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Kozume Kenma -≫ Haikyuu!!


- Pedido hecho por: Original
- Advertencia: Primera vez que escribo sobre este personaje. Argumento cuestionable, help,,
- Relación: ¿?¿?
- Número de palabras: 7000 y algo(?
- N/A: ¡Perdonen los errores!

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AU: Hybrid!

Modificaron genéticamente a los humanos para mezclarlos con animales, de esta forma, mantienen características de ellos (cola, orejas, colmillos) e incluso actitudes.

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Desde que tiene memoria, Kenma nunca fue fanático de los viajes escolares. Eventos completamente programados dónde sientes una obligación de pasártela bien y seguirle la corriente a los profesores que intentan inútilmente mantener a flote el barco hecho de barro que implica controlar a un montón de estudiantes ruidosos.

Los lugares a dónde se iba en las excursiones eran las típicas, incluso parecían predeterminadas; museos, piscinas, parques de diversiones, casas de arte, esas cosas hace mucho dejaron de sorprenderle y hasta cierto punto podía soportarlas si encontraba una banca vacía donde plantarse.

Pero no podía creer que había sido arrastrado a un viaje de fin de curso, aquellos que son completamente vacacionales y donde, según él, desperdicias parte de tu verano conviviendo con quienes creíste que ya te habías librado.

Los árboles frondosos le dieron la bienvenida al equipo de Nekoma, delgados rayos de luz se filtraban entre las hojas y ramas, el ruido que hacían las mismas al chocar gracias al viento era constante y algo relajante. El clima era agradable, más frío a comparación de la ciudad pero nada que no pudiesen soportar.

Kozume presumió de su concentración cuando no despegó la vista de su consola al bajar del autobús, lo único que lo hizo levantar la mirada fue el llamado que le indicaba que debía recoger su maleta.

Un campamento en medio del bosque. Muy parecido al que aparece en las películas de terror, cabañas simples rodeando una fogata en el medio de las construcciones, un par más grande que serían el comedor y los dormitorios de los maestros. Mientras que el resto de personas estirabas las piernas para relajarse la mirada de Kenma se perdió en un punto más allá del límite imaginario del campamento, prestó atención al mínimo movimiento de las hojas siendo arrastradas por el viento y llevándose a su vez los avisos que estaban mal pegados al tablón de noticias. Nada fuera de lo normal, un paisaje que había visto simulado en miles de videojuegos con la diferencia que el mayor peligro sería un animal salvaje y no necesariamente un monstruo.

Se le fue asignada una cabaña que compartiría con otras tres personas, escuchó muy por encima el reglamento de los campistas y los horarios para las tres comidas del día, perdió el interés cuando dictaron las actividades disponibles y empezó a contar las hojas de un arbusto cercano mientras explicaban cómo distinguir una tormenta cerca junto con detalles para orientarse, no tenía planes de explorar.

Su conteo iba perfectamente hasta que el pequeño árbol se removió bruscamente, la curiosidad se encendió al distinguir una especie de gruñido y de algún modo nadie más que los campistas parecían alarmados. Un supervisor habló hacia el arbusto diciendo que ya era suficiente, la planta pareció reírse de las palabras y dejó a la vista a quien se escondía en su interior. Un par de orejas redondas cubiertas de un pelaje mal cuidado al igual que el resto de la cabellera, sus brazos robustos tenían leves rasguños y cicatrices que eran llevadas con orgullo y en su gran sonrisa relucían unos colmillos alargados, nada parecidos a la dentadura de un humano. Incluso si pareciese una persona común los rasgos de animal eran llamativos a la vista.

"Un híbrido.", pensó de inmediato. Al salir de su escondite se presentó rápidamente y entregó una red apestosa llena de pescados a uno de los encargados, después de recibir las gracias se adentró al bosque de nuevo en busca de otro encargo, irradiando tanta energía que el rubio se sintió algo intimidado.

Los híbridos era una realidad y aún así Kozume era ajeno a ellos, no los veía como algo inferior, pero tampoco saltaba a defenderlos cuando alguien hablaba de ellos como si fuese animales o abominaciones. Había de muchas clases y apenas estaban siendo aceptados por sus identidad de medio humanos, la mayoría sólo buscaba una vida simple entre las personas, ¿pero y los que eran más arraigados a sus mitad animal? Aquella pregunta se formó de la nada en la mente del armador, pero se deshizo enseguida cuando el gran híbrido de oso negro desapareció de su vista.

No podía esperar a que esa semana terminara.

[...]

El aire frío se le atoró en el pecho, un dolor molesto que se esfumó al exhalar. No podía concentrarse con el viento invernal calándole hasta los huesos y colándose entre los pliegues de su ropa; la noche era asombrosa, debía admitirlo, las estrellas eran visibles perfectamente sin la contaminación lumínica cubriendo el cielo, pero luego de un par de segundos apreciándola tuvo más que suficiente. No le veía la necesidad de sentarse alrededor de la fogata que seguía sin poder brindar calor por culpa de las manos torpes de los maestros, suspiró sobre sus dedos y los frotó contra sí mismos.

Recordó como sus manos sudan cada vez que pasaba horas jugando, la consola se calentaba y por ende sus manos siempre estaban cálidas. No perdería el tiempo fingiendo interés, recurriría a su pasatiempo favorito sin pensarlo pero tuvo que esconder la consola cuando los encargados recogieron los aparatos electrónicos para evitar robos y accidentes, obviamente no iba a dejarla a cargo de alguien que se había lastimado tratando de encender un cerillo.

Las historias de fogata comenzaron, alumbradas bajo el brillo de una linterna policial de la reserva para emergencias, relatos de ataques de híbridos salvajes, fantasmas, leyendas, rumores de las escuelas y las burlas que hacían los miembros de Karasuno entre sí, ¿estaba bien contar esas cosas teniendo al fornido híbrido al lado? Incluso si estaba ahí para cuidarlos por si algo ocurría, era un poco incómodo.

