•『 Gato de la fortuna 』•
【 Servamp 】
(Esto es un experimento, perdonen los errores ;b)
Supersticiones, creencias sin fundamentos científicos y respaldadas por ideas mágicas. Ajenas a la opinión o a una religión, sólo fé en la buena y la mala fortuna.
Algunas personas ya no creen en esas cosas más allá de ser juegos para niños o recuerdos de la infancia, aquello era lo que te apenaba. Alargando tu perspectiva después de la nostalgia o de la melancolía en tu situación actual, siempre fuiste fiel a que algunas cosas traen consigo energía negativa, tanto que pueden arruinar un día casi perfecto. No hay explicación, simplemente pasan, eran sencillas y concisas, sin secretos o acuerdos entre líneas. Sólo una oración que había abandonado el papel arrugado donde había sido escrita.
Esa era la mejor parte, ¿por qué la gente busca darle una explicación a algo así? Eran más tontos quienes querían tener una respuesta para todo que los que simplemente disfrutan del misterio, o al menos eso pensabas diariamente cuando lanzabas sal sobre tu hombro para luego ser el centro de atención. Miradas curiosas y preguntas interminables, eran demasiadas.
Aún así era una razón que no quieres aceptar, pues de alguna forma rompería el orgullo que cargas contigo. En un brazo llevas tus creencias y en el otro un sentimiento sin nombre, pesado y molesto, pero que se aferra a ti y al que te aferrabas también.
Pero incluso cuando el pelaje negro de aquel gato te gritaba que sólo serían problemas innecesarios no pudiste ceder ante la culpa. La ventisca helada característica de la época se colaba entre tus ropajes y las gotas que caían poco a poco amenazaban con una tormenta, no serías aquel cruel estudiante que dejaría a un animal indefenso en medio del clima despiadado y, por lo mismo, te tragaste aquella creencia para tener el valor de tomar entre brazos a aquel gato negro que se escondía de la multitud. Tu aliento formó una nube frente a tus ojos y te diste cuenta de lo nervioso que estabas, las manos temblorosas alcanzaron el pelaje que subía y bajaba por la respiración del animal en un ritmo lento, seguiste siendo precavido hasta tomarlo y casi de inmediato lo escondiste entre el enorme abrigo que le habías robado a tu padre esa mañana.
Un gato negro se cruzó en tu camino, sin una forma de saber si traía consigo una maldición o una recompensa por la buena obra. También podría ser un gato común, callejero, y por las fechas seguramente víctima de las personas que los adoptan por Halloween para luego ser echados sin remordimiento alguno. Un mundo de posibilidades donde sólo una sería la correcta, tal vez la tentación comenzaba a pesarte, el indagar suena mejor si esperas algo después de tanto esfuerzo.
[...]
—No te preocupes, todos tenemos momentos así. Sólo no fue tu día.—
"No fue mi semana." Piensas, el mal humor empeora cuando el líquido trasparente y frío alcanza tu mejilla, ardiendo sobre el moretón que ocupaba gran parte de tu rostro.
Te habían asaltado.
—¿Por qué no me dijiste que habías dejado dinero en mi abrigo? Esos idiotas creyeron que les mentí cuando dije que no traía nada.—
—Sería tu buena suerte del día, piénsalo, encontrar dinero entre la ropa es asombroso— Desde tu lugar en el sofá hasta cuando se gira para tomar otro algodón, él siempre fantaseaba.—. Quería animarte, veo que fue una mala idea. Lo siento.—
—Ya da igual... — Con ambas manos, tan frías como para provocarte un escalofrío, te gira el rostro con cuidado para buscar otra herida. Cuando termina de revisar deja a la vista su sonrisa aliviada.
—Así que eres difícil de tumbar.— Un mal presentimiento recorre tu espalda y de alguna forma llega a tu garganta, atorándose ahí, sin remordimiento alguno.
—Se podría decir. No lo sé.—
—Eres malo para los halagos, ¿eh?— Una vez curado despeina tu cabello de por si ya desarreglado con cierta brusquedad. Su risa escandalosa resuena por toda la casa hasta que le dices que se detenga.—Está bien, está bien— Tu padre siempre había sido la persona más inmadura y energética que conociste alguna vez. Era creyente de la energía y el karma, pero sin llevarlo a un extremo donde fuese fácil de descifrar. Para él las cosas pasaban por una razón y siempre estaba satisfecho con esa explicación, aún y cuando no fuese a su favor.—. Ya me voy, no te quedes despierto.—
El gato negro que dormía sobre el respaldo del sofá bosteza antes de saltar hacia otro lugar. Termina encontrando más cómoda una silla en el comedor.
Lo despides sin moverte y cuando la puerta se cierra suspiras. Aprovechando del silencio agudizas el oído para distinguir cierto sonido molesto.
Sus pasos se alejan finalmente. Quieres ganar la palabra pero no logras pensar en algo ingenioso a tiempo, para cuando vuelves la mirada hacia él ya está trasformado.
—Es un fastidio pensar que nos atacaron sólo porque era el destino.—
—¿"Nos"?— La preguntas sale con indignación y señalas el gran golpe que seguía en tu mejilla.—Un gato común hubiese al menos rasguñado a uno de esos ladrones. En cambio el que venía conmigo siguió durmiendo tranquilamente hasta que vaciaron mi mochila.— Podías sentir una vena remarcada en tu frente, palpitando, producto del estrés que te causaba la actitud de aquel demonio.
—No pensé que eras del tipo que expondría a un pobre gato a una pelea.— Una voz perezosa, grave y algo rasposa, un sello casi característico junto al gran bostezo que suelta cuando empieza a caminar hasta encontrar un espacio libre a tu lado.
—Tú eres la criatura mítica que dejó a su suerte a un chico de preparatoria.— Te quejas y de inmediato apoyas tu frente en tus manos, con los codos apoyándose a su vez en tus rodillas. Sin pensarlo mucho suspiras para tranquilizarte, con más facilidad desde que la presencia de Ash ya no te resulta intimidante. Estabas listo para levantar la mirada pero el tono escandaloso del teléfono para avisar sobre la llamada entrante te hizo saltar del miedo, ya estabas en casa, querías meterte eso en la cabeza pero por alguna razón seguías con los nervios de punta.
Tus dedos se cerraron sobre algunos mechones de tu cabello e intentaste ignorar aquel ruido infernal. No debías responder, no tienes permitido responder ser esas llamadas, no son para ti, no tienen nada que ver contigo, ¿entonces por qué te alteraba tanto escuchar el teléfono sonar? El compás de tono agudo taladra en tus oídos y es cómo una orquesta desafinada tocando con todas sus fuerzas, incapaz de ser ignorada.
Se acabó el tiempo de espera y todo volvió a ser paz. La mano de tu compañero recorrió tu espalda para ayudarte, y cuando regresaste a ti mismo dio dos palmadas leves antes de alejarse.
Sleepy Ash sabía que la situación no era la mejor, aún así se quedó a pesar de toda las molestias que conllevaba. Brindaba esa mínima compañía en las interminables horas que pasabas encerrado esperando a tu único padre.
Su única manera de ayudar era hacerte pensar en otra cosa, lo que fuese. Buscó un nuevo tema mirando alrededor y la idea no tardó en llegar.
—¿Qué hay para la cena?— Preguntó, con ese tono indiferente e inexpresivo.
—Ah, si, cena, si... uhm... — Necesitaste un pequeño impulso para salir del hueco en el sofá y el camino a la cocina terminó siendo lo más fácil.
Lo difícil venía en encontrar algo comestible.
Abriste el refrigerador, latas de refresco apiladas en una esquina, algunos vegetales con apariencia poco encantadora y condimentos más que nada. No había carne congelada de ningún tipo y la comida para uno que se metía en el microondas se había apoderado del congelador.
Revisaste la fecha de expiración de cada paquete, hace una semana que había dejado de ser comestible. Escarbaste en las profundidades del refrigerador y encontraste un recipiente de helado a la mitad. Sin querer suspiras, no tenías ánimos de azúcar pero si querías saciar tu hambre debías cooperar con tu gusto salado.
Tomaste dos cucharas de la pila de trastes limpios sin guardar y regresaste. Lanzaste el recipiente a sus manos junto al cubierto, entonces te dejaste caer a su lado de nuevo.
—¿Helado?—
—¿Prefieres comida expirada o un sándwich de mostaza y pimientos?— Tú mismo te reclamas por aquel sarcasmo innecesario y tomas el recipiente que te extiende el de cabello azulado.—Papá no me ha dado dinero para comprar la comida de la semana. Sigue trayendo esos asquerosos paquetes de la instantánea para microondas.—
—Del alguna manera ustedes están bien y mal a la vez.—
—Dime algo nuevo— Lo frió del helado cala en tus dientes y empeora los escalofríos. Cenar algo así en invierno no es la mejor idea que hubieras tenido, pero cualquier cosa era mejor que vomitar toda la noche por unos macarrones con queso y moho.—. Aún y cuando me moleste su manera de llevar las cosas quiero pensar que sabe lo que hace. Supongo que espera un golpe de suerte o a que lo asciendan para darme una buena noticia, es fanático de las sorpresas... —
—Pensar tanto el descuido de alguien suena como una molestia— Dice, entonces bosteza.—. Con escucharte me dan ganas de morir.—
—Entonces perece, criatura del abismo— En lugar de hablar con tu voz común finges el tono grave y amenazante de un personaje que ambos conocían. Luego de soltar tu diálogo sueltas una risa cansada, raspando los restos en las paredes del recipiente.—. Sólo hay que... dejar que las cosas pasen, tienen una razón, y... eso. Y mira, ya que las cosas "pasaron" cómo debían terminé metiendo a un gato negro en mi vida, fue una buena corazonada.—
—¿Consideras buena suerte el haberme encontrado?—
—¿Uh?... si, ¿por qué no lo sería?—
Con una confusión genuina es como te giras para encararlo, pero él está más concentrado en el suelo, en los detalles mínimos de este, parpadeando tan lento que parece que está por dormir.
Después de eso no sigue con la conversación.
[...]
Luego de una mañana de recibir un montón de papeles calificados con números ridículamente bajos, el encontrar dinero en el suelo fue lo mejor que te pudo pasar aquel día.
Te detuviste en una tienda al final de la calle para comprar, saludaste a la viejecita al otro lado del mostrador y saliste con bollo de carne que desprendía un aroma relajante.
Encontraste una banca vacía en una vereda cerca del edificio de tu casa, te pareció el lugar ideal para devorar tu aperitivo, perfectamente oculto de las rutas de cualquiera de tus compañeros así que compartir aquel tesoro no sería algo de lo que tendrías que molestarte.
O eso pensaste hasta que el pelaje negro de cierto animal doméstico salió del interior del enorme abrigo para invierno. El pelo oscuro hizo cosquillas en tu cuello y apartaste el pan justo a tiempo.
—Sería bueno que te movieses así de rápido siempre.—
—Ah... no seas tan cruel con un pobre gato.—
Diste otra mordida, ignorando al vampiro pero al final cediendo a su pedido indirecto. El aire no corría con violencia como el día que lo encontraste y el sol casi en el atardecer era cálido y relajante en la poca piel que tenías al descubierto. El cielo lleno de nubes partidas que advertían de un cambio de clima y las hojas de los árboles cercanos presumían de sus tonos anaranjados.
Al suspirar tu aliento formó una nube frente a ti, apenas visible, pero presente. Removiste tu mano libre hasta el cierre frontal de tu mochila y sacaste los papeles doblados de tus exámenes.
Tomaste aire para abrirlos y el número destacado en rojo, encerrado y gritando que lo vieras era difícil de ignorar. El trazo era tan excéntrico que sería muy obvio si intentases modificarlo.
Una mano cargando con el producto de tu buena suerte, en la otra...
¿Mala suerte?
No realmente, un perfecto ejemplo de la causa-consecuencia, no era cuestión de fortuna o similar. Fueron resultados precisos, sin superstición o augurio. No es que tu destino fuese reprobar, claro que no, ¿o tal vez si? ¿si te esfuerzas podrías cambiar eso? ¿hasta dónde aplica la suerte? ¿hasta dónde te ayudan los amuletos?
Diste otra mordida, más desanimado. Tu padre no te regañaría, tampoco te daría un consejo, no estaría ni decepcionado ni enojado. No sabías si eso estaba bien, tus amigos siempre se quejaban de los castigos y las llamadas de atención, ¿estaban haciendo algo mal?
¿También le dejarías tu futuro a la suerte?
No tienes aspiraciones más que las adivinanzas y los juegos de apuestas. Aún así no eras fanático de entrar en ellas, parece que era el único consejo que te había dado tu padre, "aléjate de las apuestas".
Algo... obvio, pero más difícil de cumplir que de escuchar.
—Ash— Llamaste, el contrario respondió luego de bostezar.—, ¿alguna vez piensas en el futuro?—
¿Las criaturas inmortales se preocupan por cosas así?
—Mmmh... — Indeciso sobre si hablar o no cede al final.—Suelo pensar más en el pasado.—
—Tiene sentido— Tu respuesta es como un tartamudeo y Ash puede sentir tu cuerpo temblar por varios escalofríos que te atacan uno tras otro. Dejas la envoltura ya vacía en un lado y empiezas a jugar con tus manos, indeciso en qué hacer o pensar.—. Si, tiene bastante, claro... eh, el futuro es difícil, es aterrador, ¿a ti te aterra? No lo creo, siempre duermes, a-ah... —
Otro ramo de nervios enredando sus raíces en tu cabeza, son tan molestas.
Buscas en tu alrededor, concreto, metal, césped podado, césped artificial, hiedras invasoras. Sin rastros de tréboles, sin poder distraerte buscando uno de cuatro hojas. Sin aviso previo te sientes ansioso, con un vacío en el pecho, con la necesidad de mirar hacia todos lados y dudando sobre si deberías entrar a casa.
—(T/N), relájate, te estás alterando por nada.—
—Nada, nada, si, nada— Respiras, lento, tratando de recobrar el control, alarmado, a la defensiva. Una sensación inexplicablemente familiar. Por un segundo las palabras directas del vampiro parecen funcionar.—, ¿p-pero ese no es el punto? La suerte no es un "algo", sólo pasa, pasa por algo, para nivelar las cosas, esos papeles son absurdos, inútiles, por eso encontré papel valioso, ese billete fue todo lo contrario, si, eso si fue útil; así funciona la fortuna, ¿no?—
—Querer buscarle lo bueno y lo malo a las cosas con la suerte es un fastidio. No hay nada así, sólo lo qué haces.—
—Uhm, si, si; y tu "buena suerte" es un resultado, el de algo que alguien más hizo, una coincidencia... —
—Tener que repetirlo es molesto, anótalo en tu brazo— Para cuando te percataste el felino había abandonado su escondite para cuando salían y ahora estaba posado con pereza en tu hombro.—. Te perdonaré si esta noche cocinas algo de verdad y no sobras recalentadas.—
Su pereza salió a la luz de nuevo junto con su facilidad para pedir cosas, normalmente te enojarías pero esa vez lo dejaste pasar.
Ser una molestia incluso para un ser que ha vivido tantas cosas como para enumerarlas.
Eso si que es un logro.
Tu mirada perdida regresa a la realidad al percatarte del frío en tu cuello, entonces alcanzas a ver tus manos, aún cálidas por el bollo caliente que sostenías hace un momento.
Las frotas entre sí con algo de energía, pensando en algo que requería un aviso previo y un permiso. No perdías nada al intentarlo.
—Ash— No obtuviste respuesta pero sabías que escuchaba.—, ¿puedo... ?— Y no seguiste hablando, abriendo su curiosidad.
Cuando abrió los ojos con pereza encontró las caras internas de tus manos mirando hacia ti, moviendo levemente los dedos entumidos; de inmediato supo a qué te referías y bostezó como nunca en el día.
—Qué molesto eres.— A pesar de su queja vuelve a saltar de tu hombro a tu regazo, espera a que acomodes los brazos y termina recostado para dejarte acariciarlo libremente.
El pelaje negro bien cuidado reflejaba los últimos rayos del sol, seguía siendo suave pero en general estaba frío por el viento. Ash se removió bajo tus caricias, no lo admitiría ni en la más cercanas de las realidades pero el tacto cálido de tus manos aliviaron un malestar que lo había atacado desde que salió del abrigo. Los temblores desaparecieron y sin apuro o preocupación alguna comenzó a dormitar sobre ti.
Sonreíste convencido de estar más calmado. Pero más que calma era distracción, esa paz se esfumaría con sólo levantar la vista hacia el gran edificio de apartamentos.
Oh, es tarde, ya volteaste.
Un suspiro se te escapa y crea vaho de nuevo frente a tus ojos. El aire frío te hace doler el pecho y es cuando sabes qué es hora de regresar. Sin ganas ni ánimos recoges los exámenes arrugados y tu mochila, sin soltar a tu compañero y con cuidado de no dejarlo caer. Un paso indeciso comienza una marcha lúgubre con una postura encorvada, si alguien que te conoce te viera con esa expresión dudaría que fueses realmente tú.
Así funciona eso. Siempre ha sido así.
[...]
"¡Maldita sea, viejo, una apuesta! ¡Me dices hasta el cansancio que no me meta en eso y a ti te golpean por lo mismo! ¡¿Qué imagen es la que quieres darme!?"
"¡Oye, cálmate! ¡Son problemas de adultos, ¿desde cuando eres tan experto?!"
"¡Desde que apenas se te ve por este maldita casa abandonada!"
Ash soltó otro gruñido antes de cubrir su cabeza con la manta, se dio vuelta sobre el colchón y trató de ignorar los gritos que atravesar las paredes absurdamente delgadas.
Podía imaginar cómo regresarías a encerrarte a tu habitación, con los ojos al borde de soltar las lagrimas retenidas y con la voz ahogada con la que le pedías que se acercara. No tenía problema con eso, la cercanía no era algo incómodo y tampoco se quejaba por ayudarte a regresar a ti, pero el desgaste se hacía visible con cada nueva discusión.
Eso era tan sólo el resultado del desafortunado que soportaba situaciones irreales al tener un padre irresponsable.
Esa si era mala suerte, no te ganaste crecer con alguien así, no te lo buscaste, no te lo merecías. Pero pasó, era mala suerte pero no podía decírtelo, sería darte razón para dejarte guiar por el azar y la última prueba que necesitas para confiar ciegamente en las probabilidades y supersticiones.
Debías seguir con los pies en la tierra.
Pero el perezoso Sleepy Ash encontraba eso como demasiado trabajo. No estaba a la medida de dar esa clase de apoyo y el sentirse agobiado normalmente le haría huir de aquella casa problemática, incluso con la molestia y el fastidio picándole ambos costados se quedaría.
Excusándose de que la vida en la calle era peor que cualquier cosa. Con una fachada de pocas palabras y cero preguntas, con todos los cabos atados desde que es dicha.
Escucha pasos pesados y rápidos acercándose, como un animal persiguiendo a su presa, entonces espera un portazo que no tarda en aparecer. La madera cruje por el impacto y estaba seguro de que se había zafado de sus tornillos oxidados.
En ese punto seguiría el llanto pero por primera vez lo que distinguió fueron los cajones del armario viejo siendo abiertos sin piedad. Si bien su visión era limitada por la manta de colores apagados que los escondían era difícil no hacerse una imagen mental de los cajones siendo sacados del riel antes de que los dejaras caer al suelo si cuidado.
—¿Qué es todo ese ruido? No puedo dormir... — Abre los ojos un poco más del usual cuando te giras a verlo, no hay lágrimas pero si molestia y enojo puro. Intentas hablar pero prefieres sacar las pocas cosas que había en el armario.—¿(T/N)?... —
—Ash, en serio yo... ¡agh, todo esto es una estupidez pero en serio ya no... ! ¡Y él... !— Das tres golpes contra la madera del mueble, resuenan por el vacío y su estado deplorable. Tu rostro estaba tan rojo que parecía que ibas a desmayarte.—No te he dado más que problemas, y lo siento. Fue una gran fortuna conocerte y que te quedaras pero para ti debe ser todo lo contrario— Una prenda tras otra abandona la estantería simple para luego entrar sin orden alguno a la gran mochila de gimnasia.—, lo que quiero decir es que... ¡no lo dudes, idiota! ¡Me voy de aquí! En unos meses seré mayor de edad, sólo me adelanto.—
—Piénsalo bien, estás alterado... —
—Pensar me llevó a esto, ¡y mira! ¡¡Estoy gritándole al gato y ni siquiera le importa!!— Levantas la voz aún más, no tienes respuesta alguna.—Ah... dejando eso... gracias por estar aquí, lo digo enserio. No debes seguirme a todos lados ahora pero quería decirlo. Esto es un tiro ciego y precipitado pero cualquier cosa es mejor que dejarle el control de todo a ese hombre— Estabas tan convencido de lo que estabas por hacer que nada podría convencerte de lo contrario. Ash lo entendió rápidamente y prefirió quedarse callado.—. Es una corazonada, ¿sabes? Así como el día que te recogí, algo me dice que quedarme aquí terminará en algo malo. Tal vez papá se meta en una deuda horrible y unos matones me secuestren para que pague el rescate, así que mientras menos me vean con él aún mejor... Si, aún mejor.—
Tu coraje e ira aumentaba cada vez que recordabas su confesión. Aquel asalto no había sido mala suerte, sólo un padre poniendo a su hijo como retador. No querías recordar nada de ese día pero ahora estaba incrustado en tu memoria, listo para saltar de vuelta en el por momento. De eso de trata una tragedia mal escrita.
Entonces te detienes en tu ráfaga de sacar ropa sin control.
Estás indeciso sobre llevar el enorme abrigo, no era tuyo exactamente, lo habías tomado un día y te habías adueñado, como siempre él no tuvo quejas, nunca las tenía.
Lo descolgaste para lazarlo al otro lado de la pequeña habitación, lo cambiaste por uno más ligero y menos cálido, pero seguro de tu pertenencia.
Ash volvió a su forma felina antes de saltar a tus manos para que lo escoltaras. La mochila no estaba llena, no había mucho con qué llenarla, y por eso fue sencillo caminar con paso firme a la entrada.
Un hombre maduro llorando en silencio, incapaz de detener a su hijo yace en el sofá de la sala de estar. No te despides, no dices nada, solo te vas, dejando tu juego de llaves en el piso de la entrada.
—Mamá también se fue así.— Dices a la nada supuestamente, pero ambos saben que era un recordatorio para ti. Un gramo de arrepentimiento te hace retorcer, entonces el enojo vuelve potenciado, no debías sentir pena por gente así.
Ese no era tu problema, ¿cierto? Era el resultado de sus acciones, no era infortunio o una maldición, era una consecuencia.
"Apuesta a algo mejor, algo con futuro."
No estás seguro de donde escuchaste esa frase.
Dejaste a tu compañero camino al mismo callejón donde lo encontraste por primera vez. Todo seguía igual, basura más, basura menos, la caja en la que solía estar había desaparecido y ahora la noche comenzaba a caer. No tenías un plan, fue precipitado, y eso era emocionante y aterrador, una combinación que nunca creíste experimentar.
Suspiraste cuando lo viste en su forma humana, sonríes con tristeza y él aparta la mirada.
—Acompañarte no es tan molesto, me ahorras el caminar.—
—Gracias pero ya te metí en suficientes dramas para todo un siglo— Estaba en lo cierto, esos programas siempre fueron un fastidio de ver y ahora que había vivido uno tan de cerca su desagrado solo había aumentado. Pero a su vez su empatía, fue un resultado balanceado si le preguntaban.—. Realmente existe la suerte, pero no debo dejársela toda a ella, eres una prueba de eso, ¿sabes?—
—¿De dónde vienen tantas palabras confusas? Deberías ser más claro.— Tan sólo sueltas una risa leve, aún entristecida.
Entonces levantas levemente los brazos a su dirección.
Por un segundo no sabe la respuesta correcta o qué era lo que buscabas pero un presentimiento le hace comprender. Eres tú quien debe acercarse para conseguir un abrazo de aquel vampiro perezoso, uno que él corresponde sin aplicar nada de fuerza a comparación de tuya.
—Gracias por todo, gato de la fortuna.— Sientes un ligero apretón en su agarre, pero no piensas preguntar o dar importancia a algo así en una despedida.
Al separarte te das la vuelta casi de inmediato para empezar los primeros pasos a una nueva página en la historia de una vida llena de altibajos, no sin antes despedirte sacudiendo tu mano libre lentamente.
Ash no responde, su mirada aburrida es todo lo que expresa.
Te adentras en la pequeña multitud en la calle principal y desapareces de su vista rojiza. Ningún ánimo o deseo de seguirte aparecen, sería muy cliché, eso pensaba. La historia que se había contado siempre, estaba bien darle un nuevo enfoque.
Volvió a adentrarse al callejón, un nuevo escondite se alzó entre el desolado escenario y pudo dormir tranquilamente sabiendo que estarías bien.
Habías sobrevivido al encuentro con un gato negro. Obviamente estarías bien.
Estaba tan confiado que no te deseo suerte, pues era un hecho que saldrías adelante. Pedir por algo asegurado le parecía molesto, contraproducente e inútil. Su poca energía de gato doméstico no le alcanzaba para romperse la cabeza con preocupaciones inventadas.
Bostezó.
Ese día había sido caótico.
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