Gorou -≫ Genshin Impact
-≫ Pedido hecho por: Original
-≫ Advertencia: Primera vez que escribo con este personaje. Ya me saqué todos los finales de su hang out, ser simp es mi vocación
-≫ Relación: VivA el amoR
-≫ Número de palabras: hagamos algo corto -escribe más de 7k palabras-
-≫ N/A: Gorou vino a casa.
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Incluso si estás prestando atención a las palabras que aquella serena voz dictan con total cautela, no estás completamente metido en tu trabajo, tu mano escribe rápidamente párrafos interminables de indicaciones que algún día servirían de testimonio, pero no es más que un reflejo, algo que hace tiempo se completa de forma automática. Tus ojos están perdidos entre las líneas, una mirada que aparentaba concentración no es más que una fachada para que no te dirigieran la palabra.
Revisión de las mercancías que serían exportadas, la inversión mensual, formas de recortar gastos, últimos problemas con los piratas de las playas, la intervención del shogunato en asuntos internos, peticiones locales...
Mentalmente sólo podías rogarle a Su Excelencia que bajara el ritmo, pues apenas podías sentir tu muñeca unida a tu cuerpo, pero la realidad era más compleja que una simple queja.
Adorabas tu rutina, desde que la guerra terminó no había nada que adorases más que seguir a Kokomi para escuchar sus encargos personales y servirle. Esa era la devoción que todos admiraban de ti, la dedicación que ponías en cada mínimo detalle, porque después de todo, ¿qué se podría esperar del asistente de Su Excelencia si no era la perfección? Bajo esta idea te motivabas diariamente, agradecido por tener la oportunidad de servirle.
Pero aún así, el papel de ser su mano derecha no era exactamente tuyo.
Tomas un descanso fugaz de escribir y alcanzas a ver con tu visión periférica su silueta erguida y de postura perfecta. El orgullo y la lealtad que el General Gorou podría expresar tan sólo con su lenguaje corporal era algo propio de su persona, el mejor ejemplo a seguir y la razón por la que la moral no se desploma al enfrentarse a cada inconveniente por el que atravesasen las tropas de Sangonomiya. Su presencia era visible, irradiaba confianza, fuerza, cualquiera con mínimo dos dedos de frente podría sentir su espíritu cómo la autoridad que era. Pero esto cambiaría si ajustaban sus miradas un poco a su derecha, en dónde te encontrabas cumpliendo con tus deberes silenciosamente.
Tu aura no es llamativa, todo lo contrario, es tranquila y transmite calma, casi como la de Kokomi. Siempre una expresión relajada pero afilada, atenta y crítica al mismo tiempo. Si tuviesen que responder, los soldados y representantes de Sangonomiya coincidirían en que era como ver al sol y a la luna parados uno al lado del otro.
Vuelves a tus anotaciones, bloqueando tu atención de lo que no fuesen las indicaciones de Kokomi y notaste cómo su voz había ganado cierta firmeza. Estaba concentrada, asegurándose de que todos en la sala la escucharan, las últimas indicaciones eran siempre las más importantes y por lo mismo no podías darte el lujo de pensar en qué harías después de terminar tu jornada.
Letras llenaron la hoja, la tinta se secaba rápidamente, sólo un poco más, te animaste, sintiendo como tu mano comenzaba a doler de nuevo. Ahora sólo podías rogarle piedad a Los Siete.
Pero entonces una sensación molesta y extraña atacó tu nariz, logrando desconcentrarte y llenando de terror tu pecho.
Celestia tenga misericordia de tu alma.
—¡AH-CHOO!—
Kokomi dio un salto del susto, frenando sus palabras de repente y enfrentándose a un diminuto infarto que aquel sonido inesperado le había provocado.
Todos los demás presentes, el resto de representantes, se quedaron callados de la impresión. Esperando que el culpable confesara incluso cuando todos lo habían visto en primer lugar.
Nada más y nada menos que tú.
En otras circunstancias, Gorou habría bramado regaños para quien tuviese la audacia de interrumpir a Su Excelencia, pero cómo desde hace tiempo estabas luchando diariamente contra tu enfermedad no lo vio sensato. De su postura de guardia sólo su oreja derecha reaccionó, sacudiéndose con curiosidad a tu lado.
También hace tiempo te había confesado de lo orgulloso que estaba por el hecho de que siguieses con tu trabajo aún cuando no te encontrabas en el mejor estado de salud, eso si, habías notado cómo su naturaleza servicial había crecido para reducir tu carga de trabajo diaria. Ese tipo de cosas no son fáciles de disimular de un día a otro.
Sacaste un pañuelo de entre tus ropajes, limpiaste tu nariz silenciosamente y entonces volviste a tu pose preferida para escribir. Ojos cerrados y mirada baja, inmutable al exterior.
—Discúlpenme.— Pronunciaste, aparentando que por dentro los nervios no te estaban comiendo vivo. Estornudar todo el tiempo era una cosa, ¿pero interrumpir a Su Excelencia en la parte más importante de su reunión? No estarías satisfecho hasta que tu castigo equivaliese a diez muertes.
Si, a veces eras un poco extremista, pero eso era tema aparte.
Kokomi aclaró su garganta para ganarse la atención de todos los presentes una vez más, entonces siguió como si nada hubiese pasado.
No podías esperar por que el día se acabase.
[...]
—(T/N), no seas tan duro contigo mismo, estornudar es tan natural que deberíamos preocuparnos más por el hecho de que nunca lo hicieras.—
—¡Pero no pudo ser peor momento! Lo lamento en serio... — Kokomi hizo un gesto sutil con su mano y negó al mismo tiempo, sin nunca dejar de mostrar su sonrisa característica.
—No hay razón para disculparse por los males del cuerpo, pero siendo honesta, me preocupa más el hecho de que te estés volviendo adicto al trabajo. Por favor considera mi sugerencia sobre tomarte unos días libres.— Asentiste a sus palabras, pero seguían sin realmente elevar tu ánimo, tus dedos se cerraban alrededor de tu libro de notas y evitabas el contacto visual. La vergüenza era casi tan molesta cómo tu alergia.
—Gracias, lo tendré en cuenta... —
—¡(T/N)!—
Una energética voz se escucha a tus espaldas y cuando te giras un poco encuentras la figura de Gorou acercándose a paso veloz pero sin llegar a correr, en sus manos traía una cantimplora y un pañuelo doblado sobre si mismo.
Cuando llegó a donde estaban hizo una reverencia rápida a Kokomi, entonces se dirigió enteramente a ti.
—Traje tu medicina— Pronunciaste un fugaz "gracias" hacia el General antes de aceptar lo que te extendía. Dentro del pañuelo había una pastilla de tonalidad amarillenta, de silueta y color tan familiar que no fue difícil reconocer de cuál se trataba. La tomaste, pero pronto fuiste recibido por la mirada acusadora de Gorou.—. Ya es la tercera vez en la semana que olvidas tomarla antes de salir de casa, Nashikino-san te ha dicho que ese mal hábito no te ayudará a mejorar con tu alergia.—
Suspiraste.
—Últimamente las cosas se acumulan tan rápido que preocuparme por mi salud termina siendo un lujo.— Le respondiste de vuelta, y no tuvo otra opción que asentir, después de todo no estabas mintiendo.
—No puedo negar que hemos estado más ocupados últimamente— Agregó Kokomi, con una mano en su barbilla para concentrarse aún más en lo que estaba por decir.—. Dime, (T/N), ¿ya han encontrado aquello a lo que eres alérgico?—
Nerviosamente niegas. No habías tenido tiempo de visitar otra isla para encontrarte con un verdadero doctor, tan sólo sobrevivías a base de las medicinas y las infusiones que la boticaria Nashakino Reirei te recomendaba.
La Sacerdotisa se cruzó de brazos, algo decepcionada del poco aprecio que le tenías a tu propio cuerpo.
—A este paso tu cuerpo desarrollará inmunidad a cualquier remedio natural que ingieras. Puedes confiar en mi si te digo que nada se derrumbará si sales unos días, esto ya es un asunto serio.—
—Sangonomiya-sama, con todo respeto, esto fue sólo un descuido de mi parte. Estaré bien mientras qu-
Cómo si el universo mismo te estuviese gritando que buscases ayuda es cómo terminas cubriéndote con tu antebrazo para esconder un nuevo estornudo, pero en la misma reacción inmediata dejas caer tu cuaderno, volando sobre las cercas que separaban el paso que dirigía al santuario. O en otras palabras, cayendo al estanque.
Flotando como un barco a la deriva.
Aclaraste tu garganta.
—E-Ese era mi borrador, el original se encuentra en casa.—
Ambos te miraban de la misma forma, una expresión que mostraba lo poco de credibilidad que tenían tus palabras nerviosas.
Kokomi sólo necesito un simple movimiento de manos para que el cuaderno volviera a ella, salpicando por todas partes y con la tinta corriéndose lentamente conforme era arrastrada por el agua.
—Llevar al límite todas tus fuerzas y recursos y querer hacer algo al respecto hasta que se agoten sólo significa una derrota segura. Piénsalo, si caes enfermo de gravedad tendrán mayores problemas en el lado administrativo de la isla— Gorou llevó sus manos a su cintura, no podía darte órdenes directas ya que no eras parte del ejército, pero tenía cierto privilegio al tratarse de él, y vaya que era consciente de ello. Podías notarlo en la dureza de sus palabras, porque intentaba severamente mantener su profesionalismo enfrente de Kokomi.—, ¿no es así, Sangonomiya-sama?— Buscó apoyo en la joven, la cual asintió inmediatamente.
Todos estaban en tu contra, y si no fuese así entonces se trataría de algo aún peor. Te sentías afortunado, pero de alguna forma amenazado. Como si pusieran una navaja en la garganta para obligarte a comer vegetales.
—Tiene razón. Pero si tanto te preocupa desperdiciar tiempo en tu visita a la ciudad de Inazuma entonces puedo encomendarte unos encargos que implican salir de la isla, ¿te sentirías más tranquilo así?—
Abriste tu boca para argumentar de vuelta, pero en realidad había resuelto todos tus dilemas de una forma realmente sencilla. Algo de esperarse de la estratega más aclamada de toda la nación.
—Me aseguraré de cumplir con lo que me pida... — Dices, sintiéndote derrotado luego de una larga batalla. No sabías si era por la alergia y el cansancio finalmente atacando o porque tu espíritu era así de frágil.
Kokomi asintió, con su sonrisa triunfal pero serena en su rostro, se dio la vuelta y se retiró aún con tu cuaderno en sus manos. Trataría de recuperar todo lo posible de tus notas, un pequeño favor para alguien tan dedicado como tú, sentía que era lo menos qué podía hacer.
Entonces Gorou y tú se quedaron solos, y rápidamente sentiste su mirada clavada en ti.
Suspiraste antes de encararlo.
—Sé lo que estás pensando, y no me mires así. Ambos tenemos problemas con el trabajo.—
—Sé que dije que admiro tu dedicación, pero no me perdonaría que tu enfermedad empeorase por no frenarte cuando es necesario.— Un bufido escapó de tus labios.
—Sólo es un poco de alergia, ¿por qué lo haces sonar como si estuviese al borde de la muerte?—
El General se encogió de hombros.
—Es normal preocuparse por quienes te importan, además, ¿por qué darle la oportunidad de empeorar cuando la solución está a menos de un viaje en barco de aquí?— Suspiró.—. Puede que seas un experto en tu trabajo y alguien bastante brillante, pero de alguna forma también es tu mayor debilidad.—
En la guerra y en el amor todo es válido. Había sido tu culpa no recordarlo a tiempo, para entonces ya había recurrido su mejor técnica.
Las palabras te abandonaron, te sentiste frustrado y por lo mismo la diminuta discusión se terminó así como había iniciado, con Gorou como ganador. Tu forma de escapar de esa situación empezó cuando aclaraste tu garganta en un tosido fingido.
—¿No tiene asuntos más importantes que atender, oh, gran General de la armada de Sangonomiya?— Llevas tus brazos a cruzarse frente a tu pecho, con los ojos entrecerrados y listo para dejar salir otro regaño.
Gorou soltó una carcajada antes de llevar sus manos a su cintura. El apenas audible sonido de su cola rozando contra sus ropas al moverse era la mejor prueba que tenías de su fascinación por molestarte un poco a veces.
—Si, supongo que si— Volvía lentamente a su lado casual y relajado, aquella cara que escondía bajo la fiereza de alguien que ha estado desde muy temprana edad en el campo de batalla. La gente cree que no hay forma de nivelar ambas facetas de forma en la que una no predomine, pero frente a ti estaba una sonriente prueba de ello.—. Me aseguraré de terminar lo más pronto posible para irnos juntos a casa temprano, sólo espera un poco por mi.—
Asentiste a sus palabras, pero lejos de tener la libertad para retirarte a seguir con tus deberes fuiste frenado cuando tomó tu mano, tan inesperado como suena pues te hizo pensar que lo próximo que diría era algo serio e importante.
Todo lo contrario, fue sólo el movimiento inicial con el que luego llevaría tu mano hasta su rostro para besar tu palma. A comparación de sus manos callosas por años de entrenar día y noche con su arco, las tuyas estaban en mejor estado, con algunas pequeñas marcas de descuidos que se tatuaron en tu piel cómo una conmemoración a esos días, los primeros errores de novato que cometiste cuando comenzaste a servir a Su Excelencia.
Abriste los ojos completamente por la sorpresa, pero antes de que tan siquiera pudieses sentirte avergonzado sobre lo que había hecho fuiste frenado por un nuevo impulso que escaló rápidamente por tu pecho.
Retrajiste tu mano para cubrirte con el interior de tu brazo, el característico sonido no tardó en aparecer; tus estornudos se volvían cada vez más bruscos, casi al punto de sonar como una tos tronadora que te lastima el pecho.
No podías culparlo por preocuparse cuando acabas de sentir que tus pulmones casi explotan.
—Perdón... — Dices, con los síntomas de la alergia apareciendo de nuevo, demostrando que la medicina tardaba bastante en hacer efecto.
No lo diría en voz alta, pero una de las razones por las que le gustaría que tus estornudos disminuyeran era para evitar que los momentos especiales que comparten sean interrumpidos de esa manera.
No podía evitar pensar a veces que esa era tu nueva forma de escapar.
[...]
—Veamos, haré una lista de posibles alérgenos— Algunas gotas se resbalaban por el cabello húmedo de Gorou, deslizándose por su rostro y cayendo sobre las hojas del libro vacío en sus manos. Sacudió su cabeza de la misma forma que un perro empapado lo haría y de inmediato se disculpó por su instinto poco controlado. Incluso si las gotas furiosas que salieron volando te salpicaron en la cara seguiste con tu tarea de ayudarlo a secar su cola.—. Por los síntomas podemos descartar que sea por la comida, ¿será algo del ambiente entonces?— Meditó unos segundos, con el borde del lápiz golpeando contra su mejilla.—, ¿tenemos un libro de botánica aquí?— Buscó una respuesta mirando por encima de su hombro, pero sin querer lo habías ignorado al estar tan sumido en tus propios pensamientos.
Otro exitoso día de trabajo había llegado a su fin y ahora podían finalmente descansar en la comodidad de su hogar compartido en Pueblo Bourou. Luego de un baño y de una cena rápida ahora sólo les quedaba prepararse para dormir. La ropa holgada puesta y el par de futones colocados uno al lado del otro, la cotidianidad simple de la vivienda te tranquilizaba el corazón luego de días intensos llenos de trabajo. Se trataba de una calidez con la que estabas feliz de compartir con él.
—¿Sigues con eso? Date un descanso y déjalo, lo pensaré después.—
Gorou gruñó, más como un reclamo que una advertencia.
—¿Cómo esperas que te den la medicina que necesitas si no sabes qué te hace mal en primer lugar?— Enderezó la espalda y entonces siguió con su meditación, parecía estar a punto de salir al campo de batalla.—. Ayúdame un poco al menos, por favor.—
—Bien, bien— Te dejaste llevar por tus pensamientos un poco, tratando de encontrar un patrón en tu día a día. Algunas ideas florecieron en tu mente al cabo de unos segundos.—. Últimamente hemos recibido muchos cargamentos de Portatormentas, oh, también hace unos días hubo una limpieza profunda al santuario y se levantó mucho polvo cerca de donde estaba trabajando.— Mientras hablabas podías escuchar el lápiz deslizándose contra el papel rápidamente, temiendo por la punta que podría romperse en cualquier momento. Preferiste no pensar en una cosa tan abstracta y en su lugar tomaste el cepillo que tenías a tu lado para comenzar a cepillar el pelaje de su cola.
—Escuché que abrieron una vieja sala llena de archivos en el santuario la semana pasada, ¿tal vez fue la humedad?—
—O el moho de la fruta podrida de las ofrendas en los altares... —
—El polen de Megaflora... —
—El incienso de las ceremonias... —
Ambos suspiraron.
Así no llegarían a ninguna parte.
Gorou siguió escribiendo un poco más, atento a las palabras que lentamente llenaban la página hasta que un estruendo le hizo reaccionar bruscamente, lo suficiente para romper la hoja con la fricción. Exacto, fue ni nada menos que otro estornudo.
Sin mencionar que también arrancaste parte de su pelaje con el cepillo, pero sabía que te sentirías culpable si lo decía.
Ni siquiera se dio el lujo de procesar el dolor, pues de inmediato pasaste a ser su prioridad de nuevo.
—A-Ah, mis ojos... — Sus orejas se enderezaron en alerta y rápidamente dejó de darte la espalda para quedar frente a ti. Alcanzó tus muñecas, las alejó de tu rostro, sabía perfectamente qué era lo que harías después si no te detenía.
—¡No, no te rasques! Iré por un trapo húmedo, espera un poco.—
A este punto ya te preguntabas qué habrías hecho para ganarte un malestar así, casi podías sentir la ira silenciosa de Orobashi drenando tu vida lentamente. Pero por obvias razones sólo era un poco de mal humor combinado con la irritación.
... ¿Verdad?
—Gracias— Aceptaste la pequeña toalla de cocina recién exprimida, sintiendo un escalofrío cuando el drástico cambio de temperatura te alcanzó. Antes de ponerla sobre tus ojos le diste un vistazo rápido al chico frente a ti, notando cómo de verdad tenía una expresión de preocupación pura en el rostro. Y entonces te convenciste de qué tal vez ya habías sido lo suficientemente testarudo con lo de tu enfermedad. A pesar de tus pensamientos logras soltar una risa entre dientes.—, ¿sabes? Tal vez me hecho alérgico a tanto afecto.—
Gorou abrió sus ojos y alzó las cejas por la sorpresa, entonces negó.
—No intentes quitarle seriedad a esto, si tus párpados se inflaman no podrás ver bien.—
Tu intento fallido de mejorar el ambiente te hizo suspirar.
—Está bien— Dijiste.—. Entonces supongo que esta es nuestra señal.— Alzas la toalla y Gorou asiente a tus palabras.
Apagaron las velas y lo único que los iluminó fue la luz de la luna que se podía ver al otro lado de la puerta corrediza, en una noche cálida y de tiempo perfecto como era casi siempre el clima en la isla no te queda nada más que meterte debajo de la manta en tu propio futón, viendo cómo él hace lo mismo en el suyo. Están unidos, uno al lado del otro, ni siquiera una franja del piso de madera puede verse entre ambos futones, y por lo mismo no era sorpresa descubrir que en la mañana uno de ustedes se había colado al lado del otro.
—¿Quieres que te acompañe a Narukami?— Soltó al aire, como si sus pensamientos de escaparan sin querer.
—Estaré bien, no tienes qué hacerlo.—
—No lo sé, no puedo evitar preocuparme de más. Hace tiempo que no tenemos excursiones fuera de la isla, y tampoco sabemos mucho de la situación en la ciudad desde que abolieron el decreto.—
Gorou siguió divagando un poco más; como cualquier persona que pertenecía a alguno de los clanes de mayor importancia en Inazuma, Su Excelencia tenía enemigos, y si, tal vez sólo eras un representante indirecto del Clan Sangonomiya, pero incluso la sangre considerada mundana ha sido usada para enviar mensajes antes.
La idea le revolvió el estómago.
¿Qué clases de extremistas podrían pasar sus días esperando para atacar a quienes arruinaron sus planes? ¿Qué pasaría si te encontrabas con agentes de los Fatui?
La lista de cosas negativas que podrían suceder aumentaba con cada nueva idea que se ligaba a la anterior, hasta sintió su mano ser sostenía por debajo de las sábanas. Volteó hacia tu lado, encontrándote descansando en tu costado para mirar hacia él, al final te imitó, aceptando tu gesto y cerrando sus dedos con los tuyos.
—¿Temes que luego de tanto insistir en que busque ayuda termine en peligro?—
—Es... una forma de decirlo.—
Normalmente ser leído con tanta facilidad hasta el punto de considerarte predecible es una cuestión de vida o muerte en el campo de batalla. Pero en este momento, cuando no debe preocuparse de las bajas de sus hombres o de las tácticas sucias del enemigo, siente que finalmente son tiempos de paz.
—Oye, el hecho de que no tenga una Visión no significa que esté indefenso. Evitar los conflictos es normal para alguien que es parte de la resistencia.—
—¡Perdóname! No quería decir eso.—
—Sé que no— Comentas, con una sonrisa leve que le transmite seguridad de que no estabas ofendido al respecto.—. Pero, incluso si te digo esto, no soy tu superior. Mis palabras no son más que sugerencias— No sabes si estabas divagando por culpa del cansancio o si simplemente sentías la necesidad de seguir hablando con él, cual fuera la razón no podías negar que se sentía bien soltar tus ideas.—. Es al menos curioso, si lo piensas.—
Al dejar ir su mano siente como si lo abandonaras, incluso cuando estabas justo a su lado, incluso si sólo te giraste para encarar al techo de nuevo para poner la toalla sobre tus ojos cuando la irritación volvió a aparecer.
Rara vez tus palabras son un enigma para él, pero para desgracia de Gorou esta era una de esas veces.
¿Era psicología inversa? ¿Qué era lo que querías entonces? ¿Lo estabas molestando por ser tan insistente antes?
Las preguntas siguieron brotando, haciéndole olvidar todos los peligros que había enlistado en primer lugar.
[...]
—(T/N)— Miraste detrás tuyo, encontrando a Kokomi escondida al borde de la vuelta del pasillo, con su mano te hizo un gesto sutil para que te acercaras y así lo hiciste, listo para atender un nuevo encargo.—. Estuve revisando algunos escritos y llegué a una conclusión, bueno, en este caso se trata de una teoría. Así que no la tomes como definitiva, ¿de acuerdo?—
—¿A qué se refiere, Sangonomiya-sama?—
—Verás... ¿has considerado las alergias a ciertos materiales?—
—Oh... — Hiciste una pausa y entonces seguiste hablando, aún algo extrañado.—. No lo había pensado, aunque debe ser porque he usado el mismo tipo de ropa casi toda mi vida; no le veo mucho sentido.—
Kokomi miró a otro lado, como si estuviese debatiendo contra si misma en su interior. Separó los labios un segundo, luego los cerró para negar, y al final volvió a mirarte a los ojos.
—Me refería a que ciertos animales también pueden producir alergia, ya sabes, las plumas de aves en las almohadas, la tinta de calamar, el pelaje de gatos... de perros... —
Inclinaste la cabeza a un lado con curiosidad, un segundo, luego otro, y entonces alzaste las cejas al entender a lo que se refería, ¿cómo no se te había ocurrido eso? ¿Lo habías ignorado a propósito acaso?
—¿No estará diciendo que... ?— Kokomi asintió, juntando sus manos, como si se disculpara.—. No creí que también funcionara así.—
—Tampoco estoy muy segura al respecto, así que no lo tomes como verdad absoluta.—
Asentiste.
El acuerdo al que llegaron para no contarle al General sobre aquella teoría era por su tendencia a dejarse llevar por sus emociones, si supiese de que tan siquiera existe una mínima probabilidad de que sea él quien te provoque tanto malestar podría ser capaz de incluso exiliarse a sí mismo de su hogar.
Agradecías por que no fuesen síntomas letales, de lo contrario te encontrarías en el peor dilema de tu vida.
[...]
—Aquí tienes.— Pasaste uno de los sobres al soldado que esperaba pacientemente a que encontraras su nombre entre la pila de cartas, al recibirlo te agradeció y se fue por donde vino.
Detrás de él había otro, uno más joven pero no necesariamente nuevo en el ejército.
—¿Estás seguro de que no hay algo más para mi?— Preguntó con total ilusión, una con la que ya habías lidiado veces antes, por lo mismo llevaste tus manos a tu cintura y lo miraste con algo de molestia.
—Ya te dije que tu novia no envió nada más, por favor no atrases la fila.— El joven soldado se dio media vuelta, con el espíritu decaído y la espalda encorvada. Era el típico prometido ilusionado por el compromiso, si por él fuera ya habría regresado a casa hace tiempo.
Tal vez fuiste un poco duro. Seguramente tú serías igual si sólo Gorou fuese parte de la resistencia en Sangonomiya.
Entonces negaste por tus propias ideas, completamente avergonzado.
Ya se le pasaría.
—¿Ocurre algo?—
Se escucha detrás tuyo y entonces la figura autoritaria del General se plantó a tu lado así como si sólo tus pensamientos fueran suficiente para hacerle saber cuando estabas de humor para verlo entre las horas de trabajo.
Le sonríes, él responde.
—No realmente, Sangonomiya-sama me pidió entregar el correo de esta semana— Mientras seguías pasando de un sobre a otro para seguir repartiéndolos encontraste uno de envoltorio peculiar, dirigido ni más ni menos que al mismo General.—, ¿uh? Este es para ti— Gorou no pareció sorprenderse ante la carta, más bien se emocionó, como si fuese una respuesta que ya esperaba. Lo que más le delató fue su cola que se meneó levemente. Abrió la carta ahí mismo y rápidamente leyó las hileras de palabras escritas en una letra peculiar. La curiosidad no tardó en aparecer. —, ¿de quién es?—
Para tu sorpresa, Gorou no se negó a contarte.
—Sólo solicité algunos informes a nuestro capitán explorador.—
—¿Al viajero?— Asintió.—. Esto no tiene algo que ver con tu idea de acompañarme a Narukami, ¿o si?—
A comparación de tu pregunta anterior, lo único que conseguiste como respuesta fue que Gorou aclarara su garganta de manera fingida.
—¡O-Oh, mira, esta es para Naotoku-san!— Te arrebató uno de los sobres y se dio media vuelta de inmediato.—. A él le tocaba patrullar el puente fuera del santuario, yo se la llevaré. Te veo luego.—
Sin importar de que su intento de huida haya sido totalmente obvio no podías evitar darle puntos por el esfuerzo. Después de todo, crear estrategias en la marcha era su especialidad.
[...]
—¡No se preocupen por nosotros! ¡Ayudaremos en todo lo necesario!— Se escuchó decir a la pequeña acompañante voladora del forastero, revoloteando de emoción mientras se despedían.
—Lo lamento en serio, no pude persuadirlo para que se quedara. Sé lo mucho que les molesta ser los chicos de los encargos... — Dijiste para el viajero, quien sólo negó con una sonrisa en su rostro, restándole importancia.—. Cuando regrese me aseguraré de recompensarles, ¡ah, y si tienen problemas con algo pueden enviarnos una carta! También si-
De imprevisto fuiste interrumpido.
—No te preocupes por eso. Concéntrate en tu salud lo que sea necesario.—
—¡Si, con la alergia no podrás oler! ¡Y sin tu olfato no podrás saborear la comida! Paimon no puede imaginar lo horrible que sería estar en una situación así.—
Las prioridades de Paimon eran tan claras como siempre, y por lo mismo sólo asentiste algo inseguro a las palabras del viajero.
Sólo esperabas que no se arrepintieran de ser tan amables luego de que vieran la lista de las cosas de las que ambos se encargaban últimamente.
Pero viendo el lado positivo, tendrías bastante tiempo para contarle tu molestia a cierto General, en medio del mar y compartiendo el mismo destino no habría forma de que se librara de tu ira.
[...]
Gorou no podía evitar recordar un antiguo dicho al encontrarse en aquella situación. Ahora sabía a qué se referían al decir que las miradas podrían llegar a matar.
—¿Acaso tú también sientes ansiedad por abandono?— Dijiste entre dientes, sólo para ustedes dos luego de apartarse del resto de la tripulación.
Tanto sus hombros como sus orejas se alzaron, decir que se había ofendido era menospreciar sus verdaderas emociones.
—¡Oye!, sabes que ese tipo de bromas no son divertidas.—
La brisa marina los golpea en el rostro, meneando su cabello y haciéndolos tambalear cada que una corriente arremetía contra el bote. Aún así algo como marearse no es propio de los habitantes de Inazuma, y aprovechas esto más que nunca para poner al corriente de tus quejas con el general.
—¿Y por qué en su lugar no le pediste mejor al viajero que me acompañara? Es alguien de confianza, ¿no es así?—
Sus orejas se enderezaron de golpe, y del mismo modo bajaron levemente, mostrando sin restricción alguna su verdadera reacción más allá de sus brazos cruzados sobre su pecho y figura erguida.
—B-Bueno, también harás otros encargos de Su Excelencia, así que el viaje terminó involucrando asuntos de la isla. No sería justo el darle tareas que no le corresponden a un capitán... —
Hace tiempo te había quedado claro que mentir no era lo suyo, así que lo único que te quedaba era suspirar y aceptar que fuiste tú quien había escogido a un compañero de vida tan peculiar.
A veces sentías que ser extravagante era requisito para ser portador de una Visión. En el mal sentido de la palabra.
Pero fue ese mismo mal humor el que hizo que el general a tu lado tratase de ponerse en tus zapatos.
—Lo lamento, es sólo que terminé pensando de más— Confiesa, y sus manos se terminan aferrando al barandal de la cubierta, apreciando cómo lentamente la isla Narukami se hacía cada vez más visible.—. Al final consideré tantos escenarios peligrosos que no estaría tranquilo a menos de que te acompañara. Y sé que suena como un sinsentido, pero desde que no sabemos mucho sobre la situación actual es mejor no tomar riesgos.—
Su mirada expresa seriedad y firmeza en su decisión, atento a la isla que se veía al horizonte, como si esperase alguna señal que fuese excusa para defenderlos a ambos. Había sido su idea que buscaras ayuda, pero no consideraba su creciente recelo y rechazo por aquella ciudad y su soberana.
Pero sabía que era por tu bien, así que se tragó el orgullo y aceptó que era su deber acompañarte.
Ambos eran unos extremistas a veces, puede que por ello son de tal para cuál.
—Por más que admires a Su Excelencia no creo que deberías basar tus decisiones en su forma de hacer planes para todo— La brisa que atraviesa el mar te tranquiliza, lo suficiente para volver a pensar con la cabeza fría y para dejar fluir tus antiguas quejas y molestias. Casi haciendo desaparecer a la molestia en tu nariz.—, aunque por alguna razón no puedo evitar pensar que también lo hiciste porque estás siendo realmente indulgente conmigo y mi carga de trabajo— Tus brazos se cruzan y en tus labios se forma una sonrisa ladeada, una que le trajo malos recuerdos a Gorou sobre cierta sacerdotisa que le encantaba meterse con él.—, ¿hmm, o será que tu ofrecimiento no fue más que una excusa para tener una cita?—
Gorou dio un salto en su sitio y casi pierde el equilibrio cuando dejó ir el barandal. Torpemente se aferró de nuevo al metal y de pronto evitaba todo contacto visual contigo, apartando la mirada tanto como fuera posible.
Justo en el clavo.
—No lo malinterpretes, ¡ya habrá tiempo para tener un día libre cómo se debe! ¡P-Por ahora tan sólo vine cómo escolta!— Alzando el pecho y señalándose a sí mismo es como deja salir aquellas intensas palabras rebosantes de dedicación y orgullo, junto a ese brillo de nerviosismo característico.
Sin importar que hubiese asentido a sus palabras, Gorou no podía evitar pensar en que había sido descubierto una vez más, esperando a que sólo fuese paranoia y no porque habría que aceptar que era muy ingenuo en aspectos de la vida diaria.
Oh, pobre iluso.
¿Cómo es que crees que el aclamado general de las tropas de Sangonomiya tan siquiera tenga tiempo de pensar en el amor en medio de una misión? No es cómo si hubiese pensado en las cientos del tiendas de postres en la ciudad de Inazuma ni en la esperanza que le daba la idea de que podría volver a dormir abrazándote sin correr el riesgo de que le estornudes en la oreja, claro que no, ¡eso es ridículo!
Incluso si las simples ocurrencias del típico hombre enamorado lo llevaran a menear la cola en una felicidad silenciosa no lo admitiría, su orgullo podía ser tan grande pero tan frágil a veces.
Mientras él creaba los más tranquilos y adorados escenarios en su mente, tú no pudiste evitar recordar las palabras de Kokomi, ¿y si de verdad eras alérgico a su pelaje? ¿Y si la exposición prolongada provoca malestares más serios en el futuro? Las ideas no dejaban de llegarte y lo único que te quedaba era suplicarle a Orobashi que te permitiera vivir pacíficamente al lado de la persona a la que le habías prometido el resto de tus días.
Incluso si estos terminaban reduciéndose debido a la enfermedad.
Meneaste tu cabeza para ahuyentar aquellas ideas, es sólo una alergia.
[...]
—Gracias por recibirnos, permítame disculparme por la petición tan inesperada, espero no haber perjudicado su trabajo.—
El hombre frente a ti niega con una sonrisa sutil en el rostro una vez que te enderezas de tu reverencia.
—No, no. Tranquilos, afortunadamente la gente en Inazuma ha gozado con mejor salud que nunca últimamente. Han habido días en los que incluso nadie se aparece por aquí.—
—Qué alegría me da escuchar eso.—
El doctor y tú intercambiaban palabras y saludos a diestra y siniestra, manteniendo la formalidad y expresando todo el respeto que una persona podría tener por la profesión de otra. Mientras que Gorou se mantenía al margen de la conversación, vigilando de vez en cuando y agudizando su oído para alcanzar a distinguir los más cautelosos de los susurros.
—Entonces, ¿cuál es el problema?—
Detallaste a profundidad tu malestar, los síntomas, la frecuencia de tus ataques, las horas en las que solían ocurrir. También respondiste preguntas sobre tu trabajo diario y sobre cómo considerabas que eran tus más recientes niveles de estrés. Hablaste de tu irregular horario de sueño y de los medios naturales a los que habías recurrido para frenar tu malestar, recibiendo así un regaño del médico por haber sido tan necio en buscar ayuda.
Gorou se cruzó de brazos desde su lugar, te merecías eso y más, pero su descontento no tenía lugar en la conversación ni en el diagnóstico.
—Y dices no tener idea de qué podría ser.—
—Así es, he vivido en la Isla Watatsumi toda mi vida. El clima no cambia mucho entre estaciones y hay poca flora y fauna en los alrededores.—
El hombre dedicó una mirada fugaz a tus espaldas, y entonces temiste ser muy obvio al querer evitar el tema de los materiales.
Asintió una última vez, cerrando sus ojos y llevando una mano a su mentón. Luego de unos segundos de meditar volvió la mirada al general.
—Suena a algo bastante peculiar— Dijo, acomodando sus mangas y dirigiéndose donde sus batas yacían, un armario bien cuidado y soltaba un penetrante olor a alcohol.—. Así que supongo que no hay otra opción que hacer un par de pruebas— De un estante sacó un par de gazas y otro de pequeñas agujas, tan delgadas que eran difíciles de sostener.—. General Gorou, ¿cierto?—
—¡Si!— Escuchaste a tus espaldas e imaginaste cómo estaría parado derecho y con la mano sobre el pecho, esperando una nueva indicación.
—Perdóneme el atrevimiento, pero necesitaré algunas muestras para las pruebas de alérgenos, ¿podría... ?—
—¡Claro! Por favor dígame lo que necesita, ¡me encargaré de traerlo!—
El hombre agradecido anotó en una hoja de prescripción algunos materiales, cosas fáciles de encontrar en la naturaleza y parte del ecosistema de Watatsumi que era vendido en las calles de Inazuma. Los más comunes en alergias, según sus palabras.
Cuando se acercó a Gorou para entregar la nota pudiste seguir sus sutiles y cautelosos movimientos para tomar algo invisibles del hombro del general una vez se dio la vuelta para salir disparado a su cacería.
Cuando se volvió a ti te mostró con una mirada cómplice el par de cabellos de color claro.
—Ahora, ¿podrías mostrarme tu antebrazo?—
[...]
—¿Y ya no duele?—
—No, de hecho ni siquiera lo sentí cuando lo hizo.—
—Ohh— Sentiste las frías yemas de sus dedos deslizarse con delicadeza desde tu nuca hasta un poco más abajo, con tanta curiosidad que no se percató de cuando su toque se provocó un escalofrío.—. Las marcas de las agujas ya casi no se distinguen... —
Y tenía razón, aquellas marcas en tu piel se camuflan bien entre el resto de lunares en tu espalda, lo único que las delataba era su perfecta simetría que dejaba ver la cantidad exacta de pruebas que habían hecho.
Colocan una pequeña cantidad de alergéno sobre la piel y entonces utilizan una aguja para que sea absorbida, se espera un momento y si hubo alguna reacción se obtienen resultados a partir de ello.
Fácil y sencillo. A menos de que le temas a las agujas, claro.
—Dijeron que tendrían mi medicina dentro de unos días. Así que mientras tanto podré ocuparme de los encargos de Sangonomiya-sama.—
Gorou asintió al escucharte. Cada día más cerca de regresar a casa sin ninguna preocupación.
Ahora lo único que podían hacer era relajarse. El vapor que salía de las aguas termales era la mejor muestra del calor casi volcánico del baño, el característico olor de este y la tensión disipándose lentamente era simplemente agradables y no pudiste evitar soltar un suspiro ante la comodidad.
—Si algún día consigo una Visión me gustaría que fuese Pyro— Dices al aire, aprovechando el espacio de tranquilidad que gozaban sólo para ustedes dos.—. Podría hacer baños calientes incluso si se congelaran los canales de agua en invierno.— A tu derecha escuchaste la risa amortiguada del general, mientras que al mismo tiempo quedaba hipnotizado por tu postura inclinada hacia atrás. Ignorando todas las reglas de etiqueta para sentarse.
Entonces todo fue silencio.
Uno agradable y armonioso, de aquellos que sólo logras tener con las personas que más adoras en el mundo. Cuando los conceptos de responsabilidad o pendiente no existen y parecen palabras inventadas, algo que te gustaría congelar en el tiempo.
Hasta que recordaste la posibilidad de que aquel pelaje que tanto adorabas peinar y cuidar fuese el mismo que te diese tantos problemas diariamente, y entonces dejaste de estar completamente relajado a ponerte tenso sin previo aviso, alarmando un poco al general junto a ti.
—¿Pasa algo?—
Negaste.
—No, sólo... pensé algo tonto.—
—Oh... — Respondió a medias.—, ¿y qué es?—
—...— Seguramente guardaría distancia contigo, sólo la necesaria para no activar tu alergia, seguiría dispuesto a compartir su hogar y verse de vez en cuando entre sus horas de trabajo, pero algo cambiaría. Sonaba como un sin sentido, la obviedad te irritaba, pero aún así no podrías predecir del todo las reacciones de Gorou sólo con una lluvia de ideas. Y por lo mismo no encontraste algo más sensato qué hacer que tomar su mano y alzarla para sacarla del agua.
Las manos de alguien que ha pasado por tantas batallas, callosas y maltratadas, pero que te brindaban una calidez y seguridad únicas, ¿en serio podrías dejar ir ese agarre tan firme y confiable por la comodidad de no lidiar con unos estornudos?
Estabas exagerando, o al menos eso esperabas.
—¿(T/N)?—
Negaste, siendo sacado de tu divagación.
—Perdón, es que, ya sabes, hay muchas cosas que pueden desatar una alergia... — Gorou asintió, completamente atento y con una mirada seria en su rostro. Estaba tan nervioso por tus palabras, así que era tu deber escogerlas cuidadosamente.—. Y no te lo conté antes, pero una de las pruebas que hicieron fue con una muestra de... de tu pelaje, sólo por si acaso, al parecer.—
Tardó un poco en procesar tus palabras y al final, en lugar de liberarse de tu agarre, él lo vuelve un poco más firme, sumando su mano libre. Sus orejas se enderezaron de golpe y se inclinó levemente hacia adelante, como si fuese algo penoso de contar.
—E-Espera, ¿eso es posible?— Te encogiste de hombros, mentirías si dijeras que estabas seguro de ello.—. No pensé que funcionara así también, yo... — Viste en primera fila el momento exacto en que sus orejas bajaban lentamente hasta casi perderse en el resto de su cabello, su agarre se hizo ligeramente más débil y al final dirigió la mirada a otro punto en el agua.
Decir que entraste en pánico sería poco.
—¡P-Pero hey, aún no hay nada seguro! Sólo sentí que debía contártelo, ¡y al parecer la alergia a las plumas de pato es muy común! O también puede que sólo sean nuestras sábanas en casa, o algún accesorio en nuestra ropa. No te preocupes.—
—Ya veo... —
Incluso cuando había admitido entender la situación supiste que estaba pensando de más cuando no te pidió ayuda para secar su cabello una vez salieron del agua.
Ambos exageraban todo el tiempo, y por eso se entendían tan bien.
[...]
—Gorou, ¿ya estás listo? Debemos... —Te detuviste en seco al asomarte por el borde de la puerta, no necesitabas un espejo para saber que ahora tu entrecejo estaba fruncido en confusión.—, ¿qué estás haciendo?—
El general miró sobre su hombro antes de girarse por completo, entonces jaló un poco más la capucha sobre su cabeza.
—¡Lo he decidido!— Exclamó, haciendo una pose propia de sí mismo, una mano en su pecho y su brazo libre extendido hacia un lado, casi listo para saltar a la línea de fuego. Tanto era su entusiasmo que la capa que traía puesta voló con estilo una vez sus movimientos cortaron el aire. Podías sentir tus cejas fruncirse aún más, no sabías si por confusión o estrés.—. A partir de de hoy tomaré medidas preventivas. Cómo sé que no soy capaz de aceptar lo que es mejor para ambos en esta situación de manera inmediata al menos me aseguraré de minimizar los daños.—
Una capa tan larga que casi llegaba a sus tobillos, la misma con la cual ahora cubría sus orejas de la vista del mundo al igual que su cola.
—Lo dices cómo si ya supiéramos a qué soy alérgico... —
—No estamos en posición de tomar riesgos.— Se cruzó de brazos, pero estabas lejos de dejar el asunto morir. Ya lo habías dejado salirse con la suya más veces de las que te solías permitir, primero su insistencia en viajar a Inazuma y ahora esto.
—Gorou, aprecio lo que estás haciendo pero por favor, creerán que eres un ladrón si sales así— Segundo intento de razonar con él, esperabas que las cosas fueran mejor.—. Además, que el general de las tropas de Sangonomiya sea arrestado incluso como malentendido terminará en una situación aún más tensa, ¿en serio tomarás ese riesgo sólo por una corazonada?— Sus orejas intentaron alzarse debajo de su capa pero de inmediato fueron detenidas por la tela, provocándole una mueca de incomodidad.—, ¿y en serio crees que no puedo notarlo?—
—¿Qué cosa?—
—Te duele— Apuntas a tu propia cabeza, y entonces te acercas unos pasos para tomar el borde de la capucha.—. Tus orejas están bajo presión, tal vez puedas soportarlo por ahora pero sólo empeorará más tarde.— Con cuidado, lenta y cautelosamente remueves el gorro de su cabeza y sus orejas vuelven a ser visibles. Removiéndose varias veces, casi como agradeciendo. Por otro lado Gorou se negaba a dirigirte la mirada.
Estabas muy cerca, te inclinas un poco más sobre él, podía sentir tu respiración y de pronto sus nervios se dispararon, ¿será que ibas a... ?
No, no, concéntrate, se dijo. Debía convencerte en que estaba bien, en que era lo mejor que podría hacer por ti.
Pero no podía concentrarse, de repente se había hecho tan difícil el poner en orden sus pensamientos.
En ese momento agradecía la longitud de la capa pues le ayudaba a ocultar el movimiento emocionado de su cola. El mismo que lo ha delatado más veces de las que le gustaría.
—Así está mejor— Tus palabras lo sacan de sus pensamientos, empeorando la vergüenza. Con una rápida revisión de da cuenta de que la capa ahora descansaba en tus brazos, doblándola con cuidado y paciencia para luego dejarla junto a las sábanas y a los futones.—. Andando, tenemos cosas qué hacer. Compraremos pastel cuando acabemos, ¿de acuerdo?—
Saliste de la habitación, pero a Gorou le tomó unos segundos más para reaccionar.
De alguna forma se sentía estafado.
Pero el estornudo que escuchó proviniendo del pasillo le hizo entrar en cuenta de la situación de nuevo. Una chispa de culpa atacó su pecho y de pronto se vio cerrando los puños con algo de impaciencia.
No puedes simplemente negar lo que ocurre, ambos lo sabían, y simplemente aparentar que no es él lo que te trae tantos problemas es engañarte de la manera más torpe posible.
Debía haber una explicación y una solución para esto, ¿pero cómo podrían encontrar un punto medio?
Meditó un poco con la mano en la barbilla, pero su concentración no le impidió responder a tu llamado.
Tal vez debería recurrir a una persona en específico para obtener algo de ayuda, incluso si significaba ser humillado en el proceso.
[...]
El viento sopla como siempre, atraviesa los tejados de los hogares en Inazuma y alza con elegancia las cometas de los niños que se correteaban por los caminos, nada parecía importarles, nada parecía interesarles, y por lo mismo no pudiste evitar sentir nostalgia.
La guerra había terminado, y si bien las cosas aún no volvían a su estado original, nada te impedía el soñar despierto.
Entonces un agradable recuerdo saltó dentro de tu mente, provocándote una sonrisa involuntaria.
—¿Cuándo fue la última vez que visitamos a tu familia?—
—¿Por qué tan de repente?—
La lista en tus manos tiene tachadas varias de las cosas pendientes. Desde utensilios para ceremonias hasta recoger pedidos que no podían ser transportados hasta la isla Watatsumi. Lentamente terminaban cada encargo, con un escenario prometedor para ocupar algo del día en pasear por Inazuma.
—Sólo se me vino a la mente.— Gorou no parecía convencido de aquella excusa, además del hecho de que era literalmente la peor idea que podrías tener en ese momento.
—Sé que estás pensando en voz alta y que realmente no pones atención a lo que dices, ¿pero debo recordarte que eres alérgico a mi?— Tenía razón, desde hace rato estabas simplemente avanzando por reflejo de un destino a otro. Una lúgubre marcha en automático que ganaba velocidad, la eficiencia de un asistente podría ser aterradora a veces.—. No creo que ver a mi familia sea buena idea a partir de ahora.—
Le dirigiste una rápida mirada de desacuerdo, con tus labios en una perfecta línea recta y una ceja alzada, entonces un comentario ingenioso y cruel pareció ser tu mejor opción.
—Oh, pero sólo soy alérgico a ti. Así que mientras tú no vayas estaré bien.—
Toda la gente que caminaba alrededor para rodearlos podría confirmar que fue posible escuchar el corazón del general partirse en dos.
Destruido en segundos.
—O-Oye, sabes que no me refiero a eso... —
Con la lista de los encargos generales terminada ahora sólo quedaba ocuparse de los pedidos personales de Kokomi, algunos ingredientes y especias más que nada, pero era fácil adivinar que eran nada más que añadidos para hacer pasar desapercibido el nuevo libro de "una leyenda de espadas" que había pedido igualmente.
Escribirlo hasta el final de la lista no era nada disimulado si te preguntaban.
—No sé dónde están la mayoría de esas tiendas— Escuchas sobre tu hombro, notando cómo Gorou espiaba a una distancia supuestamente segura.—, a este paso el día se irá en tan sólo buscar donde venden cada cosa.—
Meditaste un poco. Tenía razón.
—Me temo que si... — El barco que los llevaría de vuelta llegaría mañana en la noche, y lo que más te preocupaba era lo ajustado que sería el itinerario de mañana. Casi podías sentir tu estrés materializándose en tu espalda.
—... ¿Y si nos separamos?— Dijo, listo para defenderse en caso de que lo regañaras por su insistencia en mantener distancia. Para su sorpresa nada de esto pasó.—. Déjame ocuparme de las últimas cosas, aprovecharé para entregar las respuestas que hice para la Editorial Yae.—
—Por ahora es lo mejor que podemos hacer— Le diste la razón, tan centrado en tu parte de la lista que no terminaste de notar la obvia mentira. Gorou detestaba verte atareado, pero por primera vez lograba verle el lado positivo a ello.—. Nos veremos aquí mismo cuando acabemos, búscame si tienes problemas y, por lo que más quieras, por favor no molestes a la señora Yae de nuevo.— Regañaste, señalándolo y casi amenazando sin piedad alguna, pero esto no evito que el general se quejara en voz alta.
¿Qué él no la moleste a ella? Ya era tarde para ti, ¡había logrado engañarte también! Esto sólo le reafirmó que Yae Miko era de temer. Pero incluso si su miedo y vergüenza le suplicaran por intercambiar su parte de la lista ya era tarde para intentar quebrar su dura voluntad de roca.
¡Si ser molestado y humillado era el precio a pagar estaba dispuesto a hacerlo! ¡Por ti!
Sólo espera a que no estuviese pensando tan alto, sería aún más vergonzoso que lo notaras...
—¡No me hables como si fuese un cachorro en su primer encargo por favor!— Exclamó a tu silueta, la misma que lentamente se adentraba en la multitud hasta perderse en ella.
Entonces se quedó hipnotizado, sin saber por qué su cuerpo había dejado de reaccionar.
Te alejas sin problemas, sin mirar atrás, se sintió extraño.
Día a día presencia la misma escena, día a día te ve alejarte para atender una nueva orden. Con la mirada baja y postura bien trabajada, mostrando seriedad y profesionalismo, ocultando todo el cansancio con el que cargas a diario. El mismo cansancio que él ayuda a erradicar al final del día con sólo su presencia.
Perder su preciada rutina sin duda es algo que no le gustaría afrontar, pero los cambios son buenos, ¿cierto? Se convenció a sí mismo de esto una vez se dio media vuelta, caminando en la dirección contraria.
Siguiente parada, ¡editorial Yae!
...
B-Bueno, no hay prisa para ello en realidad, tal vez sería mejor que despeje el resto de su lista antes de involucrar asuntos personales, ¡eso es! ¡No hay que adelantarse! ¡Hay que dejar que las cosas fluyan a su ritmo! ¡Mentalizarse para el enfrentamiento también es importante! Debería pensar más sus palabras antes de tan siquiera imaginar el encararla.
Un extrañamente animado pero nervioso Gorou había dado media vuelta de nuevo para regresar sobre sus pasos, la retirada estaba decidida como estrategia ganadora, casi podía sentir su esperanza recuperándose hasta que una voz tan calmada como aterradora se escuchó detrás suyo.
—Ohh, ¿ni siquiera un "hola"? Vaya modales tiene el general de Sangonomiya, me pregunto qué dirá tu "amigo" cuando sepa que me ignoraste sin piedad alguna. Sin duda estará decepcionado de ti.—
Su destino estaba sellado y la hora de su ejecución se había adelantado de imprevisto.
[...]
—Y ese es... el problema, si... —Después de una larga explicación y de un interminable intento por mantener la compostura al final Gorou se había cerrado sobre sí mismo. Las orejas bajadas hasta casi perderse en el resto de su cabello y con su cola cerca de estar completamente entre sus piernas.
Era vergonzoso, era humillante, no sólo tener que recurrir a Yae Miko sino también admitir el hecho de que era un iluso enamorado sin remedio. Todo mientras que la mujer lo juzgaba con su inmutable mirada serena y con su voz tranquila con la que sólo soltaba preguntas ocasionales.
—Él se niega a escucharte a pesar de que estar cerca sea una molestia para su trabajo, pero a su vez no hay seguridad de que tú seas el culpable. Aún así no puedes aceptar el hecho de que separarse sea la solución más practica, ¿lo entendí bien?— Lentamente ojeaba las hojas de las respuestas a las preguntas que mandaban para la revista, consejos simples y útiles que nunca fallaban, era una lástima que el mismo autor de tan gran apoyo y guía ahora mismo estuviese atravesando un dilema.
—Es una forma de resumirlo... —
Yae dejó salir una ligera carcajada.
—Ahora entiendo a qué te referías al decir que el amor no es lo tuyo.—
—¡Por favor no se burle!— Alzó un poco la voz, con un tono un tanto brusco como tenso. Listo para caer en el estrés.—. Tal vez es atrevido de mi parte pedirle ayuda de la nada, ¡pero es la única persona quién podría llegar a entenderme! ¡Así que por favor... !—
Gorou se vio interrumpido cuando la mujer de ropa tradicional alzó sutilmente su mano para frenarlo.
—Eso no es cierto. Pero admito que me halagas creyéndolo así— La burla era obvia, pero de alguna forma algo era diferente, no sabría explicarlo. Tal vez el brillo en sus ojos o algo en su postura, pero sin duda percibía un cambio de actitud.—. Algo así sólo se resuelve con una conversación privada entre dos personas, además, ¿haz intentado ponerte en su lugar? Seguramente él también se atormenta pensando en su trabajo y en cómo existe la posibilidad de que seas tú quién desate su alergia, ¿y quién sabe? Tal vez permanecer tan firme a que no es cierto sea su forma de mantenerse positivo. Sin duda debe sentirse decaído cada vez que le llevas la contraria— Llevó sus manos a la cintura, como una madre regañando a su hijo.—. Si yo fuera él creería que es una simple excusa para librarte de mí sin tener que hacer el trabajo sucio.—
Los ojos de Gorou se abrieron por completo con el pánico, cerrando los puños y reaccionando impulsivamente.
—¡Pero no es así!— Exclamó.
—Ya, ya. No es a mí a quien debes decírselo— Gorou meditó de nuevo, aún mirando directamente a Yae, quien permanecía con los brazos cruzados. Era como si esperase a que el general terminara su oración, así que se dio el tiempo de pensar a profundidad. Tal vez tenía razón, el mantener una ofensiva en todo momento terminaría cansando a cualquiera. Le gustaría que las cosas fueran más fáciles de predecir, tener todas tus reacciones posibles al alcance de su mano y adaptarse a ellas sin causar problemas. Pero sabía que nunca sería tan fácil, y eso es lo que más le aterraba sobre estar en una relación.—. Oh, y un último consejo.—
—¿Si?—
—No vayas por ahí diciéndole a la gente que "son la única quien puede entenderte", pondrás celoso al chico detrás de ti.—
—¿¡E-Eh?!—
Sólo tuvo que mirar hacia atrás, sólo tuvo que hacer un brusco movimiento de cuello para encontrar tu figura rígida parada a menos de un metro. Tus facciones se habían quedado paralizadas en una expresión tanto de furia como de vergüenza, ¿en serio se había atrevido a contarle a alguien más cosas tan penosas como las de su relación? ¿En serio había involucrado a la mujer más astuta y cruel de todo Inazuma en esto?
A veces era increíble, en el mal sentido.
—Gracias por su preocupación, general. Aprecio profundamente su interés en mi salud y en la situación que compartimos mutuamente, pero agradecería que esos asuntos sean mantenidos en privado y que no involucren a terceros.—
Algo que había aprendido con los años es a identificar tu enojo. Descubriendo que, mientras más formal hables, más furioso estabas.
Y vaya que estabas hablando de forma anticuada ahora mismo.
—¡Espera, puedo explicarlo, es que-!
—Perdone la interrupción, Señora Yae.—
—Para nada, siempre es un placer que los habitantes de las demás islas encuentren la oportunidad de disfrutar de Narukami.—
Ignorado completamente.
Al revisar la bolsa que cargabas contigo a todos lados es como de pronto sacas un sobre perfectamente doblado, el papel inmaculado tiene un tema de peces y olas al único estilo de la Isla Watatsumi, pero era fácil notar cómo no tenía la insignia del clan Sangonomiya por ninguna parte. Esto no detuvo a Yae de aceptar la carta una vez se la extendiste con ambas manos.
—Su Excelencia no pudo enviarla con anterioridad, pero es su entrada para el sorteo de la copia autografiada de "una leyenda de espadas". Espero no esté fuera de fecha.—
La sacerdotisa te siguió el juego, disfrutando en primera fila la crisis silenciosa que atravesaba Gorou mirando de un lado a otro.
—Ya veo, no se preocupen, llegan justo a tiempo. Me aseguraré de que sea recibida cuando el organizador entre en turno hoy.—
Hiciste una reverencia, tan formal como elegante. Simple perfección en cada uno de tus modales que casi parecía que no estabas conteniendo tus reclamos.
—Muchas gracias.—
—(T/N), si pudiera explicarte, yo... —
Gorou de nuevo es interrumpido, esta vez de forma más brusca y calculada, una vez sintió tu mano sujetándolo por detrás del cuello de su armadura supo que se venía lo peor.
—Con permiso.— Volviste a hacer una reverencia, esta vez también guiando a Gorou para que te imitara. Los nervios del general empeoraron cuando escuchó la risa de Yae, como si marcara el comienzo de su sentencia.
"Sangonomiya-sama, hoy me he condenado. Menosprecie al enemigo e hice tácticas mediocres, sin saber que todo este tiempo la verdadera amenaza siempre estuvo detrás de mí."
Una despedida formal, un intercambio cordial de palabras, para después encaminarse calle abajo hasta que el bullicio de la demás gente desapareciera. Siendo escoltado a un callejón lúgubre y aterrador.
"Sangonomiya-sama, tal vez este sea mi fin."
Te giraste hacia él, con los brazos cruzados y una sonrisa engañosa en el rostro. El papel que tenía la extensa lista de encargos no era más que basura ahora entre tus dedos por toda la fuerza de tu agarre.
—¿Qué quieres explicar exactamente?—
—Yo... — Inhaló profundamente, inflando el pecho y recuperando la compostura con cada segundo que permanecía en silencio. Sé claro, se dijo, si no lo eres sólo confundirás a todos. El no estar en sincronía con tus compañeros no trae nada más que caos.—... sé que dices que no estamos seguros sobre si eres alérgico a mi, pero si estás tan enfocado a que no es así, ¿q-qué harás si estuviste equivocado todo este tiempo?—
¿Uhm? ¿De dónde vino ese cambio de actitud tan repentino? Incluso si quieres indagar en ello no tenías más opción que responder primero a sus palabras.
—Tomar la medicina, para eso fue este viaje.—
Gorou negó.
—La olvidas todo el tiempo— Por más que te doliese admitirlo, la verdad es que tenía un punto.—. Y ya sé que podemos ser más cuidadosos con la limpieza por los pelo que suelto al dormir o en nuestra ropa, pero... sólo sería más cosas de las que tendrías que estar pendiente además de tu trabajo habitual... —
—Admito que no soy bueno recordando eso, ¿pero por qué hay tanta diferencia en ser alérgico a todo lo demás y contigo? ¿El problema no sería igual si de todos modos olvido la medicina?—
Lo notaste, sin dificultad, con relativa simpleza, como su determinación pareció desaparecer por una fracción de segundo. Su pose estoica y bien plantada en el suelo de pronto fue interrumpida por lo que quiso aparentar como la necesidad de cambiar de apoyo al estar de pie.
Después de bajar la guardia finalmente se atrevió a hablar de nuevo.
—Si fuese otra cosa, ¡me aseguraría de mantener cualquier diminuta cantidad a metros de ti todo el tiempo! ¡Estaría al pendiente y vigilaría sin descanso!— Exclamó, con la misma dedicación e intensidad con la que hablaba antes de salir a la batalla. Su espíritu, su carácter digno de un general, el mismo que brinda tanto confianza como respeto hacia su persona.—. Pero si yo soy quien provoca tu enfermedad no creo ser capaz de mantenerme alejado de ti... —
¿En serio había dicho eso con tanta seguridad? ¿Con tanta seriedad en el rostro? ¿Cómo es que aún mantiene la compostura, cómo es que permanece estoico mientras que tú aún intentas analizar sus palabras lentamente para no caer de lleno a ser un manojo de nervios?
Estas preguntas te llenaban la cabeza, sin saber que en realidad Gorou se estaba carcomiendo por dentro por haber dicho algo así de vergonzoso.
¿El amor no es lo suyo? Cualquiera creería lo contrario después de escucharlo hablar. Incluso sino era más que un torpe iluso enamorado.
—¿Y qué pretendes diciéndome todo esto? Sólo lo haces sonar como si tocarte fuera mortal.— Tal vez no la mejor elección de palabras, tal vez con un tono más directo de lo que te gustaría, pero no importa, porque Gorou puede ver a través de esos gestos y entender que su peculiar dilema no era algo que menospreciabas.
Rascó por detrás de su cabeza, regresando a su faceta casual y penosa con cuidado.
—Pensé que decirlo directamente era mejor que... bueno, que buscar excusas todo el tiempo y tratar de persuadirte.—
El viento sopla como siempre, atraviesa los tejados de los hogares en Inazuma y alza con elegancia las cometas de los niños que se correteaban por los caminos, nada parecía importarles, nada parecía interesarles, y por lo mismo no pudiste evitar sentir nostalgia.
Nostalgia por el recuerdo de su primer encuentro, de cómo el intercambio casual de miradas avanzó a pláticas ocasionales hasta las tácticas no tan disimuladas a las que recurrían para verse.
Entonces lo entendiste, no eran un par de exagerados, simplemente suelen estar tan ajetreados por el trabajo que, al final, los momentos cotidianos por los que atravesaría una pareja normal terminan siendo más catastróficos de lo que deberían.
Aguantaste un estornudo al apartar la mirada. No era momento de darle la razón cuando ni siquiera estabas seguro de estar mintiendo al respecto.
[...]
—¡Hablamos de esto ayer!— Gorou esquivó a un mercader con agilidad antes de seguir corriendo hasta las afueras de Inazuma. Y cuando se da la oportunidad de mirar hacia atrás logra quedarse hipnotizado una fracción de segundo al notar cómo lograbas seguirle el paso.
A veces olvidaba que solías entrenar con él cada mañana cuando la guerra seguía vigente. Ahora mismo se arrepentía de haberte pedido compañía todas esas veces.
—¡Sólo vamos por la medicina! ¿Cuál es el problema ahora?— Exclamas, aún detrás suyo, persiguiéndolo, ¿cómo es que habían terminado así? Te preguntas lo mismo, lo único que sabes es que al decir que debían ir de vuelta con el doctor, él ya estaba buscando una forma de evitar el tener que acompañarte.
—¡No quiero oírlo!—
Gruñes. Apresurando tu paso.
—¡Ya te dije que no soy alérgico a ti!—
¿Cómo serán sus vidas cómo para que cepillar su cola y acariciar sus orejas sea una amenaza? ¿Por qué de repente estaba huyendo de quién adoraba tanto? Lo único que podía esperar ahora es que cedieras, no hay forma de que un asistente logre competir contra la resistencia de un general entrenado.
... ¿verdad?
¿V-Verdad?
¿Entonces cómo es que lo habías emboscado cuando salió del campo abierto para esconderse detrás de una carreta?
Así como un par de niños, así cómo el par de jóvenes que merecían disfrutar de un día común sin preocuparse una vez por la vida de los adultos es cómo volvieron a discutir por la ya consideraba (y algo tonta) probabilidad.
—Te esperaré afuera, ¡es lo único que puedo hacer!—
—La primera vez entraste conmigo para revisar que no me envenenaran, ¿y ahora quieres lanzarme a mi suerte?—
—¡No lo digas así!—
—Oh, ahí están— Escucharon frente a ustedes, a la altura de una persona promedio. La silueta encorvada del hombre mayor los mirada hacia abajo en el escondite donde ambos permanecían sentados en el suelo de tierra y roca. Alzaron la mira, paralizados y quedándose mudos al mismo tiempo, para encontrarse con la sonrisa sutil y algo cansada del doctor.—. Las coincidencias son misteriosas, claro que si— El hombre mayor asintió para si mismo, llevando sus manos a su espalda y esperando pacientemente a que ambos se levantaran.—. Si no están ocupados, ¿por qué no me acompañan?— Su paso era lento y despreocupado, adelantándose apenas para que pudieran seguirlo sin problemas, entonces una de sus manos comenzó a hacer gestos en el aire mientras explicaba cosas que consideraba importantes.—. Siempre adoro comenzar los días dando buenas noticias, bastante, en realidad.—
Y el hombre siguió divagando, confiando en que escucharían. Y vaya que lo hacían, porque después de tan penoso encuentro, ¿cómo podrían escapar de la vergüenza si no era prestándole atención a los pensamientos de un anciano?
[...]
—Veamos... —Sus gafas para leer estaban tan desgastadas como su propia silla, pero tan ficcionales como eran siempre, pues sus ojos encontraron rápidamente la nota en el montón de papeles en su mesa.—. Aquí está, medicina para la alergia. Siempre que se te termine puedes llevarle esto a cualquier médico y sabrá cómo hacerla.—
—Oh... — Reaccionaste lentamente a sus palabras, aceptando la prescripción con ambas manos para luego hacer una ligera reverencia.—. Se lo agradezco.—
Tanto tú como Gorou miraron la letra formal y bien trabajada hasta leer todo lo que venía en la hoja. Además de lo que contenía, no había más explicación aparte. "Alergia", eso era todo el contexto que daba al respecto.
—Si no es molestia— Por alguna razón Gorou alzó la mano a medias, pidiendo la palabra de forma innecesaria.—, nos gustaría saber a qué se debe la alergia exactamente. Para evitarlo lo mejor que sea posible.—
El doctor se cruzó de brazos, sentándose lentamente en su asiento antes de hablar. Casi como si estuviera molestándolos.
—Pelaje de animal.—
Dijo tan de la nada, con una simpleza que no entendía la gravedad de lo que su respuesta había ocasionado.
¿Entonces era cierto? ¿Tendrían que recurrir a todas esas opciones para minimizar tu reacción?
Te sentías como un tonto, no sabías si era por estar equivocado todo este tiempo o por haber regañado tanto a Gorou para nada. Pero sin duda se trataba de tu gran orgullo siendo pisoteado sin piedad.
Pero antes de que pudieras disculparte el hombre vuelvo a hablar, con una mueca de curiosidad en el rostro.
—Aunque es algo irónico si me lo preguntan— Añadió, atrapando de nuevo la atención de ambos.—. Oh, no, no es el pelaje del General si era lo que les preocupaba. Pueden estar tranquilos.—
—¿Entonces de qué animal es?— Preguntó de vuelta, casi con un toque de celos en la voz, ¿otros animales? ¿Cómo es que había más animales que se acercaban a ti y no era capaz de olerlos?
El hombre aclaró su garganta.
—De gato.—
...
—¿De gato?— Dijeron, al mismo tiempo, y creyendo para ese punto que les estaba tomando el pelo. Parecía en verdad un mal chiste para alguien que lucía tan serio y profesional. Aún así el hombre no se retractó ni confesó, en su lugar volvió a asentir.
—El joven sabrá de lo que hablo— Apuntó hacía a ti, con su mano extendida y listo para explicar a detalle.—. Entre las pruebas que se hicieron tomé una muestra de lo que supuse era pelaje del General Gorou, un par de hebras que colgaban en su ropa— Continuó.—. Pero al analizarlas, sorpresivamente descubrí que se trataba de pelaje de gato. Bastante sucio y lleno de tierra además, ¿tienen alguna mascota o algo por el estilo?—
¿Mascota? ¿Un gato de mascota? Debía estar bromeando de seguro, ya estabas listo para indagar en su explicación hasta que sentiste el agarre dudoso de Gorou en tu hombro, al mirar hacia él puedes notar como sus orejas están caídas y cómo clava su mirada a otro sitio. Cómo alguien listo para confesar, pero a su vez diciéndote por debajo que habían terminado en ese lugar.
—Ya veo— Dices, obligándote a volver a tu faceta formal y educada.—. No tenemos mascotas, pero creo ya tener una explicación de ello.—
Y esperabas que fuese por lo menos lógica.
[...]
—¿Recuerdas la última vez que partí a una expedición en solitario?—
—¿La de la isla Seirai?— Gorou asintió, tomando asiento a tu lado, esperando en el borde del muelle al barco que los llevaría de vuelta a Watatsumi. Era mediodía, el calor era ligeramente más potente que el de días anteriores pero la brisa que provenía del mar junto a su característico olor eran suficiente para combatirlo.
—Sangonomiya-sama temía que de alguna forma la tormenta eléctrica y su contaminación alcanzaran más allá de la isla, así que fui a investigar un poco— Los recuerdos llegan a su mente, la desolación y el constante pitido en sus orejas por toda la electricidad estática que llena el aire en ese lugar, es simplemente algo difícil de lidiar.—. En medio de todo el caos encontré un santuario, abandonado y en ruinas, pero en el que la vida se había aferrado. Era ahora un refugio ocupado por gatos.—
—...— Cuando Gorou se volteó para ver tu reacción fue atacado por tu expresión seria que desbordaba confusión. Casi recriminándole de crear la peor excusa posible.
—¡Hablo en serio! ¡Había decenas de ellos!— Para expresarse mejor tuvo que alzar ambos brazos y subir su voz. Asentiste, creyendo de alguna forma lo que decía incluso si sonaba extraño. Seguiste escuchando atentamente, siendo honesto te sentías algo decepcionado de que el misterio fuese resuelto en el mismo momento que apareció, pero por lo menos era una preocupación menos.—. Aunque no parecían extrañados por presencias externas, más bien estaban cómodos a la gente de fuera. Y para cuando me di cuenta ya estaba rodeado de ellos.—
—¿Te emboscaron?—
—Si lo quieres ver así— ¿Contaría como derrota el ser derribado por gatos? ¿Será que todo ese tiempo buscaron bajar su guardia? Gorou le estaba más vueltas de lo que debería.—. Debieron frotarse tanto contra mi que sin querer terminé lleno de su pelaje.—
—Y entonces debiste dejarlo por toda la casa.— El general asintió, cruzándose de brazos y mirando hacia el mar. En teoría si había sido su culpa, su descuido y sus malos hábitos al no limpiar como debería su armadura.
Esa es una táctica que había leído alguna vez, el enemigo deja libre a algún prisionero o pretende estar debilitado tan sólo para enviar una amenaza secreta entre las tropas aliadas. Casi como un caballo de Troya.
Espera, ¿unos gatos lo habían usado cómo arma? ¿Por qué de repente se siente tan desanimado al pensar en ello?
Al final soltó un largo suspiro, satisfecho y agradecido por cómo todo había terminado. La nota de la prescripción resguardada en el equipaje y la bolsa de la medicina entre tus manos luego de haberla tomado finalmente.
Pudo inclinarse sobre ti sin preocupación alguna, descansando si cabeza en tu hombro y dejándose llevar por la tranquilidad del momento. Supo que hacías lo mismo cuando sintió tu mano en su cabello, cepillando con cuidado con tus dedos y respondiendo a la cercanía.
—Limpiaré de arriba a abajo cuando regresemos.— Dijo, notando cómo el pequeño barco de apariencia familiar comenzaba a crecer desde la lejanía del horizonte sobre el mar.
—Gracias.— Respondes, reaccionando a tiempo para apoyarte en tu brazo para no caer de espaldas, con el peso de Gorou descansando cada vez más en ti mientras más se acercaba.
Entonces su pelo comenzó a picar en tu oído, y fue ahí cuando te percataste de lo acostumbrados que estaban de la compañía del otro.
¿Acaso te agobiaba? Para nada, pues si tenías la oportunidad de brindarle al exhausto general de Sangonomiya un momento de paz, con gusto se lo darías.
Ahora y siempre.
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