Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Kageyama Tobio -≫ Haikyuu!!


- Pedido hecho por: Original.
- Advertencia: Primera vez que escribo sobre este personaje (solo he terminado la primera temporada jojooo).
- Relación: Hermano mayor.
- Número de palabras: Si.
- Aclaración:
• Ya he escrito esta cosa tres veces AAAAA
• Aguante Sugawara ú_ùv

▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

Nota;

Okay, okay, déjenme aclarar esto...

Admito que es largo, me emocioné y por ende me excedí. También sé que a muchos de ustedes no les interesan estos OS con temática familiar, y lo siento, pero es lo que más me divierte escribir.

Y aparte el siguiente OS (largo) que planeo es de amistad con algo de nostalgia (y algo angst, ay), no diré mucho pero también es de Haikyuu.

Así que les propongo esto, díganme qué relación quieren que aparezca en el próximo que escriba.

Perdón de nuevo por no poder escribir cosas románticas.

▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

≫ Túnel Carpiano

Es una afección en la cual existe una presión excesiva en el nervio mediano. Este es el nervio en la muñeca que permite la sensibilidad y el movimiento a partes de la mano. El síndrome del túnel carpiano puede provocar entumecimiento, hormigueo, debilidad, o daño muscular en la mano y dedos.

▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

—(T/N).— La voz seria y algo autoritaria resuena a tus espaldas y hace eco cuando choca contra las paredes vacías del pasillo. La vida alrededor de la escuela comienza a encenderse gracias a los clubs y estuviste cerca de salirte con la tuya de no ser por un descuido tonto. Suspiras al interior de tu casillero antes de cerrarlo, el impacto algo brusco es escandaloso y te arrepientes de la fuerza innecesaria antes de girarte para encarar a la persona detrás tuyo.

Ahí estaba Tobio, con el ceño algo fruncido y de alguna manera sabes que te está pidiendo una explicación en silencio.

Debiste ser más rápido, pero aún así no había forma de evadirlo. Te conocía muy bien, así como tú lo conocías a él.

—Tobio-nii, había olvidado algo, ¿por qué no te adelantaste?— Alzó una ceja a la espera de una excusa mejor, vuelves a suspirar y no puedes reprimir más la sonrisa cansada que te provocaba la situación.

—Vamos tarde, andando.— Con esa respuesta tan simple empieza a andar hasta donde menos querías ir, una fuerza invisible te obliga a seguirlo.

—Ellos no irán a ningún lado.— Cuando lo alcanzas te escondes detrás suyo cómo era costumbre, Tobio se percata de esto y te empuja para que camines a la par, también como era habitual hace oídos sordos a tus quejidos nerviosos.

Las figuras de ambos se reflejan en las ventanas y sin querer vuelves a pensar en sus claras diferencias. Desde las más simples como el tono de piel, hasta las más significativas como lo contrastante de sus personalidades.

La idea de ejercitarte era buena, pero pensar en el dolor de tus brazos y piernas al descansar, el sudor cubriéndote por completo para que te piel se ponga pegajosa, el ver como literalmente todos eran mejores que tú y al final darte cuenta que perdiste todo el día como para hacer algo más. Esas ocurrencias te bajaban el ánimo con tanta facilidad que terminabas escogiendo irte a casa temprano en lugar de darle una oportunidad.

De alguna forma Tobio terminó invitándote al club de voleibol sin una razón más allá de "hacer ejercicio te vendrá bien". Al intentar indagar parecía molestarse de la nada así que accediste sin poner mucha resistencia.

Debe creer que eres un perezoso, seguramente es eso. Todo por no decirle la verdad, parece que te habías buscado terminar en esa situación.

A pesar de no estar tan seguro sobre eso de unirte a un club tan dedicado como el de voleibol querías intentarlo, de cierta manera sentías que a Tobio le animaba la idea y aún no tenías la confianza como para negarte.

Pero eso no significaba que los nervios no te estaban afectando. Habías escuchado rumores sobre los miembros y sus forma tan intensa de entrenar. Algo te daba mal espina, como si desde antes supieras que no perteneces a un lugar así.

Estando a metros del gimnasio podías escuchar el impacto de los balones y algunos gritos de ánimo o para corregir. Te sentiste ansioso, con una necesidad enorme de salir corriendo en dirección contraria, algo no andaba bien pero no podías decirlo, tu garganta se había cerrado por el pánico y el único mecanismo de defensa que quedaba fue dejar de caminar.

Lo avergonzarás, lo harás quedar mal frente a su equipo, ¿por qué se arriesga de ese modo? ¿por qué tiene tanta fé ciega en un miedoso tímido como tú?

Tobio se detiene en la entrada del gimnasio pero no se adentra, vuelve a girarse para encontrarse con su hermano, tembloroso y dudando de si deberías seguir caminando. Intenta llamarte pero justo un grito proveniente de adentro lo interrumpe, el apellido de ambos resuena gracias al techo enorme y por impulso volteas también.

Titubea en si debe entrar o retroceder por ti, al final te hace una seña con su mano para que te acerques. Niegas, eso parece sorprenderle y enojarle a la vez.

Quieres irte a casa. Quiere escapar. No puedes con la presión. Una presión inexistente pero igual de devastadora a estar sometido a una real, ¿por qué están esperando tanto de ti? Apenas puedes hablar con alguien que no sea tu hermano, pero también esa era la razón por la que habías accedido a esto. No entiendes ni tu propia lógica.

Alzas tu mano derecha hasta que queda en primer cuadro para ti, parece normal a simple vista pero un temblor la sacude frenéticamente. Al intentar cerrar el puño es algo doloroso, tenue y más que nada molesto, piensas en decirle pero otro llamado te saca de tus pensamientos. Un chico bajo y de cabello naranja aparece, primero habla con Tobio y luego de recibir una respuesta se percata de tu presencia cuando el pelinegro te llama.

¿Él era quien ayudó a Tobio todo este tiempo? Quieres agradecerle y esconderte al mismo tiempo. Tal vez si gritas y luego sales corriendo sea el punto medio que tanto necesitas.

¿Por qué tiene que ser tan ruidoso?...

Hinata Shoyō, se presenta. Entre tartamudeos respondes a su saludo y luego de decir tu nombre completo sus cejas se alzan en sorpresa.

Esa expresión de nuevo.

—¡¿Kageyama!? ¡Pero tú... ! ¡Y él... !— Voltea a donde Tobio y regresa a ti, así sucesivamente hasta que se cansa. Sabías perfectamente lo que estaba pensando y en inercia soltaste un quejido que te llevó a morderte las uñas por los nervios.—¿En serio son hermanos?— Si bien Hinata no preguntaba con malas intenciones detrás lo viste así, cómo si te estuviera provocando o burlándose.

—Umm, si pero... ¿no? Q-Quiero decir, es más cómo... — Gruñes de nuevo e intentas disculparte con el chico, por alguna razón sigue sonriendo y está esperando por tu respuesta. Respiras hondo, enderezas la espalda y sin saberlo sorprendes a Hinata cuando dejas de estar encorvado, eras apenas unos centímetros más bajo que Tobio.—¡A-Adoptado!— Con el índice te señalas y sin controlar tu tono de voz terminas exclamando como si se tratase de un regaño. El pelinaranja se queda sin habla y la confusión se apoderó de su rostro, gracias a eso te percatas de tu descuido y vuelves a encogerte.

A unos metros de ustedes se encontraba Tobio, quien ya tenía una mano cubriendo su rostro mientras negaba resignado.

¡Oigan! ¿Por qué ustedes dos tardan tanto?— Ambos dan un salto de sorpresa y se percatan de la nueva persona que sale del gimnasio. Un chico que se veía mayor y por alguna razón sabías de antemano que era el capitán del equipo. Primero se dirige al pelinegro y aprovechas la oportunidad para darte la vuelta, atrapando la atención de Hinata que seguía con su mirada de curiosidad.

Un pie y luego el otro, lentamente hasta...

(T/N).— De nuevo eres llamado por Tobio, un tono de regaño, lo distingues sin mucho esfuerzo. Suspiras por inercia y te volteas de nuevo, primero das un saludo simple para el recién llegado pero sale más como un balbuceo, intentas disculparte por el disturbio pero al mismo tiempo buscas ser educado y presentarte.

Un día la paciencia con la que muestran sus sonrisas se terminará y sólo verás irritación en los ojos de las personas que toman la molestia de hablarte.

¿Demasiadas miradas? Sólo son dos desconocidos, debes ser mejor que eso. Sabes de qué eres capaz, sólo debes respirar y todo estará bien.

¿Estás bien?—

—N-No realmente.— Aprovechando de tu lejanía ahora utilizas la corta estatura del pelinaranja para esconderte, tu postura se encorva y los temblores te atacan de nuevo.

—Vaya, ¡no te preocupes, es normal sentirse nervioso! Antes de un partido siempre me duele el estómago— Recordaste las palabras con las que Tobio había descrito al chico, podías entenderlo, sus personalidades chocarían fácilmente y seguramente la honestidad desmedida de tu hermano haya provocado una que otra discusión, a pesar de esto no te parecía alguien malo, pero podría estar fingiendo, podría ser una formalidad, y eso es lo que más te aterraba.—. Oye, ¿por qué... ?— Hinata se hace a un lado para no estorbar pero de inmediato lo persigues para volver a refugiarte detrás suyo.

Las personas se fueron agrupando en la entrada del gimnasio a ver qué provocaba tanto escándalo. Todos estaban enterados del menor de los Kageyama queriendo unirse al club, según escucharon. Aquella figura alta pero encorvada por una tímida actitud fue un gran contraste con la estirada personalidad del otro hermano.

Podría haber confusión, pero nunca malas intenciones. Es lo que intentaste comprender desde la primera vez que pusiste un pie en esa cancha.

[...]

Reflejos de básquetbol, de nuevo.

Un ejercicio para recibir el balón comenzaba a ser tedioso con cada error que cometías. La inercia que te había dado tu antiguo club te llevaba a recibir el balón, todo bien hasta ahí, si no fuese que eran recepciones del deporte equivocado, atrapando la pelota y cerrando tus dedos alrededor de ella.

Demasiados accidentes, demasiadas escenas innecesarias. El pensamiento de estar avergonzando a tu hermano era constante, tanto que no ponías atención, una reacción en cadena que no podías corregir.

¿Recuerdas cómo es la pose para recibir?— Su voz es serena y aquella paciencia nunca antes vista en el mayor Kageyama hizo que la mandíbula de Hinata casi tocase el piso. Se puso en tu lugar y pensó en cómo sería si él cometiera esos errores, seguramente tendría que correr como nunca para salir ileso, pero cuando se trataba de ti parecía otra persona, totalmente diferente. De todos modos ver al pelinegro tan tranquilo era aterrador, sin importar cómo fuese.—Debes tensar los brazos y doblar las rodillas un poco.—

—Ah, s-si, si. Creo que lo tengo... —

La situación podría repetirse, podrías aparentar no tener talento alguno y tarde o temprano te echarán, cómo cualquier equipo que aprecia su integridad y que no estaría dispuesto a cargar con un calienta bancas haría.

Así fue antes, a principios del ciclo, de alguna forma te libraste de la exigencia de tener que practicar un deporte o hacer ejercicio y por un tiempo creíste que estarías en paz por el resto del año.

La tranquilidad de no tener que formar parte de algo sólo duró unos meses antes de ser arrastrado de nuevo a ese pequeño infierno. Ahora bajo la supervisión constante de Tobio, vigilando que no escapases, todo con la fachada del ejercicio para una vida plena y sana.

"Sana, qué absurdo", pensaste alguna vez. No todo en la vida era ser bueno en los deportes o tener la mejor condición.

El rechinar de los zapatos deportivos es molesto para tu oído pero no hay forma de aminorarlo, son tus zapatos. Un ardor rodea tus ojos y las puntas de tus dedos que tienen pequeñas cortadas por papel sufren igual, es culpa de tu sudor. No puedes respirar con normalidad, al hacerlo te duele un poco el pecho, pero está bien, lo estás disfrutando.

¿Disfrutando?...

Ni siquiera querías estar ahí en primer lugar. Ya decídete. Una voz que resurge en tus adentros sólo tiene comentarios pesimistas para ti y por lo mismo intentas callarla, aún sabiendo que es más fuerte.

Los músculos de tus brazos dejan de estar tensos y tu mirada queda atrapada en un punto perdido en la nada. Al otro lado de la red están tres chicos y a la lejanía escuchas llamados sin sentido, ¿que estabas haciendo ahí? Ese no era el plan.

Él te había obligado, no puedes disfrutarlo.

Pero tampoco quieres hacerlo quedar mal, ¿a quién debes poner primero? ¿Cuál causa suena más justa?

La última llamada de advertencia se escapa de tu realidad y todos en el gimnasio cortan su respiración por lo inminente. Un impacto alcanza tu frente, pierdes el equilibrio y finalmente caes sentado sobre el piso resbaloso de la cancha. Por alguna razón no duele pero sientes la presión del golpe y cómo lentamente esa zona comienza a palpitar.

Lo arruinaste. De nuevo.

—¡Yama!— Uno de los chicos de segundo año te llama, al principio parecía intimidante y busca-pleitos pero fue cuestión de la perspectiva nerviosa que tenías. Él estaba del mismo lado de la cancha, era tu compañero y por lo mismo fue de los primeros en llegar a donde estabas. El otro sujeto, rubio, aún más alto y con un porte algo engreído estaba conteniendo una carcajada, no tardó en molestar a Hinata y su habilidad de golpear con el balón a Kageyama, cualquier Kageyama.

Una de las sorpresas de ese día fue la facilidad con la que habías ganado un apodo, para diferenciarlos más que nada. Ambos respondían con el apellido después de todo y no tuviste el valor de decirles que podían llamarte por tu nombre una vez empezaron a discutirlo cómo si se tratase de algo serio e importante; al final la solución fue dividir aquella palabra. Tobio se negó a ser llamado "Kage" pero tú no tuviste problemas en ser referido como "Yama".

—¿Estás bien? ¡Oye, oye, oye! ¡Responde, Yama!— Después del ligero transe lo primero que distinguiste fue la extraña expresión en el rostro de Tanaka.

Alcanzas a ver a Hinata chocando contra la red y luego esquivarla para acercarse, totalmente alarmado y soltando disculpas sin cesar. No quería dar una mala imagen en tu primer día y mucho menos quería darle más material de burlas a Tsukishima, ese entrenamiento estaba siendo un total caos.

Sin embargo al ver cómo el pelinaranja se abría paso entre los que habían formado un círculo a tu alrededor lo primero que soltaste sin pensar fue una ocurrencia. Nada más que eso.

Te pusiste de pie para sorpresa de todos y con una voz casi inexpresiva exclamaste:

—¡B-Buen tiro!—

El silencio reinó y por detrás la misma pregunta seguía vigente, "¿realmente eran hermanos?". Seguramente Hinata estaría siendo amenazado si tan sólo hubiese atinado al otro Kageyama, pero ahora había sido recibido con un chiste malo y una sonrisa nerviosa, ni siquiera sabía cómo reaccionar.

Tobio se acercó y, cuándo respondiste que te encontrabas bien, apenas soltó un suspiro. No sabrías decir en qué estaba pensando pero seguramente de algo se arrepentía.

Justo lo que querías.

[...]

Las manos sudorosas hacían molesto sostener el poste metálico al que te aferrabas, incluso andar con esa pieza cargando era más laborioso de lo que debería. En realidad no tenías idea de cómo hacerlo.

Un reflejo te orilla a dirigir una mirada discreta al reloj en la pared lejana, no distingues los números exactamente pero con las manecillas es más que suficiente para saber la hora. Tu espíritu quedó por los suelos al darte cuenta que habías perdido todo el día entrenando, pensaste en las tareas que debías hacer al llegar a casa, en qué podrías cenar y en una excusa para encerrarte por el resto de la noche. En paralelo recordaste que debías idear una nueva forma de tener luz en tu habitación de tal manera que te dejase ver más allá de tus pies pero que a su vez no se pudiera ver por el espacio bajo la puerta.

No querías dañarte la vista usando una linterna y el brillo de tu lámpara del escritorio era muy potente, ¿una vela? Temías terminar quemando tus preciosas hojas, sin querer negaste y así terminaste ganando la mirada curiosa de la persona al otro extremo del poste.

—Entonces la caída no fue la gran cosa, ¿eh?— Sugawara se gana tu atención y cuando regresas a la realidad te das cuenta de que el poste ya descansaba en su base dentro del armario. Te sorprendiste un segundo, habías seguido en automático.

El mayor tiene una sonrisa en el rostro pero aún así puedes sentir una ligera preocupación, te resultó extraña y luego de notarla no pudiste interpretar sus palabras de forma burlona. Apartaste la mirada a otro lado, pensando en una disculpa sin final.

—L-Lo siento, me quedé pensando, ummm... — Entrelazas tus manos y las puntas de tus pulgares chocan una con la otra en un hábito nervioso. Un pequeño tic ataca tu mano derecha pero desaparece tan pronto como empieza. Suspiras escandalosamente al darte cuenta de que Sugawara espera por la segunda parte de la oración, aún cuando no tenías planeado seguir hablando.—E-En verdad no fue nada, estaba d-distraído y, uh... la adrenalina hizo que no me doliera. Y en parte me lo busqué... — Réplicas contra ti mismo, algo molesto, no por haber hecho en ridículo (aunque un poco tal vez) sino porque todos empezaron a preocuparse por un sinsentido.

Nunca habías tenido que hablar con un compañero mayor. Sientes como si estuvieras a punto de vomitar, un ataque de nervios que provoca un vacío en el estómago.

Las caídas y los golpes pueden ser algo común por aquí, pero eso no les quita importancia— A pesar de que estás acostumbrado a ser regañado y recriminado, el que lo haga alguien que apenas conoces le agrega peso. Pero a la vez es un grano de arena que contribuye a tu plan.—. En serio, (T/N). Si un día te lastimas debes decirlo; jugar herido sólo por hacerte el fuerte no trae nada más que problemas.—

Una risa cansada se te escapa sin querer. Decir que estabas herido, sin duda eso sería aún más escandaloso, al menos así lo veías.

Tienes un historial de lesiones y dolores un poco fingidos y exagerados, trabas que te ponías a propósito para tener las mejores excusas y por ende escapar de todo lo que implicara deportes.

Todo un escándalo por no ser lo bastante valiente como para decir que los odias.

Puedes ser un jugador casual como cualquier persona con un poco de energía pero sabías la diferencia entre el pasatiempo y la dedicación.

Esa era la pasión de Tobio, no la tuya. Y por ende no era más que peso muerto, lo que te hunde lentamente hasta que todo está en un punto sin retorno. Las palabras que se atoran en tu garganta así que intentas dar otras señales, cómo si fuera un juego.

Un juego dónde pierdes más de lo que ganas.

—P-Perdón, perdón... Recordé algo con eso, pero lo entiendo. T-Tendré más cuidado, Sugawara-san... — Lentamente los nervios se disipan y te das el lujo de sonreír levemente. Koushi frunce el ceño en curiosidad, no estaba del todo seguro y podría decir que algo en ti no le convencía.

Todo está en su lugar finalmente y el equipo se reúne en medio del gimnasio, las últimas palabras del capitán no entran en tu cabeza y no les prestas atención, piensas en irte y en cómo quieres quitarte las ropas sudorosas.

[...]

Tus cosas yacen en la esquina más cercana a la puerta del vestidor, sales antes que todos y lo único que te detiene es el tener que esperar a Tobio a los pies de la escalera metálica.

Todos son tan ruidosos, llenos de pasión y energía ilimitada; condición física ideal junto a esa facilidad para acaparar la atención. Te daba escalofríos pensar que era algo diario recibir esos discursos de motivación.

Les das una semana como máximo antes de que se rindan contigo.

¡Oe, Yama!— Nishinoya se desliza por el barandal y por un instante creíste que saltaría a tu espalda, pero no, tocó el suelo luego de que se terminaran las escaleras. Todo de forma hábil y con una sonrisa que te dejaba ver la seguridad con la que lo hacía.—Hemos tenido mejores entrenamientos, ¡pero seguro entrarás en calor en unos días! ¡Ánimo!— La energía desmedida del mayor era abrumadora, casi como la del pelinaranja, eran asombrosos y a la vez aterradores. Levantó una de sus manos para chocar los cinco pero no respondiste en ese instante.

Ánimo, ánimo, ánimo, ¿no saben decir otra cosa?

Tal vez lo dicen por pena, ¿un favor que le hacen a Tobio? ¿Ellos sabrán sobre tu gran e irresponsable "pereza"?

Esa forma de tratar de compartir una pasión es casi como estar manipulando a alguien.

Tus dedos se aferraron a la correa de tu mochila y tus ojos buscaron una excusa para escapar. Ignorarlo es maleducado y también quedarás en ridículo por tenerle miedo a un simple gesto. Al final de un suspiro cansado analizas la mano que sigue en el aire, lentamente alzas tu diestra y buscas una señal en las facciones del libero.

Umm... Yo, eh, m-me esforzaré, supongo... —

Noya toma la iniciativa y, con una fuerza despreocupada, impacta su palma contra la tuya. Un dolor agudo recorre la zona hasta la punta de tus dedos y termina en un hormigueo en la muñeca, sin quererlo te retuerces del dolor. Disimulaste un poco y le diste mérito a Nishinoya de tener una mano pesada, él sonrió orgulloso y rascó su nuca para aparentar modestia, lo que te tranquilizó al saber que no tendrías que explicar aquella reacción.

Ese día iba de mal en peor, sólo quieres irte ya.

No es su culpa, piensas, nadie sabía de tu condición y tampoco te diste la molestia de contarles. Creías que el curriculum de nuevo miembro ya estaba lleno de fantasiosas habilidades que no te pertenecían.

—¡Ja!— Hinata da un tropiezo en el tercer escalón final pero logra equilibrarse a tiempo, sin esperártelo para nada das un salto y retrocedes, el corazón te va de nuevo a mil por hora luego de todo lo que tardó en calmarse por el entrenamiento.—¡Oi, Yama! ¿Sabes qué todos los días le gano a Kageyama una carrera hasta el gimnasio?—

—Ya quisieras— El rival indiscutible del pelinaranja no se molesta en acelerar su paso en las escaleras, las manos en los bolsillos y los ojos cerrados por la nula necesidad de ver por dónde pisa gracias a su memoria.—. Y no alardees de cosas inventadas, quedarás aún peor después de tu bienvenida.— Al final el entusiasmo de Shoyō es aplastado bajo el sombrío gesto del pelinegro, instintivamente da unos pasos para alejarse y busca refugio a tu lado, no pudiste evitar compararte, la diferencia es que incluso si no había amenaza alguna buscarías refugio detrás de alguien.

Vieras por dónde lo vieras tu hermano siempre te parecería la persona más genial de todas.

¡O-Oye, al final me disculpé, ¿de acuerdo?!— Reconoces la escena y a donde podría llegar, algo te decía que era tu deber intervenir, por el bien de todos.

Das un gran suspiro y te preparas para hablar, con las manos en la espalda para poder sobar tu diestra, aún entumida pero en menor medida al menos.

—Uh... E-Está bien, no tienes que ser tan rudo, Tobio-nii. Fue mi culpa por no prestar atención; aún tengo los hábitos del basquetbol pero, umm, p-pronto me acostumbraré... —

Esa pequeña palabra fue detonante, cambió por completo la reacción de los otros dos chicos presentes. Lo que al principio sería un "gracias" por parte de Hinata se formó en una expresión de sorpresa que se le contagió a Nishinoya.

Él era el mayor al parecer. Lo que ellos no sabían era que se trataba de una diferencia de apenas cuatro días.

Si tú lo dices.— No lo veías muy convencido pero esa fue su respuesta.

[...]

El camino de regreso al principio fue tortuoso, el equipo casi completo formaba como una pequeña escolta que no se desarmaba hasta que los caminos se dividiesen, por si fuera poco se detuvieron en una tienda en medio de la calle.

Era cómo una rutina y, sin pensarlo mucho, te excluiste. Así como un observador curioso, y esa idea se reforzó cuando te quedaste hasta atrás por decisión propia, con pasos lentos con los que te sentías una especie de acosador persiguiendo su víctima.

Si bien sentías que esa tarde pudiste haberla pasado mejor no se sentía del todo como un desperdicio, habías logrado hablar casi de manera fluida con algunos de los chicos, por más triste que sonara ese era un nuevo récord para la timidez que te envuelve.

Debajo de la luz artificial de las farolas puedes ver lo enrojecida que están tus palmas, y al levantar la vista te das cuenta que es lo mismo para tus antebrazos. Habían dejado de doler pero tu mano derecha aún sufría en silencio, los movimientos entrecortados se veían con facilidad cuando quisiste cerrar el puño y luego de esa prueba mordiste un poco tus dedos para verificar tu sensibilidad.

No sientes los dedos.

De repente es más difícil respirar, con el vacío en el estómago que te avisa que algo anda mal, estás ansioso, desesperado, quieres gritar sobre lo que ocurre pero tendrías que dar tanto contexto que terminaría en una historia inventada.

Sacudes la mano frenéticamente, una y otra vez creyendo que así el hormigueo doloroso desaparecería.

Aceleras el paso hasta que alcanzas al resto, primero te escondes a un costado de Tobio sin saber que tendrías que reprimir el instinto de querer tomar el borde de su camisa cómo hacías cuando eran niños.

Un presentimiento hizo voltear al mayor para encontrarte, de nuevo cohibido y jugueteando nerviosamente con tus manos, indeciso, alarmado, conocía bien esos reflejos.

—¿Estás bien?—

"Claro que no. Odie este día, un desperdicio de tiempo. No me metas en tus asuntos. Si quieres parecer genial al pararte a mi lado por ser un completo inútil mejor búscate a alguien más."

—¡S-Si, si!... Todo bien, si... — Ves como sonríe apenas y da una palmada leve a tu hombro antes de responderle completamente fastidiado a Hinata por llamarlo con ese torpe apodo que tanto detestaba.

Primer día del perezoso sin condición física. Un desastre.

[...]

Unas gotas se deslizaron hasta las puntas de tu cabello e impactaron contra el escritorio, de inmediato sueltas tu lápiz y levantas la hoja para alejarla del peligro. Nunca lo terminarás si sigues así.

Vuelves a tomar la toalla que descansa en tus hombros para volver a restregarla contra tu pelo, una y otra vez que termina más desordenado de lo que esperabas. Seguro en querer terminar aquel boceto incompleto vuelves a tu lugar y atrapas el lápiz antes de que ruede hacia el suelo.

No puedes sostenerlo.

Es insoportable, no puedes aplicar fuerza sin que haya dolor de por medio. Haces una mueca, entre desesperación y molestia, prefieres levantarte bruscamente de la silla y lanzarte a tu cama antes que intentarlo de nuevo.

Ocultaste todo el rostro en la almohada para ignorar el exterior, los músculos de tus brazos se relajaron dándote una calma que nunca experimentaste antes y con esas pocas ganas de moverte apenas buscaste la sábana que descansaba en el piso para cubrir media parte de tu cuerpo.

Tu cuarto es un desastre al igual que tus hábitos, ni una pizca de luz natural entraba gracias a la pesada cortina frente a la única ventana. Incluso con todas esas advertencias seguías exponiéndote por horas a las luz artificial, tanto que ya estabas lidiando con el hecho de que usarías lentes tarde o temprano.

Pero no te molestaba en lo absoluto, sería el resultado y la consecuencia de una decisión propia, la respuesta a tus acciones y que sólo te afectaría a ti y a nadie más. Querías extender esa libertad de decidir un poco más pero al pensarlo parecía imposible.

Todo eso sólo son los pensamientos que tienes antes de caer dormido, con la luz encendida.

[...]

En el inicio de la segunda semana ya sentías las ganas de levantarte en niveles negativos.

La alarma suena escandalosamente aún y cuando el sol no tiene intenciones de ascender por el horizonte, un nuevo y desastroso día que sumaría más calambres a tus nada acostumbrados músculos. Tus intentos de entorpecer los entrenamientos usando la mano izquierda sólo provocó que todos te animaran a seguir practicando para dominar ambas manos.

"Ánimo, ánimo, ánimo. Cállense un rato."

No quieres levantarte, sólo quieres quedarte ahí, completamente quieto para no sentir dolor en los brazos ni en la espalda, no quieres dormir, tan sólo es ese extraño sentimiento de querer estar como un vegetal todo el día. Aquel que creíste haber olvidado cuando descubriste tu fascinación por el arte.

Un deseo así de simple de todos modos no sería escuchado.

—(T/N), arriba, llegaremos tarde.— Las sábanas sobre ti salen volando sin piedad alguna y el cambio de iluminación es más que irritante para tus ojos que apenas se abrieron. Gruñiste cuando te acomodaste al borde de la cama, te habías quedado hasta tarde, no entretenido o de manera irresponsable, simplemente fue una mala noche.

—Ya no puedo más. Sigue sin mi...

—¿Te enfermaste?— Sabiendo que no te estaba siguiendo la corriente clavaste la mirada a una pila de ropa que se escondía en una esquina, como si aquel montón de pestilencia tuviese las palabras que debías responder. Con la garganta seca y adolorida por dormir con la boca abierta es cómo finges interés en algo más.

Es la oportunidad que querías, dile ahora.

—Se podría decir. Ummm... — Te levantas y entre los papeles regados de tu escritorio encuentras la impresión llena de texto, Tobio te sigue con la mirada impaciente por saber que ocurría y cuando le hiciste un gesto con la mano para que se acercara lo hizo más rápido de lo que esperarías.

El deporte es bueno para las caídas de ánimo, es saludable y ayuda a las personas. No hay forma de que te esté lastimando si no es por una lesión directa.

—¿"Túnel carpiano"?— Sus ojos se desplazan por la lista de síntomas y causas, se sorprendió al ver que incluso los deportistas lo podían padecer, también las personas que pasan mucho tiempo escribiendo con una mala posición en la muñeca.

Tobio-nii, creo que lo estoy desarrollando... O se está desarrollando, no lo sé, umm... desde hace tiempo duele incluso cuando cierro la mano; no es b-bueno automedicarse pero... — Sigues buscando entre las hojas para encontrar la específica de las formas de prevenirlo pero el sonido del papel siendo arrugado té interrumpe, cortas tu explicación de golpe y antes de eso tú hablar se convirtió en un murmullo torpe e inseguro.—¿p-por qué la maltratas?—

—Lo estás haciendo de nuevo, ¿verdad?—

No te cree.

—¿Qué cosa?—

Pastor bromista, ¿hay un lobo entre tus ovejas? ¿acaso temes por tu rebaño? Pero que sorpresa cuando, luego de tantos engaños, ni el más bondadoso de los hombres vele por ti. Pastor bromista, esto es lo que te mereces.

Ahora es una competencia de miradas, la cuál sabías que perderías apenas abriste la boca y confrontaste a tu admirable hermano.

Tonos de piel distinto, rasgos diferentes, comportamientos opuestos, ¿esa palabra es una formalidad? No hay sangre de por medio, nada los une.

"No, no, no pienses eso, ¡no quiero eso!"

En serio, (T/N). Haz hecho esto de intentar de librarte de los clubs desde que comenzó la escuela, ¿por qué?—

—¡E-Esta vez es cierto, Tobio! ¿¡P-Por qué crees que he intentado usar mi mano izquierda!? Incluso escribir me lastima si lo hago mucho tiempo, ¡golpear el balón y cerrar los puños tan rápido es mil veces peor!—

—Pero si te estabas haciendo daño, ¿por qué lo dices hasta ahora?— Notas como no está convencido pero muy por dentro el espíritu de un hermano mayor preocupado es retenido para no salir de manera exagerada, tenía un punto y si estuvieras en su lugar tampoco te creerías, pero no había razón más allá del miedo a lo que justamente diría.

"Por qué Tobio-nii se veía feliz de que estuviera en el club también."

Más desanimado, entristecido, con la mirada apagada y a cierto punto haciendo todo en automático. Deseando que el día termine y no necesariamente esperando al siguiente amanecer.

Ya no son oportunidades, es una rutina que te está acabando.

—Déjalo mejor... — Sin explicar nada más finges ordenar las cosas en la mesa antes de buscar la salida de tu habitación para alistarte hacia otro día exhaustivo.—Supongo que te seguiré, cómo siempre.—

Un lamento disfrazado como una declaración de guerra.

—¿Por qué tanto esfuerzo en abandonar el club?— Pregunta y eso basta para detenerte, vuelves hacia él y sigue leyendo, o aparenta hacerlo. Empiezas a jugar con tus manos.

—N-No es lo mío, nada más, algo me dice que no pertenezco ahí.—

—Eso no basta, ¿qué harás entonces? Sólo llegarías a casa para encerrarte todo el día.— Das un salto completamente intimidado, no esperabas esa reacción, fue extraña incluso para el carácter fuerte del acomodador.

Algo dentro de ti se retuerce y entiendes que es el inicio de una pelea, cómo cualquier par de hermanos, cómo cualquier par de personas con diferencias. Tus manos ya no se mueven nerviosas, ahora encajas tus uñas en tu mano sana para no soltar algo que no debes.

—¿¡Eh!? ¡¿Y-Y a ti que te importa en lo que invierta MI tiempo!?—

"¡Sé que soy inútil, por eso quiero serlo tranquilamente, sin estorbar o molestar, apartado, encerrado!"

Esa pregunta en específico parece molestarle aún más, no lo demuestra pero puedes percibirlo. Con tanta facilidad que es aterrador.

—Seguirás en el club.— Sentencia.

Niegas.

Todo el veneno guardado se desborda, te enferma a ti también por el exceso. Es entonces cuando no te das el tiempo de pensar en el poder de las palabras.

—Si necesitas a alguien que te haga parecer más genial de lo que aparentas entonces busca a otra persona, Rey de la-

Un impulso te ayuda a callarte a tiempo, pero aún así es tarde. Los colores se te van del rostro al presenciar la expresión impactada y algo dolida de Tobio, habías presionado la fibra más sensible, justo el recuerdo de un pasado molesto y aún así lo habías dicho.

Lo viste salir, a paso apresurado, desquitando su montón de emociones negativas contra la puerta cuando la azotó, las hojas salieron volando por la ráfaga que se creó y una lluvia de mentiras te rodeó. Todas cayeron al piso sin ruido alguno, ningún sonido que pudiese disfrazar tu sollozo.

[...]

A pesar de aquella discusión inesperada el pelinegro aún iba a buscarte, esta vez no sabías si era como venganza de obligarte a ir o porque la rutina se lo dictaba, algo te decía que era una mezcla de ambos. Planeabas ignorarlo, más que nada por no poder verlo a la cara.

"¿Por qué soy yo el que va a disculparse?"

Piensas, luego niegas; esos pensamientos negativos eran los que habían empezado todo, eran los culpables de ese caos y aún así seguían tan libres en tu cabeza como siempre.

Hay otros modos de mostrar tu molestia.

Un voto de silencio entre ustedes, los días corrían y la única razón por la que se encontraban en la escuela era porque coincidían en los mismos lugares.

No sabían para nada como disimular, desde que llegaban al gimnasio hasta en medio de la práctica, un pase desviado, un mal remate hecho a propósito, una levantada sin cuidado, era una batalla silenciosa y absurda de ver desde fuera.

Pero ese día sería peculiar, no necesariamente en el buen sentido.

Cuando el descanso llegó fuiste detenido por Hinata a quien la curiosidad ya le estaba afectando, además de que había sido quien perdió el juego de manos para que alguien preguntara sobre lo que ocurría en realidad.

—¡Yama!—

Ese apellido, no es tuyo, es prestado, es puesto por encima. No estás a la altura de esa palabra extravagante, ¿cierto?

Cuando te giras para atender el llamado tienes una expresión sombría, no estabas encorvado y en general parecías otra persona totalmente diferente. Shoyō sintió un mal presentimiento recorrer su espalda, sabiendo de antemano que debería escoger bien sus palabras, es como si alguien le hubiese avisado que era el mediador de una posible guerra que sólo espera un detonante para estallar.

Llámame (T/N), Hinata-san... — Recordabas a un fantasma o a un zombie, como en esas películas de terror en las que una persona de espaldas finalmente se voltea a la cámara para mostrar una espantosa herida. La diferencia es que tu maldición es una recaída de animo espantosa, la única energía que tenías se utilizaba para sabotear a Tobio cada vez que era su turno en un ejercicio y para esquivar los balones que te lanzaba de vez en cuando.—¿Qué ocurre?—

—Ummm... t-te quería preguntar... — Buscó a Noya y a Tanaka detrás tuyo, fingían no prestar atención y entonces supo que estaba sólo en esto. Se resignó a que tendría que sonar convincente y sus ojos se desplazaron por el gimnasio para encontrar un nuevo tema del que hablar. Entonces centró su atención en la venda que estaba a medio colocar en tu mano derecha, estaba seguro que hace unos días no la traías y pensó que sería buena idea indagar en eso.—Quiero decir, pareces tener experiencia jugando pero también parece que te limitas a ti mismo y, uh... ¿cómo te lastimaste? ¿estás bien?— Dio un toque en tu mano y la retrajiste levemente de manera involuntaria.

—Auch, ten cuidado.— Esa reacción fue dicha con una voz tan monótona que parecía fingida.

—¡Lo siento!—

—Ah... Está bien, me ha dolido más por escribir— Agarras el extremo de la vende para terminar de enrollarla, desde tu pulgar hasta casi la altura de tu codo, un olor potente a medicina para el dolor muscular salía de esa tela arrugada.—. No es nada grave, gracias por preocuparte.— Hinata arquea las cejas, intimidado por la sonrisa apagada que viene junto a esas palabras vacías. Algo andaba muy mal, podía sentirlo.

Iba a hablar de nuevo pero entonces te alejas rápidamente de donde estabas, sin saber la razón hasta que un balón a toda velocidad pasa entre ustedes, apuntando justo al lugar al que estabas hace unos instantes. Tu reacción fue tan acertada que pareció planeado.

Pero no era así.

Volteas hacia el otro extremo de la cancha y sus miradas se conectaron sólo para pelear en silencio; Hinata estaba en fuego cruzado.

Buen tiro—Susurras.—, Rey de la cancha, ¡hmm!— Mientras te encaminas por el balón dejas al de menor altura sorprendido, creyendo que había escuchado mal, ¿por qué de repente los que parecían hermanos inseparables se atacaban a muerte? No entendía nada pero los mayores ya comenzaban a teorizar lo que ocurría.

Un saque así no podría ser ignorado por nadie, la atención de todos fue centrada hacia el que lo había hecho y más de uno se sorprendió al ver que era Tobio quien estaba aterrizando luego de su salto.

Era hora de intervenir.

Daichi suspiró, lo que menos necesitaban ahora era una pelea que terminase con alguien lastimado. Primero fue hacia Tobio y en contraparte Sugawara fue por ti para que no tuviese una excusa de esconderte.

El capitán era intimidante, su porte era tan parecido al de una autoridad que sentías la necesidad de pararte derecho y con los hombros tensos. La inquietud creció lentamente pero por primera vez no podías recurrir a tu hermano para esconderte detrás suyo estando unos pasos alejado, te dabas cuenta de lo mal acostumbrado que estabas a escapar de situaciones así, eran reflejos que tenías que borrar.

Aún así empezaste a juguetear con tus manos, como hacías cuando estabas preso de los nervios.

—¿Cómo te hiciste eso?— Te pregunta y lo ves apuntando a la venda, debían creer que aquella herida era la causante de todo.

En parte lo era.

Ibas a responder, pero Tobio se te adelantó.

—Se cayó y aterrizó sobre su brazo seguramente.—

Aún no te creía, pero ya no te interesaba en lo absoluto.

Encajaste tus uñas en tu mano sana para no descontrolarte, un revoltijo de emociones comenzaba a manifestarse, ira, tristeza, y unas enormes ganas de disculparte.

Odias los deportes, odias el voleibol, ese maldito juego te había llevado a esta situación. Se había llevado lo divertido que era pasar tiempo con tu hermano y ahora dejó atrás sólo esa necesidad de gritar hasta quedarte sin voz.

H-Hace unos días me atraparon la mano con la puerta de un casillero, la enfermera dijo que podía seguir jugando... — La mentira te sale naturalmente, pero no por eso te creería.

—¿Uh? No es cierto, (T/N)-san— Los tres se sorprenden al escuchar a Hinata intervenir, a pesar de no saber a qué se refería podías sentir tus manos sudando acompañando al nudo que tenías en la garganta.—. Conozco esa herida, mis amigos en la secundaria se la hacían mucho por no saber cerrar bien el puño cuando recibían el balón— Su explicación es tan acertada que temes por tu mentira, ya estabas pensando en tu posible respuesta y en silencio le rogabas que se callara.—. Tienes casi todo esto enrojecido y algo inflamado, ¿verdad?— Señala alrededor de su pulgar y por alguna razón sientes que su sonrisa es para burlarse, tragas antes de asentir. Es entonces que te sentencias a ti mismo una vez que los cabos sueltos comienzan a unirse.

—¿Es algo como un error de novato?—

—Se podría decir.—

"Por favor, cállense."

Tobio intenta parecer indiferente, pero su atención está puesta en los gestos que hace Shoyo; teniendo él la ventaja de conocer tu verdadera habilidad en el voleibol una lesión hecha a propósito era lo que necesitaba para tener la razón, nada de Túnel Carpiano, era otra excusa para escapar.

Sentías un mal presentimiento, como un aviso que anticipaba las palabras engreídas que uno se siente con el derecho de soltar luego de ganar una discusión, aquellas que sólo destruyen.

—Ellos cerraban el puño, uhh... así.— Su pulgar terminó rodeado por el resto de los dedos de su mano en una pose que ejerce demasiada presión sobre la articulación, tanta como lastimar gravemente a largo plazo. Escuchaste a alguien del resto del equipo soltar un sonido parecido a un siseo, para dejar en claro que el sólo ver esa posición era doloroso.

Al igual que tu primer día ahí todas esas miradas curiosas están sobre ti.

Te sientes diminuto, al descubierto, nunca mejor dicho en realidad. Esta sensación es nueva, es algo que va más allá del pánico, no te atreves a levantar la mirada y por lo mismo te pierdes viendo la forma en la que las vendas de enrollan en tu brazo. Más abajo está el piso del gimnasio, ¿tienes el derecho de estar ahí?

Sientes cómo si se fuera a caer. No hay nada ahí, no sientes nada, vas a perder la mano.

Les estás haciendo perder el tiempo, pero el terror a hacer quedar mal a Tobio ya no es el tema principal, simplemente quieres dejar de parecer patético. Una nueva necesidad de querer desvanecerte y que todos te olviden.

Quieres llorar.

"Yo no tengo que demostrarles nada, no estoy obligado, son un montón de desconocidos, ¿qué les interesa?" Una discusión surge en tu mente, el lado negativo pisotea al instinto de pedir disculpas a diestra y siniestra.

—¿Yama?—

"Soy (T/N), nada más".

—(T/N), no te sientas mal; todos supusimos que sabías jugar porque... bueno, ustedes son hermanos, y... —

Esa palabra, no era más que una formalidad, ¿no es así?

Por alguna razón todos esperaban a que hablaras, esperaban algo que lograse aclarar la situación, pero no estabas dispuesto a dirigirles la palabra. Tu corazón tenía un ritmo irregular y retumbaba en tus oídos, el sudor comenzaba a deslizarse por tu cara al igual que el de los demás.

"Qué pérdida de tiempo." Piensas.

—¿Por qué no vas a la enfermería de verdad antes de que hablemos de esto, eh, (T/N)?— Tan sólo asentiste antes la petición del capitán, en ese momento las agujetas de tus zapatos parecían la cosa más interesante del mundo.—Tobio, ¿te importaría acompañarlo?— Daichi se gira hacia el acomodador, con la idea de que podrían hablar camino allá sin tener que soportar la presión de todos escuchando.

Pero nada sería tan fácil.

—Él sabe a dónde ir.—

Todos parecían sorprendidos, todos menos tú. Tenías una expresión un tanto curiosa, no era tristeza, estabas dolido y en teoría ofendido. Pero estaba bien, incluso te burlaste de ti mismo por esperar algo distinto.

El trayecto hacia la enfermería ya estaba grabado en tu memoria, por lo mismo te diste el lujo de caminar en automático. Nadie se molestó en detenerlos cuando cada uno tomó su lado pero recibiste un montón de palabras de apoyo antes de cruzar la puerta del gimnasio.

Grave error.

—(T/N)-san, si sirve de algo, no te sientas mal sobre lo de tu mano. Con algo de practica podrás corregir eso, ¡ánimo!— Hinata tenía otra intenciones pero debió escoger mejor sus palabras. Su sonrisa te molestaba tanto que nunca creíste que serias capaz de sentirte así.

Tensas la mandíbula y tus manos forman puños en donde desquitabas tu irritación, sin importarte el dolor, sin pensarlo mucho. Finalmente levantas la mirada, bruscamente y lo suficientemente rápido para hacer que Shoyo se sobresaltara.

"Ánimo, ánimo, ánimo. Cállense."

—¡Por un demonio, ¿pueden callarse?!— Vociferas.—¡Lo estaba haciendo apropósito! ¡Desde que entré quise parecer tan inútil para no me soportaran!— Aquel desahogo resuena en el eco del techo metálico y nadie en el lugar resulta ajeno a la confesión. Das un paso adelante y tus ojos sólo expresan todos los lamentos contenidos por meses, una mirada sombría que contagiaba la tristeza.—¿¡Qué tengo que hacer para que me echen de este equipo!? ¡¡Maldita sea!!—

Y entonces sales corriendo.

Ese no era el plan, es lo único que recorría los pensamientos de Tobio, se había excedido, lo reconocía, pero tampoco supo cómo detenerse; pensó que te adaptarías a la situación cómo acostumbras pero incluso alguien tan paciente como tú tiene un límite.

Esto debía ayudarte, ¿qué había salido mal? Ahora se daba cuenta de que eras tan obvio por una razón, no querías disimular, querías que todos se diesen cuenta. Recurrías a rebajarte tanto para que por la lástima todos te dejasen tranquilo.

Hace tiempo había escuchado que incluso de manera involuntaria los hermanos menores imitan a los mayores, será una diferencia de días pero ya lo tenías a él en el pedestal de ser el mayor; no sonaba tan descabellado el que actuases así de diferente porque él había empezado a ser cortante primero.

O en realidad sólo fue la oportunidad perfecta que necesitabas para decir lo que realmente piensas.

Cualquiera que fuese la razón ya había hecho tanto daño que era difícil recordar como era antes de que explotaras. Debía arreglar las cosas, incluso si las palabras no se atrevían a salir de su garganta.

Es lo que un hermano hace, ¿no?

[...]

—(T/N).— La voz apagada y algo entristecida resuena a tus espaldas y se pierde entre la sinfonía de ruidos en la zona urbana.

—Piérdete— En la entrada principal de la escuela, a un costado más bien, están los enormes contenedores de basura, esos hechos totalmente de acero y de un color verdoso que es fácil de identificar. Uno de esos contenedores tenía la tapa abierta y aprovechaste aquel descuido para sacar uno de los cuadernos que cargabas en tu mochila.—. Vete a seguir entrenando o algo, me iré a casa.— Aquella libreta no tenía escrita ninguna materia en la portada y en general se veía maltratada por el peso de los demás libros, las hojas estaban llenas de trazos que aspiraban a ser bocetos bien definidos y una que otra nota de referencia, pero eso ya no importaba. Cuando la abriste en una página al azar con la mano izquierda tomaste el extremo de varias páginas y las arrancaste sin piedad.

De todos modos ya no podrías seguir practicando si cada vez que sostenías el lápiz tu mano se tensaba y comenzaba a temblar.

—¿Qué estás haciendo?— Tobio tenía problemas para respirar de manera tranquila luego de la larga carrera que tuvo que hacer para encontrarte, con la posibilidad de que ni siquiera estuvieses en los alrededores. Tenía una misión que completar, pero no sabía por donde comenzar tan siquiera.

Lo que antes serían unos pasos temerosos con un semblante preocupado ahora sólo fue una caminata que pasó de él junto a una mirada aburrida. Luego de tirar todas esas hojas tomaste tu mochila sin siquiera darte la molestia de cerrarla, no mentías, de verdad planeabas irte por tu cuenta.

—Cuidado camino a casa.— Ignoras su pregunta de nuevo y prefieres empezar a alejarte. Ojos enrojecidos por soportar las lágrimas, manos temblorosas gracias a los nervios, espalda encorvada para intentar esconderte, piernas debilitadas que apenas se resignan a caminar; un día desastroso y una escena vergonzosa. No había forma de reparar eso.

—¿Me dejarías explicarte?... — Por alguna razón te detienes. Una combinación extraña, curiosidad, también irritación, estabas dispuesto a escuchar, pero no dudarías ni un segundo si era la misma respuesta aburrida de una vida sana y los beneficios del ejercicio.

Estabas harto de que te lo restregaran en la cara.

Te giras apenas para verlo y él lo toma como la respuesta que necesitaba. Es entonces cuando te percatas de lo que traía consigo, una de sus manos sostenía una vieja revista, la portada estaba rota y la contraportada había sido arrancada hace tiempo, unas páginas faltaban y otras estaban dobladas de las esquinas, la pobre pasta simple se aferraba a mantener unidas aquellas hojas maltratadas.

Una vieja revista de investigación con publicaciones mensuales, pero esa en especial parecía estar dedicada al deporte.

Tobio titubea al buscar entre el número de las paginas restantes, algunas de sueltan al darles vuelta y terminan siendo sostenidas debajo de su brazo, continúa así hasta que sus ojos se posaron más tiempo en un párrafo en específico luego de tanto desastre. Frunce el ceño, decidido pero también nervioso, no sabrías describir bien esas expresión pero te gana de nuevo cuando arranca la hoja.

Tenía la esquina inferior doblada y en general estaba pintada de marcatextos anaranjado, el título resaltaba con una tipografía simple pero más grande que el resto "El deporte luego de una tragedia", se lee apenas por el desgaste.

Empezó con los beneficios de hacer ejercicio, recomendaciones de los doctores, profesionales dando anécdotas personales y el tercer párrafo ya tenías suficiente para querer romper esa página.

—Sigue leyendo.— No levantas la mirada, las imágenes descoloridas parecían más importante para ti en ese momento. Llegas a la parte que está resaltada, una lista de deportes y rutinas recomendadas pero lo interesante estaba justo después, aquellos malestares que supuestamente eran resueltos con una sesión deportiva.

"[...] además, según se sabe, el deporte ayuda para disminuir el estrés y la ansiedad. Mantiene la mente ocupaba y fomenta el interés de los sujetos, encontrando pasatiempos que prolongue la felicidad de sentir que se invierte bien el tiempo; de esta manera no se detona la experiencia negativa en los recuerdos."

No entiendo.— Sentencias y extiendes la hoja de nuevo hacia su dueño, quien niega y gruñe, buscando las palabras que parece desconocer.

—Casi siempre pareces estar triste— Dice.—. No sabía si era por la escuela o por algo de lo que no querías hablar, así que... pensé que unirte al equipo ayudaría un poco... — La página se libera de tu agarre tenue y sale volando a unos metros hasta caer, balanceándose con el viento; sigues intentando comprender lo qué quería decir.—, pero sólo lo empeoré y me emocioné tanto que olvidé para qué era en un principio, yo... lamento no haberte escuchado— Comienzas a revisar todo y te das cuenta de la rigurosa investigación que también llevó por su lado, tal vez no de un malestar pero si de una cura, una universal que no requiere de especificar la razón, ese era algo que esperarías de él.—, y, uh, perdón por haberte dicho todas esas cosas también.—

El silencio tarda más de lo esperado en romperse, y en si lo primero que obtuvo fue una risa seca, alzaste tu mano adolorida tan sólo para sobar tu nuca.

—¿Triste?— Asiente.—Mmmh... No es eso; más bien... es cómo... a-ah, ni siquiera sé explicarlo... — Un gruñido se te escapa sin querer, ni siquiera en un momento así te puedes poner de acuerdo contigo mismo.—... creo que, eh, tal vez era porque no me gustaba que me compararán contigo, ¿sabes? Los deportes son lo tuyo, y en verdad quería alejarme de eso, ja... —

—Supongo que entiendo por qué no querías decirlo entonces.—

Silencio.

Disculparse es realmente difícil.

—Tu forma de preocuparte es muy rara, ¿sabías?— Es raro hablar directamente sobre lo que le pasa por la mente a uno, son cosas que siempre te guardas porque no crees que haya necesidad de involucrar a los demás. Lo triste es que una cadena de malentendidos habían ocasionado una guerra, una guerra realmente tonta, ahora te dabas cuenta.

Hace un segundo querías desconocerlo como tu hermano.

Piensas en que aquel enojo no necesariamente era por llevarle la contraria, ¿tal vez un sentimiento impotente de no poder ayudar? Que intento tras intento todo fuese pisoteado por tu desanimo, cualquiera se sentiría menospreciado en ese caso. El otro lado de la moneda era igual de importante después de todo.

—Si, supongo que si— Ambos sonrieron pero en un segundo la mirada de Tobio cambió a una curiosa.—¿Y qué eran todas esas hojas que tiraste?—

Abriste los ojos completamente, como si te hubiese percatado de algo aterrador, lo cuál sin duda lo era. Dejaste caer tu mochila para girarte hacia el contenedor.

—¡Mis dibujos! D-Demonios, uh... — Te inclinas para ver el interior del basurero pero tu brazo no alcanza ni siquiera a rozar las paginas que seguían en una pieza.—¡Tobio-nii! ¡A-Ayúdame! ¡Debo sacarlas!—

Había muchas cosas que le faltaban por ver a alguien tan joven como Tobio pero sin duda no creyó que una de ellas sería a su hermano menor trepando hacia dentro de un contenedor de basura.

—¿Dibujos? ¿Hace cuánto tú... ?

—¿Dónde están? ¿Qué es esto? ¿Un recibo? ¡N-No, no, no!— Tu cabeza sobresale del basurero un segundo, buscando aire limpio y no el apestoso olor de los restos del almuerzo.—¡Oh, mira!—

—¡(T/N)!— Luego de la segunda docena de llamados Tobio prefirió no seguir insistiendo, tampoco es cómo que escucharías tan fácilmente.—Por cierto... también quería decir que te debo una, así que... si quieres que haga algo por ti, pues-

—¿¡Hablas en serio?!— Saliste tan rápido del contenedor que lograste asustarlo. Sentía que iba a arrepentirse, pero no es como que pudiese arrepentirse.

Luego de mucho tiempo tus ojos brillaban con una emoción genuina que le trajo recuerdos de cuando eran niños.

[...]

—¿Uh? ¿Qué está haciendo Kageyama?— La pregunta de Hinata tardó en ser respondida, todos en el gimnasio estaban atentos a cómo Tobio levantaba el balón, unos pasos bastaron antes de impulsarse en un salto para la pose de saque. El cansancio era notorio y estaba empapado de sudor, su respiración era frenética y su fuerza estaba comenzando a fallar.

—Ha estado así por casi una hora.—

¿Y... bien?— Preguntó el pelinegro con el poco aliento que tenía.

—¡De nuevo, Tobio-nii!— En cambio tú estabas a un costado de aquella mitad de la cancha, cuaderno y lápiz listos y con la mano derecha rodeada con una especie de muñequera, presumiendo del comienzo de tu tratamiento.

—Lo bueno es que ya no están peleando, ¿no creen?— La sonrisa se Sugawara era un poco más alargada, sabiendo de algo que los demás no, Hinata tardó pero al final se percató de ese gesto.

—¿Sabes que está pasando, Sugawara-san?—

—(T/N) le pidió a Tobio posar para dibujarlo, así que han estado así por un rato.—

—¿Y por qué no toman mejor una foto?— El acomodador estaba preparándose para saltar de nuevo pero alcanzó a escuchar ese comentario. Tenía razón, ¿por qué tenía que hacer un saque una y otra vez?

¡(T/N)!

—Ja, ja... —

Una vez fuiste descubierto sabías que era hora de correr. Sonreíste hacia Tobio, encogido sobre tu cuaderno. Quisiste excusarte mostrando tu boceto pero no sirvió de mucho para escapar de la furia del mayor.

—¡D-Dijiste que harías lo que te pidiera! ¿Un poco de esfuerzo comparado con todos esas semanas en clubs? ¡Vamos, por favor, sólo una vez más!—

—...— Arrugó el entrecejo, su exhausto ser sólo podía respirar por medio de bufidos que sólo empeoraban su apariencia. Chasqueó los dientes antes de suspirar.—Sólo una vez más, ¡mira bien!— Se giró de nuevo hacia la cancha y tomó el último balón que quedaba en la canasta, no pudiste contener tu sonrisa, una genuina, llena de vitalidad. Hiciste girar el lápiz sobre tu pulgar antes de estancar tu vista en tu hermano.

—¡Eres el mejor! ¡Ánimo, Tobio-nii!—

Cuando el balón no había logrado pasar la red supiste que ya te habías vengado lo suficiente. Pasaste la hoja al dibujo terminado antes de cerrar tu cuaderno por completo, era hora de ir a casa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro