Enmu -≫ Kimetsu no yaiba
-≫ Pedido hecho por: Original
-≫ Advertencia: Primera vez que escribo sobre este personaje.
-≫ Relación: Jajan't-
-≫ Número de palabras: Muchas menos a las que están acostumbrados.
-≫ N/A: ah, yes. Enmu and his human, el humano que está con él por voluntad propia, el humano que lo aceptó aún siendo medio sádico, el humano que no le teme por ser demonio. Claro que si.
• Esto es algo rápido que hice, me quería sacar la idea que traía desde hace tiempo, y hEy, aquí lo tienen.
• También quiero escribir algo con Rui (algo fraternal, no sean raros dhajdb), pero aún no tengo la idea completa. Ya veremos cómo termina esto :b
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Su estómago fue invadido por esa nostálgica sensación de vacío al caer, sólo que esta vez no se trataba de un sueño en donde despertarías antes de conocer el suelo. En su lugar, aquel demonio de cabello negro y a su vez extravagante aterrizó bruscamente en medio de una calle desolada, un barrio bajo que carecía de vida. Las luces eran tenues, apenas lo suficiente cómo para iluminar su silueta tendida en el suelo.
Una segunda oportunidad, una en la que había podido satisfacer las expectativas de su señor. La euforia que sentía en el pecho no podría describirse con palabras.
Cientos de recuerdos le provocaron una espantosa jaqueca pero de inmediato aceptó que ese dolor era necesario para cumplir con su encargo. Un chico con haori a cuadros y aretes de hanafuda, cargando una espada y portado el espantoso uniforme de los cazadores.
Enmu sonrió, satisfecho con cómo habían salido las cosas para él. Más sangre de Muzan corría por sus venas, las células fortalecían su cuerpo y aumentaban su poder, la sensación de ser llenado fue embriagadora. Lo suficiente como para querer permanecer en plena calle con tal de que el recuerdo permaneciese vivido para siempre.
Pero en cambio se levantó, sus manos sacudieron la tierra en su ropa y entonces su pose volvió a ser fina y bien marcada. Con un pañuelo que cargaba en su bolsillo limpió la sangre que había quedado en su cuello mientras caminaba a lo que parecía ser un sitio abandonado en la nada que era la interminable jungla de árboles junto a los cultivos de esa aldea.
Un camino que conoce de memoria, uno que adora recorrer con paciencia para disfrutar del paisaje nocturno, esperando con emoción el final de su trayecto sabiendo lo que le esperaba al final.
Tarareando una canción de cuna, con sus ojos perdidos mirando al frente, sin importarle el ser visto. Y si bien admitía que tenía un hambre voraz, ahora mismo había marcado sus prioridades, pues no deseaba nada más que llegar a su hogar compartido.
Un santuario abandonado al lado de un río, con los monumentos quebrados por él mismo en un ataque de furia (y de emoción en otras ocasiones), sólo quedando en pie la construcción principal, la misma que tampoco tenía mérito por estar en el mejor de sus días.
Pero mientras sirviese para guardar a lo que más apreciaba en el mundo no tendría queja alguna.
Su mano izquierda alcanzó el borde astilloso de la puerta principal y la corrió con algo de dificultad por el riel oxidado. En medio de la sala yacía un futón algo sucio y con varios parches cocidos a la tela original. El resto del salón no era la gran cosa.
No había ni un gramo de luz al otro lado de la puerta, su silueta ahora era una sombra que se alargaba por el brillo silencioso de la luna a sus espaldas. Y cuando distinguió a las sábanas subir y bajar al compás de la tranquila respiración de la persona durmiendo no pudo evitar ensanchar su sonrisa.
—Esta vez no te has llegado a despertar, no sabes cuan feliz estoy. Mis buenas noticias no se pospondrán por tener que ir a buscarte de nuevo— En un movimiento sutil de manos liberó su Técnica de Sangre, esperando a que la somnolencia pasase por si sola, entrecerrando la puerta detrás de él mientras se acercaba al montón de sábanas hasta que quedó a un costado. Entonces se arrodilló a dar unas leves palmadas en la parte superior de la silueta.—. Mi lindo soñador disfruta de su descanso, ¿no es cierto? ¿será que debo traerte de vuelta por mi cuenta?—
Dirigiéndose a la persona que seguía dormida profundamente volvió a utilizar su técnica, esta vez experimentando con el sueño que se reproducía en la consciencia ajena.
Esperó unos segundos y entonces la respiración tranquila se volvió un ataque de hiperventilación, grandes bocanadas de aire eran inhaladas y exhaladas en tan poco tiempo que era fácil ver cómo se estaba sofocando a sí mismo.
La persona abrió los ojos, enderezándose de inmediato sobre el futón, con las lágrimas de terror deslizándose por sus mejillas desde antes de distinguir la realidad. Revisó sus manos, las mismas que subieron a su rostro para encontrarse en una pieza.
Estaba vivo.
Pero preferiría no estarlo.
Eso fue lo que (T/N) pensó cuando divisó al demonio por su visión periférica. Enmu dejó salir una carcajada enternecida, abriendo los brazos a su dirección.
—Lo que acaba de ocurrir fue cómo un sueño hecho realidad. La impaciencia por contártelo me persiguió todo el camino hasta aquí.—
Cuando el tiempo fuera que tenía permitido para no mirarlo se acabó se vio obligado a encarar al demonio, tragando sus nervios juntos a las ganas de maldecir. Sabiendo que eso no lleva a ningún lado.
Ya no tiene noción del tiempo, una noche Enmu lo podría poner a dormir y sería despertado horas más tarde, incluso días sin ver la luz del sol. La única idea del mundo exterior que tiene es el clima, temporada de lluvias, nevadas, noches ardientes de incomodidad. Eso es todo lo que tenía y a lo que se aferraba.
Porque todo lo demás se le había sido arrebatado.
—...—
En tu silencio sólo puedes ver cómo sus manos pálidas y frías se acercan a tu rostro para sostener tus mejillas.
—¡Ese desconcierto, el terror!, ¿tal vez exageré? Incluso si quiero disculparme no puedo evitar disfrutar de tu expresión consternada— Encajó sus uñas de los pulgares, empezando de manera leve hasta que aumentó de fuerza. Lo suficiente como para dejar escapar un quejido de dolor tentando en convertirse en llanto. Entonces dejó de apuñalar tus pómulos para dejar a sus uñas en el borde inferior de tus párpados. Su sonrisa desapareció, y no pudiste hacer otra cosa más que rezar en tu mente porque no te quitase los ojos.—. Estuve a punto de no regresar contigo nunca más, ¿cómo te habrías sentido? ¿tus lindos ojos habrían soltado lagrimas por mi?—
—...—
—Habrías quedado atrapado en una pesadilla eterna, y yo no habría estado para verte ahogar en ella. Qué futuro tan trágico— Ni siquiera sabías si su preocupación era genuina, si la idea de no verte en verdad le dolía. No podías adivinar nada de él que no fuese su naturaleza sádica.—. Pero lo habría aceptado de todos modos, si mi destino era morir por su misma mano, ¿cómo podría tan siquiera pensar en oponerme?—
—... no... entiendo... — La voz típica de alguien que acaba de despertar, más profunda de lo demás, algo seca y sin emoción alguna, sumando el ardor por el repentino llanto retenido no ayudaba en nada.
Enmu finalmente te soltó, satisfecho por tu muestra de interés.
—Las Lunas Inferiores han sido masacradas, incluso hubo un ingenuo que intentó huir— Sus mejillas se sonrojaron por el recuerdo, los gritos, la sangre, el olor a muerte. Todo había sido esplendido, pero a su vez la mención de ese demonio y su intento de fuga sirvió como una amenaza subliminal, y al entenderla sólo pudiste cerrar tus dedos sobre la manta.—. Fui el ultimo con vida, ya había alzado su mano y mis últimas palabras serían mi final; pero Él me permitió vivir. Me dió más de su sangre y ahora sólo debo llevarle la cabeza de un mocoso para ser aún mejor, ¿no suena cómo algo sacado de un sueño?—
"Esa persona" era sin duda aterradora.
—Hmm... —
No conocías su nombre, parecía no tener permitido decirlo, pero sabías que era el rey de todos ellos. El que lideraba al ejército de bestias devora hombres que eran los demonios.
—Y estuve pensando que... Ahora que soy más fuerte deberíamos intentarlo una vez más. Tengo un buen presentimiento.—
Fuero las palabras que te arrancaron el aliento y que te hicieron temblar, imágenes fugaces de los últimos intentos trajeron a su vez las peores náuseas a pesar de tener el estómago vacío.
Te arrastraste lejos suyo, sólo unos centímetros antes de que su sonrisa te congelara en el lugar.
—Eres tan encantador, ¿cómo podría resistirme a ti?— Juntó sus manos rápidamente, un aplauso de su felicidad retorcida saliendo a la luz. Se puso de pie burlándose de que tu no podías por la debilidad y entonces se acercó de vuelta necesitando medio paso hacia adelante.
Cubrió tu boca y con poca fuerza logró empujarte hasta que tu nuca conoció el suelo de madera desgastada bajo ustedes. Forcejeaste, o eso pretendías, encajaste las uñas en su mano y pateaste sus costados, nada, esa era la diferencia de fuerza. Lo que para ti eran intentos desesperados para él eran menos que cosquillas.
—Está bien, shh, no pasa nada— Arrulló con su voz exageradamente tranquila y melodiosa, su mano libre desató parte de la ropa que traías, lo suficiente como para bajar hasta tu abdomen. Entonces paseó el borde de sus uñas sobre tu piel, provocándote el peor de los escalofríos. Tu llanto eran balbuceos amortiguados y a pesar de no poder ver exactamente lo que hacía la paranoia era lo que imaginaba los peores métodos de tortura del mundo.—. Deberías usar toda esa energía en pedirle que esta vez funcione, agradecerle por permitirme estar a tu lado. Es tan probable que sepa de ti que hemos tenido suerte de que no te haya devorado hasta ahora.—
Sin siquiera avisarte o dar una señal de lo que haría sólo puedes retorcerte de dolor cuando sus garras atravesaron tu piel y jalaron hasta dejar la silueta de los rasguños en tu abdomen. La sangre brotó de tu herida con tanta rapidez que Enmu casi cede ante el hambre, pero se contuvo, sabiendo que no podía perderte, así que te soltó para dejarte ir.
Tomaste la llaga e hiciste presión, soltando quejidos y suplicas. El sudor corría por tu frente y la sangre empapaba todo a su paso, con la escena tan grotesca frente suyo el demonio sólo había limpiado sus dedos para luego rasguñarse a sí mismo en la palma de su mano. Su propia sangre brotó de forma menos natural y de naturaleza más espesa que a la humana.
Entonces llevó aquella fuente hasta tu herida, sin cuidado retiró tus manos y entonces metió sus dedos en las cortadas para insertar la sangre.
Gritaste, te destrozaste aún más la garganta y al final soltaste miles de maldiciones que ni siquiera lo hacían reaccionar. Tratando de sobrepasar los rápidos latidos de tu corazón retumbando en tus oídos, yendo tan deprisa que parecía querer salirse de tu pecho.
—Ouh, ¿nada?— Seguías respirando sonoramente por el dolor, seguías sosteniendo tu herida con el sudor recorriendo tu expresión aterrorizada, pero nada más. No te retorciste de manera exagerada ni escuchó tu cuerpo cambiar y romperse por las células de Muzan. Nada había cambiado. Enmu hizo cerrar su propia herida antes de deshacerse de la sangre. Entonces de acercó de nuevo para tomarte en sus brazos, poniéndote frente suyo para que tu cabeza descansase en su pecho. Lo escuchaste soltar un suspiro decepcionado.—. Al parecer aún no es suficiente, pero era de esperarse de alguien que intentaba imitarlo— Su mano acarició tu pelo, empeorando la suciedad en tu cabello mientras comenzaba a meditar en voz alta.—. Ya te lo había contado, ¿no? Qué sólo Él puede convertir humanos en demonios, esa es la verdadera belleza de su poder. Hacer que algo tan frágil cómo tú pueda sanarse y vivir para siempre, bendecirles con un poco de su fuerza.— No prestabas atención a lo que decía, estabas más centrado en convencerte que el dolor no estaba ahí, en que el repentino cambio de temperatura era normal. Pensando que estarías bien dentro de poco.
—Ugh... Por favor, dios... — El quejido que sonaba igual a un animal agonizando, una presa herida viendo cómo su cazador sale del escondite a reclamar su vida.
El demonio volvió a arrullar, cómo si tratase de poner a un bebé a dormir. Repitiendo una y otra vez que todo estaba bien.
—No todo podía salirnos bien, así que no hay razón para ser tan negativo— Suspiró.—. Pero verte herido en verdad me rompe el corazón, aún siendo un sacrificio que estaba dispuesto a aceptar.—
¿Él era quien estaba sufriendo? Qué irónico, pensaste, pues parece que la sangre y la carne abierta no significan nada para él. Ni siquiera tenías idea sobre si eras en verdad algo de importancia o sólo un capricho desechable.
—Cuidaré de ti, ¿no suena bien? Algo como un rasguño no te tomará— Finalmente se separó, acercándose a una canasta tejida con cientos de agujeros que mantenía en orden las pocas vendas que quedaban. No era la primera vez que intentaba quitarte la humanidad al llenar tus heridas con su sangre y tampoco sería la última. Las cicatrices en tu espalda son la mejor prueba de ello, las marcas de sus colmillos en tus brazos a veces tenían la silueta de una sonrisa.—. Dormir es maravilloso, el dolor no te atormenta y en su lugar puedes disfrutar de un pacífico sueño— Sus ojos perdidos parecían estar puestos en ti, pero no estabas seguro.—. Esperaré ansioso el día en el que me agradezcas el dejarte experimentar las mejores fantasías que pudiese imaginar, hasta el momento en que yo sea parte de tu realidad ideal.—
"Sigue soñando", deseaste gruñir en su cara, siendo frenado por el único instinto de supervivencia que aún fantaseaba con la posibilidad de ser libre una vez más.
Pero era imposible, porque nadie te estaba buscando.
Además de que provocarlo no te daría la tan deseada muerte que anhelabas, porque la tortura era algo en lo que sabías que era experto. Antiguas víctimas, pasadas vidas humanas siendo arrebatadas para ser devorados frente a ti, suplicando por ayuda y arrastrándose en tu dirección, pensando en que de alguna manera el alcanzarte acabaría con la masacre de sus cuerpos.
Sin saber que tú también habías sido orillado a cometer crímenes en contra de tu humanidad.
No es fácil olvidar el sabor de la carne cruda.
Una tetera abandonada por el tiempo, abollada pero sin ninguna señal de óxido en el metal. Sólo la pintura cayéndose hasta volver un recuerdo de lo que alguna vez fue.
Una fuente de calor pequeña para no llamar la atención a los viajeros incautos creyendo que se trataba un campamento improvisado. El metal ardió hasta casi quedar encendida en rojo y con esa herramienta improvisada cauterizó los rasguños, tampoco importándole tu poca tolerancia al dolor.
El malestar se apoderaba de tus sentidos, el mareo por la pérdida de sangre y tu visión borrosa, pero también el olor de tu carne quemada y el sabor amargo de tu saliva avisando el inminente vomito que estaba por salir.
Sólo querías que se detuviera, que todo el sufrimiento parase incluso si sólo era un segundo o una eternidad.
Aún retorciéndote en medio de esa sala con olor a muerte alcanzas su manga y la jalas a tu dirección, sin atreverte a dirigirle la mirada porque sabías que estaría sonriendo.
—Por favor, déjame... — Suplicaste, necesitando pausar tus palabras para recuperar el aliento. Respirando tan rápido que te dolía la garganta reseca que, a su vez, rogaba por agua.—... d-déjame dormir, ya... ya no lo soporto, por favor... —
Tomó tu rostro y lo alzó, poco consciente de que estaba tan cerca de romper tu cuello que apenas podías respirar en esa posición. Enmu sonrió aún más, satisfecho y extasiado al mismo tiempo.
Esa era la mirada que había esperado apreciar por toda la noche. Si ya lo habías complacido debería regresar el favor, ¿no es así?
Dependencia, dolor, agonía, esperanza. De alguna forma tus ojos de color común y aburrido podía expresar una sinfonía de emociones que eran hipnóticas, si no fuese porque estabas al borde de la muerte sin duda se quedaría viéndote hasta que el sol saliera.
Lo necesitabas, mientras que él podría apagar tu vida como si fuese una vela consumida. Esa idea era simplemente maravillosa.
Llevó su índice hasta enfrente de sus labios, haciendo la típica seña de guardar silencio, pero incluso si querías hacerlo el dolor no te permitía dejar de soltar llantos involuntarios.
—Si duermes ahora no despertarás hasta dentro de mucho tiempo, ¿eso significa en que confías en mi? ¿crees ciegamente en que habrá un mañana mientras yo esté contigo?—
Asentiste sin pensarlo dos veces.
—Todo estará bien... si te quedas conmigo.— Pronunciaste automáticamente, con el recuerdo de esas mismas palabras siendo dichas por él. Tan inesperado que incluso pareció sorprenderse un segundo antes de volver a su expresión calmada de sonrisa tranquila.
Había olvidado cuan interesante y patéticos que eran los humanos. Estaba conmovido.
Te ayudó a sentar, o su definición de ayuda, sólo extendió su mano y tú hiciste el resto en apoyar tu peso y cambiar la posición a una más cómoda.
—Ha sido un placer.— Sentenció, antes de que las venas de su mano se remarcaran de una manera anormal. Entonces la boca que apareció de entre su piel sonrió al igual que él.
'Duerme'
Te hubiera gustado preguntarle a qué se refería con eso. Pero para entonces ya era tarde, tu cuerpo siguió su inercia y estuvo apunto de caer de lleno al suelo de no ser porque Enmu te detuvo por los hombros.
¿Cómo reaccionarías al despertar y encontrarte en un lugar completamente diferente? ¿Qué tan grande sería tu ansiedad al creer que su técnica se había extendido hasta la realidad?
Te recostó en el suelo un segundo para tomar la sábana de harapos con la que dormiste por todos esos meses. Con esa misma tela medianamente gruesa te arropó contra la madera antes de acomodar su postura para llevar sus manos a tu espalda y a detrás de tus rodillas. Sin siquiera tener que esforzarse cargó con tu cuerpo inerte, abrazándote en sus brazos con algo de fuerza, cómo si tuviese algo suave y blando en frente.
Y, en teoría, lo tenía.
—Ya decía que había olvidado contarte sobre algo, algo que parecía importante— Se encaminó a la puerta corrediza y por primera vez no le importó que se terminase rompiendo por su fuerza.—. Supongo que contendré mi emoción y esperaré a que conozcas tu sorpresa.—
Cumpliría un capricho, el último deseo de quien fue condenado luego de ser elegido por el azar del destino y del infortunio. Podrías hablar con toda la gente que deseases, tal vez así entiendas el lugar especial que él tenía en tu corazón.
La luna seguía visible sobre el cielo, pero no había estrellas, sólo innumerables nubes de lluvia que se arrastraban gracias al viento iracundo de aquella noche. Meciendo tu cabello, tratando de robar la manta que te cubría, y haciéndote temblar de manera inconsciente.
Volvió a adentrarse al bosque, dejando atrás el hogar provisional que amenazaba con caerse por culpa de la tormenta que se avecinaba.
Tenían un tren que tomar.
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