Kozume le dirigió una mirada rápida y se llevó una sorpresa al notar que no parecía importarle, diría que estaba más interesado en terminar su cena.

[...]

—¡Oi, vamos al lago! ¿¡Quieren venir!?— La energética voz de Shoyō atraviesa el gran espacio que separa las cabañas con facilidad. Kenma levanta la mirada de la línea de hormigas, sentado en las placas de madera que servían de escalera mientras hablaba con Kuroo quien estaba a un lado.

Era como un día común, hasta ahora no tenía quejas más allá de la hora a la que tenía que estar en el comedor si querían alcanzar a desayunar.

Hinata está sacudiendo los brazos de un lado a otro y antes de volver a hablar llega el acomodador de Karasuno por detrás para gritarle que debería dejar de ser tan escandaloso.

La ironía.

—¡Vayamos!— Dice el de cabello oscuro con entusiasmo, Kenma piensa un poco hasta que las picaduras de los mosquitos lo distraen.

—Mm... Adelántate, iré a buscar algo.— Sólo necesita señalar a sus espaldas para darse a entender. Kuroo asiente antes de levantarse y seguir al resto de los chicos.

No se movió hasta que la última silueta de la larga fila desapareció de su vista. Tomaría la oportunidad que había planeado tener y, como dijo, regresó a la cabaña para buscar algo en específico, sin demorar más de lo necesario pues sabía bien dónde encontrar aquel tesoro prohibido.

Subió a su cama y removió el colchón, de debajo sacó su sudadera mal doblada y deshizo el nudo hecho con las mangas para dejar a la vista su consola intacta y bien protegida.

Se colocó la prenda y guardó el aparato en una de las bolsas junto con su mano para ocultar la silueta rectangular que proyectaba. Cambió sus sandalias a los zapatos de suela gruesa que les habían prestado y salió de la cabaña totalmente relajado, sin mostrar nada en su rostro más que su desinterés por seguir al resto.

Alzó la vista y cubrió el sol un poco con la palma de su mano, un día despejado, sin ninguna nube y el viento en total calma.

La combinación de alivio y confianza que tenía era agradable, la sensación persistió hasta que llegó a la parte trasera de la cabaña. El horizonte y el paisaje eran tan sólo los largos troncos de los árboles compitiendo por cuál podría ser más alto, las aves presumían de su canto encima de las ramas más alejadas del suelo y habían un sendero casi invisible que perfectamente pudo haber sido hecho por el híbrido del campamento al seguir sus propios caminos a través del bosque.

¿En verdad iba a adentrarse sólo para poder jugar con tranquilidad? La respuesta era tan obvia que no valía la pena replantearla, desaparecer un rato no le haría daño a nadie, una llamada de atención era mejor que una tarde agotadora y la excusa de estar explorando siempre estaría disponible.

Caminó unos metros con las manos escondidas en la sudadera, al alejarse lo suficiente sacó su consola y la encendió. El porcentaje de la batería no era alentador, casi a toda su capacidad pero con su dueño consciente de las horas que le quedaban antes de morir, ¿podría racionarla en cuatro días o tendría que arriesgarse a cargarlo en uno de los pocos enchufes disponibles en el campamento? Sea cual fuese su futura elección en ese momento no le interesaba, el juego corrió sin dificultad al ser un single player y Kenma pronto se encontraba perdido en el mundo ficticio. Nunca desaceleró su paso y caminó en línea recta por reflejo, no se cansaba tan rápido al no prestarle atención a la distancia y no se preocupaba por su sombra inclinándose por el sol que se ocultaba lentamente.

El momento de paz que estaba buscando lo absorbió por completo, tanto como dar un descanso a su vista luego de varios minutos de caminata ciega, sobó detrás de su cuello y lo tensó para luego relajarse un poco, dio un manotazo rápido en su mejilla y el diminuto cuerpo del mosquito se quedó en su palma descubierta.

Pronunció un tenue "oh" al mirar a sus espaldas, el suelo era diferente, más limpio en teoría, no había tantas hojas haciendo de alfombra y las pocas que había estaban secas. Los árboles estaban igual, carentes de vegetación en las ramas y torcidos sobre si mismos, no era aterrador, más bien curioso. No sentía como que sus piernas estuviesen exhaustas, no pudo haber caminado mucho, y eso era lo sorprendente, una distancia relativamente corta podía cambiar el paisaje.

Pausó el juego con un botón que sonó como una avalancha al no haber nada más que hiciese ruido en esa zona, nada más que el propio viento silbando levemente, ráfagas cálidas y con olor a humedad. El cabello teñido de Kenma azotó en su cara y atrapó algunas ramas, removerlas fue un fastidio pero nada que no pudiese desenredar.

Buscó algo que le llamase la atención entre los patrones perfectos de la naturaleza, lo que lo llamó fue un árbol diferente al resto, un tronco con la corteza casi completamente caída y más grueso que el resto, relucía su vejez por donde lo vieras. La madera era levemente más oscura que la que se encontraba y en su copa sobresalían tanto ramas al descubierto como montones de hojas un poco más pintadas de amarillo que de verde.

Tal vez un árbol no perteneciente a la flora del bosque, plantado hace mucho para investigar su adaptación y luego dejado a su suerte.

Kenma apoyó su mano en el tronco y luego lo golpeó con los nudillos, esperando a que sonase hueco por alguna razón. Rodeó el árbol por completo y lo curioso no estaba en la altura, si no en el suelo, donde se extendían sus raíces, sobresaliendo de la tierra y escondiéndose de nuevo como si fuesen serpientes. Algunos hongos silvestres lo acompañaban en la base e imaginó a cómo cuando un niño se para al lado de su padre mientras lo imita, sonrió levemente por su idea.

