🔥Kyojuro Rengoku🔥
🚫⚠️ADVERTENCIA⚠️🚫
Esta historia podría contener vistazos al manga. Leer bajo su propio riesgo.
Short story
“Para siempre”
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Recordaba perfectamente los hechos que la habían llevado hasta ahí. El hedor a muerte aún quemaba en su nariz al igual que la sed estaba quemando en su garganta.
Su familia había perecido, ella había llegado tarde, pero sabía que de haber llegado a tiempo su destino habría sido morir junto a ellos; pero para Shizu eso habría estado bien, no le habría importado haber muerto dando la vida por su gente amada.
Ese día se repetía en bucle en su cabeza desde que había abierto sus ojos. Había ido a la montaña cercana al pueblo para recoger plantas medicinales, tenía la costumbre de hacer deliciosas infusiones e ir casa por casa en ese pequeño pueblo arrozero, ofreciendo las infusiones como té y agradeciendo por el ardúo trabajo que todos hacían.
La noche había caído sobre sus hombros y bajó rápido la montaña, las supersticiones de los adultos decían que los dioses de la montaña odiaban a los moradores humanos en las noches y castigaban con la muerte a aquellos que los disgustaban.
A sus espaldas llevaba una gran y pesada canasta llena de todo tipo de plantas, la canasta se veía enorme para su pequeño cuerpo y de cierta forma se veía graciosa.
Una corazonada oprimió su pecho cuando faltaba poco para llegar a su pueblo, las alegres risas de los ancianos comentando el día no se oían y las cálidas linternas de papel estaban apagadas, perfectamente podría no haber encontrado el pueblo de no ser que se sabía de memoria ese camino.
Cuando pasó la primera casa, un hedor a muerte revolvió su estómago, dándole ganas de vomitar. Ese hedor a veces se sentía en el pueblo, cuando los hombre lograban cazar, pero nunca había sido tan fuerte como para provocarle querer vomitar.
La presión en su pecho por su corazonada se hizo cada vez más fuerte a cada paso que dio hasta llegar a su casa, siendo que cuando abrió la puerta gritando por su madre, sus lágrimas habían entendido más rápido la situación de lo que ella misma había hecho.
La sangre cubría sin falta cada pared y como si las hubieran puesto explícitamente para que ella los viera, la cabeza de sus padres, hermano y hermana menor estaban frente a la puerta, todos con una expresión de terror aún en sus ojos. Había una hoz a sus pies y un poco más lejos una guadaña que su padre solía tener sólo por sí acaso, por si debía cuidar a su familia.
— ¿Mamá...? ¿Papá...? ¿Hanabi...? ¿Kohaku...?— sus piernas cedieron a la gravedad, cayendo de rodillas bajo la mirada de esos cuatro pares de ojos. Gritó en agonía, Hanabi aún tenía lágrimas en sus ojos y Kohaku lucía confundido. Sus padres aún mantenían una expresión de disculpa, sabía que habían pensado en ella en sus últimos alientos.
— ¡Kohaku! ¡Hanabi! ¡Perdónenme! Nee-san no llegó a tiempo, Nee-san no pudo protegerlos.— habló entre sollozos, disculpándose con lo que quedaba de sus hermanos, con sus hermosos ojos llenos de lágrimas.— Mamá, papá, siento haber sido una mala hija, yo... Siento tanto no haber estado con ustedes, no haber podido proteger a mis hermanos.
Escuchó como el suelo de madera rechinaba bajo los pies de alguien y se tapó la boca por el repulsivo hedor que desprendía. Era un hombre con un extraño color de piel, extraños ojos, de pupila rasgada y con un olor tan putrefacto que parecía un cadáver en plena descomposición. Él le habló, pero la furia nubló sus sentidos al darse cuenta de que ese hombre de olor fétido, le había arrebatado a su familia; él se había atrevido a tocar a sus hermosos y preciados hermanos pequeños y a sus amados padres.
Él había tomado todo de ella, haciéndole hervir la sangre.
Se pavoneo frente a ella mucho antes de dirigirle la palabra, bajo sus ojos penetrantes e inyectados en sangre. Aquel ser lucía despreocupado, como si sus actos no fuesen a tener consecuencia alguna.
— ¡Pensé que había asesinado a todos en el pueblo!— el demonio tenía una enorme sonrisa de dientes puntiagudos en su rostro, se había divertido enormemente torturando a aquella familia, pero al parecer una se le había escapado del menú.
Aquella chica de aspecto débil emanaba un olor delicioso pero a la vez su presencia le incomodaba, tenía unos largos cabellos negros, ondulados, y unos preciosos ojos carmines. Esos orbes, de un color un poco menos intensos que su creador, lo miraban fijamente, sin temor y sosteniendole la mirada burlesca que él le estaba dando.
— Con que tú eres la persona por la que estos niños gritaban. ¡Shizu! ¡Sublime! Estoy tan emocionado de tenerte aquí, yo-
En un abrir y cerrar de ojos, su presa había cogido la hoz del suelo y en un certero lanzamiento, le había atinado a su garganta. Complacido, el demonio sonrió, adoraba toda presa que le diera un poco de pelea.
Deshaciendose de la pesada cesta a sus espaldas y aprovechando la distracción de la hoz, de un salto tomó la guadaña de su padre y giró para cortar la garganta del demonio, pero este ya no estaba allí.
El dolor inundó todo su lado izquierdo cuando desde atrás le fue atinada una patada justo a la altura del codo. La fuerza fue tal que sus pies se despegaron del suelo y dio contra una de las paredes de su casa. Inmediatamente, mordió su lengua para ahogar un grito de dolor, su brazo izquierdo estaba totalmente roto, al igual que una que otra de sus cosillas izquierdas. Tenía un corte en la frente que no dejaba de sangrar y una de las maderas de la pared con la que impactó se había clavado dolorosamente en la carne de su pierna derecha.
Se volvió a levantar tragandose todo el dolor y siendo movida por la ira, arremetiendo otra vez contra aquel demonio, yendo en un ataque directo para confundirlo. Intentó darle con su guadaña, pero el demonio saltó y ella se deslizó por el suelo justo debajo de él, poniendo en forma vertical la guadaña y enterrandola en su abdomen, separando desde su plexo solar hasta su pelvis.
Sabía que había hecho enojar al demonio, la guadaña había quedado en el cuerpo del mismo, incrustada en el hueso de su cadera, por lo que fue por la hoz.
Enorme fue su horror cuando vio lentamente regenerarse a aquel ser, pero eso no disminuía su furia. Mientras este intentaba sacarse la guadaña, ella sin titubear cortó a gran velocidad su cabeza utilizando la hoz. Mas, había subestimado a aquel demonio, ya que aunque no era la hoja, el palo de la guadaña atravesó su abdomen de lado a lado.
— Eres una niña muy estúpida, ni siquiera dejaré tu cabeza, si alguien viene luego, ni siquiera tendrán un trozo de ti para velar.— amenazó la cabeza desde el suelo.
A Shizu no le importaba morir, no a ese punto. El cuerpo sin cabeza, la tomó del suelo y la volvió a poner en su lugar. El demonio se acercó lentamente, extasiado por el delicioso aroma que tenía la sangre de aquella chica.
Alzó la hoz con su único brazo sano, en un último intento de herir a ese asesino, con un cuerpo rogando la rendición pero con sus ojos llenos de convicción. Su espíritu, voluntad e ira no serían tan fácilmente doblegados por el miedo.
Alguien tapó sus ojos y sintió como su ropa se manchaba de sangre. La mano que impedía su vista era cálida y callosa, pero una corazonada le decía que era alguien amable quien estaba a sus espaldas. Escuchó al demonio reclamar, maldiciendo a alguien por haberle cortado la cabeza, haciendo una rabieta y exclamando que era imposible que él muriera tan fácilmente por manos humanas. Ahí Shizu supo que la persona que había tapado sus ojos, también había matado a aquel monstruo.
Como un ángel enviado para brindarle un descanso, apagó su furia tan solo con su tacto. Aquella llama de odio fue reemplazada por una de tristeza, que quemaba y ardía más en su garganta.
Dejó caer la hoz y recargó su peso en la persona detrás de ella, tomando con su mano sana la mano que impedía su vista, buscando algún tipo de consuelo.
— ¡Yup! ¡Lo hiciste muy bien! ¡Muy bien! Ahora puedes descansar.— cómo lo había sentido en su pecho, su voz también sonaba amable y entusiasta, era cálida como una fogata en medio del invierno. Le gustó esa voz, era reconfortante y bella, pero tal calidez solo desató su inminente llanto. Cuán difícil se veía el mundo ahora que no tenía nada y se encontraba al borde de la muerte.
Deseó ver a su salvador antes de que su alma abandonara su cuerpo, pero él no quitó su mano, siendo la oscuridad lo último que vio antes de caer inconsciente.
Supuso que el dueño de aquella linda voz era el responsable de que en ese momento estuviera postrada en una camilla, con vendas por todos lados y un brazo enyesado.
Había un hombre raro a su lado, él estaba dormitando con los brazos cruzados, reposando en un banco a un lado de su cama y con la cabeza levemente inclinada hacia delante. Su cabello era de lo más exótico que había visto nunca, rubio con las puntas anaranjadas.
Su mano picó de curiosidad, quería tocar su cabello, así que la estiró hasta tomar un mechón que caía suavemente sobre su hombro. Su cabello era suave, cálido, dejaba un hormigueo en sus dedos, le gustaba.
Se preguntó si sus ojos eran tan exóticos como su cabello. Sus facciones demostraban que era un hombre joven que rondaba en sus 16 años y dormido era bastante guapo.
Alejó su mano de él, volviendola a reposar sobre la camilla. El hombre abrió sus ojos bajo su atenta mirada, pero no era a ella a quien miraba, sino a la persona nueva que acababa de ingresar a la habitación.
—¡Rengoku-sama! Debió avisar que la paciente estaba despierta, Shinobu-sama se enojará con usted.— el aludido dirigió sus anaranjados orbes a la paciente de la que aquella mujer se refería. Encontró dos ojos carmines que lo miraban con admiración y fijamente, él le sonrió.
— ¡Con que estabas despierta! Un gusto, mi nombre es Rengoku Kyoujuro.— exclamó, presentándose. Se sintió extraño, al momento en que habló, ella dirigió su vista a su mano izquierda y la tomó, posandola sobre sus ojos.
Kyoujuro no sabía cómo reaccionar, jamás le había sucedido algo así, pero creía saber que era lo que ella estaba haciendo.
Apretó su mano en cuanto estuvo sobre sus ojos y sonrió levemente.
— Muchas... gracias...— su voz sonó rota y rasposa por la falta de agua, pero era dulce. El cazador sonrió enternecido.— Per... dón, no... voy... a ser una carga... Me esforzaré mucho para compensarte, Rengoku-sama.
— No tienes que forzarte, deberías dormir. ¡Yo me haré cargo de ti!— dijo, con entusiasmo, tomando la mano sana de la chica. Ella lucía confundida, pero le devolvió una sonrisa radiante, igual a las que él daba a menudo.
— Tu presencia... Es muy... cálida... me gusta.— confesó Shizu. El poderoso cazador no sabía cómo reaccionar, aquella chica hablaba desde el corazón y él nunca había dejado una primera impresión así en nadie antes.— Yo... Cuidaré bien de ti para compensarte.
Los demás pacientes que estaban observando la escena junto al pilar de las flores, Shinobu y Aoi, no pudieron evitar pensar que aquellos dos estaban hechos el uno para el otro y eso se podía ver desde aquel primer instante.
Kyoujuro dejó ir la mano de la chica, dejando paso a los profesionales y saliendo de la habitación. Apretó la mano con la que había tomado la mano de Shizu, sentía un extraño hormigueo allí, no le desagradaba. Tampoco se había dado cuenta de la dulce sonrisa en su rostro mientas caminaba por los pasillos de la finca mariposa, llamando la atención femenina más de lo usual.
No tenía a dónde ir, pero Kanae le ofreció un lugar en su finca luego de hablar por un rato y de que ella le comentara sobre su basto conocimiento en plantas medicinales. El pilar la ayudó, como una hermana mayor, la cuidó bajo su ala al igual que el cazador del aliento de la llama y la Kocho menor.
Aquella gente era cálida, le gustaba. Pero más cálido le resultaba Kyoujuro.
Cuando Shinobu la dio de alta, él se apareció por allí para preguntar por su estado, como se sentía. Él se preocupaba enormemente por ella, lo cual estaba despertando la curiosidad de los otros cazadores.
Ese día, Kyoujuro llegó con algunas flores y le pidió que le acompañara, ella no opuso ninguna resistencia. Caminaron por unas horas, hasta que vio a lo lejos una montaña que le resultaba bastante conocida, Kyoujuro tomó su mano y se adentraron en ella, hasta llegar a un claro hermoso cerca de un templo, donde había cuatro piedras rectangulares con nombres tallados en ellas. Las piedras estaban pulcras y libres de moho o de manchas de humedad, Shizu supuso que alguien había estado cuidando de ese lugar con mucho aprecio.
— Rengoku-sama, ¿usted ordenó que hicieran esto? — murmuró, mas el varón pudo oír perfectamente lo que decía. Él le dio una afirmativa y con su pequeña mano, Shizu apretó levemente la suya. Lo miró a los ojos, desde su estatura más baja que la del rubio, le sonrió enormemente con lágrimas en los ojos.— Usted sin duda debe de ser mi ángel guardián.— exclamó feliz, con pequeñas lágrimas en sus ojos por aquel detalle que para ella significaba tanto.
Ella se acercó a las lápidas, dejando los flores que Rengoku le había facilitado, comenzando a hablar con su familia mientras rezaba de rodillas y con sus manos entrelazadas pegadas a su corazón.
— Mamá, papá, estoy bien, soy alguien saludable y encontré gente genial que cuida de mí y yo estoy estudiando y entrenando muy duro para poder cuidar de ellos muy pronto.— hablaba con voz suave, llena de amor y orgullo.— Yo... Realmente espero que estén bien, los extraño mucho.
Kyoujuro no movió un músculo, oyendo en silencio las oraciones de la chica detrás de ella con una sonrisa que demostraba lo orgulloso que estaba. Ella era alguien realmente fuerte, no todo el mundo podría mantener ese corazón amable luego de perderlo todo y todavía seguir brindando amor y calidez a los de su alrededor.
— Yo... Conocí a Rengoku-sama, es un hombre muy guapo y amable, él es realmente fuerte y estuvo cuidando de mí desde ese día. Es muy importante para mí, creí que no podría sobrevivir pero él fue como una cálida luz en la oscuridad. Él está aquí conmigo en este momento, quisiera poder presentárselos.— Shizu giró al cazador que la miraba un poco sorprendido, ella lo llamó con la mano y él mostró sus respetos, poniéndose de rodillas y haciendo un leve rezo con sus ojos cerrados.
— Señor y señora Tachibana, han criado a una hija maravillosa. Ella es fuerte, amable y bella, también se está esforzando mucho para cuidar bien de todos. Se ha vuelto un sol para todos desde su llegada y también cuida muy bien de mí. Les prometo cuidar de ella hasta que Shizu se harte.— dijo, hablando fuerte y claro, con orgullo de la chica a su lado y con una sonrisa en su rostro, dando una fuerte carcajada al terminar de hablar.
Ella estaba completamente roja, no se esperaba que él hablara así de ella o que pensara de esa forma. Sentía cálido en su pecho y sonrió con ternura, sin percatarse de que Kyoujuro la estaba mirando.
— Hanako, Kohaku, Nee-san se está esforzando mucho para cuidar bien de todos, aprendí a cocinar cosas deliciosas, traeré un poco la próxima vez. Nee-san los extraña mucho, cuiden bien de mamá y papá, por favor.— susurró. Pasaron unos momentos más antes de que Shizu le pidiera para volver a casa, luego de despedirse de su familia.
Rengoku fue en silencio todo el camino, al igual que ella. Habían dicho ambos cosas un tanto vergonzosas frente a las tumbas, sin embargo ninguno se sentía incómodo. Ellos no lo notaban, pero el ambiente al rededor de ambos casi tenía flores flotando.
Shizu se tomó el atrevimiento de tomar la mano de Kyoujuro, justo como él había hecho antes de subir la montaña. Creyó por un momento que él la apartaría, pero en cambio, él apretó levemente la pequeña mano, entrelazando sus dedos con los de ella.
Ambos sonreían tímidamente y luego de un rato, comenzaron a hablar tranquilamente sobre hechos del día a día: Misiones anteriores, nuevos conocimientos de medicina, curiosidades, hasta llegar a hablar de las estrellas cuando la noche se les vino encima un poco antes de llegar a la finca mariposa.
— Rengoku-sama, muchísimas gracias por ir conmigo. Su presencia me ayudó muchísimo.
— ¡No tienes que agradecerme! Yo quería acompañarte, Shinobu iba a decirte como llegar, pero yo... — Rengoku detuvo sus propias palabras, bajandole un poco al entusiasmo al darse cuenta de la confesión que estaba haciendo. Retomó sus palabras, sonrojado y tartamudeando un poco.— Y-yo no quería dejarte ir sola.
Shizu lo observó con una ceja alzada y enseguida comenzó a reír. El comportamiento raro de su superior le había causado gracia, pero le había parecido lindo de su parte.
Kyoujuro quedó embobado viéndola reír, sin poder quitar la sonrisa de sus labios. Su risa era totalmente refrescante, no le importó que se hubiera reído de él.
— Rengoku-sama es muy lindo.— dijo, sin pensarlo mucho y secándose una lágrima de diversión.
Sintió como una calidez rozaba su mejilla y abrió los ojos. Rengoku tenía una mirada cargada de emociones que no sabía distinguir, él rozó las falanges de su mano derecha contra su mejilla, para acto después poner detrás de su oreja un mechón de pelo un poco rebelde.
— Por favor, ríe así todos los días.— Shizu quedó un poco anonadada por lo que acababa de decir el pilar, asintió y le sonrió levemente.— Y... Puedes llamarme por mi nombre.
Eso sí la tomó por sorpresa, ella tartamudeó preguntas y él sonrió enternecido.
— K-Kyou... juro.— susurró mirando apenada hacia otro lado que no fueran esos preciosos ojos anaranjados.
Rengoku agradeció que ella se apenara y mirara a otro lado, no sabría que hacer si le preguntaba porque se mordía el labio con una enorme sonrisa.
— ¡Eso es! ¡Muy bien, muy bien! ¡Llamame así se ahora en adelante! Me retiro, que descanses Shizu-chan.— él habló con entusiasmo, pero a la hora de decir su nombre, pronunció cada sílaba lentamente, antes de desaparecer con su llamativo haori.
Continuara...
***
Buenas, ¿como les van pareciendo las historias? 🤧
Gracias por leer.
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