Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

•『 Perfección de su propia carne 』•


Kimetsu no Yaiba

Reader es hijo de Muzan, el que haga un chiste o cometario de cualquier tipo sobre el incesto será bloqueado.

Advertencia: mención del resto de las Lunas Superiores, algunos spoilers menores del manga supongo:p

Ahora si advertencia x2: violencia y sangre en general, es Muzan, ¿qué esperaban?

Esta es de una de esas ideas raras que se pueden desarrollar más a futuro, esto por ejemplo, es la introducción de reader. Así que si les gusta la dinámica pueden sugerir escenarios o que se yo, nada más quería sacarme esta idea de la cabeza |:p

Perdonen los errores que encuentren kajsk, no hay beta reader u_u

¡¡ Hay información sobre los pedidos que me dejaron en la última nota y futuros escritos al final !!

▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

Conceptos básicos y primitivos como la "piedad", y la "humanidad" son inservibles para alguien como Kibutsuji Muzan. Son imperfecciones de las que había logrado deshacerse hace tiempo, mostrándolas en ocasiones tan vagas y tan especificas que apenas dejaban prueba de lo que había ocurrido.

Alguien tan cruel y que actúa constantemente como un tirano sobre incluso sus más leales subordinados es incapaz de perdonar cualquier falta o error, brutalidad y cinismo es lo que se leen claramente en sus facciones a la hora de ser enfrentado o incluso corregido. Él, siendo un ser que estaba a punto de alcanzar la perfección, siendo retado por lo mundano del mundo era simplemente un insulto a todo lo que había logrado con su propia mano.

Tal vez es por esta creencia que les es tan difícil el pensar en la posibilidad de que haya alguien que esté casi a su nivel allá afuera, ¿sería que acaso su egocentrismo había escalado a tal punto que ahora jugaba con la alegría de la creación? ¿O es que no era más que una morbosa curiosidad que había resultado en un experimento fallido pero que no valía la pena erradicar? Fuera cuál fuera la verdad, sólo hay seguridad de algo: aquella amalgama pecaba de tener los mismos ojos carmesí sedientos de sangre de Muzan.

El mundo de los humanos no eran tan perfecto como se jactaban todos los que se atrevían a ir en su contra, pues alguien que ha vivido por tantos años termina siendo testigo de las peores tragedias en el mundo, pero hace tiempo que su sensibilidad a ellas se había extinguido como su propia humanidad. Hasta el día de hoy no comprende qué fue diferente aquella noche, no había nada de particular en el cielo, ni siquiera la casa que ocupaba en el poblano en el que se había detenido, mucho menos había algo que llegara a llamar la atención de una persona común en aquella vieja cabaña a las afueras de la aldea. El sonido de los humanos es fastidioso, sus conversaciones son vagas e inútiles y el simple hecho de agruparse es contraproducente, ¿hace cuánto había perdido su propio instinto y deseo de formar una familia? No tiene idea, y no podría importarle menos, pero algo en la jerarquía familiar de los humanos resultaba fascinante.

Los niños en los primeros años no son más que mascotas, y entonces la crianza hace lo suyo, podía verlo, disciplina y entrenamiento desde un estado tan vulnerable sin duda debían resultar en algo que valiera la pena de intentar.

A través de esa ventana rota puede verse el interior de la cabaña, cargado en brazos y arropado con las pocas prendas que tenían es como la pequeña criatura que era consolada lloraba en silencio, quejidos ahogados y torpes que eran apenas audibles, su piel tenía un tono asquerosamente familiar para Muzan a excepción de el ligero rojizo en las puntas de sus pequeñas manos y las personas a su alrededor tenían sonrisas exhaustas en sus rostros. Tan demandante, tan difícil, pero parecían disfrutarlo, parecían satisfecho con ello.

Los humanos simplemente se terminan envolviendo siempre en los asuntos más complejos por decisión propia, es irritante e incoherente.

Un bebé humano, uno como los muchos que había visto morir bajo la nieve o en el fuego por tantos años. Tan común que fue impropio de él detenerse a siquiera observarlo. Puede que haya sido una mala racha en sus planes, tal vez la irritación de tener que lidiar con el fracaso que eran todos quienes lo rodeaba, preguntándose día y noche qué debía hacer para conseguir a un subordinado que valiera la pena mantener con vida y a su lado, ¿cómo podría deshacerse de su raciocinio y libertinaje para tenerlos a todos a su merced y así no ser decepcionado?

Estas preguntas llenaron su mente, al mismo tiempo que sus ojos se perdían en la escena, viendo cómo los quejidos empeoraban y cómo la tenue respiración de la criatura se extinguía.

Claro, todo tenía sentido ahora.

El miedo y el mismo instinto de supervivencia eran algo propio de su especie, incluso si eran superiores a los humanos, incluso si habían renunciado a aquellas inservibles vidas, nadie era capaz de dejar atrás algo así de primitivo, nadie era capaz de igualarlo al respecto.

¿Así que pasaría algo diferente si nunca se tienen recuerdos o impulsos que enciendan esa inútil auto preservación?

Una bestia es impredecible incluso si está domada, un ser convertido en demonio llegará a aferrarse a su pasado y fallará, ¿sería entonces esa la respuesta para tener los beneficios de ambos ejemplares sin las desventajas?

Fue entonces cómo su constante estado de inestabilidad se vio apaciguado mientras experimentaba y buscaba la forma de crear a un ser cómo él, el segundo ser perfecto en el mundo, ese era su objetivo, intentó inyectando su sangre en bebés abandonados en medio de los pueblos, probó con niños un poco más mayores, pero fue simplemente inútil. Eran débiles y frágiles, nada era capaz de soportar su sangre sin importar cuán pequeña fuera la cantidad que cediera, y con cada intento su decepción aumentaba, al mismo tiempo que su irritación.

Tal vez entonces, sin más opciones o alternativas, no le quedaba de otra más que jugar a ser dios.

No existe placer o gusto por mantener una relación con una persona, no es más que un medio, y se aprovechó de los dilemas de tantas mujeres en situaciones problemáticas que terminó cuestionándose para qué intentaba con tanto esmero en primer lugar.

Morían de desnutrición, perdían al bebé, desaparecían de la noche a la mañana. Obstáculos y excusas, trabas e inconvenientes, ¿es qué acaso tendría que arrancarse su propia carne y moldear a un nuevo ser desde cero? ¿Tendría que utilizar las partes sobrantes de sus subordinados y unirlas para formar algo decente?

Era imposible que alguien como él fuera frenado por la naturaleza o algo tan vago como la "mala suerte", no había manera de que se dejara ganar cuando su capacidad va mas allá de la de todo ser vivo conocido en la tierra. Ya no era una cuestión de eficiencia o de experimentar morbosamente, era su orgullo, era su deseo, su exigencia, su necedad a que sólo un ser casi perfecto puede crear a otro.

No importaba si debía traer de vuelta a la vida un cuerpo en descomposición, no importa si debía abrirle el vientre a una mujer, nada sería un impedimento para él, nada podría interponerse cuando su fuerza se compara al orden natural del mundo.

Piel pálida y de tono enfermizo, los caminos que formaban sus venas y arterias se notaban en la cara interior de sus pequeños brazos. Sus ojos permanecían cerrados y su respiración era tan tenue que ni siquiera parecía hacerlo. Aparentaba fragilidad, pretendía ser una nueva vida que era fácil de extinguir, pero Muzan podía sentir su creciente fuerza, aumentando con cada día, superándose cada segundo.

Una creación propia, de la cual su simple existencia era un orgullo mismo.

Tú eres su orgullo.

Los primeros años fueron extraños, no tenía idea sobre si llegarías a crecer como un humano o si tendría que alterar tu cuerpo conforme pasara el tiempo, moldeándolo y modificando, destruyendo y creando células nuevas hasta crear una apariencia distinta. Y, en el caso de desarrollarte como lo haría un humano común, no tenía ni una pista que le dijera cuando dejarías de envejecer ni cuál sería tu forma permanente. Así que, hasta donde sabía, eras un total enigma para él.

Era difícil de describir, había algo en tu simple presencia que le hacía tranquilizar luego de escuchar excusas inservibles de los demás demonios, aparte de no tener idea alguna sobre la crianza sentía que algo estaba mal, cada vez que un llanto extraño o un sonido particular se escapaba de ti se veía volteando a tu dirección por inercia, siempre al pendiente, siempre preguntándose qué ocurría. Para cuando se había cuenta había desarrollado una debilidad, un peligros punto débil, notándolo luego de verse comprometido consigo mismo y con su naturaleza al no poder ser indiferente contigo.

Estabas destinado a ser el subordinado perfecto, sólo debía encargarse de alimentar tu instinto demoníaco y de desarrollar la obediencia en ti, lo demás se suponía que le daría igual.

Su plan había fallado, pero de la mejor manera posible.

En este estado eres apenas una fracción de lo que estás destinado a ser— Dijo directamente al infante en sus brazos, apenas un par de años de vida que parecían pasar más lento a lo que Kibutsuji estaba acostumbrado. Dormitando entre los brazos del demonio y en total calma al escuchar su voz de fondo, arrullándole incluso si lo que Muzan estaba diciendo eran crueles palabras con las que reprendían su naturaleza dócil y serena que le caracterizaba a esa edad.—. Normalmente un cambio no es más que la degradación, el comienzo de un declive. Pero tú no eres un caso que pertenezca a la mayoría, tu imperfección se refinará y, hasta que ese momento llegue, serás incapaz de reclamar el lugar que te pertenece en este mundo.—

Es cruel, su voz no muestra ninguna emoción, no delata sus pensamientos o lo que le preocupa en ese momento, pero la monotonía era tan común en él que desde que eras pequeño terminaste asociando la indiferencia a su persona. E inclusive si te estaba degradando a ser imperfecto y decepcionante, eso no impidió que acariciara tu espalda lentamente, con el vago recuerdo de que era algo común de hacer con los niños.

Esa vez sólo asentiste a medias, con la somnolencia impidiéndote siquiera intentar hablar. De todos modos no tenías nada qué decir, no había nada que debatir, y la simple idea de estar en contra del plan que tenía para ti era suficiente para servir como excusa para reprenderte.

No le temías, pero tampoco tomabas a la ligera su autoridad. Hasta el día de hoy ese equilibrio parece ser un misterio para cualquiera que supiera de tu existencia. Los cuales, en realidad, eran muy pocos, guardando con recelo ese secreto incluso de la mayoría de los demonios.

Simplemente un día hace cientos de años, en una reunión con las Lunas Superiores, cuando Muzan apareció, ahí estabas tú, detrás suyo, espiando de vez en cuando y prestando atención a cada mínimo detalle. Terminando en que serías involuntariamente el centro de atención a tal punto que Kibutsuji tuvo que ordenarles que enterraran su curiosidad y todas sus preguntas para que dejaran de ofenderte de esa manera. Pues las respuestas nunca llegarían a ellos.

Eres el segundo ser más perfecto en el mundo, no había forma en la que tolerara que los que eran inferiores a ustedes te vieran como un si fueras un animal extinto.

—Otōsama me dijo que al principio yo iba a ser cómo ustedes, pero que yo no lo decepcionaría— Dijiste con un rostro serio y con una voz tan apacible que sin duda contrastó con la personalidad que esperarías del niño que eras en ese momento.—. Hablaría sólo cuando él me preguntara algo, comería humanos sin parar y cuando no hiciera eso estaría cumpliendo con lo que me dijera sin cuestionarlo. Pero creo que lo olvidó, ya no me pide que haga muchas cosas que solía hacer... —

Y cómo era de esperarse, Douma nunca dejó de molestarte al respecto.

—Puedo verlo claramente, alguien tan encantador como tú nunca podría ser una decepción para nadie— Su fascinación falsa estaba tan bien practicada que era difícil ver a través de ella, no es cómo que ganarías algo al notarlo, pero por alguna razón su simple presencia era irritante. Luego aprendiste que eso no te pertenecía, si no era el rechazo de tu padre por aquel demonio reflejándose en ti a través de sus recuerdos, imitando sus emociones, sus reacciones.—. En todo caso no puedo esperar a ver en lo que te convertirás cuando seas grande y fuerte, ¡incluso ahora eres tan similar a Muzan-sama! ¿Cómo vas a sorprenderme en el futuro, hm?—

En ese momento dejaste de prestarle atención al libro entre tus manos, levantando la mirada hacia sus ojos extravagantes, con una expresión indescifrable en el rostro.

—Yo no tengo que demostrarle nada a Douma-san.—

Y él, quien estaba a tu lado, arrodillado y además encorvado levemente para estar un poco más a tu altura, no pudo evitar alzar ambas cejas por la impresión de tu respuesta, para casi de inmediato volver a sonreír. Tanta fue su emoción que llegó a atreverse a plantar una mano en su cabeza, despeinándote con entusiasmo.

—¡Tan pequeño y tan decidido! ¡Casi quiero estrujarte, tu encanto es natural!—

Lo siguiente que supo la Luna Superior Dos es que su mano había sido cortada en un tajo limpio y que ahora era Muzan quien lo miraba fijamente, casi maldiciéndolo a él y a su osadía, ira y repudio en partes iguales podían verse en su mueca de disgusto. Mientras que tú ahora estabas en sus brazos, viéndo a Douma fijamente con fascinación en tus ojos rojizos, asombrado por lo que había ocurrido.

Para fortuna de Muzan, el resto de las Lunas eran indiferentes a tu presencia, pero te reconocían como tal; aunque en ese entonces no eras un elemento a considerar, no sumabas mucho y en general no había significado un gran cambio a la relación de Kibutsuji con ellos. Limitando tus interacciones con aquel grupo a platicas ocasionales y no dejándote influenciar por ninguna de sus aficiones. No recuerdas cuantas veces rechazaste las invitaciones de Douma para visitar el lugar donde regia su culto, tampoco cuántas veces debatiste con Gyokko luego de que no mostraras interés en el arte que te mostraba con tanto orgullo, o incluso si alguna vez dejaste de intentar lidiar con el miedo y la paranoia extrema de Hantengu.

—¿Puede enseñarme a tocar la biwa?... —

—¿...?— Nakime pareció salir su inquebrantable tranquilidad apenas unos segundos en los que sus labios se separaron, mostrando sorpresa e incredulidad. En su regazo yacía su instrumento característico y frente a ella estabas tú, con tu rostro neutro y sereno mirándola fijamente. Esperando una respuesta.

La mujer de la biwa sólo asintió aquella vez, no es como si tuviese otra opción después de todo.

Parece que hasta llegaron a estar agradecidos contigo al no permitir que te dejaran a cargo de ninguno de ellos en tus años más jóvenes, que un demonio hiciera de niñero tampoco sonaba como una buena idea, así que tu propia independencia resultó ser benéfica para todas las partes.

Para casi todas, al menos, pues había veces en las que tu curiosidad y fascinación por el resto de seres vivos llegaba a ser problemática. Así como lo era tu forma de relacionarte con algunos demonios.

La taza de té que te extendía Rui estaba casi llena de un extraño líquido carmesí, viste como tu reflejo se balanceaba en la superficie una vez la sostuviste en tus manos. Con el demonio frente a ti atento a cada uno de tus movimientos, con paciencia y supuesta indiferencia esperaba a que la bebieras. En un punto perdido en la Fortaleza Infinita, en el rincón más alejado del ajetreo de los demás demonios es cómo las "citas de juego" no eran más que un silencio sepulcral que se extendía por horas, a veces compartiendo su habilidad con los hilos y enseñándote a hacer nudos, pero rara vez intercambiando una palabra.

Se entendían y se llevaban bien, a su modo, Rui era de los pocos demonios con los que podías interactuar y habían desarrollado una amistad firmada en un acuerdo silencioso.

Simplemente una noche, la primera en la que participaste en una reunión con las Lunas Inferiores, hicieron contacto visual al ser casi de la misma altura y así de pronto se volvieron "amigos".

Era un concepto aún vago para ti, tal vez por eso no te hiciste muchas preguntas cuando Rui te dijo que un verdadero amigo aceptaba las ideas que proponía el otro sin oponer resistencia.

La taza se inclinó sobre tus labios, el olor característico de la sangre demoníaca quemando tus fosas nasales y siendo cada vez más potente hasta que casi vertiste un poco de la mezcla en tu boca.

Pero así como la travesura de un par de niños se había formado, así fue detenida cuando de un segundo a otro la copa estaba vacía.

—¿Qué?— Exclamó, sus cejas se alzaron con sorpresa y sus hombros se tensaron. El ver como algo no iba como deseaba le hizo enfurecer y la confusión de pronto se volvió en irritación.—, pero no la bebiste, y aún así...

Rui inspeccionó la taza y los alrededores, la luz de las lámparas que se extendían hasta las allá del horizonte parpadearon un par de veces, y el mundo pareció alterarse. Pero antes de que pudiera preguntarte algo notó cómo ahora tus ojos estaban posados en algo detrás suyo, no comprendió qué era lo que veías hasta que una alta y delgada sombra se sobrepuso a la suya a sus espaldas.

Y, por primera vez en su nueva vida, Rui se sintió aterrado por la presencia de aquel hombre.

—Aún recuerdo lo que te dije hace décadas, Rui— Su voz no parece haber cambiado, pero había algo en sus palabras que hicieron estremecer al menor. La inquietud y las preguntas que atacaron su mente lo abrumaron, y al tratar de buscar apoyo en ti se percató de la extrema fuerza que aplicabas en tu mandíbula al apretar tus dientes y en cómo mantenías la mirada baja. No querías ver lo que estaba por pasar.—. Pero por ese privilegio también espero que no te atrevas tentar los límites, no quiero tener que repetirme en el futuro.—

Rui asintió, y una vez su regaño terminó, los ojos severos y duros del hombre cayeron en ti. Atravesando tu inexistente alma y asfixiándote con sólo la idea de haberlo decepcionado.

Pero aún más misteriosa era la razón por la que habías provocado su ira. Sin ni una pista al respecto sólo te quedaba aceptar lo que seguía.

La paternidad no era su fuerte, pero la disciplina se trataba de un tema completamente aparte.

Uno del que era especialmente versado...

¿Alguna vez te reprendieron físicamente tus padres?

¿Recuerdas lo nervioso que estabas cuando tomaban ese objeto en específico y te amenazaban con él?

El cómo te encogías y cerrabas los ojos, esperando el impacto, aguantando las lagrimas para no empeorar la situación.

Esos castigos son cosquillas a comparación de los que recibe un demonio.

Tu única ventaja era que nunca llegaban a ser igual de brutales a los que recibían aquellos que los decepcionaban. No mutilaba partes de tu cuerpo, no hacia sus celular arder y retorcerse en tu interior, dios, ¿cómo podías quejarte? ¡Eras un privilegiado!

Porque esos castigos eran eso, consecuencias de su decepción, la que tú le provocabas.

No estaba molesto.

Sólo decepcionado.

—¿Acaso nunca te hablé sobre la habilidad de Rui? ¿Las veces en las que visitaste su montaña no fueron más que una perdida de tiempo?—

Su voz es de ultratumba, apenas hablando un poco más alto de lo que acostumbraba, pero en sus manos estaban marcadas sus venas por la tensión que hacía, al igual de tensos que lucían sus hombros y su rostro.

Regeneración superior al promedio, inmediata y perfecta. Repara todo a su paso y hace ver a su brutalidad como una simple exageración. Los moretones más visibles desaparecen en segundos y las llagas más profundas se cierran en un parpadeo. No hay nada de qué preocuparse, nadie sospechará de que el hijo del rey de las bestias en realidad es una burla para su nombre.

Aparentando poco más de diez años, con una mentalidad inexacta, con una actitud extraña es cómo no puedes hacer nada que permanecer callado.

—Habrías perdido tus rasgos, habrías perdido tu parentesco conmigo, ¿qué haría entonces con alguien que dice ser de mi misma sangre pero con quién no comparto ni la más mínima característica?—

—... No lo sabía, lo lamento, Otōsama. Yo... —

Muzan llevó un dedo hasta su rostro, la típica seña que te ordenaba guardar silencio fue un comando efectivo, mordiste tu lengua en el proceso y tragaste tus palabras. Todo el discurso que habías planeado se fue a la basura cuando el hombre volvió a girarse hacia la estufa de carbón. Desde tu lugar, sentado al otro lado de la habitación, no logras ver lo que estaba haciendo.

—Espero con ansias el día en el que entiendas el verdadero peso que tenemos sobre el mundo— Con voz profunda y tono serio, parece estar sereno e incluso indiferente al respecto, pero cuando se voltea puedes ver el recipiente en sus manos. El agua en su interior aún burbujea y el vapor que libera se diluye luego de alcanzar cierta altura.—. Pero si planeabas deshacerte de tus rasgos entonces no tengo más opción que recordártelo, las veces que sean necesarias.—

Tienes el impulso de tomar su muñeca para intentar apartarlo, pero hacerlo no serviría de nada. Sus dedos aprietan con firmeza cada costado de tu rostro para mantenerlo en su lugar y en su mano libre, a un nivel superior casi a la altura de su cabeza, alza el traste, ligeramente ladeado hacia tu dirección.

Si se inclinara un poco más, tan sólo unos grados diminutos, el agua burbujeante de temperatura volcánica caería directamente en el centro de tu rostro.

Es una lección fácil de entender.

Si no tienes sus rasgos entonces era mejor borrar tu rostro por completo en lugar de remplazarlo con otro. Así no quedaría evidencia de tu irrespetuosa audacia.

—No eres una decepción, nunca me arrepentiré de haberte dado vida. Así que pensar que lo veo de esa forma no es nada más que una manera de compadecerte y de menospreciarte— El mensaje es sincero, pero no hay cambio alguno en su voz. Aún así intentas convencerte de que todo está bien, porque es tu padre; sus palabras siempre son la verdad, ¿cierto?—. Te guiaré de nuevo, así que presta atención: afronta las consecuencias, compensa lo que hiciste y todo estará bien.—

Una pequeña amenaza sirve para frenar el comportamiento inocente y sin maldad que tarde o temprano escalaría hasta convertirse en un crimen. Por eso no hubo ni una vez en la que se ahorrara tener una conversación en privado contigo, nada que te involucrara llegaría a ser una pérdida de tiempo. Porque cada segundo invertido en ti significaba pulir tus imperfecciones hasta sacar a relucir lo mejor.

De eso se trata la disciplina después de todo, ¿no es cierto?

[...]

Las cuerdas tensadas forman una corta melodía, el eco retumba apenas unos segundos antes de desaparecer en el silencio de la fortaleza. En medio del espacio irregular, en el vacío infinito de habitaciones y puertas, seis demonios habían sido llamados.

Lo único que tenían como explicación para entender lo que ocurría no era nada más que la presencia desconocida frente a ellos. De porte simple pero vistiendo ropas formales es como el demonio extraño que aparentaba físicamente apenas unos diecinueve años los miraba hacia abajo.

Tenía una presencia similar, pero había algo distinto, algo que cambiaba lo aterrador del porte de Muzan por algo más, algo no tan explicito, pero igual de inquietante.

Casi como si estuviera etiquetando especímenes.

—Hasta hace poco... — Finalmente habló, acaparando la atención de todas las Lunas Inferiores quienes ni siquiera tomaban en serio la situación. Ninguno se había arrodillado ni habían enderezado sus posturas. Si tan sólo supieran que no era sólo un mensajero cumpliendo su deber.—... la Doce Lunas Demoníacas habían estado sólo bajo el mando de Kibutsuji Muzan. Pero si desean seguir siendo leales y obedientes a su palabra, entonces no diré más que... espero que podamos ser capaces de hacerlo sentir orgulloso con nuestro desempeño— Aquel demonio entonces se inclinó hacia adelante, dando por terminada su presentación pero sus palabras y su discurso bien practicado no habían servido para resolver las dudas que atormentaban a los seis demonios en frente suyo.—. Hacer más prominente la brecha entre Lunas Superiores e Inferiores puede en principio sonar contraproducente, y justo ahora todos estamos siendo puestos a prueba, así que sin tienen algo qué decir, díganlo ahora... Él no está escuchando.—

Su sonrisa intenta aliviar el ambiente tenso, mostrando apenas los colmillos y con ambas manos abiertas detrás de sus orejas, pero hay pereza y aburrimiento en sus ojos, así que no parece estar haciendo otra cosa más que burlarse de ellos.

Había cambiado tanto en un par de décadas, ya no parecía ser aquel pequeño demonio de apariencia infantil que se escondía detrás de Muzan en cada reunión mientras observaba con curiosidad.

La confusión empeoró cuando la Luna Inferior cinco se sentó en silencio, con la cabeza inclinada hacia adelante y quedándose tan quieto que pareció desmayarse en su sitio. Los demás sólo lo miraron, intercalando entre el que se suponía era el sucesor de Muzan y el demonio araña.

—¿Esto es serio o no es más que una broma entre ustedes dos?— Habló uno del resto, Rokuro, un demonio con cabello largo y negro y con extravagantes marcas en su rostro. Su voz se alzaba, exigiendo una explicación más allá que un cambio tan abrupto de líder. Todos eran conscientes de antemano de tu relación y el favoritismo que tenía Rui.—, ¿se supone que seguiremos tus órdenes ahora?—

Asentiste. Estando de acuerdo con su inconformidad, después de todo no habían muchas cosas que te ofendieran.

—Otōsama lo vio como la mejor opción, yo no tengo queja alguna.—

Pero las respuestas de Rokuro escalaban hasta casi ya no filtrar sus palabras. Que tan de pronto y de manera tan drástica ahora estuvieran bajo el mando del hijo de ese hombre sonaba muy conveniente, la única opción en la que podía pensar era que se trataba de una decisión hecha como forma de saciar una rabieta.

No deberían culparlos si se sentían insultados por ello.

—La lealtad que le juramos a Muzan-sama no es algo que simplemente se pueda heredar, el llegar a decirnos que ahora escucharemos tus órdenes es nada más que una ofensa a nuestra devoción a servirle.—

Enmu se mantenía al margen de la situación, y hasta hace poco había imitado a Rui al arrodillarse frente a él siguiendo la jerarquía. Pero los otros tres restantes, Wakuraba, Mukago y Kamanue, mantenían los hombros tensos y sudaban en frío. Cuestionándose si se trataba de una prueba de Muzan para probar su lealtad hacia él o si de verdad ahora debían servirle al heredero de las bestias.

El ambiente era sofocante, pero no por tu presencia o tus palabras, sino por las provocaciones de la Luna Inferior dos; mientras ellos te retaban tú respondías a sus alegatos con apenas pequeñas reacciones dóciles y sutiles.

Los demonios son fascinantes. Con cada logro tu orgullo al ser un espécimen puro aumentaba, tratando de alcanzar un límite que parecía nunca llegar. Aún a la espera de tener tu oportunidad para lucirte.

—En otro escenario normalmente diría que hablaran con Otōsama y me libraría de tener esta discusión— Cruzaste tus brazos frente a tu pecho, ladeando la cabeza y mirando hacia el vacío infinito de la fortaleza, el mismo que te daba escalofríos siempre que lo explorabas para matar algo de tiempo en la eternidad de tu vida.—, pero siempre has tenido confianza sobre lo que eres capaz, Rokuro-san. Evitarte sí sería una ofensa a tu dedicación.—

El demonio contenía su ira en la profundidad de su mente, no sabían mucho de ti, nunca les diste la oportunidad de hacerlo. En el peor de los casos tendrías las mismas habilidades que Muzan, no estarían seguros ni en sus propios pensamientos. Tanta era su ignorancia que hasta ese momento nunca supieron si de verdad te tratabas de un ser pensante completamente independiente a Kibutsuji o si sólo eras una extensión de su cuerpo, como una marioneta de carne y hueso.

Deseaba callarte, no eras más que un engreído que adoraba burlarse de ellos al abusar de tu posición.

Pero si de verdad estabas por tu cuenta en ese momento no habría consecuencias en su contra si te retaba formalmente, ¿cierto?

Adelante entonces— Pronunciaste, con el tono de tu voz siendo ligeramente dulce y aún más educado. Al sacarlo de su divagación encuentra tu brazo extendido hacia él, invitándolo a hacer el primer movimiento. A su alrededor el resto de las Lunas Inferiores habían cedido a la presión y finalmente se encontraban sentados.—. Déjame demostrarte que soy digno de tu obediencia, Rokuro-san.— Tu expresión desbordaba determinación, la sonrisa en tu rostro y la forma en la que tus cejas se fruncían sobre tus ojos era una provocación para nada disimulada.

El hombre de cabello negro se sobresaltó en su sitio, alzando ambas cejas de la sorpresa y tragando en seco. Era una oportunidad única, una que se había ganado por su propia valentía y osadía. Estaba confiado, tal vez demasiado, después de todo, nunca te habían visto pelear o siquiera tener la necesidad de hacerlo.

Era su momento de sobresalir, de ganarse la aprobación de Kibutsuji Muzan.

Pero no recuerda siquiera en qué momento se abalanzó contra ti.

Tus colmillos son particularmente mucha más filosos y apenas más delgados que los de un demonio promedio. Se aferran a lo que sea que atrapen y logran desgarrarlo sin problemas.

Son bastante útiles a la hora de estudiar el funcionamiento del organismo de un demonio. Siempre terminas encontrando esa arteria en particular que hacia encender tu curiosidad, no hay nada que no pudieras romper con tus colmillos si eso significaba deshacerse de un obstáculo que te frenaba a seguir estudiando un cuerpo con vida.

Esa era tu retorcida fascinación. Una que salía a la luz con más frecuencia de la que los demonios a tu alrededor desearían.

—Las arterias y las venas son más amplias en un demonio que en un humano común— La peste de la sangre de demonio contaminaba el denso y pesado aire que de por sí se había hecho difícil de respirar. En tus manos empapadas de rojo estaba el brazo mutilado del demonio que se había atrevido a desafiarte, y en ese momento estabas tan metido en tu curiosidad siendo saciada que no te importó que la Luna Inferior dos estuviera sosteniendo su costado, soportando un dolor que parecía quemarle desde dentro hacia afuera. El resto de ellos no se arriesgarían a soltar ni el más mínimo ruido para no ser lo siguientes conejillos de indias.—. Las de los cazadores se acercan mucho a las nuestras, aunque no son tan flexibles. Alcanzan nuevos límites y se desarrollan, pero tardan demasiado en adaptarse a sus técnicas.— Esa última oración sale como el típico quejido de un adolescente, extendiendo tus brazos hacia los costados y tirando el miembro mutilado hacia el vacío de la fortaleza. Ya no te era útil.

Incluso si Rokuro ya no tenía tu atención no dejaba de retorcerse en el suelo, las venas de su cuello y rostro se habían marcado, estaban de un color morado casi negro que lentamente crecían, palpitando y haciendo aún más dolorosa la sensación que recurría su cuerpo de arriba a abajo.

Recibir tu sangre no era beneficioso para ningún demonio, era completamente lo opuesto a si la consiguieran de Muzan. No daba fuerza, si no más bien la arrebataba. Era venenosa para ellos.

Después de todo, tú eras el orgullo de Kibutsuji Muzan. El primer demonio puro en el mundo estaba por encima de cualquier lacayo o sirviente.

Eras el heredero de bestias.

—Ya cumplí con la razón por la cual los trajeron aquí, no tengo más que decir ahora— De encarar el infinito vuelves hacia ellos, de estar descansando en una común pose habían pasado a apoyar por completo sus frentes sobre el suelo tradicional, desde tu lugar podías ver como algunos de ellos temblaban de terror. Sumándole a la demostración de poder, la salpicaduras de sangre en tu ropa y en los alrededores de tu boca no parecen importarte, pues llevas tus manos a tu espalda para adoptar la típica pose firme y elegante. Tu voz había vuelto a la normalidad, seriedad y monotonía, simpleza incluso, una que fingía y aparentaba la docilidad que siempre te había caracterizado.—. Tal vez los llame para llevar a cabo una vivisección en el futuro. Aún hay mucho que estudiar y de descubrir sobre nosotros.—

La idea te emocionó, y por primera vez les dejaste ver una sonrisa genuina en tu rostro, una que brillaba con la curiosidad y la fascinación por los seres vivos.

Nadie habló, nadie se despidió, simplemente el sonido de la biwa resonando y taladrando sus oídos pudo escucharse antes de ser devueltos al sitio de dónde habían salido. La soledad fue reconfortante, soltaste un largo suspiro y entonces miraste tus manos, impregnadas de la sangre al igual que el borde de tus labios.

Muzan detestaba que te ensuciaras estudiando a todas esas "criaturas inferiores". Y cada vez que intentabas explicarle que debías hacer trabajo de campo y que un par de manchas eran sacrificios que se debían hacer no reaccionaba de otra forma además de mirarte con desaprobación y decepción, negaba un par de veces y entonces te enviaba a asearte.

En algunas cosas nunca lograban entenderse, pero esa libertad que te daba era suficiente para ti.

El horizonte de habitaciones y puertas pareció desvanecerse un segundo, las cuerdas tensas son alteradas y la melodía vuelve a escucharse. Algo ocurría en el otro extremo de esa realidad apartada, pero lejos de estar sentirte con la necesidad de indagar en ello en su lugar permaneciste inmóvil, con brazos cruzados y bufando, esperando que tu tanteo de la hora del día fuera lo más exacta posible.

Debías reunirte con él.

[...]

La zona de Asakusa en Tokio se caracteriza por siempre está concurrida sin importar la hora o la fecha del año. Las luces iluminan hasta el cielo de las noches más oscuras y las multitudes hacen difícil saber si la dirección en la que vas es la correcta, no hay nada como un "mal camino" pues tarde o temprano encontrarás lo que estás buscando.

Pero la peste de los humanos es difícil de ignorar.

No tienes más opción que hacerlo, porque de otro modo llegarías tarde a tu importante reunión. Las cenas en familia son las que más disfrutas al final de cuentas; eras quien posiblemente se encontraba más seguido con él, y el mismo misticismo de su existencia era lo suficientemente desconocido para nunca levantar sospechas o para crear un rastro qué seguir.

Esa era su regla número uno.

En el interior de una casa bien acomodada, en el segundo piso y en la habitación para lejana a la calle está el estudio de un aparentemente bien honrado hombre de familia. Siempre estaba bien presentable y tenía un don para el habla, pues su voz siempre parecía estar en el tono correcto que la situación ameritaba.

Un esposo cariñoso y un padre ejemplar, uno que cuando no estaba en público dejaba ver sus verdaderos colores. Unos lúgubres y que hacían brotar la imagen de la sangre salpicando dentro de tu mente hasta que se vuelve en lo único en lo que eres capaz de pensar.

Otōsama— Lo llamaste, pidiendo permiso para entrar mientras seguías en el marco de la ventana que siempre estaba abierta para ustedes. Cuando Muzan se giró a recibirte lo primero que viste en su rostro fue la rutinaria molestia al ver otra enorme mancha de sangre seca en tu ropa, incluso antes de saludarte o de siquiera darte una nueva indicación. A pesar de su inconformidad te hizo una seña, dejándote pasar.—. Limpiar el desastre me habría hecho perder tiempo, reaccionaron como dijiste.—

El hombre estaba sentado en la mesa del escritorio, el libro en sus manos se cerró en seco y entonces puso su completa atención en ti. Sus ojos rojizos idénticos a los tuyos te analizaban en silencio, con la misma paciencia y naturaleza atenta a los de un padre convencional.

—Descuidar de esta manera tu presentación y reunirte conmigo luciendo así es prueba de lo mucho que te he malcriado.—

Entendiste sus palabras, y de inmediato recorriste la habitación con los ojos, notando la camisa blanca y bien doblada que estaba sobre una de las encimeras llenas de libros.

—No es que te esté desafiando, no me atrevería ni siquiera a pensar en intentarlo— Alcanzas la prenda y la inspeccionas una vez está entre tus manos. Tan pulcra y algo anticuada, pero no dejaba de ser una buena alternativa. Tu estilo no era muy distinto al suyo.—, pero levantaron su mano contra mi. Lo mínimo que podía hacer era responder, porque si no los detienes desde el principio terminarán saliéndose de control en el futuro, ¿no es cierto?— La indirecta para nada disimulada trae viejos recuerdos, no necesariamente del tipo que provocan nostalgia o melancolía, sino del tipo que desearías dejar atrás.

La risa seca que sale de tu garganta es una burla para ti mismo, porque reírse de las tragedias propias es bueno para la salud.

Muzan entonces cerró sus ojos, meditando en silencio y dándote la oportunidad de cambiar la camisa sucia por la nueva. Contó exactamente una cantidad específica de segundos y para cuando volvió a abrirlos ya estabas cerrando el último botón de la prenda.

—Ahora que estarás al mando de las Lunas Inferiores espero que hagas algo de provecho y que no sólo los utilices como sujetos de pruebas, ¿he sido claro?— De su pose tensa pasa a una más extravagante, dejando su espalda caer en el respaldo y recargando su rostro sobre su mano, apoyándose de lado sobre el descansabrazos.

Una silla que decoraba una esquina lejana del estudio capta tu atención ahora, la misma que levantas sin esfuerzo alguno y que desplazas hasta dejarla frente a la suya, con casi un metro de distancia entre ustedes, pero en el lugar perfecto para una platica frente a frente. O tal vez, incluso, para que si estuvieras a punto de recibir un sermón pudieras escucharlo de la manera más cómoda posible.

No planeaba ser tan predecible. Quiero ser mucho más que un demonio sin modales viendo con qué entretenerse— Dices, tomando asiendo finalmente. Con la postura que te había enseñado hace mucho, siguiendo la etiqueta y los modales más básicos. Espalda recta y manos juntas sobre tu regazo.—. De hecho estuve divagando en la idea de reducir aún más los números de los cazadores. Así que, si las Lunas Inferiores cambian con tanta frecuencia, sería mejor sacarles el máximo provecho exterminando masivamente en lugar de seguir con esas misiones que les diste hace tantos años. Si atacamos antes de que los nuevos cazadores logren perfeccionar sus técnicas entonces estarán bajo aún más presión y cometerán un error— Puedes verlo, como te escucha atentamente, cómo su mirada monótona no se despega de la tuya. La misma que irradiaba la emoción por el cambio en la forma en la que se hacían las cosas.—, ¿quién sabe? Tal vez Otōsama podría llegar a infiltrar un demonio entre los cazadores y así encontraría una brecha en las defensas de ese hombre.—

Oh, imagina el día en que escuches a alguien desprestigiando las órdenes de Kibutsuji Muzan, lo grotesca que sería la escena después de que desatara su ira, el tono de ultratumba que podría alcanzar su voz. Nadie estaba tan loco como para arriesgarse a sugerirle ni el más mínimo cambio, pero en esa ocasión, en esa época, el "negocio familiar" lo ameritaba.

—Infiltrar a un demonio... — Sus ojos divagaron por la ventana detrás de ti, el bullicio de la ciudad era molesto, el exceso de luz artificial le daba dificultades para leer cuánto tiempo faltaba para el amanecer. Sus pensamientos saltaron de uno a otro hasta que la imagen de aquel joven cazador con el que se había encontrado apenas unas horas atrás volviera a él.

No había recibido noticias aún de ese par de demonios. Comenzaba a fastidiarle tanta ineptitud revoloteando a su alrededor.

—...— ¿Sería sensato preguntar? Estabas en un debate luego de notar el asco en su mirada perdida, la irritación y el descontento que hacían un contraste contra su típica expresión serena.—. Algo no está bien, ¿qué es lo que te molesta?... —

Luego de una corta pausa, finalmente habló.

—... Un humano que me detuvo de la nada más temprano. Portaba unos aretes de hanafuda y tenía la misma cicatriz en la frente que la de ese espadachín.—

Sin tantos detalles y sin ser tan específico, dándote las palabras mínimas necesarias, es cómo logras entenderlo. Un recuerdo ajeno entonces resurge en tu mente, la aterradora imagen del primer cazador nubla tu juicio, haciendo vívidos los sentimientos que había sentido aquella noche, terror, pánico, miedo a la muerte.

Experimentaste por un segundo la histeria misma con la que había salida con vida aquella noche. La única en la que había estado cerca de ser derrotado en todos los siglos de su existencia.

... Si otōsama lo pide, lo cazaré sin descanso hasta devorarlo.

Dices, esperando cualquier mínima muestra de aprobación para salir disparado hacia la ventana, pero lejos de incitarte a hacerlo lo ves negar, restándole importancia.

Aún más inesperado fue el alcanzar a distinguir una ligera y apenas visible sonrisa en su rostro.

—¿Aún conservas esa dedicación de convertirte en un sabueso?—

Avergonzado por sus palabras dejas de encajar las uñas en el borde de la silla y tus hombros vuelven a relajarse; aquella extraña ira se desvaneció entonces, dejándote por tu cuenta.

—... no me refería a eso.—

—De todos modos no vale la pena que gastes tu aliento en algo tan mundano— La conversación parece terminar cuando vuelve a encarar el escritorio bien ordenado y atrapa de nuevo entre sus pálidas manos el libro que hasta hace poco había dejado de leer.—. Ya hay un par de demonios haciéndose cargo, una tarea así de sencilla no debe ser un problema.—

Normalmente te despedirías sin más, pero un extraño sentimiento te atormentaba en ese momento. Uno que te apenaba admitir incluso si era relativamente común.

Querías seguir hablando con él.

Muzan ignoró tu presencia y permaneció indiferente a lo que hacías hasta que sintió un nuevo peso encima de su cabeza. Aprovechándote de que estaba sentado y de que seguía apoyado contra el respaldo fue cómo te habías escabullido hasta detrás suyo para apoyar tu mejilla detrás de su cabeza, el extraño sentimiento no pareció apaciguarse ni en lo mas mínimo, así que la respuesta no era buscar afecto ni atención.

Divagando y perdiéndote en tus pensamientos es cómo te quedas en esa posición, con el hombre frente a ti soportando tu peso y volviendo a lo suyo, acostumbrado de que de vez en cuando actuaras de manera tan infantil.

Cierras los ojos un momento, descansando de nada en particular y disfrutando de su presencia. Tenías el presentimiento de que tu nueva responsabilidad te arrebataría todo tu tiempo libre de ahora en adelante, inseguro sobre si sentirte tan apegado a él era normal o si era algún tipo de energía agotándose de la que no estabas enterado.

Poner ese tipo de "medidas de seguridad" para asegurar el futuro de sus planes no era algo nuevo en él después de todo.

—Más te vale no haber arruinado tu apetito intentando comer la carne de otros demonios de nuevo.— Habla con tanta naturalidad de algo así de cruel que en verdad sonaba a un tema cotidiano de lo que los padres suelen hablar con sus hijos. Al cambiar la página del libro espera unos segundos antes de comenzar a leer, buscando cualquier detalle que intentara escaparse por su visión periférica.

—Claro que no, y además hace mucho tiempo que no lo he hecho— Suspiras, con tu respuesta siendo una queja. A veces parecía que te tomaba muy a la ligera a ti y a las pruebas que hacías.—. No tienen sabor y no sirve de nada comerla. Aparte de que es demasiado plana y dura, me hacen doler los dientes al masticarla.— Crítica tras crítica es como das una extensa reseña de los pocos beneficios que trae la matanza entre demonios, disfrutando de tener la oportunidad de contar todo sobre los resultados que obtenías después de encontrar la respuesta a una pregunta que te atormenta sin descanso. La satisfacción es simplemente tan grande que tienes un insaciable deseo de hablar sobre ello, uno que él te concede sin dudar.

—Ya veo... — Dice, cambiando de página de nuevo. El sonido de las manecillas del reloj se había hecho más prominente, como si el tiempo supiera de antemano sobre la orden que estaba a punto de darte.—. Entonces ve abajo y deshazte de ellas— Indiferente a lo que te pedía, y sin la más mínima pizca de piedad es como apunta a la puerta del estudio. Si afinas tu oído un poco puedes escuchar las agudas voces de la mujer y de la niña en la primera planta preparando una cena que sería desperdiciada.—. Ya he pasado mucho tiempo en este lugar, si ese niño de antes esparce aunque sea un rumor se volverá un problema mayor con el que lidiar.—

Te enderezas apoyando ambas manos en el respaldo, tus ojos afilados se quedan congelados analizando el punto exacto a donde apuntaba, y entonces la idea de llenarte te hizo sonreír por la ilusión.

—De acuerdo— Aceptas sin la más mínima pizca de duda. Un par de humanos más, un par de humano menos, te daba igual, después de todo tu hambre es uno que en particular no puede saciarse por mucho tiempo antes de volver sentir la necesidad de devorar la vida de otro ser.—. A veces siento que soy el cesto de basura de Otōsama.— Dices con una sonrisa burlona en el rostro, subiendo tus mangas hasta tus codos mientras te diriges hacia la puerta.

—Lo único que debe importarte es seguir haciéndote más fuerte, el cómo quieras verlo ya no es asunto mío— Al girarte una última vez antes de salir de la habitación lo ves levantarse de la silla, dedicándote una mirada fugaz que desbordaba dureza y que dejaba ver sin problemas su verdadera naturaleza, donde ser estricto no era más que el comienzo de todo.—. Y no vayas a tomar nada de sus cuerpos, ya hay suficientes huesos regados por todas partes.—

Dejas caer tu cabeza hacia delante y sueltas lo más posible tus hombros, con esa restricción entonces ya no tenía sentido ser tan meticuloso al desprender la carne del esqueleto. Tu queja es fugaz y corta, y de inmediato asientes a regañadientes.

—Está bien— La investigación sobre el organismo de los niños humanos se ha encontrado con un obstáculo una vez más. La decepción podría hacerte perder el apetito.—. Hasta luego, Otōsama.—

A punto de cerrar la puerta detrás de ti y listo para cumplir con su pedido es como su voz de detiene una vez más, un mensaje de despedida oculto tras las palabras de un dios viendo por el bien de su creación.

—... El sol está por salir. Vuelve a la fortaleza cuando termines.—

Te asomas por la ligera apertura que la puerta y el marco habían dejado, aún con tu mano en el picaporte y congelándote en tu sitio es cómo encuentras sus ojos rojizos mirándote a través de ese mismo espacio.

Leyendo entre sus palabras es cómo vuelves a asentir, cerrando finalmente la puerta y dirigiéndote a las escaleras de la casa que pronto sería desocupada.

A veces era muy anticuado.































▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

Yo: tenemos muchos pedidos que terminar, hay que pausarle un rato los originales.

Mi cerebro: que me quede pensando en el final de la segunda temporada de kimetsu y que sólo se me ocurran ideas de eso, lo tengo.

Tumblr sin ayudar: ¡Mira, headcanons de como sería Gyuutaro en yandere! :D

Tercer informe de gobierno

En caso de que se lo pregunten, no, no he olvidado los pedidos. De hecho hay algunos que están a medio escribir, sumándole otras ideas originales que dejé a medias me alegra decir qué hay mucho contenido por publicar :D

Así que déjenme enlistarles mis borradores hasta ahora:

• Pedidos a medio escribir;
- Razor, genshin impact
- Precuela del os de Gorou, genshin impact

• Pedidos aún sin escribir / de los que tienen elementos de los cuales sigo investigando;
- Saiki Kusuke, Saiki Kusuo no Psi-nan
- Kirishima Ejirou, Boku no hero academia

• Ideas propias que dejé a la mitad por el bien de los pedidos;
- Zhongli, genshin impact (también fraternal, y no me voy a disculpar)
- Kagamine Rin y Len, basándome en una canción que se llama Positive Club vs Negative Club (perdí las ganas de terminarlo luego de que el especial de Halloween de ellos no fuera tan apoyado, /llorar.)
- Sugawara Koushi, Haikyuu!! (Ni siquiera recuerdo de qué trataba, heLp-)

Dang, debería actualizar los fanfics que tengo aparte...

Terrible.

En fin, ¡gracias por leer! ٩( ᐛ )و

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro