantadora y bien calculada dejas salir una carcajada. Un consejo conocido para cualquier misión de infiltración es que tu fachada sea lo más similar a tu yo real, pero en esa ocasión lo que necesitabas era un chico abierto y extravagante, dispuesto a matar algo de tiempo de la mejor forma posible. Es por esto que rascaste tu nuca mientras que tu otra mano se posó en tu cintura, entonces te cruzaste de brazos.—, este lugar es tan grande, y hay un montón de detalles que siguen distrayéndome, a este paso podría pasar toda la noche aquí.—

—Oh, ¿entonces captamos tu atención? Lo siento. No era nuestra intención acapararte.— Bromeó una de ellas, cubriendo su sonrisa y cerrando los ojos a la par. Las otras dos soltaron risillas casi idénticas.

Los demonios no se agrupan. Al igual que los cazadores.

—No, no, está bien. Debería estar ciego para no sentirme atraído a las maravillas que hacen relucir a este distrito.—

Es contraproducente para ellos, y tanto la codicia cómo la gula les impide hacer alianzas. Simplemente son sus violentos instintos saliendo a la luz, guiándoles a actuar cómo las bestias hambrientas y salvajes que son.

Si tan sólo el método para descubrirlos una vez están instalados y ocultos entre la multitud no fuese tan lento y humillante ya podrías estar reportándote con tus superiores. Presumiendo un segundo de una misión exitosa para luego saltar a la siguiente.

Pero realmente no tenías nada más qué hacer que obedecer, la recomendación fue mantener un perfil bajo y no ser tan explícito con tu verdaderas intenciones en ese lugar. Desatar el caos y la paranoia colectiva simplemente alertaría al demonio que atormentaba a los habitantes.

Además de que en lugares así, las noticias se dispersan tan rápido cómo la pólvora. Cuando menos lo notas ya te han estallado en la cara y tienes un montón de miradas acusadoras observándote fijamente. Preguntándose cosas peligrosas y problemáticas.

Es mejor así.

—Entonces, ¿te gustaría entrar a descansar un rato?—

De forma bien practicada te sobresaltas ante su oferta, sintiendo tu expresión y tus movimientos reaccionando naturalmente, habías previsto bastantes escenarios, y la sensación de haber previsto uno con tanta precisión se sintió cómo una pequeña victoria.

—Yo... — Ibas a seguir con el discurso, estuviste cerca de aceptar y así poder infiltrarte al interior de una de las casas más rentables del barrio hasta que una sensación incómoda te atacó desde todas partes. Entonces tu mirada nerviosa y apenada volvió a ser seria, seguida por tus manos al posicionarse en tu cinturón mientras alzabas tus vista hacia el cielo estrellado y a los alrededores.

Alguien te estaba vigilando.

¿Pero cómo? ¿Te habían descubierto tan fácilmente, o es la paranoia negándose a dejarte concentrar cómo deberías?

Cuál fuese la razón, no estarías tranquilo ni satisfecho hasta que saciaras la curiosidad que te exigía encontrar la fuente de esa mirada tan pesada que te observaba.

—... Lo lamento, debo hacer algo primero.— Te disculpas con las jóvenes, con una reverencia rápida y con sus voces murmurando a tus espaldas es cómo te encaminas para entrar a la multitud de la calle principal.

En medio del mar de gente, entre las voces y el ambiente, la constante incomodidad al ser juzgado se sienten cómo agujas insertándose en tu cuerpo hasta alcanzar tu alma.

¿De dónde proviene?

Un escalofrío trepa tu espalda, tu piel se eriza y las manos comienzan a sudarte. El ambiente se vuelve pesado y algo asfixiante, esa mirada cargaba malicia, tal vez incluso sed de sangre, pero no tenías seguridad de ello cuando ni siquiera sabías si de verdad había alguien persiguiéndote con sus penetrantes ojos.

El mal presentimiento y toda esa energía negativa provenía de todas direcciones, desde los edificios mejor iluminados hasta los callejones teñidos en la oscuridad, donde la luz artificial no los alcanza y donde todo tipo de cosas podrían ocurrir justo bajo las narices de los transeúntes.

Seguiste caminando con los nervios a flor de piel, de repente los edificios parecían inclinarse sobre ti, la calle se volvía más angosta y la gente se amontonaba aún más. Pero sin importar cuánto te encogieras o cuántas vueltas en el distrito dieras no lograbas deshacerte de la agobiante sensación.

—¡Oye, fíjate por dónde vas!— Escuchas a tu izquierda, haciéndote sobresaltar y deteniendo tu reacción justo a tiempo antes de desenvainar tu espada contra el hombre con el que habías chocado.

Perdóneme.— Respondes, pero para entonces aquel sujeto ya había seguido su camino.

Aceleraste el paso inconscientemente.

Te estaban persiguiendo, incluso si no era verdad, incluso si era una exageración de tu cabeza, sentías que alguien te estaba pisando los talones. Y por más que desearas no darle la espalda a nadie, era imposible gracias a la multitud. Te sentiste abrumado, nervioso y a la deriva. Incluso si portabas tu espada, incluso con todos tus años de entrenamiento. No podías explicar cómo tan repentinamente habías sido rebajado al ser más débil del mundo con sólo una mirada penetrante que no tenía dueño.

Ese lugar daba escalofríos sin importar el colores de las luces que lo llenaran.

"Debo retroceder... "

Pensaste, en un intento de tranquilizarte y de controlar toda esa repentina descarga de adrenalina.

Seguiste caminando, guiado por el flujo del resto de los transeúntes y aferrándote a tu haori, cerrándote del resto del mundo y manteniendo los ojos fijos en el camino para evitar más paranoia innecesaria.

Con un nudo en la garganta y con tus movimientos volviéndose cada vez más tensos es cómo finalmente encuentras paz apenas y el símbolo de un anillo de glicinas aparece frente a ti luego de un parpadeo, casi sintiendo que te habías teletransportado hacia el lugar donde más deseabas estar en el mundo.

Removiste la cortina de tu camino, y al otro lado los amables rostros que recibían a cualquier cazador necesitado te dedicaron miradas de genuina preocupación, dándote tiempo de recuperar el aliento y de cerciorarte que nadie te estaba siguiendo antes de atenderte.

Suspiraste.

Terminando por bajar la guardia antes de tiempo.

[...]

El par de palillos se te resbalan de la mano, derramando un par de fideos y salpicando algo del caldo en tu ropa apenas y cubres tu boca para toser.

Estaba hirviendo.

Al igual que tu propio instinto rogándote por comer. Estabas hambriento, de un modo que no creíste ser capaz de alcanzar o sentir, tu estómago había dejado de gruñir pero el abdomen se te contraía en bruscos movimientos internos. Cómo si un parásito arrasara con tus entrañas y te devorara desde dentro. Pero por más desesperado que estabas por comer, no sentías ánimos de hacerlo, la tarea de masticar y tragar se sentían tan tediosas y molestas que no estabas motivado ni en lo más mínimo para atender una de tus necesidades más primitivas.

Te morías de hambre, pero el apetito se te iba cada vez que debías encararlos. Cada vez que la comida que se suponía era para la oiran que disfrutaba de la soledad de su habitación pasaba a tus manos sentías las peores náuseas del mundo. Estabas débil, pero aún más era tu indiferencia y estrés que preferirías mantenerte en huelga hasta que algo más ocurriera.

Y por más obvio que fueras con tu repudio, la larga y huesuda mano del demonio se posaba en tu cabeza, esperando a que la tos pasase y atento a cualquier reacción extraña.

Los cazadores muchas veces se las ingenian para huir en los momentos más inoportunos. Y había vivido por tantas décadas, devorándolos y venciendo a centenares de ellos cómo para no saberlo.

—Está fingiendo— La escuchaste decir, y la misma imagen de una supuesta joven ladeando la cabeza mientras fruncía el rostro apareció en tu mente, haciéndote lamentar por lo buena que era tu memoria.—, ¿es que no lo ves? ¡Es imposible que ese tonto no sepa ni comer!—

La lengua se te había quemado, la sentías palpitar dentro de tu boca, escamada y adolorida, por lo que esa vez no pudiste responderle cómo siempre hacías.

De todos modos él lo haría por ti, en un torpe intento de que tu relación con su hermana no empeorase aún más.

Ya sabes que los humanos son débiles.— Dijo, cómo si no estuviera rebajándolos a todos los de tu especie al mismo tiempo a apenas un desperdicio de oxígeno.

Cuando la tos se aplacó y cuando el ardor en tu boca se apaciguó volviste a enfrentarte al doloroso vacío de tu estómago, el mismo que te negabas a llenar.

Bajas el tazón de tu regazo al suelo, y entonces permaneces con la mirada baja, dando a entender que ya habías terminado cuando ni siquiera habías empezado en lo más mínimo.

—¿Eso es todo?— Te preguntó el demonio frente a ti, en forma de reclamo mas que de duda. El sonido escalofriante de sus uñas al rascar te provocó escalofríos.

No quieres hablar, no tienes ánimos ni para seguir respirando o para parpadear.

Quieres volver al vacío de existencia con el que te aprisionaban, al menos ahí te encuentras en paz.

Entonces lo escuchaste gruñir.

—¿En serio harás lo mismo de nuevo?— Ves el ligero cambio de iluminación en la -de por sí- oscura habitación cuando se inclina sobre ti. Intenta mirar por alguna brecha de tu propia coraza, la que consistía sólo de sentarte encorvado y con los hombros alzados, el cuello te dolió al igual que la espalda, pero su presencia era más aterradora que cualquier malestar que pudieses sentir.—. Deja de perder el tiempo. Anda, es hora de comer, ¿no se supone qué hay que respetar ese horario para no morir?—

No quieres verlos. Te niegas a hacerlo.

—¡Hmp! Una mascota que sólo da problemas no es más que un fastidio— La escuchas decir, entrometiéndose como siempre, siseando de la misma forma en la que una serpiente venenosa lo haría. Daki se cruza de brazos y gira el rostro hacia otro lado, completamente ofendida.—. Ahí lo tienes, otra señal para que te deshagas de él. Si lo devoras al menos servirá de algo que sólo ser un adorno de piso.—

La facilidad con la que estaban dispuestos a cometer una masacre nunca dejaba de tomarte desprevenido, sin importar cuanto los escucharas, atreviéndote incluso a decir que con el tiempo ganaba cada vez más impacto en ti.

Pero no importaba lo que dijera, porque Gyūtaro sabía muy bien cómo persuadir a su hermana.

Y lo primero que respondió de vuelta fue una de sus habituales risas, finalmente dejó ir tu cabeza y viste por el borde de tu visión cómo se alejaba, por lo que supusiste se había apartado para entonces acercarse a ella.

Te atreviste a espiar un poco, tal y cómo habías imaginado, ahora estaban sentados uno frente al otro, conversando con normalidad. Ella seguía con su pose digna de una rabieta mientras que él ladeaba su cabeza con diversión, parecía estarla molestando y consolando a la vez.

—Eres realmente celosa, ¿acaso me crees capaz de remplazarte?—

—¡Claro que no! ¡Si me cambiaras por un feo cómo él jamás te lo perdonaría!— Apretó sus puños, y su largo cabello pareció reaccionar al mismo tiempo que alzó la voz.—, ¿¡pero por qué debes mantenerlo vivo!? ¡Al menos deberías explicarme por qué te importa tanto!—

Ahí van de nuevo.

Lentamente sacaste un suspiro de cansancio de tu pecho, lo suficiente cómo para no hacer ruido que llamara su atención. Entonces alzas la mirada, la habitación bien decorada y rebosante de regalos para una talentosa oiran llenaban cada espacio, acumulándose aún más en el lado más alejado de la puerta corrediza. La ventana permanecía cerrada a la par de sus puertillas, pero en las fisuras de la madera y en el borde de ésta puedes ver los diminutos rayos de luz que se cuelan al interior. Las partículas de polvo que los atraviesan te dan esperanza, la esperanza de que la ayuda vendrá algún día y que volverás a poder pararte bajo el sol una vez más.

—... es un distinto tipo de apego, ya te lo había dicho.— Escuchas el final de una de las respuestas, haciéndote sobresaltar y captando menos de lo necesario para darle contexto a su conversación. Su voz rasposa sale exhausta y fastidiada, pero con la paciencia de un verdadero hermano mayor.

Tragaste en seco, sintiendo tus manos temblar bajo la emoción por llevar a cabo tu plan.

—...— Finges tomar el tazón de temperatura volcánica de vuelta (ni siquiera parecía haberse enfriado un poco), el sonido de la cerámica y la madera al golpear levemente llama la atención de ambos. Sus ojos se planta en ti una fracción de segundo antes de volver a lo suyo, él parece sonreír emocionado por verte aceptar la comida, ella rueda los ojos hasta ponerlos en blanco.

¿Valía la pena intentarlo?

El más fuerte de ellos, el que estaba obsesionado con tu aparente pérdida de memoria, te daba la espalda en ese momento, y ella, tan molesta con tu presencia cómo esperarías, ni siquiera parece prestarte atención. No mereces captar su interés ni en lo más mínimo después de todo.

Si al menos lograbas alcanzar la ventana y empujar hacia afuera un poco las puertas, el rayo de luz que lograse entrar les impediría acercarse a ti.

Podrías huir por ahí, o incluso mejor, podrías herirlos y ganar tiempo.

¿Pero qué pasaría si no lo lograras?

No, no, no tienes tiempo para pensar en eso. Si te enfocas en el lado negativo, entonces nunca saldrás de ahí.

Respira, cómo tu maestro alguna vez te enseño.

Respira lentamente y tan profundo a la vez que ellos no puedan escucharte, para que no pueda prever tus movimientos.

Es apenas poco más de un metro y medio de distancia. Si canalizas tu respiración para darle fuerza a tus piernas, puede que con un sólo salto sea suficiente.

Llevas el tazón a tus labios para que el sonido de tu boca al sorber el caldo los convenza un poco más. Vuelves a quemarte la lengua, sientes tus ojos lagrimear, pero no podría importarte menos. Ya no cuando no sabes si el sudor que corre por tu frente es por el calor del platillo o por tus nervios.

Respiras, lenta y profundamente. Dejando el plato de nuevo en el suelo.

Y entonces te impulsas.

La vida parece ir en cámara lenta, sientes tus dientes apretarse y chocar contra sí mismos por la presión de tu mandíbula, ves a tu mano extenderse hacia la ventana. La cercanía de reduce, tus yemas sienten en la madera, tu cuerpo choca contra el muro.

Pero las puertas no se abren.

Tus ojos se abren por completo, terror y pánico se apoderan de tus movimientos y tus sentidos, empeorando aún más el par de presencias detrás tuya.

Las ventanas estaban atrabancadas.

Intentas aferrarte al rayo de luz diminuto que logras ver entre la madera apenas y comenzaste a retirar el cerrojo, pero para entonces sientes que eres jalado hacia atrás. Una de tus muñecas es envuelta de prisa por el extremo de aquel obi que tanto repudiabas y eres jalado bruscamente. Cayendo de lleno al suelo y aterrizando en tu mandíbula, para rematar habías mordido tu lengua en el proceso.

Cualquier intento por dialogar se había perdido apenas y el par de ojos rebosantes de malicia y burla te observaron desde la altura.

Los cazadores siempre son entrenados igual, tan predecibles, pero tan desesperados por hacer algo— Su voz se mofa sin quiera disimular un poco, mientras aprieta aún más el agarre en tu muñeca. Intentas desenredarla con la mano que te quedaba libre, pero eres detenido por otro extremo de la tela. Ya no tenías forma de forcejear.—. Tienes razón, niichan. Verlo así hasta da un poco de pena.

Al igual que un cachorro callejero muriendo en la nieve.

Entonces él responde, con su risa seca y burlona acompañando al sonido de su piel seca al rascarse. No tienes forma de describir la expresión de su rostro, era una amplia sonrisa que hacía relucir sus colmillos, pero sus ojos estaban llenos de un brillo histérico. Lo único que sabías es que no estaba nada contento con tu torpe intento de huida.

Ella jala de ti una vez más, obligándote a al menos arrodillarte, pero sólo hasta ahí te permite. Apartarse o acercarte es imposible cuando no puedes llevar tus brazos contigo.

—¿Lo ves? ¿Cómo puedes sentir que alguien así puede competir contra ti?— Su mano pasa de rascar su mejilla de vuelta a tu cabeza. Forcejeas y te sacudes para intentar quitarte su agarre de encima, de naturaleza cariñosa y retorcida a la vez, pero al hacerlo sientes la circulación de tus manos disminuir. Obligándote a ceder.—. Pero tienes razón— Susurra, en una especie de código que sólo ellos entienden, pues la restricción en tus muñecas desaparece, para inmediatamente ser remplazado por el doloroso agarre en tu cabello. La mano del mayor se aferra cómo nunca a tus hebras y sin problema alguno comienza a jalarte, de vuelta a la esquina donde el plato de ramen aún permanecía.—. Estoy exagerando con esto de ser suave todo el tiempo.—

Ruge, empujándote hacia el suelo y plantándose de nuevo frente a ti. De cuclillas y de nuevo invadiendo cualquier concepto del espacio personal.

—Ahora vas a tragarte esa basura o te abriré el estómago yo mismo para llenártelo, ¿escuchaste?—

Aceptas el duelo de miradas, logrando no ceder ante la suya, retando su orden y quedándote completamente inmóvil. Y esto simplemente lo enfureció más.

Gyūtaro toma el plato un con una mano, sin importarle en lo más mínimo la temperatura. Y antes de que puedas escabullirte ya tienes su mano libre sujetándote de la quijada.

Logras soltarte, sólo para ser atrapado de vuelta, ahora de la nuca. Sus garras se encajan en tu piel, haciendo doloroso el forcejear, y en lo que tus manos están ocupadas sujetando la suya por detrás de tu cabeza, el tazón ya está demasiado cerca de tu rostro vulnerable.

El calor te golpea en la cara e instintivamente buscas retroceder, es entonces cuando con su firme agarre en tu cuello comienza a empujarte hacia delante.

No apuntaba a tu boca, iba de lleno hacia toda tu cara.

Sigues forcejeando, pero es inútil, la distancia se acortaba cada vez más. El sudor de pánico se confunde con el provocado por el calor abrazador y entonces el aroma del platillo te provoca náuseas. Quieres suplicar, quieres disculparte, pero es inútil, un desperdicio de energía. Intentar patalear o girar el rostro es imposible, la cercanía y la firmeza con la que te impedía apartarte es asfixiante y controladora. No hay escapatoria, no hay hacia dónde ir mas que hacia delante.

Para tu fortuna y desgracia, se detiene justo antes del doloroso impacto.

Tu respiración errática acompaña a las carcajadas aniñadas de Daki, quien desde hace rato estaba disfrutando de la situación, de alguna forma sientes que se han puesto de acuerdo sin siquiera darte cuenta.

Y luego está él, no te atreves a mirarlo debido a la abrumadora cercanía, pero su sonrisa aún se mantenía en su rostro. Ligeramente más amplia y a su vez menos hostil.

Su agarre se afloja, aún sin dejarte ir, pero bajando el plato de vuelta al suelo con la misma tranquilidad de alguien poniendo la mesa a la hora de comer. Entonces sus dedos peinan de tu nuca hasta tu frente, provocándote escalofríos para luego empujar tu cabeza con menos fuerza, de manera casi juguetona, cómo el gesto con el que molestarías a tus hermanos.

Tres opciones. Te perdonaré y dejaré que decidas por tu cuenta. Puede que si soy bueno contigo no intentes huir de nuevo, ¿cierto?— Ladea la cabeza, aparentando docilidad, pero puedes sentirlo. La aterradora ira silenciosa acompañada de su habitual sed de sangre y que buscaba una venganza insaciable. No tienes idea de si te has vuelto un experto en leer sus emociones por todo el tiempo que lo has tenido en frente o porque él te permitía leerlo.

Cómo una advertencia que le daba pereza pronunciar.

Riéndose de tu miedo genuino, del terror en tu rostro y de lo errático de tu respiración. Mientras que tu te aferrabas a tu ropa cómo un niño asustado, a la altura de tu pecho, sintiendo de cerca tu corazón que palpitaba con la fuerza necesaria cómo para salirse de tu pecho, iba tan rápido y era tan ruidoso que no necesitabas decir nada para demostrar lo efectivo que era su método de "persuasión".

Tomas el plato de nuevo, salpicando caldo y fideos por el movimiento tembloroso de tus manos, quemándote los dedos y sacándote nuevas ampollas que te ves obligado a ignorar.

Empiezas a comer, sin pensar en las náuseas que sientes brotando por tu garganta, sin darle importancia al nudo en tu estómago, sin prestarle atención al montón de lágrimas que te nublan la vista.

¿Por qué no te mataba? ¿Cuánto más tiene que pasar para que se aburra de ti?

¿Cuánto? Te preguntabas.

¿Cuánto más? Suplicabas.

Rogándole a quien sea que estuviera en camino que se apresurase un poco más.

[...]

Tu mano vuelve a subir a tu cuello, sobando tu nuca y tratando de aliviar la tensión en el mismo. No debía ser bueno para tus músculos mantener tu pose de defensa todo el tiempo.

—¿Este lugar siempre ha desprendido una energía tan... lúgubre?— Preguntaste a una de las mujeres que permanecían arrodilladas a tu lado mientras esperaban.

La vivienda se mantenía en un silencio sepulcral y refinado, cualquier detalle desde los pasillos hasta las puertas corredizas hacían un contraste con el desgaste de los edificios allá afuera. Y aún así te sentías algo perdido, tal vez era la vergüenza de ser atendido con tanto esmero, o era la extraña sensación de antes aún atormentándote sin que te dieras cuenta, fuera cuál fuera la razón, no te sentías del todo bienvenido.

—Lo lamento, ¿hay algo que podríamos hacer para que te sientas cómodo?—

De inmediato niegas.

—No, perdónenme, no me refería a su hogar— Respondes de vuelta, llevando una mano a tu pecho para demostrar que estabas siendo honesto.—. Poner un pie en el distrito me provoca una sensación extraña... — Tus dedos del cierran un poco para atrapar la tela de tu uniforme, ese presentimiento se te atoraba en el pecho cómo una espina incapaz de remover, una que provocaba dolor cada vez que intentabas ignorarla.

—¿Extraña? ¿Cómo para ser atendido por un médico?— La mujer se había girado levemente luego de haber capturado su atención, tenía la misma expresión sutil y atenta de una madre servicial. Demostrando a su vez que te escuchaba atentamente.

Vuelves a negar, tus ojos ahora están clavados en el suelo.

—... Es una inexplicable familiaridad con el entorno, pero a la vez me siento asfixiado y hostigado por las luces y las personas— Meditas.—, y aún así, veo incapaz de darme un descanso de la sobrecarga de información hacia mis sentidos; es cómo... — Inhalas profundamente, tratando de poner en orden tus ideas para no sonar más raro de lo que ya lo hacías.—... si mi cuerpo me rogara porque me quede. Cómo si debiese buscar algo... — Tus divagaciones no son menospreciadas por la mujer, quien inclina el rostro hacia un lado y asiente ante cada palabra que pronuncias.

—Hay quienes creen que las promesas que hicimos en vidas pasadas llegan a atormentarnos en el futuro. La culpa trasciende en el tiempo y se aferra a nuestra alma hasta que nos liberamos de ella, puede que incluso estés arraigado al distrito de alguna forma.—

Llevas tu mano a tu barbilla, dándole más vueltas a sus palabras de las que deberías.

—... ¿arraigado a... una promesa?— Repites.

Con aquella sensación familiar empeorando tu paranoia.

[...]

A veces, lo mejor que puedes hacer es fingir que duermes.

Simplemente cierras tus ojos, obligas a tus facciones así cómo a tu respiración a permanecer serenas y entonces dejas que el mundo continúe a tu alrededor.

Es de los pocos momentos que no eres hostigado por ninguno de ellos, más que nada porque él parece disfrutar de observarte mientras "duermes" y porque no deja que ella te moleste mientras lo haces.

Es una especie de comodín y truco que comenzaste a usar, con cautela y discreción, lo suficiente para no levantar sospechas, pero siendo a su vez un hábito, todo para que no encontraran extraño tu tendencia a dormir a medio día.

Y para tu fortuna, pareció haber aceptado el hecho de que te sentías cada vez más cansado con el paso de los días. Dándote más tiempo para descansar antes de traerte de vuelta.

Pero no era más que un engaño, porque tu instinto de cazador te impedía bajar la guardia y sentirte lo suficientemente cómodo cómo para dormir en realidad en la presencia de un demonio.

¿Qué pasaría si duermes para despertar por el punzante dolor de sus colmillos desgarrando tu carne? ¿Cómo podrías estar tan loco para darles esa oportunidad luego de leer miles de reportes de ataques hechos a personas que dormían en la comodidad de sus hogares?

A veces entreabres los ojos, exploras ligeramente tu alrededor y entonces vuelves a fingir. Casi todo el tiempo, cuando eres tú y él, sueles encontrarte en una cueva. Del techo de roca cuelgan metros y metros del obi que servía cómo extensión de la demonio menor, con su patrón siendo estorbado por la imagen de jóvenes atrapadas.

De personas que eras incapaz de salvar.

A veces están vacías, otras veces están rebosando de retratos de mujeres hermosas con expresiones de angustia en sus rostros, paralizados y fruncidos. Todas encerradas dentro de sus propias mentes, carcomiéndose con sus ideas pesimistas.

Después de todo, conocías bien esa sensación.

Exhalas con pesadez antes de girarte de nuevo, la roca estaba fría y húmeda, te hacía temblar y estremecer, tanto la temperatura cómo la situación en general te deprimían de formas que no creíste posibles, pero ahí estabas, y esa era la única prueba que necesitabas.

Entre tus propios pensamientos eres atormentado por su presencia, no puedes escapar de esa sensación, la constante vigilancia y lo pesada que era su aura en general eran suficiente cómo para sofocarte. Cómo un constante recordatorio de que no podrías escapar de ellos, de él. De que todo estaba en sus manos, desde tu vida hasta tu cordura.

Sientes su pesada mirada sobre ti, y a veces distingues el leve sonido de sus ropas al moverse, otras veces sientes su respiración chocando con tu mejilla. La tensión en tu cuello y hombros podría matarte, listo para esquivar si es necesario, pues el hecho de que no hayas tenido que hacerlo aún no es igual a que no llegue a darse esa catástrofe.

Esta vez sientes sus intenciones, la forma absurdamente cuidadosa con la que intenta rodear tus muñeca con sus dedos para que de inmediato hagas cómo que te despiertas sobresaltado.

Te enderezas de golpe y retraes tu mano, tu actuación ha llegado a tanto que incluso sientes el sudor cayendo por tu frente.

¿Planeaba morderte mientras dormías?

Lejos de reírse por tu reacción o de enfurecerse por tu rechazo lo ves con una mirada de incertidumbre y melancolía en el rostro, una que se confunde fácilmente con irritación. Su mano está a medio extender y no parece tener la confianza cómo para moverse.

Pero lo hace, con su mano alcanza de nuevo tu muñeca, sin mencionar nada sobre la resistencia que pusiste apenas y comenzó a jalarte lentamente hacia él. La superó sin problemas y cuando intentaste mantener distancia ya tenías a su alta silueta casi encorvándose sobre ti.

Sus ojos están perdidos y su boca está cerrada a medias, ¿qué pretendía? Fue lo único que pudiste preguntarte mientras debatías sobre cómo deberías responder.

Al final pone tu mano extendida sobre la suya, la diferencia era increíble, desde el tono de piel hasta el tamaño y la propia longitud de los dedos. Los suyos eran tan delgados que daban escalofríos el sólo sentir su tacto.

Esperaste a que cerrara su mano para así romper la tuya, que te arrancara los dedos de un mordisco o que encajara sus garras en tu palma, pero fue todo lo contrario, aterrándote aún más.

Envolvió tu mano con las suyas sin aplicar más fuerza que la necesaria para evitar que te apartaras, y entonces las subió un poco más, lo necesario para poder apoyar su frente en sus nudillos.

Sus ojos estaban ahora cerrados y sus colmillos se mostraban en una mueca extraña, podías ver la tensión en su mandíbula y en sus cejas, parecía estar a punto de estallar en rabia, siendo frenado por algo que desconocías.

Su susurro es apenas un hilo de su voz rasposa y profunda, ni siquiera sabes como lograste entender lo que decía, pero lo primero que te llamó la atención fue que no había sido una pregunta.

Era una afirmación, una de la que parecía estar tan seguro que le dolía hasta el fondo de su alma corrompida.

Mantuviste la mirada en el suelo de roca, dejando que murmurara cuanto quisiera y que se aferrara a tu mano hasta que te dejara en paz.

Temiendo que el destino te abandonara una vez más apenas e intentaras buscar una respuesta en tu pasado.

[...]

Cuando eres un cazador, aprendes a percibir y sentir la presencia de los demonios.

Cada uno tiene su propio modo, sienten la sed de sangre, encuentran un rastro casi invisible o se basan puramente en su instinto.

En tu caso son apenas un montón de corazonadas.

Los detalles más mínimos pueden delatarlos, y mientras más quiera encajar entre la multitud, más propensos son a actuar de forma exagerada.

Pero esa vez no parecía intentar escabullirse, más bien se sentía cómo si te invitara a una pelea.

Aquella extraña sensación no desapareció en todos los días que pasaste en el distrito, siendo aún más evidente gracias a que sólo ocurría de noche.

Esa confianza y el cinismo que parecía tratar de provocarte, ¿qué harías entonces si de verdad se trataba de una Luna Demoníaca cómo habías pensado? ¿Deberías sobrevivir hasta el día y llamar por refuerzos, o estarías a la altura para lograr algo que sólo algunos de los más talentosos cazadores son capaces?

Guiado por un presentimiento y por la necesidad de descansar de la sobrecarga a tus sentidos, fue cómo te encontraste vagando en las calles más desoladas y pobres del lugar. Zonas en las que sólo contaban con la luz de la luna para iluminar los rincones más olvidados del distrito, dónde se hacía el trabajo sucio para saldar deudas o dónde mandaban a morir a aquellas que ya habían pasado su "vida útil". Estaba tan silencioso que era agobiante,  mostrando un gran contraste a pesar de que no estabas tan lejos del resto del bullicio.

El lugar perfecto para atender a su invitación silenciosa.

Caminaste entre los callejones y las casas que se caían a pedazos, tus pisadas resonaban más de lo que te gustaría y se volvía cada vez más difícil controlar tu respiración. Era un ambiente pesado, te revolvía el estómago y empeoraba esa extraña sensación de familiaridad de la que no podrías deshacerte.

¿Por qué ese lugar parecía desatar algo indeseable en ti? ¿Qué relación tenías con un sitio tan mundano y podrido?

Nada tenía sentido, y por lo mismo te detuviste a medio callejón para sostener tu frente y descansar un segundo.

El dolor de cabeza te estaba matando, siendo imposible ignorar aquel mal presentimiento que te decía que había una amenaza cerca, pero no tenías forma de encontrarla con efectividad cuando parecía venir de todos lados.

Das un torpe paso hacia atrás para equilibrarte sobre tus pies, el mundo parece desvanecerse en ocasiones, y fue entonces que te diste cuenta que no estabas a la altura de esa misión.

No cuando te sientes tan apegado pero al mismo tiempo tan aterrado por ese sitio.

Deberías llamar a tu cuervo y enviar una carta a la sede para explicar tu situación, con algo de suerte tal vez a lo mucho te den una sanción menor o te rebajen un rango, puede que incluso no pa-

—¡¡...!!— Empuñaste tu espada de inmediato y, en menos de lo que le toma a una persona parpadear, atravesaste de un tajo a aquella cosa que apareció de la nada, la misma que pareció apuntar directamente a tu rostro.

Todo ocurrió en cámara lenta, la sangre brotando de aquel delgado pero interminable ser que parecía simple tela al principio, pero que se movía con la misma danza siniestra de una serpiente.

La tela se retrajo de inmediato y desapareció a la vuelta de un callejón lejano, regresando a lo que sea que fuese su origen, contigo persiguiéndola de cerca.

Tu primer acercamiento, no podías dejarlo escabullirse de nuevo.

Te las arreglaste para atravesar tantos obstáculos cómo fueran posibles, siendo guiado por el leve sonido que dejaba aquella cosa al cortar el aire a su paso, y con los diminutos fragmentos de movimiento que tu visión periférica lograba distinguir.

Continuaste hasta que, al dar una vuelta en una esquina, te percataste de que el mar de chozas se había terminado, dejando un espacio donde no existía nada. Habías alcanzado la frontera entre el distrito y el resto del mundo.

Eran las afueras de la ciudad, el punto en que los brillantes letreros no alcanzan a iluminar ni a contaminar el cielo, y donde las multitudes no pueden inundar el silencio natural del ambiente.

Enterraste la punta de tu espada en el suelo y te inclinaste sobre ella para recuperar un poco el aliento, aceptando que lo habías perdido por más, frustrado que estuvieras.

Al menos el aire limpio se sentía bien en tus pulmones.

Suspiraste pesadamente, intentando concentrarte en algo más que no fuera la agobiante sensación de familiaridad que te provocaba escalofríos.

No podías hacer esto solo.

Gruñiste con irritación.

No estabas a la altura.

O esa fue la manera con la que intentaste auto compadecerte antes de volver a levantar tu defensa. Tomaste tu espada lo más rápido que pudiste y la empuñaste al reaccionar a la nueva y escalofriante presencia que se había dignado en dar la cara.

Aquella extraña tela se enredaba en sus extremidades mientras seguía moviéndose por cuenta propia, casi flotando alrededor de su cuerpo y serpenteando con lentitud.

Y aún así, lo primero que te llamó la atención fue el demonio que se plantaba frente a ti, bajo la luz natural de la luna, con su propia aura lúgubre rodeándolo. Piel grisácea y silueta de aspecto escalofriante, más que suficiente para hacerte tragar en seco, casi deseando no haber hecho contacto visual luego de encontrar el número que adornaba sus pupilas.

Luna Superior Seis.

Ahora ya nada podía empeorar.

—Su aspecto es muy común— Criticó lo que pareció ser la tela, alzándose de un extremo y dejando ver el par de ojos que sobresalían de esta, titubeaste una fracción de segundo ante la sorpresa, no sabías si apuntar al obi o al demonio.—, ¿no es mejor comer alguien hermoso? ¡Saben tan bien!—

El demonio mantuvo la mirada baja cuando negó, murmurando cosas que no alcanzaste a distinguir.

No puedes moverte.

—Si todo fuera sobre comida, ¿entonces dónde queda lo divertido de tener a un cazador de frente?— Siseó con un tono de ultratumba y aquella faja pareció estremecerse de miedo.

Justo al igual que tú.

Desaparece— Dijo esta vez en forma de orden, con el demonio mostrando sus colmillos al igual que un animal salvaje—. Y no vayas a decir nada de esto, no aún.— Su amenaza era una técnica primitiva pero que sin duda rendía frutos, pues la asquerosa extremidad se escabulló entre la tierra hasta que escuchaste algo de madera crujir a tus espaldas.

Al girarte brevemente para estar seguro de que no se trataba de un ataque sorpresa te encuentras con ese par de ojos amarillentos que te miran desde la pequeña diferencia de altura una vez regresas tus ojos al frente. Encorvándose sobre ti, casi devorándote con sólo su mirada, con su respiración chocando contra tu rostro.

El terror y la sorpresa te hacen dar un paso en reversa que estuvo por terminar en una caída, tus pies tropiezan consigo mismos y casi pierdes el equilibrio de no ser porque el demonio alcanzó tu uniforme a tiempo y a una velocidad de reacción envidiable.

Cerrando sus dedos sobre tu ropa a la altura de tu pecho es que se queda ahí, su expresión y su rostro no te dicen nada, parece estar analizándote pies a cabeza de forma casi obsesiva. Entrecerrando a veces los ojos y ladeando la cabeza, cómo si no creyera lo que tenía en frente.

Harto de la situación y hostigado por la cercanía es cómo empuñas tu katana con una sola mano e intentas hacer un tajo para atrévase su antebrazo, el que te mantenía firme en tu sitio.

Dejaste salir un grito de guerra, pero no se movió, ni siquiera cuando la afilada hoja se quedó a medio camino de rebanar su extremidad, ni siquiera cuando parte de su sangre comenzó a brotar por su piel y a deslizarse por la espada.

—...— Bajó la mirada entonces hacia donde tus manos se aferraban a tu arma, en cómo con una atrapabas el mango y cómo buscabas empujar la cuchilla con la otra, pero la posición y el ángulo del corte lo volvían en algo totalmente incómodo de hacer. No tenías forma de liberarte, y ambos lo sabían muy bien.—. Tú... — Habló finalmente, con su voz rasposa provocándote escalofríos.—... tomaste la peor decisión posible.— Gruñó, y en una fracción de segundo ya te había arrojado hacia un lado con tanta facilidad que el dolor tardó en alcanzarte.

Tu cuerpo rodó un par de veces en el suelo antes de chocar con lo que supusiste fue una de las chozas. Trozos de madera podrida cayeron sobre ti junto al polvo y la tierra que habías levantado con el impacto, pero de alguna manera sentías un inmenso dolor al toser y al respirar incluso si no fue el peor golpe que hubieras recibido.

Todo mientras que la sensación asfixiante de familiaridad trataba de unir cabos en el peor momento posible. No importa si había algo en el olor a humedad de las casas y en la silueta de aquel demonio que parecían significar algo más, algo que aún no lograbas comprender, no podías darte el lujo de pararte a pensar.

'Concéntrate', te ordenaste apenas y lograste enderezarte un poco con tus antebrazos sirviendo de apoyo.

Ya no tenías tu espada, ni siquiera parecía haber aterrizado en las cercanías, y sin el brillo de la katana dándote ese rayo de esperanza que tanto necesitabas en un momento así, lo único que pudiste hacer fue mirarlo fijamente, con tu respiración acelerándose al igual que el latido de tu corazón, ¿qué se hacía en situaciones así? Ningún capítulo del manual de los cazadores ni todos esos años de entrenamiento te prepararon para un encuentro tan mortal, y temías que tu muerte fuese en vano.

Mientras te atormentabas a ti mismo, aquel demonio había comenzado a acercarse, a paso lento y pesado, arrastrando los pies y manteniendo su filosa y fría mirada sobre ti y tus torpes intentos para ponerte de pie a pesar del dolor en tu espalda. No había nada en su expresión que le delatara en lo más mínimo, ni siquiera la predecible sonrisa de una bestia jugando con su presa moribunda, mucho menos la rabia de alguien que odiase a muerte a los cazadores, simplemente estaba en blanco, perdida pero conectada a la tuya.

Cómo si intentara mantenerse tranquilo, incluso si su naturaleza se lo impidiera.

Finalmente te alcanza, mirándote hacia abajo de la misma forma en la que un niño admira a un ave moribunda a medio camino.

—... Sólo mírate, ¡eres todo un miserable!— Al respirar y acumular algo de fuerza para intentar esquivarlo eres detenido sin problema alguno, no puedes competir con su velocidad sobrehumana, y ni siquiera puedes aparentar la resistencia que no tienes cuando dejas salir un gruñido adolorido por sus garras apenas y las encajó en tu antebrazo. Finalmente parece reaccionar a la situación luego de que te quejaras, y la sonrisa que esperarías de un demonio vuelve a su rostro, esta vez acompañada de una risa seca y burlona. Sólo necesitaba un movimiento para romperte el brazo, y el verte retorcer le traía recuerdo de una época más cruda, aún así parecía estar fascinado.—. Tantos siglos jurando que si volvía a ver tu patético rostro en este lugar te borraría la sonrisa a golpes. Esperaría el tiempo necesario, no tenía nada de prisa— Alza su propia mano, jalándote en el proceso y casi cargando con tu peso para obligarte a estar cara a cara.—. Yo cumpliré lo que prometí, ¿pero qué pasó contigo?— De alguna forma se acerca aún más, presumiendo a su vez del número tatuado en sus pupilas y volviendo a reírse.—, ¿dónde quedó tu molesta sonrisa ahora?, ¿quién logró robarte algo así?—

Pero, incluso en una situación tan irreal y desalentadora cómo en la que te encontrabas, logras plantarle cara, sin darle el lujo de apreciar el miedo en tus ojos, mucho menos planeando en responder su provocación.

Pasando por alto el hecho de que te hablaba cómo si ya se conocieran es que vuelves a tomar aire, esta vez de forma menos evidente y con más paciencia, con la cabeza fría y luego de haber repasado tus rutas de escape a una velocidad extraordinaria.

Plantas firmemente tus pies en la tierra y logras empuñar tu arma de reserva, usando tu cuerpo entero para ello.

Tu daga de bolsillo, la que ocultabas dentro de tu haori, no estaba hecha del mismo acero que tu katana, ni siquiera estaba bañada en veneno de glicinas, pero fue más que suficiente para apuñalar su muñeca hasta que la misma trayectoria y fuerza de tu ataque logró arrastrar su mano hacia abajo, liberándote con apenas un par de rasguños.

Viste por un instante fugaz que no se había esperado eso, y aprovechaste esa misa sorpresa para retroceder hacia el interior de la casa que se caía a pedazos a tus espaldas, con la gran fortuna de encontrar tu katana entre los escombros.

La tomaste sin detener tu paso y te escabulliste de vuelta al laberinto de callejones, con apenas unos segundos de paz antes de que la risa histérica resonara a través de la noche, retumbando en tus oídos y haciéndote estremecer.

Habías peleado con cientos de demonios antes, pero ninguno te había intimidado tanto cómo ese, te preguntabas si se trataba de un detalle que caracterizaba a todas las Lunas Demoníacas o si era algo único en él. En cómo su figura rayaba a ser un valle inquietante o en la manera en la que se movía, tan rápido pero a la vez de forma tan poco natural, balanceándose y meciendo los brazos al igual que un muñeco al que se le estaban por caer ambas manos.

Negaste con la cabeza y aceleraste el paso, no tenías tiempo para intentar comprender lo que había sido ese encuentro tan extraño, mucho menos para recordar si sus palabras eran ciertas.

Sólo querías huir, de esa sensación tan incómoda y del mismo demonio que te acechaba, ¿pero qué podías hacer ahora?, ¿de verdad podías confiar en que no te seguiría hasta la zona más transitada del barrio?, ¿hasta dónde llegaría entonces su fascinación por perseguir a su víctima?

Entonces te convenciste de algo innegable, si se había tomado la molestia de tenderte una trampa para que fueras hacia él, debía tener una razón para apartarse de la multitud.

Y eso era más que suficiente, al menos por ahora.

Eso facilitaba las cosas, ¿cierto? Sólo debías moverte con cautela y evitar que te encontrara, sólo lo necesario para por lo menos alcanzar la calle principal y para poder pensar en tu siguiente movimiento.

Al mirar el cielo puedes distinguir el tiempo aproximado que falta para que amanezca, la posición de la luna está un poco más allá del punto más alto. La madrugada apenas estaba entrando, pero si un plan, no servía de nada pelear.

Tu espalda choca contra el muro cuando vuelves a esconderte detrás de este, deseando que él no te hubiera visto, rezando para que la suerte estuviera de tu lado al menos una vez desde que habías llegado a ese lugar. Cubriste tu boca y estrujaste tu uniforme, el corazón te latía tan rápido que no te sorprendería que pudiese escucharte, y aun así no tenías nada más con lo que consolarte. Desconocías si era capaz de encontrarte sólo con su olfato, o si su técnica tuviese una función más allá que la de pelear, ¿pero cómo saberlo si apenas puedes mantener en orden tus propias ideas?, ¿cuándo te estás ahogando en tu propia sudor y cuándo sientes cómo tu cuerpo comienza a paralizarse?

No tiene sentido, piensas entre la infinidad de maldiciones que nublan tu mente, nunca habías sentido algo así. Era cómo si mundo entero se te viniera encima, toda esperanza estaba perdida y el pesimismo se ponderaba de tu ser, llegando incluso a creer que sería mejor dejar de intentar huir.

Algo, muy dentro de ti, te decía que de hecho era buena idea salir de tu escondite y volver a encararlo. Cómo si intentaras convencerte de que todo se trataba de un malentendido que aún tenía arreglo.

Entonces lo entendiste apenas y te animaste a asomarte por el borde del muro una vez más, encontrándolo en el mismo sitio, bramando y llamándote mientras pateaba barriles vacíos y muebles podridos a su paso.

Esa molesta sensación a familiaridad provenía de él.

¿Pero qué tanto podrías confiar en tu instinto estando bajo la presencia de un demonio?, ¿cómo estaba seguro de que todo este tiempo no se trató de una forma con la que engañaba a los que deseaba devorar?, ¿y si había implantado sentimientos falsos en ti?

¿Qué se debe hacer cuando no entiendes ni a tu propio cuerpo y cuando no puedes confiar en tu juicio?

La cabeza te comenzó a palpitar y a doler de manera extrema, balbuceos comenzaron a salir de tu boca en las que se suponían ser súplicas para que se detuviera. Ya no podías soportarlo ni un segundo más, sentías que el cuerpo entero se te partía en dos y que la debilidad te ganaba, ¿habías llegado a tu límite sin siquiera haber peleado?, ¿qué clase de cazador podrá llamarse a sí mismo defensor de la humanidad cuando ni siquiera podía ponerse de pie?

'Respira', te recordaste, tenías esa opción, tu aliento te ayuda a aferrarte a la vida y a tranquilizarte, pues sólo necesitas mantener bajo control tu respiración para que las buenas ideas comiencen a fluir.

Ignora todo lo demás, ignora sus gritos y sus llamados, ignora el lejano y borroso recuerdo de esa misma voz exclamando tu nombre en un tono más amigable y piensa en formas de escapar.

Las luces de la calle principal ahora de ven mucho más cerca, dándote cuenta hasta ese momento lo mucho que se había extendido su cacería. Escuchas a la gente, el bullicio de la ciudad, está tan cerca y casi a tu alcance que desearías poder simplemente salir corriendo hacia esa dirección confiando ciegamente en tu velocidad.

Pero si las cosas fuesen así de sencillas no estarías en esa situación en primer lugar.

Un graznido llamó tu atención, y de entre la oscuridad del cielo lograste distinguir la silueta de un ave sobrevolando el mar de casas abandonadas y acercándose mientras descendía con precaución.

Haruki... — Murmuraste el nombre de tu cuervo al encontrarlo, con una nueva idea que valía la pena intentar y con tu compañero dándote un nuevo rayo de esperanza es cómo se asomas una vez más antes de actuar, agachándote lo más posible y pegándote a las paredes del laberinto de cabañas es cómo logras moverte un poco hasta que encuentras el callejón donde había aterrizado el ave.

Apenas te distingue abre el pico, y de inmediato le indicas que no hable, para tu alivio pareció entenderte a tiempo y permaneció ahí. Ladeando la cabeza con curiosidad y pidiendo una explicación en silencio.

—... A veces adoro tus corazonadas— Acercas una de tus temblorosas manos hacia el cuello del ave y acaricias con delicadeza sus plumas, tu compañero acepta tu felicitación antes de dar un pequeño salto para apartarse y mirarte directo a los ojos de nuevo. Era demasiado inteligente, incluso sabía distinguir cuando intentabas cambiar de tema u ocultar algo preocupante, pero probablemente eso era porque se te dificultaba ocultar tus emociones una vez comenzaban a invadirte por completo.—. Sé que no te gusta dar recados que no estén escritos, pero esto es serio— Esta vez se encoge un poco, inclinándose hacia adelante, cómo si se acercara a escuchar un secreto.—. Debes volver a la sede, encuentra al Patrón o a un Pilar, no importa quién sea, pero hazles saber qué hay una Luna Superior en el Distrito de Yoshiwara— Tu cuervo entonces de endereza de golpe, abre las alas y abre el pico, pero no suelta sonido alguno más que un aleteo de preocupación, ¿por qué hablabas de esa forma? ¿Por qué sonaba a que estabas aceptando tu muerte y que enviar aquel mensaje era tu última voluntad?—. Vamos, por favor, confío en ti.— Lo tomas entre tus manos e intentas impulsarlo para que se alce en vuelo, pero simplemente se niega a despegar, llegando incluso a picotear tus dedos.

Finalmente suelta un graznido molesto.

—¡Auch! ¡Haru-! ¡Hablo en serio! ¡También me niego a morir aquí, pero si no me ayudas entonces no tendré razón para seguir escondiéndome!—

De alguna forma giró la cabeza hacia un lado, ignorándote y plantándose sobre la cerca de madera cómo una estatua inamovible.

Suspiraste.

—... No te preocupes, ¿de acuerdo? Aquí estaré cuando vuelvas, lo prometo— Conocías la historia de ese pobre ave, en cómo había perdido tantos compañeros cazadores y en cómo cada vez parecía sentir más ansiedad por separación cada vez que le pedía entregar una carta. Era increíble ver los sensibles que podrían llegar a ser unas aves tan intimidantes cómo los cuervos.—. No tendrás que cambiar de cazador nunca más, pero ahora en serio necesito tu ayuda para salir de esta.—

Alzaste tu antebrazo para invitarlo a subir y así lo hizo, luego de unos segundos de meditar en silencio.

Al final asintió, le sonreíste agradecido y entonces te inclinaste para volver a ayudarlo a impulsarse para que se alzara en vuelo. Sus plumas brillaron tanto por la luz de la luna cómo por los carteles del distrito. Ahí despegaba tu única alternativa, pues te sentías realmente aterrorizado, la confusión y la incertidumbre podrían partirte el corazón. Ya no tenías idea de si estabas siendo pesimista o si estabas intentando verle el lado bueno a algo que ya era un caso perdido.

Pero a pesar de todo, no había forma de que negaras que ver a tu cuervo te había brindado algo de paz.

Era triste si lo pensabas, que la única criatura que esperaba tu regreso y que deseaba tu salud fuese un ave podría ser tan solitario y deprimente cómo sonaba, pero mientras tu compañero de plumas negras estuviera ahí siempre tendrías una motivación para regresar.

Según oíste, le gustaba mucho presumir de tus logros con el resto de los cuervos.

—Listo, ahora... ¡concéntrate!— Te animaste en un susurro sólo para ti, palmeando cada costado de tu rostro para ayudarte a despabilar.

Tan sólo se necesitaba un gramo de esperanza para darle a un hombre la fuerza de una bestia, y eras la prueba viviente de ello. Tal vez no vencerías a una Luna Demoníaca a mano propia, pero un descubrimiento así salvará cientos de vidas y vengará todas aquellas que ya habían sido tomadas, ¡piensa en lo que puedes hacer mientras tanto!.

Tus rodillas se doblaron hasta que quedaste de cuclillas, habías dejado de escuchar los gritos de guerra del demonio, pero nada te aseguraba que ya fuese seguro salir tan despreocupadamente, aún así no podías quedarte mucho tiempo en ese sitio. Estabas literalmente con la espalda contra la pared y tus rutas de escape se limitaban de manera problemática. Con una mano en tu mentón te pones a divagar, ¿habrá gente habitando ese lado del barrio?, ¿de qué forma podrías minimizar los daños? Aún mejor, ¿qué podrías hacer para que evacuaran el distrito?

Te asomaste levemente por la esquina que daba salida al callejón donde te habías refugiado, sentías el corazón palpitar con fuerza dentro de tu pecho y el sudor corría por tu frente mientras seguías moviéndote entre la oscuridad.

Alcanza la calle principal, llega a la línea de meta. Hacer pequeños avances es mejor que nada, mantenerse realista en situaciones de este tipo es importante.

Seguiste avanzando, evitando los callejones más amplios y ocultándote con los muebles abandonados al borde de los caminos, escuchas el sonido que hacen tus pies al deslizarse sobre el sendero de grava suelta y guijarros, combinando con el tic nervioso de tus manos imitando el movimiento para desenvainar tu espada.

La familiaridad se había ido, pero ahora tenías sobre ti una constante sensación de persecución. Tan tormentosa y siniestra que no te das el lujo de darle la espalda a nada. Es pesada y persistente, cómo si te dijera que ya habías caído en una trampa de la que no estabas enterado, dejando de lado la fase que se niega a aceptar que ya estás muerto para pasar a la que busca negociar para minimizar la condena que te esperaba.

¿Pero cómo habría forma de aligerar una maldición que te persigue desde antes de que nacieras?

Es exactamente lo que piensas.

No la hay.

No se puede negociar con el destino, es caprichoso y perfeccionista, y alguien tan inferior cómo un humano no es capaz de tener un impacto tan importante en el mundo cuando ni siquiera es dueño de su propia vida.

Es por eso que no tiene sentido el sorprenderse cuando sientas algo enredando tus pies de forma tan brusca e inesperada que terminas cayendo al suelo con apenas la oportunidad para interponer tus brazos.

Fragmentos de una vieja jarra de sake se enterraron en tus manos y algunas otras llegaron a atravesar tus mangas, el quejido que se te escapó fue la mezcla de la adrenalina neutralizando el dolor, pero potenciando tu desesperación. Ver tu sangre manchar el suelo no daba una imagen prometedora de lo que sería de ti.

¿Qué más puedes hacer que no sea aspirar a ser una escena del crimen que todos en el distrito recuerden por siempre?

Al mirar hacia tus pies encuentras esa asquerosa tela ajustándose con fuerza hasta unir completamente tus tobillos, deslizándose un poco más, serpenteando y subiendo por tus piernas, cómo si se tratara de una serpiente engullendo lentamente a la presa que forcejeaba hasta el cansancio, hasta descender por sus fauces cegada por la adrenalina.

Gruñes hacia la extremidad, sacando tu espada y buscando con impaciencia el ángulo para cortar de un tajo sin poner en riesgo tus piernas.

Él sabe dónde estás.

Tienes que salir de ahí.

Deslizas el filo de la katana entre los pliegues de la tela, apuntas hacia arriba y tomas una gran bocanada de aire para prepararte.

Antes de que llegue. Antes de que te encuentre.

—¡Suéltame!— Gruñes una vez más hasta que logras desgarrar el obi.

Pero lo más tenebroso fue entender la razón por la que aquella extremidad no buscó volver a detenerte de nuevo, ni siquiera lo intentó.

Porque, después de todo, sólo estaba ganando tiempo.

Sentiste tu cuerpo temblara despavorido ante la presencia a tus espaldas, la misma que sólo necesitó un parpadeo tuyo para proyectar su tenebrosa sombra atravesando la tuya, sobreponiéndose, usando la luz de la luna a su favor para que se alargara más hasta ser la imagen en tinieblas del monstruo más aterrador de todos esos cuentos de los padres.

Te sentiste pequeño y a la deriva, ¿serviría de algo moverte cuándo tienes todo el cuerpo entumido?

¿Por qué no te ha matado? ¿Estará disfrutado de verte ahogarte en tu miedo? ¿Se fascinará con sólo verte temblar y pretender que no ocurre nada?

No nos gustan los de fuera— Dijo, con su voz desbordando de rabia e ira silenciosa, aún así terminó riéndose de nuevo. La familiaridad vuelve, esa frase, ¿por qué esa frase suena tan reconfortante incluso en los momentos antes de tu muerte?—... pero tú no eres de esos, ¿cieeerto?... —

Gyūtaro extendió una mano para alcanzar tu silueta cohibida y temblorosa, hasta que se detuvo de golpe apenas y encontró el brillo carmesí de tu sangre salpicando el suelo. Derramándose por el borde de la cerámica rota y fluyendo por tus dedos, fue hasta ese momento en que encontró el aroma de tu sangre, ¿cómo había pasado de largo una fragancia que trae tanto caos cómo euforia para ellos?

Al final se puso de cuclillas, aún estando detrás tuyo y contigo sin la más mínima intención de voltear a encararlo, se tomó su tiempo para deslizar sus dedos en las rocas y en el envase quebrado. Logrando manchar sus yemas lo suficiente para tener un sabor qué distinguir.

No podías verlo, pero sentías los ligeros empujoncitos en tu espalda cuando su codo chocaba contra ti, ¿te estaba provocando o algo así? No puedes entenderlo, cualquier lógica humana no puede aplicarse en él y es por eso que no te queda nada más que ahogarte en silencio con tu propio aliento de muerte.

Tus manos siguen aferradas a tu katana, pero se niegan a responderte, nada sirve, tu cuerpo no sirve para sacarte de esa, te sentías tan abrumado que apenas y pensabas con claridad, las ideas vuelan, las ocurrencias y las ilusiones también, y es por eso que te tomó aún más por sorpresa cuando su brazo rodeó tu cuello.

Te jaló hacia atrás, sometiéndote sin problema alguno y sin siquiera voltear a mirar tu arma o tus intenciones. Porque no hay nada más inútil que un cazador de demonios que no puede respirar bien.

Ese forcejeo, la forma y el lugar donde te encontrabas empeoraron tus recuerdos borrosos, ¿quién más habían peleado cuerpo a cuerpo cintra ti de forma juguetona pero ruda?, ¿de dónde viene esa necesidad de implorar piedad para restarle toda la seriedad a la situación?

Tu cabeza termina en su hombro, cerrando más su brazo y acortando la distancia hasta ser problemática, pero no hay forma en que la incomodidad le afecte cuando te está enseñando su dedo cubierto de tu sangre con la misma emoción que un niño mostrando su último tesoro descubierto.

—¡No pensé que los de tu tipo fueran de los que sangran!— Exclamó, justo al lado de tu oído e inclinándose lo suficiente para que sus rostros estuviesen a la misma altura. Lo viste entonces lamer la sangre con aparente desinterés, se mantuvo callado luego de saborear lo metálico y de deleitarse cómo siempre hacía.—. Huh... — De alguna forma supiste que estaba decepcionado, pero no tenías intención de entender por qué cuando cada segundo que pasaba tenías más problemas para respirar.—. Vaya... así que es igual— Divagó, mirando al cielo y de inmediato acercándose aún más hasta que su mejilla tocó la tuya. Su piel es fría y áspera, tan seca cómo un desierto y tan dolorosa al tacto cómo una lija, y aún así no puedes apartarte ni lo más mínimo.—. ¡Es igual! ¡¡Exactamente igual e idéntica!!— Su carcajada ahora sale disparada hacia el cielo, arrastrándote en el proceso cuando su cuerpo se balancea de un lado a otro hasta que debes meter tus manos para darte algo de apoyo y que no sólo te jalara cómo un cuerpo sin vida. Cuando se calma entonces vuelve a su voz rasposa y de tono grave, la forma en la que cambiaba tan abruptamente te daba escalofríos. O tal vez era el poco oxígeno que estaba llegando a tu cabeza.—. Tu repugnante sangre sabe igual al del resto de ratas que viven aquí, no hay nada en especial en alguien cómo tú después de todo.—

Sus insultos siguieron hasta el punto en que su filtro se quebró por completo, ¿"escoria"?, ¿"imitador"?, ¿por qué sus palabras tienen tanto impacto?, ¿con qué derecho es que se hacen sentir cómo navajas que te atraviesan el alma?, ¿por qué una bestia cómo él se atrevía a degradarte?

Tu forcejeó aumentó, te sacudiste hasta que los músculos te dolieron y hasta que de verdad te sofocaste en la firmeza de su agarre, con sus palabras aún taladrando tus oídos.

Entonces un instinto resurgió de tu interior, la repentina y fugaz respuesta que parecía ser la correcta.

Juntaste todo el aire que fuiste capaz, con el ardor en tu garganta, con el dolor en el pecho y con el palpitar iracundo de tu corazón es cómo gritas de nuevo, lastimándote en el proceso.

—¡¡YA CÁLLATE, GYŪ!!—

El grito de guerra que salió de ti deja a ambos paralizados de la sorpresa, había sido un rugido que pareció provenir desde el fondo de tu alma. Tanta vitalidad y tanta energía concentrada en algo tan mundano que casi se sintió cómo un desperdicio.

Uno que al menos logró darte un poco de aire.

Sus ojos están perdidos en la nada, hay algo que no cuadra, el ambiente, el momento ni el lugar. Todo pareció estar tan simétricamente preparado para que dijeras esas palabras, ¿pero con qué propósito además del de provocarle un dilema del que creías no ser parte en lo absoluto?

Querías convencerte de ello, pues después de mencionar aquel nombre extraño sentiste una extrañeza en el pecho, combinada con la sofocante falta de aire que sufriste hace poco es cómo termina en una descarga de adrenalina que apenas puedes manejar.

¿"Gyū"?

¿Quién es él? ¿Tan siquiera era una persona?

Sólo te da dolor de cabeza tratar de encontrarle sentido a algo de lo que ocurría. Y por eso preferiste salir corriendo esa vez.

Sin importar de que estuvieras a la vista o que pudiera alcanzarte de inmediato, fue el más primitivo de tus instintos encendiéndose cómo la pólvora apenas y sentiste que su agarre se aflojó. Pasaste del laberinto de casas abandonadas a la contaminación lumínica de la calle, parecido a haber atravesado un portal que te había llevado a un sitio completamente diferente. El calor de la multitud y el caos de los cientos de voces te golpearon una vez regresaste a la realidad, tropezando apenas y encontraste una apertura entre los callejones para escabullirte en el mar de personas.

Al menos todos creyeron que habías caído por estar ebrio.

No tendrías forma de manejar una multitud aterrada corriendo hacia todos lados con una mano lastimada y con la garganta destrozada.

Te diste el tiempo de recuperar el aliento aún estando contra el suelo, tus dedos atraparon algo de tierra y bajaste la mirada todo lo posible. Tus emociones están fuera de control, y creíste que habías cedido a la locura cuando cierta ocurrencia atravesó tu mente.

Querías regresar a ese lado del distrito.

Había algo en la poca luz y en el silencio sepulcral que te confortaban tanto. Casi cómo si el haber huido hubiese sido la respuesta incorrecta.

¿Por qué te sientes así? Te preguntaste, encogiéndote aún más a media calle y comenzando a temblar a pesar de que el clima fuese el mejor en todo el año.

Te sentiste perdido y abandonado repentinamente, una desgarradora soledad te invadió y entonces te viste abrazándote a ti mismo una vez te dignaste a ponerte de pie y a caminar siguiendo la corriente del mar de personas.

A pesar de que sabías que lo mejor sería irse de ese lugar, tu cuerpo te rogaba por quedarte con todas sus fuerzas.

Estabas exhausto, mentalmente más que nada, sin tener la más mínima idea de que ese encuentro sería el comienzo de algo mucho peor es cómo te aferras a la esperanza de que sólo necesitabas descansar para volver a estar en forma.

A que sólo estabas teniendo un mal día.

[...]

Dormir había dejado de ser placentero.

Pues cada vez que lograbas caer en un profundo sueño, despertabas agobiado y cubierto de sudor. Con la sensación de no haber descansado en lo absoluto nublando tus sentidos y tu mente, cada día te sentías más exhausto y más débil. Y todo empeoraba gracias a esas pesadillas.

Las llamas así porque no tienes otra forma de decirles en realidad. A lo que más se acercan son a visiones, no podía ser el futuro, pues siempre veías el distrito desde una altura más baja que la tuya (podrías adivinar que era la que tenías hace un par de años tal vez), caminabas despreocupadamente por las calles y vestías ropas de civil.

El patrón se repitió tantas veces que con el tiempo dejaste de intentar sacar algo de esos sueños.

Hasta que finalmente lograste avanzar en ellos, en el punto donde siempre solías despertar, el momento en que una voz te llamaba para que al intentar girarte te encontraras en tu deprimente realidad cubierto de sudor y ahogado en la terrible sensación de estar perdido en la oscuridad.

Esta vez finalmente pudiste ver sus caras, y las que se suponían eran respuestas sólo te trajeron más desesperación que alivio.

—¡Dilo!—

—¡No!—

—¡Qué lo digas!—

—¡No lo haré! ¡Quítate de encima!—

El chico se inclinó para ver tu rostro, tenía el ceño fruncido en fastidio y una decepción poco seria, lo peor de ti era lo terco que eras. Y en ese momento supo que no lograría que hicieras lo que quería si no tomaba medidas drásticas.

—Dilo, o sino... —

—¿Sino qué?— Respondiste inmediatamente con tu orgullo bien en alto, pero los aires de valentía se te bajaron rápido apenas miraste sobre tu hombro. Te retorciste con más energía y entusiasmo para intentar escapar y te sacudiste cómo una anguila fuera del agua. Lo único que lograste con eso fue que Gyūtaro se riera, había lamido la palma de su mano sin importarle la tierra en su piel y ahora la dirigía peligrosamente hacia tu rostro.—, ¡espera, espérate, Gyū! ¡No, no, era broma, espera!—

Estiraste el cuello todo lo que pudiste para alejarte, pero ya no había salida. Sólo te quedaban unos centímetros antes del impacto.

—¡Te tardaste!—

—¡Ya dejen de gritar!— Ambos se quedaron congelados cuando la chillona y aguda voz de Ume se escuchó desde el otro extremo de la sala de esa casa en terrible estado. Sus enormes y expresivos ojos mostraban molestia y sus manos estaban cerradas en puños.—. ¡Y no peleen aquí! ¡Van a hacer que llamen a los matones de la señora otra vez!—

—Ayuda, Ume... — Te lamentaste y cómo pudiste extendiste tu mano. La misma que el chico que seguía sentado sobre tu espalda golpeó de vuelta al suelo.

—Eres un doble cara, tsk, no puedo creerlo.— Se quejó Gyūtaro, limpiando su propia saliva en tu ropa pero aún sin dejarte ir, en su lugar te había dado un golpe rápido y sin fuerza en la nuca.

—¿Doble cara?... — La menor dejó de asomarse y pasó completamente hacia el interior. Ladeó la cabeza con curiosidad y miró fijamente a su hermano, esperando una explicación que no tardó en llegar.

—No quiso admitir que soy mejor que él.—

Lograste levantarte un poco tratando de hacerle perder el equilibrio para al menos liberarte, pero apenas lograste alzarte un par de centímetros con él aún encima tuyo.

—¡Que un recaudador no pelee no lo hace malo para el trabajo!— Gruñiste.

Gyūtaro bostezó y entonces rascó su oído con su meñique, incluso si aparentaba no escucharte era obvio que se divertía con tu irritación.

La discusión estuvo por avivarse de nuevo hasta que Ume se desplazó en silencio por la sala, con la mirada de ambos siguiéndola fijamente, con su destino final siendo a tu costado, quedando parada a un lado de Gyūtaro.

Lo siguiente que sentiste fue un peso extra en tu espalda, no era suficiente para sacarte el aire, pero sí cómo para que al estar tanto tiempo en esa incómoda posición comenzara a ser un poco doloroso.

Ume se había sentado en el regazo de su hermano, apoyándolo en la discusión.

No importaba cuantas veces te metieras con aquel chico que compartía tu oficio, siempre se terminaría convirtiendo en un dos contra uno.

Siempre serían el par repudiado por todo Rasomon Gashi, y el pobre tonto que los seguía de cerca por alguna razón, que permanecía a su lado a pesar de que todos afirmaban que traían infortunio a la vida de todos en el distrito.

Te asomaste un poco más por la puerta desgastada, el papel de esta tenía cientos de agujeros y rasgaduras que facilitaban tu visión. Te inclinas, un poco más, incrédulo por lo que ves. Incluso si el resto del mundo está ahogado en una neblina que no te deja seguir avanzando, no podría importarte menos, porque todo ese tiempo aquel demonio había tenido la razón.

A pesar de estar viendo todo en tercera persona, puedes sentir lo que aquel "impostor" está atravesando, el peso en tu espalda, la presión en el abdomen, la garganta irritada por tanto reír y gritar, la callosidad y mugre en sus manos, el vacío en el estómago. Pues después de todo, tú eres ese que está conviviendo con ellos. Y había sido tu culpa el haber olvidado lo que se suponía era preciado para ti.

Él se refería a esto.

Te percataste en un pensamiento que hizo eco en tu mente, un par de pasos en reversa y una mano para cubrir tu boca en un intento de atenuar las náuseas es cómo haces que aquel recuerdo desaparezca para caer de nuevo en la oscuridad.

¿Cómo es que una vida pasada podía atormentarte más allá de la siguiente? ¿Por qué habías nacido con la maldición de un antepasado que dejó asuntos sin resolver?

¿Desde cuándo eso era tu culpa? ¿Por qué tendrías que encargarte de ello cuando ni siquiera sabías que ese lugar existía hasta hace poco?

¿Dónde está lo justo en eso?

Esa es la mejor parte. No es justicia, no es una condena, es simple suerte.

Y la tuya había sido una serie de malas rachas, infortunios que te habían guiado de vuelta a 'casa'. Para encarar lo que te tomaría más de una vida entera para cumplir.

¿Qué sigue después de un descubrimiento así de revelador? ¿Cómo logras seguir con tu ignorante mirada cautelosa que intenta pasar desapercibida cuando una culpa que sentías que no te pertenece atormenta tu consciencia?

Tuviste que averiguarlo en el instante de un parpadeo, pues al despertar ves de vuelta la pared de madera de la habitación de la oiran que todos temían. Tu corazón va a mil por hora y sientes un nudo doloroso en la garganta. La pose en la que habías dormido sigue igual a cómo la recuerdas, un brazo debajo de tu cabeza para servir de almohada y tus piernas ligeramente dobladas hacia dentro, de forma que te cerrabas contra la esquina del cuarto.

El frío del suelo ayuda un poco a relajarte, por alguna razón sientes que si te sobresaltas se daría cuenta de que ahora sabes todo, ¿qué seguiría entonces? ¿Cuál sería la siguiente fase de lo que planeaba hacer contigo? Si su afán por que recordaras el pasado es saciado, ¿qué podrías esperar?

Te mantuviste sereno y controlaste tu respiración lo suficiente para mantener en orden toda la información que acababas de recibir.

La familiaridad empeoró, dejando de ser una sensación extraña a pasar a un alivio inmensurable. Parecido a regresar a casa después de un largo día o recibir un halago de alguien mayor, de repente te sentías bien por estar ahí, y eso es lo que más te aterró.

Pertenecías ahí, ¿pero debías pagar con tu humanidad por ello? ¿Por qué eso sería un trato justo?

Tan necio, creyendo que la vida siempre es recíproca, es inútil tratar de nivelar la situación. Ahora no puedes recibir nada a cambio, pues tu destino era entregarte por completo. Tu sanidad, tu libertad, tu simple naturaleza humana, todo se lo habías prometido alguna vez en una vida pasada. Una a la que ellos se aferraron luego de convertirse y la que tú dejaste atrás luego de haber huido de ese hoyo profundo de crueldad.

Te enderezaste finalmente, al quedar sentado tu mirada se pierde en el vacío peor iluminado de la habitación, sientes el peso de sus miradas y el abrupto silencio que queda cuando ambos dejan de hablar entre sí.

—Cada día se ve peor, es asqueroso.— Se queja ella en un susurro poco disimulado para su hermano, quien suelta gruñido de molestia, no quería tener esa conversación de nuevo.

—Ya debió haberse acostumbrado al poco sol, pero los cazadores son los idiotas más tercos con vida.— Siguió él, agregando un par de insultos que tu oído bloqueó automáticamente para no lastimarte más. No era inmunidad, pero sí un mecanismo de defensa.

Tus manos tiemblan cuando las acercas a tu rostro, en él delineas con tus dedos el patrón de las extravagantes marcas en la cara del demonio a memoria y sin verlo directamente. Y cuando terminas sientes tu propio roce cómo si fuese fuego, los sentimientos del pasado y el entender todo de golpe te abruma, emociones sin nombre nublan tu mente y entonces te quiebras frente a ellos. Incluso luego de mentalizarte para no dejarles verte tan demacrado, incluso después de ahogar tu llanto cientos de veces para no darles ese lujo de hacerles saber que estaban ganando sobre ti.

Las lágrimas brotaron por sí mismas y lo único que hiciste fue aceptarlo.

—Ugh, ya fue suficiente, lo regresaré con el resto, no lo soporto— Daki levanta su brazo y el obi la imita, cuando estuvo lista para acercarse fue detenida por la mano de Gyūtaro.—. ¿Qué haces ahora? ¡Suéltame!—

Espera... — Le dijo, sus ojos estaban bien abiertos y se había quedado hipnotizado de repente. Esperando por algo más, algo que su hermana estaba harta de aguantar.

—... ¿Gyū, y... Ume... ?— Susurras, dejando sorprendido a ambos demonios, hacía siglos que nadie los llamaba. Sus nombres fueron un repentino golpe del que no encontraron mejor forma de reaccionar que mantenerse callados. Siendo traídos de vuelta cuando gruñes con furia, ahora encajando tus propias uñas en tu rostro, sin la menor idea si era por reflejo o porque buscabas imitar los gestos del mayor.—. Odio este lugar, lo odiaba tanto que me fui y nunca volví. Lo odio tanto que haber vuelto es peor que cualquier infierno. Y aún sabiéndolo, me encerraste, y me harás morir aquí... — Cuando alzas la mirada lo encuentras inmediatamente, la que alguna vez fue sorpresa ahora se torció en una sonrisa burlesca y victoriosa al mismo tiempo, mientras que tú lo fulminabas con todo el repudio del mundo.—... "Gyū".—

Gyūtaro se levanta de su sitio, avanza un par de pasos y no debe hacer nada extraordinario para frenar el golpe que intentaste darle apenas y lo viste acercarse.

Vuelves a tenerlo de frente, esta vez no hay miedo en tu rostro, sino aquella expresión que recordaba de todas esas veces que perdiste en alguna competencia absurda contra él. No te tomó en serio entonces, y tampoco lo hacía ahora.

Suelta una carcajada antes de jalar de tu brazo para plantarte cara. Sientes su respiración contra tu rostro mientras que contienes la tuya, sentías que podría robarte el aliento conn sólo su mirada si se lo permitías.

El número grabado en sus pupilas reluce más que nunca junto a la marca de nacimiento, cómo si ambas estuvieran hechas para combinar a la perfección.

—Bienvenido de vuelta.—

[...]















▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

¡Jojojoooo! ¿Me extrañaron? ¿O echaron de menos sus dosis mensual de angst?

Aprovecharé este espacio para dar de nuevo el último anuncio en caso de que no leyeran esa parte:

Estoy considerando darle una pausa al libro para poder enfocarme en mis otras historias. Desde la de Shinsō hasta la nueva que planeo con Zhongli. Sé que no mucha gente las lee a comparación de los One Shots, pero no se me hace justo que los pocos que sí lo hacen tengan que quedarse fuera de mis actualizaciones mensuales u_u

Y ya que estamos, si tienen un libro de portadas (o conocen a alguien que tenga) con pedidos abiertos, déjenmelo saber. Propongo un intercambio de un dibujo cómo método de pago(?

¡Los veo en la parte dos!

¡Gracias por leer! :D

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro