🌊🌊Giyuu Tomioka🌊🌊
⚠️AU Actualidad, reencarnación, soft⚠️
“Bienvenido”
Despertó de forma abrupta, dando un salto de su cama y tratando de defenderse de lo que fuera que la estaba atacando. Sus ojos quedaron clavados en sus pies de su cama, no había nada fuera de lo común en su colcha blanca y la estructura de madera de su cama, su habitación se hallaba en completa oscuridad y apenas las luces de afuera le permitían distinguir algo. Todo estaba en su lugar, pero nada se sentía bien en ese preciso momento.
Buscó su celular viendo como eran las cuatro de la madrugada, su garganta estaba seca y adolorida como si hubiese gritado por horas y su cabeza explotaría de la migraña que comenzaba a sentir, el sudor seguía cayendo de su frente, teniendo que levantarse a darse una rápida ducha antes de seguir durmiendo.
El sueño que había tenido no se trataba mas que de un sueño recurrente, del tipo que por más que se repitiera una y otra vez, por más que perturbase su psiquis, jamás lograba encontrarle algún tipo de sentido.
Nunca antes se había visto atraída a la cultura japonesa, apenas si había oído hablar sobre alguna que otra serie famosa del país, pero lo que se veía en su sueño era algo más... Antiguo.
El hombre en su sueño parecía quererla, era tétrico hasta cierto punto saber que en el contexto en que las cosas se daban, si se distraía un momento en su sueño cuando cayera la noche perdería la vida.
El nombre... Ella lo había olvidado innumerables veces en cuanto recobraba la consciencia, en su sueño lo llamaba con total naturalidad y en un tono dulce, al parecer, ella amaba a ese hombre.
Pero era trágico el final, saber que por más que volviera a revivir una y otra vez esa pesadilla que lucían como una película de viejas memorias, aquel hombre moriría justo cuando debía abrir los ojos. Él fallecía pacíficamente en su cama, con ella tomando su mano luego de decirle cuanto la amaba, tal como si se sumiera en un profundo sueño del que sabía que nunca despertaría.
Recordaba con exactitud cada palabra que la ella del sueño decía, prometiendo una próxima vez a volver a encontrarse y llorando desconsolada. Si mal no recordaba, él había muerto a sus veinticinco años, demasiado jóvenes para vivir felices para siempre.
Su cabello negro como las obsidianas que llevaba ella cada día como joyería y sus ojos tan azules como el mar, no recordaba haber visto a alguien tan hermoso y triste a la vez. Escuchaba esa voz como un débil susurro llamando a su nombre en la oscuridad, unas manos que jamás la habían tocado en vida, recorrían su cuerpo en sus aventuras oníricas, él acariciaba y besaba cada centímetro de su cuerpo como si esa fuese a ser la última vez. Y cada sueño se sentía así, como si no hubiera más oportunidad que esa.
No era la gran cosa, solo que con cada noche que pasaba, la angustia pesaba en su pecho tal como sí realmente hubiese perdido a ese hombre y lo reviviera cada noche de sueño, para nunca olvidar su rostro.
El amanecer se cernía en su habitación, la melancolía de la mañana y la libertad que le hacía sentir el ver el sol era inexplicable para ella, quien no tenía razones para sufrir de aquellas emociones a su corta edad. Dio un profundo respiro, se levantó de su cama, debía ir a trabajar.
La panadería que tenía su familia era conocida en la ciudad por ser atendida con mucha dedicación, pero ella no estaba en sus cabales ese día. Se sentía fuera de sí y un sentimiento molesto oprimía su pecho, realmente extrañaba algo.
Extrañaba al hombre que jamás había visto pero que sentía que amaba con su vida.
La jornada pasó lenta, no pudo concentrarse en todo el día y sentía esas inexplicables ganas de largarse a llorar por horas, atribuyó esos factores a que su período estaría cerca, por eso estaría un poco sensible.
Caminó lentamente hasta la estación del subterráneo, debía pasa por el medio de la ciudad. Un cartel llamó su atención, un artista japonés estaba presentando sus obras en una de las pequeñas galerías cercanas a su trabajo, encontró algo gracioso que sus sueños fuesen ubicados en Japón hacía años y que ahora eso se cruzara en su camino.
Entró, abriéndose paso entre el concurrido lugar, parecía no ser la única que había tenido la idea de dar una ojeada antes de volver a casa. El ambiente de las obras lucía bastante tranquilo pero algo le hacía ruido, los finos trazos, cada pincelada correctamente dada, no sabía que tenía ese lugar que no podía despegar sus ojos porque se sentía extrañamente familiar.
Fue ahí cuando oyó a alguien ahogar un grito de sorpresa al verla, giró hallando a una mujer anciana que jamás había visto en su vida, ella tomaba de la mano a lo que supuso era su marido.
— ¡Por Dios! Tú debes de ser la musa del artista, ¿verdad?
La pregunta entre risas la desconcertó un poco, sus manos temblaron por lo absurdo del momento, pero la anciana tiró de su brazo hasta llevarla al último cuadro de la colección, con grandes dimensiones y con la característica de ser la unica obra de la galería sin una explicación desde el punto del artista o siquiera el nombre que le había dado.
Era una mujer de cabello largo y una vestimenta tradicional de Japón de color blanco, ella sonreía cálidamente y lo más aterrador de la situación era que esa mujer en el cuadro era exactamente igual a ella.
No pudo decir nada, sacando el cabello largo, parecía que habían copiado hasta su lenguaje corporal, sus hoyuelos e incluso la forma de sus cejas. La mujer del cuadro miraba con amor, con calidez, era como si amase profundamente a la persona que estaba mirando.
Quedó paralizada durante unos momentos, las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Se sentía igual que sí el artista hubiera pintado a lo que había visto en su sueño.
— Shizu.
El tono aterciopelado pronunciando cada palabra a sus espaldas hizo que volteara. Ese no era su nombre, pero las lágrimas siguieron cayendo, se sentía como si hace un siglo esperaba que la llamaran así. Sonrió a la persona frente a ella con nostalgia y el corazón latiendo desbocado, con miles de memorias corriendo frente a sus ojos.
— Te encontré.
Los ojos azules del hombre frente a ella se suavizaron después de decir esas palabras, una leve sonrisa surcó sus labios. Llevaba años buscando a la mujer de sus sueños y por fin lo había logrado. Por fin podía cumplir su promesa.
Ella rió, secando sus lágrimas.
— Bienvenido de vuelta, Giyuu.
***
Me gusta pensar que Giyuu fue feliz en los últimos días de su vida.
Cortito pero bonito.
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Si desean hacer un pedido, favor de dirigirse al primer capítulo del libro •Importante leer•, gracias.
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