La calma se cortó abruptamente cuando su pie cayó en un desnivel, no tan profundo, pero lo suficiente más saber que no había sido hecho por simple azar de la naturaleza; bien delineado y con la tierra aún suelta, sacó su extremidad antes de quejarse, había apoyado mal por error y un leve dolor atormentaba sus dedos.

Prefirió sentarse a revisar antes que arriesgarse a empeorar su malestar. Nada fuera de lo común, al menos en él, porque a su lado encontró una cabellera sobresaliendo del suelo, abrió los ojos por completo, incapaz de creer lo que tenía a un costado.

Una persona enterrada en la tierra, con sólo la cabeza y parte de su cuello sobresaliendo.

¿Había llegado a una dimensión nueva con sólo caminar hacia el infinito? ¿Por qué había una persona durmiendo con todo su cuerpo enterrado? Muchas preguntas y nula capacidad para soltarlas, la respiración de aquel chico de rostro lleno de pecas era tranquila, como si estuviese acostumbrado a enfriar de esa forma su cuerpo sepultado.

—Oye... —

—¡Shh!—

—Sólo quería saber si estabas bien... —

—No puedo responderte, ¡soy una trufa!— Un tono animado, dicho en un susurro. Su voz era algo grave pero nada exagerado, y en su habla destacaba un acento que Kozume nunca había escuchado en su vida.

Definitivamente estaba loco, tanto que la posibilidad de ser ahora el protagonista de un isekai no sonaba tan descabellada. El chico apenas se removió para despejar la tierra que se le había adherido a las mejillas, estornudó, agitó la cabeza como si estuviese negando y volvió a permanecer estoico ante el paisaje.

Kenma lo analizó, si tuviese el rostro un poco más escondido parecería una roca cubierta de moho. El cabello del chico extrañamente parecía bien cuidado, con una apariencia parecida al terciopelo o cualquier otro material suave, corto, por lo que ningún mechón cubría su rostro. Una piel morena llena de pecas, el vello en sus brazos era abundante y fácil de distinguir; y no podría decir nada de sus ojos, eran algo rasgados y permanecían cerrados.

Otro detalle era su nariz, estaba ligeramente rojiza en la punta, dándole la apariencia de una persona enferma.

—Pero... las trufas no crecen en Japón.— Dice el rubio luego de un rato, esperando una reacción, la más mínima. La obtuvo, pero no fue nada más que las cejas del chico desconocido levantándose en sorpresa hasta que se encogió en su escondite, avergonzado por su descuido.

El extraño habló con la boca bajo tierra, sonando su voz así como un balbuceo lejano e ininteligible. Kenma soltó un sonoro "¿eh?" para invitarlo a repetirse.

El de tez morena se arrastró hasta fuera de su agujero para dejar a la vista la ropa sucia, un overol mal colocado y una camisa de manga corta; en su cuello colgaban unas gafas curiosas, el cristal era opaco y realmente grueso, parecido a las de laboratorio pero con un aspecto más artesanal. Sus uñas más bien eran garras pequeñas, apenas puntiagudas.

—Entonces soy la primera trufa en Japón— Responde, pero no repitiéndose, no quería admitir su error. Aquellas palabras salieron junto con una sonrisa que mostraba su dentadura reluciente, lo único curioso eran sus caninos, apenas alargados y algo afilados, curveados casi hasta el final.—. Oh, eres un humano después de todo.— Olfatea un poco el aire antes de soltar su conclusión, conocía ese aroma.

—¿Humano?... — Kenma repasó los rasgos faciales y corporales, también en el comportamiento del desconocido. Se convenció de pronto que se trataba de un híbrido "salvaje". Aquellos que no habían sido "rescatados" aún, de especies exóticas por lo que no entraban en la descripción para servir como compañeros y que tampoco tenían un perfil para ser incluidos en la sociedad.—Entonces eres un híbrido.— Afirma pero aún así el chico lleno de tierra asiente.

—¡Soy un topo trufa!— Intenta parecer confiado pero pronto se ríe de su ocurrencia.—No es cierto, sólo un topo— Corrige.—. Quédate lo que quieras, no me molestan los humanos.— La bienvenida acaba ahí y su siguiente paso es salir por completo del agujero donde aún estaban sus piernas, dejando libre la vista hacia el interior, la profundidad parecía no tener límite pero en realidad era la falta de luz. La circunferencia era lo suficientemente grande para dejarlo entrar y salir sin problemas, Kenma probablemente podría entrar también sin esfuerzo, pero obviamente no iba a intentarlo.

—Nunca había visto a un híbrido de topo.— Comenta despreocupado sacando la consola de su bolsillo y quitando la pausa, creería en la palabra del habitante del bosque y se tomaría su tiempo para irse, al menos hasta que el pie dejase de dolerle.

—Espero darte una buena primera impresión entonces— En un instante gira su rostro en la dirección del rubio, extrañado por los ruidos de la consola pero a su vez curioso. Dejó de mirarlo cuando retiró los hongos que rodeaban el tronco.—. Los humanos sólo pasan por aquí cuando se pierden, ¿estás bien? Podría olerte y encontrar tu sendero.—

—Estoy bien, en realidad me perdí por voluntad propia.—

—¿Uh? Pensé que los humanos se agrupaban.—

—Pues... Ah... —Suspira. Kenma realmente no quería seguir hablando pero no había razón para no hacerlo, además de que la curiosidad estaba empezando a florecer en él, en cualquier momento podría ser su turno de hacer preguntas.—Si tengo un grupo pero no me gustan las multitudes, pensé en caminar solo por el bosque y seguí en automático hasta aquí.—

—Oh, somos parecidos entonces— Al girarse de vuelta en sus dedos carga un montón de hongos y algunas lombrices, la que más resaltaba era la que escalaba por su rostro. Kenma hizo una mueca, no estaba muy seguro de esa comparación.—Los topos somos solitarios y sensibles a los olores, seguramente una multitud apestosa me daría mucha jaqueca.— Termina, dejando caer en el hoyo lo que había recolectado, todo menos las lombrices que se aferraban a sus manos.

—No lo creo, es una mala comparación.— El híbrido soltó una expresión de decepción, algo dolido pero no tanto en realidad.

—¿Y si te describes?—

—¿Eh?—

—Descríbete, y luego a mi, quiero saber qué tan diferentes somos.—

—¿Para qué tendría que... ?— Kenma lo pensó un poco, casi de inmediato se dio cuenta.—Oh, si, lo siento. Lo olvidé.—

Los topos son ciegos.

El único uso que tienen sus ojos es para distinguir la luz y la oscuridad. Nada más.

—No hay problema.—  El híbrido ríe con sutileza para restarle importancia pero el rubio se sentía algo apenado.

Se da su tiempo para pensar en la explicación, no podría usar colores y no está seguro si los adjetivos estaban bien. Admiró la sonrisa que el híbrido le daba a la nada, no tenía idea de cómo darle una imagen a una persona ciega.

—Uh... —

—Supongo qué es difícil explicarlo.—

—Un poco.— El de piel morena se inclinó hacia él, se quedó quieto unos segundos y luego siguió revisando los alrededores. Kenma curveó las cejas tratando de adivinar lo que haría ahora.

—Mhh... —

Hubo un gran rato en el que ninguno de los dos soltó palabra, cada uno se centraba en sus asuntos y, como había dicho, a (T/N) no parecía incomodarle en lo absoluto la presencia del estudiante.

Luego de un tiempo de meditación, Kenma se anima a preguntar.

—¿Tienes nombre?— (T/N) busca el origen de la voz para girarse hacia ese lado, parecía sorprendido.

—Nombre, nombre, si, tengo uno— Planeaba seguir hablando pero un olor armónico lo obligó a detenerse para empezar a cavar un nuevo agujero.—. (T/N), nada más.—

—¿(T/N)?— Un nombre extraño para un ser extraño, si quedaba con él.

—Yep, ¿tú tienes uno?—

Kenma miró a sus pies y luego al cielo, más bien a la luz y a la dirección de las sombras. Estaba por atardecer.

—Kozume Kenma... —

—Qué nombre tan raro.—

El armador volvió a hacer una mueca, él no era quién para decir eso.

—Si tú lo dices— Otro suspiro cansado para sobar su cuello. Se levanta del asiento improvisado y tensa las piernas para prepararlas.—. Ya me iré.—

¿Alguien habría notado que había desaparecido? El clima y el silencio de aquel claro en medio del bosque era realmente armónico y pensó que no debería ser perturbado, aún más luego de toparse con su único habitante. Si tardaba mucho podrían comenzar a buscarlo y eventualmente encontrarían ese lugar.

Inclinó el rostro para apreciar la silueta del híbrido; no parecía mala persona y en realidad no tenía razón para sabotear la tranquilidad de su vida en la intemperie. Hasta donde sabe no le hizo nada por atreverse a entrar a su territorio.

—¡Suerte camino de regreso! Y ten cuidado donde pisas, mis agujeros se camuflan muy bien— Por alguna razón había dicho eso con el pecho lleno de orgullo. Kozume expresó su molestia de nuevo con sólo su entrecejo, le había advertido eso muy tarde.—. El olor del humo viene... —

(T/N) se levantó de la posición en cuclillas en la que estaba para acercarse a Kenma. Alcanzó con precaución su hombro y bajó lentamente su mano hasta encontrar la ajena. Un pequeño tirón hacia arriba bastó para que el estudiante se dejase guiar por el híbrido.

Levantó el brazo del contrario y olfateó el aire hasta que lo dejó señalando hacia el oeste.

—... de allá. Apareció ayer, debe ser la que buscas.— Al apartarse dejó en la sudadera del chico algunas manchas de tierra húmeda por accidente.

—Gracias.— El moreno peinó su cabello hacia atrás con algo de pena, aún así sonrió a donde creía estaba Kenma.

Cada uno se encaminó a su destino, uno más cercano que el otro. Vio como el híbrido volvía a ponerse al nivel del suelo para entrar a su escondite una vez encontró el agujero, sin mostrar interés alguno sobre si volvería a escuchar a su nuevo amigo extraviado.

Kenma suspiró, había sido una tarde extraña.

[...]

La vida de un topo era muy simple. Dormía cuando tenía sueño y comía cuando tenía hambre, los conceptos como el día y la noche no le afectaban en lo absoluto, y la única preocupación que tenía eran los cazadores, para esos casos se escondía bajo tierra y cubría su entrada improvisada con una alfombra de hojas hecha con ramas y cuerda.

Al estar escondido se sentía seguro, la tierra mantenía el calor y el frío en partes iguales, los túneles eran anchos y amplios para que pudiese atravesarlos como si de verdad fuese un animal cuadrúpedo. Nunca terminaba, nunca había un final, le gustaba cavar, era lo único que no le aburriría.

Era más animal que humano, no lo veía como algo mal. Simplemente era así.

Es por eso que cuando aquel chico regresó al día siguiente para pasar el rato de nuevo percibió lo agradable que podría ser la compañía. Silenciosa, no necesariamente una conversación fluida, simplemente sentir una presencia a su lado era genial, confortante, casi como estar escondido bajo tierra.

Eso si, no entendió a qué se refería Kozume cuando dijo que regresó para comprobar que no estaba loco.

—Kozume— El contrario respondió con un murmullo para que supiese que lo estaba escuchando. Aprovechando de la forma en la que estaba sentado dejó el regalo inesperado en la rodilla del de ojos ámbar.—. Mira una piedra.—

—A-Ah.— Más que una roca parecía un hueso de un animal pequeño. La apartó con cuidado aprovechando de que no sería visto.—¿Gracias?... —

Una risilla apenas audible, fue lo único que soltó antes de entrecruzar los brazos y apoyar su mejilla contra estos, medio cuerpo bajo tierra para disfrutar la calidez del sol sobre su rostro. Era la misma pose que tendría alguien al dormir sobre su pupitre en las escuela.

Desde que había llegado, (T/N) sacaba las cosas que se le hacían interesantes y se las entregaba a Kenma, cosas que encontraba mientras cavaba: rocas extrañas, pedazos de madera, raíces -y huesos al parecer-. Si llegara a encontrar un craneo humano el pobre estudiante no sabría como reaccionar.

Mientras no fuese nada como eso, Kozume podría permanecer tranquilo acompañando al híbrido en su decoración subterránea.

Lo único que aún no podía digerir por completo era cuando (T/N) sacaba todas las lombrices que guardaba en sus bolsillos y comenzaba a "prepararlas" (o al menos así lo llamaba). Las aplastaba un poco supuestamente para sacar la tierra que hayan tragado y lo siguiente era devorarlas como si fuesen fideos. La primera vez que Kenma lo vio no fue advertido, sin duda fue una sorpresa desagradable que le revolvió el estómago tanto como para tener que recostarse.

Mientras el rubio sentía las peores náuseas de su vida, el de piel morena se acomodó a su lado y le explicó sobre la saliva de los topos. Al parecer tenía una toxina que podía paralizar a insectos pequeños -ejemplo, las lombrices que tanto adora-. El armador lo obligó a parar su explicación cuando sintió que su estómago estaba por vaciarse.

Esa era otra cosa que se le hacía interesante, (T/N) siempre hablaba de sí mismo como un topo completamente, nunca hablaba de sus necesidades humanas como tener que estar en compañía o respirar aire fresco (era muy probable que dentro de sus túneles no hubiese ventilación con el exterior). Tal como le explicaba con orgullo, era más animal que humano, se había adaptado, había sobrevivido como animal y le parecía que la vida humana cargaba muchas molestias.

Podía entenderlo y a la vez no, ¿ese era su plan de vida? ¿quedarse en el bosque para siempre?

"Los humanos me llevarían a trabajar en una mina o algo así. Sé que aprovechan las habilidades de los híbridos para el trabajo pesado; esa es la única forma en la que nos dejan ser parte de ustedes... "

"Tampoco quiero ser una mascota, quiero ser un topo, no me importa ser una plaga."

Le respondió cuando Kenma preguntó si alguna vez había pensado en regresar con los humanos. Con lo que no contaba es que (T/N) nunca había estado con los humanos en primer lugar, por lo tanto no había a dónde regresar. Sus palabras no salieron con rencor, mucho menos con asco, era un tono triste, completamente opuesto a la forma en la que habla normalmente.

Al día siguiente el de ojos ámbar no encontró la oportunidad de escaparse. Justo el día en el que se dio la oportunidad de disfrutar del campamento fue, junto a los demás miembros de Nekoma, víctima de una broma. Aunque según supo fue cosa de entrar en línea de fuego sin saberlo.

Esa tarde pasó más lento de lo que esperaba; no pudo subir su ánimo si seguía encontrando caracoles entre su ropa, porque si, esa había sido la broma. Un montón de caracoles de río debajo de las sábanas de su cama, un error de cálculo que resultó en sabotear la cabaña incorrecta.

Decir que los culpables se disculparon y fueron reprendidos estaba de más.

En la nueva mañana y en el cuarto día del campamento todos se sorprendieron por la rapidez con la que Kenma se preparaba para salir, ¿se sentía bien? ¿la baba de los caracoles podía enfermar a alguien?

Nadie comentaría al respecto, estaban felices porque aquel chico tan apático tuviese energías y algo que lo motivase.

Aún y cuando no sabían qué era, mientras no llegara con heridas no tenían algo de lo que realmente preocuparse. Esperarían a que él mismo contase sobre qué lo hacía perderse en el bosque y volver hasta casi el atardecer.

Con el camino medianamente memorizado Kenma fue recibido en el claro por una diminuta fogata que estaba por apagarse, las ascuas eran diminutas y no parecía haber sido hecha para calentarse en medio del frío.

—¿Kozume?— La cabellera oscura salió del túnel y de pronto medio (T/N) se asomaba con precaución. No sabía si su olfato lo engañaba o en verdad el chico estaba ahí. Al agudizar el oído encontró el ruido de las hojas siendo pisadas.

—Buenas tardes— El híbrido sonrió a la nada y saludó con la mano llena de barro antes de volver a esconderse. Casi al instante regresó junto con las cosas interesantes que había encontrado ayer y las dejó a la vista esperando a que Kenma las viera.—. Uh... Estuviste ocupado.—

—Se podría decir que un poco, ¡la temporada de lluvias está cerca, por eso estaba haciendo una placa de barro!— Erróneamente apunta a donde su memoria le decía que estaba la pequeña hoguera.—Quiero hacer una cubierta para el hoyo o me inundaré.— Dice para luego salir por completo y tumbarse justamente a un lado, sus brazos se extienden al igual que sus piernas y deja a la vista lo sucias que están sus ropas, más de lo normal. Su cabello de pegó a su frente por el sudor y también tiene algunas manchas de lodo en las mejillas.

Kozume se sienta a su lado y destapa la botella de plástico que traía, estando sólo la mitad del agua en el interior inclina el recipiente hasta que cae sobre la frente del híbrido. (T/N) en lugar de molestarse o saltar del susto le agradece y disfruta la frescura que el agua había dejado detrás.

—La lluvia suena problemática.—

—¡Lo es! No quiero tener que mudar todas las cosas a la cueva, ¡no me daría tiempo!—

—¿Cueva?—

—Si, está al norte, ¿qué tiene?—

—Pensé que vivías aquí... —

No supo como sentirse cuando la risa escandalosa de (T/N) retumbó en sus oídos. Tardó bastante en calmarse y Kenma permaneció con el entrecejo fruncido, cansado por la exageración.

—Sé que me llamo a mí mismo topo, pero vivir aquí es casi imposible, y malo para la espalda— Lleva los brazos a detrás de su cabeza, infla el pecho con aire y lo suelta para relajarse. Hace tiempo que no reía así.—. Puedo enseñarte la cueva, no tengo mucho pero es... bueno, no sé cómo es, ¡pero el interior huele genial!—

—Estoy bien así.—

—... ¿te sientes bien?—

—¿Por qué preguntas?—

—No estás haciendo esos ruidos raros al hablar. Suenan gracioso— Empezó a imitar la tonada de la banda sonora del juego que Kenma había completado mientras estaba de visita. Ahora fue su turno de burlarse, pero con sonreír fue suficiente para él.—. Los humanos que pasan por aquí suelen hacer ese tipo de ruidos.—

Kozume estaba convencido que se refería a los celulares o aparatos electrónicos en general.

—Yo no soy quién hace esos sonidos.—

—¿A-Ah, no?— Gracias a que su rostro ya estaba rojo del cansancio no se podía distinguir el sonrojo de la vergüenza.

—No.—

—Entonces ya no podré reconocerte por esa música, bah... —

La sonrisa de Kenma se disipó al darle vueltas a la oración. Se irían dentro de dos días, y por alguna razón ese recordatorio no le subió el ánimo. Había sido poco tiempo de conocerlo, pero admitía que habían sido días interesantes. Consiguió una nueva forma de ver y de entender a los híbridos, todo gracias a su amigo ermitaño.

¿Simplemente lo dejaría ahí? Nada le aseguraba regresar de nuevo y no sabía la causa de esa culpa que comenzaba a formarse en su pecho, era una vida difícil, pero parecía disfrutarla, ¿estaba bien perturbar eso por su propia idea de una vida más simple?

—Mi grupo y yo nos iremos en dos días, no tengo idea si volvamos a tener otro viaje a este lugar.—

—Ah, cierto... — La manos llenas de tierra formaron algo de lodo en la frente del chico por el agua que seguía ahí. Peinó su cabello sintiéndose algo inquieto.—Había olvidado eso... pero está bien, encontraré muchas cosas geniales por si quieres llevarte alguna.— En su sonrisa estaba la tristeza de perder a su amigo, pero no podía hacer nada al respecto.

Era sólo un topo, una plaga, un híbrido.

—¿Te gustaría venir con nosotros?— La pregunta que era un todo o nada finalmente salió a la luz. Su voz no lo demostraba pero iba más allá del interés.

Permaneció en silencio supuestamente para pensar, y después de mucho tiempo se animó a abrir sus ojos, blanco, eso era todo, luz, sin siluetas, sin colores, plano. Nada sería diferente si iba a la ciudad, todo seguiría siendo blanco.

¿Tal vez los olores? Podría encontrar comida nueva sin tener que abandonar la suya, el mundo se conoce a través de los sentidos. Pero también la sobrecarga podría dañarle el olfato, ¿y luego qué? Eso sería su equivalente a perder su capacidad para orientarse, dependería de alguien o algo para explorar el mundo.

Estaría encadenado a algo.

Ahí no era diferente. Lo seguía estando, ¿nunca podría romper esa atadura?

Suspiró, sin poder creer que de verdad estaba dudando su respuesta.

Sólo tenía ese instinto primitivo de supervivencia, en realidad nunca tuvo que considerar algo más. Su primera amistad era más poderosa de lo que creía, y admitía que subestimó la velocidad con la que podía encariñarse de la compañía.

Estaba encadenado a la compañía de Kenma.

—No quiero ir a una mina.— Confiesa con miedo.

—Los híbridos no son esclavos, podrás ser lo que escojas.—

—No quiero ser una mascota.— Dice negando.

—No lo serás. Y tampoco existe algo así... —

Volvió a pensar.

—No, gracias.— Terminó, regresando a esconderse en el agujero que no parecía tener fin.

Ese día Kenma regresó más temprano al campamento.

[...]

—¿Qué demonios es ésta lluvia?—

—Anoche no estaba así.—

—¡El letrero salió volando!—

Kozume estaba sobre su cama, sentado con las piernas en pose de indio, su mano izquierda sujetaba su consola ya sin batería y la derecha ese pequeño montón de cosas extrañas que su amigo híbrido había encontrado.

Estaba algo desanimado, pero a su vez se sentía como un tonto, ¿en serio esperaba que escogiese ir con ellos? Ese era su hogar, todo lo que conocía, no iba a cambiarlo por un chico con el que habló unos días.

Y, al igual que su animo, el cielo estaba decaído.

Una tormenta había comenzado en la mañana con una ligera brisa, gotas del agua apenas existentes que eran más como niebla que te dejaban la piel pegajosa.

El día avanzó y a su vez aquella brisa se convirtió en lluvia. Debían irse antes de que los caminos se volviese lodo y fuese imposible pasar por ellos.

No tendría tiempo de despedirse, los estaban apurando para empacar y subir todo al autobús. Una retirada de emergencia para evitar catástrofes mayores.

Kozume ya estaba subiendo los escalones resbalosos del trasporte y sin previo aviso da un paso en falso por la despiadada corriente de aire y agua que se había fortalecido en un instante.

Había tratado de permanecer desinteresado e indiferente para respetar la decisión del híbrido, pero aquella ráfaga fue lo que necesitaba para que su preocupación aumentara.

Podría confiar en que (T/N) había olfateado de alguna manera la tormenta y se había refugiado desde mucho antes de que empezara. Pero a su vez estaba la posibilidad de que siguiese ahí abajo tratando de reforzar su escondite, comenzó con una gota para que al final se agua fuese subiendo sin piedad. Las paredes de tierra volviéndose fango, nada para sostenerse y con las entradas derrumbadas, atrapado, desesperado.

Las ideas siguieron brotando y para cuando recuperó la consciencia ya estaba corriendo hacia el viejo árbol extraño en medio del bosque. Si respiración era frenética e iba en contra de su disgusto por cansarse, inhalaba y exhalaba por la boca, las piernas le ardían y debía cuidarse de no tropezar con las ramas que habían caído por lo despiadado del clima. Su corazón latía rápidamente e ignoró su cabello mojado pegándose en su rostro junto a las hojas que eran movidas por el viento.

Atrás de él venían los que lograron seguirle el paso sin perderlo entre la tormenta. Preocupados, y con una corazonada que les decía que su amigo necesitaría ayuda.

Debajo del árbol sin hojas en las ramas, con raíces serpenteantes que se metían en la tierra para volver a salir una y otra vez, a un lado de un agujero lleno de agua se encontraba una figura arrodillada, empapada hasta la cabeza, con la mirada baja y sujetando un montón de basura extraña entre los dedos.

Kenma no se detuvo al distinguirlo, siguió adelante hasta que alcanzó el hombro mojado de (T/N). Por las gotas no podían notarse sus ojos cegados soltando lágrimas y por el viento no podían escucharse los sollozos que soltaba afligido por ver su trabajo de meses arruinando en menos de un día.

Todo apestaba a tierra mojada, no podía ver, no podía ubicarse, estaba completamente a ciegas y no le quedaba más que esperar a que la tormenta acabase para poder comenzar de nuevo.

Cavar era su cosa favorita, pero era agotador crear algo así desde cero cada vez que el clima se ponía de mal humor. Exhausto, física y emocionalmente, se dejó guiar por el rubio y no opuso resistencia cuando un impermeable cubrió lo que podía aún estando sobre Kenma.

Tal vez era una señal, más obvia y harta de ser ignorada, él debía ser un humano. No pertenecía al bosque, no era un animal, era un híbrido, uno que debía adaptarse al lado que tanto había evitado.

Nadie hizo preguntas cuando Kenma se acercó junto con aquel chico de apariencia extraña, pero de alguna forma entendieron lo que ocurría con ver la expresión estoica del rubio y el labio tembloroso del desconocido.

Al regresar todos fueron regañados a excepción del híbrido, en su lugar recibió una docena de miradas preocupadas y curiosas dirigidas hacia él. (T/N) no podía verlos pero los sentía, sentía la presencia abrumadora de los humanos ante un híbrido. Era una sensación que nunca había experimentado en su corta vida, intimidación, era como una burla, si tanto quería ser un animal debería reconocer su naturaleza como presa.

El de cabello oscuro durmió durante todo el camino en los asientos seguidos que estaban al fondo, abrazándose a sí mismo y hablando entre sueños. Nadie lo molestó ni habló con él, nadie perturbó su diminuta calma, ni siquiera Kenma se atrevió a acercarse.

[...]

—No tienes que quedarte si no quieres, pero al menos espera a que termine la temporada de lluvias.— Escuchó a sus espaldas pero (T/N) estaba más centrado en olfatear la ropa que traía puesta.

Al regresar a la ciudad y al encontrarse con las padres en la escuela, Kenma y un maestro tuvieron que explicar la situación a la dirección y a los padres del rubio. Todo salió de maravilla aún y para ser un imprevisto, apoyaron la idea del armador de resguardar de su amigo hasta que el shock se le pasase y por ahora sus progenitores serían guardianes.

(T/N) no habló en todo el camino, pero parecía fascinado con todos esos sonidos nuevos y los olores curiosos de la ciudad. Era abrumador, mucha información entraba por sus sentidos sin poder ser procesada a tiempo. Entonces tomó el brazo de Kenma y olfateó una y otra vez su sudadera aún húmeda, el contrario no mostró desagrado. No podía darse una idea por lo que estaba pasando pero su empatía era suficiente para llevarlo a conversar con su amigo para distraerlo del exterior.

—Todo es duro— Dice raspando el suelo con sus uñas ahora limpias, solía esconder sus manos en la tierra para distraerse pero no había tierra alguna. Todo era madera, concreto, cartón, no podía cavar.—. Kozume, ¿todo es así?—

—Casi todo... — Se desplaza en silencio hasta su cama donde se deja caer para sentarse, viendo como a los pies de esta el híbrido seguía deslizando sus manos en el suelo para conocer la habitación.—Perdona por traerte así de la nada, incluso cuando dijiste que no; yo... no pude pensar bien en el bosque.— Es un susurro que (T/N) puede escuchar claramente, sus facciones expresan su desconcierto y el tono de voz fue lo que le entristeció. Con cuidado y sin prisa llegó hasta dónde suponía estaba Kenma.

—Honestamente me siento perdido y algo asustado— Confiesa.—. Pero no estoy molesto o algo así; quiero decir, le temía mucho a la ciudad sin realmente saber cómo es, pero tú vienes de aquí, y tú me agradas. Tal vez funcione igual.—

Quería pensar que, si sonreía, Kenma no se sentiría mal, estaba confiado pero no contaba con la facilidad con la que el rubio podía analizar hasta el más mínimo detalle.

—Te ayudaremos a regresar, lo prometo.—

Gracias... — No sabe a dónde voltear así que permanece quieto sin saber qué hacer. Espera y espera hasta que es sorprendido por la sensación de algo acariciando su cabello, reconoce de pronto la mano de Kenma indecisa por su acción.—¿Tú también hueles eso?— Entre el olor del concreto mojado y la madera reconoció uno que le hacía agua la boca, tan irreal que era fácil pensar que era un delirio. Olfateó y se acercó hasta la fuente.

Sus manos sintieron un gran trozo de tela que no lo dejaban llegar, estaba dentro de esa bolsa que no sabía abrir.

—¿Qué cosa?— Retira su mochila de las manos de (T/N) y abre el cierre para ayudarlo. No tuvo que rebuscar mucho pues aquel caracol de río estaba explorando entre sus camisas. Kenma sintió un escalofrío recorrer por su espalda pero (T/N) estaba entusiasmado por el descubrimiento.—Uagh... —

—Podrás salir del bosque, pero el bosque nunca sale de ti.— Y con una facilidad sorprendente devoró al pobre caracol viajero. Atrapó la caracola vacía entre sus dedos y con la mano libre buscó la de Kenma, entregándole una nueva cosa interesante que había encontrado.

En ese momento se percató de lo dañadas que estaban las palmas del híbrido, sin el barro seco cubriéndolas se podría ver a simple vista lo callosas y ásperas que eran en realidad. Eran las manos de una persona que había trabajado sin descanso con sus extremidades como única herramienta.

Si vas a comer cosas asquerosas al menos avisa antes de hacerlo.— Completamente asqueado y tratando de borrar esa imagen de su cabeza la mueca de irritación y asco en partes iguales podría paralizar. El regaño hace que (T/N) asienta nervioso, sabiendo que lo está matando con la mirada.

—Perdón, perdón— Los zapatos de Kenma caen de lleno contra el suelo y el escandaloso impacto lo hace dar un salto. Esa fue su venganza.—. Kozume, ¿qué haremos mañana?... —

El sonido de la lluvia contra el vidrio de la ventana es como una multitud marchando, ligeros golpes que se repiten sin cesar y a ritmo frenético. Uno que otro trueno que ya no asusta a nadie, sin pronósticos de apagones no habría de qué preocuparse.

El sonido de la lluvia no era universal como creía, en la ciudad incluso era completamente diferente.

¿Qué seguía ahora?

—Mmmh... Pues realmente no hay nada qué hacer. Las vacaciones de verano acaban de empezar.— No tuvo que avisar cuando apagó la luz de la habitación y se desplazó con normalidad hacia su cama. (T/N) había encontrado ambas piezas del futón prestado sin problemas pero no sabía cómo acomodarse sobre este.

—P-Pero siempre tengo cosas qué hacer apenas despierto, ¿tú no?—

—Te lo dije, ¿verdad? No somos tan parecidos.—

—Si, creo que lo mencionaste... — Finalmente encontró forma de acomodarse, la cobija gruesa de invierno era pesada, algo agobiante de tener encima. Cuando estuviese por caer para dormir seguramente se cubriría hasta la cabeza.—. Nunca había tenido un día en el que no hiciese nada.—

—Siempre hay una primera vez— El cuerpo de Kenma se relajó de inmediato, la cama dura le había lastimado la espalda así que poder descansar en la comodidad de su habitación era uno de los placeres que había extrañado, en total calma era cuando sus pensamientos brotaban más rápido y recorrió todo el camino que lo había llevado a ayudar a un híbrido exótico.—. Acabo de recordar, el día que te encontré dijiste que eras una trufa, ¿qué estabas haciendo en realidad?—

—Estaba buscando ratones, son muy pequeños, así que debía estar al nivel del suelo para encontrarlos— Explica, con un tono más animado. Hablar de su vida en el bosque parecía ser lo único que tenía.—. Pero luego saliste de la nada y entré en pánico... —

Al parecer ambos se habían asustado mutuamente.

—Ya veo... — Era verdad, las pocas veces que había ido a visitarlo siempre estaba ocupado. Terminaba lo que hacía y se ponía a descansar un poco junto a él antes de empezar con otra cosa. En ese caso no era cuestión de su supervivencia, ¿era una necesidad de sentirse ocupado tal vez? Absorto en sus pensamientos levanta un poco las sábanas hasta la altura de su cuello y se prepara para caer dormido, entonces una idea no tan descabellada aparece.—(T/N).—

—¿Si?— Una voz somnolienta y algo amortiguada, desde su lugar no podía verlo pero el híbrido ya estaba cubierto de pies a cabeza, escondido y cerrado sobre si mismo.

—¿Te gustaría aprender braille?—

—¿La escritura para invidentes?— Una expresión qué es más como un sonido que sirve para asentir.—Nunca lo había pensado... —

—Podríamos aprender juntos si quieres.—

—¿Hablas en serio? Sería genial... —

—Entonces ya tenemos algo qué hacer mañana.—

Y, con esa última frase, la conversación se da por terminada. Kenma se remueve hasta que se acomoda plácidamente de lado, dándole la espalda a la dirección donde estaba (T/N), quien ya tenía todo el cuerpo escondido bajo la manta.

Aún no estaba convencido de la decisión que tomaría, era pronto y sabía que el shock estaba atorado aún en su pecho. Era como si hubiese cambiado de realidad, un cambio en apenas horas y un trabajo de meses destruído en un instante. Estaba decaído y los ligeros subidones de ánimo que le daban conforme el día avanzó fueron gracias a Kenma y al resto de humanos que lo habían ayudado.

Nunca había necesitado la ayuda de alguien, todo lo había hecho por su cuenta y ahora que recibía toda esa atención se sentía un poco abrumado.

El cambio lo hizo pensar, ya había disfrutado por años de la vida como animal, ¿era el turno de darle una oport a la vida humana? ¿Podrían ambas partes coexistir alguna vez? Al principio le aterraba pero ahora sentía una emoción cálida en el pecho, quería intentarlo.

Cuando llegó la mañana se asomó por el borde de la cama para empujar levemente al armador. Kenma soltó un quejido e ignoró a (T/N) para revisar la hora en el reloj de su mesa.

Su voz era ligeramente más grave, ronca por ser su voz de la mañana y sumando el tono de molestia resultó en las palabras más intimidantes que alguna vez el pobre híbrido pudo recibir.

Otra diferencia entre ellos era que Kozume no comenzaba su día a las cuatro de la madrugada.

(T/N) lo terminó aprendiendo por las malas.

—¿Y qué hago entonces?—

—Vuelve a dormir.—

—Oh... okay, okay.—

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