Bakugo Katsuki -≫ Boku no hero academia
-≫ Pedido hecho por: Original
-≫ Advertencia: ¿O.O.C?
-≫ Relación: Acoso escolar / Conciliación
-≫ Número de palabras: 6874
▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰
≫ View of judgement:
Al activarlo, quien mantenga contacto visual con el portador se verá incapaz de apartar la vista hasta que se quiera lo contrario. Llegando, en algunos casos, a un estado hipnotizado.
El portador también podrá provocar malestares como irritación acelerada, ceguera temporal o flujo de lágrimas excesivo en los ojos del objetivo.
▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰
Pasado imborrable, que convierte a un hombre en una bestia, libera a quienes atraes con el deseo de una venganza cruel y deja descansar las consciencias que pierden en sueño en las noches donde puedes ver tus recuerdos como películas en la pared.
Tu mente deja brotar diferentes caminos inútiles en el presente para eventos anteriores, ¿escoger otra cosa hubiese mejorado el ahora? Nunca lo sabrás y lo peor es que la duda se queda ahí, flotando y preparada para saltar de la nada con el único propósito de hacerte sentir miserable, hacerte sentir la pena más horrenda que el adolescente promedio experimenta al darse cuenta de su inmadurez.
—No te atrevas a tocarme, Bakugo Katsuki.— Donde alguna vez estuvo la esencia de un joven que vivía en nervios ahora es ahogado con el placer inestable del ojo por ojo, de una manera más literal de la que se debería tomar.
No se ve tu ojo izquierdo, ¿por qué tienes esa cosa cubriendo media cara? ¿por qué la disimulas con tu pelo? Las respuestas nunca llegan pues nadie es tan cruel para hacer las preguntas obvias, solo quedan las teorías que empeoran todo, cualquier cosa se podría esconder debajo de esa venda, pero si estaba en ese lugar debía ser por una buena razón. Siendo fácil el ser juzgado y juzgar a otros en la etapa inestable en la que te encuentras debes ser como el agua, siempre fluyendo y adaptándose en todos los espacios para seguir un rumbo.
Pero si el agua está tan opaca como para ver el fondo ya no queda mucho por hacer. Si el agua está tan contaminada no hay forma de darle un uso.
—Suéltame, nerd.— Si dos fuerzas opuestas chocan es la receta perfecta para el caos. El rubio libera su muñeca en un movimiento, tu único ojo visible lo mira fijamente con el color rojizo que adopta al activar tu particularidad, más alcanza a apartar la mirada a tiempo.
Pasado imborrable, que arrebatas sin piedad y con una sonrisa al hacerlo, ayuda a que los pobres que pierden tesoros encuentren algo para llenar el vacío, incluso si es físico, incluso si nunca existió, deja tu naturaleza traicionera un instante y ayuda a que los desamparados encuentren tierra a la que aferrarse.
[...]
Mira tu recorrido, incluso si te da miedo, confronta el pasado y hazlo parte de tu historia:
Existe una forma de supervivencia que creaste al ver que dialogar no siempre sería la salida a todas las peleas en las que te meterías.
Todo influía, la posición de tu asiento, las personas que se sentaban alrededor, tus participaciones en clase. Todo podría ser una razón para que buscasen intimidarte. Analizas los escenarios y evades los problemas, como debía ser.
Incluso habiendo veces en las que, cuando te llamaba un profesor, muchos se sorprendían al verte en el fondo, otros ni siquiera recordaban tu nombre. Era una forma de saber que tu escudo improvisado rendía frutos. Aunque siempre existía ese margen de error que puede desatar lo peor, lo inimaginable.
Recordar ese día siempre enciende el odio y el dolor con la misma intensidad asfixiante, piensas las posibilidades del haberte defendido o de simplemente no haber aceptado cubrir el turno de ese aprovechado. El dejarte pisotear hizo desbordar algo, algo que no entiendes, tal vez era llegar al punto en el que todos te vieron como saco de boxeo.
Detienes tu respiración cuando Bakugo comienza a alardear de que sería el único en entrar a la U.A., un orgullo que se quiebra cuando Midoriya alza la mano fingiendo desinterés. Simulas leer apenas y el rubio sigue gritando cada vez más alto al peliverde.
—"Están al otro lado del salón, no tiene nada que ver contigo. Tranquilízate."— Te repites sin cesar siendo consciente de lo impredecible que era Katsuki. Acomodas los lentes sin aumento que tienes en tu rostro, bajaste tanto la cabeza que se habían resbalado por el puente de tu nariz. Aquellos anteojos de adorno eran para los casos en los que activabas tu kosei sin saberlo, eras tan inexperto que uno de tus reflejos involuntarios terminó abarcando tu singularidad.
No puedes disipar el presentimiento de estar en la línea de fuego mientras pisas un campo minado.
Alguien le da un manotazo a tu pupitre, el golpe llega sin aviso y saltas en tu lugar al estar desprevenido. La cabellera rubia hace que sudes en frío de manera inmediata, ¿que había salido mal con tu estrategia? Tu existencia había sido revelada, los ojos de toda la clase están sobre tu tembloroso ser. Pero ahora solo piensas en algo: Bakugo está frente tuyo con el ceño fruncido en furia que hasta una vena en su cabeza resalta de manera nada natural. Una mueca que jamás le habías visto hacer ni siquiera cuando le gritaba a Midoriya, ¿que habías hecho para merecer el sombrío honor de presenciar esa expresión en primera fila?
—¡¿También crees que podrás ganarme!? ¡Ya era suficiente con el nerd de Deku, cuatro ojos!—
—¡B-Bakugo-san!— Tu alma está por abandonar tu cuerpo, el corazón de un cobarde no aguanta tanta adrenalina por sentir cercanía a la muerte segura.—¿C-Cuál es el problema? Estoy seguro de que debe ser un malentendi- ¡espera!— Katsuki alzó su otra mano, lo primero qué haces es cubrirte al creer que te golpearía, más el impacto vuelve a caer sobre la mesa y es acompañado con las risas de los compañeros que miraban divertidos la escena. El rubio había dejado una hoja de papel toda arrugada, en la parte superior se leía tu nombre y de inmediato la reconoces. Era tu carta de opciones para preparatorias.
La tomas con cuidado y teniendo las manos tan temblorosas que apenas las controlabas pero todo para encontrar la razón del enojo, las manchas apresuradas del borrador están por todos lados. La primera opción ya no estaba, ahora se podía leer la misma preparatoria a la que irían aquellos amigos de la infancia.
Tus sospechas se aclaran cuando escuchas las risas más escandalosas a tu derecha, un par de chicos chocan sus palmas en señal de victoria y, al notar tu atención en ellos, te saludan sacudiendo sus manos aún aguantando la risa.
Habían modificado tu hoja para meterte en problemas con Katsuki. Te habían lanzado a la boca del lobo sin siquiera saberlo.
—Bakugo-san, te juro que yo no planeo entrar ahí. Podemos ver claramente que no es mi letra, además de que aquí... —
—¡No quiero tus excusas, maldito cuatro ojos!— Te interrumpe de golpe y eso es suficiente para que tu calma salga por la ventana, sintiendo celos de lo fácil que se había escapado de la furia de Katsuki.—¡Para lo único que servirías allá es para ser un maniquí al que golpear!— Tu serenidad dispuesta a conversar se pierde en el aire tenso de la clase, sabes que tratar de calmar a Bakugo sería inútil, solo queda resignarte y seguir la corriente todo lo que puedas.
Aguantas cada insulto o grosería que el rubio suelta, asientes y no respondes de vuelta. Hay risas por todos lados, se divierten, te alegras. Sirves para algo más que ser un saco de boxeo, si le traes al menos una alegría retorcida a tus compañeros sentías una satisfacción extraña dentro de ti.
Eras un masoquista. Uno de una clase muy rara.
—¡Di algo, por un demonio!— Asientes por impulso, aún sin verlo. El ser ignorado sólo molesta más al rubio, todos serían testigos de lo peor cuando toma el cuello de tu uniforme y te obliga a levantarte.
—¡No, espera, Bakugo-san!— Tomas su muñeca por impulso pero no logras nada por la diferencia de fuerza.—¡No quiero problemas, por favor! ¡Suéltame!— Cierras tus ojos con fuerza cuando su mano se acerca a tu rostro con rapidez. El golpe nunca llega pero si sientes como arrebata tus anteojos y luego se escucha el crujido del cristal a la cercanía.
Ese sentimiento de poder afectar a alguien con tu kosei era más perturbador que el haber recibido un golpe.
Presente inestable, que arrebatas futuros e interrumpes los planes, dale un buen rumbo a una historia que está por comenzar, con la espera de un desenlace a la obra infinita. Que un final feliz se asome por la entrada, incluso si te duele que te abandonen y que ese futuro sea llamado presente a partir de ese momento.
—¡Deja de fingir que no te estoy hablando, maldito extra!— Al final cedes y lo confrontas cuando abres los párpados aun estando temeroso. Su ceño se tranquiliza confirmando lo peor, habías activado tu kosei y, sin los lentes, Bakugo se había quedado hipnotizado.
El aula se llenó de silencio, todos esperaban algo, esperaban una respuesta del porqué no te había explotado ya para ese punto. El corazón se te va a salir. Tu respiración es acelerada pero silenciosa y aún así reaccionas para intentar buscar tus anteojos, más solo te alarmas cuando Midoriya los alza a la lejanía tratando de avisarte.
Incluso mirando hacia otro lado Katsuki por impulso busca tu vista rojiza como la suya. No sabes como desactivarlo, no volverá a la normalidad hasta que te calmes y por la situación eso será lo último que pase.
La voluntad del rubio es lo bastante fuerte para liberarse sólo del trance, la acción regresa y vuelven a ser el centro atención. Primero parpadea varias veces, se da cuenta de la forma en la que te tiene sostenido y notas como lentamente vuelve a enfurecerse.
—¡P-Puedo explicarlo, Bakugo-san, solo déjame-!
No te deja ni hablar, caes en la silla bruscamente y casi caes por completo al suelo si no te hubieras sostenido del borde de la mesa. El golpe finalmente llegó y dejó un ardor horrendo consigo, la piel de tu mejilla está adolorida y la cubres con ambas manos por impulso. Poco a poco el dolor va sacándote lágrimas que escondes de todos.
—¡Si creías que tu truco de circo iba a salvarte eres más estúpido de lo que aparentas!— Quieres hablar, explicarle que no sabes manejar tu don, no tener que haber recurrido a ese punto. Ya no hay vuelta atrás, el daño está hecho pero te alegras de que no llegó a extremos.
Fue solo otro golpe de un bravucón. No pasó nada.
No uses tu poder, no importa si te intimidan, es momentáneo. El dolor se va, las heridas se curan, el sentirte asustado se disipa, pero la montaña de emociones negativas solo se balancea a medida que lanzas más cosas que supuestamente ignorarás.
Es momentáneo, no tienes que pelear de vuelta.
Ellos se divierten, está bien. Son felices, tienen sonrisas en la cara, son las típicas bromas entre compañeros, ¿no es así?
Esconder tus zapatos en un basurero es algo inocente. Hacer los trabajos de grupo tú solo es para ayudar a los demás cuando están cansados. Dejar que copien tu tarea serán favores que tendrás en un futuro. Reírse de que uses anteojos son las bromas que se hacen entre amigos. "Cuatro ojos" es un apodo en tu grupo, una señal de que te integraste finalmente.
¿Entonces por qué duele que lo sigan haciendo? ¿Por qué quieres decirles que paren?
[...]
Los días solo empeoraron.
Ahora no eras invisibles, habían profanado tu fachada de ausente de la peor manera posible. Bakugo tomó rencor por un accidente que nunca te dejó aclarar.
No hay manera de describir toda esa atención que recibías, atención de la mala. Miradas que esperan a que caigas en las bromas, murmuros y carcajadas no disimuladas, personas analizando cada movimiento qué haces. Es asfixiante y tedioso a la vez, una sensación que nunca habías sentido, quieres que desaparezca, quieres decirles que paren.
No culpas a aquellos chicos que desencadenaron todos, tal vez se salió de sus manos. Tal vez solo era una broma pequeña que terminó incluyendo a Bakugo en ella sin quererlo.
Perdonas en silencio y aguantas con disimulo. Los anteojos tienen repuestos, los cuadernos tienen fotografías en tu teléfono, tus zapatos tienen pares iguales en tu armario.
Todos tienen un papel en esa aula, tú eres un personaje de fondo, y lo sabes, lo aceptas. Pero cuando un secundario recibe el reflector la personalidad termina molestando a todos, los abucheos de la multitud deja sordera a su paso y regala una melancólica sensación de que alguna vez hubo algo bueno ahí.
Ves un cuaderno deslizarse por el piso por el pasillo entre las butacas y logra llamar tu atención. Todos estaban saliendo, ya quedaban muy pocos en el aula así que decides tomarlo para buscar a su dueño entre esas personas. Una acción tan simple como hacer un favor y regresar una pertenencia está oculta con la fachada más inocente cuando en realidad tientas al destino sin estar percatado de eso.
Lees el título y el nombre en la portada, reconoces al dueño entre los restantes. Tu boca se cierra de golpe cuando vez al peliverde, dueño del cuaderno, siendo acorralado por Bakugo y su grupo.
Aquí es donde se abre el dilema, pensar en la supervivencia propia o disminuir los golpes cuando se dividan entre ustedes dos en caso de entrar a defenderlo. No hay nada mejor como una duda que te hará parecer indiferente en una de las alternativas, para que en la otra sea un camino donde por tu falta de habilidad quedes en ridículo.
Aprietas la libreta sin querer. Hay mucho que perder y poco que ganar, las probabilidades están en tu contra. Todo o nada.
Una explosión irrumpe en tu pensar, algo había sido casi calcinado en la palma del rubio y luego lo lanzó sin importancia hacia sus espaldas. Estando detrás de la escena perturbadora lo que había arrojado estaba por golpearte a no ser por tus reflejos levemente desarrollados.
¿Que era esa cosa?
—"¡Quema, quema, quema!"— Te repites cuando la libreta hecha cenizas saltaba entre tus dedos.
Finalmente se te cae para permitirte ver al grupo frente tuyo girados en tu dirección. No hay vueltas atrás, una decisión hecha por lo mucho que tardaste, afronta todo y tal vez no duela tanto.
Tragas dejando a la vista tus nervios, el cuaderno que permanecía intacto se escondía en tu espalda al esconder tus manos en una pose recta y tensa. Un mecanismo de defensa sin perfeccionar.
Antes de que alguien pueda dar un paso o soltar por lo mucho una vocal, ya habías salido del salón sintiendo que te perseguían (aunque en realidad no era así). Te disculpas múltiples veces con Midoriya en voz alta combinando insultos hacia tu cobardía.
Tal vez puedas ayudarlo de otra forma. Un maestro, debes llevar un maestro antes de que se vaya, ¡pero que no se den cuenta de que tú lo mandaste!
Giras en el final del pasillo y topas con una de tus compañeras de grupo. Más bajita pero si duda linda de facciones, su mirada se ilumina al verte y reaccionas por impulso al mirar hacia detrás tuyo. No había nadie.
—¡(T/A)-kun! ¡Te estaba buscando!—
—¿A mi... ?— Las ideas más inocentes y algo ilusas comienzan a formarse, se denota en el ligero sonrojo y tu incapacidad de mirarla a la cara. Apenas ves como asiente a tu pregunta.
—Quería pedirte un favor.— Sus manos se encuentran cuando toma las tuyas y las aleja de tu rostro.—No quiero ser inoportuna pero... — Tenias algo que hacer, ¿qué era? No lo recuerdas, no recuerdas a dónde ibas.—¿Podrías suplantarme en el turno para limpiar el salón hoy?—
Dolió más de lo que esperabas.
—Suplantarte, uh... yo, no lo sé... No es por ser malo pero, ¿por qué no puedes hacerlo tú, Kojima-san?—
—¡Por favor, (T/A)-kun! Mi... ¡hermana, si! ¡Se enfermó y debo ir a cuidarla! Justo hoy se tenían que ir mis padres.— Hace un mohín que admites fue adorable, pero solo era otra capa que ocultaba la realidad.—¿Si, por favor?— La debilidad de todo hombre son las mujeres, está descrito por naturaleza. No hay nada peor que una mujer llorando y no hay crimen peor que un caballero no haga algo al respecto. O eso según los dichos de tu padre.
Tu amabilidad se va en contra de la voz de la razón e interfiere con la simpatía, para terminar incluyendo a tu corazón de pollo a la contienda en un juicio confuso.
¡Su hermana! Pobre, debes ayudar en lo que puedas. No festejes que estás sano cuando hay muchas personas sufriendo por ahí. Debe ser horrible estar enfermo un día y sin nadie quien te cuide.
—S-Supongo que puedo hacerlo... — Pobre iluso cayendo por un par de palabras adornadas de listones. Se notaría la malicia en la mirada de la chica si no fuese que tratas de evitar el contacto visual con ella y sus enormes ojos.
—¡Gracias, gracias, gracias!— La ves alejándose con una enorme sonrisa en su rostro, no hay forma de negarle algo a una cara tan bonita, y ella tenia eso más que claro.—¡Te debo una, (T/A)-kun!—
El ser tan bueno te costó muy caro, tanto que no tendrías suficiente para pagar. Querer hacer una buena obra solo te trajo el karma de alguien más. Una decisión que desencadenó una tragedia, recuerda el día y aprende de los errores. Recuerda que no hay nada más traicionero que una persona que sabe tus puntos débiles, recuerda que confiar en alguien solo trae apuñaladas por la espalda.
[...]
Al final te diste cuenta de dos cosas.
Uno. Aquella chica no tenía hermanos. Al saberlo no te enojaste, tal vez era algo vergonzoso que no quería contar. Esperabas que estuviese bien.
Y dos. Nunca le preguntaste quien era su compañero de limpieza. Sería toda una sorpresa.
La luz casi anaranjada entra por las ventanas del pasillo y le da un toque cálido a la escuela, traes una cubeta con un montón de cosas adentro que hacen ruidos, guiados por un ritmo con cada paso que das. Hay algo en esa tarde que te relaja, no sabes si es el paisaje o el haber logrado al final que un maestro fuese al tu salón (aunque en realidad nunca fue, solo lo había dicho para librarse de ti, es más que obvio que no fuiste consciente de esto).
Tienes un buen presentimiento que recorre tu pecho, junto al calor agradable que aparece cuando recuerdas la sonrisa cálida de la chica.
Tu alegría te sigues al correr la puerta de tu aula, más no pasa del marco de esta. La cubeta cae al suelo junto con lo que trae adentro en un sonido escandaloso.
Bakugo estaba en el primer lugar de la fila de en medio con los pies sobre la mesa y balanceándose en la silla. Te ve y su ceño neutral cambia a una sonrisa llena de maldad. La misma sonrisa que te daría pesadillas hasta un día lejano en el futuro.
—"¡¿Otra broma!?"— Gritas en tu cabeza cuando tus músculos se tensan en sorpresa.
Corre, corre todo lo que puedas. Huye y nunca pelees, no pongas la otra mejilla si la primera ya te la dejaron morada por los golpes. Busca que no haya ningún choque y esquiva todo lo que te haga parecer valiente.
No puedes escapar, lo sabes, lo sabes más que nadie. No hay a quien recurrir, no hay a quien pedir ayuda. No te des el lujo de tropezar y no te creas con el derecho de gritar.
Bakugo solo decía maldiciones, una tras otra ordenándote que te detuvieras. Se burla de ti diciendo que solo quiere hablar y entonces comienzas a llorar de nuevo.
Es finalmente cuando sale de la nada en la vuelta en el pasillo donde es que te rindes. No sales corriendo a la dirección contraria pero si retrocedes con cada paso que da el rubio.
Que pase lo que tenga que pasar.
¿Eso es lo que debe reconfortarte? ¡Te va a golpear! ¡Te va a humillar! ¡Haz algo una vez en tu vida y demuéstrales que no eres alguien a quien puedan pisotear!
¿Pero como se hace eso?
—¡¡No, Bakugo-san, por favor, espera!!— En lo desolado del pasillo en esa ocasión solo eran ustedes dos. No hay nadie asomándose por las puertas y tampoco hay alguien que tome video de lo qué pasa.
—¿Ahora ya no eres tan valiente, cuatro ojos?— Su superioridad siniestra te hace congelar, no puedes moverte. Una patada tras otra no te da ni la oportunidad de levantarte.
Y entonces te preguntas, ¿cómo alguien puede llegar a ese punto? ¿Cómo es que el acoso llega a ese nivel?
¿Bakugo Katsuki tiene un límite? ¿Cuál es?
¿Matarte?
—P-Por favor, hay que hablarlo, Bakugo-san.— Incluso suplicando con los golpes teñidos en un morado verdoso enfermo él ni se inmuta. Tu voz sale en un susurro y te deja respirar.
El dolor, es insoportable, tu abdomen te tortura cada vez que sube y baja dónde estás respirando. Tus brazos apenas te dan el soporte para apoyarte en ellos. Lo miras pero sigue enojado y no entiendes por qué.
—¿¡Hablarlo!? ¡¿No sabes hacer otra cosa!? ¡Cierra la boca por una vez!— Grita y te hace caer de nuevo al pisarte el abdomen. Te retuerces en dolor con el impulso de encorvarte hacia dentro.—No sirves ni para defenderte, inútil.— Las palabras te arden más que cualquier golpe, pero está bien. Si tiene un mal día puede desquitarse contigo, es mejor que lo esté haciendo con tu persona antes que con la chica que era su compañera para limpiar.
Ayudaste a dos personas, ¿eso no es genial?
Si sirves para algo, sin importar lo que diga el iracundo de Katsuki. Si sirves, si eres útil.
Ahora solo piensas en eso, a lo mucho provoca una sonrisa casi inexistente. Terminas ignorando a Bakugo sin quererlo y eso solo hace que su orgullo arda aún más, ¿te estabas burlando de él?
Tú, centrado en tus ideas pesimistas, no haces fuerza cuando el rubio se pone encima tuyo y te toma del cuello del uniforme. Tu cabeza cae hacia atrás, con ganas de desmayarte más que nunca.
Entonces abres los ojos y lo ves, su mano hecha un puño y tentada a golpearte. Gritó algo que no entendiste, ¿cómo terminaron así? Es lo único en lo que te centras.
Y entonces reaccionas, vuelves a sentir el dolor en todo tu cuerpo con el miedo haciéndose presente. De nueva cuenta lloras con la desesperación más presente que nunca.
No respiras, te duele hacerlo, tu vista es nublada con las lágrimas. Quieres decirle algo pero no sabes que palabras son las adecuadas, no puedes huir, no puedes hablar, estás atrapado.
Una voluntad cansada te dice que te muevas, ahora estás ignorando al dolor y empujas a Bakugo para verlo caer de espaldas. Una fuerza del alma desesperada que grita por ayuda, resignada a que si no hace algo nadie lo hará, aferrada a la esperanza de una situación mejor.
Aún así no sientes como que hayas hecho lo correcto.
Ambos forcejean, él está dispuesto a golpearte mientras que tú lo esquivas y tratas de apartarlo.
Ese vacío en tu cuerpo se llama adrenalina. En grandes cantidades que inunda tu sistema. Tu corazón se va a salir, late tan rápido que lo escuchas retumbando en ambos oídos, es molesto pero al menos tiene un ritmo conciso. No quieres seguir peleando pero son los dos lados de tu consciencia que se confrontan los que tienen la última palabra.
Una quiere vivir, la otra quiere dejar de sufrir.
Las cosas siguen su rumbo y la desventaja es obvia. Lo intentaste, el lado más cobarde de ti está satisfecho, el otro quiere morderle la mano que tiene aplastando tu rostro.
Espera, ¿mano?...
—"¿Cuál era el kosei de Bakugo-san?"— Te preguntas recordando algo que te hace erizar por el terror de la respuesta. Comienzas a balbucear y tomas su muñeca intentando apartarlo de nuevo, las fuerzas espontáneas que tenías se agotaron y ahora vuelves a ser el cobarde de siempre.
Tienes tus anteojos puestos, las patas y el puente de estos se están encajando en tu piel por la presión, puedes verlo a través de sus dedos. Está sonriendo, y notas las gotas de sudor resbalándose por su rostro.
—"E-El sudor de Bakugo-san... "— Te retuerces bajo su agarre y no logra nada. El corazón se te va a salir, hay un sentimiento horrible atascado en tu pecho, tus lágrimas se combinan con el sudor de sus manos y sigues luchando.—"Nitroglicerina... Quítate, por favor, ¡por favor, levántate!"—
Forcejear resulta inútil.
Encajas tus uñas en su mano como último intento. Es el fin, así acaba todo. Ayudaste a alguien, ¿no estás satisfecho? Eres el catalizador de estrés de todo tu grupo, ¿ya no eres feliz con eso?
La tarde se acaba con un estruendo que ensordece, acompañado con gritos desgarradores y con el goteo de la sangre cayendo al suelo en el fondo.
[...]
—¡(T/A)-san!— Reaccionas rápido al llamado. Acomodas tu cabello para cubrir mejor la venda y volteas a ver al peliverde que te llama a la lejanía. Alzas tu brazo para saludar con una sensación agradable al hacerlo.—Nunca pensé que te vería de nuevo, ¿donde habías estado?— Antes de responder te das el tiempo de ver a las otras dos personas que estaban detrás de él. Te sentiste extrañamente orgulloso al pensar que Izuku había hecho amigos.
—Pues dejé de ir a la escuela y estudié en casa después de la secundaria. Finalmente convencí a mis padres de que me dejaran entrar, incluso si era a mitad de año.—
—Pensé que no querías ser un héroe.— Dice y no notas el mal en sus palabras, se trataba de preocupación genuina.
—Para no hacerte el cuento largo la verdad es que muchas cosas cambiaron luego de eso.— Al insinuar el pasado tu tono de voz cambia tan bruscamente que Izuku experimentó un escalofrío que trepó por su espalda.—¡Y ahora quiero ser útil a la sociedad! ¡Por eso entré aquí!— El entusiasmo vuelve y deja confundidos a Uraraka y a Tenya que seguían detrás de Midoriya.
Mientras tanto, Bakugo estaba caminando, siendo seguido por Kirishima quien lo estaba ayudando a encontrar al chico nuevo. Al salir de otro salón desocupado se comenzó a irritar, fue hasta que te vio de espaldas que comenzó a dar pasos firmes, dejando al pelirrojo atrás.
—¡Oe, nerd!—
—Bueno, tengo que irme. Aún hay cosas que debo arreglar por lo de la inscripción.—
Así ha sido desde que llegaste. Bakugo persiguiéndote a dónde vayas y tú ignorándolo, fingiendo que no hay nada malo.
No quieres venganza, solo quieres borrarlo de tu vida. Pero si él no coopera no te queda opción que confrontarlo de vez en cuando. Conociendo la terquedad del rubio has tenido que hacerlo más de lo necesario.
—¡Deja de caminar y escúchame!— Grita una y otra vez, no le prestas atención. Gruñe furioso pero ni eso te hace detenerte.—¡Detente, nerd!—
—¿De casualidad (T/A) tiene problemas para escuchar?— Pregunta Kirishima alcanzándolo finalmente con la vista puesta en ti.
—El idiota me detesta.— Refunfuña con las manos en los bolsillos, ¿cómo se supone que te disculpas si esa persona no quiere ni verte en pintura? La impotencia va en crecimiento y no hay nada que haga detenerla.
—Nah, no creo. Debe ser otra cosa.— Dice seguro de su afirmación.—¡Ignorar a alguien no es de hombres!— Se adelantó un poco y tomó aire para poder llamarte—¡Yo, (T/A)!—
Bakugo tuvo la razón cuando te giraste para saludar de vuelta a Kirishima, y nada mas para eso.
[...]
En los dormitorios era aún peor.
En la escuela al menos podías sacar excusas para esquivar cualquier encuentro con él pero aquí, estando todos en calma y sin mucho que hacer era obvio que te perseguiría.
¿Qué es lo que quiere? ¿No le bastó con todos esos meses que perdiste recuperándote? ¿Aún quiere mofarse de ti? Tal vez ya le había contado a todo ese grupo lo que te había hecho, tal vez su grupo de amigos eran tan malos como los anteriores de la secundaria.
Pero ya no eras el saco de golpear de nadie, habías aprendido a potenciar y a controlar tu don. No era efectivo en batalla pero al menos te ayudaba a ser intimidante, siendo consciente de que tu potencial podría ser el doble si no fuese por tu ojo faltante.
Estás en el baño común de los hombres, el espejo está en frente tuyo y rozas la venda con las yemas de tus dedos. La textura rugosa te da una melancolía mezclada con rabia, pero eso no te detiene para quitártela con tal de cambiarla por una en mejor estado.
Evitas mirarte mientras lo haces pero resulta inevitable ver tu herida. Tu párpado tiene una cicatriz profunda, enrojecida y con la piel maltratada. El alrededor de tu párpado está chamuscado, parecido a la cicatriz de Todoroki pero con un tono más oscuro.
Aquel día en que Bakugo literalmente usó su don en tu rostro unos cristales de los lentes se incrustaron en tu ojo izquierdo. No recuerdas mucho después, pero todo se resumió en que no pudieron salvar tu visión.
¿Qué clase de ironía era esa? ¿Cómo se le ocurrió burlarse de ti afectando tu kosei de una manera tan directa?
El odio hace que frunzas el ceño de manera exagerada y sientes ganas de golpear algo. Una frase se repite en tu cabeza para calmarte, asegurando que no obtendrás nada haciendo berrinches. Pasó lo que tenía que pasar.
—Te odio, Bakugo Katsuki.— Refunfuñas por última vez para volver a cubrir la herida ya cerrada. Terminas de arreglarte y sales de los baños.
Sueltas una maldición a los cuatro vientos cuando encuentras al no deseado esperando fuera. Quieres volver adentro pero es muy tarde, te ha visto.
—¡Deja de pretender que no existo y déjame hablar!— En un último intento de pasar de largo él termina dando un manotazo en la pared que no te hace saltar o asustar. Sigues con una sonrisa simple en el rostro y buscas la manera de rodearlo, Katsuki te sigue a la par, cubriéndote el paso a la sala común.
—Con permiso.— Vuelves a querer rodearlo, sin éxito.
—¡Quédate quieto, maldita sea!— Exclama con una vena resaltando en su frente. Tu sonrisa se ensancha, lo estás irritando por tus propios medios, te sientes bien con eso.—¿Ya me dejarás hablar?—
—Me gustaría, pero estoy ocupado.— No se mueve cuando vuelves a querer rodearlo, solo se quedó ahí con la mirada perdida a dónde solías estar.
Pero no sería tan fácil, se giró estando harto de todo el espectáculo que le estabas haciendo pasar, con una extendida hacia tu silueta estando de espaldas. Lo logras predecir a tiempo para apartarte y tomar su muñeca con fuerza, al detenerlo algo dentro de ti se enciende de manera inminente.
Vuelves a tener una pelea contigo mismo, tu sentido amable con el que tiene el horroroso resentimiento encadenado. Un lado te dice que le rompas el brazo, el otro dice que lo sueltes.
—No te atrevas a tocarme, Bakugo-san.— Usas tu singularidad y los ojos de Bakugo comienzan a arder, por lo que se aparta y te da tiempo de irte.
Él se quedó tallando por encima de sus párpados hasta que el dolor se esfumó. Sería más difícil de lo que creía.
[...]
Te emocionaste cuando Ejiro te preguntó si querías ir a la salida en grupo, pero lo agradable que se había sentido el ser considerado fue reducido a escombros cuando te enteraste que iría dicha persona que tanto repudiabas. Negaste y agradeciste de todas formas, y al no saber nada sobre ti, Kirishima no tiene una forma de convencerte.
No te diste cuenta a la primera, pero muchos habían estado intentando dar la situación con algo que te entretuviera lo suficiente para que Bakugo pudiese hablar contigo. Algo que no te dejase "escapar". La mayoría terminaban en fracasos, siendo honestos.
Ahora tienes todo el tiempo del mundo para reflexionar, ¿te habían invitado por cortesía o ya eras parte del grupo? La única manera que conocías para saber que alguien estaba en confianza contigo es si te hacían una broma, aquí nadie lo había hecho, no aún. No tenias un apodo y no se habían llegado a reír de tus tropiezos ocasionales, ¿entonces en qué punto estabas? La realidad es que no sabes distinguir una amistad sana de la aprovechada, todo ese tiempo justificando el maltrato solo distorsionó tu concepto de tener amigos y no puedes evitar sentirte mal por creer que aún no están en confianza contigo.
¿Lo estás haciendo mal? ¿Tu apariencia los asusta? ¿Respondes muy cortante? Tal vez fue mala idea querer ser un héroe, estás incomodando a todos. Debes irte de ahí, solo lo estás arruinando, lo arruinas todo.
—"¿Por qué quiero ser un héroe?"— La pregunta se enlaza con tus pensamientos de ese momento y resalta con recelo. Te quedas hipnotizado viendo a un punto muerto en tu habitación.
Hay muchas cosas en las que pensar.
[...]
Parecía que incluso el universo quería que Bakugo te molestara con su teatro de disculparse. Ese día era uno especial, tu primer entrenamiento de combate junto a tu grupo. Enfrentamientos uno contra uno, no hay que fajarlos fuera de combate, solo inmovilizar a tu oponente.
Rezaste a todas las deidades conocidas para que tu camino no tuviese nada que ver con el rubio que tanto detestabas. A pesar de tus súplicas en silencio los astros se alinearon para que el azar de las parejas fuese el peor posible.
Pretendiste no estar afectado por el resultado pero era difícil mantener la fachada cuando Bakugo no dejaba de perseguirte.
Las manos te sudan y más allá del odio te das cuenta de la desventaja masiva de un don estratégico contra uno destructivo y de ataque. Respiras tomando gran cantidad de aire con cada bocanada, los consejos de Izuku son útiles pero los deshechas sin malas intenciones. Quieres vencerlo por tus medios, con tu ingenio, descargar el coraje.
De hecho, eso suena como una venganza de menor nivel. Sacudes la cabeza para negar esa idea, no, no le sacarás el ojo, solo quieres demostrarle que ya no eres el asustadizo y pisoteable (T/N).
Antes de pasar a la prueba escuchas los ánimos de algunos de los chicos, tienes que girarte de nuevo a ellos para notar como saltan y gritan, unos deseándote suerte y otros dando condolencias. Por impulso bajas un poco más la capucha de tu traje para ocultar la vergüenza, ese sentimiento agradable está ahí de nuevo, es demasiado para tu confundido ser.
Finalmente te das los ánimos para aventurarte a la prueba. Estructuras altas y simplonas se alzan creando un laberinto improvisado. Deben encontrarse primero, la ventaja radica en ser sigiloso pero audaz.
Lo malo es que ambos no tenían la misma estrategia basada en el sigilo.
—¡MUERE!— Reconoces aquel grito y por impulso volteas a todos lados. No encuentras nada hasta que enfocas la vista en la nube de humo negro que se ve a la lejanía, de ahí sale disparado el rubio. No puedes creer que su forma de atacar sea con esa clase de grito de guerra.
¿Así es como se ve alguien que quiere disculparse?
Corres hacia la estructura más cercana para guardar distancia. Si aterriza y te tiene en frente volvería a impulsarse pero esta vez hacia ti, y entonces sería fin del juego. Debes pensar en algo útil, pero rápido.
—¡¡Solo tú y yo, nerd!! ¡Sal ahora y acepta mis malditas disculpas!— Asientes a lo que dice con sarcasmo, una manera de retar tan original. Solo como él podría hacerlo. Su rugido deja el ruido de las explosiones como ruido principal en la zona.
Pasa de largo sin saberlo, encorvado y bufando como si fuera un toro, menea los brazos con cada par de pasos que da pero no tiene la guardia baja.
Experimentas la misma sensación de estar atrapado y sin salida de aquel día, pero se le suma la fuerza espontánea que tuviste por temerle. Respiras en silencio y pronto ya estás saliendo de tu escondite para correr hacia él estando de espaldas.
¿Esto sintió él cuando te estaba persiguiendo aquel día? ¿Esta es la emoción enferma que impulsó a Katsuki?
Se giró antes de lo que pensabas y dudas por un instante. La explosión que envía hacia a ti no te da tiempo de usar tu particularidad a pesar de que lo viste a los ojos.
No te estaba mirando con una superioridad retorcida. Está molesto, pero de una manera diferente.
Caes de espaldas y te levantas de inmediato girando sobre tu hombro. No está perdiendo el tiempo, ahora lo tienes corriendo en tu dirección gritando cosas que son lo bastante groseras como para no poder transcribirlas.
Corres hacia él en lugar de huir y comparas la situación con saltar por un barranco. A pesar de tenerlo en frente no logras causarle molestia alguna por tu don, no te estaba mirando a tu único ojo visible directamente, tal vez su atención estaba en otro lugar o era su estrategia. Si era así, solo te queda esquivarlo y encontrar una apertura.
Esquivar y tratar de apartarlo. Eso te sonaba familiar.
Sus manos chocan entre ellas y están haciendo fuerza uno contra otro cuando te niegas a moverte. No pasa casi nada para que tus palmas comiencen a arder, perdiendo fuerza como consecuencia.
—¿¡Ahora si escuchas!? ¡¿Tengo que quemarte las manos para que dejes de ignorarme!?— Tus muñecas van cediendo, doblando tus manos hacia atrás con Katsuki ganando. Frunces el ceño con molestia pero no dejas de mirarlo, tenia la vista puerta en otra parte de tu rostro pues aún con tú don no podías hipnotizarlo. Tu sudor va cayendo por tu frente y tiene tentación de correr por tu párpado, con tus dientes rechinando entre ellos por el coraje es cuando cuando no puedes aguantar más el dolor en tus manos.
—¡¡Me quitaste un ojo cuando hacía que existías!!— Vociferas descargando parte de tu odio con la idea de darle un cabezazo con tal de zafarte.—¡¿Crees que vine aquí para que termines lo que iniciaste!? ¡¡Me dejé golpear porque creí que tenías un mal día, quería ayudarte!!— Forcejeas un poco para ganar espacio y lo logras empujar unos centímetros apenas.—¡Tus disculpas valen menos que una piedra, Katsuki! ¡Ni aunque llegues a sacarte un ojo te perdonaré!— Lo señalas con tu mano tan tensa que duele el temblor que provoca.—¡Mi visión no regresará, ese día no se borrará y yo no dejaré de odiarte!— Le gritas todo lo que tenías atorado con tanta fuerza que tus reclamos salen rasposos y con dolor.
—¿¡Crees que fui a presumirles a todos que te dejé medio ciego!?— Grita de vuelta con un tono tan doloroso como el tuyo, te desconciertas al verlo. Tiene un indicio de lágrimas en sus ojos que te alarma, pues no estabas usando tu singularidad.—¡Casi te mato, maldita sea! ¡Solo llévate tu estúpida culpa contigo!— Vuelven a abalanzarse uno contra el otro y esta vez logras algo más que quedarte forcejeando.
—Te quedarás así, ¿¡escuchaste!?— Le exclamas comenzando a hartarte más de lo normal.—¡Tú no tuviste pesadillas con un bravucón de secundaria!— Como una técnica desesperada le das un puñetazo en la mejilla que no se esperaba para nada y lo aturdes por unos segundos.—¡Tú no perdiste meses recuperándote! ¡A ti no te hicieron bromas hasta el cansancio ni te metieron en problemas con la persona a la que más le temías!— Luego ya no es tan fácil alcanzarlo con los golpes impulsivos que le lanzabas pero lo hacías retroceder.—¡¡No te atrevas a ordenarme que escuche cuando tú no escuchaste mis suplicas!!— Las lágrimas salen de tu único ojo visible y por ende te nublan la vista. Vuelves a lanzar un puñetazo errático que esquiva y toma tu muñeca de la misma manera que hiciste con él. Tuerce tu brazo hasta que lo tienes pegado a tu espalda baja y te hace caer el suelo con brusquedad, tu cara se llena de tierra y entra en tu ojo, empeorando tu única oportunidad de zafarte.
A pesar de retorcerte frenéticamente ya no te sientes capaz de vencerlo cuando lograste gritar todo lo que querías. No tienes los ánimos de hace un momento y al final te dejas ganar.
Ahí está esa sensación agradable de nuevo.
La sonora respiración del rubio sobre ti opaca la tuya, hace más fuerza en el brazo que tiene aprisionado y hace más presión con su pie sobre el otro. A pesar de no pelear con todo el potencial que sabía que tenías no se siente frustrado ni con el orgullo herido, siente más como si acabase de esquivar una bala.
Lo mejor es que finalmente puede decirlo.
—Lo siento.— Dice en un hilo de voz doloroso, sientes algo retorcerse en tu interior y tu instinto no desea golpearlo por primera vez en mucho tiempo.—No quiero que seas mi amigo o que hagamos como que nada pasó, solo perdóname.—
No será ahora o de un instante para otro, pero tal vez si haya una buena razón para perdonar a Bakugo Katsuki.
—Deja de insistir un rato, en serio.—
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro