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Kamado Tanjiro -≫ Kimetsu no yaiba


- Pedido hecho por: Original
- Advertencia: Primera vez que escribo sobre este personaje/anime.
- Relación:
- Número de palabras: 5235.

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La noche cayó antes de lo previsto, el sonido de las ramas y hojas siendo pisadas era escandaloso para el ambiente, ahogado en el silencio de la naturaleza. Los caminos apenas se distinguen y faltaba poco para que la luna estuviese en la punta más alta de su trono estrellado.

Tanjiro había tomado algunas rutas de caminos secundarios, su actual misión se trataba de personas desapareciendo entre esos senderos inhóspitos, contando solo con ese detalle. Hombres y mujeres por igual desaparecían en las noches sin dejar rastro más allá que equipajes que traían, se habían encontrado desde pasadores hasta carretas de mercaderes completamente abandonadas.

Estaba atento a todos los olores del ambiente, nada fuera de lo común para la naturaleza frondosa del bosque. Aunque se interrumpió el olor de la tierra mojada y fue aminorado por un aroma armonioso, junto con aquello se escuchó apenas el tintinear de unos cascabeles. El joven de pelo cobrizo abrió los ojos con sorpresa, ¿un campamento improvisado? ¿Una llamada de auxilio? Lo que fuese en realidad no dejaba de llamarle la atención.

Atravesó ramas bajas de los árboles y saltó obstáculos hasta que el olor fue tan intenso que nada más se podía reconocer en el lugar. Se distinguía un brillo a la lejanía que lo ayudó aún más, los cascabeles parecían una señal de humo a la deriva. Pensó en qué tal vez la persona no sabía que estaba en peligro de atraer demonios o ya de paso simplemente no sabía de la noticia. Aceptó su deber y aumentó su carrera hasta el origen de la luz.

Removió los últimos arbustos que le estorbaban y grande fue la sorpresa que se llevó al encontrar un yatai en medio del bosque, sobre otro camino independiente que apenas cobraba forma por la erosión de las pisadas de los viajeros.

El aroma provenía de la estructura bien cuidada, un olor amigable al olfato y el distinguible de los platillos que se estaban preparando. Tenía unos cascabeles colgando en una de las esquinas superiores que se movían en una danza errática por el viento de la noche.

Tanjiro removió las cortinas que tenía en la parte exterior de los asientos estando a la defensiva, se le hacía extraño encontrar uno de aquellos puestos tan coloridos en medio de la nada. No hubo respuesta y no encontró a nadie al otro lado del mesón bien tallado de madera clara. La plancha frente a esta estaba limpia y en buen estado pero aún se sentía el bochorno del calor extinguiéndose.

—¿Hola? ¿Alguien?— La extrañes de Tanjiro aumentó y de la nada se llevó la mano a la boca al darse una respuesta.

¿Será qué había llegado demasiado tarde?...

—¡Hey, un cliente!— De detrás de él apareció una voz jocosa y llena de energía. Se giró listo para atacar, con sus manos en posición para sacar la espada de su funda, de suerte se detuvo a tiempo. Se trataba de un chico, tal vez unos años mayor que él. Llevaba ropa holgada y un pañuelo blanco en la cabeza, sus mangas estaban por encima de sus codos y su tez se veía sudorosa. En su espalda cargaba un saco que desprendía un olor a vegetales en general.—¡Toma asiento, ya te atiendo!— El joven energético lo guió hasta uno de los bancos y luego atravesó las cortinas para rodear hasta la parte de atrás aún cargando con el costal lleno de tierra.

Había sido muy rápido, tanto que Tanjiro no pudo analizar la situación. No había olido su presencia por el aroma impregnado a comida y a carne por todo el pequeño puesto. Aún así no sería grosero, corrió el asiento, dio un brinco para alcanzar el banco y esperó paciente al regreso.

Vio al chico de apariencia simple abrirse paso hasta el otro lado de la plancha, cuando estuvieron frente a frente lograron sonreírse mutuamente.

—¡Bienvenido al puesto sin nombre! Los clientes pueden ponerle un nombre provisional durante su estadía, ¡pero nada de groserías o dobles sentidos, eh! ¡La política que tenemos por aquí es estricta!— La cantidad de ademanes que usaba por segundo debería considerarse ilegal. El chico sin nombre le había ganado de nuevo la palabra, Tanjiro se sintió intimidado por la rapidez y energía con la que había hablado.—¡Tenemos desde oden hasta sukiyaki! ¡También hay ramen y yakisoba! ¡Incluso yakitori! ¡Ordena cualquier platillo que se te venga a la mente y si no sé prepararlo aprenderé a hacerlo!— Después de su propio discurso hizo una pose extraña llena de intensidad y pasión resplandeciente que emanaba de todo su ser.

Sin duda le gustaba cocinar.

—En realidad, iba a preguntarte tú... — El pobre Kamado rascaba su nuca desconcertado y sonreía con confusión al verse incapaz de seguir el paso de la conversación.

—¿Mi recomendación? ¡Todo lo que preparo es recomendable!— Exclamó, pero al final el joven cocinero vio la cara de confusión total de su invitado, así que se relajó un poco. Tosió con disimulo para calmar el ambiente cargado de jovialidad que había creado. Por el contrario, Tanjiro suspiró relajado al creer que ya podría hablar, estuvo tan equivocado.—¿Eres extranjero?—Sólo pudo pronunciar a duras penas un monosílabo antes de ser interrumpido de nuevo.—¡Si no entiendes el idioma te haré un descuento! Lo mejor es que no sabes lo que estoy diciendo, ¡así que no sabes lo del descuento! Es brillante, ¿no lo crees?— Se inclinó sobre la plancha hacia la cara del espadachín quien siguió su impulso de encorvarse hacia atrás. El cocinero se había acercado como si se tratase de un secreto bien guardado, tan clasificado como importante.

—Si te entiendo, en realidad.— El muchacho por fin había cerrado la boca y el sudor de su cien le dio un aspecto nervioso, contrastado a cuando se pudo apreciar cómo se sonrojaba lentamente por la respuesta certera.

—¡Lo siento! Cuando hablo sobre comida no hay quien me detenga,— Su mano tomó lugar en su frente en una pose dramática y negó dándose su propia desaprobación.—¡la cocina ambulante es asombrosa!, ¿no lo crees?—

—¡Sin duda que lo es!, se nota que te gusta lo qué haces.— Tanjiro se sintió aliviado cuando pudo terminar una oración completa y sonrió de la manera brillante y armoniosa que siempre acostumbraba.—Pero incluso con eso, deberías tener cuidado, hay muchas noticias sobre personas desapareciendo por estos caminos.— Regañó como el hermano mayor que era, con el dedo índice extendido y señalando hacia el techo, su voz de la razón fue la que había tomado la palabra.

—¿Personas desaparecidas? Creo que si escuché a unos sujetos hablando sobre eso la otra noche... — Acomodó una de sus manos sucias bajo su mentón y optó por una pose pensativa. Con razón ya no estaba recibiendo muchos clientes nocturnos.—Creí que se trataban de rumores nada más. Qué miedo.—Admitió divagando, gente atacando a otra gente, nada nuevo pero si horrible.—Ah, ya sabía que este lugar era demasiado bueno como para ser el único vendedor. Gracias por el aviso, uh... —

—Tanjiro, soy Kamado Tanjiro, ¡un placer!—

—¡Lo mismo digo!— Hizo girar la espátula que tenía en su mano sobrante sobra la misma y luego la atrapó en el aire, alardeando.—Yo soy (T/A) (T/N), ¡tu cocinero estrella!— El espadachín solo rió con gentileza, siempre se agradecía la presencia de personas positivas en su ardua misión como asesino de demonios.—Y bien, Tanjiro, ¿tienes hambre? ¡Esta va de mi parte!, eres el primer cliente de la noche.—

—¡Ah, no, no!— Negó dándose cuenta de que se había distraído. Cuando el iluso de Kamado agachó la cabeza lleno de pena fue cuando no alcanzó a notar el cambio drástico en la expresión del contrario. Se transformó en una fulminante, una sonrisa destrozada por una ilusión acelerada de un posible cliente.—Gracias, pero estoy en medio de una... — Se vio interrumpido pero esta vez por un rugido que salió de lo más profundo de su estómago, logrando que se apenara aún más y se llenara de asombro, ¿tenía hambre? Pero si habían sido apenas horas de su partida, y había comido bastante bien; de un momento a otro sintió el vacío en su abdomen reclamando alimento.

—¡No seas penoso! ¡No tienes porqué serlo!— Se carcajeó a todo pulmón por aquel sonido revelador, nadie podía resistirse al olor de su comida. Todos caían tarde o temprano, incluso si tenían que caer en el pobre pecado de la gula.—Siempre es un placer cocinar para alguien más, ¡haré lo que gustes!—

—N-No quiero molestarte, (T/A)-san.— Levantó sus manos a la altura de sus hombros como señal de defensa, sus nervios aumentaron cuando lo vio inclinarse de nuevo hacia él.—¡N-No tengo hambre, en serio! Debe ser que comí mucho hace unas horas, ¡eso debe ser!—

—No intentes engañar a un experto, Tanjiro-kun. Conozco los rugidos del estómago, ¡ese no sonó a uno adolorido, sonó a uno hambriento!— De alguna manera los ojos del cocinero eran hipnóticos, de un color (c/o) que se degradaba con sutileza. Tenían un brillo distintivo, tal ves pícaro y juguetón que resultaba incómodo de observar a detalle. Estos mismos hicieron que el espadachín se inclinase aún más hacia atrás, al poco tiempo suspiró rendido.

—Está bien, está bien. Tú ganas, (T/A)-san... —Satisfecho con la respuesta, el cocinero regresó a su lugar y de alguna manera su sonrisa emocionada se ensanchó aún más.—Pero en realidad no tengo algo en mente.—

—¡No hay problema! Déjame sorprenderte, ¡es mi especialidad, a lo que me dedico!— Con aquello dicho saltó por encima de la mesa y salió hacia quien sabe dónde con la rapidez que se esperaría de alguien tan energético.

—¡Espera, (T/A)-san!—

Tanjiro se levantó de su lugar, ¡él no sabía sobre los demonios! ¡se lanzó a la boca del lobo por si mismo! En el impulso de moverse su mano alcanzó la plancha sin saberlo, resultando en un reflejo ante el dolor por la quemadura.

¿Quemadura?

Volvió a tantear la temperatura de la enorme pieza de acero y en efecto, estaba ardiendo a pesar de no tener nada encima. Su deducción le hizo recordar que el cocinero había puesto ambas manos en aquella superficie en dos ocasiones, ¿qué clase de resistencia obtenías al cocinar como para aguantar ese dolor sin fruncir el ceño? Sin duda iba a ser una de sus muchas preguntas una vez pueda interrogarlo.

Hizo a un lado la cortina que le estorbaba y asomó primero la cabeza, no podía distinguir nada que no fuese la comida del puesto, era como estar completamente a ciegas para él. Además de los cascabeles con su escándalo constante no había otro sonido, ni siquiera de las pisadas cercanas que podrían ser las de (T/N).

Con las manos listas a reaccionar a cualquier amenaza sacó su espada para adoptar una pose de defensa, miró hacia todos lados pero por alguna razón su visión no lograba llegar más allá que claro del puesto, todo era oscuridad que apenas se iluminaba por la luna en una fase nada favorable.

—¿Ya te vas?— La voz dolida apareció de la nada y por alguna razón le hizo erizar la piel. Se giró sobresaltado y el susto se disipó cuando encontró al cocinero con un montón de trastes en sus brazos. Tenía una expresión de tristeza y decepción pura.—Yo... ni siquiera pude ir por los trates.— (T/N) tenía la vista fija en las cosas que traía consigo, de alguna manera el ambiente se volvió tenso de un momento a otro.

—¡N-No es eso! ¡Lo qué pasa es que (T/A)-san salió muy despreocupado y me alarmé!— Sacudió sus manos queriendo explicarse mejor pero resultó en un gesto nerviosos que le hizo soltar una risa a (T/N).

—Tranquilo, si tienes prisa por algo puedes irte. No me moveré de aquí hasta mañana en la noche, ¡el platillo gratis seguirá en pie!—

Tanjiro estaba por agradecer y disculparse pero algo le hizo parar antes de tan siquiera iniciar. Fue involuntario, como si se hubiese dado cuenta de que estuvo a punto de decir algo grosero.

—No tengo prisa, puedo esperar un poco más.— Los ojos del cocinero se iluminaron de nuevo y en su entusiasmo hizo saltar los trastes que aún cargaba donde enderezó su espalda.

—¡Genial, más que eso!— De alguna manera se las arreglo para cargar todo en una sola mano y con la otra hizo la seña de que lo siguiera.—Seré rápido, lo juro.—

El pobre Tanjiro no tuvo opción más que seguirlo, grabando en sus pupilas el último brillo de la luna que alcanzó a ver antes de que volviera a atravesar las cortinas del puesto.

[...]

—¿Y por qué Tanjiro-kun trae una espada? No sé mucho del gobierno pero sé que llevar una katana por ahí está prohibido.— El espadachín veía desde su lugar como (T/N) movía las manos con tanta agilidad al rebanar vegetales que era satisfactorio a la vista.

—Es por eso que estoy aquí. En realidad muchas personas creen que las desapariciones se deben a demonios.— El sonido de los vegetales siendo cortados era repetitivo y por un momento sintió que el ruido sobrepasaba su voz.—Formo parte del Cuerpo de Exterminio de demonios.—

Y de la nada el sonido se detuvo.

(T/N) lo miró por encima de su hombro, ¿ese chico, un asesino de demonios? ¿Cómo es que el mundo no dejaba de sorprenderlo con cosas como esa?

Y luego estaba Tanjiro, rígido por el silencio en el ambiente, de entre todos los olores en el aire encontró uno. De naturaleza amarga y rancia, de pronto desapareció.

—¡¿Habrá algo más asombroso que eso!?— Dio un salto en su lugar y dejó caer el utensilio encajándolo en la tabla de madera.—¡Eres menor que yo y ya eres todo un guerrero! ¡Al mundo nunca se le acaban las sorpresas, ¿no es cierto?!—

De alguna manera Tanjiro se sintió intimidado por esa reacción. Se esperaba algo diferente.

—Gracias, supongo.— Aún así aceptó el entusiasmo con las sonrisas siendo cada vez más difíciles de formar. Sentía que algo andaba mal pero por más que quería divagar en ese pensamiento algo se lo impedía, más que nada el olor penetrante impregnado en el lugar.—¿Y por qué llevas tu puesto en lugares tan solitarios? ¿No te vendría mejor ir a la ciudad?—

—No me agrada el bullicio. Además ayudo a viajeros cansados, ¿cómo voy a abandonar a mi clientela por unos yenes fáciles?— Ahora hizo una pose excéntrica señalándose a sí mismo.—Al menos me siento seguro sabiendo qué hay un cazador en los alrededores.—Volvió a su posición anterior un instante y al siguiente ya tenía en sus manos un tazón que sacaba humo casi volcánico, sonrió con orgullo, hablaba en serio en cuanto a no tardarse.—Aunque siendo honestos, no he visto nada raro, menos un demonio... ¡tal vez me estaba vigilando y lo espantaste con solo llegar!— Dejó el tazón frente al espadachín con rapidez y, por primera vez, Tanjiro lo vió quejarse por la temperatura de este.—Si te quema es que está en su punto, ¡vamos, no me dejes con la espera! ¡Un cazador probando mi comida, es un sueño! ¡Un privilegio!—

—¡Gracias por la comida!— Frente a él tenía un plato hondo rebosando de katsudon, tenía una apariencia insuperable que hacía agua la boca y el olor era igual de agradable.

El estómago de Tanjiro volvió a rugir hambriento y no tardó en tomar una de las chuletas de cerdo con los palillos. Saboreó la carne cerrando los ojos sin estar consciente, su realidad pareció lejana hasta que tragó.

—¡Está muy bueno, (T/A)-san!... ¿Uh?— Está vez se llevó otra sorpresa, no encontró al cocinero al otro lado de la plancha. Era un silencio ensordecedor y por fin los olores se habían disipado. Tanjiro miró hacia todos lados, su desesperación aumentó de golpe cuando sintió el inexistente peso de la caja que cargaba consigo.

¡No estaba! ¡La caja y Nezuko no estaban!

Su respiración se iba haciendo más acelerada donde los olores a comida recién hecha se disiparon. Cubrió su nariz apenas distinguió otro tipo de aroma, ¡apestaba a sangre, apestaba a demonio!

—¿¡(T/A)-san!?— Salió corriendo del yatai con su espada ya en mano, se encontró con oscuridad absoluta, no había nada que observar, nada que distinguir. La luna se había extinguido sobre él y la tierra bajo sus pies había perdido color. El mundo se detuvo y los cascabeles dejaron de sonar.—¿¡(T/A)-san!?— Llamó de nuevo, su voz comenzaba a sonar rasposa, le era difícil pronunciar palabra y una sensación a asco invadió sus papilas gustativas.

Dió una vuelta sobre su eje, ahora el yatai había desaparecido y estaba flotando en un espacio en negro. El olor se hacía más potente y asqueroso que prefirió el persistente aroma de los vegetales hervidos. El sudor corría sin razón sobre su frente y no podía quedarse quieto sin sentir que lo vigilaban. Que algo se retorcía entre la oscuridad con diversión.

—¡Tanjiro!—

Reconoció el llamado en un instante, el cocinero estaba corriendo hacia él con una expresión de miedo. Sus ojos estaban llenos del indicio de lágrimas de estrés. Tanjiro olió miedo genuino entre tanto aroma a muerte.

—¡(T/A)-san, debe ser la técnica de sangre de un demonio! ¡Ten cuidado, por favor!— Comenzó a correr también hasta que ambos se alcanzaron. La carrera en la oscuridad pareció infinita hasta que vio su silueta hacerse más grande.

—¡¿Q-Qué pasó!? ¡¿E-Estamos muertos!? ¡¡No sabía que la carne estaba caducada, en serio!! ¡Los hongos suelen tardar más en salir!— Un tembloroso (T/N) buscó refugio detrás de la considerablemente baja figura de Tanjiro a comparación. El de pelo cobrizo permaneció en pose de defensa e intentó hallar la fuente de la peste nauseabunda en la nada que los rodeaba.

—¡Tranquilo, (T/A)-san! Ya lo resolveré, ¡solo no te alejes!— El grito de guerra de Tanjiro resonó en la oscuridad como un eco escalofriante. No podía distinguir nada, no había nada que distinguir.

La respiración acelerada del menor era bastante sonora, aminoraba la del cocinero sin esfuerzo alguno. Tenía ambos brazos tensos hasta un punto de ser doloroso.

Se sobresaltó cuando las manos de (T/N) lo tomaron de los hombros de la nada. Creyendo que era una señal de temor no buscó una razón, hasta que el mismo cocinero habló y contribuyó a la asfixiante sensación en el escenario teñido de negro.

—¿A Tanjiro le gustó mi comida?— Fue en un hilo de voz temeroso y algo infantil, algo que hizo temblar todo el cuerpo del cazador.—Quiero saber que piensas, ¿te gustó? ¿Te dió asco? ¿Te la acabaste? ¿La tiraste? ¿Fingiste?... Quiero saberlo todo... —

El ver sobre su hombro no fue la mejor decisión que pudo haber tomado, ya no estaba el chico de apariencia simple de hace unos segundos. Ahora estaba cambiado por completo, su piel de un tono nada natural, venas remarcándose en su rostro y con los colmillos mostrándose en una sonrisa que, en otras circunstancias, sería amigable. Las garras de sus manos se encajaron con fuerza en los hombros de Tanjiro, más este logró reaccionar a tiempo y cortó las extremidades para apartarse.

¿(T/A)-san...?— El supuesto cocinero miró sus brazos cortados en el suelo inexistente con el semblante neutral, ignorando por completo la pregunta.

Grosero... ¡eso fue grosero!— Levantó la mirada con fuerza, los ojos llenos de energía estaban deformados hasta solo expresar una sed de sangre enfermiza.—¿Así agradecen los cazadores? ¿Te rebanan apenas tienen la oportunidad?—

—¿¡Tú estas provocando esto?!—

—Solo quiero alimentar a todos, todos deben probar lo que hago, ¿por qué lo desprecian?— Los murmullos subían de volumen hasta que se transformaban en gritos. Sus brazos crecieron de nuevo en su divagación, ¿qué estaba pasando? ¿Todo ese tiempo aquel cocinero había sido el demonio? ¿Así atraía a las personas? ¿Aquí las asesinaba?—A ti te gustó; ¿quieres más?... —

El espacio se transformó a una habitación simple de aspecto nipón tradicional. Entre ellos se atravesaba una mesa baja pero sobre esta había algo que provocó más náuseas en el mareado Tanjiro.

Había un hombre asesinado sobre la mesa, con su caja torácica abierta, la piel estaba desgarrada y con una extremidad faltante. De ahí provenía el olor a sangre, más latente y penetrante que dificultaba respirar.

—¡Detente, (T/A)-san!—

—Sírvete, come todo lo que puedas. Hasta que vomites y puedas volver a llenarte, ¡comerás hasta que revientes!— Finalmente dió el primer paso, directo y con objetivo aquel demonio recién revelado. Este lo esquivó con habilidad y ahora estaba al otro lado del cuarto.—¿¡Te da asco?! ¡No dijiste nada cuando tenía todos esos adornos! ¿¡Por qué debo disfrazar la comida para que los malditos se dignen a dirigirle la mirada!?— Vociferó con ira y el espacio tembló a su alrededor.

—¿Adornos?... — Se preguntó a sí mismo en un susurro, no encontró una respuesta inmediata y pensó que ni debería escucharlo. Podría estar jugando con él, pero si no era así, eso significaba que... ¿la carne del katsudon... ?

¡Era carne de humano, una persona! ¡Comió carne humana! ¡El asco va creciendo, siente que va a vomitar! Pero no puede perder, ¡no debe rendirse!

—¿No te gusta el ingrediente especial? Era de un niño, sin enfermedades o parásitos, joven y en su punto, ¡la favorita de todos!—

No debía escucharlo, no tiene que ponerle atención. Piensa en algo Tanjiro, se repetía, algo útil y magistral como siempre lo haces. Algo que pueda ganarle a la habilidad de ilusión del rival.

Volvió a abalanzarse, sin éxito. La habitación había cambiado de nuevo, ahora estaba rodeado por mesas llenas de platos humeantes con el mismo olor agradable. Pero ahora qué sabía el origen dejaba de añorar el aroma. Desde su lugar se podía ver como el contenido de los tazones se teñía de tonos rojizos oscuros y comenzaban a burbujear, creando un sauna en cuestión de segundos. El chico de pelo cobrizo quedó a ciegas cuando el vapor llenó todo el espacio disponible.

¿Será que había mezclado su sangre con el platillo para activar su técnica?

Siempre son dos opciones, Tanjiro.— La voz venía de todos lados, no había una dirección a donde no querría cubrirse la espalda.—Eres el invitado, no me hagas cambiar eso.— Con su visión periférica alcanzó a ver la mano pálida acercándose a su rostro, sin oportunidad de esquivar recibió un arañazo profundo que lo hizo caer con brusquedad. Cuando creyó que sería lo único, recibió una patada que lo hizo alcanzar una de las paredes, impactó con tanta fuerza que resonó con un eco tenebroso.

De nuevo la oscuridad.

A duras penas logró ponerse de pie. Apretó con fuerza los párpados, no era real, eran ilusiones, ¿cómo romperlas? ¿Cómo salir de esa realidad retorcida? Con su corazón amenazando con salirse de su pecho volvió a abrir los ojos, las manos que sostenían la empuñadura de su espada estaban manchadas de sangre, tenía una mugrienta sensación de suciedad en su rostro y un cadáver frente a él le hizo creer que había comido como lo haría un demonio. Se exaltó tanto que retrocedió hasta que parpadeó varias veces, la habitación de nuevo cambió.

—¡No, ya basta! ¡Esto no está bien, (T/A)-san!— Por más que gritará nunca recibía una respuesta directa. Su voz hacía eco que se repetía de una manera nada normal.—¡Te gusta cocinar, ¿no es así?! ¿¡Crees que alguien va a disfrutar lo que preparas si los amenazas para que coman!?—

—Los obligaré a tragársela.— Tanjiro entendió el patrón, siempre buscaba su punto ciego para atacar. El susurro se escuchó a su izquierda y por inercia atacó a la derecha, atinando al pecho del demonio. La cuchilla se había abierto pasó casi hasta la mitad del torso, haciendo rugir al rabioso (T/N).

Sus manos pálidas tomaron la cuchilla sin importarle las cortadas que se creaba solo, mientras que Tanjiro seguía aplicando fuerza desde el empuñadura; se estancaron en un forcejeo para que la espada no se moviera, pero un demonio que devoraba personas casi cada noche sería difícil de igualar en fuerza.

—Toda esa gente, ¿a todos los atrajiste igual? ¿A todos les hiciste tener hambre?— Le preguntó, su entrecejo estaba tan arrugado por la expresión que tenía, el deseo de querer vengar a todas esas personas se hacía cada vez más grande.

—¡Ahí está el detalle!— Respondió con energía y una risa seca.—¡La ilusión de que tienen hambre! ¡Yo decido qué sientes y qué hueles, qué ves y qué crees que estoy sintiendo! ¡Todas ilusiones!— Tanjiro comenzaba a perder fuerza y solo podía hacer aún más presión con su mandíbula en un intento que desquitar su combinación de sentimientos. El demonio frente a él sonreía de manera desquiciada frente a todos los recuerdos de sus antiguos invitados.—¿No te gusta mi técnica? ¿No es genial? Seguimos aquí, ¿qué recuerdas como real? ¿¡Desde cuándo estoy usando mi técnica en ti, pequeño cazador?!—

Tanjiro lo vió abrir la boca, tanto que parecía estar por dislocarse la quijada, todo con la intención de abalanzarse a él. Las pupilas del espadachín se dilataron, ¿así acabaría? ¿Sus restos serían parte de otro retorcido platillo de ese demonio?

El rugido de (T/N) fue interrumpido bruscamente por un golpe que le atinaron en el rostro justo a tiempo. La fuerza fue tal que la hoja salió limpiamente de su torso y lo empujó unos metros más lejos de donde estaban.

La realidad cobró sentido cuando el cuarto desapareció, solo ilusiones, como había dicho.

—¡Nezuko!— Al fin una buena sorpresa para Tanjiro, ver a su hermana le trajo un gran alivio que no podría describir, detrás de ella estaba la caja, abandonada.

La chica de mechones rojos tenía la mirada fija en el cuerpo del demonio, las venas se remarcaban en su frente y bufaba como un toro. Estaba lista para volver a atacar.

—Mocosa demonio, ¡ni siquiera porque te ignoré!— Se quejó enderezándose sobre la tierra, el yatai había desaparecido y ahora solo era un claro en medio del bosque. Al levantar la mirada se notaron sus ojos inyectados de sangre y con la ira emanando de cada movimiento errático que hacían sus manos.—¡¡Haré que te tragues a tu maldita mascota!!— Gruñó con una voz de ultratumba que seguramente retumbó hasta el final del bosque, una parvada de pájaros salió despavorida de las copas de los árboles.

[...]

Tanjiro aún tenía el brillo en sus ojos, aún tenía esa pasión ardiente de luchar, no había nada que lo parece. Nezuko no se rendiría tan fácilmente, estaba atenta a todo y cubría a su hermano con una defensa casi perfecta.

Solo había un problema, (T/N) tampoco cedía y parecía darle igual el hecho de que el sol saldría dentro de poco.

En algún punto dejó de atacar y sólo esquivaba o los hacía confundir cuando usaba su técnica para pensar que estaban por atacarse entre ellos. Estaba jugando y esperando a que cayeran por el cansancio.

La oportunidad iba y venía. El hilo aparecía y se rompía frente a Tanjiro de un momento a otro, tenía muchas aperturas en su patrón de movimientos que de la nada cubría con una velocidad sorprendente.

—¿Cómo era esa frase?— Susurró al aire.—"Eres lo que comes".— Cuestionó mirando al cielo nocturno, la luna tentaba con desaparecer en cualquier momento y darle paso al amanecer.—¿Entonces porque aún no me siento humano?— Se cuestionó y de alguna manera su sonrisa se volvió una triste.

—No funciona así, nunca lo hará.— Tanjiro reforzó su agarre en la empuñadura de la espada, no podía creerse lo que su olfato le decía, podría tratarse de otra trampa.—Renunciaste a tu humanidad, (T/A)-san. Arrebataste vidas, ¡y eso es imperdonable!—

—¿Es que acaso los cazadores no saben cuándo callarse?— Con un tono de voz despreocupado terminó esquivando otro de los ataques del menor y logró contraatacar de vuelta apenas.—¿Crees que un montón de palabras decoradas saciarás el hambre de un demonio?— Suspiró hartado y se puso en defensa.—Eras más agradable cuando no me querías dar clases de moralidad. Acabaré con esto, me muero de hambre.— Alzó ambas manos y de sus uñas comenzó a brotar su sangre, preparando su técnica.—¿Qué platillo quieres que prepare con tu carne? ¿Y con la de la chica?—

Puedo poner sus ojos para remplazar el pulpo en el takoyaki. Con tus dedos puedo hacer tempura. Mezclar tu carne en un onigiri.

"Esta va de mi parte, Tanjiro."

[...]

—¿Eh?— Un parpadeo, solo bastó un parpadeo para una diferencia en la batalla. Tanjiro encontró una apertura, diminuta pero segura a la vez, ahora sólo miraba sus manos callosas empapadas de sangre, sangre de demonio.

¿Una ilusión de nuevo?

La idea se descartó cuando el olor de la ceniza invadió su olfato y nunca había extrañado tanto ese aroma como en ese momento. Suspiró aliviado cuando vio a Nezuko durmiendo recargada en el tronco caído de un árbol, y soltó otro suspiro cuando vio el cuerpo del cocinero desvaneciéndose lentamente. Apenas unos metros alejada estaba la cabeza aún consciente hablando para si mismo.

Guardó su espada y se acercó a paso lento hacia los restos de (T/N). Al llegar a su lado se hincó lo suficiente como para escuchar los susurros.

Enamora a un hombre por medio de su estómago, pero ese hombre no estaba interesado en mi, ¡lo devoré antes de una respuesta!— Soltó con la mirada perdida, al percatarse del espadachín dejó de hablar un segundo.—¿P-Por qué me mataste? Pudiste haber sido un platillo perfecto, el invitado ideal, ¡pero no! ¡No tenías intención de quedarte!— Vociferó.

A pesar de las incoherencias que soltaba el demonio Tanjiro lo veía con melancolía, por primera vez podía confiar en su olfato. Un aroma triste se fusionaba con el de la ceniza y resultaba en una combinación cuestionable.

—(T/A)-san... — Su cuello comenzaba a desintegrarse, su expresión coincidió con sus sentimiento. Terror, miedo a la muerte, miedo al infierno, desesperación.

¡Y-Yo soy... e-el mejor cocinero del mundo!— Balbuceó con los ojos bien abiertos, el color de estos se iban apagando a medida que su rostro desaparecía.—¡L-Las bestias, matan por placer!— Admitió como si fuese una gran revelación, algo que cambiaría el rumbo.—¿sangre?, ¡odio la sangre! ¡Y cómo chilló, como un cerdo en un matadero! ¿Para que raspar si nunca se acaba la inmundicia pegajosa?—

Ahí es cuando Tanjiro se dio cuenta, estaba delirando. Con una pena en su mirada sacó el pañuelo que solía traer el cocinero en su cabeza, lo observó un segundo y luego lo dejó sin atar en la frente del demonio.

—Eres el mejor cocinero, (T/A)-san... Incluso después de esto, es tu talento, y nadie te puede negar eso... — La mano callosa de Tanjiro tocó el cabello (c/c), (T/N) no le pudo responder pues la mayoría de su cabeza se había esparcido por el aire. Solo quedan sus ojos, llenos de lágrimas y fijos en el menor.

La mirada gentil del mayor de los Kamado, capaz de ablandar el espíritu más corrompido.

Con una última oración para el demonio, Tanjiro se puso de pie y se acercó a su hermana. Agradeciendo la compañía en un mundo tan hermoso como cruel.

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