Flufftober 2024 ; día 21
『 Despertar juntos 』
Los Siete Señores del Devildom
Obviamente ya pasó octubre, y obviamente llego muy tarde, pero primero me muero antes que desperdiciar este escrito que me tomó meses de luchar contra el bloqueo para terminarlo.
Lista de prompts originales sacada de Es de Fanfics en FB. Todos sus derechos a los moderadores de la página.
Me gustaría decir que estoy de vuelta, pero estaría mintiendo, así que por favor disfruten de este one shot. Es lo único que puedo ofrecerles por ahora u_u
▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰
Tratando de despabilar tus sentidos arrojas el edredón fuera de encima tuyo hasta que descubres la mitad de tu cuerpo, y de la forma más perezosa posible estiras tus brazos hacia arriba hasta que escuchas algo volver a su sitio en tus hombros. El paisaje de hojas y enredaderas que escalaban del muro hasta terminar en el techo te traen de vuelta al comienzo de un nuevo día en el Devildom, su aroma natural es casi terapéutico, te hace sentir en paz y podrías volver a dormir de no ser porque presumías de tener suficiente fuerza de voluntad como para no necesitar recurrir a los cinco minutos más.
Lo malo es que despertar por completo es un proceso lento.
"... ¿Esa flor siempre ha estado ahí?" Es lo que primero llega a tu mente al analizar hoja por hoja, no estabas despierto del todo y apenas lograbas mantener tus ojos abiertos, dándole vía libre a toda clase de pensamientos sin sentido. "Estas plantas no cambian de color cuando es otoño, ¿cierto?"
Bostezas.
"Ahh... debo despertar a los demás... "
Al final te enderezas sentándote en la cama y deslizando tus piernas hasta que las puntas de tus pies encuentran la mullida alfombra en el suelo. Golpeas cada lado de tu rostro un par de veces y por fin te pones de pie, caminando hacia el baño y casi tropezando con tus propios zapatos de tu uniforme.
Un gruñido de somnolencia se te escapó, y al mirar hacia abajo pateaste el zapato que se había metido en tu camino en forma de venganza.
Eso le enseñará.
Casi podías oír la autoritaria voz del mayor de los hermanos regañándote por no poner en orden tu uniforme la noche anterior. De un suspiro vuelves a lo tuyo, abriendo la llave del grifo y dejando el agua correr un largo rato en el que te tomas el tiempo para poner en orden lo que tenías qué hacer ahora.
En el espejo ves la imagen de un simple humano, de mirada perdida y cabello gracioso. Tiene un hilo de saliva seca al borde del labio y el indicio de ojeras asomándose en sus párpados lo hacen lucir demacrado. Eras tú, tan guapo y 'lleno de vitalidad' como siempre.
Deberías darle un descanso a las noches de juegos con Levi.
Analizas el borde del lavabo, una barra de jabón para manos y el vaso que te habías robado de la cocina para poner tu cepillo de dientes.
Mammon había dejado el suyo de nuevo.
Sin darle mucha importancia prefieres volver a lo tuyo, juntando agua entre tus manos e inclinando tu cuerpo la arrojas hacia tu rostro, el golpe de agua fría te hace temblar y termina de despertarte. Si no fuera porque los demás podrían acabar contigo de un golpe irías de habitación en habitación rociándoles agua helada en el rostro con un atomizador, no era justo que sólo tú te sometieras a esa tortura tan temprano.
Cepillas tus dientes y mojas un poco tu cabello, al volver la vista hacia el espejo ya no te ves tan desastroso cómo hace unos segundos, y lo llamarías una victoria, de no ser porque cierto mechón rebelde se niega a volver a su sitio sin importar cuántas veces pases tus dedos por encima.
Lo siguiente en la lista es más dinámico, sin espacio para dejarte tomar un descanso en ocasiones.
El camino hacia la cocina es silencioso y algo aterrador, es aún más extraña la falta de caos retumbando por la casa que el sepulcral ambiente de la madrugada. Podrías incluso apreciar la compañía de los fantasmas de la tumba subterránea en ese momento.
Al adentrarte a la cocina encuentras la isla en el centro llena de los sartenes y platos de la cena de anoche, el caldero en el fuego seguía sacando humo por alguna razón y la nevera estaba mal cerrada. No había que ser un genio para ver qué todo el desorden tenía el nombre de Beelzebub escrito en mayúsculas.
Pasas por encima del montón de ollas en el suelo y abres la gaveta del fondo estirándote todo lo posible.
Malditos sean los demonios y sus tontos muebles enormes no aptos para humanos.
Del interior tomas el frasco de café y la jarra de galletas escondida detrás de las latas de cerebros de quetzalcóatl y colas de hydra.
Herramientas secretas que te ayudarán más tarde y tus mayores aliadas en momentos de crisis.
La taza humeante de café cargado y el par de galletas te acompañan en el largo camino de regreso, el pasillo principal que conecta prácticamente todas las salas de HoL te da la opción de adentrarte a un cuarto distinto, pero si querías poner en marcha a todo el lugar necesitarías refuerzos.
No te sorprendiste cuando encontraste la habitación de Lucifer completamente vacía después de jugar a la ruleta rusa para ver si su puerta tenía una maldición a prueba de hermanos ruidosos e intrusos. Pero lejos de preocuparte volviste a gruñir completamente exhausto, ahora tendrías que atravesar casi toda la casa para llegar a la biblioteca.
Pero así lo hiciste, con la entrada secreta de su estudio completamente abierta al mundo. La tenue luz de la chimenea se filtraba hasta el exterior y el sonido del tocadiscos trabado en el final de la grabación te hacía cuestionarte cómo es que el Avatar del Orgullo era capaz de quedarse dormido sobre su escritorio.
Bajaste las escaleras hasta la planta baja del estudio, no te preocupaste por el rechinar de los escalones ni por ser cuidadoso, de hecho a medio camino te rendiste ante la pereza de recorrer todo lo necesario para llegar hasta él.
—Luc... — Lo llamaste primero, y para tu sorpresa se removió, aún con el rostro metido en la pila de hojas y documentos en el escritorio. Para cuando se enderezó por completo ya te encontrabas frente suyo del otro extremo de la mesa, extendiéndole la tasa que habías preparado antes.—. Otra vez te dormiste aquí— Le regañas antes de que tuviera la oportunidad de hacerlo contigo.—, ¿al menos terminaste?—
Lucifer negó, sosteniendo su frente y disfrutando del olor a café con los ojos cerrados.
—¿Qué hora es?— Lejos de dar el típico "buenos días" o de preguntarte cómo habías dormido ya puedes notar la preocupación y la prisa en sus facciones pálidas. Silenciosamente caminas hacia su lado para remover el cabello de su frente para luego frotar sus hombros, casi podrías romperte la mano con lo tensos que se sentían bajo tu tacto.
—Aún estamos a tiempo, tranquilo— Dices, y sus hombros parecen relajarse en ese instante.—. Alístate, yo despertaré al resto.—
El demonio suspiró, normalmente sentiría el orgullo herido por tener que relegarle sus tareas al humano, pero en ese momento se sentía afortunado por tener a otro miembro sensato en la familia.
—Gracias, MC.— Lucifer no dice nada más cuando te inclinas para restregarte contra su cabello, probablemente entendió de inmediato que intentabas quitarte los últimos restos de somnolencia en ti así que no recibiste un regaño esa vez.
Además de que su cabello ya era un desastre, así que técnicamente no estabas arruinando nada.
En cambio sentiste su cuerpo inclinándose contra el tuyo, aprovechando de su posición en la silla para reclinar el costado de su cabeza contra tu pecho, descansando sus ojos unos últimos segundos antes de volver a enderezarse en su habitual pose perfecta.
Sales del estudio, motivado por el bien que había comenzado tu odisea y misión especial. Con ambas manos en tu cintura e inclinándote hacia atrás es que vuelves a caminar directo al pasillo donde estaban el resto de las habitaciones, admirando el horizonte interminable de puertas.
Uno y faltan seis.
[...]
—¡Arriba, Avatar de la impuntualidad!— Al azotar la puerta de la extravagante habitación del segundo mayor no recibes respuesta más allá de los quejidos entre sueños de su dueño. Entre la oscuridad y esquivando pilas de ropa sucia en el suelo te adentras hasta que alcanzas la cama guiándote puramente de tu memoria y la poca luz que entraba del pasillo hacia el interior.
Encendiste las luces, pero no hubo mucha diferencia.
No eras fanático de la violencia, y nada te detenía de dejarlo ahí y seguir con el resto, pero sabías que luego te culparía por no alcanzar ni siquiera las migajas del desayuno, y no tenías planes de darle tu almuerzo más tarde.
Mammon apenas y tuvo tiempo de quejarse cuando el peso que cayó sobre su estómago le robó el aliento. Mientras él se retorcía y trataba de quitarte de encima tú yacías boca arriba sobre él, sonriendo victorioso al techo.
—¿¡Qué te sucede!? ¿¡Acaso quieres morir!?— Su voz de recién despertado es rasposa y apenas un poco más profunda, y a diferencia de sus ojos torpemente abiertos, sus brazos y piernas se sacuden como si fuera un insecto tratando de escabullirse.
—Arriba, arriba— Tarareas.—. No ha salido el sol, las almas están llorando agonizantes y el aroma a azufre y humedad de las tumbas revolotea en el aire, ¿qué más se puedes pedir?—
—Si sigues hablando así te confundirán con Levi— Suelta un gruñido, y cuando le das la oportunidad de levantarse una vez te quitas de encima suyo termina cubriéndose de vuelta con las sábanas hasta la cabeza.—. No molestes.—
—¡Mammon!—
—Hmp.—
—Mammon... — Vuelves a llamarlo, con una voz más suave y amable esta vez, pero el resultado es el mismo. Tenías la vaga idea de qué podría ayudarte a convencerlo, pero era demasiado temprano como para darle el gusto de ganar.
Soltaste un largo suspiro, ya derrotado te arrodillaste hasta el nivel del suelo, metiendo una mano debajo de su cama y sacando uno de los muchos pantalones de su montaña de ropa sucia mal escondida. Rebuscaste los bolsillos y no tardaste nada en encontrar una moneda junto a un montón de cambio suelto.
Lo arrojaste hacia el otro extremo de la habitación, la lluvia hecha del tintineo de grim cayendo al suelo fue suficiente Mammon saliera de su cama en salto rápido y entusiasta.
—¡Ja, ja!— Su fascinación por el color dorado de la moneda se había deshecho de su pereza, y mientras en su rostro se veía una sonrisa triunfante, tú apenas y podías contener tu suspiro. Siempre funcionaba.
—Buenos días a ti también— Mammon finalmente ve la situación en la que se encuentra, él tirado en el suelo juntando aquellas monedas mientras tú lo veías por detrás con los brazos cruzados, había algo de Lucifer en ti que era imposible de negar, y fue ahí que se dio cuenta que estabas corrompido por el favoritismo del mayor.—. Agradéceme, te desperté antes que el resto. No debes hacer fila para el baño.—
Mammon dejó salir un gruñido antes de sentarse en el suelo, contando el grim que había recogido y asegurándose que no quedara ninguno suelto.
—¿Qué no ves que estoy en medio de algo? No molestes y ve a decirle a alguien más.— Dijo, mirándote sobre su hombro y frunciendo el ceño cómo si acabaras de ofender a todo su árbol genealógico.
Volviste a suspirar, buscando mentalmente en tu repertorio de tácticas de chantaje hasta que una idea te llegó. Fácil y sencilla, pero bastante letal.
—Hoy es martes, ¿no?—
—¿Y eso qué?—
—... Te toca el desayuno— Sueltas de la nada, y en ese mismo instante dejaste de escuchar el tintineo de las monedas.—, pero bueno, despertaré al resto y volveré por ti más tarde. Disfruta los veinte minutos más de sueño.—
—¡E-Espera!— No puedes evitar sonreír ante la súplica del segundo mayor, mirando sobre tu hombro así como había hecho él antes y esperando el resto de la oración.—... al menos despierta a Beel hasta el último.—
¿Pero cómo podrías dejar ir una oportunidad así? No es cómo que las oportunidades de molestar a Mammon sean limitadas ni escasas, pero qué maravilloso era pensar en una nueva forma de atormentarlo.
Sólo cuando se lo merecía, claro.
—¿Y yo qué gano?—
—¡MC!—
—Ya, ya, sólo decía... — Tus manos se alzan en señal de tregua, listo para regresar al pasillo y continuar con tu viaje con el resto de hermanos en esa planta.—. No sabía que el sentido del humor era un pecado también.—
Unos pasos más te bastaron para regresar a la puerta, tomando el par de galletas que habías dejado antes en una silla que parecía cargar el mundo entero sobre sus pobres cuatro patas. Otra montaña de ropa sucia sirvió como mesa para tus dos últimas armas restantes, pero tanta fue la tentación que terminaste quitándole el envoltorio a una.
El aroma del chocolate amargo característico de los postres que sólo pueden encontrarse en el Devildom te dio la motivación suficiente para seguir con tu travesía, la forma en la que la textura suave de la masa de galleta se rompía lentamente al simplemente sostenerla entre tus dedos te recordó la fragilidad de la vida misma en una manera poética, seguida de la repentina euforia que te invadió ante la mera idea de darle una mordida.
Arte comestible, eso es lo que era.
Estabas tan metido en tu mundo apreciando la belleza de aquella obra de arte efímera que no sentiste la penetrante mirada de Mammon que había pasado de la moneda entre sus dedos a tu figura que le daba la espalda. Bajo tu camisa holgada mal puesta que usabas de pijama se lograba ver el borde inferior de la insignia de qué más sino que de la gula misma; puesta como un tatuaje permanecía en su sitio habitual la marca del contrato que tenías con Beel, reluciendo apenas un instante que le bastó al segundo mayor para saber qué estabas experimentando sentimientos ligados al pecado de su hermano.
¿Cómo te atreves a despertarlo y usar una táctica tan baja para sacarlo de la cama sólo para restregarle en la cara el contrato de alguien más? Los celos pronto le ganaron, y para cuando se dio cuenta ya estaba inclinado sobre tu hombro mirando con repudio la galleta que le había robado tu atención.
—Oi, ¿qué crees qué haces? ¿No te estabas yendo?—
—Ah, lo siento. Había olvidado que eras tímido.— Tu media sonrisa y la forma en la que tus cejas se alzaron mientras lo mirabas apenas ladeando la cabeza hizo que su corazón se saltara un latido, y lo que en un segundo fue vergüenza al siguiente se volvió fastidio.
—¡Tsk!—
En un acto de venganza completamente maduro y digno de uno de los señores del infierno Mammon pone ambas manos en tus hombros para apoyarse antes de lanzar su torso hacia delante, su objetivo siendo la galleta de la que acabó tomando un gran mordisco que casi lo hace atragantarse.
—¡Oye!— Al quitártelo de encima te giras a verlo, tiene migajas alrededor de los labios y sus mejillas apenas pueden con todo lo que había mordido, pero sus cejas siguen fruncidas con molestia, y con el tic de intentar sonreír victorioso haciéndolo lucir gracioso, pero estabas tan irritable por la mañana como para reír.
Los demonios cada cuanto se sentirán con el derecho de retar a sus maestros si estos olvidan mostrar autoridad, es por eso que viste totalmente necesario perder valiosos minutos peleando contra Mammon mano a mano, sin la magia los seres del inframundo y su dependencia recaen puramente en la fuerza física. Las probabilidades casi siempre estando a tu favor gracias al poco valor que tenía el Avatar de la Codicia cómo para hacerte daño de verdad.
Dos y faltan cinco.
[...]
—El Señor de las Sombras y no recuerdo lo demás... — Murmuraste por compromiso al empujar la puerta de la habitación de Leviathan.
En lugar de recibirte los grillos habituales al entrar en cualquier habitación poco iluminada lo primero que tus oídos distinguen son los recurrentes pitidos y bits que salían de todos los aparatos electrónicos que inundaban cada rincón. Las luces fosforescentes de las pantallas te irritan los ojos luego de haber cruzado toda la casa a oscuras y te tomas un segundo para adaptarte al tenebroso ambiente.
Al adentrarte a pasos silenciosos terminas casi acechando hasta el borde de tina que servía como cama para el tercer hermano, pero una vez te inclinaste para ver el interior te llevaste una sorpresa. Leviathan no se encontraba ahí.
¡Habían raptado a Levi!
—Pff, buen intento, pero es imposible amanecer antes que un otaku.— Escuchas a tu costado, pero tus ojos se cierran por reflejo ante el brillo calcinante de la pantalla. Los destellos e imágenes cambiantes te dieron dolor de cabeza en los escasos dos segundos que miraste y cuando por fin recobraste tu visión te acercaste a la figura encorvada de Levi en el piso.
—¿Otra vez no dormiste?— Tu pregunta sale en un suspiro, perezosa y decepcionada por no haber podido despertarlo usando tus propios métodos. Y en respuesta a tu falta de energía, la voz de Leviathan sale casi como un grito de guerra.
—¿¡Cómo podría!? ¡Hoy es el estreno de la adaptación occidental del anime de Ruri-chan! ¡No podía perdérmelo! ¡Hay que enseñarles a los supuestos fans del otro lado del mundo que son unos normies a comparación de nosotros!—
El Avatar de la Envidia pone el botón de grabar el programa antes de girarse a verte hacia arriba, probablemente no quería perder para siempre los valiosos segundos que usaría para hablar contigo. Su dedicación era admirable, pero por dentro no podías evitar agradecer el que hayas rechazado su oferta anoche de mirar un nuevo programa juntos.
—Levi, son las cinco de la mañana... — Le dijiste poniéndote de cuclillas a su lado, y Leviathan lo tomó como que te le estabas uniendo. Tanta fue su emoción que incluso pasó el tazón de papas fritas de su costado a estar en medio de ambos.
Por más que te doliera tendrías que romperle el corazón.
—En América es apenas pasado medio día, pero eso no iba a detenerme.—
—Una dedicación digna del Señor de las Sombras— Su sonrisa ilusionada pronto aparece en su rostro, una mueca algo tonta pero encantadora a su vez. Antes de que puedas despedirte Levi ya había palmeado su lado en el suelo, invitándote de forma entusiasta a que te le unieras.—. No puedo quedarme, Lev. Tengo que pensar en una forma de despertar a Satan y que mi cabeza no termine arrancada de mi cuerpo.—
—¿Desde cuándo te necesitan para ser un despertador? Deberías... — Hace una pausa para revisar algo en su celular, pero no sabías si se trataba de la hora o de una de las infinitas notificaciones que había en su pantalla bloqueada.—, uh, deberías robarte una mandrágora del jardín de Solomon y arrojarla dentro de sus habitaciones, lol.— A pesar de su aparente indiferencia al asunto de despertar a los demás muy por dentro sabe que siente envidia por ellos, ¡no era su culpa ser un búho nocturno! También desearía poder ser despertado por tu voz y los leves empujones en su hombro como si un shoujo se tratase.
—Nah, estoy seguro de que un grito de Lucifer sería más efectivo... — En ese corto espacio de divagación sientes una mano jalando tu camisa y haciéndote perder el equilibrio de las cuclillas. Al estar sentado en el suelo la mano de Leviathan sube hasta tu hombro, acercándote sin darse cuenta por su propia emoción cuando vio los créditos del final del episodio sonando.
—¡El ending! Espera un poco, ¡hay que verlo juntos!—
Quisiste debatir, pero el extremo salado de uno de los pocky's sueltos en el tazón de las papas fritas te detuvo cuando Levi lo levantó contra tus labios.
Caramelo salado, el favorito del señor de los mares.
Comiste el palito de galleta como si de un hámster se tratase, dando rápidas pero pequeñas mordidas mientras que el ending se reproducía en la pantalla. Adaptado desde su melodía hasta el significado de la letra; el perfecto ejemplo de una localización de traducción para un nuevo público. Y si bien tú disfrutaste de la nueva tonada y lo pegadiza que era, Levi sólo fruncía el ceño cómo estuviera atrapado en una situación tensa.
No era difícil notar que estaba teniendo sentimientos encontrados con la canción, pero tú sólo podías pensar en que te recordaba al ending de Kekkai Sensen por alguna razón.
Al final de la melodía saltó inmediatamente el avance de la trama del próximo capítulo, pero como hater de los spoilers que era, Levi rápidamente apagó la televisión soltando un jadeo de preocupación en el proceso, casi como un grito ahogado.
—... Bueno, ¿ahora qué, mi comandante?—
—No me llames así... — Su título siempre lograba avergonzarlo, no importaba la situación o el lugar. Siendo probablemente el único arma que podías jugar en su contra cuando sentías que comenzaba a acostumbrarse al contacto físico que tanto decía que te repugnaba.
—Pfft... ¿Y bien? ¿Este mes te toca ir a RAD, o tienes programadas tus clases en línea de nuevo?—
Y, como si hubieras dicho la peor profecías jamás antes recitada, Leviathan volvió a sumergirse en su aura de pesimismo.
—Todos los grupos se llenaron el mismo día que se abrieron las inscripciones, ¿cómo se atreven esos normies a desperdiciar valiosos espacios para las personas como yo? Por culpa suya tendré que salir... —
—Hey, mira el lado positivo— Al no ser su especialidad el ser optimista los ojos extravagantes del demonio recae sobre ti de nuevo, mirándote con curiosidad.—, recuperé a mi compañero de laboratorio de Pociones y Brebajes.—
Parpadeó una vez, entonces una vez más, hasta que su rostro estalló en un sonrojo en tiempo récord.
¿Compañero? ¿De verdad hablabas en serio? Alguien tan genial y amable como tú queriendo hacer equipo con un otaku como él. La sorpresa de Levi pronto volvió a convertirse en pánico, aumentando aún más cuando descansaste tu barbilla en su hombro con una sonrisa que sólo era digna de un ser de luz como el humano descendido al inframundo que eras.
—¡M-Mi uniforme!— Exclamó, poniéndose de pie en un salto.—¡E-E-Está en la lavandería! ¡Iré a arreglarme!—
Los ojos humanos nunca podrían haber seguido el paso tan apresurado de Levi para salir de su habitación, logrando escuchar de lejos cómo chocaba con quien supusiste fue Mammon a medio pasillo gracias al intercambio de gritos que se dio luego del impacto.
—Ja, tonto... — Suspiraste con afecto, saludando a Henry en tu camino de salida para seguir con tu misión.
Tres y faltan cuatro.
[...]
Una vez más alguien ya estaba despierto antes de que siquiera pudieras intentarlo.
Y no estabas feliz, para nada feliz.
La indiferencia de Satan a tu inconformidad (y, hasta cierta forma, rabieta) no ayudaban para nada. Arreglando con total serenidad las mangas del saco de su uniforme mientras que intentabas maldecirlo con todas tus fuerzas incluso si agotabas tu reducida reserva de poder mágico en el proceso.
—¿Qué haces siquiera ya listo para irte? ¿No le tienes miedo a las ojeras?—
El rubio suspiró, pero su expresión neutral no sufrió cambio alguno.
—Estoy consciente de que es un mal hábito, pero me quedé leyendo hasta tarde de nuevo y cuando me percaté de la hora me di cuenta que no tendría sentido dormir el tiempo que sobraba— Al terminar ajusta el listón en su cuello, probablemente como reflejo en lugar de intentar arreglar un desperfecto que ni siquiera estaba ahí. Es hasta que levanta su mirada que una sonrisa tan leve como el brillo de la luna por su ventana se asoma en sus labios, con una mano en su cintura y la otra cayendo de forma relajada por su costado.—. Pero, si estabas tan emocionado por ayudarme a despertar, puedo recostarme de nuevo y hacer como que estoy dormido, ¿eso te haría feliz?—
No tienes idea si es una propuesta en serio o si sólo te estaba molestando, pero podrías adivinar por tu propia experiencia al lidiar con tus hermanos menores que el sarcasmo era el arma favorita de los más jóvenes. Bajo esta teoría vuelves a resoplar indignado, haciendo a un lado un libro en el suelo con la punta del pie en un gesto sumamente maduro y digno del maestro de los Siete Señores del Devildom que eras.
—Mm, no. No es lo mismo... — Admites con decepción.—. Levi también ya estaba despierto cuando fui con él, pero en realidad no tenía una idea para despertarlo.—
—¿Ah, sí? ¿Entonces has estado probando métodos diferentes?—
—Algo así— Respondes con la misma serenidad que él, tomando el libro que habías quitado de tu camino y limpiando la cubierta antes de acercarte al enorme librero que remplazaba la pared en la habitación de Satan. Ni siquiera intentarías empujarlo dentro de un espacio disponible pues sabías que muy probablemente arruinarías el orden que su dueño había diseñado minuciosamente. Al final sólo te quedas viendo hacia arriba, preguntándote cuántos de esos tomos estaban malditos y cuáles eran seguros de leer.—. Tenía una idea para ti pero temía no poder conservar mis brazos unidos a mi cuerpo si lo intentaba. Iba a tomar una hoja de papel y la rasgaría al lado de tu oreja, peeeero... me acobardé.—
A pesar de tu tono de burla hacia ti mismo, Satan parece no verle gracia a tu ocurrencia. Su sonrisa volvió a la expresión seria y afilada que sólo recordabas haber visto en él los primeros días después de tu llegada. La mirada que le había hecho ganar la reputación de ser un demonio despiadado incapaz de sentir algo más que su pecado.
—Preferiría que no intentaras provocar mi ira, incluso si confías ciegamente en mi autocontrol— Te responde, al borde de ser un regaño bien merecido en realidad. No pareció tener ánimos de elaborar más en su explicación, pues cuando se plantó a tu lado simplemente te pidió el libro en silencio, extendiendo su mano para luego regresarlo a su sitio.—. Aunque— Continuó luego de un corto silencio, interrumpiéndote a ti y a los pensamientos intrusivos que te decían que tomaras un libro con pasta de aspecto tenebroso.—, si de verdad quisieras despertarme en otra ocasión, ¿por qué no pruebas con métodos humanos convencionales?—
¿Métodos convencionales? ¿Qué tenía eso de divertido? Prácticamente eras el rey de lo no convencional, tu resolución de problemas estaba a un nivel superior, eras un genio cuando de buscar alternativas se trataba.
Satan pareció sentir tu confusión, pues apenas volvió a girarse hacia ti ya tenía una explicación en mente.
—Ya sabes, como en las historias clásicas de los humanos.— No te habías dado cuenta de que había tomado un libro nuevo del estante, lo sostenía con delicadeza a pesar de su apariencia bien conservada, prácticamente nueva. Cuando te lo ofreció, dudaste en si tendrías que poner en práctica todo tu conocimiento sobre el idioma de los demonios, pero no fue sino la mera extrañeza de ver la portada colorida y de letra elegante la que te hizo cuestionar si ésta era otra broma de Satan.
—¿Huh?— Las puntas de sus dedos golpetearon la portada dura, presumiendo sutilmente como el coleccionista que era, pero lo que realmente importaba era el contenido del libro más que la imagen.
"Cuentos de la infancia y del hogar".
Te adelantas un par de páginas hasta encontrar el índice, y en medio de la lista de títulos de cuentos clásicos te ves una vez más interrumpido por la voz seria pero amable del Avatar de la Ira.
—"La bella durmiente del bosque"— Al levantar la mirada de vuelta esta vez lo encuentras más cerca que antes, tiene su codo descansando contra el librero, y el costado de su cabeza reposando en su palma.—. Un beso para despertar a un ser durmiente, ¿correcto?—
No puedes controlar tu reacción y una media risa se te escapa, Satan te sigue con un bufido relajado, pero antes de que pudiera argumentar más siente como usas el libro para golpear suavemente su frente.
—Créeme, tú estás muy lejos de ser una princesa.— A pesar de tu comentario bromista, el rubio parece considerar tus palabras. Lleva una mano a su mentón y mira al techo, profundamente concentrado antes de cerrar sus ojos.
—Ya veo, ¿entonces tendríamos que intercambiar roles?—
—No vas a besarme mientras duermo.—
—Oh, no. Ya sé que no, los demonios no suelen ser los héroes de las historias después de todo— La forma despreocupada en la que habla te provoca más escalofríos a cuando actúa tan serio e intimidante, era tu sexto sentido que te decía que algo estaba a punto de pasar.—. En su lugar, ellos suelen maldecir y raptar a las personas, ¿no es cierto?—
—Para tu información, yo no apoyo esos estereotipos infundados por los humanos, muchas gracias— Tu defensa te da la oportunidad de salir de su trampa, pasando debajo del brazo que se apoyaba en el librero y yendo directo a la puerta. Al tomar la manija, sin embargo, te encuentras con un objeto inamovible. Sin importar a qué lado la giraras, está simplemente no reaccionaba a tu fuerza. Primero quedas confundido, y luego ruedas los ojos ante la tonta broma.—. Satan, no tengo tiempo para esto, ¿puedes quitar el hechizo? Aún tengo media casa que despertar.—
No te molestas en girarte, porque sabes que si lo haces sólo encontrarás la amplia sonrisa presumida del rubio digna de un gato jugando con un ratón indiferente, pero no por eso lo hacía menos divertido para él.
Su inmaduro intento de "raptarte" termina cuando lo escuchas reír de nuevo y la puerta finalmente cedió después de lo que supusiste fue un chasquido de sus dedos.
—Te espero abajo, nerd.— Te burlas una última vez, cerrando la puerta justo un momento antes de que Satan pueda levantar su mano de nuevo.
Cuatro y faltan tres.
[...]
Tal vez dejar que Satan te maldijera no habría sido tan malo.
Es lo único pensamiento que corre por tu mente en tu pobre intento de convencerte que había una forma de salir de la situación en la que te encontrabas.
—My devil, ¡tus uñas volvieron a crecer! ¿Por qué no las dejas largas esta vez? Prometo pintártelas con un diseño lindo.— Un tirón a tus manos te trae de vuelta a la realidad, percatándote de que Asmodeus ahora tenía su atención puesta en tus dedos una vez dejó de quejarse de lo desarreglado que estaba tu cabello a la altura de tu nuca. Un par de escalofríos treparon por tu espalda al sentirlo remarcar el borde de tus uñas y masajear el interior de tu palma con afecto casi asfixiante.
Gracias a tu nulo sentido de autopreservación cuando llegaste a la habitación del quinto hermano no viste necesidad de llamar a alguien más a acompañarte. No supiste si fue producto de la última pizca de torpeza somnolienta en ti o porque simplemente eras tonto, pero para cuando te acercaste a la extravagante cama llena de mantas y almohadas mullidas ya se había marcado tu destino.
De alguna forma Asmo emergió desde el fondo de la pila de sábanas y con solo un brazo te había jalado con él.
Tal vez a eso se refería Satan con que los demonios raptan a las personas, pues en tus intentos por forcejear y volver a la superficie te viste atrapado en el abrazo demoledor del Avatar de la Lujuria, digno de una serpiente tratando de someter a su presa.
"Jeje, distinguí tus pasos desde el pasillo. Qué agradable forma de despertar..." Lo sentiste murmurar contra tu oreja en voz perezosa para luego utilizar su temible don de la palabra para convencerte de recostarte con él cinco minutos más.
Pero esos simples minutos pronto se había convertido en su habitual chequeo a todas sus partes favoritas de tu cuerpo. La forma en la que tu cabello se partía en tu peinado, la silueta de tus cejas, el tamaño de tus orejas, los lunares en tus brazos; todos y cada uno de esos pequeños detalles nunca pasaban por alto cuando se trataba de Asmo. Y a pesar desde que hace tiempo habías dejado de darle mucha importancia en ese momento te encontrabas rezando a cualquier fuerza superior que deseara escuchar por que olvidara preguntar por cierta cosa que seguía atormentándote.
—¿Y bien? ¿Dónde está hoy?— Su tono es entusiasta y hasta impaciente, tan emocionado que solo pudiste sentir como levantaba el frente de la camisa holgada de tu pijama y escucharlo soltar un suspiro decepcionado.
—¡Asmo!— Tus manos rápidamente bajan la tela de vuelta, pero el demonio solo te guiña el ojo con diversión. Incluso si se disculpara sabías que por dentro había adorado tu reacción.
Una cosa que todos olvidaron decirte cuando llegaste al Devildom fue sobre la naturaleza de los pactos entres humanos y demonios.
Sabías que implicaba una dependencia profunda, un tipo de vínculo que no podría ser quebrado ni por la muerte misma, pero nunca habrías podido imaginar los cambios que sufrían los cuerpos de los mortales debido a la posesividad de los demonios sobre sus maestros.
Aún recuerdas el salto de sorpresa que dio Mammon cuando gritaste al ver la marca de la Avaricia ocupando ambas mitades de tus palmas como un tatuaje. Qué humano tan tonto, ni siquiera sabía sobre eso y se había atrevido a chantajearlo a firmar un pacto con él.
Después de una corta y casi ineficaz explicación por parte del segundo mayor -y de casi utilizar todo el jabón para trastes de la cocina tratando de lavarte la marca-, simplemente aceptaste que a partir de ahora compartías espacios en tu piel con un demonio presumido.
La marca del Orgullo estaba en la parte más alta de tu columna, de forma en la que era visible incluso si usaras el uniforme de RAD de forma adecuada.
La de Levi estaba un poco más debajo que esa, a la mitad de tu espalda, atravesando tu columna como si quisiera una parte de ambos lados de tu cuerpo.
Satan justo sobre tu esternón. Beel en el costado derecho de tu abdomen. Belph en el lado opuesto, siendo un reflejo de su gemelo en el lado izquierdo.
Pero la de Asmo era un caso especial.
La teoría más convincente fue la que Lucifer te dio mientras divagaba en voz alta. Te explicó que el lugar donde aparecían las marcas no era aleatorio y que en realidad ellos tenían cierta libertad para elegirlo. Las manos que anhelan todo, el espacio que siempre estará a la vista, el escondite que guarda el secreto con recelo, el corazón que permanecerá sereno ante la ira, y la guardia que te protege desde ambos lados. Mientras que Asmo probablemente fue indeciso cuando cerraron el pacto, y esa misma duda fue la que otorgó a su marca la capacidad de cambiar de lugar con cada ciclo de día y noche.
"¿Qué pienso qué pasó? ¡Muy fácil! ¡Es que adoro cada parte de ti, MC! Además, una marca tan linda como la mía no puede conformarse con solo un lugar para plasmarse por siempre, ¿no lo crees?" Fue la aportación de Asmo a la situación, igual de probable e incluso más coherente que la del resto.
A veces aparecía bajo tu mentón, en tu cuello, en uno de tus hombros, en la parte trasera de tus rodillas. Siempre era una sorpresa el encontrar la insignia de la Lujuria en un nuevo sitio, y Lord Diavolo no quisiera que se sobrepusiera sobre la de alguien más porque el caos que causaba algo tan insignificante como un tatuaje con vida propia era para reírse.
Una vez incluso descubriste a Mammon apostando contra el resto sobre donde aparecería por una semana entera antes de que Lucifer los obligara a terminar con eso.
—La encontré— Escuchaste a Asmo tarareando con alegría a tus espaldas, tu camisa estaba subida por encima de tus hombros todo lo posible sin que tuvieras que removerla por completo pero dejando vía libre a que sus uñas bien arregladas delinearan las líneas elegantes de la insignia de la Lujuria a la altura de tu omoplato derecho.—. Tu piel se ve tan sana y brillante hoy. Adoro ver tu cuerpo lleno de vida, debe ser por eso que algunos demonios roban el alma de los humanos.—
A pesar de la extraña selección de palabras estarías exagerando si dijeras que aún te aterran los cumplidos tan literales del pelirrosa. Después de un par de semanas habías aprendido que Asmo no tenía pelos en la lengua a la hora de decir lo que pensaba, para bien como para mal.
Lo sientes descansar su mejilla en tu hombro, no sin antes rozar de forma sutil sus labios contra tu piel casi en una provocación. Nunca dejaba de intentar a pesar de que tu respuesta siempre fuera la misma.
Una nueva cadena de escalofríos treparon por toda tu espalda ante la caricia, seguidos de la enternecida risa de Asmo.
—Tu piel también se ve muy brillante hoy... — Respondes con algo de vergüenza bajo la mirada expectante del demonio a la espera de que devolvieras el cumplido una vez pudiste bajar de vuelta tu camisa y girarte a él.
Sus dos manos suben a su rostro, sosteniendo sus mejillas con orgullo.
—¿Verdad que sí? Cambié un par de cosas de mi rutina antes de dormir y ahora estoy más deslumbrante que de costumbre, ¡gracias por notarlo!— Detiene su propia divagación y notas en sus ojos el brillo de una idea que apostarías involucraba algo más que una máscara hidratante.—¡Cierto! Ya que estás aquí, ¿por qué no te duchas conmigo? Sabes que hay espacio de sobra.—
Había maldad en su mirada, una que rascaba hasta lo profundo de tu alma compartida y buscaba la más mínima señal de debilidad para atacar. Porque, después de todo, la tentación era un camino de ambos sentidos, y esa era una prueba que los amos enfrentaban casi a diario para combatir la corrupción de sus demonios.
Muy pronto la idea de un largo baño caliente en el -cómicamente enorme- baño privado de Asmo comenzó a sonar como la solución a todos tus problemas de fatiga. Y, por más escandaloso que sonase, no era la primera vez que lo acompañabas en su rutina matutina.
Aún así, estabas en medio de una importante cruzada, una que le demostraría a Lucifer de una vez por todas que eras el epítome de la responsabilidad y el buen juicio, incluso si era una total mentira.
—Tal vez después, se suponía que fuera a despertar a los gemelos tormento hace diez minutos... —
Asmo resopla con indignación, levantando el mentón y girándose hacia otro lado con esa mirada presumida que solo había visto en las chicas malvadas de las películas de adolescentes.
—Claro, sin considerar que primero deberás encontrar el nuevo escondite para dormir de Belphie, ¡y ya sabes que Beel no despierta tan fácilmente tampoco!—
—Belphegor durmió en su habitación, yo lo llevé anoche antes de que intentara quedarse en el sofá de la biblioteca— Explicas, esperando que el sonambulismo del menor de los hermanos decidiera no jugarte una mala broma.—, y traigo la artillería pesada para Beelzebub. Prácticamente soy un experto en demonios ahora, tal vez cuando vuelva al mundo humano debería abrir una oficina de exorcismos.—
A pesar de imitar su actitud presumida y confiada, el quinto de los hermanos te miró con tanto desagrado que pensaste que estabas confesando tus pecados. Por dentro sabías muy bien que era su resignación de no poder convencerte a que te quedaras.
—Ya estás empezando a sonar como Mammon... —
—Ouch... Aún así, ya perdí mucho tiempo, pero si te consuela de algo— Imitas su antigua pose, llevando las manos a tu rostro y ladeando la cabeza de forma inmadura para irritarlo aún más.—, a ti te di más tiempo que al resto, ¡porque eres muy hermoso!—
La respuesta, tan floja como pobre, careció de la sobrecarga de halagos a la que Asmo estaba acostumbrado, pero aún así lograste que te mirara a los ojos de vuelta. Incluso pudiste notar su ceño fruncido relajarse un poco y la forma en la que sus pupilas se agrandaron, casi parecía un gato aceptando una ofrenda de paz luego de haberle pisado una pata.
—Hmph, sabes que si Beel te devora no voy a poner en peligro mis uñas tratando de rescatarte, ¿verdad?—
Ruedas tus ojos una última vez mientras sales de la montaña de sábanas, y a pesar del acuerdo mutuo al que habían llegado te sentiste con la necesidad de compensarlo un poco más. O esa fue la excusa que te diste a ti mismo para justificar el hecho de que en realidad si querías dejarlo arreglar tus uñas.
Al escucharlo, los ojos de Asmo volvieron a iluminarse con emoción, cerrando sus brazos alrededor de tu cuello una última vez tanto como de despedida como por agradecimiento.
Quisiste actuar tranquilo ante la muestra excesiva de afecto una vez más, pero nada pudo haberte preparado para el gesto que te tomaría por sorpresa. La suave pero gélida brisa que acarició su oreja izquierda te provocó escalofríos y una vez más sentiste la piel de gallina a la altura de tu cuello.
Solo necesitaste levantar la mirada para encontrar la supuesta sonrisa inocente de Asmodeus. Mucho más despierto que antes y lleno de una energía envidiable.
Cinco y faltan dos.
[...]
Desde que tienes uso de razón, siempre habías creído que todo mundo merece mínimo un abrazo al día. Y desde que tu 'mundo' se había expandido luego de -literalmente- ser arrastrado al inframundo, esa creencia no hizo más que reafirmarse al tomarte el tiempo de conocer y, de vez en cuando, aguantar a los que alguna vez fueron tus anfitriones para luego convertirse en tu segunda familia.
Todos menos uno. El demonio que te había convencido que, de hecho, sí se nace siendo malvado. El origen de todo mal y destrucción en el mundo, una fuerza corrompida por su posición y el poder que conllevaba.
Un hermano menor.
Que también resultaba ser el mismísimo Avatar de la Pereza. Una combinación que solo creerías capaz como producto de una cruel broma del destino. Tan terrible como suena, Belphegor estaba acostumbrado a salirse con la suya siempre que jugara bien sus cartas del hermano menor de siete, y si bien habías aprendido uno que otro truco gracias a su gemelo nada te había preparado para la tarea de ser tú quien lo sacara de la cama a la primer hora del día.
—¡Bel-phe-gor!— Entre cada sílaba haces un torpe intento por hacerlo enderezar, tus manos se aferran a sus muñecas flojas y ves como todo su cuerpo se sacude bajo tu pobre desperdicio de fuerza, y aún así no logras ni siquiera hacerlo sentarse en su cama.
—Ahh... Tanto ruido, ¿por qué me está atormentando un humano tan temprano? Mi sufrimiento nunca termina... — Lo escuchas hablar dormido, con tanta consciencia que dudas incluso que siga con sueño. Su ojos seguían cerrados y su voz era baja y rasposa, la típica voz de la mañana acompañada con la marca de su almohada plasmada al costado de su cabeza. Aún así lo más probable era que estuviera tan despierto como tú pero que buscara prolongar un poco más tanto su forcejeo mutuo como tu tortura.
Todas esas películas de granjeros eran realistas, ¡tratar de derribar a una vaca era imposible!
—¡No hables de mí como si yo fuera el ser del inframundo!—
—Eso es, nuestro MC nunca sería tan cruel tan temprano... ¿Quién eres tú? ¿Por qué robaste su rostro?... —
—¿Tan siquiera escuchas lo que dices?... —
Suspiras una vez más, sin soltar sus muñecas pero mirando desesperadamente hacia la otra cama vacía a tu izquierda. Beel no estaba por ninguna parte, haciendo que tu plan supuestamente infalible se convirtiera en un total fracaso antes de empezar, y por más que quisieras invocar tu pacto para traerlo de vuelta sabías que si dejabas ir las manos de Belphie no lograrías recuperar todo tu progreso hasta ahora.
Maldito sea Solomon por no insistirte más en practicar la magia recitada; tener las manos libres en un momento de crisis es tan poco probable que hasta parece una ironía.
—Aún no tengo suficiente energía como para pelear, ¿podemos hacerlo más tarde?... — Lo escuchas decir en un murmuro, ganándose tu atención de vuelta antes de que puedas reaccionar a su contraataque. Sus manos, que antes colgaban flojas, se estiran para tomar ahora tus muñecas de vuelta, pero en lugar de cerrarse por completo solo jalan con fuerza de la tela de tu ancha sudadera para dormir y hace que todo el sobrante de tus mangas cubran hasta por encima de tus dedos.
En menos de un segundo eres sometido, atrapado con algo tan simple como el nudo que Belphegor había hecho con el final de ambas mangas frente a tu pecho, dejándote los brazos completamente inutilizables tanto para defenderte como para atacar.
—¿¡Qué!? ¡Belphegor!—
Por primera vez desde que llegas lo ves abrir los ojos, parpadeando lentamente para adaptarse a la luz de la habitación antes de bostezar, y una vez que deja de cubrir su boca una sonrisa remplaza su expresión perezosa, tan presumida como victoriosa al poder disfrutar desde primera fila tu batalla contra el nudo al final de tus mangas sin saber que en realidad lo estabas apretando más y más.
—El imitador ha sido derrotado.—
—Ja, ja. Eres el Avatar de la Comedia, ya estás despierto, ¿puedes dejar de fingir y levantarte?—
—Mm, ¿por qué tendría que escucharte? Solo obedezco órdenes de mi maestro.— Vuelve a bostezar sin apuro alguno, recostándose en la cama de costado y apoyando su cabeza en su palma antes de volver a cerrar los ojos. La sonrisa tan relajada en su rostro te irrita más de lo que esperabas para las habituales bromas de Belphie, pero no puedes encontrar una respuesta igual de ingeniosa.
—¡No es cierto, ni siquiera me pasas la sal en la cena!—
—¿Y eso qué? Mucha sal es peligrosa para los humanos, ¿no es verdad? Je... Solo soy un demonio protegiendo a su señor, no puedes culparme.—
—Belphie, por favor. La mayoría ya deben de estar listos y yo aún tengo que volver todo el camino de vuelta a mi habitación para alistarme, ¿al menos podrías desatar esto?—
—Mm... — Su murmuro esta vez es exagerado, levantando su mano libre a su mentón y frunciendo las cejas en profunda meditación. Tú, en cambio, solo puedes suspirar exasperado por la falta de movilidad.
Su acto se corta de repente, sentándose de vuelta a la orilla de la cama y abriendo levemente ambos brazos con las manos a la mitad del espacio entre ustedes para invitarte a acercarte. Bajo una leve sospecha pero dejándote llevar por la tonta pizca de esperanza que te dice que confíes en él es que te inclinas hacia adelante con los brazos atados extendidos, esperando con impaciencia a ser liberado.
Belphegor juguetea con el nudo un poco y hace el intento por escabullir sus dedos entre los pliegues de la tela, pero cuando notó que la fuerza bruta no te sacaría de tu suéter se puso a analizar mejor la forma en la que las mangas se enlazaban.
Sigues sus movimientos dejas que levanta tus brazos para que pueda ver por debajo, y ya estabas por decirle que mejor te ayudara a quitarte la sudadera para ahorrar tiempo, pero una vez más bajas la guardia en el momento exacto en el que aprovechó para escabullirse entre el espacio en forma de círculo que tus brazos formaban frente a ti.
Con una velocidad impropia del que se supone es la encarnación de la pereza se apresura a meter sus propios brazos antes de hacer pasar el resto de su torso, haciéndote abrazarlo por sus costillas mientras que él te envuelve por encima de los hombros.
—... ¿Te diviertes?—
—No, pero es muy cómodo... —
—Me alegro por t-
Una vez más pierdes el aliento, esta vez por el peso inesperado del demonio aplastándote de lleno cuando Belphegor se dejó caer sobre ti hasta que quedaste boca arriba sobre su cama.
Sometido, por segunda vez.
—Listo, ya no te tienes que preocupar por arreglarte a tiempo. Podrás echarme la culpa si llegas tarde, es un gran plan, ¿no?— Dice perezosamente contra tu hombro mientras busca una posición más cómoda para relajarse y sostenerte al mismo tiempo, enredando sus piernas con las tuyas y estirando sus brazos todo lo posible para acercar tanto su almohada como la manta.
—¡Claro que no! ¡Quítate de encima!— Forcejeas de nuevo, esta vez de forma más desesperada. Golpeas su espalda con tus brazos unidos, pero el ángulo es tan incómodo que probablemente solo eran como un masaje para él.
Incluso el demonio más débil de la jerarquía en la casa era una amenaza para el pobre y tonto humano que se atrevía a retarlo como si fueran iguales. Qué iluso. Tan iluso que era adorable hasta para molestarlo.
¡Levántate! ¡Tienes que pelear! ¡Si lo dejas arroparse de vuelta se dormirá definitivamente y no podrás levantarlo de nuevo!
¡Tienes que ponerte de pie aunque sea utilizando tu último aliento!
No sabes en qué momento habías cerrado los ojos, pero solo puedes guiarte por el resto de tus sentidos. La respiración tranquila de Belphegor seguida de gruñidos de fastidio de vez en cuando mientras seguía tratando de encontrar una pose cómoda, tus propios quejidos saliendo de tu pecho aplastado solo lo suficiente para mantenerte en la cama pero no como para sofocarte.
Sientes la fuerza de tu cuerpo agotarse mientras más te sacudes y pataleas, pero no tienes manera de distinguir si era por la presencia del Avatar o porque realmente te estabas empujando al poco límite que tenías tan temprano en la mañana. Sigues así hasta que decides rendirte, o más bien una nueva e intimidante fuerza te obliga a hacerlo.
Un nuevo peso vuelve a robarte el poco aire que habías preservado para tu exagerado intento de supervivencia. Tan abrupto como cuidadoso, descansando sobre el demonio y sobre ti lentamente hasta que se planta como un muro de concreto que amortigua cualquier forcejeo.
Al costado izquierdo de tu cabeza sientes a Belphegor restregarse aún más en tu hombro, pero cuando vuelves a abrir los ojos en lugar de ver las estrellas falsas y las luces que decoraban el techo te topas con un par de ojos violetas viéndote de vuelta.
La mirada seria de Beelzebub es inconfundible, tan neutra y serena que pareciera que no estaba sintiendo nada en primer lugar, pero cuando apenas sus miradas se conectaron la mueca gruñona se volvió una leve sonrisa también única de él.
—Buenos días.— Dijo con total normalidad y, al reconocer la voz de su gemelo, Belphie levantó la cabeza solo lo suficiente para mirar sobre su hombro.
—Ah, ya regresaste.— El giro de ciento ochenta grados que da la voz de Belphegor es casi cómico, la forma en la que su tono pasa de burlón a suave cuando se trata de su gemelo era todo un caso de estudio, pero algo bastante predecible en realidad.
En cambio la tuya permanece algo irritada, pero rebajándola un poco para que no se sintiera como que te estabas desquitando con el demonio recién llegado.
—Buenos días, Beel... —
—MC— Te saluda una vez más, mirándote con curiosidad.—. No recuerdo verte cuando salí, ¿te escabulliste con Belphie hace rato?—
—Estaba tratando de despertarlo.—
—Al final decidimos volver a dormir.— Escuchas a Belphegor responder, volviendo a su cómodo escondite en tu cuello. A lo que tú solo chasqueas la lengua.
—¡No le mientas!—
Beel pronunció un suave "ya veo" antes de volver a su expresión serena. Probablemente el hecho de que se vieran ridículos en ese sandwich mal balanceado era el menor de sus problemas en ese momento. Puede que incluso sólo quisiese ser parte del abrazo.
—¿Y tú por qué no estabas en la cama?—
—Salí a correr para distraerme, comencé a sentir tanta hambre a media noche que no podía aguantar más... —
—... Espera, ¿llevas media noche afuera corriendo?—
Beel simplemente asiente.
—Me relaja mucho, y así puedo pensar en lo que me gustaría comer en el día. Solo espero que Mammon no arruine el desayuno. Aunque no olía mal cuando pasé por la cocina... —
Decides cambiar de tema antes de que comenzara a babear sobre ti.
—Claro... Oigan, si vamos a ser un sándwich, ¿podrían al menos considerar al débil humano debajo de ustedes?—
—Beel ni siquiera está apoyando todo su peso, ¿por qué te estás quejando?—
Beelzebub vuelve a asentir, esta vez con una sonrisa mucho más amplia y amable, pero no sabrías decir si era orgullo genuino por su fuerza o si solo le estaba siguiendo la corriente a su hermano.
—Tranquilo, MC, no me dejaré caer. Pero puedo cambiar de lugar si prefieres.—
—¿Cambiar de lugar?—
Tu pregunta pareció sonar como una respuesta para él, pues en lugar de recibir una explicación solo lo ves tomar aire en un respiro profundo. Tu manos atrapadas entre la espalda de Belphegor y el pecho de Beelzebub son levemente aplastadas cuando respira hondo y tensa los brazos para envolver tanto a su gemelo como a ti.
Sus manos se deslizan por tus costados hasta posarse debajo tuyo y con solo la fuerza de sus brazos y de su espalda logra enderezarlos a los tres para cambiar la forma en la que estaban recostados.
Los tres cayeron de lado ahora, en una posición mucho menos complicada pero conservando la cercanía gracias al agarre de acero de Belphie y los nudos olvidados de tus mangas.
Creíste que podrías aprovechar la oportunidad para liberar tus brazos pasándolos por debajo de las piernas de Belphegor en lugar de intentar ir hacia arriba, pero cuando Beelzebub cambió de sitio para que ahora tú estuvieras en medio de ambos no encontraste forma de liberarte del su abrazo por detrás. Sintiendo como el Avatar de la Pereza vuelve a sonreír victorioso contra tu cuello es que te dejas caer sin ganas contra la cama, ¿qué sentido tenía? Tal vez era tu destino llegar tarde hoy.
El sexto menor es, sin lugar a duda, el más alto y robusto de todos, pero probablemente es quien más había aprendido a medir su fuerza cuando se trataba de sostenerte. Y aunque no eras fanático de la idea de ser tratado como un gato recién nacido, sin duda apreciabas el cuidado que Beel tenía en momentos así.
El corto momento de paz y resignación vuelve a ser interrumpido al sentir movimiento detrás tuyo. Beel olfateó la parte trasera de tu nuca una vez por curiosidad, y las siguientes fueron con una intención más clara.
—¿Hm? Tienes migajas en el hombro... —
Quisiste defenderte pensando en que tal vez fue Beelzebub el que las había dejado sin darse cuenta, pero la imagen de Mammon trepándose a tus hombros para robarte la galleta más temprano volvió a ti. Por un lado sonreíste victorioso ante la paliza que le habías dado (sin importar que Mammon se había contenido, por obvias razones), pero por el otro recordaste la galleta restante que habías estado cargando contigo todo el camino con la esperanza de usarla para despertar a Beel con mayor facilidad.
Sentiste la rapidez con la que una nueva idea se materializó en tu cabeza y casi imitas la sonrisa presumida de Belphie de no ser porque contuviste el impulso a tiempo. En su lugar te relajaste más, cerrando los ojos mientras recitabas tu discurso como si se tratara el más poderoso hechizo de poder mental jamás conjurado.
—De hecho, había guardado una galleta para cuando te despertaras. Pero la escondí porque Mammon me quitó la mía y no quería perder la tuya también— Tu voz sale más alegre que antes, restándole importancia al asunto de manera bromista y exagerada a la vez. Un tono que haría a Belphegor rodar los ojos con fastidio pero que lograría atrapar la atención de Beelzebub.—. Está en el bolsillo de mi camisa, abajo de la sudadera.—
Abres solo uno de tus ojos para echar un vistazo, de forma cautelosa y precavida a la espera de ver si la carnada había funcionado.
—Mm... — Sientes a Beel enderezarse para mirar por encima de los dos y casi de inmediato Belphie sale de su propio escondite para encararlo como si se hubieran puesto de acuerdo. La expresión inquieta del pelirrojo deja ver su dilema interno, por supuesto que quería seguir con el abrazo, pero el aroma de la galleta que habías traído especialmente para él lentamente nublaba su juicio.
—Beel, es una trampa. No le creas.— Le advierte su gemelo con un tono sarcástico y casi obvio.
Pero ya habías previsto su movimiento.
—¿Por qué dices eso? Yo jamás le mentiría, que me caiga un rayo si lo estoy haciendo ahora.—
—Te dejaré encerrado en la azotea a la siguiente tormenta, ¿eso te bastaría?—
—¿Dónde quedó la preocupación por tu maestro?—
—¿Dónde está tu, oh, gran moral innata, única de los humanos? Usar el hambre de Beel así es algo que solo haría un demonio.—
—Por favor dejen de discutir— Como si ambos hubieran sido golpeados con un balde de agua fría detienen sus comentarios sarcásticos al mismo tiempo, dirigiendo su atención de vuelta a Beel quien tenía ambas manos ahora sobre su abdomen y portando la misma expresión de antes.—... lo siento, Belphie. Tengo mucha hambre.—
Casi lloras de felicidad cuando Beel se estiró para deshacer el nudo en tus mangas. Presumiendo de su gran experiencia de tener que atar y desatar su equipo de Fangol quién sabe cuántas veces por semana al apenas necesitar un par de segundos para liberarte.
Belphie finalmente te deja ir a regañadientes, y no habías pensando en lo satisfactorio que era ver a un hermano menor no poder salirse con la suya. Quisiste reírte en su cara, invocar tu pacto y obligarlo a correr cien vueltas alrededor de la mansión, pero la mirada cálida y expectante de Beel te interrumpió cuando sentiste sus ojos sobre ti.
Cumpliendo tu promesa es que metes el brazo en la pequeña bolsa de tu sudadera, sacando el paquete de plástico que resguardaba los restos de lo que alguna vez fueron una galleta perfecta. Aún así, el Avatar de la Gula mismo no le haría el feo por algo tan insignificante como la presentación. La aceptó de tus manos y con prisa abrió uno de los bordes, inclinando el empaque hacia su boca desde arriba para que las migajas cayeran en cascada.
La expresión sería pronto se volvió en una sonrisa tan amplia que dejaba ver la gran capacidad de Beel para devorar. Y sin querer vinieron a ti los pocos momentos en los que el pelirrojo había atentado contra tu vida los primeros días de tu llegada en forma de recuerdos. No había nada más aterrador que un demonio entrando en estado de frenesí, pero después de tanto tiempo con ellos estabas seguro que no había forma humana, celestial o demoniaca de que salieras herido.
Al menos no por accidente.
Una vez las últimas migajas y chispas desaparecieron lo único que quedó fue la sonrisa en el rostro de Beel, dio una última lamida a sus labios antes de volverse a ti, posando una de sus enormes manos en el cabello despeinado de su gemelo antes de hablar.
—Yo le ayudo a Belphie a alistarse, no te preocupes.—
—... Y esto fue por Beel, no creas que ganaste por tu cuenta.— Se queja una última vez la Pereza misma, luciendo una expresión más típica de él. Gruñendo y frunciendo el ceño pero sin siquiera intentar remover la mano del mayor de su cabeza.
Finalmente te das la satisfacción de reír, pero lejos de ser burlona sale enternecida. Esa pequeña victoria era lo ultimo que necesitabas para comenzar el día que tenías por delante.
—Está bien, está bien. Los veo abajo.—
Los gemelos agitan sus manos mientras sales de su habitación compartida, con tu ánimo y moral por los cielos te diriges a tu habitación después de una larga travesía. Enalteciéndote como el maestro que había logrado domesticar a los Sietes Señores del Devildom.
Siete de siete, misión cumplida.
[...]
Esas sonrisas, querías borrar esas sonrisas presumidas de sus rostros.
Grata fue tu sorpresa cuando entre tropiezos y golpes por la prisa entraste al comedor solo para encontrar a los siete demonios usando sus uniformes de manera impecable y con platos vacíos frente a ellos. El otro detalle que compartían en común era la satisfacción en sus rostros, o al menos seis de ellos la compartían. Mientras Lucifer seguía leyendo lo que supusiste era su agenda del día con indiferencia el resto dirigía sus miradas hacia tu figura desaliñada y de porte descuidado.
—Je... ¿Qué pasa, señor puntual? ¿Ignoraste tu alarma?—
—My devil, MC, ¿aún no estás listo? Hace siglos que te estamos esperando.—
—¡Ja! Tuviste el descaro de apresurarme cuando ni siquiera puedes estar listo a tiempo para desayunar, ¿con qué derecho me mirarás a los ojos ahora, humano?—
—Lol, esa camisa ni siquiera es una de las tuyas, las mangas son gigantes.—
—Y supondré que tus libros también están regados por todas partes, ¿no es cierto? Eso te pasa por no poner en orden tu material antes de irte a dormir. Pero supongo que los humanos realmente son dependientes a tener una rutina diaria.—
—Te serví un plato antes de que se acabara el desayuno pero tardaste tanto en bajar que me lo comí para que no se enfriara.—
—¡Ustedes...!—
El suave golpe de la tasa de café de Lucifer contra la mesa cortó de pronto cualquier oportunidad de comenzar una discusión.
—A partir de mañana, quien no esté en el comedor para las cinco no tendrá derecho a comer en todo el día hasta el próximo desayuno, ¿he sido claro?—
—¿¡Qué!?—
—Claro que esta regla solo aplica a nosotros. Son los humanos los que necesitan todas sus horas de sueño, así que MC podrá alistarse más tarde.—
Una nueva ola de quejas e indignación no tardó en llegar, pero faltaría más para alterar la mente rejuvenecida de Lucifer luego de su café matutino. Con porte sereno e indiferente se levanta de su silla y se comienza a dirigir a la salida donde seguías apoyado contra el marco de la enorme puerta para ponerte bien los zapatos.
Cuando levantas la mirada y te enderezas encuentras sus ojos rojizos analizándote de cerca. Aún así no te dedicó una sola palabra luego de su nuevo decreto, ni siquiera una sonrisa cómplice como solía hacer en situaciones como esa. Su única reacción fue llevar ambas manos a tu camisa para ajustar el cuello y mejorar el nudo torpe que le habías hecho a la corbata en medio de tu carrera al comedor.
Una vez satisfecho con tu apariencia se retiró, dejándote para lidiar con los seis pares de ojos que morían tanto de envidia como de furia a tus espaldas.
Una risa nerviosa se te escapa, incapaz de juntar cualquier pizca de valor para girarte hacia ellos.
No sabías si aquello había sido el movimiento de un aliado o solo un tirano lanzándote a los lobos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro